martes, enero 16, 2018

La última Navidad, merluzas, paleta serrana y El Factor Mercadona

(Nuevos y trepidantes líos con María)

Soy un error.
Una anomalía antropológica en un proceso vital fallido. Un desvío  genético que María, asaz poco académicamente, definía como una cagada. Una cagada suya, de ella misma. Me dijo:
"Eres la mayor equivocación de mi vida. Mi mayor cagada"
Llevo unos años - toda mi vida  adulta, en realidad - obsesionado con María, pero no hasta el punto de que me gusten sus cagadas. Tampoco me gusta tanto su culo (gustándome muchísimo) como para pensar que salir de él es como la puerta grande de Las Ventas. Y ni
siquiera estoy tan atontolinado como para consolarme con la idea de que al menos me considera algo suyo, aunque sea una deposición. Objetivamente: si bien no soy lo que pueda considerarse una persona extraordinariamente lista, tampoco me considero un zurullo, y considero que poseo un cerebro apañadito que elabora procesos mentales aseados; pero hasta yo sé reconocer cuando la idiocia del amor me ha hecho parecer patético y, seamos claros, un indigente sentimental.
Soy capaz de rebajarme moralmente hasta las catacumbas de la dignidad si cabe la posibilidad de que poses tu mano en mi pecho,  de oler tu pelo, de rozarte.
Todo eso lo sé. Mas... me duele que basta con que tú aparezcas, con tu camisa con los dos botones superiores desabrochados, con unas mallas bien rellenas de tus muslos-milagro, con unas chanclas sencillas y tus pies llamándome a gritos...basta cualquier cosa de esas, para que me convierta en un idiota. 

He de aclarar que no siempre fui mal considerado por María. Ni siquiera estoy seguro de que hoy me considere mal. Supongo que lo que ella considera mal, es "yo, a su lado" y que yo, manteniéndome alejado de ella, le resulto completamente indiferente (1). Hubo un tiempo en que me admiraba y todo, y recibía de buena gana mis ocasionales atenciones y me dispensaba ella las suyas sin recato. Ya he contado algo de eso. Pero un día se torcieron las cosas y desde entonces, nada volvió a ser lo que era. Y todo, por lo que ocurrió aquella tarde y los sucesos que, de ahí,  se desencadenaron sin tregua. Lo que los estudiosos han dado en llamar El Factor Mercadona.

En aquellos días  (cálidos, lejanos, funestos días de los albores de nuestra relación) empezábamos a sorprendernos con lo placentera que empezaba a parecernos la experiencia de compra en el Mercadona. Si bien el surtido era estrecho, poco variado, en realidad (lo sigue siendo), pero ¡ay, qué delicia eran sus pasillos y lineales...! ¡Con qué alegría y ligereza recorríamos la sección de embutidos, dando la espalda a los quesos...! Buscábamos con ahínco la enseña de Hacendado, como si en ella estuviese inserto, mágica y estúpidamente, el verdadero secreto de la felicidad intestinal debido a que (confesión íntima) ni María ni yo vamos bien de vientre, con todos los respetos. Tanto llegó a gustarnos Mercadona que ambos rellenamos entre risas el típico tríptico ese de "¿Quieres currar aquí?" y allí se dio, aunque no lo supe entonces, la primera traición de María. Yo lo rellené en broma, poniendo que quería ser Supervisor de Culos y Probador de Jamones Buenos, Pechos y Muslos, y que en 5 años me veía echando a Juan Roig a la calle y que sugería que todo el personal fuera en Ropa Interior Corporativa (verde y blanco)  y cosas así, pero María (¡ah... felona...!) lo rellenó en serio. Y la cogieron, claro, como que es una grandísima profesional, y mejor persona. Y de resultas de todo aquello, señores, María fue pescadera en Mercadona. Por lo visto a los pescaderos les pagan más, porque hay un plus por el cante. La foto es de ese momento emocionante de nuestra vida. Viéndola ahora, me pregunto cómo no lo vi entonces... me refiero a la sutil obscurescencia que provoca en su rostro la vitalidad, no del todo controlada, de su vello facial (el bigote, vamos) y corroboro lo que escribía antes, acerca de lo estúpido que puede ser uno cuando cree que está enamorado.
María trabajaba en la pescadería del Mercadona de Valdemorillo, y yo era corresponsal de The New York Times en la misma localidad serrana de Madrid y nuestra vida hubiera sido mejor, probablemente, si nuestras circunstancias profesionales hubieran sido otras... pero no las fueron.
Ser pescadera del Mercadona, y más en una metrópoli como Valdemorillo, requería de María una enorme dedicación afterhours, como si dijéramos. Una vida social de alto nivel que yo, un simple corresponsal de una publicación de carácter localista de un poblachín americano (en los 90 Nueva York era una mierda de sitio, todo el que tenga más de 30 años lo sabe, como decía -premonitoriamente- la repulsiva canción de Mecano -asquerosa, como todas las suyas- de 1988, No hay marcha en Nueva York, una de las letras más ofensivas y con menos gracia de la Historia) no podía entender, asumir, ni tolerar. Yo, como encargado de las noticias internacionales de Europa y Oriente próximo, y como corresponsal residente en la ciudad de Valdemorillo (una ciudad con un nivel noticiable de primer orden), me tocaba los huevos la mayor parte del día, pero ojo, con el stress que supone la incertidumbre de que te pillen tus jefes, que no entienden nada de este trabajo. Tenía que estar 24/7 disponible para escaquearme de mi periódico. Pero, os voy a ser sincero: no lo estaba. No... porque es que los americanos no tienen ni puta idea de periódicos. Y yo, que soy un tío de esos que dicen "ya te digo yo que..." antes de emitir cualquier opinión absurda y/o indocumentada, prefería no ser esclavo del trabajo, porque eso de ser esclavo, la verdá, es muy esclavo. Sin embargo María, con su puestazo, con su pedazo de cargo, porque aparte de Pescadera Vendedora, era Encargada Segunda De Merluzas Y Salmonetes, estaba todo el día liada... que si las sardinas, que si los jureles... móvil parriba, guasap pabajo... un sinvivir. Y olía pa echar a correr, que esa es otra, pero me pasaba como con la barba... questás enamorao, y no lo ves, coño.
Los hechos que voy a referir a continuación, tuvieron lugar entre el puente de la Constitución y la Navidad del año... no me acuerdo bien, pero fue un año bastante bueno para las cosas en general, eso ya te lo digo yo que fue así, o sea que fue uno de esos años en que la gente dice, joooer... y cosas así, por la calle y en las casas particulares también.
Bueno, pues iba a ser un puente como el de este año, acueducto, que dice la gente, pero mejor, o sea, de más calidad, eso es lo que decían en las agencias de viaje de Valdemorillo, aunque los agentes de viaje valmoriscos, esto es curioso, no me jodas, no pronuncian "calidad", sino calidá, que es como mejor. Yo quería darle una sorpresa a María, para que se olvidase del stress merlucero, y llevármela de viaje a algún sitio chulo, un sitio de interior, sin pescado ni pescaderías, sin Mercadona, incluso, algún sitio con jabón y agua caliente, eso sí, para poder darle unas friegas y quitarle el pestuccio a bacalao que la acompañaba de forma constante y dolorosa, aunque yo haya dicho que no me daba cuenta... es mentira, miento como un bellaco, lo soportaba porque el sexo con ella super excitante, pero coño, María apestaba a trainera de arenques en aquellos días y este punto queda zanjado, no seáis pesados.

Un spa, coño.
La solución era un maldito spa.
Un sitio donde podamos estar los cinco malditos días sin quitarnos el albornoz más que para acostarnos, lo que en mi cabeza (en mis sueños) sucedería, más o menos, cada dos o tres horas... y en realidad sucedería, si tenía suerte, una vez. En aquellos días, sin que yo supiera muy bien porqué, María me tenía negado... bueno, negado, no, retirado, o ignorado, el llamado débito conyugal, o, por decirlo de otro modo, que suene menos machista o patriarcal a las siempre histéricas feministas, que no quería sexo (al menos, no lo quería conmigo), y siempre tenía mucho lío, o dolor de cabeza, o de pies, o lo que sea, o no era el momento, o el lugar, o el ánimo... o lo que fuera que pensase su cabeza en aquellos días en los que empezó, literalmente, a repelerle acercarse a mí, o mi olor, o el tacto de mi piel... realmente nunca lo supe, pero que la repelía, que le daba un cierto asco la intimidad conmigo, eso era indiscutible. Y muy deprimente.

Bueno, pues fuimos al cacareado spa. Pero, como siempre pasa con los grandes ejecutivos, el puente se jorobó porque Mercadona, fiel a su compromiso con la sociedad a la que, al mismo tiempo, enriquece y exprime, decidió abrir tanto el sábado como el martes, con lo cual, imaginaos qué mierda de puente nos quedó, o queduvo, que nunca sé bien cómo se dice. Lo que sí que me sale bastante bien, sin en cambio, es repartir los acentos. Me dieron un premio en el colegio y todo(2).

Pues eso, amiguitos, que, al final, María, presionando al más alto nivel a la gerencia de Mercadona, pudo cogerse unos días de vacaciones en Navidad. Y reservé en uno de los mejores de Valdemorillo (¿para qué alejarse, si vivimos en el paraíso?), un sitio famoso -también- por sus numerosas instalaciones acuático-festivas. En EPdB, (El Portal de Balde), un spa de nombre navideño, que no es gratis a pesar de su nombre, donde pasaríamos unos días felices de albornoz, sexo y religiosidad, así que reservé sin miramientos en este singular destino.


De acuerdo: podemos considerar Valdemorillo como un lugar de interior, pero por mucha buena voluntad que le pongamos, no podemos considerarlo como un lugar sin pescaderías, y menos aún sin Mercadonas. De hecho, el Mercadona de Valdemorillo (y su magnífica pescadería con su espectacular "BAJADA DE PRECIO" a partir de las 18:00 horas) es uno de los polos de negocio destacados de la Unión Europea y, como os podéis imaginar, sus trabajadores son apreciados y envidiados apartes iguales por los lugareños y los habitantes del vasto municipio protoserrano; como cualquiera puede colegir, el tener un negocio así atrae a gente de los cuatro puntos cardinales. Y de los otros puntos, los intermedios, también. Así que además de reservar una habitación, me apunté a tratamientos y circuitos de todo tipo (de chocolate, barro, aceite, aromaterapia y otras giliterapias alternativas), uno para cada día, para que nos preparara para lo que yo planeaba como un puente de constante sobeteo profesional, sobeteo sexual, papeo (sano) y siesta sin parar.

Cierto es que debí sospechar que no sería así cuando, a instancias de María, se apuntó su compañera y amiga Gasparina, a nuestras vacaciones y yo, que siempre estoy dispuesto a mirar el lado bueno de las cosas, pensé que, oye, la amiga de María, la mires por donde la mires, está bastante buena y que quizá, sólo quizá, se abrieran nuevas e inexploradas posibilidades en el campo del sexo y el masajeo-spa grupal. No sé si os he comentado que yo, en aquellos años de corresponsal del NYT, era un poco negro y tropical (pongamos que un 30%), y me colgaba medio metro de carne trémula, morena y cadenciosa, por lo que, en fin, la gente me adoraba de forma entrañable y sensual. La gente, obvio es decirlo, no incluía a María, y mucho menos a su amiga Gasparina, que me detestaba cordialmente, seguramente, por solidaridad de género y/o amical con María. Aunque a lo mejor sólo me detestaba porque soy bobo. No sé.

Llegamos al PdB los tres, pues y nos recibió un buenazo al que llamaban Sejota, marido de MariVí, en la recepción del spa, con la expresión triste del tío que es el marido de la dueña, sí, pero al que no se tiene en cuenta para nada y se le dejan las tareas menos importantes del negocio, porque su mujer le considera un inútil incapaz de hacer nada bien. O, al menos, incapaz de hacerlo tan bien como ella lo haría. Ese era el triste rictus de Sejota, con su túnica descolorida, su barba descuidada, su melena inadvertida, y su irrelevante personalidad. Como era negro en esa época, podéis comprender que me solidaricé con Sejota enseguida, y le miré con mirada solidaria y humanista pero él, quién sabe, creo que no se enteró de mi empática actitud. Parecía cansado y con ganas de sentarse en el sofá a ver Friends o algo así. Desde luego, no estaba encantado de vernos, en plan atención al cliente, no sé si me explico. Su actitud, en lenguaje de hoy, era más funcionarial que proactiva. Yo era amiguete de Sanjota, y me interesé por él con la amabilidad propia de Valdemorillo
- Tienes una pinta asquerosa, tío, ¿estás estreñido o es que estás planeando morirte?
- No... solo estoy agotao, Wolfftasar, macho. MariVí está a punto de dar a luz... - nos dijo, asustado, hastiado también - y estamos todos un poco cansados, deseando que llegue ya la cosa...
- ¿La cosa...? - le dije, porque caray, no es la forma más cariñosa que tiene una persona de referirse a su hijo...
- Ya bueno, sí... la cosa... es que yo hasta que no lo vea... ahora es solo un bulto sospechoso que hincha la barriga de Mariví...

Gasparina estaba nerviosa. Es muy  amiga de los libros de autoayuda, aunque para ella el prefijo "auto" sobraba: le gustaba leerse esos libros, para perorar a los demás con sus recién adquiridos conocimientos. Es más, si tenías un problema, digamos de baja estima, ella compraba un libro sobre ese asunto y se lo empapaba para ayudarte con consejos perfectamente prescindibles: si quieres que los demás te quieran, tienes que empezar por quererte tú... y en ese plan. Pues bien, al ver la actitud tan poco facebookiana de SeJota sobre su inminente paternidad, a Gasparina se le notaban las ganas de abrir  la espita de su generoso arsenal de consejos, de esos que se dan medio sonriendo, dejándolos en el aire con puntos suspensivos, y como esperando a que los flojillos de turno hagan like y compartan, y se mordía nerviosa el labio inferior y emitía unos ruiditos, la verdad, encantadores, como el tertuliano educado que no termina de dar su opinión y se pasa el debate amagando, sólo amagando y levantando el dedo, buscando el hueco para intervenir. Apuesto a que le hubiera gustado darle 3 o 4 consejos al bueno de SeJota, mientras, livianamente, le apoyaba una mano de cuidadas uñas de colores en el antebrazo y éste que, en eso se parecía a mí, si hay un buen par de pechos delante, ni ve ni oye nada, se habría tragado los consejos como el frenadol, procurando no saborearlo y que la cosa entrara rapidita, y con la mirada perdida en el canalillo (épico) de La Consejera Gasparina. Afortunadamente, SeJota se adelanta y nos da la llave de la habitación y nos dice que nos espera sobre la cama un albornoz, que nos cambiemos y bajemos, que nos espera un Masaje de Bienvenida.

- Y... ¿qué tal es Bienvenida dando masajes? - digo yo, siempre dispuesto a hacerme el gracioso. Sejota sonríe generoso, Gasparina me mira como preguntándose si soy idiota (y diría que además de preguntárselo, se contesta que sí) y María no me oculta su ya célebre cara de asco porque, ella nunca miente. En este jovial ambiente, pues, nos dirigimos a nuestra habitación a dejar el equipaje y a recibir los parabienes de El Portal de Balde.

Nuestra habitación, rollo suit, tiene, sorpresa, dos habitaciones, o sea, dos estancias, dos piezas, y decidimos que María y yo ocuparemos la del fondo, o sea, el dormitorio propiamente dicho, y Gasparina domirá en el sofá convertible de la pieza general. Dejamos las maletas a los pies de la cama y nos metemos en el albornoz. Yo estoy ridículo, porque mi albornoz es demasiado pequeño, de un verde bastante feo y bueno, no soy un adonis, precisamente. María está mundial: su albornoz es igual de feo que el mío, pero ella está buena y es de la misma talla que el albornoz. Salgo del dormitorio y pillo a Gasparina mirando distraída su móvil, con el albornoz semiabierto, y uno de sus gloriosos pechos como curioseando la habitación. Sé que me detesta, pero juraría que me ha sonreído, que ha separado el teléfono, que me ha invitado a mirarla antes de cerrar, muy despacio y sin dejar de mirarme, el albornoz. 

En fin, ahí nos tienes a los tres, como tres reyes en albornoz, con estrellas, sol y luna, frente al Portal de Balde, esperando a que nos den el primer repaso, un masaje con aceites esenciales. Yo, odio reconocerlo, pero tenía una temblorosa erección desde el episodio de nuestra habitación y la perspectiva del masaje me daba muchísima vergüenza, así que al ver que en la sala había 4 camas y que íbamos a estar los tres juntos, me disculpé como un idiota, me duele la cabeza, y me fui a la habitación, henchido de un premonitorio amor propio, por decirlo de manera delicada. Me daba vergüenza que María y Gasparina me vieran con semejante empalme y pensé, además, que estarían más cómodas sin mí.

¿Qué...mato a alguien? Me molan los masajes. Quiero decir, aparte del sexo, me mola que alguien que sepa cómo hacerlo, me toque y me relaje, o me calme un dolor y todo eso. Y aquí me tienes, viendo como un bobo el canal 24h de OT en el lujoso Spa Valmorisco... y alguien llama a la puerta.

Es ella. Gasparina. Gasparina es poco sexy. Me refiero al nombre. Llámame Gasp. Te lo compro. Es raro porque le caigo muy mal a Gasp de siempre y ahora está aquí, y ustedes disculpen la manera de señalar, claramente ha venido a ser follada, pero el que me conoce sabe que soy poco de ese rollo. Como mucho, haríamos el amor, pero nunca me la follaría, no me va eso. Llámalo como quieras, pero aquí me tienes. ¿Una copa? No quiero copas, quiero que me la metas. Deja caer su albornoz y me acosa, me intimida, desnuda, supersalida, increíblemente atractiva, y yo, asombrosamente inane, atontolinado, confundido, un capullo con todas las letras. Es que, perdona, Gasp, pero yo soy de otra manera, prefiero que hablemos un poco... El estruendo de su risa me quema la cara. ¿Que seamos amigos? ¿Que tengamos una relación? No me fastidies... su risa me da miedo, sus tetas temblorosas me dan miedo, mi tontuna me da miedo, bueno, no hace falta, pero... ¿sabes...? yo iba a decir, pero ella no quería oír. Mi pregunta quedó flotando en el aire


¿  s  a  b  e  s  .  .  .  ?

Y ella no supo. No quiso saber. Se dio la vuelta para salir, dejándome con la pregunta en el aire y sin mi erección..., colapso. Conflicto. María que entra y la encuentra desnuda y yo con cara de tonto, el albornoz cerrado y, a dios gracias, el miembro en reposo, y el cerebro en knock-out. Trato de encontrarme entre los gritos de María y de Gasp, pero no soy capaz, mis manos no son capaces, mis ojos tampoco lo son, nadie puede hacer nada que no sea recibir guantazos de las dos locas que no sé qué quieren de mí, aparte de que reciba sus golpes que, bueno, tampoco son gran cosa, me duelen más las miradas, de desprecio, de asco y de ira, y eso que estoy relimpio, y encuentro edificante que me acuerde de la higiene en un momento tan crucial y llaman a la puerta y es el pedido de Mercadona, que era una sorpresa mía, que se me había olvidado anular, cuando se apuntó Gasp, y eran cosas ricas de Mercadona, salchichón Hacendado, colonia Deliplus y papel higiénico Bosque Verde... todo pensado para un finde de lujo y sexo y María se enfada aún más y Gasp se ríe y yo que agarro la Paleta Serrana de 24€ y juro que no me la comí, pero le abrí la cabeza a Gasp primero y luego a María y luego estaba manchada de sangre, así que no me apetecía comer y asesiné también al repartidor de Mercadona que cometió el error de estar por ahí y ser pelirrojo, pensé que que se le notaría menos la sangre, y me equivoqué, los pelirrojos son malísimos ocultando la sangre cuando les das con la uña del jamón en la sien y qué resultado tan chocante el de la sangre en la camisa de rayas verdes y blancas, si no hubieras venido, Mercadona...

En el juicio llevé mi propia defensa.
Otro error. El juez ni siquiera tomó en consideración, ni como atenuante el Factor Mercadona. Y si alguno os lo estábais preguntando... sí, el servicio de ayuda y defensa jurídica de Mercadona es para defender a Mercadona de gente como yo, no sirve para nada si lo que quieres es echarles la culpa de un triple asesinato.
- Señor juez - dije yo, pensando que acorralaba a su señoría -, ¿no es menos cierto que si no hubiera venido, inoportuno y puntual, el servicio de entrega a domicilio de Mercadona el acusado no hubiera podido cometer ese triple y terrible crimen?
Y el juez, asaz poco jurídicamente, clavó en mi mirada azul, como un fulgurante y puntipinchoso haz de líctores su mirada turbia y me dijo:
- Que te jodan. 
y no contento con eso, añadió:
- Al trullo.
Y me pasé 7 años en CEPSA.
¿no lo flipas?








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(1) Si así no fuera... por favor, házmelo saber. Déjalo dicho, por dios...
(2) Mentira cochina

lunes, enero 01, 2018

Noviembre

El hombre que explica los estados de ánimo, me dijo, cuando detuve el coche y me paré, con intención de repostar:

Noviembre, de escorpiones y tormentas, de renaceres y de blues. Sigues lejos, cada vez más lejos, cada vez más ausente de mí. Es doloroso el no ser, el rechazo y el saberme tan distinto a ti. Y también es doloroso que no entiendas lo que yo te quiero. Lo que significas para mí. Aunque vayan mejor casi todas las cosas, otras cosas siguen su camino desconcertante y pertinaz. Por favor, no te vayas.

Joder, me diseccionó en dos brochazos. Y escribí esta canción en la que,por vez primera, me atrevo a tocar el piano(honky tonk, que le da un aire divertido y optimista a la canción), acompañando y a hacer una de las guitarras del solo (es a dos guitarras) con slide metálico, de ahí, supongo, la falta de precisión.



Wolffo, el ciclón de Valdemorillo
Noviembre 

Y si al final toda esta historia resultó tan mal

¿a qué viene tanta risa sólo al recordar?

Septiembre se alargaba y no acababa el sol

Y el rugir de los motores, de pronto cesó,

ya lo ves, nací de pie,

y el temblor de mi montaña me hace sentir bien

Tú y yo esperando no tenemos rival,

Noviembre en el horizonte, ¿qué eslo que nos traerá?



Estuve más de 30 días jugando a no cambiar

Y el mundo aceleraba a mi lado sin ver

Los tesoros, las miserias, y esa taza de té

Que en octubre te apetece sin saber por qué,

Y al final, ¿cambiarás?

Dejarás que vuelva a ser tu trovador simpar

El mundo ha terminado, ¿qué hacemos aquí?

Mañana ya es noviembre, ¡alacranes, salid!



Ya está…

todo ha cambiado, ya, noviembre otra vez.

¿Volverás…

A ser la brisa que me vio nacer,

A ver la risa que me hace crecer en noviembre.



Llegó noviembre y todo cambió

Algunas cosas, también, a peor,

He vuelto a la vida medio siglo después

Un poco más viejo y más solo tal vez,

Ya lo ves, es la ley

Del amor insatisfecho. De mi reino, soy rey

Soy otoño interminable, mentiroso y bribón,

Yo nací en noviembre, noviembre en mí nació.

Soy puro noviembre, noviembre me parió

Noviembre por mis venas, noviembre es mi voz.

Escúchala con cariño, no la vayas a estropear, ojo...