martes, diciembre 03, 2019

Entonces... ¡salvaré el planeta!

Era un niño díscolo, con dos penes y un único testículo (central y distribuidor, como Xavi) con piernas arqueadas, andares zambos, ojos situados a ambos lados de la nariz (enorme, aguileña, falconesca) y un notable apetito para los dulces.
En clase era un poco ni fu ni fa, pero una vez, para fastidiar a Lorenzo el campanillas, que era un coñazo de crío, sus compañeros le votaron masivamente y fue elegido delegado de clase. Su mandato duró poco (2 días) y su pronta destitución, a todas luces, antidemocrática, despertó su conciencia.
La historia es que al chaval, nuestro pequeño héroe, que se llamaba Landelino, le importaba más o menos un carajo todo lo que no fuera su bocadillo del recreo de por la mañana. Esto era justo el año antes de que en su colegio admitieran niñas, porque entonces, además del bocadillo, empezaron a importarle las pantorrillas de las niñas y sus descarados pechos incipientes. Bien, antes de eso, decía, a Landelino se la traía floja un poco todo y sus compañeros, que querían librarse de Lorenzo el Campanillas que era muy pesado y rígido con las normas, votaron a Landelino como delegado de clase y éste, con su desgana habitual dijo: vale.
El delegado tenía ciertas obligaciones de orden administrativo-burocrático en las que Lorenzo se empeñaba con entusiasmo y entrega dignos de mejor causa y que Landelino incumplió desde el minuto 1 con la elegante desidia del perrito de las praderas. Sí, bueno, déjelo ahí y ahora lo veo, solía decir a los profesores cuando le reclamaban el parte de asistencia relleno y firmado, por ejemplo, y por supuesto, no llegó a firmar documento alguno en su breve pero, reconozcámoslo, emocionante mandato. Su desinterés era tal que al tercer día, el claustro de profesores decidió destituirle, por su penoso papel al frente de la delegación, su absoluta falta de compromiso y su evidente pasotismo que, ni siquiera, tenía un componente rebelde, era pura vaguería, un jovencito dominado por la pereza, cualidades estas que no suelen gustar a los profesores.
A Landelino, seamos justos, le fastidió que le destituyeran. Así que se hizo de izquierdas, comprometido, activista.
Se hizo guay.
Se revolvió contra lo establecido y cambió su bocadillo de chorizo del recreo por zanahorias y cócteles de lechuga y zumo de tomate y hostias en vinagre y empezó una vida de lucha por sus derechos y también por sus izquierdos e inauguró esa bonita etapa de su vida con una pintada reivindicativa que marcó su futuro.
Pronto se arrepintió de tan nefaso testimonio de su nueva personalidad, porque el texto "Porfesore jilypoya ?" firmado por un nada enrollado "elsorro" ni le satisfacía ni le representaba, como solía decir entonces, además de que fue objeto de befa y mofa por buena parte de sus compañeros que dedujeron, con más facilidad de la que él esperaba que "elsorro" era Landelino. Al preguntar a algunos de ellos, los pocos  a los que se atrevía a dirigir la palabra, le confirmaron la terrible verdad: nadie en todo el colegio era tan zoquete como él.
La autoría de la pintada era tan evidente, también para el profesorado y la dirección del centro, así como la inepta jefatura de estudios, que fue expulsado una semana del colegio y aprovechó el tiempo lo mejor que supo: se mataba a pajas viendo Dallas en la televisión matinal y descubrió que las zanahorias estaban más ricas mojadas en alioli y con algo de proteína.
Al volver al cole tuvo una reunión reveladora con su tutora, una profesora fea y sincera llamada Petra Buquillo, a la que decidió confesarse:
- Petra, perdone, es que yo soy diferente
Petra estaba aburrida de adolescentes memos y solo le dijo "¿ah, sí...?" mientras hojeaba el Burda porque tenía que hacerse un vestido de boda (era apañá, además de fea y sincera),  y se preguntaba si ese palabra de honor que estaba viendo se sujetaría en sus pechos, de buen tamaño, pero un poco estrábicos, o de querencia separatista como si quisieran meterse bajo sus sobacos.
- Pues sí -prosiguió Landelino- completamente diferente, estoy dotado con atributos completamente distintos a los de los demás
- ¿Te refieres a lo borrico que eres...? - preguntó Petra, completamente ausente, y arrepintiéndose casi de inmediato de su franqueza brutal
- Me refiero a esto... - dijo Landy, bajándose los pantalones y mostrando su pene doble y su solitario huevo, que desde su soledad en el estrecho escroto, daba un servicio, sin embargo, eficaz, a los dos cipotillos que le colgaban a Landelino con inmisericorde flacidez.
No corrían estos tiempos necios, ni Petra era una mujer de hoy, así que todo lo que provocó en ella la visión de esa doble espadilla del amor (más punzones que espadas, en realidad) fue una conmiserada sonrisa y un consejo sincero:
- Mira Landelino, ni siquiera así, con esa doble condenilla que te cuelga, y ese solitario cojoncillo, creo que vayas a ser capaz de salvar el curso
- ¿Que no salvaré el curso...? dijo Landy entre swollozos
- Ni de coña...
Entonces, tal vez alimentado su espíritu por la emoción del momento, tal vez porque le salió así, dijo Landelino
- Entonces... ¡salvaré el planeta!

Y procedió.






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