viernes, julio 10, 2015

Me llamaste

Supe que tu vida era ya otra vida, ajena a mí y mis circunstancias y que pensabas sostener nuestro vinculo común sin contar conmigo.
Pero, de repente, me llamaste.
Apuesto a que ni siquiera tú te lo esperabas, pero me llamaste. Después de ignorarme durante años, de repente, te sentiste mal, quizá sola, o puede que rechazada... Y por alguna extraña razón -bendita extrañeza - de entre todas las personas que tenías a tiro... me elegiste a mí.
Me llamaste.
Y yo creo que no es casual. Casi nada es casual. En algún lugar de tu sorprendente cabecita, debajo de tus rizos,  cerca de tus orejitas, junto a tu naricilla descarada, alrededor de esos labios que, tarde o temprano tendrán que fundirse con los míos en nuestro primer gran beso aún pendiente, o quizá en la zona cercana a esa nuca que sí que he acariciado, besado e incluso he visto estremecerse mientras mis manos o tus pies hacían otras cosas... En algún lugar de los nombrados, tú supiste sin dudar que siempre me tendrás, dispuesto, predispuesto y enamorado como un colegial a recibirte en mis brazos, física y espiritualmente, cuánticamente, sexualmente y que después de hacerte el amor, querré quererte, hacerte confidencias, los dos exhaustos, desnudos  y entrelazados, tu fumándote un pitillo, yo alternando chistes malos, cosquillas y besos a traición. Se trata de no dejarte pensar. Que no pienses en quiénes somos. Que no tengas tiempo para valorar lo gordo que estoy. Que no pienses en aquellos a quienes, inevitablemente, herimos. Que critiques mis opiniones, pero que me dejes, de cuando en cuando, bucear bajo las sábanas y leerte la cartilla del placer, y enseñarle los dientes a tus labios.
Me llamaste. Y quizá porque tú y yo estamos predestinados, que deberías dejarte llevar... Un poquito, al menos, dejar que me acerque, explicarme esas cosas tuyas,  que sabes que las aprecio como nadie, dejarme pistas, ser un poco mía, ser el ángel y el pez discreto que nada libre por la mar océana de mis inmensas ganas de ti. 
Esto es lo que me gustaría. Y la decepcionante verdad es que llamaste... Y me olvidaste, cruel, otra vez.
¿No podrías olvidar que me detestas?
Me llamaste...

2 comentarios:

Carmina dijo...

Hijo. que bonito. Me gustaría que, si me muero, quiero que escribas algo bonito sobre mí y lo publiques en el blog. Queda formalmente encargado. De momento, recibe un beso como adelanto para cerrar el trato y el resto que te lo paguen mis herederos

Wolffo dijo...

Un besico, Carmina. Qué alegría ver a alguien como tú en un sitio como este.