lunes, diciembre 03, 2012

el viaje (7)

Esto no es normal. Esto no, no es normal. Para nada. Di lo que quieras, pero esto no es normal.
Rallypsie nunca me hizo ni caso. O sea, el sexo con ella era el sexo que ella quería. Y ahora, que hace diez años que no nos vemos... se preocupa por mí. Cuando le cuento mi aventura con los pies selenitas, los dos sentaditos frente a un café, a ella no se le ocurre otra cosa que descalzarse y meter su pie entre mis piernas y emprezar a frotarme ahí. Y justo así es como nos pilló Selena. Yo suponía que no se notaba, pero al parecer, no soy bueno suponiendo cosas.

A Selena se le da bien capear temporales, o vadear ríos, o negociar curvas peligrosas o la metáfora que sea que valga para no poner mala cara, hacer como que no le importa lo que le ha pasado, pero transmitirte con su lenguaje no verbal que te detesta. Lleva todo el viaje como mosqueada, de mal humor, pero sonriendo educadamente y dándole vueltas a trabajo, preparando la entrevista, que está más que preparada, para tener algo de qué hablar que no sea penoso. Está ahí, sentada, apretando los labios, mirando por la ventana, eludiendo mirarme, mientras espera a que conteste a una pregunta que no he escuchado, porque estoy atento sólo a que ella está ahí sentada, apretando los labios, mirando por la ventana, eludiendo mirarme, mientras espera a que conteste a una pregunta que no he escuchado.
- Selena, estás ahí sentada, apretando los labios... etcétera
- ¿Etcétera...? ¿qué quieres decir?
- Lo que ya he dicho dos veces - digo sin darme cuenta de que lo he escrito, pero no lo he dicho
- ¿Estás colocado...? ¿Además de sexo, has tomado alguna droga extra para desayunar...?
- No he tenido sexo
- Ya.

Castilla es ancha. Ancha y abierta en La Mancha. De verdad. Y en tren se aprecia de manera magífica. Páramos de nada en particular, llanuras y arbolitos como moscas en el parabrisas, ancha belleza, amplia tardanza, tardes que se consumen como un pitillo en el cenicero, y ella no puede disfrutarlo porque yo soy un pichainquieta y nuestra frialdad forzosa es una mácula, a blot on the landscape.

- Cuando era pequeña - me dice Selena - ir en tren era lo que todos los hermanos queríamos - soy hijo único, me interesan las historias de hermanos y familias numerosas -. Éramos ocho hermanos, así que no cabíamos todos en el R-12 familiar y los viajes se programaban como verdaderas expediciones. Tres íbamos en tren, y todos queríamos que nos tocara a nosotros. Era un viaje sin padres, sin estrecheces, con toda la libertad - mira el paisaje y en algún arbusto, en alguna roca, se ha quedado enganchada la amargura y ahora parece relajada. La fuerza de la nostalgia, imagino - Aún hoy sigue gustándome viajar en tren.
- Te entiendo - le digo simpatizando de manera natural con ese estado de ánimo -  yo también estoy enganchado al tren desde pequeño. Vivía junto a una gran estación y me pasaba las tardes, con Buch, mi amigo del alma, paseando entre turistas, fingiendo ser americanos, o ingleses, con la esperanza de ligar.
- ¿Funcionaba?
- No, señora, jamás funcionó, a pesar de nuestras conversaciones en inglés
- ¿Hablábais en inglés?
- Recitábamos, un verso cada uno, canciones de los Beatles.
- ¿Quieres decir, en plan you think you've lost your love, well, I saw her yesterday...?
- ... it's you, she's thinking of and she told me what to say
- ... she says she loves yoy, and you know that can't be bad
- ... Yes, she loves you, and you know you should be glad
- ... uuhhh
- ... she loves you, yeah
- ... yeah
- ... yeah...

En ese momento, amé eternamente a Selena. Quiero decir que supe que cuando recordara a Selena, pasara lo que pasara, recordaría su sentido del juego, su faclidad para pasar al otro lado, a lo intuitivo, a la magia blanca y divertida. A la verdadera vida.

- El caso es que, de aquellas tardes perdidas lastimosamente cantando lady madonna o run for your life, me ha quedado un enganche con el tren que no puedo disimular. Me encantan los trenes.
- Lo sé

Creo que los dos pensamos en ese momento en nuestra primera experiencia juntos, en el tren camino de Washington, una primera experiencia verdaderamente singular. Con esa facilidad que tengo para romper el hechizo, me incorporé  un poco, separando la espalda del respaldo y me incliné hacia ella.
- Ella no significa nada - le dije
- Cállate, por favor.

(casi, rozando el poste)

Llegamos a Almería a la hora de comer. Bajamos y el sol sureño nos acaricia con desidia y ligereza.
- Tengo hambre - digo poéticamente
- ¿Sabes lo que más me gustaba de los viajes? - dice Selena, no sé muy bien si hablando conmigo o con sus recuerdos -  Siempre preparábamos bocadillos, mi abuela los llamaba emparedados, y preparábamos muchos más de los que podríamos comernos siendo muy optimistas. A todos nos gustaba llegar al destino y comernos esos bocadillos un poco reveníos ya.
- Oh - dije, porque no se me ocurría qué comentar
- Me gustaría tener cuatro o cinco de esos bocadillos...

Estuve a punto de hacerme unos bocatas, os lo juro. Si no me los hice es porque viajaba con Selena. A mí también me encantan los bocatas viajados, ¿a quién no?, pero supuse que a Selena le parecía grotesco que un cuarentón casi cincuentón se hiciera bocadillos sofisticados para viajar. ¡Maldita sea mi poca personalidad!

Me gusta la estación de tren de Almería. Me gustaba más la antigua, que está pegadita a la nueva, la Intermodal, pero me gusta esa plaza. Nuestro hotel, el Gran Hotel de Almería, Citymar, o algo así, está muy cerca de la estación y convenzo a Selena de que caminemos
- Es mejor, créeme, está aquí al lado
- Quiero bocadillos, ¿en el hotel harán buenos bocadillos?
- Olvida el hotel, sus bocadillos serán frescos, tengo una idea mejor

Fuimos al hotel. Dos habitaciones contiguas, comunicadas, lo que aviva mi esperanza y mi fe en el ser humano. Cargué con su maleta. Cama de matrimonio en su habitación. Desnúdate y olvida los bocadillos, Selena, te haré el amor hasta el amanecer del tercer día, me digo ilusamente. Seguramente, si la convenciera, seamos francos, me quedaría dormido después del primer disparo. La dejo mientras se cambia. La he convencido de no pedir bocadillos en la habitación, porque eso significaría comer y sestear por separado y, llamadme obseso, pero no quiero separarme de la dulce Selena.

Conozco un poco Almería. Callejeando desde el hotel hacia el interior, en las callejuelas que rodean la Escuela de Arte, está La Goleta. Un bar de mala muerte, bueno, de buena muerte. Pescados del día (anterior), los que han sobrado en los restaurantes de primera línea. No es un sitio romántico, ni moderno, ni simpático, pero hacen unos bocadillos de pescado alucinantes. Son de pescado ya cocinado que ha sobrado. Puede ser calquier pescado. Sardinas o rape, bonito o cazón, merluza o japutas, da igual. EL Muelas, el dueño de La goleta, hace un picadillo de cebolletas, apio, col y salsa inclasificable, pero parecida a la que se una en los kebabs, prima hermana de la bearnesa, también, ese rollo. Desmigaja a mano los pescados que recolecta y los mezcla.

Usa panecillos redondos, pero pan-pan, no del tipo abollado de las hamburguesas. Hace la masa él mismo y los hornea a medida que los va necesitando. No es fast food. Llegas y debes esperar, al menos los 13 minutos que tarda en hormearse el pan y lo que tarde luego en rellenar el bocata. Veinte minutos si no hay gente. De 30 a 40 minutos si la cosa está animada. Para la espera, cañas y patatas chips. El Muelas sólo ofrece dos tipos de bocadillo: de pescado o de pollo asado y para el pollo, también usa pollo asado que haya sobrado del día anterior de locales de alrededor. Está bueno, y usa el mismo picadillo que para el de pescado, pero el de pescado es insuperable.

- Tenías razón - dice Selena acabándose el segundo bocadillo -  es lo más rico que he comido en mi vida. ¿Un café?
- No hay café aquí. Sólo helados.
- ¿Artesanos? - dice emocionada, esperando una cosa tipo los bocadillos de pescado
- Qué va... Frigo.
Pagamos y nos vamos con nuestros helados en la mano.
- ¿Un paseo or la playa? - es mi mejor arma
- Claro

Soy previsor, he salido con una mochilita que uso para guardar sus zapatos, y los míos y caminamos por la playa. Selena es preciosa en la playa y hablamos de nuestros recuerdos, tan distantes y tan parecidos, de nuestras vacaciones de niñez en la playa. Cuando hago estallar su risa, se detiene, echa la cabeza hacia atrás y el sol pasa entre los rizos de su melena. Caray. Estoy empezando a enamorarme de esta mujer.

El agua moja nuestros pies (y los bajos de mis pantalones, nunca se me dio bien eso de enrollarlos) y refresca nuestra conversación. Selena está estupenda. 
Selena está a punto.

Y yo, ni te cuento.



El viaje
Esta es una de mis primeras grabaciones. El sonido es muy amateur y un poco recargado, pero la composición (mucho más antigua que la grabación, data de mis 18-20 años, hace 30 años, te pedes...) me sigue gustando. Tiene este viaje poco que ver con el del post. El asunto de esta canción es un tránsito, sí, pero hacia la muerte que, en algún momento de mi vida pasada consideré una especie de alivio. Cosas de niño viejo, supongo.









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2 comentarios:

mal dijo...

po favó, no disminuyas el ritmo..

Wolffo dijo...

estoy en ello, Mal, pero atravieso momento de mucho lío.
Pero vamos, que ya estoy escribieno la siguiente entrega. Tiene buena pinta.