jueves, marzo 13, 2014

Cormoranes, por si miraras hacia arriba.

Levanto la mirada, con cautela, y veo el camino lleno de maleza. Y tú estás a un lado y sigues enfadada, y ni siquiera me miras, y sólo si nuestras miradas se cruzan, me demuestras tu desdén. Tu infinito y cordial desdén.

Avanzo, un poco penosamente, a machetazos, y voy descubriendo apostados tras los árboles, tras las piedras grandes, a los matarifes que esperan a que abandone el camino, afilando sus cuchillos, segregando jugos homicidas, vendiendo, tal vez, la piel del lobo antes de cobrarse esta pieza. ¡Qué cabrones!

Tú tampoco estás. Y sin embargo tu ausencia, el hueco que dejas, el vacío con el que tu no estar me envasa el alma, es la evidencia de lo mucho que me importas... y de lo poco que significo. Y, desolado, sigo sin ti.

Y tú nadas, en tu océano de tristeza, contra corriente y yo lo sé, pero también sé algo que tú nunca sabrás, porque eres obcecada como una tortuga,  y es que si bien a veces has sabido identificar a tus enemigos, siempre yerras con tus amigos: yo soy el más fiel de ellos, y nado por encima de ti, no por quedar por encima, como te gusta pensar a ti, sino porque tú jamás miras hacia arriba y no ves los a los elegantes cormoranes, elegantes de lejos, despiadados de cerca, cuando se lanzan al mar en busca de delicados bocados como tú. Crees, pobre boba, que tienes que defenderte de mí... y yo te comería, sí, pero sólo para hacerte vivir.

La noticia, lo que ha cambiado, es que al fin, estoy caminando. Es que voy dando pasos, puede que algunos de ellos equivocados, pero voy tomando velocidad de crucero, y el aire echa hacia atrás mi flequillo autónomo y el mirador de mi antigua faz, de mi rostro envejecido, se encuentra despejado por primera vez en muchos meses y puedo, al fin, mirar hacia delante.

Sigo, eso sí, sin poder escribir. Con miedo a que me leas. Con vergüenza de vida, sin sal, con grasas polisaturadas, con paseos, sin vivir, contigo rondando mis pensamientos pero, al parecer, ya irremediablemente sin ti.

Abriré el melón de mis penas mundanas, me engañaré con su aroma fresco, cortaré en rodajas las amargas desdichas y trataré de ignorar el daño inmisericorde que me causas, endulzándolas con edulcorantes artificiales, como el pensamiento positivo, las amistades cibernéticas, el sexo a solas, el consenso estéril, el diálogo hueco y la sonrisa de smiley en el lugar que debían ocupar tus labios verticales, benditos por la gracia de mi deseo, malditos por tu desdén.

Daría cualquier cosa porque comprendieras que, vida mía, no estoy intentando ganar nada. Sólo intento no perderlo todo.

Trato de sobrevivir.

4 comentarios:

sabelilla dijo...

cormoranes en lo alto, en lo bajo pequeño pajarillo convertido en ave fénix... ánimo en la gran tarea de reinventarse.
Aquí te dejo mi beso, con el que siempre podrás contar, siempre.

Wolffo dijo...

¡Ay, sabelilla, si tú supieras la ilusión que me hace volver a verte por aquí...!
Beso gordo va, guapetona.

Mal dijo...

Vaya maravilla que te ha salido, y eso que sigues sin poder escribir..

Me alegro de que el aire mueva tu flequillo. No sabes cuánto.

Un beso enorme.
Mal

Wolffo dijo...

Mi querida Mal, ¡qué deliciosamente adorable que eres siempre conmigo!

Me tienes que explicar eso de la mirada que me dijiste el viernes pasadoo, ¿eh?

Un besoplón.