Devil in her heart... vaya título. Vaya canción: déjola aquí grabada con un poquito de guitarra acústica y mucho corazón endiablado en las voces, reproduciendo el juego de voces de los Beatles, mis dioses sin ambages.
Magnánimo, acudo a ti, fuente de sed y salud, para conjurar mis
miedos. Magnánimo en mi altanería, consintiéndote el placer del consuelo,
concediéndote el potencial de la magia sanadora, de la cura simbólica, de mis
males ignorados.
Pareces feliz de ser mi tabla de salvación pero, si me lo
permites, eso es decir mucho: me distrae tu compañía liviana y has de saber que
te sueño mucho más interesante de lo que normalmente resultas ser. En mis
sueños priorísticos estás en plenitud de osadía, franqueza y dulzura; te imagino tomando la iniciativa, pero
curiosamente, esa iniciativa era justo la que me apetecía a mí, es como si te
adelantaras a mis deseos. También tu ingenio es sumamente atractivo, y me
admiras desmedidamente y siempre piensas que mis ideas son brillantes y justo
las que tú necesitabas oír en esos momentos.
La realidad es beoda. Alcohólicas tardes a tu lado,
reprochando al mundo ser redondo, reprendiendo al aire por ser demasiado
etéreo, reconviniendo al tiempo que avance y todo lo demás. Torpes
acercamientos que no consigo pautar, pues no comprendo la naturaleza de tus
consentimientos y tus rechaces. No quiero oír tus sentencias abruptas, tus palabras
soeces, tus juicios desnortados, tus majaderías sin pies ni cabeza, tus
deducciones etílicas ni tus conclusiones perfectamente idiotas.
Quiero oírte decir cosas bellas, como cuando olvidas el
rencor y que el mundo se empeña en oponerse a ti, y tú le haces frente como la
hormiga que, en el cine, se sienta delante del elefante y le dice “pues ahora
te jodes tú”. Quiero oírte reír. Quiero que seas terciopelo beige y caricias en
los pies mientras duermes.
Quiero que seas lo que me une a la tierra, lo que levanta mi
ánimo; y si, divina providencia, eres así, aun siendo pajarillo sintáctico, o delfín de mares profundos, serás, oh, paradoja, raíz vertical y entreverada, lo que me sujeta al mundo.
Sé.
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