domingo, septiembre 13, 2015

Ámbitos caprichosos

A veces, en medio de la multitud, hablamos. Entendemos que la gente, las muchedumbres o los grupos de personas, al menos, son lugares seguros y damos una oportuindad al flujo. Y nada fluye. Soy un fantasma solitario, impermeable al escudo social que pareces buscar tú siempre.
Hoy vino una mujer hermosa a comer a mi restaurante.
La serví y ella pensó que sólo soy el camarero. Sus sandalias amarillas y ese vestidito vaporoso le sentaban de maravilla y fue simpática conmigo. También un poco condescendiente. Condescendencia que yo perdono porque en mi fuero interno quiero ignorarla.
Vino también un hombre idiota. El restaurante estaba lleno y le dejé su cerveza y la jarra helada en la mesa, sin servirle, porque la cosa estaba que ardía (no ardió,no obstante) y tenía un montón de gente impaciente esperando. Cuando, unos minutos después, pasé junto a la mesa del hombre idiota,éste me hizo una seña que yo no supe interpretar.
- ¿Perdone... ? - le dije acercándome, solícito, grandioso como soy
- Que si me la puedes servir -  dijo el idiota señalando la cerveza.
 Algunas veces soy un poco violento si me ampara la multitud. Cogí la cerveza, un tercio de Mahou, la agité tapando la boca con el pulgar y le rocié sin ceremonias. Luego le golpeé con la botella en la cabeza y salí corriendo del restaurante.
En la calle, abordé a un caballero de bigote y esperanzas, con abrigo de espiguilla gris, y pasé a cuchillo al capitán y los tripulantes más relevantes, salvando a la marinería y liberando a los esclavos. Soy el héroe magnánimo que nunca empequeñecerá
Tú estabas con tu novio, haciendo el chorra con el teléfono móvil. Os tomábais selfies y os reíais.
Ella estaba al otro lado de la calle. Bebiendo,como de costumbre. Sus ojos, como si los hubieran golpeado hacía días y estuvieran saliendo de su contusión. Pero es alcohol, es tristeza, no es violencia. Esa mujer se ha echado a perder. Está horriblemente delgada. Enfermiza. Y su conversación... esa sí que ha degenerado.Es espantosdo hablar con ella ahora. Quise comentarlo contigo, pero te habías ido con el hombre gris de los selfies, seguramente porque a ti no te parece gris.

(Yo sólo te digo una cosa.
Yo soporto que no me quieras. De verdad.
Lo que no soportaría
es que pensaras que ese hombre gris no es gris
solo porque está a tu lado.)

Estaba dándole vueltas a eso, cuando el hombre idiota del restaurante me encontró y me dio un puñetazo en la boca del estómago. No podía respirar.
Menos mal, porque seguro que ese trozo de acera sobre el que yo, doblado, había caído de rodillas, seguro, seguro que todavía olía a ti.
Y eso no puedo soportarlo. Tampoco eso. 

viernes, septiembre 11, 2015

¿Y si fuera sin hacerlo?




Estoy valorando seriamente la posibilidad de olvidarte.  Si fuera algo que dependiera de mí, ya lo habría hecho porque, a veces, me irritas, y no sabes de qué modo.
Estaba decidido, no obstante,  a forzar a mi corazón ansioso, a mi cabeza despiadada, a olvidarte y a hacer que vieras que ya no te anhelo, cuando sucedió lo de esta noche. No sé muy bien si esto, en tu fuero interno, te halaga o te incomoda, pero lo normal es que sueñe contigo (más despierto que dormido) y que mis ensoñaciones acaben en sexo de diverso pelaje. Hacemos el amor, o follamos, o te como (casi siempre) o me comes o muchas veces me pasa como a un crío al que llevan por primera vez al parque de atracciones: te veo desnuda y disponible y no sé dónde montar. Todas tus atracciones, todos tus rincones son apetecibles, quiero montarme en todo, quiero subirme, meterme en todos tus sitios. Aunque reconozco que mi atención suele centrarse en tus pechos, tus pies y tus labios mayores. Y ante semejante oferta suele suceder que me bloqueo y acabo masturbándome a solas y con fervor y frialdad gimnástica. Y me siento culpable, no sé, acaso porque pienso que tú no has disfrutado de verdad, aunque en mi ensoñación te encanta cualquier cosita que te haga. Hasta mi mirada ansiosa te da escalofríos. Pero, al fin lobo solitario, al desahogo le sucede la decepción y correrme es tan poco divertido...

Por eso, lo de anoche fue tan llamativo.

Estabas cerca de mí y algún lance afortunado te situó en mis brazos; te abracé hasta el fondo del mundo, aspirando tu olor y pegando mis antebrazos a tu espalda. Sentí estremecerse tu ser y como si tu pecho con sus gloriosas prendas me invitarán a apretarte, a pegarte a mí. Entonces me separo un poco, sólo la cabeza y el pecho, juntas y empujantes nuestras caderas, y nos miramos sólo un par de segundos casi eternos. Inclinamos nuestras cabezas a nuestra izquierda y atrapo  tus labios con los míos.
Sólo te beso. Sólo me besas. Todo el rato. Sólo nos besamos.
No sé si lo entiendes.  No te toco la tetas. No empujo tu culo con las manos para restregarme contigo. No intento hacerte sentir mi erección.
Sólo besos. Muchos besos. Todos los besos.
¿Te das cuenta? Es mi sueño, podría hacer que te corrieras diez veces con un empujoncito, que te emocionaras y lloraras al ver mi bate del amor ardiente y enhiesto... pero no.
Sólo besos. Largos y profundos, rápidos e intensos.
Te lo digo porque, si tú quisieras, si es por eso, no me importaría que nuestra primera vez fuera así. 
Tú verás.