sábado, agosto 22, 2020

Al pasar la parka

Lo bueno de estos días es que tienen muchas cosas buenas. Pero, la mejor, para mí, es que al salir a la terraza puedo oír cómo las niñas, a la vuelta, cantan al unísono esas horribles canciones que, sin embargo, tanto me gusta escuchar, mientras juegan a la goma o a la comba. Las canciones son horribles pero oir a las niñas cantarlas me encanta, como ver a los chavalillos pasar por debajo de mi terraza en bici. Me gusta imaginar a las chicas, merienda en mano, esperando su turno para hacer ese trabapiernas que es la goma; o bien, quietas, haciendo de poste, o como le llamen a las que se quedan de pie, pacientemente con la goma en los tobillos, luego en las rodillas, luego en las caderas... cuando llegan estos días, y oigo el soniquete de esas canciones, sé que ya no es tiempo del clavo, que precisa de tierra mojada, es más de chapas o de canicas. Ya sé que el sol tardará en ponerse y las tardes serán largas, y que podremos jugar partidos a cocacola sin que se nos haga de noche, que es un fastidio.
Las chicas que me gustaban, mis amigas, en realidad, eran ya mayores para jugar a la comba y yo soy mayor para mirarlas sin levantar sospechas, pero es que me parece que no es primavera hasta que no empiezas a oír al pasar la barca, Te convido o cualquiera de esas. 
Yo vivo en el segundo piso del número 15 y, desde mi terraza, no veo a las niñas jugar, que las oculta una de las casetas que hay entre los dos edificos, pero las oigo, y sí que veo a los niños, con el bocadillo en una mano, y simplemente apoyando el dorso de ésta en la empuñadura del manillar,  pasar justo debajo de mí en uno de los extremos (el de suelo empedrado) del circuito oficioso de los biciclistas. El otro extremo del circuito es de tierra, en la parte más salvaje del jardín, la que queda junto al número 11 de la calle, pero dentro de lo que hoy llamamos urbanización, y que no es más que un espacio privado entre dos edificios.

Cuando haces este circuito en la bici, pasas por donde las niñas justo después de dar la vuelta bajo mi terraza. Es una especie de claro, de pequeña explanada empedrada, junto a la rotonda (el redondel) del aparcamiento, donde ellas se reúnen, algunas también con sus bocadillos, algunas con sus faldas de tablillas del uniforme de los colegios, todas tan bonitas, haciendo un conjunto tan deslumbrante, que te rompen el alma, aunque no te atrevas a decírselo a nadie, no te tomen por una niña o algo peor.
 
Los dos edificios que conforman lo que llamábamos el parque (la urbanización, que dirán los que hoy viven allí) son un total de 8 portales, con 8 pisos cada uno y dos viviendas en cada piso, y en la época del baby boom y tratándose de familias tradicionales, podéis imaginaros la cantidad de crías humanas que había por allí. Mis padres contribuyeron a la superpoblación con 7 churumbeles, de los que yo hacía el sexto, y no éramos, ni mucho menos, la familia más numerosa. Con semejante descendencia, no había una pandilla, sino una docena al menos, y dos años bastaban para diferenciar la pandilla de los mayores de la nuestra que, supongo, seríamos los pequeños, o algo por el estilo. Mi grupo de confianza era más reducido. Los nacidos en el 64/65 éramos unos poquillos que estábamos entre dos aguas y siempre recuerdo que nos quejábamos de lo mismo: en nuestra pandilla no había tías

Los mayores nos putean a veces, pero en verano, por razones de pura supervivencia, se diluyen las fronteras entre pandillas. El caso es que entonces, la mayoría veraneaba, es decir, unos días después de acabar el cole, se las piran a su pueblo, a casa de sus primos o donde fuera, pero se iban. Y quedaba en el parque como un pequeño retén de emergencia, compuesto por los que sólo nos íbamos en el mes en agosto. En alguna ocasión, por motivos de trabajo de mi padre, o porque la cosa no andaba demasiado fina en casa, ni siquiera en agosto y recuerdo esos 2 veranos (creo que fueron 2) como lo más espantoso de mi vida.

En uno de esos veranos conocí a Samuel. Samuel era, por decirlo en términos sencillos, un gilipollas con ínfulas. ¿Ínfulas de qué? Ínfulas de gilipollas, aisey. Era un gilipollas que hacía gala de su soplapollez en cualquier momento y circunstancia. Si en un momento dado podía elegir entre ser discreto y meter la pata, siempre metía la pata, y la metía hasta el sobaco, con convicción y alharacas, adornándose en la suerte y siendo muy, muy idiota. Yo, que entonces debía ser sólo un poco menos gilipollas que Samu, y a pesar de lo gordo que me caía, iba con Samu por dos razones. 1) No había nadie más, literalmente y 2) era mod. Lo siento, pero era así, era muy mod, con su flequilloindolente y casi albino,con sus zapatones, sus calcetines a juego con el polo, sus pantalones tobilleros, su speed de anfetas, sus camisetas de Specials... y yo estaba un poco prendado de todo aquello y me parecía que si aparecía en septiembre con un tío así, no sé, iba a molar muchísimo.

Fuimos en aquel agosto a un par de conciertos gratis por la pradera de San Isidro, fumamos un montón (algo que no me gustaba demasiado) y bebimos casi toda la cerveza que podíamos robar de la fábrica de Mahou, a pleno rendimiento en agosto. Las conversaciones con él eran estúpidas y siempre tenían lugar alrededor de un patrón que a Samu le gustaba marcar de antemano.
- ¿Hablamos de grupos mods? - era un ejemplo de patrón de lo que Samu entendía por una buena conversación que te cagas. A mí, qué quieres, me gustaban los mods, claro (Sómolosómolosómolosmods!) pero esta cosa gregaria de las tribus, esa necesidad de pertenencia, no la tenía. Él siempre decía grupos de la época, late 70s y early 80s, y yo siempre disparaba por Kinks, Small Faces, Searchers, Hollies... Un día (esa buenaconversaciónquetecagas tenía lugar, al menos, una vez al día) dije que los primeros Beatles, que hasta yo sé que no eran mods, nunca fueron tan poca cosa, no te jode, pero me dijo
- Esos son unos plásticos - que era como se despreciaba a aquellos que querían unirse a una tendencia, pero su falsedad quedaba en evidencia - y están superimportados

- ¿Cómo dices? 
- Que la gente le da mucha importancia, superimportados
- Se dice sobrevalorados, merluzo
 
Ese día terminó regular nuestra buena conversación que te cagas. Los Beatles son un tema serio. Si quieres que te aprecie, no digas gilipolleces sobre los Beatles, por favor te lo digo.

A veces, jugábamos a (perdón teníamos una buenaconversaciónquetecagas acerca de) cantar una canción no-mod y el otro tenía que adivinar el grupo y el título de la canción. Ese juego fue el detonante, la gota que colmó el vaso de mi paciencia para mandar a Samu a hacer gárgaras. Aquel día Samu estuvo gracioso, aunque sin pretenderlo. En ese juego -BCQTC-, muchas veces, claro, el título estaba en el fragmento de la canción, al menos en mi caso, porque Samu , que no tenía ni flores de ingés, inventaba la letra, pero dándose lustre con un convencimiento de estrella del rock, en una especie de inglés de pacotilla. Gracias a esa forma suya de cantar aprendí que Feelin' groovie, A hard day's night y Mull of Kintyre eran, en realidad Eslogan (por el principio, Slow down...) también conocida como la del rugby (feelin'grooovieeee....) , Espinajaus (el It's a been hard day's night, en su cabeza era Espinajaus, jaus, jaus...) y Ah, Look in time, que era como sonaba en su cabeza el Muuuuulll of Kintyyyyreeee inicial de Macca. Esa me hizo tanta gracia que se la hice repetir una y otra vez y cada vez me reía más fuerte, porque no podía creer que el pretendido experto fuera tan memo. 
Era muy curioso, y muy revelador, que el experto mod cantaba canciones nada mod, solo repetía las melodías que había oído a sus hermanos mayores (como me pasaba a mí, soy hijo musical de mis hermanos) o en la radio... pero en los 40, nada de radios independientes y emisoras guays.
 
Aquel día, juraría que acabando el mes de agosto de 1980, de mis 16, con aquel inolvidable Ah, look in time, mis risas, irreprimibles, os lo juro, fueron demasiado para su maltrecho orgullo y nos separamos, él cabreadísimo y yo muerto de risa.

El verano terminó como siempre, para mí, examinándome a primeros de septiembre de las 4 o 5 asignaturas que me habían quedado en junio y exprimiendo los días que iban del fin de los exámenes al inicio del curso, que eran los únicos en los que gozaba de verdadera libertad en el verano. Si me dijeran, ¿repetirías tu vida?, pues no lo haría. Aquello de catear 4, 5 o 6 era un verdadero coñazo y aun hoy lamento haber sido tan zoquete de no darme cuenta. En esos días, me llamó un par de veces Samu, pero no quise ponerme (te está llamando ese tío tan raro, me decía mi hermana, con el teléfono en la mano, sin tapar el auricular, y yo gritaba, ¡dile que no estoy, hoy tampoco...!) porque, bueno, decía Espinajáus y mis amigos ya estaban en Madrid y a veces, de adolescentes éramos verdaderos capullos, y yo soy un campeón en eso, podéis creerme.

Pasó ese invierno y hubo alguna llamada más de Samu y yo nunca quise hablar con él, me parecía que habían pasado siglos y no quería verle. Aquel año, repetí 2º de BUP y eso me hizo, no sé, madurar en algún aspecto. Mis nuevos compañeros de clase me parecían críos. Pasaron las navidades y en una fiesta de fin de año que se celebraba en la plaza de la Basílica, en la calle Orense, en los bajos, o el club social, o algo así de la basílica que daba nombre a la plaza, el grupo en el que tocaba, Los Residuos, en el que tocaba el bajo (de mentira, porque no tenía bajo, y tocaba con la guitarra eléctrica de mi hermano pequeño, que era más listo que yo, y sacaba mejores notas, y tenía guitarra eléctrica, una Les Paul sunburst, preciosa) daba un pequeño concierto. Normalmente, cuando me metía en un grupo, exigía cantar una de los Beatles, y luego hacía lo que me dijeran que hiciese. En ese concierto, mi tema era I call your name, lo recuerdo muy bien. El concierto fue un absoluto fracaso, con la gente sin hacernos ni
 
  
 
puto caso, pero salimos de allí sintiéndonos muy bien porque habíamos preparado un tema definitivo "Pero qué publico más tonto tengo" de KK de Luxe y nos quedamos tan anchos llamando subnormales a gente a la que no le importaba una mierda si cantábamos eso o si nos colgábamos de los huevos en el altar mayor.
Un rato después de que acabáramos entre la indiferencia absoluta del respetable, me estaba tomando un salvaje mirinda (el alcohol no corría por ahí, precisamente, y menos si eras pringadillo, como yo) y se me acerca un tipo con aspecto de lo que luego  llamarían skinheads, pero que entonces solo era como una versión radical y violenta de los  últimos mods, al que creía conocer, pero no recordaba bien
- Buen concierto de mierda... -  me dijo. Era Samu. Se había rapado la cabeza  y algo en su aspecto era truculento, desagradable, atemorizaba a un buen chico travieso como yo. 
- Coño, Samu, tú por aquí...  te veo bien
- Dos de tu grupo son mods, uno punkie y luego tú... que con ese traje pareces un gilipollas pringao
Glups.
- Hostia... iba a decir lo mismo de ti
- Yo no llevo traje
- No te hace falta. Con esa cara ya pareces bastante imbécil
Samu levantó y echó su puño derecho atrás teatralmente, como hace la gente que NO te va a dar un puñetazo, pero quiere que el personal crea que va a hacerlo. En nuestro verano, me lo hizo muchas veces, pero siempre me pareció una broma. Ese fin de año, aunque no lo demostré, algo en su mirada de loco, de su sonrisa nada amable y muy psicopática, me asustó de verdad. Vamos, que casi me meo encima.

Al salir de aquella desagradable fiesta (mal concierto, peor posconcierto) fui con mi ridículo traje gris, que me parecía muy mod, pero no lo era, y la guitarra de mi hermano colgando a coger el metro para volver a casa. Solo y derrotado, debía gastar un aspecto desastroso.  Desde lejos, en la boca del metro de Orense, vi que Samu me esperaba, fumando, iluminado a contraluz por la luz que salía del metro, envuelto en esa nube tan característica de humo de costo, con los brazos cruzados y las piernas abiertas asomando bajo la parka verde. Con los pies, enormes pies en esos enormes Dr. Martens como clavados en el suelo, me retaba desde lejos. Fui caminando hacia él, pensando que me caería una hostia o dos, pero sin darle la satisfacción de descubrir que me asustaba. Me detuve muy cerca de él, casi rozando su nariz y le dije.
- Feliz año, pringao - y pude oler su aliento, de porro y de rabia, de decepción y dolor y vi unas lágrimas anegar las cuencas de sus ojos mientras sus mandíbulas temblonas se tensaban de una forma, de verdad, temible. Pero, por alguna razón, no soy un pequeñajo, aunque jamás he intimidado a nadie por mi aspecto, yo le infundí a él más temor del que él me infundía a mí. Y, a punto de romper a llorar, pero, aguantando como un machote, se apartó y me dejó el paso expedito; empecé a bajar las escaleras sin mirar atrás.
- Te vas a acordar de esto, Wolffo -gritó, histérico y con un fondo de llanto en su voz - yo seguí bajando las escaleras, sin atreverme a volver la cabeza, muerto de miedo, tratando de no echar a correr, que era justo lo que querría haber hecho.

En aquel invierno no hubo más llamadas ni volví a saber de Samu. En el curso, en mi instituto, las cosas iban bien, me acostumbré a mi segundo 2º de BUP, a mis nuevos compañeros y a la vida sin suspender 5 en cada evaluación. Mis padres, tras el disgusto de mi curso perdido, dieron por bueno el trauma, y ahora, es verdad que un año más tarde, empezaba a parecerme más al chico que ellos hubieran querido que fuera.
 
Aquella tarde, salí a la terraza, a finales de abril, en una tarde de sol lánguido y perezoso, una tarde esas que anuncia un verano lento y caluroso y oí aquellas canciones otra vez. Claro, ya no eran mis amigas, ni siquiera la pandilla siguiente a la de mis amigas. Era otra pandilla de niñas jugando a la goma, y cantando las mismas canciones. Me quedé de codos en la barandilla de mi terraza, mirando al infinito y escuchando ese bendito soniquete que jamás admitiría ante mis amigos que me resultaba tan evocador. De pronto, por mi lado del parque, por una entrada del empedrado para peatones, irrumpió una vespa naranja, llena de espejitos y faros y entró a toda velocidad en el circuito oficioso de las bicis.

Paralizado, absolutamente petrificado, vi como la vespa atropellaba a dos niños que aprendían a montar en bici, los ignoraba y seguía su siniestro camino hacia las niñas de la goma y las canciones. Los gritos de pánico sustituyeron a mis canciones y me metí en casa para bajar corriendo al parque, porque el piloto de la Vespa, con casco, llevaba una parka verde siniestramente familiar. Llegué allí en pocos segundos y casi me muero de la impresión. Había tres niñas en el suelo en sendos charcos de sangre. El tipo de la moto, sin quitarse el casco, sujetaba a una cuarta niña por el cuello, contra su pecho y enarbolaba un enorme revólver. El hermano pequeño de esa niña, un crío simpatiquísimo de apenas 5 años gritaba sin parar que soltase a su hermana. El tipo de la moto gritó, sin soltar a la niña:
- ¡Cállate de una puta vez, niño...! - y esa voz, y la angustia que latía bajo ella, despejaron todas mis dudas. Era Samu; y como quiera que el crío solo empezó a gritar más fuerte y se acercó, con sus bracitos de plastilina, con la ilusa intención de liberar a su hermana, Samu le descerrajó, apenas a medio metro, un tiro en su cabecita castaña y pequeña, y ésta estalló como una pequeña sandía, con una explosión inútil y roja. A continuación, una quinta bala destrozó la cabeza de la niña a la que tenía agarrada, que estaba paralizada con la muerte de su hermano y sus amigas.
Samu todavía sujetaba el cuerpo inerte de la niña contra su pecho cuando se dirigió no sé muy bien a quién, pero señalándome, apuntándome a mí con su revólver.
- Ese hijoputa es el culpable de todo. 
Pensé que ya estaba, que yo era el destinatario de esa sexta bala y que la cosa, la vida, terminaba ahí. En ese lugar. En esa canción, al pasar la... parka.
Pero Samu se quitó el casco. Le había crecido el pelo otra vez. Ese pelo rubio pajizo tan lacio y tan de buen chico. Dejó de apuntarme.
- Feliz año, cabrón - dijo. y esta vez, no cabía duda, me lo dijo a mí.
Se metió el cañón en la boca y adiós.
Al pasar la parka, al pasar la parca.













miércoles, agosto 12, 2020

El hij0pvta del pantano

 

¡Ja! He sabido que si escribes pvta, con uve, en vez de escribirlo bien, con u, los bots censores de Facebook, Twitter y todo eso, se lo comen con patatas, porque bueno, son idiotas, por decirlo en términos científicos. También puedes escribir p0lla, con cero en vez de o, y es un truco buenísimo que no sé para qué sirve, pero es bueno, de todos modos, eso es innegable. En fin, esta introducción viene a cuento de que voy a contaros una historia susceptible de ser censurada por los poderes fácticos y opinativos y creo que aquí vendría bien un punto y coma, aunque, ¿¡quién usa hoy punto y coma!? ¡Yo!; una historia que pone frente al espejo de sus contradicciones a los poderosos y a la gente que compra en Mercadona productos frescos, que no me entere yo. Si llegas hasta el final de esta historia verás dónde he aprendido estas cosas tan provechosas.

Es la historia de Eibbor el Paio, un ejemplar raruno de ser humano que va por la vida como si nada, haciendo daño a la humanidad con su imperdonable actitud de comadreja plácida. Es de esas personas que, no sabes bien porqué, se te pegan desde pequeño y no te los quitas de encima ni con agua caliente: ya puedes cambiar de ciudad, de país, de planeta, que un día, estás tranquilo, a mil millones de kilómetros de todo, tomándote un café y aparece con su aura pelmaza alrededor en plan, coño, que casualidad y tú te resignas. Además, siempre ha tenido metida en la cabeza la idea (falsa, errónea, tóxica) de que somos colegas, cómplices, almas gemelas, por más que intente quitármelo de encima cada vez que aparece.

El Paio, debéis saberlo, es de raza aceitunada, una raza que os juro que en mi libro de 5º o de 6º existía, había gente de raza blanca, negra, amarilla, roja (indios americanos), indios normales (no arapahoes, no pies negros, no sioux) y los de raza aceitunada, lástima no conservar el libro, porque recuerdo leer el párrafo con estupor infantil y aun hoy, a mis 55, lo recuerdo vivamente. Raza aceitunada.

Eibbor toca la bandurria tenor en ASMA, Asociación Sabrosona el Merluzo Agrio que, en contra de lo pueda parecer, es un grupo indie insoportable, con ínfulas de son cubano, aunque ellos dicen, en un chiste preparado que colocan en cuanto pueden, que prefieren ser definidos como indi--anos (ja-ja-ja…). Además de eso, es vegano, tertuliano de verano y se hace truchos (pajas) a dos manos. Como veis tiene una fijación con las terminaciones en ano, quizá porque tiene un par de piernas que carecen absolutamente de interés, irrelevantes de la ingle al dedo gordo, y podría decirse de él que es persona solamente hasta el culo, que termina en el ano y que, de ahí abajo, ya no importa una mierda a nadie en el planeta. Tampoco es que importe mucho del escroto hacia arriba, pero hay quien se preocupa por él, como su madre y esa clase de personas.

Se ha hecho runner, y quiere que salga a hacer kilómetros con él y yo, sinceramente, prefiero una embolia. Se me agota el repertorio de excusas, y eso que he recurrido a las más psicodélicas (me ha salido una segunda espalda, viene a verme el Rey del Congo, he quedado con el descendiente directo de Jesucristo, que me voy a un congreso de gilipollas en Managua, que me ha sentado mal el elefante que me comí anoche, me van a operar del procesador para ver si puedo hacerme robot, porque yo me siento como tal), pero es tan insistente que un día, voy a tener que acompañarle… y ese día ha llegado.

Viene a buscarme en un Opel Corsa con culo/maletero separao (tercer volumen) negro del 92, con una especie de lenguas de fuego a los lados y un spoiler trasero que, además de feo, es completamente inútil.

¿Y este coche?

Ya ves… ¡un clásico!

Sí… el clásico coche del hortera de hace 30 años

Si tiene hasta spóiler

Prefiero que no me cuentes el final, mejor descubrirlo por mí mismo, ja ja ja

Ja ja ja, por el spólier, lo dices, qué gracioso eres…

Fuimos al Pantano de Valtimore del Condado, conocido localmente como Paidelamanesía, pues era la célebre fotógrafa, diseñadora, cocinera, bajista y rompecorazones PaiPai quien con sus fotos del

Pai sunrise
Foto @paidelmal
amanecer (de la amanesía) sobre el embalse, dio fama internacional al paraje.

Empezó a dar saltitos y a hacer movimientos raros que él llamaba estiramientos, mientras daba rienda suelta a su locuacidad y de pronto dijo

Coño, la mascarilla

Y se puso una especie de pañuelo de cuatrero color caca

¿Te pones eso para correr? Le pregunté alucinado. He de aclarar que todo esto sucedía el año pasado, cuando las mascarillas, fuera de un quirófano, de un laboratorio, resultaban extrañas

Claro que sí, hombre, por la contaminación, los trasgénicos y el cambio climático

¿Y el feminismo…?

Bueno, un poco por el feminismo, también

Y los migrantes, claro

¿Eh…? Me miró extrañado ¿y qué tienen que ver los migrantes con esto? Dijo como si todo lo demás sí que formara parte del mismo batiburrillo

¿No estiras? Me dijo mientras hacía unos movimientos nada atractivos. Le dije que esa parte, y la parte de correr, prefería dejársela a él, que yo había ido más a meditar y eso. No es que le pareciera bien mi explicación, pero le descubrí, mirándome a hurtadillas, como intentando calibrar el diámetro de mi tripa y tratando de averiguar, como quien mira los anillos de la sección de un árbol, cuántos años llevaba sin

hacer ejercicio, y me dejó en paz. Quedamos en reunirnos allí mismo una hora después y se marchó a una velocidad encomiable, con una especie de alegría juvenil y dicharachera y un vaivén relajado, recordándome una vieja comedia de los 90, alejándose en unos segundos de allí, dejándome una impresión agradable y desapareciendo de mi envidiosa mirada. La envidia, debo decirlo, duró tanto como su imagen al desaparecer tras el primer grupo de árboles.

Cerca de donde estaba, por no despistar al personal, o por no darme una caminata inútil, me senté en el suelo, apoyando la espalda en un pedrusco gordo y me quedé como un cesto en cuestión de segundos. Todo en esa mañana sucedía en cuestión de segundos, al parecer. O eso, o estoy repitiendo un poco más de la cuenta mis coletillas.

Desperté casi en seguida, y me puse a dar un paseíllo, buscando un recoveco bueno para mear, que tenía la vejiga a punto de estallar. Como allí no parecía haber nadie, me encaramé a una piedra enorme que había en la orilla del embalse y me puse a mear al agua fijándome, más que en la bella estampa que –sin duda- estaba componiendo, en que el pis dibujara un bonito arco y aproveché para, como suelo hacer cuando creo estar solo, forzar la máquina abdominal para expulsar un sonoro cuesco a todo lo que da. Fue, podemos admitirlo sin miedo a parecer inmodestos, una gran ventosidad, más cercana al chapoteo de un hipopótamo que al redoble de timbales por lo que, presumí, los calzoncillos debían ser cambiados cuanto antes, pues esos cuescos con tropezones son placenteros de expulsar, en la misma medida que aspersorhez, que es la forma culta de unir las palabras aspersores y hez.

Contraviniendo la Teoría General del Peo, que reza en su apartado IV que entre el peo y el olor se establece una relación inversamente proporcional, aquella fue una explosión de notable estruendo y aún mayores efectos odoríferos.

hmmm... cortezas, dijo una voz femenina que me resultaba familiar, pero que no me atrevía a identificar con exactitud. E hice bien, oh, capitán, mi capitán, pues allí se encontraba Isabela Caballuna, con su cámara Réflex aún humeante. Había sido alcaldesa de Valtimore del Condado hacía unos años, cuando su partido ParMonPro (Partido de las Monjas Progres) era predominante en la zona, antes de que el escándalo de los hábitos en B acabara con su credibilidad.

perdona, ¿me has hecho una foto? le dije en plan chulito

Técnicamente, no... me dijo ella, bajándome los humos

¿Tecnicamente...? 

He hecho una foto del paisaje, y puede que salgas, lo sabré cuando revele el carrete

¿Carrete? Maldición, era de esas. De esas personas que saben discutir. De esas personas que saben andar por la vida. No como yo, que sólo sé cagarla. De esas personas que te desconciertan con una cortinas de humo (carrete) y se van y tú te quedas con cara de pánfilo

Cuando volvió El Paio, aún seguía con cara de gilip0ll4s (para que veas que yo también sé escribir como la gente lista) y me preguntó que qué me pasaba. Le conté. 

ah, bueno, no te preocupes, no pasará nada, solo es periodista, ya no es alcaldesa, no te va a multar ni nada

joder...

 Una cosa he aprendido de Eibbor El Paio, y es que nunca acierta, por fácil que se lo pongas, su proceso mentañ siempre le lleva a la conclusión equivocada. Es una especie de don que tiene. Y, hace más o menos un año, justo en los días en que sucedieron estos escalofriantes hechos que hoy relato, obtuve la última prueba que confirmaba esta teoría sin fisuras.

Resulta que había quejas en el pueblo porque en las últimas semanas, habían detectado un sabor extrañamente amargo en el agua y los tribuletes locales andaban como locos buscando pruebas que señalaran al culpable de la teoría conspiranoica en boga: una empresa malvada hacía vertidos ilegales en el embalse. Y al día siguiente de mi amable encuentro con la antaño regidora municipal, hogaño incisiva piriodista, me encontré con esta portada en uno de nuestros periódicos locales.

Los muy cabrones, prensa manipuladora, me habían photoshopeado y me habían puesto una cabeza -la de arriba- enorme.

(y ahora, ponte los cascos y escucha esta delicia)





jueves, agosto 06, 2020

Te como mucho

Mi amigo Olegario Cifuentes, el Cifu, siempre sabe de qué hablar. No como yo, que prefiero el silencio a la charla casual. Es otra forma de verlo. Quería mucho a su hermana Lorna Cor y yo, en eso, coincidía. Bueno, yo, más que quererla, quería desnudarla y morderla bastante, y toquetearla de forma más bien insistente y cariñosa, y no niego que me gustaba que ella estuviera alrededor, pero no necesitaba hablar, o parecer listo, empático, gracioso o esas cosas que necesita la gente (las chicas sobre todo, seamos sinceros). Me gusta que Lorna esté y poder achucharla de vez en cuando, pero admitámoslo, su conversación es demasiado... no sé cómo decirlo, insustancial. Solo habla de verdad si el tema de conversación es ella, pero si quiero comentar con ella cómo me gusta la vichyssoise, entonces ni se desnuda ni quiere que le haga cosas, o hacérmelas ella, ni nada.

Total, que pillé 3 puerros hermosos, separé lo verde y lo eché a un caldo, con 2 patatas enteras, un cuarto de pollo, una zanahoria y un huesecillo de jamón. Venga, ¡al hierve!
Como una media horita
En esas, le digo, Lorna, bonica, si adivinas lo que viene a continuación, ye dejo que me des un masaje en las rodillas, que es una cosa que está muy requetebien. 
Sorprendentemente, mi oferta no hizo mella en ella, ni se quitó la camiseta ni nada. 
Mira, le dije, cortas en trozos los puerros, una cebolla y lo rehogas un par de minutillos, sin que llegue a dorar, solo que poche. Ella ni caso. Entonces, saqué las patatas (ya casi cocidas) y le toqué un poco el culo, como disimulando, con resultados desastrosos. 
Eso es acoso, me dice
No, eso es lo que llamábamos un palmeo casual, dije, mientras cortaba las patatas en trozos grandes y las añadía a las cebollas con ese estilo austero característico del buen castellano. Eso se rehoga un segundillo antes de añadir el caldo. 

Si bien soy un hombre discreto, no soy reticente a mostrar mi alegría cuando la ocasión lo merece y así lo hice cuando ella, mas acalorada que insinuante, se quitó la chaqueta 
Después, poca historia: batir y colar, dejar enfriar y aliñar un pelín con un buen aceite, pimienta y su poquito perejil. Y voilá. 
Mientras enfría en la nevera, te voy a hacer una empanada, Lorna. 
Oh, qué emoción, dice la muy zorra. 
Te vas a enterar... Sartenaca, cebolleta, pimiento rojo asado, 2 tomates maduros rallados y una chispa de vino blanco. Y carne picada y un par de choricillos, vive dios. 
Ahora, a rellenar la masa (esta vez, comprada), decorar con los recortes de la tapa, pintar con huevo y al horno. 

Lorna, podéis creerme, en los 20 minutos a 200 grados en el horno... Se quedó dormida. 
Pero luego, después de comer me hizo unas cosas francesas que, como soy un caballero, no pienso decir que me la... Bueno, eso, y además no diré lo bien que lo hizo porque soy discreto y porque quiero que lo vuelva a hacer y porque no está bien decir de una mujer que te ha comido todo... Me refiero a que se lo ha comido todo, la vichyssoise y la empanada, y lo mío también, fijaos si tendría hambre.