jueves, febrero 26, 2009

ya no

Este viejo y querido tema ilustra muy bien la historia de hoy. ponlo y lo ves y así lo recuerdas. Luego, lo vuelves a poner mientras lees la historia y le das muchas veces, a lo mejor llegamos a las 1.000 reproducciones: faltan solo 303.




He sabido esta mañana, no me preguntes cómo, que no estabas aquí. Supongo que es ese algo extra o suprasensorial que tengo, sabes que percibo cosas, que soy distinta, que poseo una intuición extraordinaria que he desarrollado a lo largo de los años de incomprensión, o quizá sea ese sexto sentido que dicen que tenemos algunas mujeres… no lo sé, pero esta mañana, al darme la vuelta en la cama y estirar el brazo hacia tu lado y no encontrarte roncando como solías, al respirar y no reconocer en el ambiente el olor dulzón y familiar de tus calcetines, al no escuchar Radio Marca en el radio despertador y, en fin, al ver tu lado de la cama aún sin deshacer, he sabido que no estabas.
Poco a poco, como si fueran partículas de arena en suspensión en un vaso de agua que alguien removió con la cucharilla de la confusión, los acontecimientos de ayer se han ido posando en el fondo de mi entendimiento y he podido ordenar y asignar nombres a todo lo que sucedió y he tenido la certeza de que “Ya sin ti” no es el título del último single de consumo rápido, el último gran –y fugaz- éxito de mi vida, sino el título de la película de lo que me resta de vida.
Así que no estás.
Ya no me prepararás más el café de por las mañanas. No era bueno, solías hacerlo demasiado aguado, pero era impagable el poder tomar el primer sorbo antes de levantarme y, sobre todo, lo que más te agradecía yo, era que al levantarme toda la casa olía a café y a pan recién hechos. Eso compensaba lo de los calcetines.
Ya no tendré que recoger tu albornoz húmedo de la cama, ni la ropa interior de tu silla, ni tu cepillo de dientes mojado, ni los pelos del desagüe de la ducha, y no me cagaré en tu madre nunca más por no enseñarte a ser un poco más hombre.
Ya no me sentiré culpable, ni ridícula, por poner la tele en cuanto te vayas, porque seguro que tú, con tu intelecto intachable, no lo aprobarías. Casi te oigo decir “¿y por qué no un libro?” y qué curioso, cariño, lo que ayer me parecía un rasgo encantador, hoy me parece simple pedantería y me sorprendo imitándote, parodiándote, haciendo chanza de tu altura y tu dignidad moral. Un castillo de naipes que se viene abajo cuando te recuerdo desesperado buscado el libro que tienes a medio leer porque te ha dado un apretón. Y cuando te imagino saliendo del baño, una vez has obrado, después de dejarlo declarado zona de exclusión venenosa por agentes tóxicos en suspensión que afectan a las personas humanas y a otras especies –solo sobreviven algunas esporas, ciertos tipos de cucaracha y los cactus más resistentes-, cojeando penosa y cómicamente, porque de tanto tiempo en la posición del Pensador de Rodin, con los codos cortando la circulación en mitad de los muslos, tienes las piernas visiblemente entumecidas. ¿Qué intelectual resistiría esa imagen? ¡Ay, bicho, qué poco te conocen…!
Ya no te olvidarás nunca más de mí. Bueno, puede que lo hagas, claro, pero ya no me importará. Ya no me afectará. Ya no te esperaré, casi desesperada, sabiendo que llamarás, borracho, para decirme –para mentirme- que ahora mismo vuelves. Ya no quiero oírte nunca más con la lengua gorda, inventando excusas patéticas para justificar lo injustificable.
Ya no lloraré por imaginarte follando a otra. Ya no me dirás nunca más que estás cansado, que te duele la cabeza, la espalda, que te duermes, que tienes que madrugar al día siguiente, que nos oyen los niños, que no tienes condones, que no tienes ganas, que mejor por la mañana, ya no te harás el dormido para no tener sexo conmigo. Y sobre todo, chaval, ya no me rechazarás sin más nunca más. Ya no sentiré, encima, la culpa, la terrible culpa por ser una pesada, por pensar sólo en el sexo, y la sensación devastadora para mi autoestima de que cuanto más te lo pido, cuanto más sabes que yo te deseo, más te alejas de mí.
Nunca más me quedará, al terminar de discutir contigo, la sensación de que he sido demasiado cruel. De que no debía haberte dicho determinadas cosas, pasando por encima la crueldad de las que tú me dijiste a mí. No me acusarás más de egoísmo, de no entenderte y de ser previsible o ser un libro abierto. Ni me sentiré culpable por pensar, mientras te acorralo, que la discusión terminaría si dieras un paso adelante y me metieras la lengua hasta la campanilla y soltaras, con la pericia de antes, la hebilla de mi sujetador y te metieras mis pezones en la boca. Pero, en vez de eso, te quedas ahí delante, de pie ante mí, siendo un infeliz listillo y dejando que me marchite ante tus ojos bonitos pero fríos
Ya dejaré de mentir a mi familia y mis amigos, que seguían creyéndome feliz a tu lado; seguían pensando que eras lo mejor que podía haberme pasado. Las bobas de mis hermanas dejarán de envidiarme, porque te piensan un marido genial, y se creen, encima, la gilipollez esa de la bomba sexual. Tendrían que aguantarte, como yo, un año de muermo y luego verías cómo no se les ocurría decirme otra vez lo afortunada que soy de tenerte.
Ya nunca más me preocuparé por Lorna Cor y porque sueñes con ella, con abrazarla y besarla todo lo que no me has besado a mí. Ya no me torturaré más llorando en silencio cuando, en mitad de la noche, entras en el baño y te oigo gemir a solas, negándome a mí lo que le entregas a su imagen evocada, desnuda en tus sueños, atrapado entre sus piernas y sus rizos rubios, entre tu ira y sus sentimientos, enamorado como un capullo de esa mujer irreal.
Ya no, Wolffo, ya no más. Ya nunca más.
Pero, chico, lo has dejado todo marcado. Lo has puesto todo perdido. En este mismo baño en cuyo espejo me miro ahora, te masturbabas pensando en ella y no se borran de las paredes las huellas de tu mala baba. Y en la cocina, imborrable cada vez que abro la nevera, el recuerdo de aquella vez que, al acusarte por primera vez de estar engañándome, me rompiste en la cabeza la botella de vino blanco que habías puesto a enfriar por la mañana. Tardaré, bomba sexual desactivada, en limpiar mi espíritu cuantos recuerdos nocivos has ido dejando de por medio, ensuciándolo todo con tu desidia, tu cobardía y tu poca hombría. Tardaré en limpiar los níveos sofás de nuestro saloncito, llenos de las injurias y las mentiras que me dedicaste y, desde anoche, también, empapada su blanca palidez por la sangre, anoche roja y hoy negra, que circulaba por tu cuerpo hasta que, cansada de no oír los diálogos de House por tu rítmico roncar de elefante moribundo, te abrí el cuello con un cuchillo de cocina que –bonita ironía- tú, tan cuidadoso para esas cosas, habías afilado esa misma tarde.
Ya no.
Ahora sólo me preocupa cómo deshacerme de estos ciento quince kilos de carne. ¿Se te ocurre algo, genio?

lunes, febrero 23, 2009

febrero

Mirar


La canción solipei, sin videos ni chorradas, para escucharla, si es que a alguien le apetece, ahora, en febrero, que es el mes de las grandes canciones. Y claro, si eres de esas personas raras, aquí te la puedes bajar: Wolffo - Mirar


Me gusta de febrero su febreridad. Febrero, fiel a sí mismo y febril, nos prepara para finalizar el invierno y refundar cada año la primavera. Me gustan de febrero los almendros en flor, y el que crece, fugaz y fuerte, bajo mi ventana, firma este año un registro formidable de brotes, promete un puñado de almendras fantásticas, y un fabuloso aspecto verde hasta que llegue el otoño.

Me gusta el 19 de febrero porque hay un algo angelical en el ambiente y las sonrisas vuelan de aquí para allá; y aunque este año ha estado revuelto y ha sido un poco más triste que otros, siempre tiñe febrero el cielo de caquis a una hora del día escondida, y puedo oír, aunque tú no rías, tus risas desde aquí.
Me gusta de febrero que ya dejo de equivocarme con el año y cuando escribo la fecha en cualquier sitio, pongo sin dudar el año en curso pero, si me miras, si me miraras un segundo antes de firmar, me verías sonreír, porque soy consciente de que termina ya esa fútil y recurrente errata, y de que un año más ha pasado cosa que, lo creas o no, me alegra siempre.
En febrero, mira tú por dónde, encuentro los mayores chollos del año: este año he comprado tres pares de zapatos (zapato, deportiva y botín) a 8 euros, un pantalón a 4 y otro a 3 pavos, camisas a 6 y 4 euros y una chulísima chupa vaquera, que regalaré en un cumpleaños de marzo, a 10 machacantes. Es verdad que mi estilo indumentario es penoso (I'm a TexFashionMan), pero, si para lograr esta pinta menesterosa, en vez de 50, gastara 500… eso sí que sería penoso.
En febrero, nunca, ha venido una mujer hermosa a mi despacho a ofrecerme sus senos, ni a pedir que bese la cara interna de sus muslos, ni a ofrecerse a darme masajes con aceites esenciales ni a cabalgarme suave o salvajemente. Eso no ha sucedido nunca, ni en febrero ni en ningún otro mes, y sin embargo en febrero tengo la esperanza mema de que eso suceda; me gustaría que Lorna lo hiciera. Tendrías que venir, Lorna Cor, apabullante de belleza febreril, mirarme como tú me miras cuando nadie nos mira a los dos, y dejar que el beso que nos debemos nos lleve a donde quiera llevarnos, porque ambos nos merecemos, Lorna, al menos una vez, ese viaje. ¿No quieres viajar conmigo?
Es febrero, y el año se despereza y, a veces, se sorprende porque tiene un día más. Se quita de encima el manto blanco de las nieves de enero, se deja caer ladera abajo, fresca, nueva, vital y sonriente la ropa de la primavera, y corre desnudo como un cervatillo pisando hierba nueva , hierbabuena, y pasando junto a ti sin que lo adviertas.
En febrero, planeo todo lo que no se cumplirá. Lo sé, pero me gusta planearlo. Porque mientras sueño, soy poderoso, soy el tipo que a la gente le gustaría que fuera, el que a mí me gustaría ser, y no este triste y desvaído retrato de mí mismo que, desde hace años, exhibo al mundo, inconsciente sólo a ratos de mi lacerante vulgaridad.

Si febrero me promete…
… el resto del año me la mete.

(un poco de poesía para acabar, ¿no?)

domingo, febrero 22, 2009

Crisis (cada día, más tontos)

Esta mañana, al abrir el correo, veo que, junto a los mensajes habituales, hay un mensaje enviado a través de Facebook (odioso, maldigo la hora en que me di de alta) que, bajo el apígrafe -Asunto- "TENGO LA SOLUCION PARA LA CRISIS" repite el mismo texto que, con el título menos humorístico "SENCILLO CÁLCULO... IMPRESIONANTE RESULTADO" dos días atrás me manda otra persona por eMail. El texto, que copio y pego sin alterar una coma, habla por sí mismo:

Reflexión y sencillo cálculo enviado a CNN por un espectador :

El plan de rescate a los bancos con dinero de los contribuyentes, que aún se discute en el congreso de USA, costará la indimensionable cifra de 700.000 millones de dólares, más los 500.000 millones que ya se le ha entregado a la banca, más los miles de millones que entregarán los gobiernos de Europa a los bancos en crisis en ese continente.

Pero para tratar de dimensionar sólo en algo las cifras involucradas, el televidente hace el siguiente cálculo:

El planeta tiene 6.700 millones de habitantes; si se dividen 'sólo' los 700.000 millones de dólares entre los 6.700 millones de personas que habitan el planeta, equivale a entregarle 104 MILLONES DE DOLARES A CADA UNO.

Con eso no sólo se erradica de inmediato toda la pobreza del mundo, sino que automáticamente se convierte en MILLONARIOS a TODOS LOS HABITANTES de la Tierra.

Concluye diciendo : 'Parece que realmente hay un pequeño problema en la distribución de la riqueza'

Haciendo un pequeño calculo lo vamos a poner mucho más sencillo y más cercano a los españoles:

El estado español unta a los bancos con 30.000 millones de euros q salen de los bolsillos de los españoles.

El Estado comprará 30.000 millones de deuda a la banca para evitar el colapso financiero.

España en estos momentos su población es de 46.063.511 habitantes, según datos del padrón municipal de 2008.

HACEMOS EL CALCULO.

30.000.000.000 euritos / 46.063.511 habitantes = 652,18 millones de euros PARA CADA ESPAÑOL

652,18 millones de euros = 108.261 millones de pesetas por cada habitante en ESPAÑA.

TENIENDO UNA MEDIA DE 4 PERSONA CADA FAMILIA= 2.500,72 MILLONES DE EUROS POR FAMILIA.

415.119,52 MILLONES POR FAMILIA, MIRA CON ESO SI QUE PODRIAMOS PAGAR LA HIPOTECA.

ESTA ES LA CRISIS.

VALE YA DE TOMARNOS EL PELO, TANTO EL GOBIERNO COMO LA OPOSICION SE ESTAN RIENDO DE NOSOTROS

Y NOSOTROS NO HACEMOS NADA?

PASA ESTOS CALCULOS A TODOS LOS Q CONOZCAS POR LO MENOS Q NO NOS TOMEN EL PELO.

Bien, efectivamente es impresionante, pero a mí lo que me impresiona es que la gente sea tan necia. El mensaje huele a libelo de principio a fin, a mentira interesada inventada y a nivel intelectual no bajo, sino negativo. Yo no sé si algún lector se ha dejado engañar por algo, pero todo, desde el principio, es sospechoso. Cuando recibí por primera vez este mensaje, el miércoles, creo, tardé unos dos minutos en contestar, porque sólo de leerlo rápido, así por encima, uno se da cuenta de que todo es una tomadura de pelo muy burda. Y a mí, una de las cosas que más me molestan en el mundo es que me tomen por idiota. Nada más leer la primera cifra, hice el cálculo de cabeza, redo0ndeando y quitando ceros, claro (setecientos entre seis) porque no me podía creer que alguien me enviara eso en serio. Luego abrí la calculadora del ordenador y, después, copié las cifras en una hoja de cálculo. Comprobé, entonces que, como he contestado en facebook al amigo que, amablemente, me ha hecho llegar el texto, que
Si "el espectador de la CNN" tuviera dos dedos de frente (tampoco hace falta que sea Einstein, vamos, vale con saber manejar una calculadora o utilizar el excel) se habría dado cuenta de que 700.000.000.000 (setecientos mil millones) de dólares entre 6.700.000.000 (seis mil setecientos millones) de habitantes, no arrojan la mema cifra de 104.000.000 (ciento cuatro millones) de dólares por habitante, sino la más modesta de 104 (ciento cuatro) dólares por habitante. Vaya, qué despiste, ¿eh?
Igualmente, el tonto que ha hecho el cálculo "mas sencillo y mas cercano" (sin acentos, o sea que además de tonto, es medio analfabeto) para los españoles, se hubiera preocupado en pensar por sí mismo, en lugar de con sus prejuicios progres, habría caído en la cuenta de que 30.000.000.000 (treinta mil millones) de "euritos" (pone euritos para que veamos lo majo, lo sencillo y lo cercano que es) entre 46.063.511 (cuarenta y seis millones, sesenta y tres mil quinientos once) de españoles, nos da la escalofriante cifra no de 652 millones de euros, sino de unos sencillitos 651 euros con veintisiete céntimos. Que no digo que no vinieran bien (a mí me pagaban unas cuantas cosas, lo juro) pero vamos..."

Yo creo que lo peor de la crisis no es que las cosas vayan, objetivamente mal. Sino que en lugar de localizar qué es lo que va mal, quiénes son los responsables de que todo vaya mal, y quiénes podrían arreglar o atenuar el asunto, cada día que pasa, el pueblo español es más necio, más ignorante y más estúpido, y nos creemos toda la morralla propagandística que nos echan los de siempre, y permitimos que se desvíe la atención y que pensemos que la culpa es de esos cabrones de las multinacionales y los bancos y toda esa basura para gente sin cerebro.

Porque, de hecho, mensajes como este, circulan por todas partes y lo normal no es que uno se detenga y compruebe las cifras. Lo normal es que uno, sin el menor sentido crítico, sin usar su poco cerebro, sin molestarse en leer lo que pasa por delante de sus ojos, sin analizar ni por un segundo lo que manda a los demás, rebote el mensaje, escandalizado, a toda su lista de distribución y a sus "amigos" de las redes sociales (esto de las redes sociales, merece un acid-post) en plan "soy un tío majete y solidario y esta es mi contribución a la lucha contra la crisis"
Lo peor de la crisis no es que cada vez seamos, de hecho, más pobres.
Lo peor es que, además, cada día que pasa somos, de hecho y por derecho, más tontos.

Viene al pelo esta canción, me temo, porque -estoy seguro- que con algunos de los lectores de este blog, me siento, en este asunto, solo otra vez, naturalmente :



114.600

lunes, febrero 16, 2009

mirar

Me gusta mirar. Desde fuera. Situarme en la posición del árbitro, del juez de silla, elevado, con perspectiva y campo de visión, pero sin que los contendientes adviertan mi presencia. Y sin que esperen que decida sobre aspecto alguno, claro. No es miedo al compromiso, qué va, es alergia pura a meterme donde no me llaman. Lo que me lleva a mirar no es la curiosidad, sino el placer de ser espectador. Como todo artista (permítaseme la presunción) tengo cierto complejo de prima donna y me gusta que, al ejercer la materia en la que se me supone cierta destreza (cantar, escribir, seducir mujeres, lo que sea), me gusta que al ejercer, digo, se me mire. Y se me aplauda, faltaría más. Pero en la balanza de mis preferencias, ese exhibicionismo, se compensa con el placer que me produce, por ejemplo, contemplar un amanecer en invierno, el sueño de un niño, una mujer que lee en el metro o una moto que encara decidida una curva en una carretera de montaña.
Miro lo que me ocurre a mi alrededor y, a veces, veo lo que pasa. Mirar y ver, es como escuchar y oír. La gente, y yo, de hecho, da más importancia a escuchar (te dicen, a modo de reproche, “me oyes pero no me escuchas”) que a oír, a mirar que a ver, pero eso es porque hoy le damos más importancia a la actitud que a la acción, a la predisposición que la posición y, en fin, a intentarlo que a hacerlo. La verdad es que puedes mirar sin ver, y que a veces, ves sin haber mirado, pero lo normal es que mires y después veas.
Es lo que me gusta de mirar: sentarme a ver qué pasa por delante de mí. A veces, lo que veo me sirve de lección, otras, aprieta el gatillo de mi imaginación, y ésta se dispara hacia dios sabe dónde y otras, al fin, hombre, sencillamente, la vida ocurre frente a mis narices, la veo y no se me ocurre nada mejor que coger mi guitarrita y cantarle a quien quiera escucharlo eso, que estoy mirando la vida desde este lado del espejo y que ojalá te dieras cuenta, mi querida Lorna, de que el marco del espejo es la pantalla que encuadra las mejores escenas que nos han de suceder; el mejor decorado para que tú y yo planeemos un número de baile no bailando antes y que el cielo, bóveda esférica y prudente, nos proteja.
Esto es mirar, según Wolffo.

mirar


Bien, otro despropósito de ese genio incontestable (¡y qué le vamos a decir sin ofender...!) que es el Wolffo. Esta canción que a menda le gusta mucho, está recién sacada del horno y está dedicada a Lorna Cor, mi pasión nada oculta. Es un tema sencillo que empieza suave y que acaba estallándote entre las orejas y el corazón. Mucha guitarra (mi vieja y fiable acústica, una eléctrica con mi nuevo delay y dos distorsionadas superpuestas), una riquísima sección rítmica con batería, bongos, pandereta y una potente línea de bajo, y voces, claro, tres voces divirtiéndose como sólo las voces saben hacerlo. La grabación del video la hice del tirón, también, coleccionando gafas en toda la casa y pidiéndole a Susana y a Leticia que me dieran todas las que tenían guardadas por ahí (bonita colección, como veréis). Por cierto: no soy zurdo, es que casi todas las imágenes en las que toco algo están tomadas del espejo, o sea, que son reflejo, no imagen "real". En fin, a ver si os gusta. A ti, especialmente.

martes, febrero 10, 2009

La (poca) importancia de llamarse Wolffo

El lunes pasado, pillo el coche y me voy a una reunión de trabajo en una agencia que se dedica, esencialmente, al llamado marketing de proximidad, uno de esas nuevos credos de este mundo de la comunicación comercial. La cosa está que arde. Me reciben en una oficina bastante apañada, con un montón de gente con aspecto de tener muchísima prisa (desde que soy un alegre y despreocupado serrano, me llama la atención ese falso stress del "tengo mucho lío, son muchos temas..."). No tengo ni idea de cómo han dado conmigo ni de lo que pretenden de mí, ni, lo que es peor, de qué coño me están hablando. Eso del marketing de proximidad me suena a chino básico, así que todo mi esfuerzo está centrado en dos aspectos: disimular mi total ignorancia de lo que me están hablando y no bostezarle en la cara al joven entusiasta que, con pomposos audiovisuales que dispara desde su portátil, trata de ganarme para su causa con farragosas e inanes explicaciones de mundos para mí desconocidos. Me muevo nervioso en mi silla y ese lado de mi cerebro que siempre se mantiene despierto por si aparece una mujer de pechos generosos a la que le apetezca un bailecito, cree discernir, de entre cientos de palabras imposibles, la frase "... en tu móvil". Tate. Eso de proximidad se refiere a algo del teléfono móvil. Mi yo responsable despierta y, haciendo un titánico esfuerzo, consigo enterarme, haciendo las preguntas adecuadas, de què es eso del marketing de proximidad, de cómo han dado conmigo, de qué pretenden que yo haga y todo eso. Consigo que el Ejecutivo Fascinante tome nota de las cosas que necesito que me haga llegar para que yo, valore el trabajo y le entregue un plan de acción y un presupuesto. Es muy fácil, son todo cosas que tiene en su reluciente ordenador y que puede, sencillamente, mandarme por email en ese momento. Me dice que no, que tiene que pensarlo bien, para mandarme el material preciso, pero que esa misma tarde lo tengo en mi email. Perfecto, zas, silla p'atrás, que me pongo el abrigo, que bromas sobre la nieve, que si yo tengo una tía que, fíjate tú, también vive en Valdemorillo, y yo que tengo un perro que cree que el marketing de proximidad es olerte el culo, jaja, qué gracioso, el creativo, quedamos así, entonces, estamos en contacto, saluda a Pepito, nos hablamos, etc.
Todo corría mucha prisa, no sé si sabes a qué me refiero, ¿para cuándo? para ayer, jaja, eso también es gracioso. E inédito. Bien, tardaron una semana, cinco días en mandarme lo mismo que habíamos visto esa mañana en su portátil con dos párrafos añadidos. El viernes, a las dos menos cuarto (lunes, a todos los efectos) me llega un email urgiéndome a que les mande una valoración rápida del trabajo. Hace tres años, hubiera tardado veinte minutos en contestar. Hoy, que soy un poco más huevón, he tardado 4 días. No te jode...

*·*·*
Ella me dice: en San Valentín, claro, ¿cuándo va a ser? La idea no es un concierto, sino que la gente está cenando en plan romántico y tú, ahí con tu guitarra, cantando canciones bonitas, así, bajito y eso. Eso sí, haz el favor de confirmarme cuanto antes que puedes hacerlo para que yo haga mis carteles.
Yo lo confirmo en el acto, porque me apetece el plan. Más de una vez le había yo propuesto ir a su local a tocar en plan tranqui, por la tarde, acompañando los cafés y los tés, así que me parece de perlas y le digo que cuente conmigo.
Esa conversación tuvo lugar el viernes 30 de enero. Me pasé la semana pasada ensayando, seleccionalndo canciones, y es una tarea un poco más ingrata y menos vivaracha de lo que parece a primera vista. Sobre todo, cuando, como me sucede a mí, tengo algo raro en las manos que me provoca constantes heridas. El pasado sábado, con seis dedos, seis, envueltos en esparadrapo por las putas heridas de ensayar, le pregunto por las cosas que preguntamos los que nos dedicamos a esto. Bueno, ¿y cómo lo quieres hacer, por fin? ¿A qué hora quieres que vaya? ¿Cuándo voy a montar y a probar?
Oh... me dice ella, el caso es que... en fin, que no sé seguro si vas a tocar. ¿Y eso? le digo yo, yo no tengo problema. Es que el otro día, me explica ella, el sommelier de Makro (!!) me ofreció el venir a organizar una especie de cata de vinos y no sé seguro el espacio que necesita... pero vamos, que el martes o el miércoles te lo confirmo.
Note that, como dicen esos, daos cuenta, como decimos nosotros, de que yo tengo que confirmar con una semana de antelación, pero después soy sustituido sin miramientos por un sommelier de Makro (no del Ritz, ni del Bulli, de Makro, colega, ¿hay algo más... basto?) sin previo aviso y asumiendo que en dos días monto yo un repertorio y un concierto. El sábado no toco, claro.
*·*·*
Estoy en el metro. Estoy apoyado en el cristal de la puerta que no se abre, viéndome poner caras bobas en el cristal de la puerta de enfrente, la que se abre cuando llegamos a cada estación, pero que mientras circulamos por el túnel, es un espejo cojonudo. En Cuatro Caminos se sube un montón de gente y el vagón, que iba vacío, se medio llena, con lo que se acaba el mirar al tipo del cristal de enfrente con caras raras. Ella es una mujer un poco pasada de peso, como a mi me gustan, con aspecto inteligente, como a mí me gustan, y algo en su porte te dice que es una mujer educada, como a mí me gustan. Viste con discreción y esa cosa que algunos llaman elegancia, pero que básicamente, es ropa cara de toda la vida. De la que a mí me gustaría llevar. Saca del bolso una novela "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina" (yo también la he leído y, como parece que le ocurre a ella, me enganchó) y me hace gracia que use, como yo, un palillo de dientes romo como marcapáginas. Empieza a leer con avidez y no sé cómo explicarlo, pero me parece que no debería estar tan cerca de mí. En un momento dado, está tan pegada a mí que noto, perfectamente, sus pechos contra mi brazo, y, más aún, su rodilla contra la mía. Estamos tan pegados que parece como si fuera mi novia y me estuviese enseñando un párrafo de su novela que le ha gustado especialmente. Por vez primera, reparo en que lo que está viendo no es el texto, sino unas fotos de escenas sexuales explícitas que, lamento reconocerlo, me excitan de inmediato. Está de frente a mi costado izquierdo, pegado su pecho a mi brazo, su mano derecha sujeta el libro con las fotos excitantes a una altura estudiada para que yo las vea y su mano izquierda fuera de mi campo de visión... pero no de mi campo corporal. Porque pronto empieza a pasearla por mis nalgas, como si estuviera calibrando su tamaño. Vaya.
De pronto, la calibración se convierte en magreo en toda regla. El libro desaparece y ella se frota conmigo de una manera, no sé... algo me dice que se está aprovechando de mí. No quiero, pero ella se las arregla para llevarme consigo y me mete en un taxi, donde, a pesar de mi resistencia, y de que pongo cara, clarísimamente, de que no me gusta que se propase conmigo, me toquetea todo lo que quiere.
Me sube a su apartamento y no atiende a razones, es un animal peligroso que sólo busca saciar su apetito sexual y yo tengo que transigir, aunque no quiera, por la sencilla razón de que soy Wolffo y nadie me tiene en cuenta. En contra de mis principios y de mi voluntad, me desnuda y me folla repetidas veces, obligándome además a practicar artes amatorias que me son desconocidas, raptando en su boca jugosa y sensual, por ejemplo, mi espada carnosa y ardiente y sometiéndola a un vaivén y un chupeteo indescriptibles y obligándome a penetrarla por oscuros sitios sin que yo pueda hacer nada para evitarlo más que decir, no, por favor, no hagas que eyacule otra vez, ¡qué desperdicio de espermatozoides! Toda la noche gozando en contra de mi voluntad, ¿hay derecho a esto? ¿Es esto una democracia?
*·*·*
Estas tres historias, verídicas las tres, demuestran lo poco que vale tener un nombre, aunque sea uno tan fantástico como el mío. Sí, de acuerdo, el mundo me respeta, los hombres quieren hacerse fotos conmigo y las mujeres me desean, pero... no soy feliz.

Yo solo quiero que me hagas caso, Lorna. Que me hagas caso (pero caso de verdad) de una vez.

jueves, febrero 05, 2009

Lorna se me va

Muchas veces, más de las que a uno le gustaría, me paso de atento, y entonces consigo agobiar a quien presto mi atención, o confundirle y acabo diciendo o haciendo tonterías para enmendar el mal hecho.
Si, pongamos, Lorna me cree a otros asuntos y piensa que resulta aburrida, o insuficiente, o lo que sea, no merecedora de mi atención, en suma, y un día, en una conversación de esas a calzón quitado, me lo dice…
- Yo creía que tú pasabas de mí…
… a mí se me da la vuelta el mundo en la cabeza y empiezo mi plan de desagravio: la escribo, la llamo, le doy toques en el chat, la colmo de atenciones y halagos para demostrar que no paso de ella ni nada parecido y acabo siendo un pelmazo insoportable no solo para Lorna, sino para la humanidad entera.
- ¿¡Cómoo..!? Pero, Lorna, nena, ¿cómo voy a pasar de ti? Si eres lo mejor que hay sobre la tierra… (bla, bla…)
Lo curioso es que eso, todo eso, pasa solo en mi cabeza. Pero para mí está claro: es eso lo que ha sucedido, y nadie me va a convencer de lo contrario. Luego, en otra conversación de esas a calzón quitado como la de antes, pero esta vez yo largando, se lo digo…
- … no sé, Lorna, tenía la sensación de que estaba siendo muy pesado, de que te presionaba mogollón.
… y Lorna se parte de risa de que yo piense esas cosas y me quita la idea de la cabeza con dos besos y un lametón en la oreja.
De hecho, el lametón me pone a mil, pero no se lo digo para que no tenga demasiadas armas, porque ya tiene demasiadas armas. Pero declaro que si Lorna te abraza y su lengua inquisidora te tantea la orejilla, se te derriten los pelos.
Estoy ayudando a Lorna en casa; lo que quiere hacer, concretamente, es cambiar la disposición de su casa. En pocas palabras, donde tiene el despacho, quiere tener el dormitorio y dejar lo que es su dormitorio como despacho. He de decir que hace un año le ayudé en sentido contrario. Pero aprendí de la vida que en ciertos asuntos domésticos es mejor ofrecer ayuda, y no opiniones, si no quieres que te den una zurra. En fin, cuando Lorna realiza este tipo de tareas, mi papel es el de mulo de carga, soy la beast of burden de la canción aquella de los Stones, bueno, en esa canción era al contrario: el tío dice que nunca será la mula de carga de ella. Yo sí. Lorna dice: esa mesa, allí. Y yo pillo la mesa y la llevo de aquí a allí. Sin dejar ni por un momento que mis pensamientos afloren, cumplo. Es como cuando, por ejemplo, un tío asume su papel de macho dominante y está tratando de montar una estantería sin instrucciones. Entonces su mujer, viendo las instrucciones, ve que se está equivocando. ¿Cuál es la forma sensata de actuar? ¿Hacerle ver que se está equivocando? No, desde luego, lo sensato es deslizar, con disimulo las instrucciones a su campo de visión y toser, para que pueda mirarlas sin que se note que las mira y sin que advierta que su mujer se había dado cuenta de la jugada.
Bien, Lorna quiere cambiar de habitación y a mí eso no me importa. Yo solo ayudo y no opino. Obedezco y no digo lo que nadie me ha invitado a decir. Dos días después, veo a Lorna conectada en gmail, con la bola verde junto a su nombre y abro una ventana de chat

Yo: hola, pedazo de bestia
Lorna: ¡hola, guapoooo!
Yo: cómo va la cosa?
Lorna: trabajando
Dime
¿querías algo?

Es la clásica cosa que me sienta mal. No claro que no quiero nada. O sí, lo quiero todo. Te quiero a ti entera, desnuda, junto a mí y diciéndome lo gran tipo que soy, lo buen amante que resulto y la de cosas que te hago sentir. Eso es lo que quiero, ¿es que no lo sabes?
Yo: no, nada… es solo que te he visto con la bolita verde…
Lorna: estoy currando
Vaya por dios, o me invento algo, o…
Yo: vaya paliza el otro día, no?
Lorna: bueno…
Yo: Has dormido bien? Has notado mejoría con el cambio de habitación?
Lorna: sí, pero vamos, no tenía problemas de sueño… no hice el cambio por eso…
Yo: ah, ya…
Lorna: algo más?

Vaya, la verdad es que no tenía nada que decir y ahora me doy cuenta de que no tenía que haber dicho nada, porque la estoy molestando.
Yo: no, ya no te molesto más, muchos besos
Lorna: besos

No sé, pero me esperaba que me dijera: “no me estás molestando”, así que, al no decirme nada, me la desagradable sensación de ser gusano infecto, una rata de la que la gente (Lorna) prefiere apartarse. Cierro el chat y mi cabeza elucubra y viaja sola por mares turbulentos. Ahora le escribo un alambicado y sincero correo de amante herido. Lo tiro. Luego escribo otro, elaboradísimo, de amante cínico. Lo tiro. Luego escribo una mierda de chico insulso pidiendo perdón hasta por respirar, una mierda que no tiro, sino que envío y ella no contesta, porque seguramente, se limita a tirarlo. Será cabrona… seguro que cuando me pongo pesado, la tía tira mis correos porque, desde hace un tiempo, no contesta. A lo mejor, y eso sí que sería ofensivo, estoy marcado como spam. Tú no me harías eso, ¿verdad, Lorna?

Lorna, mi querida Lorna. Lee esto con atención: Soy yo el que te mira y el que vive en una isla de magia y costumbres que siempre está abierta a ti. Y, en realidad, no es que viva aquí, es que soy el suelo elevado desde el fondo del mar, soy la isla que pisas cuando decides venir a verme. Tú vas y vienes y yo no te controlo, pero yo estoy siempre aquí y no puedo seguirte, porque formo parte del mundo esencial. Pero siempre que quieras, eres bienvenida y me gusta sentir tus pies recorriendo mis partes íntimas y cuando te dejas caer, dormida sobre mí. Mi tierra es tu descanso y mi horizonte es tu mirada, así que no me hagas demasiado caso, que nunca me iré. Siempre, siempre, estoy aquí esperando verte venir, seducirte con mi aroma marino y abrazarte con los rayos de sol insular que guardo solo para ti.

Sé mía.