jueves, octubre 31, 2019

En un mundo perfecto


En un mundo perfecto, despertaría justo al terminar la lluvia, con olor a tierra mojada, los rayos de sol entrando por la ventana, tú, sin ropa, tendida a mi lado y el café crop-cropeando en la cocina.
Mi primer impulso sería pegarme a tu espalda y valorar, mediante presión pélvico-psicológica, las posibilidades de empezar el día enredado a ti.
En estos días que corren, imperfectos, tristes y vehementes, ni siquiera sé si dentro de una hora seguiré respirando. Hoy, todo eso es posible, salvo el enredo, y quizás la lluvia amable. Tiempos zoquetes de aluvión y superficial infantilismo, en los que no puedes fiarte de nadie, todos caen, todos caemos, en esa flaca verdad que es la mentira. Y yo, por mucho que lo intente, y lo intento, no puedo dejar de mirar tu alma, de acosar el espacio donde ya no estás, de requerir la vid y la sal, y erigir altares secretos que marquen, como hitos viales, las paradas que hicimos juntos en este viaje en común.
Puede que yo haya cambiado, no digo que no. Pero mírate tú. Tan distinta y tan igual, tan otra persona y tan tú misma, igual de encantadora, pero cada día más alejada de mí.
En estas estaba yo cuando todo, de pronto, se dio la vuelta.
Vi una sonrisa dibujando unos encantadores pliegues en tu cara y no, no era una sonrisa de compromiso, qué va, era una mueca franca y abierta, un segundo de resplandor en un mes de tormentas. No sabría decir qué fue lo que hizo que todo cambiara, ni qué palabra de las tuyas tuvo la capacidad de abrir las ventanas del zulo en que se había convertido mi alma pero entonces, acaso sin saberlo, prendiste la llamita de mi esperanza.
En un mundo perfecto, habría aprovechado la ola y habría surfeado con gracia californiana hasta la playa de tu vientre, tendiéndome allí, al calor de tu piel, esperando el momento que tú y yo sabemos para hacer lo que tú y yo no hacemos.
Pero este mundo, ¡ay, cielo! no es perfecto y a veces, qué quieres, uno debe conformarse con mirar. Solo mirar. Mirar.

lunes, octubre 28, 2019

Una carta incompleta.

Voy a decirte algo.
El día que reúna las fuerzas, el valor y las palabras necesarias, voy a ir ante ti, llamaré a la puerta y te diré algo. O mucho, ya veremos.
Puede  que no quieras oírlo, casi estaría seguro de que así es, porque sería la típica perorata que complica las cosas, que pone en marcha la dinamo, el pistoletazo de salida, la primera pieza en caer
del dominó, y ya basta de metáforas de arranque.
Puede que te diga que te deseo desde hace mucho tiempo. Que pienso en ti a todas horas, que imagino el mundo en función de ti, que trato de hacer las cosas pensando en que tú las estás viendo y que eso, mi querida amiga, no tiene remedio, siempre será así, hasta el fin de mis días. Que vivo y hago la vida buscando si no tu aprobación, sí tu reconocimiento, que reconozcas en mis acciones cotidianas mi intención reivindicadora. Reivindico mi yo ante ti. Quiero que digas, bien, quizá eso no me ha gustado, pero es su forma de hacer las cosas, o algo por el estilo.
Cocino y pienso, ¿te gustaría?
Escribo y pienso ¿lo leerá?
Canto y sueño, ¿lo entenderá?
La llevo, la cuido, la mimo y aguanto estoicamente su ingrato y cambiante estado de ánimo por si eso te pone en sintonía conmigo. Pero no.
Corto el césped y te imagino bajo la palmera, mirando sin que yo te vea y riéndote quizá de esa caótica planificación que desvelan las calles que dejo peladas, con mi estilo advenedizo de cortar la hierba, y apreciando tal vez los dibujos de suelo melenudos que voy pintando para ti con el nada ágil cortacéspedes.
Barro las hojas y pienso que cuando estés ahí mismo, bajo la pérgola, a lo mejor te das cuenta de que estos pequeños actos que te dedico y que detesto hacer, son una prueba de amor genuino.
Trato de mirar el mundo con tus ojos.
Soy el repostero de tus días de abstinencia, el cocinero de su inanición, el bulto insospechado que se mueve como una sombra amiga, como un invitado que alarga su visita y cuyo corazón se acoraza cada día que me ignoras.
No entiendo dónde se rompió todo. Ni siquiera sé muy bien cuándo empezó.
Pero quiero que termine. Que lo haga ya.

Esto es todo, por el momento
...
(no, no... no vivo en un sueño)
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