miércoles, enero 11, 2017

Divorcio y licuación de cerebro de María (Mis líos con María II)

Ya estaba siendo, nívea paradoja, blanco de su desdén cuando me pidió, sin pedirlo, que la ayudara a cambiar los rodapiés de su casa. Mi habilidad para la obra civil es comparable a la que tengo para la obra de arte: ninguna, pero la posibilidad de ver a María en camiseta de andar por casa, unos vaqueros y calcetines gordos viejos... qué quieres, me pone. Lo he dicho mil veces, pero lo repito otra más: me gustas más en casa con babuchas, pantalón de chandalillo y camiseta que en la calle, pintada y arreglada, con tacones y todo lo demás. Soy así de raro. Prefiero mil veces que me hagas un té y me des una de tus rosquillas, antes que salir a cenar (de bailar ni hablamos) al sitio que está en boca de todos. Me gusta la forma en que tus pechos rellenan tu camiseta, sin el sujetador, aunque tú digas que las tienes caídas, y me gusta el carácter que las arrugas dan a tu rostro y, aunque te cueste creerlo, me gustas más ahora que hace veinte años.
Vale, pues me pide María que la ayude con los rodapiés, sabiendo, bruja piruja, que siendo ella, pues no puedo negarme. Tampoco puedo cambiar rodapiés, si vamos a eso, pero eso sí que da igual, allí estaré yo, dispuesto a lo que sea, con tal de compartir unos minutos con ella. Por aquel entonces María estaba liada con Funcionario Emérito Relamido, un hombre a quien no conocía de nada, ni siquiera de nombre, pero su severidad gestual, unido a una cierta grisura oficial, y a un creerse tan infalible como el B.O.E., hicieron que en mi mente se dibujara un DNI antiguo con esa bonita filiación perfectamente mecanografiada en una Olivetti de las buenas, buenas.
Funchi, como yo le hubiera llamado si le conociera o si me hubiera importado algo, no me podía soportar. Le caía como el culo. A mí él no es que me cayera mal, que un poco sí, pero era un tío que no me hacía ni efecto; siempre, en las reuniones de amigos, me asustaba en esas extrañas ocasiones en las que abría la boca, era como si un cuadro cobrara vida de repente para decir cosas tan sustanciosas como "sí, eso es verdad" . Yo no sé qué vio María en Funchi, pero debió ser grande, para dejar atrás al circuncidado Ephraim y echarse en brazos del siempre correcto, pulcro y aburrido Funchi. Quizás una polla colosal y contumaz, como un mototaladro. se escondía bajo los pantalones de tergal; tal vez la razón era su dulzura en los momentos íntimos, quizá su habilidad en la cocina... o yo qué sé. El caso es que María se lió con Funchi para dejar a Ephraim. Una cosa estaba clara: no fue su pericia bricolajera la que sedujo a María, porque si no, no me habría pedido a mí que la ayudara con los malditos rodapiés.
Llegué a su casa y me senté en un sofá, abriendo mucho las piernas, como si no pudiera contener la virilidad de mis enormes huevazos, y María me ofreció un té
-¿No tienes cerveza? - pregunté. A mí no me gusta la cerveza, pero insisto en que quería parecer super viril
- Sí, claro... ¿quieres una?
- Pues... no, en realidad, prefiero el té.
- ¿..? - ella me hizo esta pregunta encogiendo los hombros, levantando laspalmas de las manos y poniendo cara de tú eres idiota
- Quería saber si tenías cerveza... por si luego me apetece,o a ti...
- ¿Has tomado algo...?
Como empezaba a sentirme incómodo con el cariz que iba tomando la conversación, cambié de tema. Y como casi siempre que cambio de tema de forma forzada...hice un chiste sin gracia que ni siquiera era un chiste, era una soplapollez.
- Y qué... veo que te has decidido a cambiarle la cara a la casa... ¡pero empezando por los pies! jeje...
- Deja de decir chorradas, por favor
- Pero... vale, es un chiste malo, pero he venido a eso... a ayudarte con los rodapiés
- Tú no has venido a ayudarme con los rodapiés
- Ah, ¿no...?
- No. Tú has venido a ver si te enrollabas conmigo
- Ah, ¿sí...? Bueno... - dije cambiando de ánimo, y sintiéndome súbitamente esperanzado
- Pero despierta
- ¿Que despierte...?
- Ni de coña nos vamos a enrollar hoy...
,- Oh... - uno puede pensar que el que dos personas se enrollen es cuestión de dos, pero ese no es, ni mucho menos, mi caso: yo, sólo si me dejan- ¿pondremos rodapiés, entonces? - no me parecía mal lo de los rodapiés. Siempre podría, en una situación extrema, tocarle el culo o una teta de refilón... el bricolaje ofrece, si uno está atento a la jugada, insospechadas oportunidades
- ¡No, hombre...! Tú no has puesto un rodapié en tu vida... has venido a hablar conmigo de un plan que tengo, que te afecta, y si te portas bien, te hago alguna cosita luego...
- Sólo por situarme, anímicamente, ¿hablamos de cositas potis?
- Hablamos de cositas potis (1) - sentenció ella. Y fue suficiente para que me callara y abriera las orejas.
Me dijo que Funchi (ella le llamaba por su nombre, que he olvidado) era abogado. Que era un triste, pero que le servía para divorciarse de Ephraim, de quien acabó, literalmente, hasta el moño, sin que el proceso le costara (ni por el proceso en sí, ni por la sentencia) un dineral. Su plan era divorciarse de Ephraim y a continuación, casi casarse con Funchi, pero que cuando el juez dijera aquello de si alguien tiene algo que decir que hable ahora, etc., que apareciese yo, con una niña de unos 3 años que se pareciera a ella (ella se encargaría de buscarla) y dijera que bueno... que montara el numerito, y que Funchi se largaría y ella se quedaría con su divorcio gratis y con los regalos de la boda. No hay porqué ser groseros y venga a devolver regalos, no...

- ¿Qué te parece...? ¿Lo harás? Di la verdad...
- La verdad, María... como plan es una mierda, pero yo lo haré. Yo haré lo que me digas... -dije con la desesperación del salido, y el texto subyacente era: ... con tal de que me hagas cositas potis. Cosa que ella entendió, claro.

Y se dejó caer entre mis brazos. Y cuando empezaba con sus cositas, potis, por supuesto, le dije que esta vez sería yo el hacedor, y ella la recipiente. Procedí, pues.



Y así fue como dejé mi adn salivar en toda su anatomía. Avancé sin miramientos (aunque alguna contemplación me permití, no os voy a engañar) por su intrincada geografía describiendo una espiral, pero de carácter inverso, es decir, fui acercándome al epicentro progresiva y sensualmente y cuando al fin caí en el pozo del deseo... se desató el seísmo en María. Vi licuarse su cerebro (fue diagnosticada de abceso hepático-necrótico licuefactivo) y deshacerse su interior así que yo la besaba, sentí derretirse su alma, saboreé la sublimación de su espíritu y ella, asaz poéticamente, admitió:
- Me he corrido
Y reímos hasta el amanecer.






(1) Cositas potis. De esa forma llamábamos María y yo... y creo que otra persona más, al sexo. No me preguntéis porqué, porque no tengo ni idea. Sólo sé que la primera vez que ella me propuso hacer cositas potis yo dije que sí a ciegas... y ella actuó de tal forma que se me olvidó lo ridículo que suena eso de cositas potis... y ahora, cositas potis, es millones de veces mejor que hacer el amor... y no digamos que el horrísono "follar"

2 comentarios:

Carmina dijo...

Me he reído mucho, de verdad. Por eso vuelvo siempre, es todo un placer. Tdebo unos besos por esto.

Wolffo dijo...

Eehhh... ¡¡dejé sin contestar este delicioso comentario!!
No tengo perdón.
Gracias Carmina. Ahora soy yo el quebte debo besos, así que cando mos veamos nuestro ajuste de cuentas va ser realmente tórrido.
Gracias siempre, cielo. Te adoro.