Starman
En 1972, Bowie, el gran Bowie pueblica el maravilloso Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars, un trabajo de esos que nos anuncian la llegada de un diosecillo talentoso al mundo del pop. Bowie es uno de esos hombres que me hacen dudar de mi masculinidad. Cuando le veo en la tele, en una foto, donde sea, no puedo dejar de mirarle. Me atrae terriblemente, me fascina visualmente. Aparte de eso, es un artista de los pies a la cabeza. El camaleón es el hombre moderno por excelencia de la segunda mitad del siglo XX, y el músico que más y mejor ha investigado, y encontrado, las fuentes de la modernidad. Esta canción es maravillosa, por mucho que yo me haya empeñado en fastidiarla con esta versión con sobrepeso. No os engañéis, es un sobrepeso causado por las toneladas de respeto, cariño y entusiasmo que me provocan la canción y su autor. Hay tres guitarras: acústica de 12 cuerdas (no me canso de ella), una eléctrica muy tratada, con flanger y otra distrosionada y pesada. El bajo delimita las fronteras de canción con un dibujo poderoso y andarín y la batería, en fin... hasta que no instale y aprenda a usar el regalo que me ha hecho el_Vania, estoy condenado a este sonido. Como soy yo, he convertido al canción, sobre todo la segunda mitad, en un festival de voces. Y en fin, no puedo dedicarla a nadie que no sepa todo lo que ocurre en las estrellas. Y esa persona es mi queridísima Wendeling, mi dulce maia, y, de paso, a sus dos preciosos soles, Esthel e Ithilien, quienes, Wen me lo ha contado, más de una vez han bailado con ella mis canciones. Va por vosotras, mis adorables maias. Espero que os guste.
Aquí puede bajarse la canción:
Nadie responde. Hay mucha gente alrededor, pero nadie parece entender lo que necesito. Necesito un hombre. Un hombre decidido que sepa mirar las estrellas, interpretar sus destellos y poner a mis pies sus augurios más poéticos. Necesito un hombre especial, al cabo y, ¿quién está a mi lado? ¡Wolffo! En fin...
Sé, por mis fuentes, que el contacto ha de verificarse en el tercer cuadrante, cuando Betelgesute se alinee con Riggel, el toro, y la línea imaginaria que une mis sueños y mis certezas sea apenas un hilo tembloroso.
Junto a mis hijas, maias menores para el mundo, y las más importantes en el mío, claro, miro al cielo nocturno del mediterráneo más occidental, cuando empieza a estrecharse. Esthel e Ithilien me miran inquietas mientras Wolffo, pesadísimo, no deja de asomarse a la ventana vigilando, con cara de fastidio porque lo único que le importa es que nos comamos el arroz en el momento justo en que él lo sirva, pero yo, Wendeling Wondelaia, la maia, hija de Wondelaia
Mira las estrellas, Planeta Tierra, y date por servido. Tienes tu propia estrella calentando y llenando de vida tus entrañas y tus extrañas, tus adentros y tu superficie bebiendo, y me tienes a mí, interpretando el movimiento de los astros y esperando el advenimiento de Sommerset, el hombre definitivo. Esthel e Ithilien duermen bajo esa encina... parecen cansadas, pero no puedo evitar rellenar de vino rojo y vital el odre de mi cuerpo al verlas, hermosas, silenciosas y descansadas, en brazos de un sueño que sin duda necesitaban. Ya verás cuando le diga a Wolffo que se han quedado dormidas y que no van a probar su arroz.; se va a pillar un mosqueo...
Huele bien, la verdad; es una suerte tener un hombre que te cocine y te planche, aunque no lo haga del todo bien. Y que sea él el que se ocupe de que la nevera no se quede vacía y que piense en las comidas, aunque se ponga pesado. Ahora, que lo que sería la bomba atómica sería que además, conociese las estrellas, sus secretos y sus caprichos, como yo.
Mirando al cielo me pregunto cuándo vendrá ese hombre. El que sé que las estrellas me tienen destinado. Ese hombre justo, de corazón valiente y cariñoso con que toda mujer sueña. El hombre fuerte que me defienda del frío de la soledad; ese en cuyo abrazo me refugie las noches en que mi cuerpo necesite de su firmeza y sea capaz de sarisfacer mi apetito con entrega y sinceridad.
¡Hm...! Ahora se ha puesto a cantar... Starman, de David Bowie. Wolffo, a veces, tiene esos detalles: coge la guitarra y se pone a cantar en la habitación de al lado, pero yo sé, porque le conozco, que canta para mí. Se lo toma en serio, coge un papelito con la letra y me la canta sin decirme nada, pero pone el alma en cada nota: “there’s a staaarmaaan. waiting in the sky....” y casi le adoro cuando me hace esto. Aquí me tienes, mirando a las estrellas, esperando a mi hombre del espacio, con mis diosecillas dormidas al pie de una encina, el mediterráneo arrullándome y el cocinero cantándome El Hombre de las Estrellas.
Será, probablemente de estatura mediana. Estoy hablando del hombre que las estrellas me envíen. No me importaría que tuviera las orejas puntiagudas, como Mr. Spok, pero lo importante es que sepa quererme. Que me valore en lo que soy y por lo que soy. Quiero un hombre extraordinario. Para hombres vulgares, ya tengo al Wolffi... ¿ves?, ahora ha dejado de tocar, y espero que no sea... Sí, lo es. El sonido de la cisterna vaciándose es revelador. El hombre que las estrellas me traigan no cagará, con perdón. Será masculino, claro, pero no quiero que el amor se me caiga a los pies si entro en el baño después de él. Mi hombre se limitará, casi en exclusiva a quererme.
Ahora toca Space Oddity... “Ground control to major Tom...” y pone esa voz de estar cantando en serio… A veces, cuando canta de coña, tiene gracia, pero es mucho más gracioso cuando canta en serio. Puedo ver su cabeza: está imaginándose en un local lleno de gente, que ha ido allí solo para escucharle. ¿Ves? Eso es lo que yo quiero. Quiero que mi hombre de las estrellas sepan mirar dentro de mi cabeza, que me penetre entre los ojos, que se meta tan dentro de mí que se adelante a mis deseos y caprichos...
Espera.
Mira.
Serpou, la estrella mensajera, me está haciendo señales. Dios mío, no lo puedo creer, es mi momento.
Esthel e Ithilien duermen y Wolffo sigue soñando con un auditorio imposible y nadie, excepto yo misma va a ver llegar a mihombre de las estrellas.
Un haz de luz, brillante, solitario y definitivo cae, perpendicular a mí, a sólo unos centímetros de mi cuerpo. El cielo se ha apagado y sóo existe este cilindro infinito que sube hasta las ahora escondidas estrellas.
Hay una especie de paquete regalo dentro del cilindro luminoso: me parece un poco cutre por parte de las estrellas, pero aún así, lo abro. Tiene una carta. Vamos a leerla.
“Querida Wendeling:
Tienes tu destino, el futuro que tanto has anhelado, en tus manos. Cuando termines de leer estas letras, abre el paquete y dentro verás la imagen de la persona que, desde siempre, y hasta el fin de los tiempos, va a estar cuidándote, queriéndote y entendiéndote.
Es una persona sensible, como tú. Alguien que sabe leer las estrellas y tus ojos: que te sabrá contenta, triste o nerviosa al mismo tiempo que tú te das cuenta. Que querrá a tus soles, Esthel e Ithilien, exactamente igual que los quieres tú.
Si eres justa con esa persona, dulce maia, jamás te decepcionará, porque la maldad no cabe en su corazón generoso y entregado y siempre podrás con ella.
Sencillamente piensa que puedes contar con muchas personas en tu vida, pero la imagen de la persona que veas en este paquete es la imagen de la única persona que jamás te abandonará. La única persona de la que nunca podrás prescindir.
Cuídala y aprende a quererla. Porque, te juro ,i dulce maia, que es la persona más extraordinaria que hay sobre la tierra. Todos los que la conocemos o la hemos tratado lo sabemos. Sólo necesitas darte cuenta tú también.
Ámala, Wen.”