jueves, abril 11, 2013

Bailando con diésel (Duérmete tú, gilipollas)

Cualquiera que me conozca un poco, sólo un poquito, sabe lo que me gusta la música. Muchísimo. Escucharla, verla, tocarla, crearla, moldearla, reinventarla. Por eso os quiero contar una cosa que me pasa con la música en la gasolinera.
Tenemos hilo musical en la gasolinera. Hay tres canales disponibles para el gasolinero avezado:
  • música en español, que es la selección musical que está por defecto programada y cuya vulgaridad infinita me deprime ligeramente... al principio, y después de un rato, me deprime del todo. Es una selección corta, estrecha, evidente y desafortunada. Las mismas canciones suenan una y otra vez y es como una tortura ("Muerte por cocalización") que se aplicaba a los ratones inteligentes (una raza superior creada por los japoneses, para obtener un ejército que ocupara poco espacio) en el fantástico "¡Tierra!" de Stefano Benni: Se ataba al ratón a un poste (el palito de un helado), y se le aplicaba un goteo de Cocacola, pero no con un gotero, sino dejando caer, desde unos 20 centímetros de altura, gotas del negro refresco en su cabeza. Después de un tiempo determinado, esa dulce y corrosiva melaza iba corroyendo el cráneo y perforando el cerebro del ratón, provocándole la muerte cerebral antes de la muerte definitiva. Pues bien, así me siento yo en la gasolinera con este canal: con cada canción de Bustamante, de la Quinta Estación, de Joaquín Sabina o de Calamaro, me siento un poco menos persona y un poco más cerca de la muerte.
  • música "internacional", en esta selección, se abre un poco la mano, en cuanto a intérpretes, estilo y épocas. Junto a Shakira, a  Alehandrou, Fernandou... que no sé de quién es, pero que me crispa, se puede escuchar a Oasis, a Los Elefantes y... ¡los Beatles!. Lo malo es que, como mucha gente sabe, los estéreos de los Beatles son bastante radicales. Y la megafonía de la estación es monoaural, por lo que canciones como Eleanor Rigby, I'm only Sleeping o I'm looking through you y alguna otra se oyen sin voz principal, lo que, en días de pocos clientes (lamentablemente, cada día es más frecuente pasar días sin demasiados clientes) me permite cantar a voz en cuello estos temas, mientras repongo y frenteo los lineales, o mientras cambio las bolsas de las papeleras, o pongo guantes desechables en los surtidores. Labores todas ellas mucho más llevaderas si puedes, no ya canturrear, sino interpretarlas en serio. Lo malo es que tiene que coincidir una de los Beatles y que no haya nadie: ni mi jefa, porque si ve que me estoy divirtiendo es capaz de cortar la música, ni clientes, porque no todo el mundo es tan tolerante como yo mismo con mis berridos y gorgoritos.
  • y un tercer canal que programa música clásica, aunque quizá sea más exacto decir música sinfónica, porque, si bien los fines de semana la programación es "clásica", a diario suelen poner, unos días esa basurilla que se ha dado en llamar "chill-out", todo flautas y sintetizadores compitiendo por ponerme los nervios de punta; otros días es música orquestal, sí, pero versiones orquestadas de clásicos del pop, otro género musical que consigue sacarme de mis casillas. Ambas selecciones entran en lo que podemos llamar música de ascensor: tolerable un par de minutos, como máximo
 Yo suelo, a diario, de lunes a viernes, cambiar al segundo canal, internacional, porque junto a tontás de pop insufrible, ponen alguna cosa buena y hacer mi trabajo sin que se me note cuando ponen una buena, no sea que mi jefa me vomite encima. Pero los viernes por la tarde y los fines de semana, sin jefa que me controle... pongo el tercer canal, el de música clásica y es fantásticamente agradable oir a Schubert, Mozart, Beethoven, Liszt mientras el día pasa y espero con asiedad el cambio de turno para irme a casa. Esta música me ayuda a olvidar lo miserable de todo esto y algunos pasajes concretos de, por ejemplo, la pastoral de b., sencillamente, me elevan por encima del mundo.

Algunos clientes me agradecen que ponga esta música explícitamente, otros me lo agradecen sin saberlo, pero sus deditos, o sus ojos llevan el ritmo y se lee la placidez, o la alegría, en el espejo de sus almas, lo que viene siendo el rostro, jeta o careto.
Los clientes más habituales de la estación donde trabajo son los conductores de los Autobuses de Larrea, que repostan todos los días en la estación bien al empezar o, generalmente, al acabar su jornada. Un puñado de estos conductores, así como mis compañeras (y compañero) coinciden en la misma crítica a mi selección musical: "te vas a dormir con esta música", a lo que una compañera suele añadir, "yo necesito marcha, ¡marchaaaa!" y cambia de canal y se oye a Isabel Pantoja, o a Bertín Osborne, o a esos tristes que cantan Esta es mi generacióoooooon... y entonces mi compañera se tranquiliza, ella sabrá porqué.
Cuento esto porque, en fin, me cabrea. Me fastidia que todos digan eso de que me voy a dormir, porque, o sea, ¿es que no tienen orejas? o bien, ¿no tienen cerebro? porque basta con escuchar para no dormirse con la música clásica. Me gusta el rock como al que más... soy músico de rock, caramba, pero eso no me convierte en un analfabeto musical. El hecho de que la música clásica no tenga una batería repitiendo un patrón, marcando con la caja cuando la gente tiene que aplaudir, no quiere decir que no tenga ritmo, vivacidad o empuje. Y sin embargo, todos dicen la misma gilipollez: te vas a dormir.
A mí me gustaría que se durmieran ellos. Ya que, al parecer, viven dormidos, anestesiados, sin criterio propio como para escuchar el mundo por ellos mismos, y tener su propia opinión, que se duerman y me dejen en paz. O sea, no digo que tengan que disfrutar de esa música. No es obligatorio que les guste, pero que todos coincidan en la misma gilipollez es lo que me enerva: te vas a dormir.

Duérmete tú, gilipollas. ¿Alguien puede imaginarse quedarse dormido escuchando esto?


Pues eso.

2 comentarios:

Mal dijo...

jajajaja, pero qué mala hostia!!! Sin embargo, no puedo dejar de estar de acuerdo: que se duerman los gilipollas

Wolffo dijo...

Es que hay cosas, Mal, hay cosas... que uno aguanta, de acuerdo, pero no puedo dejar de quejarme