lunes, octubre 13, 2014

Un mal acto


Afuera, una voluntariosa urraca monta guardia con paso firme y marcial, ajena al drama de la vida y diríase que ajena incluso a sí misma.
Dentro, Rushmore y Flotats juntos y uno al lado del otro, de espaldas al que mira desde la puerta, inclinan la cabeza hacia el mismo lado, Rushmore con las manos cogidas a la espalda, las de Flotats en los bolsillos. Entro en la estancia discreto y cauteloso,  y al avanzar en secreto a su espalda, veo lo que R&F estaban mirando: un hombre grueso, de unos 50 años, yace de lado en el suelo, inmóvil, generando un creciente charco de sangre negra.
- ¡Está muerto! - grito yo, pero nadie me hace caso. En realidad no sé si lo está, pero no creo estar equivocado.
Flotats, sin sacarse las manos de los bolsillos, se acerca al bulto sangriento y con la puntita del pie, empuja el hombro del cadáver para dejarlo boca arriba
- ¿Tenías que matarle? - le pregunta a Rushmore, pero como si de verdad quisiera saberlo. Rushmore se suelta las manos tras la espalda las cruza sobre el pecho, y suelta la derecha para apoyar el mentón, en actitud pensativa.
- Hmm... -reflexiona-, ¿tenía...? No, yo creo que no tenía que hacerlo. Pero el tío se puso tan pesao... Es más, ni siquiera quería hacerlo, se me escapó.
- ¿Se te escapó el gatillo, fue un accidente... es eso? - dice Flotats, sin demasiadas esperanzas
- No, hombre -contesta Rush, como quien desmiente un disparate- se me escapó matarle, o sea, la intención, luego apreté el gatillo queriendo, totalmente a posta. Era un gordo pesao.
Yo, que no soy El Cid, precisamente, no me atrevo a hablar de nuevo, no sea que Rushmore me encuentre pesado -gordo ya soy, eso no es discutible - y me largue diez tiros, como a John Lennon... o como al pobre gordo sanguinolento que yacía en el suelo, que es donde suelen yacer los muertos que no palman en la cama.
- Eres un idiota, Rushie - dice F moviendo la cabeza a los lados- un idiota completo, conspicuo y contemporáneo, contemplativo y consecutivo.
Pero Rushmore no parece tenerle en cuenta la retahíla y sonríe abiertamente mientras Flotats se pone en movimiento y se dirige a la caja y la vacía con naturalidad.
Rushmore le quita la cartera al cadáver, le mira los bolsillos y hace una mueca de aprobación al comprobar que el muerto tiene en el bolsillo las llaves de un Citröen.
- Un Citröen, Flo
- Es el Picasso de ahí fuera -dice Flotats contando billetes de 20- cógelo, tiene maletero grande
Y yo, sin atreverme a decir esta boca es mía, empiezo  a fijarme en lo familiar que me resulta todo. Es mi gasolinera, pero la veo debajo de mí
Es mi cuerpo el que se desangra en es suelo, pero, como la urraca,  estoy ajeno a mí mismo.
Miro a Rushmore y Flotats y me arrepiento de haber intentado venderles la tarjeta. Ha sido un mal acto de venta, no lo vi venir. Hay gente a la que le molesta mucho la labor comercial que nos encomiendan.

2 comentarios:

Mal dijo...

Qué bueno, qué bueno, qué buennnno!!! Me ha encantado, sobre todo éso de que se le escape la intención.

Tamos en racha, no?

Wolffo dijo...

Es que las intenciones... Tienen esa cosa escurridiza. Un beso, Mal, porque yo considero "racha" el que vengas tú a leerme.
Un súper beso