domingo, septiembre 29, 2013

4 tapas; Granada, otra vez

Voy a Granada, de vez en cuando, porque me encanta esa ciudad, porque Susana, mi costilla, es como si fuera de allí y porque allí, ella, es todavía más bonita, más divertida y más adorable. Ir a Granada debe ser fantástico en cualquier caso, pero si vas con Susana... te mueres.

Susana te enseña la Alhambra como casi nadie puede enseñártela, y siempre dedicamos un día de los que vamos a Granada a ir allí, a oír las mismas historias, a ver los mismos rincones, a recorrer la mismas leyendas... y a vivirlas, cada vez de un modo distinto.

Otro placer granaíno-susanero es ir de tapas. No hay ciudad como Granada para tapear, para tomar unas cañas errantes, y acompañarlas de risas nómadas, historias andantes, sorpresas viajeras.

El jueves estuvimos allí otra vez, por la tarde-noche, sólo un ratito, y solo cuatro  cañas, todas en la calle Alhamar, pero yo lo pasé de fábula.
Empezamos en La Blanca Paloma, que para mí, que disto muchísimo de ser un experto, es el gran clásico granaíno del tapeo tradicional. Sus berenjenas, siempre acompañando la primera caña, son un primor. Así es como se fríe, amiguito, parecen decirte cuando te dejan ese sencillísimo plato blanco, casi curtre, semivulgar, pero con esas gloriosas berenjenas fritas sin más: hay que probarlas. 4,00€

Luego, caminando calle abajo, entramos enla sorpresa de la noche, Belle Epoque. El sitio parecía -y lo era- un poco demodé, con unas sillas y mesas que más que vintage, parecían del tipo "a ver si aguantamos un par de años más con las mesas". Como íbamos de terracitas, estábamos ahí fuera y no ayudó nada el hecho de que una de las farolas de la calle empezó a fallar. Pero cuando trajeron la tapa: caray, había que callarse. Unas tostas de bacon y huevo de codorniz, con mayonesa y una guarnición de ensalada de pasta. Apoteósica, de verdad, a pesar del aspecto decadente y pasado de fecha del local. 4,20€

Luego caminamos hacia El Timón, tapas marineras, como su propio nombre indica. El Timón es de nueva apertura (al menos del último año, o así) y está al lado, al ladito, pero pegando, a La Blanca Paloma, y fuimos a Belle Epoque sólo porque nos daba corte levantarnos de una terraza y sentarnos en la de al lado.
Eso nos permitió gozar de la tapa de la noche, y de vuelta, ya sin síndrome de traición a La Blanca PAloma, nos sentamos en El Timón y pedimos el correspondiente par de cañas (miento, yo ya me pasé a la clara de limón) y esperamos sentaditos a la tapa.
Esta resultó ser una ración de chirlas a la marinera que estaban correctas... dentro del festival de alucine que es ir de cañas en Granada: en Madrid, sin despeinarse, te clavan cuatro o cinco euros por una tapa así. Bien, pero no extraordinario. 4,00€


Cogimos ya la vuelta a casa, sin intención de parar más, pero una mesa libre en la siempre poblada terraza del Made in Italy nos hizo replantearnos la cosa de ensobrarnos inmediatamente y decidimos darle otra oportunidad a la noche para sorprendernos. Caña y clara de limón, hagustélfavor, y nos trajeron, para mojar, dos soberbias rosquillas de jamón serrano, el de la tierra, acompañadas de una ración de patatas fritas caseras dos salsas (mayonesa, ketchup) que estaban para chuparse los dedos (gordas, crujientes, sabrosas), cosa que hicimos sin demasiada ceremonia. El pan de la rosquillas, del tipo mollete, estaba, además ligeramente pasado por la plancha lo que daba al bocatilla una textura fabulosa: crujiente, calentita por fuera, y extraordinariamente suave y melosa la miga. Un bocado de dioses. 4,00€, también.

domingo, septiembre 15, 2013

Más de lo estrictamente necesario

Levanté la vista un poco escamado por lo raro de la cadencia de los pasitos que entraban en la tienda. El hombre, inofensivo como un teletubi, se acercaba hacia mí con sus piernezucas arqueadas, avanzando -poco- con sus pasitos laterales, con unos andares estilísticamente más cercanos a Don Pimpón que a John Wayne
Huele un poco mal, pero nada del otro jueves. Me pregunta por el baño (",el reservao"), le doy la llave y me dice, como tranquilizándome (quizá ha detectado una mueca en mi cara al olerle):
- Sólo voy a hacer lo menúo...
Tampoco es para tanto...

En fin, gracias... ¿Realmente este hombre piensa que a mí me interesa si va a hacer aguas menores o, por el contrario, todo un poder?
No me interesaba. Lo aclaro por si algún amable lector sintiera, en algúnmomento, la tentación de darme este tipo de detalles. Ahórrenselos. No me interesan.
Yo sigo a mis cosas (pan, ordenar la tienda, cobrar a los -pocos- clientes que un domingo por la tarde vienen a repostar) y me olvido del hombre de piernas arqueadas y personalidad locuaz por un momento, hasta que el sonido de la cisterna descargándose me lo trae de nuevo al pensamiento. Sólo entonces reparo en que, aparte de lo inoportuno, lo de "hacer lo menudo" tiene su gracia.
Casi he perdonado a Don Pimpón el Menudo cuando entra balanceándose y sonriente por la puerta, con la llave en la mano y, después de felicitarme por lo limpios que están los baños, me suelta:
- ...tanto que se me ha movido el estómago, oiga... pero muy a gusto... si es que estando limpio, uno se alivia a gusto, ¿verdá...?