martes, diciembre 25, 2012

Mejor, fuera de la fiesta (9)

La fiesta se desarrolla con extraordinaria pesadez. ¿Sabéis cuando uno quisiera estar en cualquier sitio del mundo, cualquiera, antes de estar en el lugar donde uno, de hecho, está? Es mi caso. Selena, ni idea. No sé dónde está. La perdí hace tres horas y no sé porqué narices no estoy con ella, si ese era el plan.

Esta fiesta es, literalmente, para pegarse un tiro. Estamos en el yate de un ruso, en el puerto de Aguadulce, cerquita de Almería, y aquí corre de todo menos buenos tiempos. Abundan fosas nasales irritadas, estómagos hartos de comida y bebida, sexos agotados por exceso de uso, gente con dinero de sobra, gente sin dinero, pero que va donde va la gente con dinero para recoger las migajas y yo, más perdido que un poeta. Ahora que lo pienso, ¿puede ser envidia? Puede serlo, porque me gusta pensar que el sexo y las drogas y la bebida y el dinero son inmorales cuando los disfrutan otros, pero a los que no recuerdo haber hecho ascos cuando estuvieron a mi alcance. ¿Me convierte esto en un ser envidioso y ruin? Bueno, no me convierte, porque creo que nací así de mísero de espíritu, pero, por lo demás...

De todos modos, se me da de fábula fingir la indignación moral, y la tormenta se dibuja en mi cara con notoria expresividad cuando decido que en un sitio como en el yate en el que estaba, se han sobrepasado los límites de lo tolerable o, por decirlo en palabras más ciertas y sencillas, cuando veo que todo lo que hay de bueno en esta fiesta, no es para mí, que no me voy a comer ni media rosca, me revisto de indignación, me levanto digno -tanto como puedo, que no es gran cosa- me levanto y me voy.

No quiero estropear la fiesta con mi cara de arroz, con mi tristeza infinita, ni con mi ánimo tan poco simpático con el mundo en general, así que me voy. Vine junto a Selena, en un sorprendente giro de los acontecimientos del día más románticamente desastroso que recuerdo. Pero ahora no sé dónde está Selena y sus amigos, ala verdad, me repatean. Nada hay para mí aquí, así que desapareceré.Si ella regresa mientras no estoy, hacédmelo saber por favor.

(I don't want to spoil the party


¡menudo temazo!)

Es así de sencillo. Después de mi aventura (desventura) con la taza del váter de la habitación de Selena, en fin, logramos, con mucho estómago y mucho corazón, sobre todo por parte de ella, rectificar la tarde. A ello contribuyó, y no de manera despreciable, el que evitamos el incidente en la conversación y el hecho de que cambiáramos el carácter de nuestra reunión, desechando, de momento, cualquier aspecto romántico. Debo decir que eso, con una mujer como Selena delante es harto complicado: mis ojos la están viendo, mi nariz la está olisqueando, mis oídos la oyen, mi imaginación la recuerda y es difícil abstraerse de todo lo que evoca Selena en mí.

Bajé a la cafetería y echamos casi toda la tarde hablando, preparando la entrevista del día siguiente, trabajando como dos buenos profesionales, cosa que hay que saber valorarme, en serio, que Selena es mucho delante de uno.

El caso es que, eludiendo el tema, y mientras decidíamos si salíamos a picar algo, aparece un pollo vestido cien veces mejor que yo, con un pelazo peinado a raya hace tambalear mi masculinidad, alto, bien plantado (un poco de cara de memo, como de pingüino, pero quiero señalar lo bueno, para que no se me tache de  -excesivamente- envidioso) e inclinándose y ahuecando la voz para parecer más machote, como si hiciera falta, dice:

- ¡Por todos los santos, si es Selena...!

La invocación al santoral me pone en guardia. Además, no se limita a uno o dos santos, sino que alude a todos, convocándolos en torno a su causa, como si fuera a librar una batalla. Para mi inmenso pesar, Selena, en lugar de poner cara de grima, o de echarme una mirada de horror de esas tipo "¡sálvame!", o algo que indique que está de mi lado, o sea, deseando que el bien plantado caballero se esfume, si es posible, tropezando y haciendo el ridículo, Selena, digo, sonríe con toda su sonrisa y contesta, como quien descubre a un viejo amigo largamente esperado

- ¡Caracoles, Cayetano! - sí, ha dicho caracoles. Y sí... se llama Cayetano. El aludido echa atrás su cabeza bien peinada y deja escapar una cosa parecida al resuello de un pez volador que es lo que hace en vez de reír. Es una especie de movimiento circular de la cabeza, con caidita de ojos y apertura bucal que deja escapar el resuello y una visual de su perfecta dentadura. Será muy atractivo, pero vaya mierda de carcajada que tiene.
- ¡Heah...! - grazna - ¿Caracoles, aún te acuerdas...?

Era una broma privada lo de "caracoles". Mierda. Eso significa que tenían cositas en común. Bueno, hablan, Selena me presenta y el tío es encantador, pero me cae como una patada en los huevos, qué quieres que te diga. De todas formas, aunque no participo en la conversación, a pesar de las continuas invitaciones a hacerlo por parte de Selena, que es un encanto, aguanto el tipo sin escupir al suelo ni nada, por no parecer tan patán como soy en realidad, y acabo aceptando que nos subamos al X5 de Cayetano para asistir a una fiesta en un yate que esa noche está atracado en el puerto de Aguadulce.

En el coche dejo de disimular. Quiero poner cara de pedo, mientras Selena y Cay (le llama Cay, ¡qué desgracia!) pero la carretera bordeando la costa es demasiado bonita como para ignorarla y, como un niño madrileño cuando, después de un largo viaje en coche, llega, por fin, al mar, admiro atontado el trabajo del agua con la costa y los asombrosos paisajes que siempre genera. ¡Cómo me gusta el mar! Sobre todo la costa, cuando el mar y la tierra se juntan y se dan y quitan cosas. Claro, entre mirar eso y escuchar como el maldito Cay trata de seducir a Selena, me quedo con la lucha abierta entre el mar y la montaña, no hay color.

-.-

El yate es una pasada. Es de un ruso cuyo nombre no recuerdo ni a los tres segundos de ser presentado a él. El yate tiene, en serio, probablemente, la colección de tías buenas más apabullante que he visto en mi vida. O sea, hay unas cuantas mujeres españolas, muy guapas y elegantes y tal, pero la colección de chicas rusas impresionantes es tan, tan asombrosa que a uno se le quitan hasta las ganas. No es posible que sean de verdad. son como hologramas de una revista de moda que pululan por ahí y que, por supuesto, me ignoran absolutamente, con mi camiseta negra, mi chupilla vaquera y mis chinos de mercadillo, con mi corte de pelo Philips casero, con mi cara de bobo mirando los sofás que cuestan más de lo que yo jamás podré pagar.

Selena, bueno... Selena no es una chica. Es toda una mujer, ya ha cumplido los cuarenta y no tiene nada que ver con estas ninfas y claro, el maldito ruso y sus amigos, hartos de los hologramas neumáticos, se lanzan a por ella como si no hubiesen visto jamás esa mujer.  Me echa, al principio, un par de miradas en petición de auxilio, pero estoy con la boca abierta y la baba caída mirando tetas, comida, culos, sofás, cristalerías y mayordomos y no acudo, cobardemente a su llamada. De lo que no me pierdo una es de las pasadas de camareros con bandejas con champán y otros brebajes, pero esta noche, me estoy dedicando al champán en cuerpo y alma. Los camareros, expertos, tratan de fintarme con movimientos rápidos de cinturas y hombro, con quiebros de piernas, pero soy demasiado astuto para dejarme engañar por regates tan primarios y cazo al vuelo las copas y las vacío con singular apremio y acierto.

Entre copa y copa toco algún trasero en plan palmeo de incógnito, pero en eso no estoy demasiado fino esta noche (será el champán) porque a la tercera hostia que recibo, desisto. ¡qué rico está el champán y qué mierda de fiesta!

-.-

Son ya las dos de la mañana y paseo por la playa, sólo y borracho como una cuba. Bueno, no como una cuba, porque soy capaz de pensar y de alternar los dos pies al andar. Sé que cuando estoy pedo-pedo, intento andar adelantando los dos pies a la vez y suelo caerme. Pero estoy fino, vaya.

Deberíais ver la luna aquí. Porque supongo que es la luna eso de allí, sobre el mar, en mitad del maldito cielo. O eso o ya están aquí, vigilando para invadir y destruir el planeta. Quita, quita, que va a ser la luna. Y Selena, ¿dónde está? Igual necesita ayuda... probrecilla, porque estoy yo bueno para ayudar. El Cayetano, ya en condiciones normales, seguro que me pegaba una buena tunda, pero tal y como estoy ahora, no soy enemigo ni para Selena, que acabaría conmigo, a pesar de mis 100 kilos, en un pis-pas.

Solo y derrotado, me dejo caer en la playa. La temperatura es fantástica. Menos mal, porque lo llevo malamente. Estoy sentado en la arena, con la espalda apoyada en el muro-rompeolas que separa la playa del paseo marítimo. Me cae una piedrecita en la cabeza. Joder, qué mala suerte, espero que no sea un pájaro cagando. Me cae una segunda piedra, mira que voy a tener que levantar la cabeza y, si la mala suerte persiste, cambiarme de sitio. A la tercera piedra, acompañada de un dulce y familiar "¡eh!" ladeo la cabeza y levanto la vista.

- ¡Mierda, Selena...! - está arriba, en el paseo, apoyada de codos en el murete, asomada  con toda su carita, mirando y sonriendo. La felicidad podría ser completa - ¿Estás sola...?
- Claro... ¿con quién iba a estar?
- Con el ruso, o con Descartes
- ¿Descartes...? - dice extrañada - ¿te refieres a Cayetano?
- Eso, Cayetano
- No, que va - ríe y está tan guapa que se me va a romper el cuello - estoy contigo, pero voy a bajar ahí abajo contigo, porque te vas a romper el cuello.

Con sorprendente agilidad, salta a la arena. son un par de metros, yo me lo hubiera pensado un par de ves antes de saltar... y me hubiera metido una buena. Pero ella cae de pie, agachándose, pero sin hacer la clásica caída del paracaidista, quizá para que no le vea las bragas en la voltereta, porque lleva un vestido color arena precioso y vaporoso.

- No has hecho la caída oficial del paraca, la de la voltereta
- Tú lo que quieres es verme las bragas
- Vale, quiero hacerlo, pero me hubieras impresionado aún más si la hubieras hecho
- ¿Ah, sí...?
- Sí, te admiraría... ahora sólo me caes bien.

Se sienta a mi lado.  Hace un poco de fresco, así que le doy mi chupa y ella se encuentra mejor y yo estoy bastante helado, mierda. Hablamos y hablamos de esto y de aquello y poco a poco, ella se acerca a mí y apoya su cabeza en mi pecho y así nos quedamos dormidos. bueno, supongo que ella ha dormido también, porque yo me he quedado como una marmota.

Es, con diferencia, la mejor fiesta de la que me he ido en toda mi vida.














lunes, diciembre 24, 2012

Navidad colateral. Cuento improbable de Nochebuena al margen de todo.


¿Sabéis? 

Ya he dicho más de una vez que una de las pocas cosas buenas que tiene este trabajo que me ha tocado en la gasolinera es que te encuentras con gente de todo pelaje, y hasta con calvos, y que así como uno de cada mil te hace replantearte la conveniencia de seguir siendo un ser humano, por lo general la gente es buena, simpática, agradable y trata de sobrevivir lo mejor que puede, ayudando, si es posible, a sus semejantes. Los problemas de verdad llegan cuando resulta que no eres “semejante” y entonces a la gente no se le ocurre ayudarte, así, motu proprio, sino que te quedas fuera, ignorado y más solo que la una.

Esta noche, y hasta el jueves, estoy de turno de noche. Eso significa que durante estos días entraré a trabajar a las once de la noche y saldré a las 7 de la mañana, así que este año, en Nochebuena, mi brindis es con Gasolina de 98 octanos, la cara, que uno anda justo de fondos, pero si hay que gastar, se gasta, ¡qué caramba!

Si por el día el crisol humano que me visita en la gasolinera es variadito y plural, mi parroquia nocturna es, en términos generales, gente pintoresca y bichos raros, un puñado de gente que no son, precisamente, esos “semejantes “ a los que la gente ayuda, sino más bien tipos de esos que te hacen cambiar de acera (más por extrañeza que por miedo) cuando te vas a cruzar con ellos por la calle.

Viene mucho Freddy Alcabo, a eso de las dos de la mañana, un pobre viejo que escapa, buscando aire fresco, de la residencia cercana donde se marchita poco a poco, al que la vida le pesa un montón, y soporta ese peso sobre sus anchos y caídos hombros, y me pide una cerveza por cuyo precio  (¡ladrón, en el super me cuesta 60 céntimos!) discute todos los malditos días. Es su forma de darme conversación.

Mario “el Rajas” viene a diario, también, en un 127 color café con leche medio destartalado, pero aún funcionando, vacía en el cajetín por el que atiendo a los clientes de la noche sus bolsillos llenos de monedas (toca la guitarra en una buena estación de metro de Madrid) y pone 5 euros de gasolina (para poder pasar la noche calentito con la calefacción del coche) y el resto, hasta donde llegue, en Kinder Buenos, a los que es fatalmente adicto. Si ha tenido un buen día, puede llevarse hasta diez y fulminarlos mojándolos en un chocolate de máquina que me pedirá con toda la educación del mundo.

Lola, la Sola, viene también a diario y suele soltarme un puñado de monedas, no todas de curso legal, y que, normalmente, no llegan a juntar ni 20 céntimos, me mira con sus ojos vidriosos de un gris tristísimo sólo transparente a medias, y me dice, casi implorando, ¿pa qué me llega? Y yo busco y suelo darle una barra de pan del día anterior, todavía en buen estado, o algún bollo que haya sobrado. No están recién hechos, pero todavía están comestibles y a ella le gustan especialmente las napolitanas de jamón y queso. En verano le relleno su botellita de agua que, curiosamente, huele a vino, y en invierno, si algún cliente me ha dejado propina, le invito a un café con leche calentito, de la máquina.

Están también las Churris, una pareja de mujeres que se llaman a sí mismas churri constantemente,  que a mí me llaman churri también, e imagino que al resto del mundo; vienen en una moto de esas tipo chopper y que son pura alegría. Vienen casi a diario, también, y limitan su consumo a Whisky nacional, dos botellas, y Ducados, dos paquetes, aunque alguna vez me han dado un susto comprando unas patatas fritas.

Viene también, algún despistado a poner gasolina, pero mi gente, mis amigos nocturnos, son este puñado de bichos raros, de gente al margen, y es con ellos, con mi otra familia, con la que voy a pasar esta Nochebuena.

Para cenar, llevo de casa unas lentejas, que me salen superiores, y unas gambas cocidas que compré la semana pasada en el super. Freddy dice que está muy liado, pero que si viene, ni soñemos con que traiga nada, aunque yo sé que vendrá, seguro, y que robará algo de la cocina de la residencia (puré de guisantes o algo igual de poco adecuado); El Rajas traerá su guitarra, que toca de maravilla, y se encargará de los dulces (kínder buenos a mogollón, con toda seguridad); Lola dice que ella trae el pan (o sea, que lo pongo yo) y las churris dicen que traen el champán y el tabaco, aunque sólo ellas fuman. Se les olvidará, seguro y nos dirán que si no nos da igual whisky con casera, que sabe parecido. Ninguno somos demasiado exigentes.

Y esta será mi nochebuena este año. Con un viejo cascarrabias, un músico sin hogar adicto al chocolate, una mujer sin pasado ni futuro y una pareja de alegres mujeres de las que sólo sé que se quieren mucho. Somos, esta noche, gente al margen. Pero desde la orilla también se puede uno divertir

Pero, ¿qué queréis? Seguro que alguna vez, o más de una, cuando la vida te hace bajar sin control, como descendiendo unos rápidos en una balsa exigua, el ánimo exangüe, los brazos exhaustos, habéis remado hacia la orilla, os habéis bajado de la barca y, mirando al río, y a todos los que siguen la corriente, os habéis preguntado ¿y si me quedara aquí…?

En fin. De vez en cuando, no es nada malo, os lo puedo asegurar. Yo lo pasaré en grande esta noche, y espero, de corazón, que todos vosotros también lo hagáis.

¡Feliz Navidad!, como se decía antes (¿por qué no se dice ya?) a los hombres y mujeres de buena voluntad.

Happy Christmas
Como no disponía de un coro de niños encantadores, grabé esto yo solita, y desafino como una perra parturienta, pero lo que cuenta es la voluntá, y de eso, sobrao, ya te digo...


lunes, diciembre 17, 2012

Mi hotel es mi castillo (y en él está mi trono) (8)

Al otro lado de la puerta está Selena. Es posible que se esté cambiando, que esté tirada en la cama, pensando en mí o que esté en el baño. Es curioso, o a mí me lo parece, la importancia de las palabras, incluso las no dichas. O sea, algunas palabras no tienen que ser dichas, ni escritas, basta con pensarlas, para que se desate todo su poder descriptivo y evocador. Si pienso en Selena "en el baño" es encantador. Para mí estará haciendo cosas de esas encantadoras de chicas, que las hacen tan sexys a nuestros ojos: colocarse las ligas o cosas así. Pero si entro después de ella en el baño y, en fin, huele, ya no será porque ella ha estado "en el baño", lo que pensaré es que ella ha estado "cagando". Cagando. Seguro que las mujeres lo hacen, pero me resisto a creerlo. Ni siquiera yo "cago", aunque ahora, después del paseo, no le haría ascos a una sentadita, con el periódico o la novela que me he traído, dicho sea entre nosotros. Bueno, quiero decir que si ni siquiera pienso en mí en esos términos, ¿cómo voy a pensarlo de alguien con quien quiero acostarme? ¿Y si cuando estamos en ello, entregados al más primario y bello de los instintos, se cruza por mi mente su cara crispada por el apretón, o simplemente la idea abstracta de que ella "caga"?
Bien, dejo de pensar en esas chorradas porque ella da unos golpecitos en la puerta.
- ¿Estás visible? - pregunta
- Depende... -digo mientras me agacho para inspeccionar el minibar - estoy desnudo, pero por lo demás...
Entra sin ceremonias.
- Mentiroso -dice juguetona - estas vestidísimo.
Me doy la vuelta y mi sorpresa es que ella no está, ni mucho menos, vestidísima. Mi cháchara playera ha funcionado y ella ha pasado a mi habitación con la misma blusa vaporosa encima, pero sin los pantalones que llevaba en el paseo. Huelga decir que está impresionante con sus piernecitas suaves y blanquitas al aire y sus pies, sus maravillosos pies llamándome a gritos.
- ¡Selena! ¿Qué les ha pasado a tus pantalones, no han venido a trabajar por la tarde?
- Los he despedido - aún jugando - Soy una jefa sin escrúpulos; si alguien no me sirve... ¡me lo quito de encima! Trabajo mejor con un equipo reducido

Bien, sucede. Nos besamos. Bastante. Me gusta eso de besar. La boca de Selena sabe a mujer-mujer. No a chica, ni a whisky ni nada. Ni dulzón. Sabe a mujer. Y un poco a chicle de hirbabuena, vale: fresco y sexy. La piso con mis zapatones.

- ¡Ay...!- se separa para mirar qué arma letal he usado para agredirle - ¡mierda, Wolffo, usas zapatos ortopédicos?
- ¡No son ortopédicos! - me ofende que la gente no distinga - Tienen el arco y la puntera reforzados para el estilo de vida activo del hombre moderno.
- Pues parecen los zapatos de domingo de Frankenstein - me mira y sonríe, divertida de lo poco trendy que soy - ¡Hmmmm... mi hombre moderno! - dice mientras me abraza de un modo que me deja claro que me considera más antiguo que rezar el rosario. Volvemos al asunto de los besos.

Me gustaría contar que el tema es como en las pelis, besándonos en plan voraz, desnudándonos antes de acostarnos y ejecutando elaborados preliminares contra las paredes. Pero no, ya la he pisado una vez, así que antes de volver a hacerlo hago que se siente a los pies de mi cama y me quito los zapatos sin sentarme, pisándome los tacones, con menos garbo del que me hubiera gustado.
- No es que seas un bailarín, precisamente, pero tienes tu gracia
- Bueno -contraataco, al verla sentada con las manos en el regazo -, tu pareces Sofía Petrilo, estamos en paz - Una de las cosas buenas de Selena es su espíritu deportivo. Se ríe de sí cuando toca.
Me siento más o menos sensualmente a su lado, mientras nos besamos (es difícil) y llegamos a una conclusión evidente:
- ¿Vamos a tu cama, mejor? Es más ancha...
A veces se ponen las cosas difíciles y uno piensa que no se pueden complicar más, pero uno siempre se equivoca. Cuando se trata de mí y de sexo, todo es siempre susceptible de empeorar. Y empeora. Sólo hace falta darle tiempo.

Después de más besos en su cama, retiramos las sábanas y la dejo esperando porque, aunque odie reconocerlo, tengo que ir a solucionar algo que he dejado pendiente desde el principio de este post. Me voy por la pata abajo y en esas condiciones no puedo practicar sexo con nadie, y menos que nadie con ese ser de luz que es Selena.Se ha quedado, alucinada, desnuda, en la cama, pero creo que hasta sonreía un poco. La cosa se complica.


Sentado en el trono reflexiono sobre esto y sobre aquello. Soy de proceso lento, por decirlo de forma suave, y si no tengo mi libro, mi teléfono con conexión a internet o  mi caja de medicamentos para leer prospectos no sé qué hacer mientras dura el tránsito. Es como los cantantes con guitarra, que salen al escenario sin ella y no saben qué hacer con las manos. Mi tendencia es darme de puñetazos, porque he dejado a una mujer preciosa desnuda en la cama y lo normal es que no quiera retomar el asunto donde lo dejamos, porque, bueno, yo no querría, me inventaría cualquier cosa, en serio.

En estas veo algo que me sorprende en el suelo. Es un tipo de escarabajo no repelente, simpaticote, regordete y saltarín, más azul que negro. Casi se oye el tap-tap-tap de sus patitas sierra al corretear por el suelo del baño. Viene hacia mí y pasa entre mis pies hacia la base del wáter. Me agacho hacia delante para poder seguir su periplo y me inclino algo más de la cuenta con resultados fatales: el váter no es tá bien fijado al suelo y sucede la desgracia: se levanta y el baño sufre una inesperada inundación.

Pero, ¿por qué me pasan estas cosas? En vez de estar con una mujer maravillosa entre las sábanas de una enorme cama, estoy de pie, desnudo en el baño, mirando el váter caído en el suelo y con los pies metidos en las aguas escapadas del mal fijado sanitario, sintiéndome enormemente desdichado. He debido cagarme -verbalmente, figuradamente - en lo más grande, porque Selena llama al baño
- ¿Wolffo... pasa algo?
- Selena, en serio, no entres
- No me asustes, ¿ha pasado algo?
- Sí... - miro a mi alrededor, es un asqueroso desastre - pero no te lo puedo contar.
- ¿No necesitas ayuda?
- Claro que necesito ayuda, pero hazme caso, Selena, de verdad, vete a dar una vuelta, espérame en la cafetería; esta noche, o el año que viene, te lo cuento.

Afortunadamente se ha ido. No sé si os dais cuenta de lo irónico del asunto. Digo que "afortunadamente" la mujer que me esperaba desnuda en la cama, se ha vestido y se ha ido. Y yo, como un tonto, chapoteando entre, bueno, no lo voy a decir, pero ya sabéis, y en fin, no es mi mejor día. Recojo lo gordo, con perdón, y llamo al servicio de habitaciones para recoger las aguas desbordadas, la "pequeña inundación"
- ¿Pequeña inundación, dice? - es una voz masculina muy desagradable, nasal, del tipo estoy harto de las tonterías de los clientes - ¿Es la bañera, se ha desbordado la bañera?
- No, el váter
- Oh, no, ¿el váter? ¿se ha desbodado el váter?
- Bueno, no exactamente...
- ... ¿quiere decir que está todo llenos de mierda?
- No hace falta hablar así...
- Claro, usted no va a recogerla... ¿de verdad la mierda ha desbordado el váter?
-  No se ha desbordado... y no hay... eso que usted dice - me cuesta decirlo, soy un poco remilgos para esas cosas, como lo de "cagar" - no hay... "heces", ya las he recogido yo.
- Bueno, eso está mejor, señor... - el tipo parece ahora más accesible, un poco más simpático. Y, sin embargo ahora es más desagradable, aún - Oiga, una curiosidá: ¿de verdad cagó tanto como para desbordarlo...?
- ¿Qué...? - no puedo creer que un tío me esté preguntando eso
- Que debió ser una gran cagada...
- Mire, mande a alguien, ¿de acuerdo? - y cuelgo el teléfono.

Selena se ha ido. Me ha dejado una nota "Te espero en la cafetería" pero yo estoy en bolas y al irse, Selena ha cerrado la puerta que comunica las dos habitaciones. Yo, en fin, me había desnudado en mi habitación y tengo allí mi ropa, mis llaves, mi teléfono... No puedo llamar a Selena, porque ni idea de cuál es su teléfono, desde que hay móviles, uno no se aprende los números, ni los marca.
Así que me pongo una ridícula bata morada de Selena y espero, muerto de vergënza, a que un empleado del hotel me descubra vestido como un lord inglés de vacaciones y haga desaparecer mi dignidad por completo.

¡Madre de dios, vaya viajecito!



Nada
 



Hace días que no hablamos, no sé nada de ti,
Hace días que no escribo y tú no sabes de mí
Hace tiempo que me escuchas en la cinta sin fin
Que es la sombra de mi alma y que leen otros mil
Y no sé nada, no sé nada de ti
No tengo nada, nada que hacer por aquí
Yo no soy nada, no soy nada para ti
Y no sé nada, nada de ti ni de mí

Hace tiempo los reveses se me hicieron canción
Más que días, ya son meses sin entrar en razón
Yo quiero que te intereses por cuanto hago yo
Y solo consigo, a veces, un poco de atención
Y estoy cansado, cansado de soñar
Un sueño osado, sin nada que enseñar
Ven a mi lado, que quiero hacerte volar
Aquí a mi lado y el mundo puede estallar

Detrás de la conciencia, está oculta la habitación
Donde mora la paciencia
Dime, ¿quién la inundó?

Ya desbordan los embalses y anegadas de amor,
Las tierras por las que pases las he regado yo
Ya no hay diques, ya no hay fases
Soy acaparador
de tus dichos y tus frases, soy el que te da voz
Y ya no hay nada, nada que hacer por aquí
Y no sé nada de ti, yo no sé nada de ti
Yo no soy nada, no soy nada sin ti
Y no sé nada, nada de ti ni de mí

Detrás de la esperanza, hay un sueño de amor
Se inclina la balanza
Y el el fiel me mata de dolor

Y hoy el sol está escondido, no te puedo abrazar
Todo parece perdido sin poder penetrar
Tu cabeza y tus sentidos ni tu forma de hablar
Soy un elefante herido que no sabe luchar
Y yo soy nada, yo no soy nada sin ti
No soy nada, no soy nada para ti
Yo no sé nada, yo no sé nada de ti
Yo no sé nada, nada de ti ni de mí

miércoles, diciembre 12, 2012

No buses - Arctic Monkeys basic wolffa cover

Arctic Monkeys es de esos grupos que conozco por Leticia, bendita sea. Tiene un estilo interpretativo que se me escapa, así que mi versión is an old fashioned one. El día 28 tengo un bolo acústico (en el que acabaremos presentando mi nueva banda "The Perros", con un miniconcierto acústico de una docena de temas) y estaba buscando alguna canción que tocar que tuviera menos de 30 años y se me ocurrió esta canción. Por cierto, si alguien sabe porqué esta canción se llama "No buses" me lo explique, plis.




Lady, Where has your love gone?
I was looking but can't find it anywhere
They always offers when there's
Loads of love around
But when your short of some
It's nowhere to be found

Well i know your game
You told him yesterday
No chance you'll get nothing from me
But now she's there, you're there and
Everybody's there
He's in turmoil, as puzzled as can be
Just like me

Let's go down, down, low down
Where i know i should not go
Oh and she thinks she's the one
But she's just one in twenty-four

And just coz' everybodys doing it
Does that mean that i can too?

Lady, where has your love gone
It was the antiseptic to the sore
To hold you by the hand
Must be first be in demand
How he longs for you to
Long for him once more
Just once more

Let's go down, down, low down
Where i know i should not go
Oh and she thinks she's the one
But she's just one in twenty-four

And just coz' everybody is doing it
Does that mean that i can too?

Ohh, her eyes went down
And cut you up
And there's nothing like a dirty look from
The one you want
Or the one you've lost

An ache in your soul
Is everybody's goal
To get what they can't have
That's why you're after her
And that's why she's after him
But saying it won't change a thing

They don't realize that it won't change a thing

lunes, diciembre 03, 2012

el viaje (7)

Esto no es normal. Esto no, no es normal. Para nada. Di lo que quieras, pero esto no es normal.
Rallypsie nunca me hizo ni caso. O sea, el sexo con ella era el sexo que ella quería. Y ahora, que hace diez años que no nos vemos... se preocupa por mí. Cuando le cuento mi aventura con los pies selenitas, los dos sentaditos frente a un café, a ella no se le ocurre otra cosa que descalzarse y meter su pie entre mis piernas y emprezar a frotarme ahí. Y justo así es como nos pilló Selena. Yo suponía que no se notaba, pero al parecer, no soy bueno suponiendo cosas.

A Selena se le da bien capear temporales, o vadear ríos, o negociar curvas peligrosas o la metáfora que sea que valga para no poner mala cara, hacer como que no le importa lo que le ha pasado, pero transmitirte con su lenguaje no verbal que te detesta. Lleva todo el viaje como mosqueada, de mal humor, pero sonriendo educadamente y dándole vueltas a trabajo, preparando la entrevista, que está más que preparada, para tener algo de qué hablar que no sea penoso. Está ahí, sentada, apretando los labios, mirando por la ventana, eludiendo mirarme, mientras espera a que conteste a una pregunta que no he escuchado, porque estoy atento sólo a que ella está ahí sentada, apretando los labios, mirando por la ventana, eludiendo mirarme, mientras espera a que conteste a una pregunta que no he escuchado.
- Selena, estás ahí sentada, apretando los labios... etcétera
- ¿Etcétera...? ¿qué quieres decir?
- Lo que ya he dicho dos veces - digo sin darme cuenta de que lo he escrito, pero no lo he dicho
- ¿Estás colocado...? ¿Además de sexo, has tomado alguna droga extra para desayunar...?
- No he tenido sexo
- Ya.

Castilla es ancha. Ancha y abierta en La Mancha. De verdad. Y en tren se aprecia de manera magífica. Páramos de nada en particular, llanuras y arbolitos como moscas en el parabrisas, ancha belleza, amplia tardanza, tardes que se consumen como un pitillo en el cenicero, y ella no puede disfrutarlo porque yo soy un pichainquieta y nuestra frialdad forzosa es una mácula, a blot on the landscape.

- Cuando era pequeña - me dice Selena - ir en tren era lo que todos los hermanos queríamos - soy hijo único, me interesan las historias de hermanos y familias numerosas -. Éramos ocho hermanos, así que no cabíamos todos en el R-12 familiar y los viajes se programaban como verdaderas expediciones. Tres íbamos en tren, y todos queríamos que nos tocara a nosotros. Era un viaje sin padres, sin estrecheces, con toda la libertad - mira el paisaje y en algún arbusto, en alguna roca, se ha quedado enganchada la amargura y ahora parece relajada. La fuerza de la nostalgia, imagino - Aún hoy sigue gustándome viajar en tren.
- Te entiendo - le digo simpatizando de manera natural con ese estado de ánimo -  yo también estoy enganchado al tren desde pequeño. Vivía junto a una gran estación y me pasaba las tardes, con Buch, mi amigo del alma, paseando entre turistas, fingiendo ser americanos, o ingleses, con la esperanza de ligar.
- ¿Funcionaba?
- No, señora, jamás funcionó, a pesar de nuestras conversaciones en inglés
- ¿Hablábais en inglés?
- Recitábamos, un verso cada uno, canciones de los Beatles.
- ¿Quieres decir, en plan you think you've lost your love, well, I saw her yesterday...?
- ... it's you, she's thinking of and she told me what to say
- ... she says she loves yoy, and you know that can't be bad
- ... Yes, she loves you, and you know you should be glad
- ... uuhhh
- ... she loves you, yeah
- ... yeah
- ... yeah...

En ese momento, amé eternamente a Selena. Quiero decir que supe que cuando recordara a Selena, pasara lo que pasara, recordaría su sentido del juego, su faclidad para pasar al otro lado, a lo intuitivo, a la magia blanca y divertida. A la verdadera vida.

- El caso es que, de aquellas tardes perdidas lastimosamente cantando lady madonna o run for your life, me ha quedado un enganche con el tren que no puedo disimular. Me encantan los trenes.
- Lo sé

Creo que los dos pensamos en ese momento en nuestra primera experiencia juntos, en el tren camino de Washington, una primera experiencia verdaderamente singular. Con esa facilidad que tengo para romper el hechizo, me incorporé  un poco, separando la espalda del respaldo y me incliné hacia ella.
- Ella no significa nada - le dije
- Cállate, por favor.

(casi, rozando el poste)

Llegamos a Almería a la hora de comer. Bajamos y el sol sureño nos acaricia con desidia y ligereza.
- Tengo hambre - digo poéticamente
- ¿Sabes lo que más me gustaba de los viajes? - dice Selena, no sé muy bien si hablando conmigo o con sus recuerdos -  Siempre preparábamos bocadillos, mi abuela los llamaba emparedados, y preparábamos muchos más de los que podríamos comernos siendo muy optimistas. A todos nos gustaba llegar al destino y comernos esos bocadillos un poco reveníos ya.
- Oh - dije, porque no se me ocurría qué comentar
- Me gustaría tener cuatro o cinco de esos bocadillos...

Estuve a punto de hacerme unos bocatas, os lo juro. Si no me los hice es porque viajaba con Selena. A mí también me encantan los bocatas viajados, ¿a quién no?, pero supuse que a Selena le parecía grotesco que un cuarentón casi cincuentón se hiciera bocadillos sofisticados para viajar. ¡Maldita sea mi poca personalidad!

Me gusta la estación de tren de Almería. Me gustaba más la antigua, que está pegadita a la nueva, la Intermodal, pero me gusta esa plaza. Nuestro hotel, el Gran Hotel de Almería, Citymar, o algo así, está muy cerca de la estación y convenzo a Selena de que caminemos
- Es mejor, créeme, está aquí al lado
- Quiero bocadillos, ¿en el hotel harán buenos bocadillos?
- Olvida el hotel, sus bocadillos serán frescos, tengo una idea mejor

Fuimos al hotel. Dos habitaciones contiguas, comunicadas, lo que aviva mi esperanza y mi fe en el ser humano. Cargué con su maleta. Cama de matrimonio en su habitación. Desnúdate y olvida los bocadillos, Selena, te haré el amor hasta el amanecer del tercer día, me digo ilusamente. Seguramente, si la convenciera, seamos francos, me quedaría dormido después del primer disparo. La dejo mientras se cambia. La he convencido de no pedir bocadillos en la habitación, porque eso significaría comer y sestear por separado y, llamadme obseso, pero no quiero separarme de la dulce Selena.

Conozco un poco Almería. Callejeando desde el hotel hacia el interior, en las callejuelas que rodean la Escuela de Arte, está La Goleta. Un bar de mala muerte, bueno, de buena muerte. Pescados del día (anterior), los que han sobrado en los restaurantes de primera línea. No es un sitio romántico, ni moderno, ni simpático, pero hacen unos bocadillos de pescado alucinantes. Son de pescado ya cocinado que ha sobrado. Puede ser calquier pescado. Sardinas o rape, bonito o cazón, merluza o japutas, da igual. EL Muelas, el dueño de La goleta, hace un picadillo de cebolletas, apio, col y salsa inclasificable, pero parecida a la que se una en los kebabs, prima hermana de la bearnesa, también, ese rollo. Desmigaja a mano los pescados que recolecta y los mezcla.

Usa panecillos redondos, pero pan-pan, no del tipo abollado de las hamburguesas. Hace la masa él mismo y los hornea a medida que los va necesitando. No es fast food. Llegas y debes esperar, al menos los 13 minutos que tarda en hormearse el pan y lo que tarde luego en rellenar el bocata. Veinte minutos si no hay gente. De 30 a 40 minutos si la cosa está animada. Para la espera, cañas y patatas chips. El Muelas sólo ofrece dos tipos de bocadillo: de pescado o de pollo asado y para el pollo, también usa pollo asado que haya sobrado del día anterior de locales de alrededor. Está bueno, y usa el mismo picadillo que para el de pescado, pero el de pescado es insuperable.

- Tenías razón - dice Selena acabándose el segundo bocadillo -  es lo más rico que he comido en mi vida. ¿Un café?
- No hay café aquí. Sólo helados.
- ¿Artesanos? - dice emocionada, esperando una cosa tipo los bocadillos de pescado
- Qué va... Frigo.
Pagamos y nos vamos con nuestros helados en la mano.
- ¿Un paseo or la playa? - es mi mejor arma
- Claro

Soy previsor, he salido con una mochilita que uso para guardar sus zapatos, y los míos y caminamos por la playa. Selena es preciosa en la playa y hablamos de nuestros recuerdos, tan distantes y tan parecidos, de nuestras vacaciones de niñez en la playa. Cuando hago estallar su risa, se detiene, echa la cabeza hacia atrás y el sol pasa entre los rizos de su melena. Caray. Estoy empezando a enamorarme de esta mujer.

El agua moja nuestros pies (y los bajos de mis pantalones, nunca se me dio bien eso de enrollarlos) y refresca nuestra conversación. Selena está estupenda. 
Selena está a punto.

Y yo, ni te cuento.



El viaje
Esta es una de mis primeras grabaciones. El sonido es muy amateur y un poco recargado, pero la composición (mucho más antigua que la grabación, data de mis 18-20 años, hace 30 años, te pedes...) me sigue gustando. Tiene este viaje poco que ver con el del post. El asunto de esta canción es un tránsito, sí, pero hacia la muerte que, en algún momento de mi vida pasada consideré una especie de alivio. Cosas de niño viejo, supongo.









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