viernes, septiembre 29, 2006

El bueno era yo

Heroes


Por fin, después de mucho tiempo titubeando, me he atrevido con esta magistral pieza del camaleón, del gran David Bowie. Bowie en general, y esta canción en particular, era una especie de tótem sagrado para los modernos en los 80. Es decir si estabas en la onda, había música vieja que podías escuchar: T-Rex, Bowie, Velvet Underground... ese rollito. Y esta canción, que yo aprendí a amar gracias a una chica moderna en aquellos años, era, y es, una pieza de glam-rock de primera categoría. He sido bastante fiel al original al grabar mi versión, añadiendo, eso sí, alguna vocecilla y alguna guitarra extra. Esta canción es una gozada para tocarla con tres guitarras: una acústica, machacando el ritmo sin piedad y con buena muñeca (es un tema de mano derecha); una segunda guitarra eléctrica limpia y puntiaguda y una tercera muy distorsionada haciendo de cama en toda la canción. Si no la conocías busca la versión original del gran Bowie; también hay una buena versión de los Wallflowers y había una, curiosa, pero bastante mala, esa es la verdad, de Parálisis Permanente, el grupo del pegamoide malogrado Eduardo Benavente, primer mártir de la movida. ¡Hala, a fliparlo!
Puedes descargarla, creo, aquí.
Quisiera dedicar este tema, con especial cariño, a mi amigo David Säa Vicenzo, La Adelfa Blanca, al que imagino como una especie de reencarnación adolescente del genial Bowie.


Nadie lo supo ver pero yo, lo que es al chaval, en seguida le vi posibilidades, no sé si me entiendes. Se movía, en aquellos días, como un patito mareado y medio mariquita, ya sabes, pero yo no sería el gran tipo que soy si no supiera ver un poco más allá que los demás.
Entonces, mi nombre artístico era Wolffowie y el suyo, mira tú que soso, David el Gomo, se creía muy gracioso por hacer un homenaje liviano al gnomo genial e imprevisible que venía y me tocaba la nariz y yo, enseguida, le quité esa idea estúpida de la cabeza.
- ¿David el Gomo? ¿Tú eres idiota?
Él bajó la testuz, rascó el suelo con sus zapas Paredes y sin subir la cabeza, subió sus ojos (entonces los tenía iguales los dos) y en esa postura remolona y sumisa, me dijo:
- ¿Lo soy...?
Pobre chaval. Era un idiota, pero, ¿cómo decirlo...? tenía posiblidades, no sé si me explico. Me dijo, con su vocecita de pescadera, que de pequeño le llamaban Bow, ¿y eso? le pregunté yo, porque en mi tierra, Albacete, me dijo él, a los peos les llaman bows, y mi madre (una santa, su madre) me decía con ternura que cuando nací, más que un bebé, parecía un bow con relleno, lo que aquí en Ohio llamáis zurraspa, o frenazo, de lo poquita cosa y desvaído que era.
Bow.
¡Bow...!
O sea, te cagas. De modo que yo, Wolffowie, toda una promesa emergente y espumeante del show-bizz en los primeros 70, me iba a hacer cargo de esa rémora afeminada y simplona que se hacía llamar David el Gomo y al que, al nacer, su madre, que se supone que le debía querer y todo eso, le había comparado con un palomino, zurraspa, frenazo o bow con relleno. ¿Y por qué una estrella de mi proyección detenía su meteórica carrera y recogía del arroyo a un peo con sorpresa? Porque, desde el primer momento, le ví posibilidades, al muchacho, no sé si me pillas.
Así que le recogí.
Le enseñé a tocar la guitarra, el banjo, el piano, la zambomba y la botella de anís. Le dí unos rudimentos básicos de bell canto y compartí con él mis noches y mis días, le enseñé a hacer sopa de ajo y a jugar al cinquillo. Le enseñé mis muslos, incluso y puso cara de aprendiz poco espabilao en todas y cada una de las muchas enseñanzas que le transmití. Para las enseñanzas yo era partidario del modo peripatético, y caminábamos juntos por ladera de la vereda del robledal turco, y cuando fallaba le daba dos collejas y era bello ver cómo se recortaba su figura anodina contra el sol francés de Alabama cuando, por mis pescozones, tropezaba y su corpachón se deshilachaba en tropezones memos.
Le enseñé a coser y, como me daba pena su pobre madre (imagínatela: nueve meses pensando que vas a dar a luz un bebé y que te salga un bow con relleno), le confeccioné miles de trajes originales y modelos únicos para aliviar su desoladora vida.
- Hagamos un dúo
- ¡Vale!
- Podemos ser héroes por un día, al menos
- ¡Genial!
- Seremos Wolffowie y Bow
- ¡Sí!
- Nos vestimos iguales
- ¡Claro!
- Seremos andróginos...
- ¿Si...? (con cara de incomprensión)
(- andrógino significa que todo el mundo nos admira por nuestra virilidad)
(- ¡Ah... vale!)
Y lo fuimos. Todo eso: dúo, igual vestiditos y andróginos.

WOLFFOWIE & BOW TO NIGTH

Él pensaba que el trabajo ya estaba hecho, pero, ¿qué váis a esperar de un palomino? Así que yo hice todo el trabajo previo: le peiné, le maquillé, le regalé uno de mis ojos, para que tuviera tres distintos, le volvía enseñar todo lo referente a la música porque con la emoción de ser dúo se le había olvidado... y todo eso ¿por qué? Porque, desde el principio, le vi posibilidades al chaval, no sé cómo explicarlo.
Y entonces me puse malito el día que debutábamos en el Royal Albert Hall. Tenía moquitos y los ojitos un poquito hinchados. Bow vino al camerino y me dijo que teníamos que salir, que estaba toda esa gente esperando. Yo le miré a los ojos y vi el futuro con claridad meridiana. Vi que el futuro era suyo porque, todo lo que le había enseñado, no lo compartíamos, sino que, como un murciélago hijoputa,me lo había chupado.
Ya no sabía coser. Y un rockero glam que se precie no puede salir al escenario sin saber coser decentemente; ni un zurcido ni un dobladillo, ni un pespunte... ni un botón hubiera sido capaz de cambiar en ese momento.
Así que le dije: Bow, no seas lila, cámbiate el nombre, te regalo mi desinencia y olvídate de lo David el Gomo, que no tiene ni puta gracia. A partir de hoy serás David, pero leído en inglés, o sea, deivid y bowie como apellido
- ¿Bowie...? ¿Me regalas tu acabe?
Acabe. ¿Veis lo que digo? “Acabe”, hay que joderse. Le acabo de decir desinencia, que suena de puta madre, y el tipo va y me suelta lo de acabe. Pero es que le veía posibilidades al muchacho, no sé como decirlo. Y por eso yo me llamo Wolffo y él se llamó David Bowie y tuvo un ojo de cada color.
Compuse un huevo de canciones. Todas las de su repertorio hasta Modern love, luego el tío fue a su bola y ya, pues eso, salió a la luz el memo de albacete que en realidad era.
Y desde entonces él es rico y yo pobre. Él es andrógino y yo gordito. Él tiene los ojos de colores y a mí me cambian dependiendo del color del jesey que lleve, pero eso sí, los dos a la vez. Él es famoso y yo un chavalote de Valdemorillo que se lo monta de culo, pero que vive en su pueblo feliz con los suyos. Él se ha vestido con os modelos que le confeccioné a su madre y yo me visto en Carrefour y el mercadillo.
Pero yo puedo grabar y publicar las canciones que me salga del culo y nadie me va a dar la brasa con que si me he estancao, o si me repito o si loqueseaquediganloscríticos, y él, Bowie, que me llamó ayer, me envidia por eso. Por eso y por lo del paquete, que no quería decirlo, pero al final me habéis obligao.
Y mira que era poca cosa el bow.

miércoles, septiembre 27, 2006

En los mares del sur


El viaje

Traigo otra vez aquí esta canción, porque le va al post que ni pintada, porque la canción es mía y el post también y porque me da la gana, Esto es, sin querer ser pretencioso, más que una canción, una pequeña suite. Son varias ideas que rondaban el mismo tema, la muerte, que para mí, no me preguntes porqué, suena a La menor. Todas las ideas van en La menor, que en guitarra es un acorde triste y hermoso. Tiene poca letra, pero densa, y mucha, mucha guitarra. A ver qué te parece. si no me equivoco demasiado, puedes bajarla aquí, que yo sé que lo estabas deseando.

Y sucedió que el Viejo Pero Aún Atractivo Lobo De Mar, el Gran Wolffo, embarcó en singular singladura rumbo a tierras de moriscos con la misión de encontrar infusiones y especias exóticas, averiguar cómo cultivarlas y cosecharlas y devolverlas al reino de Valdemorillo, donde el Viejo Rey Panza de Buey las esperaba ansioso.

El rey, pues, quería adelgazar.

- Mira, Wolffo – le dijo el rey – no es de recibo esta barriga que gasto, así que vete a Túnez y me traes hierbas de esas para adelgazar, que he probado lo del sexo y no funciona

- Majestad – respondió Wolffo - , usted disculpe, pero lo de que se la chupen mientras se zampa un bocadillo de panceta no es el tipo de sexo que adelgaza. ¿Es que no ha visto las pelis porno? Hay que ponerse en una postura incómoda y empezar a hacer de taladrillo percutor y contumaz para obtener algún resultado. Y hay que aguantar, al menos, 5 minutos...

- Ah... – dijo el rey. Y se comió de un certero zarpazo seis croquetas de jamón, pollo, y huevo duro. Luego bebió, en tres segundos, un tercio de Mahou y eructó con elegancia regia y sonido barriobajero: - ¡buuuaaarrcc...!

Wolffo se hizo a la mar, con la mirada puesta en el horizonte en su pequeña embarcación, fiable y marinera, de un solo mástil y 667 metros de eslora y 413 de bocamanga[1], lo que todos los marineros consideran las medidas perfectas para una singladura sin complicaciones. A babor, ilusiones y temores renovados; a estribor, conocimientos y experiencia marineros; a proa, la reproducción, rematando la quilla, de una sirena abierta de piernas (pero eso es imposible, las sirenas no tienen piernas, sino cola de sardina, pues por eso, la sirena estaba abierta de piernas, pero nadie lo podía ver, esa era la gracia) y en popa, un cargamento de filetes empanados y revistas de motos, listos para freírse, listas para leerse.

En la segunda jornada, Wolffo descubre a una morsa y un elefante marino que se le han metido en la bodega. A Wolffo no le importa compartir el espacio con mamíferos marinos, qué va, pero es que estos se pasan el viaje dándose por culo (figuradamente, no hablo de sexo) todo el rato y resultan agotadores.

El elefante marino, llamado Stronzo, es grandullón y torpe como una mula, tiene una voz atronadora y la necesidad de ser el centro de atención allí donde se encuentre. Lo malo es que suele conseguirlo, pese a quien pese. Es zafio, molesto, malhablado, tremendamente paleto y posee unos graciosos y plúmbeos andares a medio camino entre la elefanta y el pingüino.

La morsa es pelmaza, comilona, ladronzuela y tremendamente inoportuna. Su nombre es Babosa Máxima y hace honor a tan descriptiva filiación sin esfuerzo aparente. Tiene una risa insoportablemente molesta. Su barriga posee la cualidad de ser experta en el juego del tetris, y así aprovecha al máximo el espacio de los innumerables alimentos que aloja: sólo así se explica que con las ingestas ballenáceas que trasiega no tenga el tamaño de una ballena azul.

A Wolffo ya le conocéis: un gran tipo, podríamos decir.

Cuando llevan tres días de navegación Wolffo ve acercarse, caminando alegremente a babor a su perrita Samantha. ¿Cómo es posible que puedas caminar sobre las aguas, querida perrita? Pero no, resulta que se acerca por el muelle, caminando sobre tierra firma. Wolffo se asoma por la borda y se da cuenta de que se olvidó de soltar amarras que son esas cuerdas gordas que se atan a esos pompochos metálicos que hay en los puertos que no sé cómo se llaman, pero que sirven para que el barco se quede bien aparcadito en el muelle.

¿Cómo es posible? Piensa el Viejo Pero Aún Atractivo Lobo De Mar, si hasta me he mareado de lo que se movía esta mierda de barco...

Samantha, Sam, para los amigos, sube de un ágil salto, mirando a Wolffo sonriente, a la cubierta; el salto es ágil, sí, pero mal calculado y se estampa contra el mástil. Suele hacer eso Sam. Camina en plan chulito, mirándote, y se estampa contra un árbol, farola o muro que alguien ha colocado a mala leche ahí, justo ahí.

Se convoca un cónclave para tratar el asunto. Sam, Wolffo, Stronzo y Babosa Máxima se reúnen en la sala de máquinas (una sala que tiene dos máquinas de coser Singer, una de pimball, la famosa Reina del Caribe, y dos molinillos de café Taurus) y deliberan sobre el siguiente paso a dar.

Stronzo es partidario en bajarse todos del barco y empujar todos a la vez a ver si consiguen romper el pompocho donde se amarra el barco; discuten durante un par de horas la propuesta, hasta que se dan cuenta de que si lo consiguen, ellos estarían fuera del barco, con lo que tendrían un nuevo problema que resolver y eso sería gravísimo. Agotados por el esfuerzo, se fríen 12 filetes, se toman 40 cervezas y se van a dormir, confiando en que la almohada sepa darles la solución al día siguiente.

Al día siguiente, Babosa Máxima propone que nos tiremos todos al mar con unos cabos en las manos y tiremos del barco mar adentro. Alguien le ha dicho que es más eficaz tirar de una cosa, que empujarla, que por eso casi todos los coches tienen tracción delantera. Parece una buena idea, pero Stronzo señala que si tenemos las manos ocupadas con la cuerda, para tirar, nos hundimos fijo, sobre todo porque ninguno sabe nadar. Deprimidos ante la perspectiva de la muerte por ahogamiento, nos tomamos 120 cervezas, 48 filetes empanados que ni freimos ni nada, de lo tristes que estamos, y nos vamos a los camarotes esperando que un nuevo día nos traiga una nueva idea.

El el sexto día de no navegación. La idea del día la propone Samantha. Sam propone que como ese día tiene toda la pinta de que no se nos va a ocurrir nada, mejor directamente, atacamos las cervezas y los filetes empanados sin brainstorming previo y, entusiasmados con la clarividencia de Sam, damos cuienta de 512 cervezas, 124 filetes empanados y un pez-pelmazo que creyó que estábamos demasiado borrachos y quería unirse a la fiesta de matute; de polizón, como si dijéramos.

Amanece el séptimo día con una extraña bruma en el puerto de Barcelona. No es bruma, es que Sam ha decidido que, directamente, se pone a freir desde primera hora, porque, confiesa, los filetes empanados sin freír le provocan peos insufribles a Babosa Máxima y Stronzo, y no es que se preocupe por la morsa pelmaza y el elfante bravucón, sino por ella misma. Al fin, inspirado por el ambiente del puerto, y viendo un paquebote que llega de las indias hindúes, Wolffo propone un plan que a todos satisface.

Wolffo se acerca al Carrefour más cercano y se hace con un contenedor de Té Hornimans, que vacía en rústicos sacos, mezclando uno con zumo de ciruelas, otro con aspirinas, otro con colacao light... y prepara así hasta 15 variedades de infusiones que al viejo rey seguro entusiasmarán.

En una tienduca del barrio chino se hace con un turbante y se presenta de esta guisa ente el rey diciendo ser Bette Al–Ahmierd'da, próspero comerciante tunecino, y venir de parte del Viejo Pero Aún Atractivo Lobo De Mar, el Gran Wolffo, marino diestro y conocido y temido y envidiado y deseado de Algeciras a Estambul, para entregar al rey sapientísimo las mejores especias e infusiones de oriente.

El viejo y cretino rey no llega a descubrir jamás el engaño porque, al probar la sexta especialidad, Hornimans con Avecrem de pollo y Sal de Frutas Heno, fallece de un ataque simultáneo al corazón y al huevo izquierdo.

Stronzo se perdió en los pasillos de Carrefour, siendo visto por última vez entre los pasillos de congelados y quesos. Nadie ha sabido nada más de él.

Babosa Máxima falleció en una cabina telefónica, porque le entró un apretón de esos inaplazables, el típico o cago ya o me cago, y como le faltaba un minuto de conversación que ya había pagado, no supo salir de allí y estaba en tan reducido espacio que se ahogó en su excrecencia: fue una muerte miserable y asquerosa a partes iguales.

Sam vive feliz en Valdemorillo, caminando de medio lado, siempre ligeramente escorada y comiendo dos veces al día, aparte de los tomates y melones que, en vano, intenta Wolffo cultivar. El día que la pille en acto de saqueo, se va a enterar.

Wolffo, pues eso: intenta cultivar melones y tomates y Sam se los come, la muy perra. Pero un día, algún día, se hará una ensalada de su propio huerto.

Y ese día... ese día no invitará a Sam a comer. Se joda.

[1] Esto de bocamanga me lo acabo de sacar de la chistera, pero parece marinero, ¿verdad?

martes, septiembre 26, 2006

¿Dónde está Wolffo?

Ya de vuelta. Tengo acumuladas muchas tareas pendientes, así que aún tardaré unos días en atender esto como es debido. Prometo contestar a todo el mundo como dios manda, pero necesito unos días aún. Mientras tanto, un pasatiempo: localizarme en la Piazza di Spagna. Una pista: no se me ve esa parte que, por su enormidad, belleza y eficacia, más famoso me ha hecho a lo largo y ancho de este mundo.


¿Eh...? ¿Ande'stá?

La solución abajo...


... abajo...

... más abajo...

... más abajo...

... más abajo...

... más abajo...

... más abajo...

... más abajo...

¡Ya vale!

viernes, septiembre 15, 2006

Desde Granada hasta hoy: que 50 años no son ná

Si vas por allí, por su casa, lo más seguro es que te sienten en algún rincón del jardín, te saquen una cerveza, unas patatuelas y luego te preguntarán, si les parece oportuno, que cómo te llamas.

Es posible que pilles a Celia con su tifany, a Juan en su taller, tallando madera o arreglando algo a alguien, o a ambos discutiendo sobre si esta o aquella planta tiene demasiada agua o una tierra inadecuada.

Juan y Celia, que cumplen 50 años juntos han decidido celebrar tan meritorio cumpleaños rodeados de los que más quieren: sus hijos, los amados por sus hijos y los hijos de sus hijos.

No se me ocurre un modo más hermoso de celebrar las cosas que merecen ser celebradas: con los tuyos.

Celia, Juan: ver lo que, con vuestro amor habéis creado, esta red tupida de cariño que es vuestra extraordinaria familia, debe daros tanta satisfacción que me dáis envidia y, tal vez, os odiaría por ello, pero no puedo: habéis traido al mundo a la criatura más adorable que en él existe: vuestra amada hija, mi amada compañera, Susana.

Al lado de todo lo que habéis hecho por mí, esto que hago yo por vosotros, escribiros esta cancioncita boba, no es nada, mas es lo que yo sé hacer.

Miradla así, porque la he escrito con cariño, única y exclusivamente para vosotros.

Ojalá os guste.

Desde Granada hasta hoy


La historia que ahora os cuento
La he tenido que imaginar
Pues da comienzo en Granada
hace medio siglo ya

Nadie conoce la historia
Ni siquiera Celia y Juan
A veces las cosas pasan
sin que nadie sepa más

No es una novela rosa, no es un dramón
Es la historia de las cosas... que les han pasado a dos

Apenas 20 años
Y Celia es todo un bombón
Entre don pedros y geranios
no se riega el corazón

Atardece en Granada
Juan pasea en el albaicín
Desde que Celia le mira
Va como un príncipe nazarí

Y se amaron y llegaron a Madrid
Y empezaron el camino que les ha llevado aquí

Nadie duda que es más cruda
La verdad que la hermosura
Que es muy grande la distancia,
Que hay entre hoy y Granada
Paso a paso, día a día
Beso a beso, risa a risa
Dos senderos que se pierden
Y en el horizonte puedes
Ver la vida que han dejado atrás

Primero Mari Celia
Luego vino Carmen Cruz
Y como el mundo la echaba de menos
Pilarilla vio la luz

Susana fue la cuarta
Angel vino detrás,
Cinco mujeres que el mundo
no puede evitar amar

Vino Quique y un suspiro se escuchó
Luego Richard y su mundo.... se completó

Han querido y han sentido
Nueve vidas han vivido,
Han regado en un desierto
hasta convertirlo en huerto,
Han llorado y han reído
Han cambiado y han seguido
Han premiado y castigado
Han tragado y tropezado
Y aún os queda mucho por hacer

Quedan sueños, quedan retos,
Tantos retos como nietos,
Una vida por delante
Quedan fuerzas, queda aguante
Ya no hay dudas
Ya no hay miedo
Ya os habéis ganado el cielo
El trabajo ya está hecho,
Y el camino trecho a trecho
Ahora es hora ya de disfrutar

Y esta es la versión cantada por vuestros hijos. Pero, si las cosas salen como todos pensamos, ya la habréis oído cuando leáis esto...

Felicidades



Estamos en capilla

By the waters of Babylon

Desde que oí este conmovedor canon de Don McLean, el autor de maravillas como American Pie o Vincent, he estado enamorado de él. Me gusta haberlo agrabado, aunque a ti te asuste escucharlo.

El próximo lunes, Juan y Celia Cruz tienen el gusto de invitar, para celebrar sus 50 años de vida en común a Mari Celia, Jose, Sabina Alex y Guiller; Carmen Cruz y Luis; Pilar, Eduardo, Diego, Olga, Daniel y Jaime; Susana, Jorge, Leticia y Borja; Ángel y Fernando; África, Quique, Chejo y Celita y Sonia, Richard, Óscar y Raúl a pasar 8 días por las aguas no de Babilonia, sino del Mare Nostrum.
Me muero de ganas.
¡Estamos en capilla!

lunes, septiembre 11, 2006

No oficial y nada caballero

She's electric

Oasis me encanta. No es que me caigan demasiado bien los Gallagher bros., pero su música me ha convencido. Tras su irrupción, su segundo disco "(What's the story) Morning glory?" me dejó absolutamente tieso. Empalmao, como si dijéramos. Está tan lleno de buenas canciones que sigo escuchándolo una y otra vez sin cansarme. El tema que versioneo hoy no es el mejor del disco, en mi opinión, pero es una de las canciones más divertidas, optimistas y marchosas para tocar de las escritas en los últimos 20 años. La he grabado con 4 guitarras y 4 voces y sigo tirándome de los pelos porque no consigo hacer una mezcla solvente en la que pueda oírse todo bien. Si a eso sumamos el streaming salvaje de Evoca, estamos perdidos. Pero vamos, si tienes buena voluntad, te harás una idea, seguro



Me gusta muchísimo López, la nueva eléctrica del taller. Bueno, al jefe no le gusta que le llamemos taller, el prefiere decir que esto es un servicio oficial y bueno, él es el jefe. López sabe un montón de electricidad del automóvil, al parecer, y es el mecánico más limpio que he conocido en mi vida. Tampoco es que haya conocido muchos, pero ella es tan, tan limpia... Porque, para tu información, esto no es un taller, es un servicio oficial bemeuve, los mejores coches y motos de la ciudad vienen aquí cada vez que a sus dueños se les rompe una uña en acto se servicio. Y yo soy el administrativo oficial bemeuve, y hago facturas cuantiosas, y las imprimo y se las enseño a los bemeuvistas con una sonrisa franca, y cojo sus tarjetas y las paso por la ranura mientras les cuento alguna anécdota divertida para que olviden la barbaridad que están pagando en este servicio oficial.

El trabajo iba más o menos bien hasta que llegó López. Todos los mecánicos llevan el mismo mono gris azulado, pero tendríais que ver cómo le queda a López. Como a un santo dos pistolas, porque no estaba previsto que entrara una mujer con curvas de mujer en la plantilla de mecánicos. La goma de la cintura está vien, porque ajusta un poco la cosa, pero luego, el mono está diseñado para un culo masculino, no para las dos magníficas nalgas de López: dos amplios mofletes que imagino sonrosados y con textura de flan, rellenos de lascivia. Un culo de esos en los que puedes aparcar una bici. Eso, por debajo de la cinturilla, porque, por encima, el empuje de sus dos tetas, de tamaño estándar, rellena el vacío dejado por la estrechez de los hombros, pero en un lugar que el diseñador oficial de monos oficiales bemeuve no había previsto. El mono de trabajo tiene dos hermosos bolsillos que caen sobre sus dos hermosas aldabas, lo que hace que los bolis oficiales bemeuve asomen apuntando hacia fuera como empalmados, como los cañones de un navío llamado deseo.

López se pasea, pues, con ese mono que destaca sus curvas más conflictivas, sí, pero no le queda bien. Pero no creáis que soy yo el único que se ha dado cuenta. A más de un bemeuvista con aspecto de pagarse una joven y hermosa rubia cada noche he visto yo perder la compostura al ver su coche examinado por semejante mecánico voluptuoso. Estoy seguro de que si pudieran, fingirían un cortocircuito si supieran que ella les iba a revisar la instalación.

Cuando llega un coche, o una moto, con un problema eléctrico, ahí tenéis a López con su carrito tecnológico. El carrito se despliega cuando llega al coche y tiene hasta un pequeño taburete para que las nalgas lindas de López descansen mientras dura el chequeo. No sé dónde, pero conecta esa especie de miniordenador con ruedines y sillín al coche y se sienta a mirar la pantalla. López no habla, porque está muy concentrada mirando la pantalla oficial bemeuve, que le va diciendo cómo andan las cosas por ahí dentro. Cuando el ordenador le dice que algo anda mal, saca uno de los bolis-polla de su bolsillo y apunta en su cuaderno oficial bemeuve la anomalía y el dueño del coche empieza a ponerse nervioso, porque cada anotación de López en su cuaderno son, siendo generosos, 300 pavos. Me pone muchísimo la fría crueldad de López anotando anomalías mientras el rostro del cliente palidece, sin atreverse a protestar porque, ya se sabe, si tienes un bemeuve y vas a un servicio oficial es que puedes permitírtelo, y porque, además, no quieren parecer patanes al lado de semejante pimpollo reventón, cuyos bolis-pene parecen amenazar a quien se atreva a llevarle la contraria.

En un curro de hombres, López ha aprendido a mantener a distancia a los moscones y a adoptar una postura fríamente profesional, pero yo sé que no es así. Porque el día que nos presentaron (y este es Wolffo, el chico de contabilidad y las facturras y todo ese rollo, no es mala persona aunque no sepa distinguir una rueda de un carburador, ja-ja-ja, qué gracioso y qué gilipollas eres, maldito Vilafregut), al darnos la mano, me dio un calambre de cojones, por grande y porque me impresionaste en ese sentido, love at first sight y todo eso... y recuerdo que tú me sonreíste, y esa fue la primera vez que me fijé en que tenías cosas cosas más bonitas que las tetas, y me dijiste, con un gesto de tus hombros graciosísimo:

- Soy eléctrica...

Y supe, entonces, por la expresión burlesca de tus ojos, que ese era un comentario poliédrico, que habría de interpretarlo desde muchos más puntos de vista que los simplemente formales y evidentes.

Entonces, todas las mañanas, me dejabas acompañarte en el primer café, justo antes de que los mecánicos os reunáis para repartir el curro, y me dejas que te cuente batallitas y me sonríes y yo soy, en ese momento, no el administrativo del que todos se burlan, sino el máster del universo de la automoción que suscita la atención de Afrodita (Afrodita-A, no la griega, N. del A.). Y tú me sonreías. Y créeme, no era la sonrisa oficial bemeuve, era la tuya, la fetén, la auténtica.

Y nos cruzábamos por los pasillos y me aguantabas la mirada y qué bonito es mirarte cuando andas, cuando vienes y cuando te vas, López, qué bonito es mirarte. Y recibías en tu emilio mensajitos míos cada vez más atrevidos, y contestabas a veces, y otras callabas, pero siempre te reías.

Entonces te escribí un cuento, lleno de ternura, humor y un poco procaz, en el que yo soñaba que un dragón llamado BigVena te iba a buscar y tú te subías a lomos del dragón y cabalgabas sobre su montura firme y vibrante y te llevaba a lo más alto y te quedabas dormida y cuando despertabas el dragón estaba como muerto, flácido, peñajo y peguntoso, y tú no eras tonta, así que debiste saber que te estaba contando de una forma quedona que me masturbaba pensando en ti y sé que nunca nadie te dijo eso con la esperanza de que sonara poético.

Y tú no te enfadaste, así que la cosa iba bien.

Lo siguiente fue escribirte una novela de 500 páginas, que me llevó unos cinco meses y el día que la terminé la novela, la imprimí y la encuaderné y escribí a boli, pero uno mío, un bic legítimamente comprado, no uno oficial bemeuve, una dedicatoria que era como una operación a corazón abierto, o un turbocompresor de inyección directa por raíl común desmontado, si prefieres, que no sé.

Iba con mi novela tan contento bajo el brazo a dártela y cuando entré en la sala de descanso te encontré de rodillas frente a un extasiado Vilafregut que miraba al techo sin enterarse de nada, gimiendo cosas ininteligibles pero desagradables y la novela se me cayó al suelo, pero tú no dijiste nada porque te enseñaron de pequeña que con la boca llena no se habla y digo que la novela se me cayó al suelo, pero en realidad es como si la hubieras cogido y me hubieses dado con ella en la cabeza con todas tus fuerzas.

Ay.

Desde hace cinco años ya no trabajo en ese puto taller. Pero me queda, de cuando trabajé allí, una fantástica bemeuve R-65 del año 80, una chupakilómetros incansable que tiene ya 350.000 kilómetros, pero sigue andando bien.

Un día tuve un problema eléctrico y llevé la moto al puto y pijo taller, no sé muy bien con qué intención, pero como con ganas de venganza. Quería ser cruel contigo, ya sabes, ahora soy cliente, y quería avergonzarte o algo así. El jefe me dijo que Vilafregut no trabajaba ya allí, pero que seguían teniendo la misma maravillosa eléctrica y que me la mandaba ahora. Viniste caminando. Tenía preparadas un montón de frases hirientes, pero eres tan encantadora, López... Me arreglaste el asunto en un pispás y estuviste tan encantadora que me enamoré de ti de nuevo al instante.

Salí de allí y esperé dos horas enteras sentado en la moto en la acera de enfrente, esperándote, queriéndote, deseándote otra vez, alimentando mi desesperación de forma exponencial.

Mientras te esperaba, llegó un imponente X5 y de él bajaron Vilafregut y, de su mano, un niño encantador de unos dos años. En ese momento, era tan feliz que hasta me pareció tierno ver que ese mendruguillo hijo de puta tenía un niño tan mono. Se quedaron junto a la puerta y yo respiré de que no fuera un puto cliente pijo de última hora que te liara justo antes de salir.

Entonces te vi salir. Estabas tan guapa como dos horas antes. Como cinco años atrás. Pero lo que vi me heló la sangre. El niño precioso corrió hacia ti gritando ¡mamá...! y tú lo cogiste en brazos como sólo una madre sabe hacerlo.

Y besaste en los labios a Vilafregut, te subiste al X5 y os fuisteis como una familia feliz. Como una puta familia feliz.

jueves, septiembre 07, 2006

Nada más


(si hay suerte, prueba con Castpost que da más problemas, es verdad, pero la calidad del sonido es muy superior)


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Esta canción de Mamá es extraordinaria en su sencillez. Cuatro acordes, un ritmo que te hace mover los pinrelillos y una melodía pop irresistible y estamos en el ajo. Mamá era un gran candidato a supergrupo, pero se quedó en eso, en candidato promesa. Tenía un compositor y cantante carismático y con talento, José María Granados, y un directo potentísimo. Para mi gusto, abusaban del saxo en directo y adolecían de falta de profesionalidad, o al menos esa es la sensación que me daba a mí. No parecían necesitar la música para respirar y eso les mató. Dejaron un puñado de grandes canciones y, en concreto, esta siempre me ha encantado, con sus dos primeros versos magníficos: Yo no sé qué careta va a servir; si me miras, sólo pienso en huir... Busca el original porque, de verdad, es magnífica.


El Pondio intenta explicarnos la diferencia entre esto y aquello, dice que todo en la vida es física y química, y escribe fórmulas raras en la pizarra, pero a mí, Óscula, ya lo sabes, me da igual. Sólo pienso en el momento en que suene el timbre y en hacerme el encontradizo contigo en el camino de vuelta a casa. Nada más. Y mientras tanto, me gusta mirarte y verte atenta con cara de entenderlo todo, aunque yo sé que no es verdad, que no es que no entiendas, es que estás en otro mundo, como yo, aunque tu mundo no es el mío, tú piensas en tus cosas, que son otras cosas, ojalá las cosas en las que tú piensas fueran cosas buenas como yo marcando un gol en la final contra los mayores de COU, o yo cantando en la fiesta de fin de curso, con mi guitarra y mi grupo las canciones que sólo tú sabrías que son para ti...

Ahora el Pondio te mira a ti, como si le estuvieras haciendo caso, pero yo sé que toda tu atención está puesta en no reírte, mientras tu amiga Réplica, con el pie desnudo, hurga en tu costado por debajo del jersey. Es increíble que no te rías, que no hagas un solo gesto, cuando yo sé las cosquillas que tienes. No sólo le miras y asientes, de vez en cuando, sino que, además, tienes la jeta de poner cara de eso último no lo he entendido y haces que el Pondio se pare y repita lo último sólo para ti, porque el Pondio será doctor en Física, sí, pero entre las piernas le cuelga lo mismo que a mí, y entre las orejas tiene lo mismo que yo, así que cuando te mira, Óscula, ve lo mismo que veo yo: un bombón, y no puede evitar sentir más simpatía por tu poca instrucción que por la mía. No le culpo, no creas, pero jode...

Te das la vuelta y me dices, susurrando, que si juego a paella. Vale, te digo, me pido la gamba, no, la gamba soy yo, me dices, y yo que imagino que el langostino es el que se tira a la gamba y digo, vale, yo el langostino y tú apuntas Wolffo flecha langostino justo debajo de Óscula flechita gamba y de los nombres flechita los ingredientes que son los demás. Y mientras el Pondio habla del par de fuerzas, uno de sus temas favoritos, tú, que eres la jefa, dices ¡arroz! y se levanta Lunilla y cuando el Pondio la mira por si quería algo, ella se lleva la mano a la boca, en gesto de no sé si lo entiendo, y señala la última fórmula y el Pondio dice no lo has pillado, ¿eh?, no te preocupes y repite lo acaba de decir, y todos admiramos la forma en que Lunilla ha salvado la situación, porque en el auténtico juego de la paella, hay que levantarse y no decir nada, aunque el profesor te pregunte y Lunilla lo ha hecho muy bien. Espero que digan langostino antes de decir paella, porque el profesor suele mosquearse cuando a la voz de ¡paella! todos los que juegan se levantan sin motivo aparente y le miran.

Pero hoy no es mi día de suerte. Cuando Hípico, que era el pimiento morrón, con su cara alargada y su voz relinchante dijo ¡gamba! Tú te levantaste y el Pondio te miró, te limitaste a estirar tu jersey el Pondio simplemente se masturbó mentalmente mirándote y vas y te sientas y dices, mirando al Pondio a los ojos, ¡paella! y él no sé si pensaba que le estabas invitando a comer o qué, pero no dice nada, y todos los que estamos jugando, que somos 15, nos levantamos y nos ponemos de pie, sin decir nada, parados junto a nuestro pupitre. El Pondio se confunde y mira el reloj y nos pregunta que qué hacemos, que aún quedan 20 minutos y nos dice que nos sentemos y todos contamos 10 y nos sentamos; entonces, tú, que eras la jefa, vas y dices ¡langostino! y yo no sé qué hacer, y me levanto y el Pondio no hace como contigo, que te mira embobado, pero sigue hablando del par de fuerzas o de lo que sea, cuando me mira a mí, no se emboba, se cabrea y se calla y se ve en su cara que está pensando un sarcasmo hiriente y yo que no sé qué hacer, empiezo a meterme la camisa por los pantalones, nerviosísimo, y aprovecho para colocarme el paquete y sonrío y el Pondio que dice cuando Wolffo acabe de vestirse a lo mejor nos explica porqué ha confundido esta clase con el vestuario y yo sonrío, a pesar de que el sarcasmo es malísimo y no tiene ni puta gracia, pero muerto de miedo, porque si sigue por ese camino le voy a dar una patada de 100 kilopondios en sus tristes huevos, pero al fin me siento y digo ¡guisante! y se levanta mi amiga Augusta Nítida, que tiene las piernas bonitas y un coco privilegiado y sé que ella sabe salir de estas situaciones airosa, y en fin, el Pondio que está más salido que el quicio de una ventana, mira a Nítida y me deja en paz.

Al salir de clase, mientras yo te espero escondido detrás del taller de Juan para que coincidamos en el camino, veo que vienes y entro en el taller de Juan y le robo un par de flores de plástico que son preciosas, porque no parecen flores de verdad, sino esos floripondios que pintan los niños pequeños, y yo sé que este tipo de cosas te tienen que gustar, porque tú eres como yo, un poco de otro mundo, ¿a que sí?

Me siento, con las flores en la mano, en la cuneta del camino que lleva a tu casa y te veo venir, la sonrisa en la cara y dos cretinos imbatibles a tu lado, uno en cada flanco. Te acompañan el Zapas y el Ánsar y yo no sé cómo les soportas, Óscula, si son dos idiotas de primera. Quiero verte, de todos modos así que me siento en el otro bordillo, entre dos coches, para que no me veáis.

Soy un patético muchachote con tres floripondios de plástico escondido tras el viejo 124 de Juan y una furgoneta de reparto, enamorado de ti hasta las cachas, casi tanto como lo que tú me ignoras. Porque somos vecinos desde siempre, porque nuestras madres son las mejores amigas, porque tú estás acostumbrada a mi presencia a tu lado, pero nunca me has mirado de esa manera...

Soy el fin de los días, Óscula querida, el fin de los días bonitos, el que te espera, te vigila y te quiere, el que tiene las flores, los besos y las historias para ti. Cuando pasáis a mi lado, sin verme, veo que los dos memos te llevan menos amigablemente de lo que yo creía. El Zapas tiene una navaja apoyada en tu costado y el Ánsar va tocándote el culo.

¿Ves como soy patético? No sé cuánto tiempo llevan estos idiotas acosándote y no me he dado cuenta: siempre pensé que te molaba ir con los macarras del pueblo. Así que salgo de mi escondite y te llamo a voces ¡Óscula, Óscula...! Y los tres os dáis la vuelta y entonces veo lágrimas en tus ojos, niña. Traigo estas flores para ti, pensé que te gustarían, te digo, sin hacer caso a los dos memos que te escoltan, son graciosas, ¿verdad? me recuerdan a las que pintabas tú, de niña, te digo, y tus ojos enormes y preciosos se llenan de lágrimas y no sabes qué decir, pero no estamos jugando a paella y podrías hablar, y Zapas me dice que porqué no me largo y Ánsar, que es bobo, no sabe qué hacer, quizá porque es un poco menos bobo que Zapas y calibra mejor la situación. No quiero irme sin ella, les digo, es mi amiga y hoy pensaba pedirle que sea mi novia, que salga conmigo, así que si no os importa... os largáis, les digo como si hablara de fútbol o de algo así, sin importancia. Así que podéis marcharos, chicos, podéis guardar la navaja y marcharos, que ya no hay peligro, ya me ocupo yo de acompañarla...

No sé cómo fue, es todo muy borroso, pero me acuerdo de la cara asustada de Zapas, perlada de gotitas de sudor justo delante de mí, un dolor punzante en un costado y una especie de mareo terrible que me hizo caer.

Y estaba sin fuerzas para mantenerme en pie y tú, tan niña y tan mamá, me apoyabas en tu costado y llorabas muchísimo y yo, todo lo contrario, en la misma gloria, abrazado por mi amor, pero tú llorabas y gritabas pidiendo ayuda. Y yo, que me costaba un huevo hablar te preguntaba si querías salir conmigo, pero no me oías, sólo gritabas como una loca, como una verdadera loca, y yo, al fin, supe que no podías salir conmigo, porque yo estaba saliendo de un mundo en el que tú, de momento, estabas atrapada, y entonces yo salí de mí y me ví allí abajo, sostenido en tus brazos y en tus gritos y vi como se acercaba la gente corriendo y alguien pedía una ambulancia y vi a Juan llegar corriendo y extrañarse de ver sus floripondios de plástico en el suelo y manchados de sangre; y se agachó y los recogió y miró al cielo, como buscándome, y yo le sonreía y le decía hola con la mano, pero me parece que no, que ya no podéis verme ya más.

Te lo di todo, Óscula, y ya no tengo nada más para ti.

Nada, nada más.

martes, septiembre 05, 2006

Gachas. Gachas las orejas. Gachas.

Travelin' Band

Esta trepidante canción de Creedence Clearwater Revival , tan contundente como las gachas, me a persegido toda mi vida. Es una canción de esas que te encanta escuchar, porque es como un chute de adrelanina en mitad del cerebro, pero te aseguro que , si tocas algún instrumento y te gusta el rock, es mil veces mejor cuando la tocas: te sacude la espina dorsal, te hace un revoltijo de los órganos internos, te revitaliza la garganta. Me gusta muchísimo la letra o, más que la letra, el fraseo de John Fogerty, y sustituyo el saxo que hay en el original por la armónica mal tocada (muy mal tocada esta vez) y, por segunda vez en mi breve historia, no hay voces adicionales. Mueve el culo, que te estoy viendo... (para escucharla con más calidad, puedes bajarla aquí)


Por razones editoriales, he retirado esta receta de mi weblog. Pronto, eso sí, podrás leerla en un soporte más cómodo. Gracias.