viernes, mayo 30, 2014

La vetusta Mrs. Morlock entra en escena

Yo estaba en el pasillo de los lácteos, chandalizado totalmente, cuando Mrs. Morlock entró en el Mercadona de mi pueblo, que es uno de los siete mejores Mercadonas de España. no es por nada. La Morlock, por vetusta que sea, a mí me gusta, aunque me ponga un poco nervioso esa forma de hablar tan afectada que tiene y que, francamente, no entiendo muy bien.

Mrs. Morlock es hermosa, aunque vetusta, y siempre va vestida con la ropa que los demás llevaremos un año después, su mirada tiene la mítica de los miopes olvidadizos y , ¿cómo decirlo? tiene muy buenas tetas. Conozco a Mrs. Morlock porque regenta, junto con Leopoldo Manco Clarinete, alias el Pollo sin Alas, un puticlú de carretera, de los buenos, de los que va la gente elegante, como Simeone, y lo regenta con mano de hierro, pies en polvorosa y buenas tetas, porque, aunque a todos nos sorprenda este dato, no se las quita para trabajar.

Quizá haya dado la impresión, por mi forma de decirlo, de que yo voy al puticlú, pero no voy, quería dejarlo claro. ¿Que si he visto ahí a Simeone? Bueno, sí, le he visto ahí con mis propios ojos, pero no porque yo vaya, sino porque él va, pero yo no. ¿Que cómo sé que regenta el clú con mano de hierro, pies... y todo lo demás? Bueno, eso es de esas cosas que se saben, sin necesidad de que tengas que ir a un puticlú a ver cómo Mrs. Morlock humilla a sus trabajadores con públicas reprimendas cuando, por ejemplo, pides un yintony con rodaja de salchichón, porque confundes el limón con el salchichón, a cualquiera puede pasarle, y no hace falta que se quede el camarero con cara de bobo, que yo en eso estoy de acuerdo con la estricta gobernanta, pero eso no quiere decir que yo haya ido al puticlú, porque esa anécdota me la contó Simeone, pero no en el puticlú, sino en otro sitio.

(debido a La Deriva que está tomando este asunto, os dejo un bideo de los vuenos pa desengrasar)





Quizá fuera el chándal.
Ítem más, quizá fuera mi chándal marca Kelme (genuino) del Real Madrid, totalmente demodé, totalmente horrible, intolerable desde cualquier punto de vista. Un chándal indigno, en serio, que ya parecía espantoso y pasado de moda 15 años atrás, cuando era, de hecho, actual. Quizá fuera mi chándal el que me convirtió en un ser invisible, pero Mrs. Morlock, vetusta, tetificada e indiscutiblemente moderna, pasó a mi lado sin verme, sin tenerme en cuenta, sin siquiera suspirar o advertir mis anchos hombros, mi mirada absoluta, mis pelotas de senador. Nada. Pasó a mi lado como si no hubiera pasado.
Calderón, o  Segismundo, no sé muy bien, estaban equivocados: la vida no es sueño, la vida es simplona, vulgar y deprimente. Intenté llamar la atención de Mrs. Morlock desnudándome completamente y moviéndome con la velocidad del frame cinematográfico, corriendo de acá para allá y siendo musculoso y filtrándome a los ojos del mundo en blanco y negro. Ella, si fuera normal y no vetusta, debería haberme visto como me vió el resto de Mercadona, tal que así:



Pero no, siguió ignorándome y mi baile trepidante, mi desnudo superdance, no fue nunca más ignorado que por esta mujer, en aqueĺ dia aciago, en Mercadona. Corrí, veloz, de un lado para otro, y del otro hacia el uno de nuevo, y bidireccionalmente me ignoraba Mrs. Morlock, y yo me quedé junto a los yogures, bífidamente, sin esperanza, sin azúcares añadidos y cero por ciento de materia grasa y aplastado bajo esa olímpica forma de ignorarme que tiene la vetusta Mrs. Morlock, cada día más hermosa, más enjundiosa y profunda, más sorprendentente en su aspecto y en su mensaje.

Y nada más: simplemente quería contar, prque me debo a mi profesión, que la vetusta Mrs. Morlock ha vuelto a entrar en escena y que cada vez que lo hace, me gusta más. A nadie debería sorprender la deriva que está tomando esto.









miércoles, mayo 28, 2014

Oración apresurada por la vieja de los gatos


(La Sierra Digital. Valdemorillo. Madrid, de nuestro corresponsal)

Lorna Cor, de 65 años, fue encontrada ayer muerta en su casa de la urbanización Lunaluna, en Valdemorillo. La señora Cor llevaba más de 72 horas muerta, según fuentes de la Guardia Civil, y el cadáver mostraba evidentes signos de mortificación y tortura antemortem, así como de profanación violenta postmortem. A la espera de la autopsia definitiva, lo que sí pudieron afirmar las mismas fuentes, es que la muerte sucedió en las más extrañas circunstancias. La señora Cor no tenía familiares en la comarca, y sus vecinos afirman que no tenía amigos conocidos y que llevaba años sin recibir a nadie en su casa. A nadie que no fueran los gatos callejeros que recogía incansablemente  y que, a lo largo de los años había reunido en su casa en número superior a la treintena.


(15 años antes)
Lorna Cor que andas sin saber a dónde vas,
sin ningún género de duda, sin trampa, sin cristal,
sabes cómo y por dónde susurrar para volver loco a un hombre.
Lorna a los 50 años, aún sexual y atractiva,
singular y  magnética, excéntrica y  decepcionante a ratos,
tu voz es húmeda como clítoris, tu sexo, verbalmente relevante
tu boca tiene un rictus de disgusto 
y tus pechos me están llamando a voces, no sé cómo no me he muerto.


Lorna, eterna Lorna, consciente sólo a medias 
del efecto que produces en los hombres que están de vuelta,
escuchando música y las burlas de los ignorantes,
paseando a tu perro enorme por el campo semiinfinito,
paseando de espaldas al mundo, de cara al futuro, al margen de los niños.

Recuerda la salida del colegio con carreras y adolescentes de sudor y pelusilla,
las bromas que te gastaban en grupo, insistentes,  estúpidas al teléfono
buscando un suspiro, el tuyo, munición almacenada
de las poluciones nocturnas de los granujillas en celo.

Y una vez en la que la noche y tú estábais llenas de estrellas,
cinco quintos de borrachera se llegan a tu rancho sin puertas ni murallas,
escondido un petardo en un trozo de carne curda y jugosa,
encendido, espera corta, ansia inocente y canina
y tu enorme y cariñoso perro se ha quedado sin cabeza.

Lorna de rodillas, sangrante su perro en su regazo,
mirando al cielo en un mar de lágrimas lloradas por nadie,
"maldita sea la ignorancia de los bestias, malditos hombres despreciables"
Lorna no entiende la cordura, Lorna es un brillo de otro mundo.




(15 años después)

 Lorna Cor, que escuchas tu música culta cada vez más alta
que no les das caramelos a los niños en Halloween,
que no te emborrachas ni en las fiestas patronales,
que no tienes amigos, ni siquiera de los malos.

Lorna Cor sin un euro en el bolsillo, sin una pizca de indignidad,
Lorna sin teléfono, sin miedo, sin sexo, sin destino,
Lorna Cor, toda ella un punto flaco, toda puro intestino
la mujer que nunca llora, la que nunca va en chándal.

Lorna Cor, ermitaña, pero hermosa, sin sujetador y axilas pobladas,
blanco de adolescentes a los que ignoras olímpicamente.
sin un perro al que pasear o al que volar la cabeza...
... Lorna Cor, alimentando a tus gatos sin nombre,
sin saber ni cómo ni cuándo te matarán.





(La Sierra Digital. Valdemorillo. Madrid, de nuestro corresponsal)
Los hechos crudos
Cuatro jóvenes de Valdemorillo, cuyas edades se encuentran entre los 26 y los 29 años, fueron detenidos ayer como sospechosos de ser los autores materiales de la muerte de Lorna Cor, conocida en Valdemorillo como "la vieja de los gatos". Fuentes de la Guardia Civil que prefieren mantenerse en el anonimato, han comentado off the record a este periodista que los adolescentes "cantaron la traviata" en cuanto los agentes les presionaron un poco. Al parecer, después de una noche de francachela en la que el alcohol y el cannabis tuvieron algo más que una presencia discreta, los 4 jóvenes se encontban en el disco-bar Ulyses de Valdemorillo y cuando cerró el bar decidieron "recordar viejos tiempos" y se dirigieron a atormentar a Lorna Cor, considerada desde hace años una vieja excéntrica y echada a perder, que vive al margen de la comunidad. Como cuando eran unos chavales y al salir de clase iban a tomar el pelo a la señorita Cor, se dirigieron a la vivienda de de ésta a las 4 de la madrugada. De camino a su casa, pasaron junto a la pescadería del pueblo y después de mirar en los contedores de basura, se llevaron restos de pescados varios con ellos "para darle más gracia al tema", según palabras de los mozos detenidos.
Antes de entrar en la casa, usaron los restos del pesacado semipodrido para "distraer a los gatos" y se divirtieron de lo lindo viendo cómo se volvían locos con el pescado. Con el camino despejado, entraron en la casa y, para su sorpresa, encontraron a Lorna Cor sentada ante el ordenador.
"No estaba asustada ni nada... o por lo menos, no lo demostraba, se hizo la chula e intentó ridiculizarnos" dijo uno de los jóvenes. "Nos trató como si siguiéramos en el colegio"
Al parecer, la señorita Cor mantenía la capacidad de poner nerviosos a los muchachos y a sus 65 años seguía reinando en los sueños masturbatorios de muchos jóvenes del pueblo. Lo desdichado de este asunto para ella es que cuatro mozos de pueblo borrachos como cubas, no son tan inocentes como los adolescentes que salen del colegio.
El joven que responde a las iniciales de FGB fue el que abrió el fuego acercándose a la mujer mientras hablaba y tumbándola de un fortísimo y seco puñetazo que le rompió un pómulo. Subieron a Lorna encima de la mesa de comedor, quizá insconciente, y la violaron por turnos, penetrándola vaginal y analmente. Restos de semen de los cuatro fueron encontrados en el maltrecho cadáver de Lorna Cor que, en algún momento mientras la penetraban contra su voluntad, dejó de respirar y murió.
Al finalizar, introdujeron en su boca, orificios nasales, oídos, vagina, ano y en sendas incisiones practicadas en los pechos, restos del pescado cogido de la basura de la pescadería y grabaron en videos en sus teléfonos cómo los gatos destrozaban el cuerpo de Lorna Cor para acceder a los, para ellos, exquisitos manjares del mar.
En su defensa, argumentaron "que no los compartimos en el facebook ni nada..."
Los cuatro jóvenes han sido puestos a disposición judicial y se ha decretado para los cuatro prisión incondicional sin fianza, a la espera de juicio.

Lorna Cor, la vieja de los gatos, ya no aguantará más bromas. Ni acumulará más gatos. Rezad por Lorna Cor. Ora pro Lornobis.






jueves, mayo 22, 2014

Fui presciente... y lo olvidé

En un tiempo pasado, claro, fui presciente de mi desmemoria futura. No sé cómo explicarte, oh, mi corazón sangrante, que nunca estuve seguro de que todo encajaría. "Todo saldrá bien", solía decirme frente al espejo y mi yo del otro lado escuchaba, con una malévola sonrisa, como si él, y sólo él, supiera, medio divertido, medio malvado, que nada se arreglaría porque sí, y que el caos sería la marca indeleble de mi caminar por la vida.

En un futuro cercano, seré, recuerda esto, olvidadizo. Y esto no será una novedad, pero sí sorprenderá a propios extraños, por cuanto todo el mundo espera siempre que "el tiempo lo cure todo" y a mí no me cura el despiste ni para fardar. Puedo olvidar... fuera, fuera, seamos sinceros: quiero olvidar todo lo que de ti me irrita y me enerva, quiero olvidar el daño que me hisciste y, huelga decirlo, el que te hice yo, y quiero que vuelvas a ser mi profesroa de física cuántica, mi inductora al baile de neuronas, mi instructora de piedras y tierras, mi artista preferida.


Te amé con mi amor botánico, pasión vegetal, con la asilvestrada impaciencia con la que desafía al mundo, cada año, la foresta salvaje. Como mi amor era presciente, supe que se marchitaría, como flor de temporada, pero creció con el ímpetu descarado de las malas hierbas en una parcela descuidada, la mía sin ir más lejos, invadiéndolo todo, verde y húmedo al principio, seco, amarillo y molesto en cuanto te cansaste de regarlo. Bueno, tampoco es que tengas que regarlo tú, pero si no te echo la culpa.... si no comparto contigo algo, aunque sea lo chungo, me da algo.

Y es esa mi condena. La presciencia, la maldita presciencia. La fatalidad que me hace conocer lo inevitable y que, precisamente por serlo, tengo que asumir desde el mismo nacimiento. Ando desnortado, afligido como un centrocampista con clase en un equipo de brega; mis compañeros esperan de mí que corra, y yo prefiero que corra el balón. Sé que ocurrirá y sin embargo, quisiera evitarlo, creo, precisamente por saber de su fatal destino, inevitable final, irrevocable condena.

Olvidé decirte, amor mío, que supe desde el principio de los tiempos que, llegado un día, ya no me querrías; que yo seguiría colgado de ti, diosa menor, mujer sublime, y que mi corazón roto, presciente, vegetal y futbolístico sería, otra vez, la constante en la ecuación vital de tu cuántico desprecio.

Supe de antemano, olvidé desde que soy capaz de recordar. Caprichoso destino, presciente final.




miércoles, mayo 21, 2014

Tú y yo y todo lo demás

Pues éramos tú y yo un par de lluvias de estío, dos tormentas repentinas, trepidantes y fugaces, que se presentaban inesperadamente y ya idas antes de que las controlaras.

Recorríamos las tardes, tú y yo, y siempre llegábamos tarde, por lo que éramos, también, blanco de charlas adultas, y cómo nos resbalaba todo eso, porque lo que nos importaba a los dos, era el rato que le birlábamos al universo estando juntos para llegar tarde allí donde nos esperaban.

Y si las personas querían saber, tú y yo queríamos fingir, y así nos iba, great pretenders de pacotilla, siendo a ratos chicos en mitad de la carretera, a ratos convictos condenados a trabajos forzados sin agallas para permanecer al lado del otro, sin himnos a nadie, sin un pavo en el bolsillo.

Un día, sin mirarme, cogiste mi mano y la colocaste donde tú querías ser tocada. Y yo lo hice. Y otro día me pediste que te echara crema y yo te acaricié, con crema y sin ella. Y te ayudé a dar color cuando  fingías romper con el aburrimiento. Y yo, con tus migajas, hacía canciones...



... canciones que no conseguía que te gustaran, o por lo menos, no tanto como otras que no te había escrito a ti. Y un día, me hablaste de las piedras, y te escribí otra canción, y un relato, un cuento largo que, lo sepas o no, me ayudaste, literalmente, a escribir. Todo eso antes de que, al decepcionarme tú, te decepcioné yo a ti.

Tú y yo. Qué lejos está todo eso ahora. Y cómo te extraño.

Dime que lo sabes.

domingo, mayo 18, 2014

164364, madera canalla

La sala estaba llena de gente, mala gente en su mayoría, cuando el presidente de la compañía abrió el sobre, con torpeza manifiesta, dando un golpe al micrófono que nos dolió en los oídos a todos los asistentes y al presidente en su golpeada mano izquierda.

- ¡El operario dieciséis cuatro-tres-seiiiis-cuatroooo...!

Yo reaccioné con sorprendente ligereza y agilidad para mis 121 kilos y aproveché para dar una colleja, mientras me acercaba al escenario correteando entre las mesas, al delegado provincial de Nadaenparticular, que seguía royendo una costilla como si nada. Como si no fuera yo a recoger un premio. como si no fuera a dar un discurso. Como si fuera idiota, en pocas palabras.


Al subir la media docena de escalones del escenario en tres saltitos, tropecé un poco en el saltito número 3, o sea, no me caí, pero tropecé un poco, perdiendo la verticalidad y la dignidad a partes iguales: lo que hasta entonces era un dinámico paseo, lleno de juvenil desenfado y de despreocupada velocidad, pasó a ser una errática sucesión de pasos equilibradores; el español medio debe saber que cuando un cuerpo lozano y semiobeso como el mío está lanzado en carrera, las inercias superan en mucho al control y si a ello se une un tropiezo, un mal paso, 121 kilos en orden de marcha equivalen a una acometida de hipopótamos en truculenta embestida.

El presi me vio llegar, pero no me vio venir y quiso protegerse, pobre imbécil, con el sobre del que había sacado la papeleta con mi número de operario. Nuestro encuentro fue un dramático trompazo sin ninguna igualdad.

Él es un hombrecillo física, volumétricamente despreciable, fibroso y encogido, que orgulloso proclama seguir llevando la misma talla de pantalón que a los 14 años, y siempre anda chupando caramelos de eucalipto, una irritante manía, por Tutatis. Esto de chupar caramelos compulsivamente es asqueroso,de verdad. Los españoles han de saber, porque no puedo mentiros, queridos compatriotas, que una hedionda nube de eucalipto rodea a este hombrecillo en un radio de un metro y medio. Si entras en el perímetro del eucalipto, peliagudo posicionamiento donde los haya, y si lo soportas, pronto te sorprende otro olor, el de la colonia Nenuco con la que su mujer, la Antonia, intenta combatir el odioso olor del caramelo. Arreglemos la herida de tu cabeza dándote con un bate de béisbol, como si dijéramos. Todo eso se junta, si ya intimas con él y, por ejemplo, le das la mano y te trata con su condescendencia habitual, con su falsa campechanía, con un olor como a linimento rancio, a medicina antigua de uso tópico aplicada en espray. El presi, en resumen, apesta. Disculpadme si la descripción de su olor ha herido vuestra sensibilidad, pero pensé que España debía saberlo.

Bien pues no sé si él pensó en algo tipo "¡oh, el gordo se me viene encima!" o lo que sea, pero yo, os lo juro, españoles, pensé que, además de aplastarlo, iba a tener que olerlo cuando vi que, irremisiblemente, me lo comía en mi errática carrera.
Chocamos, pues. Le embestí, mejor expresado. Noté que varios de sus huesecillos se quebraban como palillos de encina así que mi humanidad iba avasallando su liviana persona. Debajo de mí, con mi rodilla sobre su esternón roto en, al menos, cinco trocitos, derrotado y aceptando lo inevitable con más resignación que gallardía, el presidente de la compañía exhaló una última bomba eucalíptica y fétida (soltó aire) y falleció. Muerto como un salchichón. Como un pajarilo, más bien, pero un pajarillo muerto, no sé si me explico.

Hubo un pequeño revuelo en la sala y yo, viendo que nada podía hacerse por la vida ida del presi, me acerqué al atril y dije con firmeza al micro:
- Palmolive, colegas, la diñó - y por ser más expresivo y gráfico hice el gesto del pulgar hacia abajo y se me escapó una bufa (dícese del pedo silencioso, pero letal, en un contexto olfativo) que vino a completar la zarzuala de hedores, a saber, por orden inverso de aparición: bufa, viejo muerto, linimento rancio, Nenuco, caramelo de eucalipto. Toda una paleta apestosa que, lo creáis o no, queridos míos, tuvo la virtud de mantener a raya a los curiosos (el muerto apestaba) y el viejo pudo morir sin que, encima, le agobiaran.

Alguien llamó a un médico, hubo quien llamó a la policía, también hubo llamadas desde la sala (la investigación posterior lo confirmó) a la Bruja Lola y una linea erótica. Todas llamadas inútiles. Hubo docenas de tuits inapropiados y estados compartidos en facebook totalmente irrelevantes, whatsapp funcionó a todo gas, tormenta de chorradas, instagram se inundó de fotos malas con filtros sepia y eso, y sonaba,oh, fatalidad, Pablo Alborán en la sala.

La poli me dejó marchar después de interrogarme duramente, gracias a que me defendí gallardamente, intentando venderle al poli bueno, y al malo, una inversión de tipo piramidal, pero fui detenido a la mañana siguiente, por pesado y por gordo. Y por idiota. Y de eso no supe defenderme.




El juicio fue rápido y poco ejemplar: el juez, delgado y huesudo, estaba consternado por la muerte del presidente de la compañía, pues era, a la sazón, era el amante delgado y huesudo del hombreucalipto finado y le desagradó mi buen rollito y buen aspecto desde el primer momento, condenándome por torpe, gordo y por pedante. 
- Su condena será ejemplar, operario dieciséis cuatro tres seis cuatro

Dijo huesudamente y sin dejar de ser delgado en ningún momento. Y lo fue, vaya si lo fue. Fui condenado a ser el idiota de la compañía, el pringao del que todos se podían reír y al que nadie haría caso alguno. Me llevaron a trabajar para una célula semiclandestina sita en atomarporculillo, a las órdenes de una apestosa zoquete de primer orden que me tomó un cariño especial desde que me vio.

Escribo esto cuando he cumplido ya tres años y medio de condena y lo malo es que no sé hasta cuándo estaré aquí. La justicia corprorativa tiene esas cosas. Tengo varios planes para escapar, pero ninguno de ellos es inmediato ni, por supuesto, tiene garantía de éxito,  y se me hace más cuesta arriba soportar la oscuridad mariana que me aplasta día tras día. 

Soy uno seis cuatro tres seis cuatro. Y me estoy muriendo un poco cada día.

Puedes escribirme.




Mola






domingo, mayo 11, 2014

Añoranzas, bosquejos y cunnilingus

Añoro, -¡oh, sí...!- tu incomprable presencia. Sin tu voz, faltando tus rarezas, ausente tu cariño inesperado, sin la ocasión de cruzarme con tu hermosísima mirada, o tu casi eterna sonrisa, la vida es menos vida y es más penoso pasar. Te añoro, ángel del sur, no sabes cuánto.

Con estas palabras, yo, el lobobrero senil, verde que me quiero, traté de recuperar a Lorna Cor, profesora inesperada de Física Cuántica, pintora de naturalezas vivas y masajista tórrida con los pies. Fracasé, ¿holgaba decirlo?

Fui a su casa. Paso mucho bajo su ventana y la veo mirar, mientras pinta, mientras cocina o mientras realiza, a mi pesar, tareas vulgares como ver concursos en la tele, o tragarse sin masticar las series españolas. Seguro que tiene whatsapp, la muy...

Me disfracé de chiste y me colé en su casa. Me metí en la radio y salí por allí. Lorna se reía mucho, incluso estando sola. Era un buen chiste: dos amigos. Uno le dice al otro. Hombre, ¡cuánto tiempo...! ¿Dónde has estado? Bueno, es que estado en un tratamiento para quitarme las ganas de fumar, de seis semanas. ¡Pero tío... si estás fumando! dice el primero, ¡ya... pero sin ganas! remata el cabronazo.

Lorna se reía y como estaba sola en casa su risa era un poco porno, no sé si
me explico. Risa adulta, pero sin pintarse ni nada, sin maquillaje, con un vestido de verano, de punto, azul marino, bueno, no, azul ala de mosca, como desgastado, con sus divinos pechos libres de marca, moviéndose libremente de allá para acá, volviéndome loco. Es una mujer tremendamente sexual, cargada de magia y arte manual, una fimo-girl auténtica y enloquecedoramente sensual, moldeada por los dioses libidinosos,  sí, pero también por el diablo pilluelo, tentación con rizos dorados en estado puro, inspiración y arte en movimiento. Soy chiste, pero no de piedra.

Harto de la insustancialidad del chiste, resolví convertirme en canción y quise ponerte tierna, hermana, porque si de rutina eres el blanco de mis deseos, cuando te pones tierna eres óptima, mujer; quise enternecerte, pues, cantándote un clásico de esos que te pegan, que te van como un guante:


Bailabas tú y canción que era yo, así que me bailabas, pues, con tu sonrisa de bailar, con tu cuello de bailar, con tu sexo de bailar. Y yo te había visto bailar mil veces, pero resultó esa la primera vez que era yo lo que tú bailabas, y me pegué como una lapa a tu cintura, a la curva de tus muslos, al sudor de tu cuello, a tu espalda prometida. Enredado en tu melena, cuando terminé, ya no tenía sentido seguir siendo canción, así que me hice Lienzo en el Suelo (LeeS).

Ser LeeS no es fácil, amor. Requiere de una firmeza y una paciencia que mi formación poco estructurada y reglada no me han proporcionado. Mas por ti, hice el esfuerzo y fui un Lienzo bueno. Sentada en el sofá jugaron tus piececitos con el pincel del color, el amor y el calor y sacaron de él el blanco en crema ese que parecen mil colores cuando el artista sabe cómo hacerlo.

Tus pies llenos de pintura y yo, LeeS ansioso, convergimos al fin. Bosquejaste sobre mí, en sensual danza iniciática, un paisaje de piedras vívidas, de tierras de raíces profundas, de mar y sol. Al fin, sobre la tierra y las piedras dibujaste una greca, una enredadera carnívora, cuyos tallos te subieron los tobillos, te abrazaron las rodillas, te comprimieron los muslos y los abrieron, dejando a la cabeza carnívora y vegetal frente a la fuente de tu vida abierta sólo para mí.

Curioso incurable, pero más juguetón que tragaldabas, jugué largo rato en tus contornos, ora en rápidas acometidas, ora en lentas y recreadas incursiones y al fin atrapé el diamante que guardabas para mí sin saberlo. Temblando de arriba a abajo, fuiste, al fin, mujer. La más dichosa mujer del planeta en ese insóltio punto, en ese preciso momento.

Lienzo en el suelo.¡A quién se le ocurre...!


sábado, mayo 03, 2014

Little Jack, el boxeador tozudo que no quería ganar

Antes de subir al ring, gran jefe, olvídate de esa idea que te ronda la cabeza de que estás derrotado. Eres grande, grandullón, y a veces, como esta maldita vez, eso no es una ventaja. Ahora lo que necesitas es juego piernas y bailarle en la cara a las malas jugadas que te juegan algunos órganos especialmente delicados: cuídate el foie-gras, los fuelles y la rítmica patata, y cuando se cansen de perseguirte... propinarles el golpe de gracia.

Desde Granada hasta hoy, Little Jack, has vivido lo suficiente como para conocer bien estas emboscadas y no te puedes dejar ir, por más cansado y flojerillas que te encuentres. Ahí tienes a tu fiel escudera, despistadamente atenta, con su tozuda ausencia presente, al pie del cañón, esperando para volver a vivir para ti en cuanto vuelvas a casa.

Y los siete que siguen tus pasos, del primero al último, turnándose a tu lado en amorosas guardias, en entregadas cuidantías, siendo hijos y padres a la vez, cogiendo tus hinchadas manos, sosteniendo tu mirada ahora medio ida. Sólo eso tendría que convencerte de lo mucho que te queda por hacer entre nos.

Recuerda que, en cualquier caso, estás en las 12 cuerdas, y no entre las cuerdas. Tienes tus bazas y tienes que jugarlas. Apóyate en esa guardia fantástica que son los tuyos y algunos más que estamos alrededor expectantes, y pelea un poco más, que este asalto puede que te haya dejado un poco grogui, pero no, ni mucho menos, te ha dejado k.o.

Ten paciencia, aguanta el chaparrón y espera a que suene  la campana para sentarte en tu rincón; deja que te cuiden, pero también cuídate tú un poco, y coge fuerzas, que aún te quedan un montón de asaltos por pelear.
¿Te acuerdas de tu fiesta de los 80?  Pues estamos preparando la de los 90, así que tú verás...








¡Ánimo, Juanillo!