sábado, julio 11, 2015

Situación embarazosa en la meseta central


Era el suyo un embarazo delicado. En lugar de albergar a sus hijos antes de nacer, como le pasa a todo el mundo,  Fingida Missela, mediterránea por convicción, a quien le sientan mejor las chanclas que los tacones, se quedaba embarazada de sus primos Segundos, lo cual dificultaba... No, dificultar no es el verbo... complicaba las relaciones familiares.


La primosegundez, como todo el mundo sabe, es un grado de parentesco que la gente olvida con facilidad. Si tu primo segundo es un pelma, o si está buena y tiene buenas tetas, uno está dispuesto sin problemas a olvidar el parentesco. Pero si a tu primo segundo, además de ser un señor de Soria, le has llevado en tu seno... Es diferente. Si el bicho lo llevas dentro, acabas por cogerle cariño, podríamos aventurar. Ese, por decirlo en pocas palabras, era el asunto de Fingida Missela, que como se preñaba de señoritas de Ciudad Real o señores de Soria, y les tomaba cariño, acababa decepcionando, por cuestión de celos, a su familia más próxima, una familia un poco idiota, todo hay que decirlo.


Fingida, Fingy (pronúnciese "finyi") para algunos de sus amigos, albergaba otras peculiaridades en cuanto que gestante: paría personas adultas con lo que sus embarazos  la deformaban espectacularmente. Ella apenas levantaba 155cm del suelo, y estaba muy bien facturadita, tendiendo a mollar, así que si se quedaba encinta y lo que le crecía allí dentro era un transportista navarro de 93kg. (con sus tatuajes y todo), como le pasó el año pasado, a nadie le extrañará que guarde cama desde el tercer día de gestación. Afortunadamente, este delicado embarazo que ha traído  a Fingy a nuestras páginas, no era el de Fermín, el transportista antes citado, sino que en esta ocasión, nuestra heroína alojaba a una pizpireta modistilla de Zamora.


Sí, amigos, a mí también me pasa, yo también me lo pregunto, porque no es demasiado normal, aunque el pensamiento políticamente correcto nos aconseje no usar este adjetivo -"normal"- que una mujer dé a luz primos segundos adultos que sean de algún sitio antes de nacer. Así que se lo pregunté.


- No lo sé -dijo sorbiendo por la nariz - pero es que yo lo noto, igual que otras mujeres notan que sus hijos dan patadas, yo noto que son de algún sitio.


Eso es lo que dijo. Yo ni quito ni pongo. Menuda gilipollez.


Otra peculiaridad de Fingy es que no necesita echar un polvo para embarazarse, préñase sólo cuando se le olvida ponerse bragas y llueven ranas, no me preguntes  porqué . Y no le preguntes a ella, que está como un cencerro.


Y, para que no quede en el aire. El embarazo era complicado porque la modistilla de Zamora, en lo tocante a aficiones, no era manca, sino manitas y, en lo que esperaba para nacer, era muy aficionada al ganchillo, y tejía kilómetros de primores y todo ese tejido -y los tintes- dábanle acidez e Fingida Missela. Y las agujas no le daban acidez, sino pinchazos.
Y eso es todo lo que puedo decir sobre el milagro de la vida.

4 comentarios:

Carmina dijo...

Ya echaba de menos este tipo de entradas, historias surrealistas dignas del mejor frenopático. ¡¡Este es mi WOLFFO¡¡

Wolffo dijo...

Y yo echaba de menos tus comentarios. Gracias y un besaco gordo.

Mal dijo...

jajajaja, surrealista es poco. Eres como el gran Tono, pero en moderno.
Besos grandes.

Wolffo dijo...

Halaaaa, Tono, nada menos. Un super beso, Mal