lunes, marzo 23, 2015

Romántico asesinato en una tarde de lluvia vulgar

Llueve demasiado para matarse esta tarde. Y aquí, de pie, empapado bajo el portal de tu casa, con la memoria huyendo cada día un poco más lejos, tu rostro se me hace cada vez más lejano, más cansado.Quizá no sea tanta lluvia como para no matarte a ti.

Matarte. Acabar con tu dolorosa risa, tan ausente de mí. Es un asunto bastante serio, pero me siento fuerte, en forma, en la onda, con buenas sensaciones, con el grado de estupidez necesario para estos menesteres.

¿Qué saco yo? De momento, no volver a sentirme así. Tu estás ahí arriba, en casa, posiblemente con un vestido azul viejo y cómodo, sin sujetador, con los pies encima del sofá, debajo de tu culito, y un libro en los muslos (quien dice un libro, dice el Pronto) totalmente ignorante de que alguien, a penas a unos metros de ti, maquina el modo de acabar con tu vida.

No me atrevo a llamar, porque a lo mejor ni siquiera tienes puesto el viejo vestido azul y estás desnudísima, encima de tu novio, cabalgándole o, algo peor: leyéndole los pasajes más inspirados del libro que estás leyendo (y en este caso, no podríamos sustituir el libro por el Pronto). No lo hagas, él estará deseando que acabes con tu rollo (libro) para ponerse con sus temas (videojuegos) y no se atreve a decírtelo porque no tiene agallas. No como yo, no como las mías, que hasta te mataría. Él seguro que no se atreve ni a pensarlo. menuda birria de hombre.



Joder, cómo llueve... me siento como un ángel llegado de entre tus ojos, los ojos que, dicho sea de paso, dan un poco de esperanza al cielo de esta ciudad; me siento así, un poco Mary Poppins y otro poco Homer Simpson, y quiero fastidiarte la tarde por la sencilla razón de que esa tarde tuya, no me incluye a mí.

Hay una cabina telefónica. Todavía queda alguna. Te llamo y contestas, pero yo no digo nada. Solo respiro un poco, porque se me da mal no respirar. Escucho y no oigo más que a ti y no le oigo a él, ni música de follar, ni gemidos en plan cuelga y vuelve, nena, ni nada de eso. Tú no tienes ni idea de que pueda ser yo, porque, en fin, no sabes lo bonita que eres.

Me gusta oírte y te diría, soy yo, mi pececito lindo,estoy mojándome como un capullo aquí abajo porque espero que me digas, sube,Wolffie, y yo subo y hacemos el amor tres veces, porque la primera, de emocionado que estoy, sufro un gatillazo de espanto, la segunda vuelvo a gatillear porque, porque... porque... bueno, por lo que sea, y la tercera, al fin consigo aguantar un ratico y se te escapa algo que, si bien no puede considerarse un orgasmo con el reglamento en la mano, sí parece un gemidito aprobatorio.

Pero necesitaría poder abrir la boca y emitir quizá una o dos palabras, pero no puedo, llueve demasiado para ser expansivo, este frío húmedo me está congelando las pelotas y no soy capaz de hablar, ni me imagino diciendo algo ingenioso o interesante.

Cuelgas y yo me quedo ahí con el teléfono en la mano. Idiota completamente. Bastante mojado como para parecer seco y atractivo, dirijo mis pasos bailonguillos al centro de la calle y le robo el paraguas a una vespa. Camino bajo tus ojos, bajo mi propia decepción voladora, bajo la promesa solemne y obvia de que nunca te mataré,si me prometes que tú no volverás a ver Tu cara me suena. En ese caso, me considero liberado y podré matarte sin aspavientos, con soltura asesina, con ligereza homicida.

Te mataría sin pensarlo. Salvo que vuelva a llover.


2 comentarios:

Mal dijo...

Qué bueno!!"Llueve demasiado para matarse esta tarde", me encanta..

Wolffo dijo...

Ojalá todos los lectores fueran como tú. Ojalá hubiera algún lector como tú.
Me das vidilla