domingo, diciembre 29, 2019

Ahora vas y lo comes (tiempos difíciles sin sardinas y boquerones)

Vino Scarlett Johanson a mi casa. Necesitaba consejo acerca de cómo manejar cierta situación comprometida en la que jugaban, a partes iguales, la estupidez de Hollywood y la sensual gracia con la que cruzan los pies, mientras leen en el sofá, las mujeres mayores de 50 años. 
Iban a comer en su casa, con motivo de su cumpleaños, Gilbert O'Sullivan, Torrebruno, Barack Obama, Cristina Almeida, Lorna Cor y ella misma y acababa de despedir a su cocinero, un tal Ferrán Adriá, por su excesiva flatulencia y su tendencia a destrozar las viandas porque, admitámoslo, hablaba demasiado rápido. Su abuela materna, me refiero a la abuela ma'Patty de Scarlett, una señora muy pesada y con una injustificada fama de sabia, le dijo una vez que no se fiara nunca de la gente que habla demasiado rápido; sus palabras textuales fueron "no te fíes nunca de la gente que habla demasiado rápido", y después de este mar de nadería, falleció de un ataque de pis. 
La situación, entonces era esa: el tal Adriá despedido y los invitados de Scarlett esperando ser agasajados y Scarlett que no sabe ni hacer una tostada... y yo, libre como un taxi (como uno que está libre), le digo, tranqui, Scarlett, solo te costará una mamada jaja es una broma, que yo voy y te cocino, pero esperando que ella haya tomado nota mentalmente de la broma y se plantee pagarme de esa dulce manera que, como broma, es una mierda, pero como sueño.es dulce y satisfactorio.
Voy a la casa que Scarlett posee en la Guayana Logroñesa, un palacete solariego que olía un poco a pies, pero nadie se atrevía a decírselo, porque, bueno, por eso y por lo otro y lo de más allá.
Toal que llego y avanzo por el pasillo y le digo, abre un poco, Scarlett, colega, que apesta a pinreles y ella me dice que ella también lo ha notado pero que no se lo explica y entonces lo veo: en el salón, en calzoncillos, están Joaquín Sabina y Al Pacino, dos personas que las miras a la cara y ya huelen a pies y le digo a la Johanson, el hedor son ellos, que es una frase que, a poco que lo pienses, mola: Johanson, el hedor son ellos.
Me pongo a mirar qué tenemos por allí. Repollo, sardinas grandes, boquerones medianillos, tocino de jamón, pimientos rojos... organizo la cosa rápidamente.
Mira, Scarlett, corta en juliana muy finita el repollo, lo lavas bien y lo dejas en esa fuente, que ahora lo aliño con un majado de ajo, aceite y limón y le ponemos encima los boquerones fritos.
Por otro lado...
- ¿Qué es "en juliana"? - me interrumpe Scarlett, que está buena, pero no es muy buena en la cocina.
- Juliana es cuando cortas la col o repollo en bragas y camiseta mojada, pero sin sujetador, correteando a mi alrededor y frotándote conmigo mientras cortas a lo largo y en tiras muy finitas y vas diciendo "uuuhhh" y das saltitos.
Como dato interesante para los biógrafos de la señora Johanson, debo decir que es menos tonta de lo que cabría pensar por algunos de los papeles que interpreta, y no coló mi explicación de juliana y no pude comprobar si la tersura de sus pechos era tan satisfactoria como prometía su flanígera inquietud. Asimismo, se mostró muy diligente cortando en juliana la col. Le dije que en los usos españoles estaba el darle un mordisco en el muslo a los aprendices competentes, como ella estaba demostrando ser, pero tampoco coló. Dejamos la col sumergida en agua hasta justo antes de servirla.
Yo preparé un aliño sencillo para las sardinas, que limpié quitando la espina, tripas, escamas y cabeza y cortando los lomos resultantes en dos trozos cada uno. El aliño era un chorrito de aceite, mostaza, limón, pimentón y sal. Y allí sumergidas estuvieron los lomos de sardinas durante una hora. 
Traté. después de limpiar y descabezar los boquerones, que Scarlett los enharinara entre sus pechos a su vez enharinados, pero esta Johanson no se aviene a razones y pasó los boquerones por harina al modo tradicional y los dejamos reposar media horita después de hacerlo, al objeto de que luego, al freírlos, quede una capita fina crujiente.
Las cabezas de los boquerones y las de las sardinas,así como sus espinas, me sirven para hacer un fumé de esos que hacen que se te caigan las bragas, ahí a fuego suave, mientras preparo el resto de cosas.
Vamos con el arroz, Scarlett, le dije, pero ella estaba pedo y se quedó dormida.
Paella al fuego muy vivo, con su chorretón de aceite del Roger, un amigo de Granada, y allí voy friendo, solo por el lado de la pielecilla, los lomitos de sardina, que saco y reservo. En ese aceite hiperflavorizado con los aromas de la sardina aliñada, echo,cortado en daditos minúsculos, el tocinillo del jamón, y me marco un sofrito con ajo, puerros y pimiento rojo; esto ya huele que huele que alimenta, así que tacita de arroz, rehogo como si fuera el último arroz sobre la tierra y... el fumé y a correr.
Mientras el arroz se hace sin apenas supervisión (es un arroz bastante responsable y se puede confiar en que, habiendo echado la cantidad de agua correcta, el arroz no se pasará), preparo una satén con más aceite del Roger para freir los boqueronces que Scarlett, desgraciadamente, rebozó sin el concurso de sus divinos pechos.
Tenemos el arroz chupando el fumé, el aceite calentándose así que parece un buen momento para escurrir el repollo y servirlo en una fuente sobre la que decantamos, con gracia mediterránea, aquel majado de limón aceite del bueno y ajo que mencioné como de pasada y que, como los buenos guionistas, dejé en el aire como quien no quiere la cosa.
Apago el arroz y lo dejo reposar, tapado con un paño mientras voy sacando los boquerones, una vez fritos y dejándolos bien ordenaditos sobre la col, para que dejen caer las gotitas de aceite caliente sobre ésta, templándola y dándole un toque fabuloso. 
La comida está lista, huele que te cagas, pero coño, voy a hacer un alioli que le va a ir de luxury al arroz.


Llegan los invitados y al verlos todos juntos, y exceptuando a Lorna Cor, que es el amor de mi vida, no puedo evitar la sensación de que me parezcan una falange de imbéciles imbuidos de un lastimoso halo de arrogancia. 
Obama come como un pajarito.... o quizá como un cerdo: agachando la cabeza y picoteando del plato, en vez de usar el tenedor.
Torrebruno pide palillos chinos. Le disparo entre las cejas. Fallo, mierda...
Gilbert O'Sullivan pregunta si el arroz es ecológico, le digo que no, que es nuclear y que ojalá le atasque las tripas y no cague hasta 2025.
Cristina Almeida pregunta si se han comprado los ingredientes en comercio justo y le decimos que sí, que justo en el comercio que hay al lado, que es una multinacional super injusta, que no sea gilipollas y que no pregunte sandeces.
Lorna Cor me enseña las tetas. Bravo.
Todos se lo comen todo. Obama me dice que, como hombre negro, puede decirme que... le interrumpo y le digo que a mí no me engaña, que no es negro, que es solo café con leche... nescafé con leche, incluso, y le doy una toba en la nariz, jajaja, digo yo, con esa narizota de negro es fácil acertar, hahaha dice él, los negros tenemos sentido del humor y queda fatal, porque todos pueden ver que no es ni medio negro en realidad. Gilbert o'Sullivan se hace caca y hace mutis por el foro, mientras Cristina Almeida,que se ha puesto hasta las ingles de col, se tira unos pedos tremendos y Lorna Cor me deja besarla. Scarlett Johanson no, pero teniendo a Lorna Cor, amigo... ¿quién quiere a Scarlet Johanson?

Version guitarrera:








martes, diciembre 24, 2019

(Cuento de Navidad) antes de que todo acabe



Yo era el minuto antes de fin de año. Cuando nadie escucha nadie y todos están nerviosos y sencillamente esperan a que pase el tiempo y que lleguen las 12 campanadas, la cuenta atrás, las uvas, el beso bajo el muérdago, el champán.

Me gustaba ser ese minuto, especialmente, aunque no te lo creas, los segundos anteriores a la locura general, esos instantes de excitación y esperanza, de expectativa y calentamiento de glándulas competitivas, ¿seré capaz de comerme las doce? ¿reunirá el valor de besarme cuando llegue el momento? Me gustaba ser ese minuto, repito, y transportar millones de wasaps, contener miles de besos, ser portador de promesas y propósitos, ser segundos estirados, alargada algarada, un poco de respiración contenida, mano en los huevos, lengua en sus labios, este año adelgazo, dejo de fumar, me divorcio, dejo la cerveza, seré buena persona. Seré otro, serás otra.

Pero el hombre que repartía los minutos fue despedido. En virtud de la paridad fue nombrada repartidora de minutos una mujer que, a su vez, adjudicó ese minuto tremendo a otra mujer, ojo, mucho mejor que yo en todo, pero pasé de ser ese minuto, con todo lo suyo, a ser ese ratito en el ascensor cuando vuelves a casa.

Me dijeron que era un ascenso, para no deprimirme, pero yo recordaba ese ratito de pequeño. Vivía en un segundo piso, no es una gran altura, pero recuerdo esos segundos de ascensor, especialmente cuando volvía del colegio, como unos segundos de angustia por las ganas de hacer pis, dando saltitos, apretando las piernas, agarrándome con la mano y estrujándome el rabo porque me meo, de verdad te digo que me meo. De minuto de oro a minuto de pis. Puedes ser todo lo psicóloga que quieras, abrazar el pensamiento mágico con mil brazos mórbidos y besuqueables, pero lo mires como lo mires, eso no es un ascenso.

Era una mierda ser ese minuto hasta que te mudaste a la ciudad. La ciudad enorme y eterna en la que, si lo piensas, sólo estamos tú y yo. Hasta el día en que, por primera vez volviste a casa y yo estaba que me resbalaba de aburrimiento por el espejo del ascensor. Y entraste. Alguien te mandó un mensaje con una foto tuya, de hace unos años, en la que estabas con tu sobrina; sonreías sin exagerar con una camiseta gris, el pelo recogido y una belleza serena y divertida. Desde entonces habías ganado unos kilos, puede que sí, y entre la pérdida de agudeza visual y el triunfo de las gafas como complemento de moda, había menos cara tuya a la vista. Las gafas tapaban una buena porción de ti y, especialmente, tu absolutamente arrebatadora y cálida mirada. Pero estabas ahí, frente a mí, frente a ti misma, frente a tu yo del espejo, frente a mi yo enamorado.
Tu olor. Esos segundos de respirar bien dentro tu olor, de ver, sin que lo sepas, esa lágrima que resbala por tu mejilla, fría y destemplada de Navidad. Estiro un dedo de instantes y recojo esa lagrimita y me llevo ese instante a la boca, y pruebo tu llanto un poco salado. Es como besar tus penas, tratando de endulzarte por dentro. Soy solo tiempo, pero te abrazo y no lo notas, o puede que sí; estrecho entre mis segundos el cielo de tus sonrisas, que viajan atrás mirando en mis momentos esos años pasados capturados ahora mismo en un mensaje. No estoy bien, escribes en tu móvil, y necesito tiempo, por favor no me mandes mensajes, y se me rompe el continuo espacio tiempo, que es como si dijéramos, mi corazón.

Llegará en breve el ascensor a tu piso y sacas un lápiz de labios de tu bolso y te perfilas la sonrisa, tan esquiva últimamente, y dejas un beso en el espejo. Y, sin separar apenas los labios del espejo felicitas la Navidad –vahos y ese olor amargo y dulzón de la cerveza entre tú y tu reflejo- a nadie en general, a todos en particular; pero, sin que tú lo sepas, o puede que sí, yo me quedo sólo para mí tu beso, tus vahos, tu ligera decepción, tu inmensa e inmortal belleza y el reflejo de tu persona al salir del ascensor, de espaldas a mí, dejándome atrás porque los que somos tiempo, mi pequeño pececillo, nunca ocupamos vuestro pensamiento salvo cuando ya nos habéis dejado atrás.
Yo era el minuto justo antes de medianoche en fin de año. Ahora soy alguien a quien solo reconoces y recuerdas cuando ya me has dejado atrás, cuando soy historia, cuando soy ese tiempo que jamás ha de volver.

Feliz Navidad, un poco, sólo un poco antes de Navidad, aunque quizá sólo seas consciente cuando el momento haya pasado.

Seguiré soñando que un día serás mía. Y tú pensando que un día, casi, lo fuiste. Ojalá, pienso yo. Menos mal, dices tú, dejando un beso y vaho en el espejo mientras te das la vuelta y te vas, para volver. Para siempre volver.

Feliz Navidad.


La balada del hombre de viento (dentro de ti)
Me falta un elemento para completar
la fórmula del viento que sopla detrás
siento que su aliento ya me empujará
descubro el yacimiento del que surge el mar
de tu risa,
me quiero ahogar
entre carcajadas
imprevistas, nado al compás
de tu vaivén y tus caricias

... y luego cuando todo parece acabar
surge la sorpresa que alarga el final
ahora soy yo la presa que quieres cobrar
me escurro entre tus dedos y ese instante
no acabará
quiero escapar
-eterno el tiempo detenido en tu mirar-
no dejarás
Que estemos juntos solos
Ni una vez más

Salto, y tú no estás,
Duermo y me velarás
Canto, y tú me oirás
Callo, y el silencio me viene
Detrás
Quieres dormir
Y el eco de mi voz te despierta
Y quieres huir
¿adónde irás?
Si yo no te persigo...
Vivo dentro de ti



martes, diciembre 03, 2019

Entonces... ¡salvaré el planeta!

Era un niño díscolo, con dos penes y un único testículo (central y distribuidor, como Xavi) con piernas arqueadas, andares zambos, ojos situados a ambos lados de la nariz (enorme, aguileña, falconesca) y un notable apetito para los dulces.
En clase era un poco ni fu ni fa, pero una vez, para fastidiar a Lorenzo el campanillas, que era un coñazo de crío, sus compañeros le votaron masivamente y fue elegido delegado de clase. Su mandato duró poco (2 días) y su pronta destitución, a todas luces, antidemocrática, despertó su conciencia.
La historia es que al chaval, nuestro pequeño héroe, que se llamaba Landelino, le importaba más o menos un carajo todo lo que no fuera su bocadillo del recreo de por la mañana. Esto era justo el año antes de que en su colegio admitieran niñas, porque entonces, además del bocadillo, empezaron a importarle las pantorrillas de las niñas y sus descarados pechos incipientes. Bien, antes de eso, decía, a Landelino se la traía floja un poco todo y sus compañeros, que querían librarse de Lorenzo el Campanillas que era muy pesado y rígido con las normas, votaron a Landelino como delegado de clase y éste, con su desgana habitual dijo: vale.
El delegado tenía ciertas obligaciones de orden administrativo-burocrático en las que Lorenzo se empeñaba con entusiasmo y entrega dignos de mejor causa y que Landelino incumplió desde el minuto 1 con la elegante desidia del perrito de las praderas. Sí, bueno, déjelo ahí y ahora lo veo, solía decir a los profesores cuando le reclamaban el parte de asistencia relleno y firmado, por ejemplo, y por supuesto, no llegó a firmar documento alguno en su breve pero, reconozcámoslo, emocionante mandato. Su desinterés era tal que al tercer día, el claustro de profesores decidió destituirle, por su penoso papel al frente de la delegación, su absoluta falta de compromiso y su evidente pasotismo que, ni siquiera, tenía un componente rebelde, era pura vaguería, un jovencito dominado por la pereza, cualidades estas que no suelen gustar a los profesores.
A Landelino, seamos justos, le fastidió que le destituyeran. Así que se hizo de izquierdas, comprometido, activista.
Se hizo guay.
Se revolvió contra lo establecido y cambió su bocadillo de chorizo del recreo por zanahorias y cócteles de lechuga y zumo de tomate y hostias en vinagre y empezó una vida de lucha por sus derechos y también por sus izquierdos e inauguró esa bonita etapa de su vida con una pintada reivindicativa que marcó su futuro.
Pronto se arrepintió de tan nefaso testimonio de su nueva personalidad, porque el texto "Porfesore jilypoya ?" firmado por un nada enrollado "elsorro" ni le satisfacía ni le representaba, como solía decir entonces, además de que fue objeto de befa y mofa por buena parte de sus compañeros que dedujeron, con más facilidad de la que él esperaba que "elsorro" era Landelino. Al preguntar a algunos de ellos, los pocos  a los que se atrevía a dirigir la palabra, le confirmaron la terrible verdad: nadie en todo el colegio era tan zoquete como él.
La autoría de la pintada era tan evidente, también para el profesorado y la dirección del centro, así como la inepta jefatura de estudios, que fue expulsado una semana del colegio y aprovechó el tiempo lo mejor que supo: se mataba a pajas viendo Dallas en la televisión matinal y descubrió que las zanahorias estaban más ricas mojadas en alioli y con algo de proteína.
Al volver al cole tuvo una reunión reveladora con su tutora, una profesora fea y sincera llamada Petra Buquillo, a la que decidió confesarse:
- Petra, perdone, es que yo soy diferente
Petra estaba aburrida de adolescentes memos y solo le dijo "¿ah, sí...?" mientras hojeaba el Burda porque tenía que hacerse un vestido de boda (era apañá, además de fea y sincera),  y se preguntaba si ese palabra de honor que estaba viendo se sujetaría en sus pechos, de buen tamaño, pero un poco estrábicos, o de querencia separatista como si quisieran meterse bajo sus sobacos.
- Pues sí -prosiguió Landelino- completamente diferente, estoy dotado con atributos completamente distintos a los de los demás
- ¿Te refieres a lo borrico que eres...? - preguntó Petra, completamente ausente, y arrepintiéndose casi de inmediato de su franqueza brutal
- Me refiero a esto... - dijo Landy, bajándose los pantalones y mostrando su pene doble y su solitario huevo, que desde su soledad en el estrecho escroto, daba un servicio, sin embargo, eficaz, a los dos cipotillos que le colgaban a Landelino con inmisericorde flacidez.
No corrían estos tiempos necios, ni Petra era una mujer de hoy, así que todo lo que provocó en ella la visión de esa doble espadilla del amor (más punzones que espadas, en realidad) fue una conmiserada sonrisa y un consejo sincero:
- Mira Landelino, ni siquiera así, con esa doble condenilla que te cuelga, y ese solitario cojoncillo, creo que vayas a ser capaz de salvar el curso
- ¿Que no salvaré el curso...? dijo Landy entre swollozos
- Ni de coña...
Entonces, tal vez alimentado su espíritu por la emoción del momento, tal vez porque le salió así, dijo Landelino
- Entonces... ¡salvaré el planeta!

Y procedió.






jueves, octubre 31, 2019

En un mundo perfecto


En un mundo perfecto, despertaría justo al terminar la lluvia, con olor a tierra mojada, los rayos de sol entrando por la ventana, tú, sin ropa, tendida a mi lado y el café crop-cropeando en la cocina.
Mi primer impulso sería pegarme a tu espalda y valorar, mediante presión pélvico-psicológica, las posibilidades de empezar el día enredado a ti.
En estos días que corren, imperfectos, tristes y vehementes, ni siquiera sé si dentro de una hora seguiré respirando. Hoy, todo eso es posible, salvo el enredo, y quizás la lluvia amable. Tiempos zoquetes de aluvión y superficial infantilismo, en los que no puedes fiarte de nadie, todos caen, todos caemos, en esa flaca verdad que es la mentira. Y yo, por mucho que lo intente, y lo intento, no puedo dejar de mirar tu alma, de acosar el espacio donde ya no estás, de requerir la vid y la sal, y erigir altares secretos que marquen, como hitos viales, las paradas que hicimos juntos en este viaje en común.
Puede que yo haya cambiado, no digo que no. Pero mírate tú. Tan distinta y tan igual, tan otra persona y tan tú misma, igual de encantadora, pero cada día más alejada de mí.
En estas estaba yo cuando todo, de pronto, se dio la vuelta.
Vi una sonrisa dibujando unos encantadores pliegues en tu cara y no, no era una sonrisa de compromiso, qué va, era una mueca franca y abierta, un segundo de resplandor en un mes de tormentas. No sabría decir qué fue lo que hizo que todo cambiara, ni qué palabra de las tuyas tuvo la capacidad de abrir las ventanas del zulo en que se había convertido mi alma pero entonces, acaso sin saberlo, prendiste la llamita de mi esperanza.
En un mundo perfecto, habría aprovechado la ola y habría surfeado con gracia californiana hasta la playa de tu vientre, tendiéndome allí, al calor de tu piel, esperando el momento que tú y yo sabemos para hacer lo que tú y yo no hacemos.
Pero este mundo, ¡ay, cielo! no es perfecto y a veces, qué quieres, uno debe conformarse con mirar. Solo mirar. Mirar.

lunes, octubre 28, 2019

Una carta incompleta.

Voy a decirte algo.
El día que reúna las fuerzas, el valor y las palabras necesarias, voy a ir ante ti, llamaré a la puerta y te diré algo. O mucho, ya veremos.
Puede  que no quieras oírlo, casi estaría seguro de que así es, porque sería la típica perorata que complica las cosas, que pone en marcha la dinamo, el pistoletazo de salida, la primera pieza en caer
del dominó, y ya basta de metáforas de arranque.
Puede que te diga que te deseo desde hace mucho tiempo. Que pienso en ti a todas horas, que imagino el mundo en función de ti, que trato de hacer las cosas pensando en que tú las estás viendo y que eso, mi querida amiga, no tiene remedio, siempre será así, hasta el fin de mis días. Que vivo y hago la vida buscando si no tu aprobación, sí tu reconocimiento, que reconozcas en mis acciones cotidianas mi intención reivindicadora. Reivindico mi yo ante ti. Quiero que digas, bien, quizá eso no me ha gustado, pero es su forma de hacer las cosas, o algo por el estilo.
Cocino y pienso, ¿te gustaría?
Escribo y pienso ¿lo leerá?
Canto y sueño, ¿lo entenderá?
La llevo, la cuido, la mimo y aguanto estoicamente su ingrato y cambiante estado de ánimo por si eso te pone en sintonía conmigo. Pero no.
Corto el césped y te imagino bajo la palmera, mirando sin que yo te vea y riéndote quizá de esa caótica planificación que desvelan las calles que dejo peladas, con mi estilo advenedizo de cortar la hierba, y apreciando tal vez los dibujos de suelo melenudos que voy pintando para ti con el nada ágil cortacéspedes.
Barro las hojas y pienso que cuando estés ahí mismo, bajo la pérgola, a lo mejor te das cuenta de que estos pequeños actos que te dedico y que detesto hacer, son una prueba de amor genuino.
Trato de mirar el mundo con tus ojos.
Soy el repostero de tus días de abstinencia, el cocinero de su inanición, el bulto insospechado que se mueve como una sombra amiga, como un invitado que alarga su visita y cuyo corazón se acoraza cada día que me ignoras.
No entiendo dónde se rompió todo. Ni siquiera sé muy bien cuándo empezó.
Pero quiero que termine. Que lo haga ya.

Esto es todo, por el momento
...
(no, no... no vivo en un sueño)
...






miércoles, julio 24, 2019

10 errores que cometes cuando practicas el coito.

Decidme, ¿soy yo, acaso, mi guardián?

Me pregunto eso, por no preguntarme algo inteligente, mientras miro por enésima vez mi cuerpo desnudo y yacente en el brode de la piscina. He perdido 20 kilos, pero sigo teniendo una barriga tan grande, tan grande, que de pie no me la veo, así que estoy sonriendo porque antes de perderlos, tampoco tumbado me la veía, pero ahora, además de ver mis pies, y mis rodillas y eso, coño, ahí está, qué recuerdos.

Me gusta bañarme desnudo. Qué coño, me gusta estar desnudo y cuando estoy solo, vivo en bolas. No me gustan, sin embargo, las playas nudistas, ni los restaurantes nudistas ni nada nudista. No me gusta casi nada que pueda tener, por ejemplo, un grupo de facebook, o una categoría de google, no sé si me explico, me da grima que me etiqueten, así que absténgase, por favor, y circulen.

Pero si estoy en casa y no hay nadie y sé que no va a aparecer nadie, me desvisto con soltura británica y si no fuera por que tengo que llevar el móvil y las gafas, para ver el móvil, iría más ligero que el cerebro de ... (ponga usted su actor o futbolista favorito), pero tengo que llevar el móvil, y las gafas, porque por razones que no vienen al caso, abrí una cuenta en tuiter y esa cuenta me hace mucho de sufrir. En primer lugar porque no le importa a nadie. En segundo lugar porque no me extraña que no le importe a nadie, porque en twitter, amiguitos, soy un gilipollas. Veo a varias personas levantando una ceja, o esbozando una sonrisa de listillo, o lo que sea, para reforzar, con el gesto que cada uno elija, la idea de que ya era un gilipollas antes de que naciera twitter, y puede que tengan razón, pero os aseguro, incluso si queda alguien en el mundo que tenga una buena opinión de mi persona, que en esa red social soy un verdadero gilipollas. No sé porqué me indigno tanto, no sé porqué me lo tomo todo tan en serio, no sé porqué me aguanto. Intentaré mejorar.

Y para que no me acusen de clickbaitero, paso a deciros por qué copuláis tan mal y los diez errores que cometéis, follaburras, que no se os puede decir otra cosa.

1. No lo hacéis conmigo. No es que sea una máquina sersuá, pero hacerlo conmigo nunca sería un error. Solo pido a mi partenaire que tenga un poco de conversación y que no huela mal. Pensándolo bien, voy a usar estos dos impedimentos como errores, porque no sé si me van a salir los 10.

2. Decír cosas inadecuadas, como follar, putoloquesea, no hay más preguntas, qué puede salir mal, fav/RT y eso, bueno, no es demasiado sexy, que lo sepáis, porque tengo una noticia: twitter y el sexo no se parecen en nada, aunque ambas cosas se hagan en bolas (porque vosotros también os denudáis para tuitear, no?)

3. Zas, ya lo/la tienes en bolas para tirártelo/la y te das cuenta de que es imbécil, pero dices, qué más da, tiene buen culo, y hala. Mal. Muy mal. Ese polvo será siempre un fracaso. Dos imbéciles pueden protagonizar grandes coitos, pero si tú no eres imbécil y te parece que tu compañero de fatiguitas lo es, fracasará el asunto.

4. Aguantarse los peos es contrapoducente. Si tienes un día pedorro, mejor deja que fluya la cosa y confía en el refrán perro ladrador, poco mordedor. Tratar de reprimir un peo mientras copulas no es buena idea, te hace adoptar escorzos y rictus que no seducirán a tu amante.

5. Tirarse peos tampoco ayuda. En realidad, todo lo que tenga que ver con ventosidades, debería descartarse, no seáis idiotas.

6. La actitud socialdemócrata. Es un poco ser imbécil, así que no me seáis socialdemócratas. Eh... ni democristianos, que es igual de enervante

7. Decir mamonadas en plan experto del sexo, mostrarse demasiado abierto a guarradas y a perversiones y, en general, dar un valor positivo a las palabras morbo y complicidad.

8. No digas follar. Decir follar no te convierte en alguien familiarizado con el sexo, te convierte en un imbécil vulgar, así que ya verás lo que dices.

9. Dúchate más a menudo. Puede que creas que no influye, pero eso es porque eres tonto, seguramente, no creo que obedezca a ninguna otra razón.

10. No ir al sur, que es a donde hay que ir para hacer bien el amor,

11. Ah, no, mierda, que eran 10.


Y no quería acabar sin decir que vale, Bohemian Rhapsody, the film,  es una peli que buah... en fin, uno puede verla sin vomitar, pero tampoco es para tirar cohetes y FM es un pelmazo; y la canción... coño, ha pasado de ser una de mis canciones favoritas, a ser un algo insoportable y que cuando vi, en directo, el Live Aid, el concierto de Queen no me pareció gran cosa (ni recuerdo a nadie que se lo pareciera entonces), como sí pasó con el concierto de U2 que gustándome bastante menos como banda, me pareció unminiconcierto bestial, así que no seáis pesados con "los 20 minutos que cambiaron el rock" ni nada de eso, porque no os comeréis un colín. Avisado quedas.


















lunes, abril 22, 2019

Todo está al revés (El Argonauta)



¡Sorpresa!


Al despertarse, el Argonauta estaba soñando con ella. Había soñado con ella, estando despierto millones de veces, pero no recordaba haber soñado con ella de ese modo: un sueño verdadero, mientras dormía a pierna suelta, un sueño muy explícito, muy vívido.
En el sueño, estaba en su casa, pero no su casa "de verdad", que conocía bien, sino una casa que, en el contexto de ese sueño, era la casa de Lorna Cor, luminosa, amplia, con poca densidad de muebles, muchos cuadros, suelos ajedrezados con baldosas de colores vivos sueltas aquí y acullá.

No para de hablar, el Argonauta, y nadie le escucha, pero él continúa con su cháchara, desembuchando ideas y ocurrencias según ella iba y venía, sirviendo un café, descalzándose, como quien llega de trabajar y acostumbra a caminar con los pies desnudos por el suelo-tablero de su casa. El Argonauta se sientes lejano, pequeño, inservible; insignificante, casi invisible. Pero no se rinde y está dispuesto a lo que sea, si ella se lo pide.

Imagina que ella le mira y le dice adelante, prende fuego al mundo y que no se apague tu brasa vital; no te pares, ni alteres tu rumbo, Argus (ella le llama así) porque ni puedes, ni debes cambiar.

Está preciosa. Se ha cortado el pelo. Su mítica melena es ahora un peinado casi a lo garçon, pero rubio oscuro, y lleva una ligera y vaporosa -muy grande- camisa como hawaiana; se nota a la legua que es una prenda que usa para andar por casa, y que no se la pondría jamás, puro demodé, para salir a la calle.

El Argonauta se cuadra ante su reflejo en el gran ventanal y que salga el sol por donde yo diga: si puedo imaginarlo, nadie va a impedirlo. Todos llevan siglos despreciándome, ahora tendrán que callar. Todas las cigarras, todas las hormigas, toda la gran turba está ahora callada.

Es un mirlo que siempre se ha sabido ignorado, abandonado como una pelota pinchada en un solar ¿qué le vas a contar?

Ella le está contando cómo le ha ido, con una cerveza de Mercadona en la mano pero, al pasar por su lado, él la coge por la cintura, como si estuvieran bailando y se embarca: acerca sus labios a su cuello y aspira su aroma con un ansia y una seguridad desconocidas. Ella le corresponde y se pega absolutamente a él. Con la cercanía, advierte que ella no lleva nada
ropa debajo del blusón hawaiano y explora con su mano la espalda bajo la blusa. No hay nadie y la besa, con mucho miedo. Miedo al rechazo, A no estar a la altura, a un desempeño mediocre, a que le huela el aliento, a lo que sea…
Pero no ocurre nada. Ocurre todo, en realidad. Se besan con enorme dulzura, con firmeza y ansia y luego… lo demás. ¡Ella se ha depilado! Este detalle le alegra, hemos de significar.

Cuando está buceando entre sus piernas, zas, despierta. Tarda en ubicarse, pero la familiar oscuridad de su habitación, le ayuda  a poner los pies en el suelo y a tomar conciencia de su alma inmortal.  Según su experiencia, todos mienten, todos quieren su pizca de sal, así que disimula porque sabe que aunque nadie esté, oficialmente, mirando, todos le ven. Todo está  al revés

Tal vez algún día, nuestro insensato argonauta obtenga un poco de atención verdadera y cobre así sentido su atroz singladura. Le llueven las canciones, pero se va a quedar calvo  si espera a que suene la flauta y le cuesta mucho, muchísimo despertar; no quiere hacerlo, porque sabe que en la vida real, jamás podrá besar y hacer el amor con ella como ha sucedido en el sueño, en su vida inconsciente y abandonada entre vigilias penosas.

Qué poca vergüenza, qué cara más dura, ¿y si nunca vuelve a aparecer? Así que sigue andando, de esa forma lenta en que sólo él anda, dejando atrás todo lo que ve. El sueño ha terminado y el Argonauta no sale de su ensoñación; sigue oliendo el sexo de Lorna y sientiendo su calor en las caderas. De repente, al final de su sueño, ahí estaba ella, sorprendente, rendida en sus brazos, real como un pensamiento imaginado.

No despiertes, no dejes de ser, de soñar y de viajar, acaso sólo en sueños, ángel de bien, alma discreta y viva, pez espalda, delfín principiante. Si prisa, sin pauta, haz las maletas. Piensa, imagina que hoy empieza tu viaje.
Siempre, todo, todo… está al revés





(Líricas)
No paras de hablar, y nadie te escucha
Que siga tu cháchara, desembucha
te sientes lejano, pequeño, inservible
insignificante, casi invisible
no te rindas, prende fuego al mundo
no apagues tu brasa vital
no te pares, no alteres tu rumbo
ni puedes, ni debes cambiar

que salga el sol por donde tú digas
si puedes pensarlo, nadie va a impedirlo
todas las cigarras, todas las hormigas
siempre despreciaban el canto del mirlo
es duro saberse ignorado,
¿qué me vas a contar?
No hay gente jugando a tu lado
No hay nadie, eres un solar

Desde siempre, nada muere en tu alma inmortal
Todos mienten, todos quieren su pizca de sal
Disimula, nadie mira, todos te ven
Pura gula, nadie te quiere, todo está al revés

Tal vez algún día, insensato argonauta
cobre sentido tu atroz singladura
que lluevan canciones, que suene la flauta
qué poca vergüenza, qué cara más dura
despierta, aunque sueñes con ella
y si nunca vuelve a aparecer,
Sigue andando, de esa forma lenta
Deja atrás todo lo que ves

De repente, al final de tu sueño, ahí está,
Sorprendente, en tus brazos, nada más real
Disimula, no despiertes, no dejes de ser
Al fin, tuya, y si despiertas, todo irá al revés
Todo está al revés

Sin prisa, sin pauta, haz tu equipaje
pequeño argonauta hoy empieza tu viaje