viernes, julio 17, 2020

El miedo

El miedo es uno de los mejores sitios para enrollarse.
Mary, orgullosa a pesar de todo, sigue a su rollo, pase lo que pase, no protesta cuando me siento, en la barra, a su lado y pido una cerveza, de barril, por favor, no me importa la marca, mientras intento controlar el tembleque de mi pierna derecha, eléctrica y autónoma, que se pone a temblar de forma espástica cada vez que una mujer me deja rondarla. Dudo que Mary si quiera sospeche que la estoy rondando y de lo que no hay duda es de que me mandaría al infierno si tan solo lo sospechara. Pero si no lo sospecha no es porque sea tonta, que no lo es, sino porque todavía no he abierto la boca y no se me ha brindado, aún, oportunidad de meter la pata.
No soy de los que piensan que meto la pata, pero uso esta expresión, esta clase de expresiones como meter la pata, o cagarla, para referirme a lo que la gente piensa de mí, cuando la gente repara en mi presencia, cosa que, afortunadamente, no sucede muy a menudo. Me encanta la curva de los muslos de Mary.
- Sé lo que estás pensando - le digo sin pensarlo, y lo digo de una manera idiota y arrepintiéndome nada más dejar escapar esas 5 fatídicas palabras, y Mary, que sólo quería tomarse una copa en paz y que, os lo prometo, no necesitaba de mis opiniones para nada en ese momento. Nunca, en realidad, pero en ese momento era palmario que no lo necesitaba.
- ¿Ah, síii...?
Estamos en  El miedo, un pub de mi pueblo, una reliquia de los años 80 que sigue abierto porque Francis, el dueño, no tiene ni idea de que se pueden cerrar los negocios que no dan dinero, él piensa que su sitio en el pueblo es ese, el de dueño del pub, y ahí sigue, igual de miserable que en 1987.
- Sí, claro que lo sé
- Me parece que no - dice mientras da un cuarto de vuelta y bebe, de frente a la colección de botellas de licor pegadas al espejo de rigor, pero le gusta el juego, aunque aún no ha decidido si me deja jugar, o jugaremos ambos una partida.
Mary bebe Peppermint, de Marie Brizard, o sea que es más antigua aún que El miedo, pero sus
muslos son magníficos.
- Sí que lo sé, Mary, tú quieres verme bailar - he oído cómo salían esas estúpidas palabras de mi boca,  incluso antes de que salieran, cuando subían, aún formándose, por mi garganta, y quería detenerlas, porque, os lo aseguro, nadie quiere verme bailar. Nadie. Soy el bailarín más inepto del planeta, el hombre con menos gracia que hayáis conocido jamás.
- ¿Cómo dices...? - dice Mary - Y además, ¿por qué me llamas Mary?
Eso, os lo juro, es lo último que me esperaba de Mary, que no se llamase Mary. Toda una sorpresa.
- ¿No te llamas Mary? - debéis saber que tiene unos muslitos, así, con curvita, que son 100% Mary, y que me gustan bastante, si no, jamás me hubiera atrevido a abordarla con esta galantería castellana que gasto - En serio, te llamas Mary
- Nop - dice ella convencida. Si supiera cómo hacerlo, haría una encuesta, porque tiene que llamarse Mary por huebos - y huevos es con uve
- Pero no puedes corregir la ortografía de mis pensamientos, Mary, eso no cabe en cabeza humana
- Pues acabo de hacerlo, Sebastián - ¡Ahá!, ahí lo tenemos, Mary es lista, un hueso duro de roer, quiere que le pregunte que porqué me llama Sebastián, pero no pienso hacerlo, porque entonces ella me dirá que lo hace porque yo insisto en llamarla Mary
- No lo haría - insiste en leer mis pensamientos, la muy zorra - llámame como quieras, pero no me llamo Mary, solo quería que lo supieras
- Oh, solo quería que lo supieras... sili quiríi qui li sipiiris ... - mi falta de réplica es alarmante - ¿y cómo quieres que te llame?
- Preferiría que no lo hicieras -y, como advierte mi gesto de idiota integral, no entendiendo nada, se explica -, me refiero a que no me llamaras. De ninguna manera. Que no me llames jamás.
...
Joder.
Le daría un guantazo, la verdad.
Cabrona. Es mucho más lista que yo, y esos muslos... le perdonaría el Peppermint, incluso, bebida de putas, admitámoslo sin hacer aspavientos de corrección política, y el que sea tan lista es super sexy, que creo que es con i latina, así lo escribe una de las princesas de este mundo que más admiro, pero me gusta más con y griega.
Ya no estoy para muchos trotes, la verdad, pero le daría buenos besos y le podría dar la oportunidad de practicar la esgrima verbal, porque cuando ya no estoy nervioso soy listo yo también. Incluso más que ella, me atrevería a decir, y tendríamos buenos combates mentales y un poquito de sexo casual de vez en cuando, y la convencería de que dejara el Peppermint
- Ni de coña
- ¿Ni siquiera para salvar lo nuestro?
- Nooop
Y se marchó de El miedo.
O sea, me dio un corte de cojones, pero, a la vista está, ¿no es un sitio genial para enrollarse?
Me voy.





5 comentarios:

Carmina dijo...

Cuanto tiempo sin escribir historias, Claro, como te has enviciado con la cocina.... No seas bobo, Sebastián, cocinillas hay a porrillo, sobre todo desde que la televisión los ha puesto de moda. Hasta la bazofia de Sálvame hace un programa de cocina. Pero gente que escriba historias con personajes patéticos que mueren por ligar hay muchos menos y ahí eres el amo.

Pai dijo...

YIHUUU!! Sigues por aquí!!

Brutal

sili quiríi qui li sipiiris ...

Wolffo dijo...

Pero nadie cuenta las recetas como lo hago yo... O a lo mejor sí, porque no leo un solo blog de cocina.
No sé si termina de gustarme ser un personaje patético, pero diría que tienes razón.
Un besico, Kotts!!

Wolffo dijo...

Ey, PaiPai, ¿verdad que es horrible cuando no tienes nada que decir pero tienes que decir algo?
Tú podrías decirme miirdi, si mi hi pirdidi li qui gribimis iyir..

Wolffo dijo...

Por alguna razón desconocida, Blogger no me manda ya notificación de los comentarios, a ver si lo arreglo