Desde el día 15 de junio estoy sin conexión a internet. Mi proveedor, Ya.com, demora desde el día 16 el envío de un router nuevo. Mi queridísima cuñada MariÁngel me deja su casa y su conexión para escribir esta nota de disculpa y para leer vuestros comentarios. Bendita sea, porque ella está ahora, además, hasta arriba de trabajo. Cuando se reestablezca mi conexión prometo contestar a todos.
GRACIAS POR VUESTRA PACIENCIA Y VUESTRAS VISITAS
Óptima Adorable, sentada en su mesa de trabajo, es un regalo para la vista. Óptima trabaja en la oficina del señor Valmayor, en la calle Mallorca, en Barcelona. Ramón Valmayor es un industrial catalán de esos que se dedica a “sus negocios”, sin que nadie, ni siquiera él, sepa muy bien cuáles son exactamente esos negocios. Que nadie piense nada raro, no se trata de nada turbio: es una figura extendida en el tejido industrial, cada vez más ralo, catalán.
Óptima se despierta temprano y despierta con besos de otro tiempo a su querida hija a quien le gustan más esos besos de lo que quiere reconocer. Desayunan las dos con frases inconexas, pero cariñosas, porque a las dos les cuesta despertarse. El papá de Óptima, que debería dormir algo más, se levanta con el aroma del café y trastea en la cocina, feliz de tener a su hija y a su nieta juntas en la misma habitación, y no se atreve a decir nada por no quebrar ese equilibrio extraño que se instala en la cocina cada mañana. Café y algo más, pero muy poco más, lleva en su cuerpo de muslos besuqueables, cuando sube a su pequeña scooter y atraviesa el ensanche hacia el norte, con el mar a la derecha, camino de la oficina. La brisa del mediterráneo se cuela por las rendijas abiertas del casco y Óptima repasa el desayuno y un par de lagrimitas se agolpan en sus ojos cuando recuerda las palabras breves, raras, de su hija y los silencios atolondrados de su padre. Óptima sabe que no podría quererlos más aunque quisiera. Se siente, repentinamente, tan triste como un caracol.
En el ascensor, coincide con Perales, un plasta que vive en el piso de arriba y aguanta con dignidad mientras Perales le mira el culo, apretadito dentro de unos vaqueros de cintura alta, bonito, sí, pero deseoso de aturdir a nalgazos a tan indecoroso mirador. Algunos hombres miran francamente mal los culos de las mujeres hermosas, sabéis a qué me refiero, ¿verdad? Pues Perales es de esos.
Óptima está sentada frente al ordenador, ya ha preparado el café y un rayo indecoroso se filtra por la ventana y se posa justo entre la espalda y la pared; es uno de esos rayos solares que no saben bien los refranes y los dicen mal y a la buena de dios. Por eso se pone ahí, donde he dicho. Si miras desde cierto ángulo, Óptima es una especie de estatua ardiente vista a contraluz.
Óptima está chateando.
Luna:
quieres que vaya a Madrid?
Cu-chulain:
claro, pero tenemos q planearlo bien…
Luna:
me muero por verte
Cu-chulain:
y yo carioñ
Cu-chulain:
cariño, coño
Luna:
ya te había entendido, tonto…
El señor Valmayor ha estado a punto de pillar a Óptima varias veces, pero es tan poco moderno… sabe tan pocas cosas de estas de tecnología, que le sorprendería el mismo concepto de chat. Se niega a comunicarse por e-mail, sigue fiel al fax, y el teléfono móvil sirve sólo para hablar.
Un día, Ramón Valmayor la llama por teléfono y le dice que mire un dato en su agenda, que está sobre su mesa. Óptima entra en su despacho y encuentra lo que parece un poema, malísimo, que asoma debajo de su agenda:
algodones sin alma
A los que da la luz
que entra por la ventana
Solo puede que tú
con tus dedos de fuego
Hagas las cadenas quemar
aunque ardamos enteros
Tú mientes crees que yo
no me voy a cansar
De tanto esperar
Un caracol tan triste no puede librar
a una esclava jamás
Adiós le dije y el también me dijo a mí
Quiero estar allí
Estábamos seguros nuestra libertad
jamás morirá
Llega Valmayor mientras ella, sentada en la mesa de su jefe, mira incrédula el poema y llora de manera desconsolada. El jefe, que es un poco lila, se hace cargo de la situación, o eso cree, y dice:
- Óptima, ¡qué sensible eres! – dice emocionado el industrial - Llevo mucho tiempo escribiendo, pero hasta hoy no me había animado a enseñarte el producto de mis desvelos… pero ni en mis mejores sueños imaginé este espectáculo: tú, mi diosa, mi referencia espacio-temporal, mi inversión a futuro más rentable, mi activo con mejores expectativas de cotización, mi proyección más optimista, llorando desconsoladamente, desbordada de sensibilidad y espíritu anhelante… ¡somos dos almas gemelas! Oh, mi tesoro, mi cartera de valores que sólo sube, mi beneficio antes de impuestos… - algo cambió en su expresión- ¿Es… posible, remotamente posible… que a pesar de lo que te estoy diciendo,,, te estés riendo?
Óptima levantó la vista. Era verdad, no había podido resistir y había roto a reír.
- Pero, cuando he llegado, te he visto llorar… ¿es que me vas a decir que no era cierto?
Óptima toma aire, porque tiene que decírselo: le obliga la lealtad profesional y personal.
- Lloraba de lo malo que era el poema, señor Valmayor. Hágame caso, don Ramón: siga con sus negocios…
Abre, ya en su mesa, el messenger,, y ve a su querido Cu. Abre su ventanita:
Luna:
Hola, ocupado?
Cu-chulain:
no, te estaba esperando…
Luna:
y eso?
Cu-chulain:
te escrito un poema…¿quieres leerlo?
(señor, no puede ser cierto...)
Luna:
Claro…
Cu-chulain:
Mis maletas son dos
algodones sin alma
A los que da la luz…
Luna:
No sigas, no puedo…
Cu-chulain:
Bueno, boba… escúchalo cantado, que peor no me pueden salir hoy las cosas...
Y esto es lo que óptima oyó:
Pobre RamónPowered by Castpost
Esta canción es de Los Navajos, un grupo del que sólo sé que tenía esta canción. Así que es más juicioso dejar que Yambra haga la exégesis, que lo hará con justicia, equidad y conocimiento de causa. Sé que esta canción me rondó la cabeza en su época, alrededor del año 90, que la escuché un par de veces en el coche y que se me quedó ahí metida. Hace un mes, más o menos, volví a recordarla y pensé, ¿por qué no buscarla y bajarla? Y lo hice. Se parecía bastante a la canción que yo recordaba, pero era un poco más suave. En fin, este es otro perfil mío como músico, más suavito. Unos llaman a esto pop elegante; otros, pop baboso. Yo le llamo una buena canción y esta es mi forma de interpretarla. En su versión original tiene mucha acústica y esta mía es más eléctrica, usando la guitarra distorsionada y muy reverberada a modo de acompañamiento de cuarteto de cuerda, que es un truqui muy mío para darle solidez a un tema. Bueno, a ver si te gusta esta versión más suave, elegante o babosa del Ciclón de Valdemorillo.