jueves, febrero 20, 2020

¿Qué te has creído?

(dale y escucha mientras lees, si te place, es un temazo)


Pasa una vez a la semana, a veces dos, bajo la gran ventana de la casa donde ella, ignorándolo todo, vive. Y vive su vida, con sus momentos buenos y malos, completamente ajena a la tormenta que su sola existencia desata en el corazón de Gap. Pasa todos los miércoles, justo antes de comprobar los boletos que, semanalmente, juega a los diversos sorteos de loterías, lotos y los ciegos; piensa que así tiene la ilusión de una baza más: la riqueza.

En realidad, en su yo más profundo -y me refiero al yo que piensa con la cabeza, y no con el nabo- sabe que su falta de dinero no tiene nada que ver con que Selena ni siquiera repare en su presencia, pero, caramba,  piensa, 17 millones, o 43, son una buena baza siempre, acaso porque es consciente de que a él le costaría rechazar a una mujer si se presentara con esa cantidad bajo el brazo y ofreciéndose como él se ofrecería a Selena: del todo, definitiva y absolutamente, incondicionalmente enamorado. Incluso si se le ofrecen sin amor, pero con unas piernas bonitas y una actitud abierta hacia el sexo casual, le valdría.

¿Cómo se imagina que sucederían las cosas si él se presentara, millonario y repugnante ante la mujer por la que vive? ¿Sería claro... o diplomático? Gordo y viejo, vale, y una erección que ya no es, ni de lejos, la de antes... bueno, quizá lo de la erección, siendo rico, podría solucionarlo antes... coño, y lo de la gordura, aunque eso retrasara unos meses el abordaje. No, definitivamente iría to'gordo a por ella, aunque tendría que arreglárselas para que se notara el dinero, que la pasta se le saliera, literalmente, por las orejas,  ya que el pobre infeliz se quiere tan poquito, que piensa que, de haber uno, ese sería su atractivo. Su único argumento de verdad. Un argumento ilusorio, además.

No sé si esto le pasa a todo el mundo, pero a Gap, desde luego, sí. Cuando piensa en ella piensa en su risa, en la curva de su cadera, en sus pechos llenos de promesas, en besos y en escenas de sexo imposibles en las que ella hace todo el curro y de bastante buen grado, además, agradeciéndole a Gap sus pequeños gestos (un mordisquito en el hombro, un pellizco en culo...) como si fueran El Gran Polvo Del Siglo... pero nunca piensa, ¿por qué iba a hacerlo?, en si por las mañanas le huele al aliento; en si, tal vez, cuando ella salga del baño, allí sea imposible la vida, porque no haya quien respire; no piensa en si ella tendrá manías como las suyas (orden histérico en el lavaplatos, el papel
higiénico siempre colgando por delante, respaldos de sillas convertidos en percheros, ver la tele siempre descalzo y con una mano en el paquete...) y en si estas manías suyas la irritarían.

No sería justo, en absoluto, que le criticase por cualquiera de sus manías, piensa, mientras sigue su camino al kiosco de la ONCE, ¿quién se habrá creído que es?, porque sus manías son lo único, piensa, que le distinguen de todos los idiotas viejos y gordos que en el mundo son. Camina Gap con su ya simpático y resuelto despiste, absorbiendo sin darse cuenta las imágenes que la vida le pone alrededor, como los viejecitos del parque que pasean antes de entregarse a los dos hobbies más populares de esta temporada: partida de petanca, o ponerse a mirar la interminable obra de la rotonda, o las madres que dejan en el cole a sus hijos que son de dos clases, con chandal, o con tacones y él prefiere el chándal, que marca mejor los traseros, que a su vez se dividen en dos categorías, las que lo usan por comodidad (culos grandes, flácidos, apetecibles) y las que hacen deporte de verdad (culos más contenidos pero menos apetecibles) que resultan flacuhas, en opinión de Gap; o ese negro reluciente (es tan negro que casi es azul) que parece la estatua de un dios africano, que levanta el cierre de la frutería grande y que prepara los pedidos de los clientes para el reparto en cajas azules de plástico en la calle, junto a los expositores de la fruta. Y esas imágenes que absorbe sin querer, se mezclan en su cabeza con sus ensoñaciones sobre Selena, y dan vueltas en su cabeza todas juntas, como en el depósito de una aspiradora, en un agitado, ruidoso e impredecible caos.

Sin saber cómo, ha pasado de largo el kiosco de la ONCE sin comprobar, una semana más, que no es rico y sin comprar esperanzas de riqueza para la semana siguiente, y está frente a la puerta de la casa de Selena. Casi sin pensarlo, casi sin consciencia, llama a la puerta y espera nervioso, pero Selena no abre la puerta. Gap inclina la cabeza y examina la cerradura, luego mira alrededor y comprueba si alguien está mirando. Nadie. Saca una tarjeta bancaria y, no me preguntes cómo, abre la puerta, entra con discreción y cierra sin hacer ruido, desde dentro.

-.-

Selena se ha levantado temprano por pura costumbre, porque está de baja (una baja que se prolonga ya varios meses) por una operación de espalda no demasiado complicada, pero de lenta curación, y no tiene nada que le apremie a esas horas de la mañana. En sus 54 años, Selena se siente cansada, pero no físicamente, que está en buena forma, está cansada de pensar, de darle vueltas a las cosas, de tomarse la vida demasiado en serio. 

Pone la radio, pone el café y pone dos o tres cosas en su sitio mientras la cafetera (de tipo Melitta, no ha sucumbido a la moda del café de cápsulas) cumple con su magia y filtrando el agua por el café molido, y con ese pot-poteo tan característico, convierte la cocina en un lugar agradable, cálido y aromático. A su gato, Yonki, que murió hace tres años ya, le encantaba el olor del café.

Anoche tuvo otra desastrosa primera cita con un hombre que conoció a través de meetic y mientras hace acopio de la voluntad y los aperos necesarios para hacer sus ejercicios de rehabilitación (una cinta elástica, el palo de una escoba, una colchoneta...) se conjura para cerrar de una vez su cuenta de meetic y parar en su empeño de buscar pareja. No es que se cierre en banda a tener pareja, pero le agota el pensar en todo el proceso que ese empeño significa, y sobre todo, le agota buscar pareja de forma activa. Y le disgusta profundamente.

Hace sus ejercicios en el cuarto de baño, con más resignación que convencimiento y, con la parte baja de la espalda ligeramente dolorida, entra en la ducha después de poner en el móvil a Rocío Jurado, a todo lo que da el altavoz bluetooth, mientras espera a que se caliente el agua de la ducha que, ahora en invierno, y con la espalda mandácomponé como la tiene, es -con mucho- el rato más agradable del día. Se entrega, pues, con pasión a la placentera desidia de quedarse quieta bajo el ardiente chorro (que casi duele) de la ducha y bajo la tormenta de epítetos que es Rocío Jurado cuando se pone estupenda.

Sale del baño con una toalla liada en la cabeza y antes de llegar a su dormitorio, coño, juraría que lo que está oyendo es el sonido de un tío roncando. Se detiene en el armario del pasillo donde guarda el uniforme (es poli municipal) y coge su arma reglamentaria, una semiautomática de 9mm, ligera, pero contundente, sobre todo cuando está cargada, que no es el caso, aunque eso no tiene porqué saberlo el tipo que ronca en su dormitorio.

Se pone en plan FBI, las típicas posturitas aprendidas de la tele, y entra a su dormitorio encañonando con su arma descargada al roncante intruso.

- ¡¡Pero... qué coño haces tú en mi cama?? - grita Selena de manera bastante convincente, despertando al tipo que dormía boca abajo y que, con el susto que le ha dado el grito de Selena, se da la vuelta asustado y se cae de culo junto a la cama
- Coñostiajoder... -acierta a decir Gap- ha sido sin querer, no te enfades...

Pero su argumento no resulta demasiado convincente: al darse la vuelta Selena ve que tiene la cola fuera, ya fofa, y que una de sus bragas, unas color carne bastante poco sexys, están hechas un burruño y con señales de haber servido para que Gap se masturbara con ellas. Como ya tiene una edad, en fin, se quedó dormido casi en el acto (de correrse).

- ¿Sin querer...? - dice Selena - ¿Y las bragas las cogiste para limpiar el polvo...? - pero la ironía es un estadio mental demasiado alejado para el bueno de Gap, que ante el enfado de su amada, y esa pistola apuntándole, se derrumba fácil
- No, Selena, eran para hacerme una paja - dice Gap procurando parecer sincero
- Vaya eso me tranquiliza...
- Gracias...

Entonces Selena se da cuenta. Es Gap, ese pobre idiota que los miércoles se pasa la mañana rondando por el parque y mirando melancólicamente hacia su ventana. Y es tonto.

- ¿Sabes...? Debería meterte un tiro, debería reventarte esa polla arrugada por cerdo...
- Oh, perdona... - dice Gap cayendo en la cuenta de que no se había guardado el cipotillo y guardándoselo de un soprendentemente ágil movimiento - no lo hagas, por favor...
- Que no haga... ¿qué?
- Lo de reventarme la polla... si fallas igual me rompes la cadera o algo así
- (ay, madre, pero ¿este tío es así de imbécil...?) Eso no sería un fallo, puede que no fuera un acierto, pero un balazo en la cadera de un cerdo como tú no sería un fallo - y mientras esto decía encañonó de nuevo y le apuntó a la zona genital
- ¡No... No... oh, vaya mierda, lo siento...!
- ¿Qué es lo que sientes?
- Que me he cagado, me acabo de cagar encima, ¿puedo usar tu baño?

Y Gap, ante el asombro de Selena, que le dejó usar su baño,  y lo dejó todo hecho una mierda y oliendo a pocilga; Gap, que dejó la colcha de la cama de Selena, y sus bragas, pringadas de semen; el mismo Gap dejó la impresión de ser el tío más desastroso y miserable del mundo y que, no lo olvidemos, entró de forma ilegal en casa de un agente de la ley... ese mismo Gap salió del baño y le dijo, en su tono más sincero, a su amada:

- A ver si aprendemos a poner bien el papel higiénico, bonita...

Entonces, Selena lo supo. Cargó su arma, apuntó entre los ojos y disparó. Gap no murió en el acto, pero casi. Aun así, le dio tiempo a escuchar las palabras de Selena:

- Vas a decirle a una poli que ha tenido gato, cómo se coloca el papel higiénico... pero tú, ¿qué te has creído...?





2 comentarios:

Carmina dijo...

Ja, JA, ja, JAAAAA, ja, ja, jjaaaa, No soy Selena, pero tampoco he sucumbido a las cápsulas de café, y también me ducho con el agua casi hirviendo. No tengo pistola, pero si te pone la violencia te puedo dar dos guantazos, derecho y revés. Ya sabes donde localizarme, hermoso.

Wolffo dijo...

No, no, no, señora... Me dice Gap (que en realidad no se ha muerto, es como los actores), que no sabía que Selena fuera poli, ni que tuviera pipa, ni mucho menos le pone la violencia, la cosa fue precipitándose sobre la marcha. I love this game.