lunes, abril 22, 2019

Todo está al revés (El Argonauta)



¡Sorpresa!


Al despertarse, el Argonauta estaba soñando con ella. Había soñado con ella, estando despierto millones de veces, pero no recordaba haber soñado con ella de ese modo: un sueño verdadero, mientras dormía a pierna suelta, un sueño muy explícito, muy vívido.
En el sueño, estaba en su casa, pero no su casa "de verdad", que conocía bien, sino una casa que, en el contexto de ese sueño, era la casa de Lorna Cor, luminosa, amplia, con poca densidad de muebles, muchos cuadros, suelos ajedrezados con baldosas de colores vivos sueltas aquí y acullá.

No para de hablar, el Argonauta, y nadie le escucha, pero él continúa con su cháchara, desembuchando ideas y ocurrencias según ella iba y venía, sirviendo un café, descalzándose, como quien llega de trabajar y acostumbra a caminar con los pies desnudos por el suelo-tablero de su casa. El Argonauta se sientes lejano, pequeño, inservible; insignificante, casi invisible. Pero no se rinde y está dispuesto a lo que sea, si ella se lo pide.

Imagina que ella le mira y le dice adelante, prende fuego al mundo y que no se apague tu brasa vital; no te pares, ni alteres tu rumbo, Argus (ella le llama así) porque ni puedes, ni debes cambiar.

Está preciosa. Se ha cortado el pelo. Su mítica melena es ahora un peinado casi a lo garçon, pero rubio oscuro, y lleva una ligera y vaporosa -muy grande- camisa como hawaiana; se nota a la legua que es una prenda que usa para andar por casa, y que no se la pondría jamás, puro demodé, para salir a la calle.

El Argonauta se cuadra ante su reflejo en el gran ventanal y que salga el sol por donde yo diga: si puedo imaginarlo, nadie va a impedirlo. Todos llevan siglos despreciándome, ahora tendrán que callar. Todas las cigarras, todas las hormigas, toda la gran turba está ahora callada.

Es un mirlo que siempre se ha sabido ignorado, abandonado como una pelota pinchada en un solar ¿qué le vas a contar?

Ella le está contando cómo le ha ido, con una cerveza de Mercadona en la mano pero, al pasar por su lado, él la coge por la cintura, como si estuvieran bailando y se embarca: acerca sus labios a su cuello y aspira su aroma con un ansia y una seguridad desconocidas. Ella le corresponde y se pega absolutamente a él. Con la cercanía, advierte que ella no lleva nada
ropa debajo del blusón hawaiano y explora con su mano la espalda bajo la blusa. No hay nadie y la besa, con mucho miedo. Miedo al rechazo, A no estar a la altura, a un desempeño mediocre, a que le huela el aliento, a lo que sea…
Pero no ocurre nada. Ocurre todo, en realidad. Se besan con enorme dulzura, con firmeza y ansia y luego… lo demás. ¡Ella se ha depilado! Este detalle le alegra, hemos de significar.

Cuando está buceando entre sus piernas, zas, despierta. Tarda en ubicarse, pero la familiar oscuridad de su habitación, le ayuda  a poner los pies en el suelo y a tomar conciencia de su alma inmortal.  Según su experiencia, todos mienten, todos quieren su pizca de sal, así que disimula porque sabe que aunque nadie esté, oficialmente, mirando, todos le ven. Todo está  al revés

Tal vez algún día, nuestro insensato argonauta obtenga un poco de atención verdadera y cobre así sentido su atroz singladura. Le llueven las canciones, pero se va a quedar calvo  si espera a que suene la flauta y le cuesta mucho, muchísimo despertar; no quiere hacerlo, porque sabe que en la vida real, jamás podrá besar y hacer el amor con ella como ha sucedido en el sueño, en su vida inconsciente y abandonada entre vigilias penosas.

Qué poca vergüenza, qué cara más dura, ¿y si nunca vuelve a aparecer? Así que sigue andando, de esa forma lenta en que sólo él anda, dejando atrás todo lo que ve. El sueño ha terminado y el Argonauta no sale de su ensoñación; sigue oliendo el sexo de Lorna y sientiendo su calor en las caderas. De repente, al final de su sueño, ahí estaba ella, sorprendente, rendida en sus brazos, real como un pensamiento imaginado.

No despiertes, no dejes de ser, de soñar y de viajar, acaso sólo en sueños, ángel de bien, alma discreta y viva, pez espalda, delfín principiante. Si prisa, sin pauta, haz las maletas. Piensa, imagina que hoy empieza tu viaje.
Siempre, todo, todo… está al revés





(Líricas)
No paras de hablar, y nadie te escucha
Que siga tu cháchara, desembucha
te sientes lejano, pequeño, inservible
insignificante, casi invisible
no te rindas, prende fuego al mundo
no apagues tu brasa vital
no te pares, no alteres tu rumbo
ni puedes, ni debes cambiar

que salga el sol por donde tú digas
si puedes pensarlo, nadie va a impedirlo
todas las cigarras, todas las hormigas
siempre despreciaban el canto del mirlo
es duro saberse ignorado,
¿qué me vas a contar?
No hay gente jugando a tu lado
No hay nadie, eres un solar

Desde siempre, nada muere en tu alma inmortal
Todos mienten, todos quieren su pizca de sal
Disimula, nadie mira, todos te ven
Pura gula, nadie te quiere, todo está al revés

Tal vez algún día, insensato argonauta
cobre sentido tu atroz singladura
que lluevan canciones, que suene la flauta
qué poca vergüenza, qué cara más dura
despierta, aunque sueñes con ella
y si nunca vuelve a aparecer,
Sigue andando, de esa forma lenta
Deja atrás todo lo que ves

De repente, al final de tu sueño, ahí está,
Sorprendente, en tus brazos, nada más real
Disimula, no despiertes, no dejes de ser
Al fin, tuya, y si despiertas, todo irá al revés
Todo está al revés

Sin prisa, sin pauta, haz tu equipaje
pequeño argonauta hoy empieza tu viaje

martes, abril 02, 2019

Tú y yo


Mi amor es como el árbol del que cuelgan las más extrañas frutas, ese arbolito que no sabes porqué, pero que siempre te olvidas de recolectar. Entonces, mis besos, mis caricias y mis atenciones, frutos de ese árbol desatendido, caen al suelo, y ya maduros, se malogran y echan a perder sin que nadie siquiera repare en ellas.

Así, eso, son mis canciones. Fruto de mi amor, sin destino ni suerte, sin brillo ni audiencia, sin nada que le importe a nadie.
De todos modos, un extraño impulso interior, una fuerza de origen ignoto, un momentum que es como la lava a punto de rebasar el cráter, me lleva a no poder parar de escribirlas, ni de cantarlas, ni siquiera de exponerlas al escurtinio público para que, una y otra vez, sean cruelmente ignoradas -cuando no machacadas- y así mi corazón empieza a parecerse a una ciruela pocha a punto de ser pisada por un jabalí petulante y guasón.
Soy un desastre, sí, pero aunque mi voluntad y mi empuje se quiebran al primer guantazo, algo, que supongo que es el amor (por la música, por la vida, por ti), me lleva a seguir haciendo el ridículo y disfrutando con ello como solo los genuinos caballeros sabemos hacerlo: en pijama. Y no me preguntes que por qué lo he hecho, porque no tengo la menor idea.







Baila, si te place, y di lo primero que se te venga a la cabeza. Te estaré escuchando.