De entre los peores, sobresalía yo, Sir Radder Malouche, y no
por mi bondad, precisamente, sino por ser peor aún. Todos me odiaban, si es que
alguna vez se lo planteaban en serio, pero nunca ninguno me lo dijo. El miedo
silenciaba sus poco intrépidos corazones. Yo leía el odio en sus ojos, olía el
miedo y la congoja en sus almas, y actuaba en consecuencia: los tenía a mi
merced, comiendo en la palma de la mano, viviendo bajo el imprevisible yugo de
mi humor aleatorio y letal.
Cuando estaba en la ducha me imaginaba que me entrevistaban,
¿con motivo de qué…? Pues de nada, en realidad, pero es como si estuviera
convencido de que el mundo necesitaba, tanto como respirar, conocer mis
opiniones, poco populares, poco aceptables, muy incómodas, y siempre pensaba en
qué clase de atrocidad podría responder a las preguntas imposibles que inexistentes reporteros
me hacían desde el otro lado de la cortina de la ducha.
Ella, Selena Catt, se
creía buena persona, pero no lo era, en realidad. No tanto, al menos. Y esas dos cosas eran, para mí, la clave de su
atractivo, de su hechizo, de su sexualidad gatuna. ¿Qué qué dos cosas? El que no
fuera tan buena y el que lo ignorara. Su maldad… bueno, maldad no, su no-bondad era original, sus putadas,
espontáneas y sus cabreos, que ella no acertaba a explicar, muy divertidos.
Caminaba por la vida un poco encorvada, como si le diera vergüenza mostrar,
ofrecerle al mundo los magníficos pechos que la adornaban. Me gustaría decirle
un día, como comentándoselo de pasada, que son maravillosas sus tetas, que yo
he soñado muchas veces con ellas, aunque quizá no me atrevería a detallar esos
sueños. Hay en ellos información sensible, sobre sus pechos y sobre mi desmesurada
reacción ante unos pechos a mi alcance, que no me gustaría airear. No es
estrictamente necesario.
Ayer era el día de la dermatitis atópica. Eso dijeron en la radio, menuda atrocidad.
Selena no me llamó, así que yo casi no fui, pero imaginé que me llamaba y salí en su busca. Nunca digo no a una oportunidad
de cagarla. No sé por qué en mi cabeza relacioné dermatitits y Selena, porque
la piel de Selena es… algo asombrosamente adictivo, pero la asociación fue un
hecho, explosivo en mi imaginación, desencadenando los acontecimientos que paso
a relatar sin más dilación, y aquí me
tenéis, en la puerta de la casa de Selena haciendo toc-toc y recolocándome el
paquete antes de que ella acierte a asomarse a la mirilla y descubrirme en el
descansillo, con mi maletín y mi traje barato y gris clarito de Tex. Al menos
no es beige.
Me ve, pues, de punta en gris por la mirilla, con el pelo
peinado p’atrás con una gotita de algo ahí puesta y me abre la puerta preguntando
(la puerta no, es ella la que pregunta) que qué deseo.
-
Si yo te contara…
Pienso yo, ay, Selenita, si yo te contara lo que deseo, tú,
que eres la única que podría dármelo, no me lo darías, así que me rehago y me
meto en mi papel de vendedor experto en mil batallas con mujeres maduras…
Un momento, no os lo había comentado, ¿verdad? Yo soy una
persona mayorzuela, de 52 años, pero de siempre me han gustado las mujeres
mayores. Desde pequeñito (adolescentito, quizá) he fantaseado con sexo con las
madres de mis amigos (algunas de ellas, no todas) y ahora sigue gustándome más
una señora de 50 que una chica de 22. Ella
tiene mi edad, poco más o menos, no tiene una cintura de avispa ni el vientre
liso; tiene estrías y apuesto a que sus pechos son ahora colgones, la papada
empieza a descolgarse y algunas arruguitas pelean por su derecho a la
visibilidad con el maquillaje. Tiene gafas de vista cansada y no es una chica. Es una
señora, su cabellera empieza a clarear, ya no tiene esa mata juvenil y rebelde
y pelopàntén, y sus manías empiezan a
1- Ser asumidas por ella y su entorno,2- Ser crónicas y formar parte de su ser.
Pero es exactamente así como me gusta a mí. Así la amo. Así
la deseo. Así me subyuga.
Abro el maletín.
Buenos días, señora, ¿sabe? Hoy es el día de la dermatitis
atópica y…
¿no fue ayer? Me pregunta ella
¡Ahá! Además de estar buena y ser mala, o no-buena, está informada
y no se la cuelas así como así.
Ayer fue el día oficial, es cierto… pero esta semana, todos
los días de esta semana completa, es la semana
grande (lo dije así, como si fuera
Bilbao) de la dermatitis atópica y estamos ofreciendo a nuestras clientes…
Yo no soy cliente todavía…
Es cierto… debí haber dicho la verdad: estamos ofreciendo nuestros
productos a las mujeres atractivas de la zona…y bueno, siguió así un rato la
conversación: yo trataba de desarmarla con halagos desmedidos y ella me ponía
siempre el puntito sobre la i, y no
miento si digo que estuve a punto de mandarlo todo a la mierda porque me seduce
y me obsesiona esta mujer… tanto como me irritan sus opiniones y su forma de
ser.
Te amaré si permaneces callada, podría ser el resumen de la
situación, pero, claro, no puedes ir con
ese cuento a una mujer con la que pretendes acostarte. Hoy ya no. Hoy tienes
que ser sensible a la ideología de genéro
(de género idiota) y yo, que soy básicamente una rata despreciable, le admito a
una mujer casi todo excepto que maneje los conceptos de “poner en valor”, “empoderar”
y que me suelte a la cara cualquiera de las dos frasecitas más irritantes del
siglo XXI: loquesea no, lo siguiente,
y ¿qué parte de loquesea no has entendido?.
Una persona, humana o no, no puede pretender soltarte ese montón de mierda y
salir impune de la conversación.
Afortunadamente, ella no es así. No dice esas cosas, aunque
diga otras cuantas que, en conjunto, me
den ganas de golpearla con frecuencia, aunque no lo haga, por una suerte de
caballerosidad, o por si suena la flauta
y se me desnuda en un momento determinado e inesperado.
En estas estaba yo, perdido en mis pensamientos mientras
soltaba mi cháchara comercial y la desnudaba con los ojos. Como
seguro que sabes, la dermatitis atópica
es una enfermedad inflamatoria crónica recidivante de la piel, intensamente
pruriginosa, que afecta fundamentalmente las superficies flexoras de codos y
rodillas, el cuero cabelludo, la cara y el torso
¿En serio…? Me dijo ella. Y por cosas así la
amo, aunque luego me pongan de los nervios otras cosas, la tía va y se traga
recidivante y pruriginosa sin pestañear
y bromea sobre eso y, además, me ofrece un té y yo por supuesto que acepto,
aunque el té me haga vomitar, pero aquí me tienes besándola en la cocina y,
aunque lo intento, la escena no se parece en nada a El cartero siempre llama
dos veces; tropiezo con el cubo de la fregona en mi ímpetu besador y al
quitarme la chaqueta, meto una manga en las lentejas; intento levantarla por
las axilas para asentar sus benditas posaderas sobre la encimera, pero con es
esfuerzo se me escapa un peíllo y además, la aprieto mucho, así que ell va y me
suelta una bofetada automática, seca y merecida, podríamos decir.
Vamos al sofá, anda, me dice. Yo la sigo, más
morcillonesco que empalmado (los años no pasan en balde) y tropezando con todo
lo que un hombre del tamaño de un hipopótamo gigante puede tropezar, y más o
menos con la misma gracilidad. Una de las cosas con las que tropiezo es una
foto, enmarcada en un original marco de madera, de un tipo con aspecto aburrido
y formal (más formal que aburrido, lo cual se antoja de un aburrimiento tremendo) y sospecho que es su
marido
¿Tu marido? Pregunto, no sé todavía porqué, no, eso es una
foto, fue su respuesta y fui a darle un puñetazo, por listilla, pero no se lo
di porque me dio cosa. En el sofá nos besamos en plan peli y es de esas veces
en que las bocas y los dientes y todo eso no encajan bien, ya sabes, la cosa no
funciona. Choqueteamos dientes, pellizco de labios sin querer, al sentarme se
me ha quedado un huevo pillado en un pliegue de los pantalones y ocurre algo
inesperado. Ella se descalza y le huelen los pies. Bueno no sé si eran los dos,
o solo el derecho, que fue el primero en salir al aire y cuyo aroma me impactó.
Yo soy un poco pinreliano, no sé si me explico, me molan los pies de las
señoras, siempre que no sean demasiado flacos, pero aquello no me lo esperaba.
Le cantaban a vinagreta y francamente… no ayudó. Quiero decir que ya no tengo
esa alegría de picha, ese vigor glorioso, tenaz y facilón que me adornaba
otrora, así que entre el marido en foto, las lentejas con manga de chaqueta, los
pies cantarines y todo lo malo, me estaba costando que mi fiel amiguito, esa
linda y pequeña parte de mí, se pusiera firmes y a trabajar.
Pero ella es divina y demostró ser una experta en
situaciones límite y lo arregló todo con una sorprendente treta, que dejaba
bien a las claras que era una maestra en el terreno sexual: me sonrió.
¡Ay…!
(Atroz post. Sólo quería escribirte algo. Dime si lo lees, si lo oyes,porque serás la única en hacerlo. El gran error de tu vida fue mimomento triunfal. ¿Te acuerdas?)
3 comentarios:
Empiezo por la historia. Me encanta. Cuanto más loca y más sinsentido sea, mejor.
Me ha hecho mucha gracia coincidir absolutamente contigo en varias cosas:
- Yo también imagino a veces que me hacen una entrevista, pero hasta ahora, solamente una en TeleSanlúcar cuando trabajaba allí.
- También coincido en las frases que me irritan, en las palabras que no soporto. En fin, que he disfrutado un montón el post.
En segundo lugar, me parece perfecto que te alejes de Facebook. Yo también lo miro poco. Ahora mismo sé que tengo 73 notificaciones y he pasado del tema.
No tengo problema en comunicarme exclusivamente vía correo. Pero para eso hace falta que lo mires de vez en cuando, hombre. A veces te escribo y dos semanas después todavía tengo la duda de si has leído mi correo. Y claro, siempre que escribas en el blog te dejaré un comentario. Ad finem fidelis, Fiel hasta el fin, decía el lema de mi colegio.
No temas, que tampoco te voy agobiar con correos: uno en abril, por tu santo, otro en noviembre, por tu cumpleaños, y otro felicitándote el Año Nuevo. Soportable, ¿verdad? Pero siempre con besos
Pero... ¡qué encantadora eres, mi dulce Kotts!
A mí me hicieron una entrevista en "Torneo" un programa que había antes en TVE en el que televisaban deporte escolar, en el intermedio del partido en el que nos eliminaron. Y una vez en una radio incipiente por internet, cuando Las Peroratas estaban en su punto álgido: dije cantidad de tontadas.
Facebook me irrita casi tanto como las frases que se ponen de moda y tú nunca, repito, nunca me agobias con correos. Reconozco que no soy un maestro de eso que en aquellos años se llamaba "netiqueta" y que tardo muuucho en contestar a veces. Por ejemplo, esta vez, que me escribiste un cariñoso email en mi cumple y al que no he contestado y me duele el corazón por no haberlo hecho,pero... ya ves lo mucho que me cuesta escribir. Estoy hecho un idiota.
Muchos, muchísimos besos y gracias, siempre, mi dulce Kotts.
No sé si "la única" lo habrá llegado a leer. En cualquier caso, ya no es la única: yo lo hago, tarde, pero disfrutándolo muchísimo.
Que escribes bien ya te lo he dicho, ¿no?. Lo demás te lo digo en breves y en persona.
Muchos besos, jefe.
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