domingo, abril 20, 2014

El río que nos lleva

A este lado del río, hay poco tiempo para pensar, poco tiempo para trazar planes, querida; a este lado del río, te lo aseguro, hay poco tiempo.
Como todo río, tiene dos orillas, pero lo curioso de este río es que siempre tuerce hacia el mismo lado: si sigues la corriente, y te aseguro que nadie puede nadar contra corriente en este maldito río, siempre tienes que ir virando, ligera, pero firmemente, a la izquierda.
A veces, el río parece tranquilo, y la corriente simula estar quieta, y es como si fuera domingo en un pueblo y la gente no se asusta y se viste para ir a misa, o para no ir, y yo soy un buen paleto, y me calo la boina y me pongo la corbata, que me sienta como la soga a un ahorcado y me subo a un tronco con mis amigos los gancheros, pastores mojados de la madera, y cantamos madrigales y comemos empanadas y bocadillos de sorpresas, a veces deliciosas, y miramos los muslos de las mujeres y los de los pollos y unos los comemos y los otros también, pero sólo con los ojos, y nadie tiene ganas de ver la tele.
Foto de Amio Cajander

Otras veces, casi siempre, el río tiene, oh, paradoja, mar de fondo, y a quien se le ocurra meterse, es la última ocurrencia que ha tenido, antes de tener la siguiente, por lo menos. Quiero decir que le lleva la corriente, y bueno, cuando te lleva, nadie sabe dónde te va a soltar. Porque te suelta. Después de darte volteretas, revolcones y ponerte en su sitio, aunque lo que pretende es que pienses que es tu sitio, te suelta allí donde le parezca y allá te apañes.

Vuelvo a lo que os decía de las orillas. Si eres un pringao, como yo, por no irnos muy lejos, y eres tonto de baba, como yo, de nuevo, vas y te metes en el río, haya corriente o no, y te vas dando mamporros, siempre en la orilla derecha. Y así es como vivimos los de esta desdichada orilla, nunca en el mismo sitio, nunca con la misma gente, pero siempre en el lado miserable de la vida, en la ribera indigna. Cuando el calor aprieta, te metes en el agua y crees que te refrescas, pero te estás metiendo en todo el lío, te lleva a otro sitio, te da un viaje y apareces un poco más allá, que nunca es un sitio mejor, porque aguas abajo la cosa se va poniendo chunga de verdad, río abajo te acercas poco a poco a la desembocadura, que es como llaman los optimistas a la muerte.

Estoy vivo. Todavía tengo unas cuantas travesías río abajo antes de pegarme la gran tarascada, porque sigo metiéndome en el agua, hasta el cuello, buscando, no se lo digáis a nadie, la otra orilla. El otro lado. Donde no le limpie la mierda a nadie. Donde no me diga todo el mundo lo que tengo que hacer y lo que puedo o no puedo hacer. Donde la gente respete lo que tengo entre las orejas, o al menos haga como que lo tiene en cuenta. En la otra orilla, donde estaré muy atento a no pensar jamás de los demás lo que, caramba, me obsesiona que piensan hoy ellos de mí.

El río. El maldito río que nos lleva, por San Pedro. Por si a alguien le interesa, y quiere localizarlo en Google Maps, en una enciclopedia o donde sea que se busque, este río se llama Crisis. ¡Qué gilipollez!




domingo, abril 06, 2014

¿Soy leyenda?

Para nada, para nada, aunque legendarios son mi obeso atractivo, mi grasienta y magnética sexualidad, mi inteligencia escurridiza (cuando voy a ser listo...¡zas! se me escapa) y mi hombría de bien.
Pero no quería que pasara este hito sin hablar un poco de ello.
El dato es que hoy, domingo 6 de abril, a las dos y cinco de la mañana, este blog, Las Peroratas de Wolffo, ha recibido 50.235 visitas desde que se trasladó a esta plataforma en Blogger. Antes estuvo en ya.com y tuvo un efímero paso por la plataforma de bitacoras.com.
Quería haber hecho alguna fanfarria o algo, pero se me ha pasado el totémico momento. 50.000 visitas no es ningún récord, y menos ahora, que están de moda los bloggers y, sobre todo, las blogueras, de moda y de cupcakes y de idioteces así, pero bueno, es un montón de gente, para mí aunque ahora los que nos vemos allí somos menos de cuatro gatos, tres tal vez, o quizá dos, o como poco una cifra entre uno y ninguno.
A nadie le importa ya esta bitácora, este weblog, este cuadernillo de desdichas, alegrías y canciones, pero ha llegado el punto en que es a mí a quien importa, y por eso me hace feliz mantenerlo vivo, sin apenas lectores, pero con el mismo entusiasmo escribidor. A veces. Porque otras, como últimamente, no me apetece demasiado escribir. Vamos no es que no me apetezca, es que no puedo, literalmente, literariamente, escribir.
La crisis de este blog es mi crisis, la de un hombre desubicado por completo, que se siente como el bardo Asuracenturix, ¿os acordáis? En la primera página de los libros (nadie los llamaba cómics, entonces) de Astérix, al presentar a Asuracentúrix, el bardo, decía algo tipo: "Las opiniones sobre su talento están divididas; él piensa que es genial y todos los demás piensan que es un pelmazo". Algo así me pasa a mí. Me parece que escribo genial, pero al mundo no parece importarle.
Este blog, además de permitirme explayar todo mi ser literario, sea este del tamaño y la calidad que sea, me ha permitido establecer una serie de vínculos y relaciones personales que, en ocasiones, han llegado lejos, verdaderamente, o quizá debiera decir profundo, y eso es lo mejor que este rinconcito me ha dado. He conocido personas a las que no hubiera conocido de otra forma, y algunas de esas personas son extraordinarias realmente.
También me ha pasado lo contrario. Personas a las que conocía y quiero, aparecieron de incógnito, con nombres, nicks, que ocultaban su verdadera identidad y jugaron conmigo, a veces durante años, un juego realmente divertido y que, al final, al descubrir quiénes eran, me permitieron conocer aristas sorprendentes e insospechadas de esas personas... que de otra manera no habría podido conocer.
He amado y he odiado, me he reído y he llorado, me he desnudado y he sido injusto, pero he escrito, siempre, con el corazón y la cabeza prosiguiendo su batalla sin tregua, casi siempre atento al primero, pero vigilado por la segunda sin cesar.
¿Soy leyenda? ¡qué va, hombre, qué va...! Ni siquiera soy un escritor maldito o incomprendido, soy solo un escritor que no gusta a la gente, o sea, una tristeza tremenda, lo mires como lo mires. Hubo un tiempo en el que, al menos, vivía de lo que escribía, no como ahora. Pero... bueno, quizá cambie eso, y este seguirá siendo mi rincón, el lugar al que acudo a escribir lo que me corre por las venas, mis amores y desamores, mis filias y mis fobias, mis hitos y mis largas horas de ignorancia mundana. Aquí, donde nacieron y vivieron June y Lorna Cor.
Quiero que me quieras. Que vuelvas a aparecer en mis entradas y mis salidas. Que me perdones. Que no me olvides. Que me devores, mojándome en el café. Que juegues conmigo. Que  salga el sol a tu espalda mientras te ríes o lloras con mis palabras. Que cruces y descruces los piececitos bajo tu silla al leer descolocada mis mensajes nada ocultos en historias sorprendentes. Quiero ser lo que tú lees. otra vez.

Y así, hasta siempre.
¿Volverás?