¿Sabéis?
Ya he dicho más de una vez que una de las pocas cosas buenas
que tiene este trabajo que me ha tocado en la gasolinera es que te encuentras con gente de todo
pelaje, y hasta con calvos, y que así como uno de cada mil te hace replantearte
la conveniencia de seguir siendo un ser humano, por lo general la gente es
buena, simpática, agradable y trata de sobrevivir lo mejor que puede, ayudando,
si es posible, a sus semejantes. Los problemas de verdad llegan cuando resulta que no eres
“semejante” y entonces a la gente no se le ocurre ayudarte, así, motu proprio,
sino que te quedas fuera, ignorado y más solo que la una.
Esta noche, y hasta el jueves, estoy de turno de noche. Eso significa que
durante estos días entraré
a trabajar a las once de la noche y saldré a las 7 de la mañana, así que este
año, en Nochebuena, mi brindis es con Gasolina de 98 octanos, la cara, que uno
anda justo de fondos, pero si hay que gastar, se gasta, ¡qué caramba!
Si por el día el crisol humano que me visita en la gasolinera
es variadito y plural, mi parroquia nocturna es, en términos generales, gente
pintoresca y bichos raros, un puñado de gente que no son, precisamente, esos
“semejantes “ a los que la gente ayuda, sino más bien tipos de esos que te hacen
cambiar de acera (más por extrañeza que por miedo) cuando te vas a cruzar con
ellos por la calle.
Viene mucho Freddy Alcabo, a eso de las dos de la mañana, un
pobre viejo que escapa, buscando aire fresco, de la residencia cercana donde se marchita poco a poco, al que
la vida le pesa un montón, y soporta ese peso sobre sus anchos y caídos
hombros, y me pide una cerveza por cuyo precio
(¡ladrón, en el super me cuesta 60 céntimos!) discute todos los malditos
días. Es su forma de darme conversación.
Mario “el Rajas” viene a diario, también, en un 127 color café
con leche medio destartalado, pero aún funcionando, vacía en el cajetín por el
que atiendo a los clientes de la noche sus bolsillos llenos de monedas (toca la
guitarra en una buena estación de metro de Madrid) y pone 5 euros de gasolina
(para poder pasar la noche calentito con la calefacción del coche) y el resto,
hasta donde llegue, en Kinder Buenos, a los que es fatalmente adicto. Si ha
tenido un buen día, puede llevarse hasta diez y fulminarlos mojándolos en un
chocolate de máquina que me pedirá con toda la educación del mundo.
Lola, la Sola, viene también a diario y suele soltarme un
puñado de monedas, no todas de curso legal, y que, normalmente, no llegan a
juntar ni 20 céntimos, me mira con sus ojos vidriosos de un gris tristísimo sólo transparente a medias, y
me dice, casi implorando, ¿pa qué me llega? Y yo busco y suelo darle una barra
de pan del día anterior, todavía en buen estado, o algún bollo que haya
sobrado. No están recién hechos, pero todavía están comestibles y a ella le
gustan especialmente las napolitanas de jamón y queso. En verano le relleno su
botellita de agua que, curiosamente, huele a vino, y en invierno, si algún
cliente me ha dejado propina, le invito a un café con leche calentito, de la
máquina.
Están también las Churris, una pareja de mujeres que se
llaman a sí mismas churri constantemente,
que a mí me llaman churri también, e imagino que al resto del mundo;
vienen en una moto de esas tipo chopper y que son pura alegría. Vienen casi a
diario, también, y limitan su consumo a Whisky nacional, dos botellas, y
Ducados, dos paquetes, aunque alguna vez me han dado un susto comprando unas
patatas fritas.
Viene también, algún despistado a poner gasolina, pero mi
gente, mis amigos nocturnos, son este puñado de bichos raros, de gente al
margen, y es con ellos, con mi otra familia, con la que voy a pasar esta Nochebuena.
Para cenar, llevo de casa unas lentejas, que me salen superiores, y unas
gambas cocidas que compré la semana pasada en el super. Freddy dice que está
muy liado, pero que si viene, ni soñemos con que traiga nada, aunque yo sé que
vendrá, seguro, y que robará algo de la cocina de la residencia (puré de
guisantes o algo igual de poco adecuado); El Rajas traerá su guitarra, que toca
de maravilla, y se encargará de los dulces (kínder buenos a mogollón, con toda
seguridad); Lola dice que ella trae el pan (o sea, que lo pongo yo) y las
churris dicen que traen el champán y el tabaco, aunque sólo ellas fuman. Se les
olvidará, seguro y nos dirán que si no nos da igual whisky con casera, que sabe
parecido. Ninguno somos demasiado exigentes.
Y esta será mi nochebuena este año. Con un viejo cascarrabias, un
músico sin hogar adicto al chocolate, una mujer sin pasado ni futuro y una
pareja de alegres mujeres de las que sólo sé que se quieren mucho. Somos, esta
noche, gente al margen. Pero desde la orilla también se puede uno divertir
Pero, ¿qué queréis? Seguro que alguna vez, o más de una,
cuando la vida te hace bajar sin control, como descendiendo unos rápidos en una balsa exigua, el ánimo exangüe, los brazos exhaustos, habéis remado hacia la orilla, os habéis bajado de la barca y, mirando al río,
y a todos los que siguen la corriente, os habéis preguntado ¿y si me quedara
aquí…?
En fin. De vez en cuando, no es nada malo, os lo puedo
asegurar. Yo lo pasaré en grande esta noche, y espero, de corazón, que todos
vosotros también lo hagáis.
¡Feliz Navidad!, como se decía antes (¿por qué no se dice ya?) a los hombres y mujeres de buena voluntad.
Happy Christmas
Como no disponía de un coro de niños encantadores, grabé esto yo solita, y desafino como una perra parturienta, pero lo que cuenta es la voluntá, y de eso, sobrao, ya te digo...
Happy Christmas
Como no disponía de un coro de niños encantadores, grabé esto yo solita, y desafino como una perra parturienta, pero lo que cuenta es la voluntá, y de eso, sobrao, ya te digo...
6 comentarios:
Un abrazo fuerte y grande, Jordi y Feliz Navidad y 2013
JR
¡JR!
Un abrazo a ti y a los tuyos.
Feliz 2013
Jorge, has conseguido que lo lea hasta el final. Feliz Noche buena
Pues ya tienes mérito, maestro. ¡Un abrazo y feliz noche a ti también!
Ojalá lo pasaras genial, Yorch. Como mujer de buena voluntad, te envío lo más de mis mejores deseos para tí y los tuyos.
FELIZ 2013!!
Bueno, lo pasé... dejémoslo ahí. Tú sí que eres una mujer de buena voluntad, me costa, y a pesar de ello, me caes de cine.
Yo también te deseo lo mejor de lo mejor.
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