Y te presentaste en mi casa vestida de Luna. De luna lejana de planeta más lejano aún. Luna que baila saltándose su órbita a la torera, dando vueltas diferentes e imprevistas y reclamando su cuota parte de cariño, atención y palabras eufemisticas.
Te abrí la puerta y te saludé con una teatral reverencia y me dijeron que según pasabas a mi lado, agachado como estaba con la excusa de la reverencia, pero fijándome en tus pies en realidad, dejaste caer -indolente- en mi espalda la ceniza de tu cigarrillo.
El baile empezaba a animarse y tu presencia, rotunda, suave y morada, sólo podría mejorar las cosas. Y así sucedió.
Y tanto fue así que aquél, que en realidad era mi baile, se recordaría ya siempre como el primero de tus bailes, el primero de Los Bailes de Caronte.
Bailes de voz grave, Regius y tiranosáuricos, y no divinos, futuros o radiados, no os confundais. Empezabas a moverte y tus brazos al aire eran como esos gigantes-globo, esos larguiruchos que se mueven a merced del viento, pero exactamente al revés: porque cuando tú te mueves, cuando tú bailas, el aire nace en ti, tú haces que el viento sople y y nosotros te respiramos con avidez, bebiéndonos el aire como el cazador de ostras después de 5 minutos de inmersión.
Y fue que se invirtió de tal modo el orden natural, fuiste una Luna tan magnética y talentosa, que yo, Plutonio Didio Falco, un verdadero héroe de la república, rehusé a mis privilegios -poca cosa, no creáis- por tener la oportunidad de interpretar contigo el dúo lúbrico del toma y daca. No es un alto ideal, soy consciente, mas donde hay cabeza no manda cerebro y en mi caso este axioma es tristemente verdadero entre mis piernas.
Lo reconozco. Te deseaba tanto que perdí la perspectiva y el mechero y pensé que tal vez el mundo me premiara por invitarte a aquel primer baile, fantaseé con que quizá tú misma me premiaras (dejándome escribirte un poema lírico, componer una canción o tocarte una teta, soy facilón) pero fui un iluso. El mundo siguió, obviamente, su camino y tú, si alguna vez pensaste en mí, cosa que dudo, fue en los términos en que un conductor piensa en un mosquito en el parabrisas.
En esas, te secuestré. Serías mi, bom, bom, bom, satélite del amor, o no serías. Nada. Y me fui lejos, colega, tan lejos que daba frío sólo pensárselo. Estuvimos gran temporada
desaparecidos, hasta que un día alguien descubrió nuestra órbita incierta, nuestro desconcertante baile y nos dio el noveno lugar, me lo dio a mí en realidad, supongo que porque ese tío tan listo que nos descubrió, lo hizo en un lance de esos en los que tú me orbitabas y yo fui planeta y tú mi Luna.
Más tarde, alguien más listo todavía, supongo que porque nos pilló en algún movimiento sexual envidiable, dijo que yo la tenía tan pequeña que no podía ser planeta y me llamó planeunuco, planeta enano con la picha corta, y ya no fui el noveno nunca más.
Con los tiempos de la igualdad dejamos de ser un planetucho y su Luna, para ser un planeta binario, que es como una unidad de destino en lo universal pero pasado por el tamiz progre de los tiempos. Éramos iguales, ya, aunque tú y yo lo fuimos siempre, pero ahora una ley nos lo confirmaba. Y ahora... ahora que han llegado a nosotros y nos hacen fotos,empiezan a pensar si no fueron demasiado duros con nosotros.
Bien, pues que se jodan. Seré noveno y tú, luna mía, serás lo que quieras ser. Sigamos bailando juntos porque, aunque sepan dónde estamos, estamos demasiado lejos, demasiado arriba para el 99% de la gente. Sigamos bailando, Caronte y hagamos el amor. Venga.