Mi amor es como el árbol del que cuelgan las más extrañas frutas, ese arbolito que no sabes porqué, pero que siempre te olvidas de recolectar. Entonces, mis besos, mis caricias y mis atenciones, frutos de ese árbol desatendido, caen al suelo, y ya maduros, se malogran y echan a perder sin que nadie siquiera repare en ellas.
Así, eso, son mis canciones. Fruto de mi amor, sin destino ni suerte, sin brillo ni audiencia, sin nada que le importe a nadie.
Soy un desastre, sí, pero aunque mi voluntad y mi empuje se quiebran al primer guantazo, algo, que supongo que es el amor (por la música, por la vida, por ti), me lleva a seguir haciendo el ridículo y disfrutando con ello como solo los genuinos caballeros sabemos hacerlo: en pijama. Y no me preguntes que por qué lo he hecho, porque no tengo la menor idea.
Baila, si te place, y di lo primero que se te venga a la cabeza. Te estaré escuchando.
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