sábado, marzo 09, 2013

Viaje al centro de la nada

Lo cierto es que, a pesar de la ausencia de dolor, no soy ajeno a la frustración de ver mi casa vacía. No sólo estas cuatro paredes, en las que reverberan hasta mis pensamientos más discretos, sino el valle entero en el que se levantan, sufre el olvido de los turistas, de los viajeros, hasta de los denostados domingueros... incluso de los eventuales ladrones que, sabios como pocos, saben bien lo poco que hay para robar aquí.


Un tsunami de soledad parece haber asolado todo lo que yo soy, lo que significo, lo que ofrezco al mundo, y aunque mi casa ha resistido más o menos la ola de indiferencia, los alrededores de lo que es mi casa estrictamente, están anegados bajo el agua que no da vida, sino que la quita, agua asesina, tierra yerma y la nada me rodea, la nada absoluta.



Los días como los de la semana pasada, en los que la nieve cae, mi casa humilde y solitaria adquiere el alegre aspecto de un iglú serrano, pequeño, recogido y en el vértice de los vectores invisibles que van de vuestros corazones a mis asuntos, meta de nada, cima del aterrador vacío que sufre mi cabeza.

Ya no venís. Ya no preparo, por lo tanto, desayunos para los madrugadores, aperitivos para los juerguistas, almuerzos rápidos pero sustanciosos para oficinistas... ni siquiera sirvo cafés y bollos vespertinos, y mucho menos copas  noctámbulas. Ya nada.

Y... caray, lo echo de menos. Cada uno de vosotros que falta es una idea menos en mi cabeza; cada comentario huído es una canción no cantada. Todo coincide y ya nadie, o casi nadie, espera de mí apenas nada y esa ausencia de expectativa es mucho más frustrante de lo que a priori cupiese pensar. No es por escudarme, en serio, pero no sé si no escribo porque nadie hay para leer o si dejó la gente de leer porque dejé de escribir.

Aquí sigue mi casa. En la medida de lo posible, por mi parte, mantendré los caminos de acceso despejados y cambiaré las flores, las piedras y los animalitos que acompañan en el camino (eso lo tengo que negociar con la fauna indiana), pero si vienes, firma el libro, caray, que no te cuesta nada y si sé que has venido, haré lo posible por tener las habitaciones ventiladas y cosas divertidas para leer.

La nada os espera.


4 comentarios:

dockof dijo...

Buenas. ¿Se puede? Es que yo pasaba por aquí y me dije: voy a saludar al old and dear Wolf.
Sigue escribiendo como sí te fuese la vida en ello, que leer tus palabras de vez en cuando es como bálsamo para mi alma y absolut para mi garganta.
Aquí te dejo la prensa del día, un CD de los Kinks y una Pepsi Máximo para que te la tomes en un momento de descanso.
Un fuerte abrazo y mucha paciencia ante esta jodida vida que nos está tocando torear.

Wolffo dijo...

Querido Doc, eres único al rescate. Un amigo de verdad. Tus regalos, tus palabras y tu constancia sí que son un verdadero bálsamo para mí.
Sentémonos en el sunset y celebremos la vida que nos queda, que será dichosa a ratos y a ratos irritante, pero es vida, Doc. Y al lado de tipos como tú... caray, la vida tiene sentido.
un abrazo enorme.

Mal dijo...

A punto he estado en el comentario anterior de preguntar cómo era eso de que no le visiten a uno. Y he aquí tu respuesta.
Yo creo que se trata más de lo primero: dejan de leerte porque dejas de escribir y, sobre todo, porque dejas de leer lo que ellos escriben. No estoy muy segura, pero creo que funciona más o menos así.

Pero tú sigue escribiendo y escribiendo, aunque no digamos ni mú.

Wolffo dijo...

Es que es, a veces, como cantar en un teatro vacío: es agradable, pero molaría más si estuviera lleno.
Puede que tengas razón, pero es raro.

Y es muy agradable encontrarte, mi preciosa Mal.

¡Guapa!