lunes, enero 11, 2021

Sexualmente fraternal

 En cuestión de sexo soy bastante bueno, si me permites que lo diga; siempre doy las gracias y recuerdo el nombre de los hijos, hermanas o las parejas de mis amantes. Siento debilidad por las hermanas de mis amantes porque, oye, siempre que tengo algo parecido a lo que puede llamarse una pareja, acaba apareciendo una hermana que no es que sea mejor ni peor, es que acabo tirándole los tejos, me resulte atractiva o no. Esto que acabo de escribir no es exactamente así, porque siempre me resulta atractiva la hermana de la mujer con la que mantengo una relación. Curiosamente, además, no he mantenido relación con ninguna mujer que no tuviese una hermana potencialmente seducible. No lo supe hasta que mi amante actual me dijo:

- Tú eres rollo hermanas

Y yo lo negué tres veces, como... alguien de la biblia que negaba tres veces, y desde la primera negativa sabía positivamente que estaba mintiendo como un bellaco. Soy rollo hermanas. Soy el más rollo hermanas del mundo. Me gustan las hermanas de mis amantes, qué quieres que te diga, me pone muchísimo ver esa cosa de las hermanas, cómo se llevan, cómo conectan... cómo tienen cosas que me ponen muchísimo: una moto, inteligencia, tetas redondas y un poco colganderas, don de lenguas, habilidad para pintar, pies sexys, risa contagiosa, astucia... Yo no elijo a las mujeres por sus hermanas, pero algo hace que las mujeres con H.A.F. (Hermanas con Alta Follabilidad) sientan debilidad por mis huesos.

En mi historial de amor fraterno cabe una enorme variedad de tipología hermanística. Las hay mayores, con cierto complejo de señorita Rottenmaier que se acercan a mí haciendo ver que ellas son mejores  que su hermana (mi pareja, la que corresponda) y que mandan. A veces mandan, mangonean, pero casi nunca son mejores porque, te digo una cosa, puede que le ponga los cuernos físicamente, pero mi pareja, siempre, es la mejor mujer sobre el planeta. Y punto. También las hay hermanas pequeñas, que adoran, sobre el papel y por encima de todas las cosas, a su hermana, a la sazón, mi pareja, aunque esa adoración no les impide meterse en la cama conmigo. Las hay despegadas, como que pasan de su hermana y les da exactamente igual lo que digan o hagan, a donde vayan o con quién, aunque, de pronto, sienten curiosidad por quién se acuesta con su hermana y deciden probar ellas también eso que su hermana dice que mola tanto.

La cosa empezó siendo yo pequeño... vamos, adolescente. Vicky era la chica que me gustaba, pero no puedo decir que era mi pareja porque creo que en toda su vida ni siquiera me dirigió la palabra ni una sola vez. Quizá me vio, sin duda me vio, pero creo que nunca se dignó siquiera a mirarme. Yo estaba enamorado de ella como un puto colegial, que es exactamente lo que era yo: un colegial. Y puto, también. y la primera chica a la que tuve el honor de tocar las tetas fue a Lola, la hermana pequeña de Vicky que tenía mi edad, unos 13 años, y unas tetitas de lo más apetitosas. No es que quisiera darle celos ni nada de eso, ni era una estratagema para acercarme a Vicky... es solo que era hermana de Vickyn y eso la hacía deseable para mí. Lola, después de esa fiesta bailando Sharing the night together en la que babeé su cuello hasta extremos inadmisibles y toqué sus pechuguitas respingonas, me dijo: te dejo tocarme las tetas si me prometes que nunca se las tocarás a mi hermana. Y no fui capaz de prometérselo. Ni de volver a tocar sus tetas.

Luego vino Doris, Dorotea en su DNI, cuya hermana René (Renata), marimandona y con un culo en el que podías aparcar una bici, me ponía como un burro. Con Doris sí que salía, éramos novios cuasi formales, y lo fuimos durante mis años de infructuoso paso por la facultad de Derecho, en la que casi me hago experto en primer curso. Tres años estuve allí, haciendo poco más que intentar tirarme todo el rato a Doris, que consentía una media de una vez por quincena y dejó de consentir una vez que me pilló con René en la poco discutible postura clásica del misionero.


 

- No me digas que no es lo que parece - dijo Doris en mi trigésimo tercera embestida... sí, las contaba para no terminar demasiado pronto, y contarlas me hacía pensar en otra cosa.

- No, no se lo digas - me aconsejó René visiblemente molesta - pero termina, ¿vale...?

- No lo iba a decir - fue todo lo que fui capaz de articular y, por supuesto, no terminé. René podía mangonear a su hermana, pero no a mí. Soy un infame, un desleal, pero tengo mi orgullo.

Vino Lorna Cor después. La hermana de June, mi pareja  más duradera. Desde el primer momento, Lorna me tiró los tejos tan desacaradamente, y delante de June, que su presencia, hasta que decidí tirármela, me resultaba francamente incómoda. Ella siempre iba por delante con el "yo es que me muero por mi hermana, la quiero más que cualquier otra cosa", pero se rozaba conmigo, me hacía piececitos por debajo de la mesa, me pedía ayuda para tareas domésticas, bailaba muy sensualmente conmigo... en fin, eso. Luego, yo intentaba hablar con ella, porque el sexo con ella siempre era magnífico y ella hacía como que no había pasado nada, o como si no supiera de qué le estaba hablando. Siempre, después de acostarnos, pasaba un tiempo castigándome, en plan matador, sin hacerme ni puñetero caso... hasta que de pronto, zas, estábamos bajo las sábanas otra vez... era puramente sexual, jamás tuvimos una cita, una conversación, un galanteo... pero acabábamos enredando las sábanas y luego olvidando (ella, yo no...) lo que había pasado. Un poco desquiciante, la verdad.

Mi pareja actual no quiere presentarme a su hermana. Nos hemos casado (en Las Vegas, sin invitar a nadie, sin planearlo...), hemos tenido 2 hijos, soy padrino de los hijos de su hermano, pero... no conozco a su hermana. Mi mujer es tremendamente hábil hablando y me saca todo lo que quiere sin que se note, pero siempre acabamos las conversaciones con la sensación de que YO he hablado más de la cuenta. También hay que valorar que yo soy lo que, académicamente, se conoce como bocazas. Me das carrete y lo suelto todo. Es más lista que yo. Yo estoy loco por ella y os juro que no tengo ninguna intención de liarme con su hermana. Es la mujer de mi vida, es todo lo que necesito. Pero ella insiste en que no me la presentará jamás. No lo entiendo.

Si yo quiero mucho a las hermanas. Si soy sexualmente fraternal. El hombre que amaba a las hermanas de las mujeres. Soy la personificación del amor fraterno.