sábado, enero 30, 2016

El ladrón del Museo (y su prostituta madre). Y viceversa.

Yo, bastante atractivo, y mi madre sentada a la puerta de su ofi, el Hermitage de Amsterdam

Wolffus Neptunae, un día, quizá dos al mes, iba al museo a robar. Su madre también trabaja en el museo, pero ella todos los días, salvo los lunes, que libra, porque en el Hermitage los fines de semana es cuando más afluencia de público (y de personas) hay y no se puede librar esos días, porque es cuando más dinero puede hacerse.

La madre de Wolffus es milagrosamente joven y terrenalmente guapa. Tiene algo de la china girl de Bowie y admite Visa, Mastercard y Amex, como se aprecia en la fotografía; fuma casi sin darse cuenta y al mirarla, uno no puede explicarse que un cuerpo tan menudo pudiera albergar en su interior a la bestia que ahora es (y debió ser de bebé) Wolffus.
La madre de Wolffus es una mujer accesible, y menos mal, dado su oficio, y no pone problemas a este periodista a la hora de fotografiarla, pero pone siempre la misma postura, como esas chicas que tanto se prodigan en facebook. Se llama, y ya va siendo hora de decirlo, Seul Bluos, es pelirroja de ahí abajo (un milagro de la naturaleza), rubia de axilas y morena de cabellera, cejas y pestañas, siendo esta variedad cromática capilar muy apreciada por sus clientes.

Seul no pertenece, en rigor, ni de ninguna otra manera más laxa, a la plantilla del Hermitage, pero es una mujer de hoy y ha llegado a un acuerdo win-win con la gerencia del museo: se la chupa a los Hermitagnos y solo les cobra un manual (al menos, eso es lo que creen los Hermitagnos); a cambio, le permiten usar, con discreción, las instalaciones del museo, aunque solo para cerrar tratos. Para sus celebradas ejecuciones Seul prefiere su apartamento, habitaciones de hotel o, eventualmente, el coche del cliente.

Seul paga sus impuestos y puede ser, si te  lo puedes permitir, tu enfermera de noche. Sus vecinos la respetan y a ella no le hace gracia que su hijo, Wolffus, se gane la vida robando en el mismo lugar donde ella trabaja, en un negocio cuyo nicho de mercado, cuya ventana de oportunidad, es la misma. Aunque de sexo opuesto: si bien el 99% de los clientes eran hombres (entre ellos, algunas personas), y ella no decía que no nunca a un cliente que estuviera aseado, fuera del sexo que fuera, el 100% de las víctimas (no sería justo llamar "clientes" al público objetivo del ladrón) de Wolffus, eran mujeres porque, vete tú a saber porqué, Wolffus ejercía de ladrón sólo con  mujeres.

Wolffus no contaba con el plácet de la gerencia o el personal del Hermitage para realizar su trabajo, pero lo realizaba con diligencia y profesionalidad. Wolffus robaba besos en el museo. Besaba cuellos, besaba naricitas, besaba lóbulos y besaba bocas también. Besaba párpados y besaba frentes. Pezones, hombros, rodillas, tobillos, corvas (Cristina, esto va por ti) caderas y nalgas. Bocas de labios finos, prietos y voluptuosos, besaba manos y besaba pies. A veces besaba largo y profundo, pero lo normal era un beso rápido y un esquive del guantazo subsiguiente. Besaba porque no podía evitarlo, era verte... y tratar de besarte y así... no se vive bien.

Wolffus, al contrario que Seul, su madre, no paga sus impuestos y ni de coña será tu enfermera de noche, pero puedes echarle de menos si no has vuelto a verle desde aquella tarde que os citásteis en Hawaii, cuando llovía a mares sobre la avenida y pedísteis un té con croissant. Vivía para besar. Su día no era día si no besaba a una mujer y besaba en todas partes, pero una vez, o quizá dos, al mes, tenía que dejarse caer por el Hermitage porque fue allí, una vez, donde te besó a ti aunque tú no quieres acordarte.

Era un día especial. Una exposición extraordinaria con motivo del centenario del museo de Grandes Maestros de la Humanidad (una mierda de tema, ya lo sé, pero ni soy el comisario de la exposición ni me importa). En verano. Tú llevabas un precioso vestido de tirantes, tu melena rizada y tus enormes gafas de sol (inciso: no te sientan bien esas gafas de sol, ese tipo de gafas; eres muy guapa y deberías llevar gafas de sol más pequeñas, que dejen ver tu cara... no esas pantallazas que te tapan tu precioso rostro). Se presentó delante de ti y te hizo saber por gestos que le parecías maravillosamente guapa. Cuando te dijo su nombre le diste la mano, repitiendo el tuyo (Lorna Cor...) como con miedo, y él cogió tu mano, la llevó a sus labios y te la besó. Fue un beso en el dorso de tu mano, nada ceremonioso, nada inocente. Un beso tórrido y fatal que desató un tsunami de deseo desde tu mano hasta tu axila. Te deshiciste de tus amigos y le pediste que te diera un poco de aftersun en tus maravillosos hombros quemados. No se te ocurrió nada mejor.Y a él no le pareció una mala idea. El te extendió crema en los hombros poniéndose detrás de ti, y te besó los hombros,el cuello, los labios, la barbilla y te pellizcó los pezones mientras tú te volvías tan loca como él. Pero el museo no era lugar para hacerlo que a ambos os apetecía en ese momento: arrancaros la ropa y haceros el amor salvajemente. O sin salvajismo, pero bien.

Desde ese día vuelve al museo, una vez, o quizá dos, al mes, y te busca entre beso y beso porque, bueno, vuestra historia es bonita, pero el tío besa todo lo que lleva falda. Pero... y tú lo sabes bien: aunque tú quieras pasar página, él no lo hará. Porque besándote, descubrió el sentido de la vida, la fuerza del mundo y reconoció las revelaciones de la madre naturaleza. No es justo que intente siquiera renunciar a eso.

Y nunca, nunca, nunca... nunca te olvidará. Y no quiere más.







viernes, enero 15, 2016

Ya sintigo ni sin mí (Cuini's slang)

Chan, chan, chan chan-ta-chan-chan,
Chan, chan, chan chan-ta-chan-chan...


Cuando me diagnosticaron la esquizofrenia, en mi opinión, era ya demasiuado tarde, y mi letra, demasiado grande. Corrijo eso. Ya me había desdoblado en múltiples personalidades, entre otras en un psiquiatra eminente y miope pero con gran visión de futuro y mucha vista para diagnosticar velozmente trastornos de la personalidad.

Por eso he dicho que "cuando me diagnosticaron la esquizofrenia, en mi opinión..." era tarde, porque no es que yo considerara que fuera un diagnóstico tardío, es que el diagnóstico era esquizofrenia... en mi opinón. Fue un brillante autodiagnóstico por el que pasé una minuta desorbitada al idiota que vino a verme, yo mismo, perocupado por el loco que soy yo, al que acompañé de buen grado al médico, y todo el mundo estuvo de acuerdo en lo bien que había actuado, tanto desde un punto de vista médico, cuanto desde el punto de vista del paciente, como desde una óptica heterosexual. Una óptica heterosexual es, para quien no lo sepa, un establecimiento abierto al público dedicado, básicamente, a la venta de gafas y lentillas para heterosexuales, un grupo de consumo al que los ópticos estamos prestando cada vez más atención.

El mal estaba hecho. Estábamos fuera de control. Como óptico, estaba preocupado por mí, y no solo por mi negocio, sino por mi yo paciente, diagnosticado de esquizofrenia, y mi yo impaciente, el psiquiatra veloz que no tiene paciencia con sus pacientes, a los que diagnostica enfermedades, en su opinión, con presteza que, a veces, puede entenderse como precipitación. Como óptico de pueblo, además de quejarme de las franquicias de los centros comerciales a donde la gente iba como si les obligaran a ahorrar dinero, cuando es mucho mejor ir a la óptica de tu pueblo, que es más cara, está menos al día pero es más cercana,como si dijéramos.

Salgo de mí y no sé a quién querer más: a mi locura o a mi talento. Si existiéramos...


Me había visto en el video de arriba, un montón de años después, aunque para mí seguía siendo antes de ayer y me dio un ataque de caspa. Me creía una especie de leyenda, un maldito, un underground over the raise, un lonely planet in the very very morning, y resulta que no era más que un autónomo pequeño burgués con gafitas de alambre, que descuidaba su charca en invierno. Perseguía princesas de las letras, Morganas de lejanos castillos, ángeles de otra dimensión y escribía historias que la gente esperaba y aprovechaba en toda su extensión. Ha pasado un montón de tiempo y, personalmente... a veces pienso que he ido a peor. No lo sé. No lo sé muy bien.

- Explíqueme eso... - me digo recostándome ligerísimamente en mi sillón- desarrolle eso.
 - Estoy más gordo. Soy un poco más listo... -digo mientras cierro los ojos y me dejo llevar en el diván de los locos - , pero menos ingenioso, me temo. Y mis amigos... es como si hubiera abierto una puerta, y mi corazón fuera la casa inclinada del parque de atracciones y todos se han ido cayendo, y callando, y me he quedado colgado de la brocha, de la manguera, y todo mi tiempo se gasta en sobrevivir en no soltarme de la manguera...
- Lo de la manguera ¿es una imagen sexual? - me pregunto. Debéis entender que mi yo inquisidor es un hombre con mi barbita, pero muy delgadito, que puedo cruzar las piernas y todo... y fumo en pipa y tengo gafas - ¿un símil?
- No... qué va. Es literalmente así. Si suelto la manguera... ¡crash!
-¿Y tu familia? 
- Es como si me diera apuro.
- ¿...?
- Me da vergüenza. Me pasa también con mis amigos. Tengo la sensación, a veces, de haber decepcionado a todo el mundo. Me gustaría muchísimo poder abrazar a todos, ser como el mundo. Y hacerlos reír.
- ¿Como el mundo...? - me pregunto como veloz psiquíatra
- Sí...global, esférico
- Bueno... esférico ya casi es... ja-ja...
- Tengo la gracia en el culo

Y, como psiquiatra veloz, fracaso, pero diagnostico y la gente no se entera y se lo traga. Como paciente diagnosticado, me vuelvo un poco loco, y la gente no se entera y me da consejos. Y desde la óptica heterosexual, me homosexualizo un poco para ofrecer más opciones, para ser más plural y más del cambio.

Y nadie sabe de qué demonios estoy hablando. A veces, ni yo. O eso creo...


(mira el viedo que la canción mola un quintal)








martes, enero 12, 2016

NO VIVO EN UN SUEÑO (Wolffo - I don't live in a dream - Jackie Greene cover)





Hace un par de meses cambié mi mejor guitarra eléctrica (una tremenda Ibanez MC550 Musician) por esta impresionante Alhambra J3 CW e5.  Desde el primer momento me pareció una guitarra colosal. Y lo es. Aparte de sonar mucho,pero mucho...tiene un sonido dulce, redondo y super musical. Como yo no soy un buen guitarrista (y soy aun peor como ingeniero de sonido) nose puede apreciar aquí lo que es oír esta guitarra en la misma habitación en la que está sonando. Pero es un sonido definitivo.


Aquí os dejo una pequeña muestra, con este cover de I don't live in a dream (no vivo en un sueño), de Jackie Greene, una estupenda canción, desde luego. La grabación está hecha en una toma, al aire, con un micro de condensador C1 de Beheringer, a la mesa y de ahí directamente al PC, sin tarjetas adicionales ni nada.
La guitarra es la pera.








Todo está fastidiado.
Y sale sol, a duras penas, y a pesar de que me siento gris y nubarronoso, sale el sol, y levanta la niebla, y a ti todo te da igual porque nunca te has asomado a la ventana para saber si me afecta el tiempo, pensando en lo que yo pienso y decía aquella vieja canción: el mismo sol que me calienta a mí, te calienta a ti.

Pero a pesar de eso... no vivo en un sueño. Yo no. Estoy despierto, a tu lado y mirándote alejarte porque, sospecho, no puedes -sencillamente- dejarte llevar. Por eso, porque soy consciente, me dueles tanto. Porque sé en qué línea de tu libreta roja estoy. Porque sé cuántas personas y circunstancias están delante de mí, es tan fastidioso quererte. O vamos, quererte no, desearte a distancia y hacerme ilusiones cuando me haces un poco de caso... y caerme de culo cuando me doy cuenta de que te importo una mierda.

No vivo en las nubes, no vivo en la luna. Sé que tú y yo no tendremos atardeceres mágicos, nublado nuestro entorno por los martinis, lánguidamente tumbados en tu cama o en la mía. Sé que si tengo suerte, un día, tendremos 20 minutos para consumar nuestros deseos, apresuradamente, en una habitación de hotel, o en un coche, o en algún otro escondido rincón. Deseándote, no pretendo mejorar el mundo, no será mejor el mundo si consumamos, ni nadie ajeno a ti o amí se sentirá mejor... pero mi mundo mejoraría ¡y de qué manera...! si me dejaras meter la nariz entre tus pechos y contarle chistes a tu entrepierna, ya sabes, como si tuvieramos tu sexo y yo más confianza que tu alma y la mía. ¡Ha...!

Vivo, en términos relativos, cerca de ti. Si tomamos como referencia la distancia que hay entre Marte y Venus (unos 120 millones de kilómetros, para las almas inquietas... y para las que no son inquietas, también), por aquello de yo de aquí y tú de allí, y la comparamos con la distancia quie nos separa a ti y a mi a diario... estamos pegaditos. Y tenemos whatsApp, fíjate tú. Y Brummel, si quisiéramos, porque en las distancias cortas... bla, bla, bla... Pero a donde voy es a que pisamos la misma tierra, finalmente, así que no creo que seamos tan diferentes (ahora es cuando tú dices eso de ¡ha...!), aunque me gusta pensar que sí: tú me gustas bastante más que yo mismo.

¡Ay, tu retorcido corazón...! ¡cómo disfrutas viéndome seguir, como un perrito olfateador, las migajas del rastro que cuando bailas, dejas para mí! Es un juego cruel y maravilloso, en el que yo me doy un poco de alipori, pues me veo tan patético como mi perrita cuando le voy a dar los recortes de la panceta: sin dignidad, sin autoestima... si he olido tu rastro, tu panceta (porcina imagen), ya sólo quiero morderte. Y tú, sin embargo,me mantienes a raya, guardando las distancias, inventando agravios que justifiquen tu historia, amenazándome con infiernos imposibles a los que, en realidad, tú no quieres ni asomar la nariz. Y así, colgado de las cuerdas de mi guitarra, sabiendo que en el fondo del fondo hay algo en mí que tú no puedes ignorar siempre... te repito, bicho rodante en las colinas palatinas, que te dejas caer ladera abajo y nadie te detine... que no vivo en un sueño.


No.
No vivo en un sueño.
No tengo prisa. No tengo hoja de ruta para este amor indeleble. No hay líneas rojas en mi corazón  rampante. No hay diálogo posible ni negociación planteable en este toma y daca que es lo que tú y yo sabemos. Nada de lo que se hable en las noticias nos influye o interesa. Lo que sea que vaya a ser, si es que alguna vez es algo, surgirá, improvisado como un solo de jazz, con destiempos controlados, con desajustes que crean tensión pero no rompen la línea. Con amor por las cosas inventadas. Ojo, digo inventadas,pero reales.

Porque yo no vivo en un sueño. Mi sueño eres tú. Y desde hace muchos años... no me dejas vivir en ti.

domingo, enero 10, 2016

Cercano y desorientado (en el lejano oriente).


Conocía a Xiaoyan en la misma versión en la que casi todo el mundo la conocía: con una bata blanca, no precisamente reluciente, un pañuelo-redecilla verde  en la cabeza y zuecos del siglo pasado aliviando sus cansados pies. Era china, y era cocinera, pero no cocinaba en un chino, cocinaba platos de toda la vida, guisaba, en A destiempo, mi bar, aderezando con gracia y practicismo oriental las raciones y menús del día que ofrecíamos a los trabajadores del polígono donde estaba ubicado mi negociete.
En A destiempo siempre tuvimos cocinera gallega. Y no solo en A destiempo, en todos los bares de mi familia (soy hijo y nieto de bareros o baristas, gente de restauración) siempre se confiaron los fogones a mujeres gallegas. Pero cuando Bieita nos dejó, harta de cobrar poco y trabajar mucho, sólo Chao (Xiaoyan era demasiado largo y exótico para gritarlo en el fragor de la batalla de los menús de mediodía) fue capaz de asumir la tarea de las muchas horas, el trabajo poco gratificante y sacar platos y platos y platos y platos sin despeinarse, sin quejarse demasiado (nadie que trabajara en A destiempo podía trabajar sin quejarse) y teniendo satisfecho al personal del bar. En efecto, camareros y ayudantes adoraban a esta mujer menuda pero fuerte como un roble y, en apariencia, inofensiva.
Chao tenía que trabajar en dos turnos, de comida y cena, de 11:00 a 16:00 y de 20:30 a 23:30 de la noche. Pues bien, llegaba a las 9:30 de la mañana y se sentaba para dejarse mimar "como los señoles" y sus compañeros le ponían su café y su tostada con aceite y atún y se enchufaba a su portátil hasta que empezaba a trabajar, siempre unos minutos antes de las 11. Y desde que terminaba su primer turno, a las 16:00, hasta que volvía a entrar en la cocina, hacia las ocho menos cuarto, se sentaba en su mesita, sacaba su labor y tejía primorosos kilómetros de todo tipo de prendas mientras veía en su portátil, chupando wifi como una loca, programas de testimonios uno tras otro. No tejía para su familia, de la que no teníamos noticia, sino para nosotros. Nos regalaba bufandas, guantes, gorritos para el invierno, algún jersey, tapetes... y más que regalarnoslos, paracía aliviada al deshacerse de ellos, como si los hiciera pensando en otro y no se atreviera a dárselos, y nos los atizara con tanta determinación que nadie se atrevía ni siquiera a decirle que era alégico a la lana, como le pasaba a Alecio, el camarero de barra de toda la vida del A destiempo.
Pero en la cocina, simplemente, no tenía rival. Ni sustituta, por supuesto. La cocina española la tenía completamente asumida, era muy, pero muy hábil haciendo pizzas y pasta y tenía su propia técnica de hamburguesas. Ella hacía su mezcla para la carne y hormeaba los panes que ella misma hacía y sus hamburguesas eran el reconstituyente mañanero preferido de los poligoneros que salían de fiesta de los locales de marchuqui bacalaero a las 9 de la mañana.

Cuando cumplimos 10 años en el polígono con A destiempo, organicé en casa una super fiesta con piscina y barbacoa y todos los trabajadores del bar acudieron como un solo hombre, sin mediar violencia y respondiendo con nobleza y claridad de espíritu a mi sutil coacción (o venís o a la calle). Tampoco sé porqué quise hacer ese tipo de celebración. Todos en bañador, como si fuéramos el equipo de rodaje de una peli, y el caso es que, bueno, yo estoy bastante acomplejado de mi peso. Bueno, no exactamente de mi peso, sino de mi volumen y ninguno de los trabajadores de A destiempo me había dado ni el menor indicio de que verle en paños menores fuera agradable.
Éramos un ramillete de seres poco expuestos a la luz solar, cenicientos y poco dados a la vida deportiva y al ejercicio saludable, generalmente cansados y con dolor de pies. Poco atractivos, no demasiado amantes del alterne y con más ganas de estar en casa rascándonos los codos que de ir a una fiesta en bañador con gente poco agraciada.
Y sin embargo... de quien menos esperaba, surgió la magia, un hechizo, un endemoniado encantamiento al que no pude entonces resistirme... y hoy, 15 años después, sigo sin poder hacerlo.
En cuanto vi a Xiaoyan en bañador, el tiempo empezó a contar de nuevo. Estaba harto de verla con el pelo aplastado bajo el pañuelo verde, la grasienta bata de trabajo, los horribles zuecos ennegrecidos por años de exposición a la grasa, el humo y los pasos penosos. Nunca me di cuenta de que bajo la incansable trabajadora, había una mujer de lo más comestible y el caso es que su condición de mujer trabajadora, responsable, inteligente, con sentido práctico, imaginativa y resolutiva... la hacían aún más sexy.
En realidad no era una mujer espectacularmente hermosa la que descubrí junto a la piscina... solo descubrí, o mejor dicho, descubrí, nada menos, que a una mujer.
No una cocinera china.
Una mujer.
Con los ojos rasgados. Con los pechos llenos de futuro. Con la piel llamándome a gritos. Se había hecho la manicura y la pedicura y estaba tan radiantemente femenina que casi me volvió loco. Sonreía, bebía cerveza, emitía opiniones (eran opiniones vulgares, pero entonces, bajo shock, me parecían originales y novedosas) y comía con las manos con voracidad y finura orientales.
¿Cómo pude ser tan ciego? Llevaba tres años trabajando para mí, trabajando conmigo, y hasta ese infausto día no me di cuenta de nada.
Surgió Facebook en la conversación. Al parecer, Chao era muy activa en redes sociales. Como siempre que oigo ese término, un escalofrío recorrió mi médula espinal. Me hice el suevo y subí a mi habitación a cotillear su cuenta. Madre mía... Fotitos con mensaje. Solidaridad de pacotilla: lazos, je suis, foto de perfil con banderita (arco iris, Francia.. lo que fuera), videos de youtubers sin cerebro, pero muy lenguaraces, y algunas opiniones llenas de lugares comunes. Me estaba poniendo enfermo con cada cosa que leía, así que lo dejé y bajé a la fiesta de nuevo.
La busqué. Me uní algrupo donde estaba ella. Me metí en la conversación. Estaba en desacuerdo con prácticamente cada cosa que decía. Todo me parecían tontunas y majaderías, pero no podía dejar de estar a su lado y reclamar su atención. Me daban retortijones de escuchar algunas de sus ideas, pero me hechizaban sus labios,la curva de sus hombros, sus axilas... y no podía separarme de ella. Mi deseo y mi rechazo se alimentaban paralelamente.
Deseaba a esa mujer. Detestaba a esa persona. Y ninguna de las dos eran Chao, mi cocinera china. Eran las mujeres que amo y detesto, todas las que he amado y detestado en mi vida y en mi muerte.

Alcé el vuelo. Sobrevolé la fiesta,como el humo de la barbacoa. Fui el pájaro discriminador que, fingiéndose nube, mira tu escote y caga en los parabrisas de los forasteros. Vi a Xiaoyan
desconcertada por mi nueva naturaleza planeadora, rapaz y drónica, y pensé en lo que podría hacer con esa mujer si la rapto, como a una sabina, para proveerme de un futuro hogareño y carnal.
La arrancaría de este mundo pecador de cerveza, costillas y bailes sensuales. Y la llevaría al hombro, mientras selecciono una nube confortable para hacerle el amor despacio y etéreamente, haciéndola callar, salvo que quisiera halagar mi cuerpo (mientiendo, obviamente) o mi mente, sin asomo de falsedad en este caso.
Por alguna razón, las nubes blancas son cómodas, pero las negras ni siquiera te sujetan, te caes, te lo juro, si te pones de pie en una de esas nubes grises o negras.
A la luz de la luna Xiaoyan es hermosa, es lista, es ecológica. Pero al salir el sol su dimensión falsaria queda en evidencia.
No quiero ni imaginarme lo que parezco yo cuando sale el sol. A la luz mortecina de esta luna de enero parezco un saco de sebo. ¿Qué pensarás de mí mañana? Cuando despiertes y sin la pasión del momento, me veas levantarme penosamente, gordo y torpe.

Volaré, pero lejos de ti. Porque para no herirme inventas historias que te eviten ver la realidad: me detestas. Y yo te detesto a ti casi tanto como te deseo. Deseable y detestable, cerca y lejos de mí.

En mi querido sur... o en el lejano oriente.
Lejos, lejos, lejos de mí...

martes, enero 05, 2016

Naranjas

Tardo mucho en pelar una naranja.

Tardo en elegirlas, una por una, en el súper.

Y tardo en comprarlas. Quiero decir que las compro tarde, ya bien entrada la temporada... y cuando estoy seguro de que ya están como a mí me gustan... entonces pienso en comprarlas. Voy  un par de días al super y paso por delante del puesto e las naranjas a granel para que no se me vengan arriba. Luego ya voy y compro dos o tres. Repito esta secuencia dos veces y ya se puede decir que compro naranjas.

Me gusta cuando te pregunto que si te apetece un zumo de naranja y tú me dices que prefieres que te haga el amor, de esa manera que sólo yo lo hago, y yo me pongo a ello, con el cuchillo y el exprimidor de palanca, pensando que te estoy haciendo un zumo y zasca, resulta que te estoy echando un quiqui.

¡Hmm...! dices tú, ¡qué bien lo haces! y yo no sé si te refieres al zumo o al meneíllo, pero me atribuyo ambos sin problemas, soy bueno en eso, y tu bebes y yo te voy a contar una anécdota interesante sobre un estudio que están haciendo sobre lo blanco de la naranja, que mi madre decía que tenía vitaminas y veo, de repente, que te quedaste dormida, como aquella vez que, mirándote, te dije:

- Me va a dar un ataque
- ¿Ah, sí... de qué?
- De mi síndrome...
- ¿...? - con una sonrisa
- Ya sabes, de ver tanta belleza, en plan Muerte en Venecia, ya sabes...
- No, no sé...
- Es que no me acuerdo de cómo se llamaba el síndrome... pero hay una historia que uno se muere de ver tanta belleza... es super chulo
- Vaya... no sé de qué me hablas
- Pues... yo qué sé... te estoy diciendo, de una manera original y chula que eres muy guapa...
- ¿En serio...? - y casi te mueres de la risa.

Fracasé cuando traté de cortejarte
- ¿Me estabas cortejando...?
 
... por favor, te lo he dicho mil veces, no te entrometas en mis posts. Es de mal gusto. No deberías hacerlo, este es mi espacio, no el tuyo, no el nuestro.

Te decía que trataba de flirtear contigo y bueno, reconozco que no me salió muy bien. Incluso traté
de de arreglarlo con un guasap, pero como sucede cuando intentas arreglar esas cosas, acabas cagándola.
El guasap era pedantorro como poco,  y casi en seguida me arrepentí de haberlo enviado. Bueno... miento, me arrepentí al día siguiente, cuando abrí el guasap para ver si me habías contestado. No lo habías hecho.

- ¿Y qué quieres que conteste a eso?

¡Que no te inmiscuyas! No habías contestado, y tampoco me extrañó en cuanto releí la cosa. Era muy pedante.

- Pero me dabas una información curiosa, eso está bien... pero no sabía qué contestar... una chica bien educada no contesta a estas cosas... pero no me molestaste...

¿Ah, no...? vaya sorpresa. A veces me sorprendes agradablemente...

- ... sólo me aburriste.

Serás cabrona... ¡que no te metas en mis posts! Bueno, el caso es que un cumplido explicado un día después no tiene gracia. Ahí es donde iba, y quizá ahí es donde entran los zumos y las naranjas. Del mismo modo que  un zumo exprimido el día antes pierde todas las vitaminas, eso dicen, y un piropo explicado 24 horas después pierde todo su poder escurrebragas.

Y así me va... yo te persigo. y tú... naranjas.


Y no sé si quiero tu zumo o tu piel. Para un bizcocho o para beberte.  Y no sé porqué me tienes así de pillado. Y no sé si algún día, alguna vez, voy a dejar de desear morderte y llenarme de tu jugo y acabar con todo de una vez.

Y quería contar al principio,antes de que te metieras en mi post, como siempre, que tardé en traerme la primera naranja al trabajo. Que tardé mucho en pelarla y quitarle todo lo blanco. Y que al ir a comerla, se me cayó al suelo. 

Y que a veces todo es un asco. Hasta las naranjas.