jueves, marzo 11, 2010

el italiano job

Come prima


Fantástica esta canción que Tony Dallara lanzó (y a quien lanzó) en los últimos 50, siendo un precedente de un tipo de música para mí irresistible: el ye-yé italiano. Esta canción, que no es un ruego a la hija de tu tía para que se termine la sopa, para mí es una especie de bucle melancólico irresoluble. Me recuerda exactamente su título, a la primera vez que la escuché, siendo muy pequeño y pensando que significaba eso... "que comas, prima". A mi mad
re le gustaba y recuerdo ver por casa el disco, pero en la versión de los 5 Latinos, que cantaban "Como antes", aunque la llamaban con su nombre original en italiano. Golpes Bajos la recuperó en los 80 con una versión que hubiera sido buena si hubieran tenido un cantante de verdad, no a ese bobalicón de Germán Coppini, uno de los peores cantantes de la historia, con un estilo de plañidera griposa de cementerio insoportable... un tipo cuyo éxito no me explico, lo digo en serio. En fin, de la versión de Golpes Bajos he tomado algunos arreglos de guitarra y me ha quedado esta pieza que Mississippi Joe, bajista de los Ciclones, y guitarrista de los Tikinautas, calificó de bizarra sin miramientos, hiriendo mi sensato corazoncito. A ver si no os espanta...


Job Fiorentinno, el Italiano, el mejor extremo izquierda que los Dominicos tuvimos nunca, aguantaba casi de todo. Los defensas a los que se enfrentaba y desbordaba casi sin despeinarse no toleraban su escurridiza habilidad para el regate, su velocidad, su verticalidad, su apostura en el campo, su deportividad ni lo endemoniadamente guapo que era. Porque además de ser un tipo leal y de actitud honesta, un imán para las chicas (nunca fueron tantas chicas a ver nuestros partidos como en la época de Job) y extranjero, nadie discutía que El Fioren era un extraordinario futbolista. Bien, pues decía antes, que me enrollo y se me olvida, que los defensas toleraban su genialidad hasta que, por decir una cifra, les había dejado en evidencia cinco veces. A la sexta, hachazo.
Yo era su escudero. Mi constitución, grandullona y pesada, no me permitía la coordinación necesaria para las sutilezas. Era el centrocampista peleón y un poco torperas que recupera muchos balones, que reparte leña de forma sorda, pero constante, entre los rivales, el que va minando su moral (y sus espinillas), el que protestaba todas las decisiones del árbitro, el que, aunque fuera evidente que yo mismo la había echado fuera, corría a por el balón para sacar yo de banda y, ante la negativa del árbitro, protestaba y volvía a echar el balón fuera, con malos modos, perdiendo tiempo y cagándome en todo lo cagable. Yo era el clásico que, ante un golpe franco del equipo rival, mientras el árbitro medía la distancia a la que debía situarse la barrera, me acercaba a la pelota, y le daba una patadita disimulada, alejándola, para gritarle al árbitro, cuando intentaban volver a ponerla en su sitio, que estaban moviendo el balón. O me acercaba al que iba a tirar un penalty contra nosotros y le decía de todo al oído: amenazas, insultos, mentiras sobre su hermana o su madre…
Mi labor en el campo era deslucida y aunque nadie lo decía explícitamente, debía vengar las tarascadas sobre Job. Se esperaba de mí que en un córner, por ejemplo, me acercara al marcador del italiano y le amenazase, pero si éste ya se había hartado de que Job le rompiera la cintura y le dejara sentado de culo sobre la tierra, impotente, y había empezado a zurrarle, debía propinarle un disimulado (o no) rodillazo en los huevos. En la mentalidad de nuestro equipo no era relevante que me expulsaran, yo era prescindible, pero era importante que acojonara al defensa rival para que se le quitase de la cabeza la idea de que podía frenar al italiano a hostias.
Job a mí no me hacía ni caso. En el campo, nada, y fuera del campo… o sea, yo no era bueno, no era un tío simpático, no era ni guapo… ni molaba por otras cosas como tener un grupo de música, ser extrainteligente, tener pasta, pintar bien, hablar idiomas… yo sólo jugaba al fútbol, sólo me gustaba el fútbol, pero aquel era un tiempo de sutiles, no de esforzados soldados aun cuando todos reconocían, en su fuero interno, que yo era más importante para el equipo, para cualquier equipo, que Job o cualquiera de su clase. Bueno, tenía una cosa que yo sé que había gente a la que importaba, pero siempre lo oculté: la tenía bastante grande. Más grande que todos los del resto del equipo, lo había notado en las duchas. No más larga, sino más grande: más gruesa y más larga también. Lo curioso es que, visto en perspectiva, mirando atrás, eso era una cosa que me acomplejaba, me daba mucho corte, era como tener la nariz o los pies excesivamente grandes. No estaba contento con eso.
A pesar de lo que amaba jugar al fútbol, casi nunca metía goles, siempre estaba a otras labores y entendía tan bien el juego que dejaba esa faceta para otros mejor dotados (para el remate) que yo.
Un día, en un partido agónico con los Jesuitas en su campo, en Chamartín, sucedió algo curioso. Quedaban 10 minutos y perdíamos 3-2. Les teníamos encerrados en su área, presionando y empujando sin tregua. Ellos se limitaban a despejar balones al patadón, a alejar en lo posible el balón de su portería.
Un balón quedó suelto en la media luna, como muerto, a un metro u medio de mí. Yo a esas alturas del partido estaba reventado, pero saqué fuerzas de donde no las había, me perfilé para el disparo y conecté un punterazo estilísticamente discutible, pero letal. Entró como un obús y me planté allí de pie, inmóvil, con los puños en alto y las lágrimas que casi se me saltaban. Sentí a mis compañeros abrazarse a mí y me decían cosas bonitas, del tipo “hijoputa, hijoputa, hijoputa…”, o “cabronazo” y alguien se me abrazaba con especial intensidad y, protegido por el barullo, se me frotaba contra el paquete sin ambages. Era Job.
Normalmente yo no le abrazaba cuando marcaba goles (él sí era un goleador habitual), porque me daba vergüenza, no era su amigo, así que solía esperar a que la piña se deshiciese y le daba una viril palmada en el hombro mientras corríamos en paralelo hacia nuestro campo. Pero caray, cómo se me abrazó… ¡y cómo se frotó contra mí!. Yo estaba confundido porque claro, era Job, el Italiano, el tío más guay, el mejor, el tío del que todos queríamos atención, aunque no específicamente esa clase de atención.
El partido se reaunudó y siguió con la misma tónica: nosotros presionábamos y los de los Jesuitas encerrados atrás. Para ellos, un empate con nosotros, aun en casa, era un buen resultado. En una jugada confusa dentro del área, de esas de docenas de patadas, chutes mal realizados y rechaces imposibles, el balón cayó en los pies de Job, quien, como el mejor Butragueño, bajó las manos como un director de orquesta demasiado expresivo y provocó el silencio absoluto y la sensación (verdadera, no poética) de que el tiempo se detenía para ver qué hacía. Todo se detuvo, menos él, que con un movimiento de un fulgor trepidante avanzó entre dos defensas y disparó de forma inapelable. El ruido del balón en la red hizo despertar a todos y Job salió corriendo, como era su costumbre para celebrar el gol junto al córner. Pero esta vez varió su trayectoria y vino directo hacia mí, y como supe lo que quería, clavé las botas en la tierra húmeda, abierto de piernas y de brazos esperándolo. Llegó y se encaramó a mí y segundos después llegó el resto del equipo y la piña cayó al suelo, pero Job no se separaba de mí para nada y su estrechamiento contra mi vientre era claramente sexual, lo cual volvió a sumirme en una catastrófica confusión. Yo notaba su erección y él se apretaba contra mí y la sensación era muy rara. Llevaba dos años jugando con él y deseando que se fijara en mí, pero no estaba pensando en eso, precisamente. Además, entonces las cosas eran bien distintas.
Al acabar el partido, yo siempre esperaba y me duchaba el último, en parte porque me daba un poco de corte que me la vieran, en parte porque no me gusta la sensación de hacer las cosas rápido porque otro espera. Y tampoco me era grato ver que a los otros venían a buscarles hermanos mayores, o padres con cohes guays y yo me volvía a casa andando más solo que la una. Bien, ese día, a nadie le sorprenderá, Job se quedó hasta el final, pero yo no me enteré. Pensaba que ya no quedaba nadie y me estaba duchando tan tranquilo, cuando Job asomó delante de la ducha, que no tenían cortinas ni nada, desnudo, como yo. Se quedó mirándome embobado y completamente empalmado.
- No me había fijado en lo grande que es… - me dijo mientras empezaba a acariciarse. Hizo un ademán como de entrar, como si quisiera agarrarse a mi polla - ¿puedo…?
- No, claro que no… - le dije con mi peor tono. Luego, arrepentido, porque no quería herirle – Lo siento, pero no me va ese rollo…
Su cara despertó. Como si se hubiera percatado de lo que acababa de hacer. Se dio la vuelta, como de repente, y le cambió el tono
- ¿Qué rollo…? – dijo adquiriendo el tono chuleta habitual, el acento madrileño que tan fácilmente adoptó- ¿no habrás pensado…? Mira, tío, como le cuentes esto a alguien, a una sola persona…
Y ahí quedó la cosa.
Job era hijo de un militar italiano que trabajaba de agregado en la embajada de Madrid. Ese verano se volvió a Palermo y nunca más le vi otra vez.
-.-
Hace unas semanas, la empresa para la que trabajo, una multi de electrónica coreana, organizaba un viernes por la noche una especie de acto de presentación de un mitin de Artes Marciales al que iban a asistir los mejores de cada especialidad. Me pidieron que buscara algún famosillo de medio pelo que tuviese que ver algo con oriente, o con corea o con lo que fuera, que no cobrara demasiado que nos hiciera de maestro de ceremonias y de gancho para la prensa. No soy bueno en eso de pensar, así que sólo se me ocurrió en Orfeona Biscúter, una chica guapilla, pensaba, deportista y con solturilla. Orfeona había representado, a pesar de su origen italiano, a España en varios Juegos Olímpicos sin demasiada suerte en Kárate. Ahora iba a programas de la tele y hacía publicidad.
La presentación fue de fábula, la verdad. Orfeona (llámame Orfi) lo hizo genial y luego estuvo simpatiquísima. Nada diva ni nada, super natural, como si la conociera de toda la vida. Super natural. Muy cercana. Tanto, tanto… que acabamos en su casa y pasamos una noche de esas memorables. A la mañana siguiente me despertó de la manera en que a muchos hombres les gusta ser despertados; ella estaba bajo las sábanas bastante concentrada, pero, por alguna razón que no ubicaba, en los –llamémoslos así- jugueteos contornales (lo que no es estrictamente el suck-suck…) tenía una sensación extraña, como de papel de lija y cuando Orfi, con la satisfacción (mía) del trabajo bien realizado (por ella) pintada en la cara, emergió de bajo las sábanas, algo nuevo había en su cara, además de eso de la satisfacción: había pelos.
- ¡Mierda! – dije - ¿qué coño es eso?
- ¿Qué es qué? – me dijo la mujer barbuda
- Eso que… - parecía que yo trataba de atravesar la pared que había tras el cabecero de la cama- tienes en la cara…
- ¿Barba…? –dijo ella con toda naturalidad
- ¿¡Baarbaa….!? –grité yo sin un ápice de esa naturalidad.
- ¿Es que no me has reconocido? – me dijo ella, ello… lo que fuera. - ¿no sabes quién soy…? Una vez, cuando quise acostarme contigo me dijiste “no me va ese rollo”. Fíjate si te ha ido… cinco veces te ha ido, ¿eh, cielo? ¿Sabes? Mis padres acertaron al ponerme el nombre: mi paciencia es bíblica… 25 años, nada menos, pero al final, hago muy bien mi trabajo, mi job, ¿verdad?. Eso sí, Cuando la he vuelto a ver ha sido, exactamente, come prima, bello, come prima…

33 comentarios:

Fray dijo...

Fantástico relato
Fantástica canción
Fantástico despertar
y que gran final.........

Un abrazo hermano lobo
Post Abrazum
No se porqué pero al oir la canción te imagino en la cocina picando cebollas.

Anónimo dijo...

Me ha dado así como un flato recordatorio. Ese disco lo deben tener aún mis tíos en uno de esos "álbumes" que imitaban libros en piel (en plástico del malo) y que en lugar de hojas tenían unas fundas también de plástico donde metías el "single".

Qué recuerdo!!!

Ahora, también debo reconocer que la canción (y casi todas las de ese estilo y época) nunca me ha dicho nada. Aún así y por ser vos quien sois he escuchado tu versión y me quedo con dos cosas, la guitarra (me gusta como sube y ese aire rock que pone al tema) y los coros.

Y podría opinar del texto, pero me lo estaría inventando. Eso si, en cuanto lo lea vuelvo.

Ab ra zo s.

fanasma paraíso dijo...

Ja, ja , ja... Muy buen final, hombre, completamente inesperado. De todos modos, a mí siempre me ha parecido que había un cierto rollo gay en todas esas palmadas entre los deportistas y las duchas juntos y el marcar musculitos.

Estoy de acuerdo contigo en lo divertido del «ye-yé italiano», y en que Germán Coppin cantaba (o acaso canta) de pena. Y desde luego no le iba nada bien a Siniestro, así que hizo muy bien en irse con el de Golpes Bajos, y a hacer dúos con Nacho Cano y todas esas cosas que hizo. Yo le recuerdo en Rock-Ola, con Siniestro Total, secándose con una toalla los constantes escupitajos que le lanzaba el público (aclaro que se los lanzaban a todo el grupo, no sólo a él, y que no se los lanzaba todo el público porque yo, que soy un chico educado y eso me parece una cerdada, por supuesto no lo hacía; pero hay quien confunde la punkitud con las témporas).

También aprecio el detalle en tu historia de que el partido de la salida del armario se celebrara en los Jesuitas, aunque la técnica futbolística del colegio no quede muy bien parada. Las duchas, en efecto, no tenían cortinas ni nada, como tú bien dices. Aunque, eso sí, nunca presencié (ni sufrí) escenas como la que cuentas.

Y otra cosa, que aunque sea del post anterior, como no tuve tiempo y como por otra parte lo suelo hacer, te lo digo ahora: Muy bien el video con la tal Robin Meade (mirando a la derecha y a la izquierda de la pantalla), pero lo que no me parece es que le hayas puesto cara (y todo lo demás), a la siempre misteriosa Lorna Cor. Y precisamente por eso: porque se rompe el misterio.

Y no es que la chica esa que se rasca el trasero en pantalla no sea mona, que lo es, pero de ahí a encarnar a la mismísima Lorna Cor... ¡eso no! Además estará muy buena, pero su nombre en español suena fatal, porque Meade suena a Meado y no queda nada, pero nada, sexy. Definitivamente, si la ficha alguna cadena patria tendrá que cambiarse el nombre. Esto me recuerda a una vez que le escuché contar a Vallejo Nájera que un embajador de Japón destinado en España se apellidaba Kagaba, y claro, el buen hombre no tuvo más remedio que cambiarse el nombre o nadie le hubiera tomado en serio aquí.

Bueno, ya sé que Lorna es tu personaje, pero quizá tengamos un desmentido en pantalla en el que la del prurito en la nalga confiese que no es Lorna Cor ni nada, y se arranque la careta de látex ante los telespectadores para que podamos ver que en realidad es un lagarto de «V» disfrazado y que da mucho miedo. Todo en directo, sin cortes, y sin publicidad. Vale, si quieres con un corte publicitario sólo con anuncios tuyos para que te promociones.

Anónimo dijo...

Grande. Muy grande la historia tío.

Guau!!! Acabo de darme cuenta de la cara de gil que he debido poner al final.

Grande, muy grande.

Abrazos y ovación maestro.

Beatriz dijo...

Sorprendente historia. Y de título muy cinematográfico, "The italian job" (Michael Caine / Mark Wahlberg).
Añadiré que me ha pasado lo que a The Foss cuando he visto ese single de los Cinco Latinos, porque lo tenía mi madre y como a mí me gustaba, ese mismo disco ahora lo tengo yo.
Y tu versión también me gusta, ¿eh?. Y mucho más que la de Golpes Bajos, que ni siquiera me he molestado en escuchar nunca.
Besos.

Mal dijo...

¿Será posible que todas las madres del mundo tuvieran este disco? El de casa lo recuerdo igual de arrugado, mismamente como el de la foto. Pero no debía ser de los que más se ponían, porque no me acuerdo de ninguna de las otras canciones. De esta sí, y me ha gustado tu versión.
Y buenísimo el relato. Has descrito tan bien la labor de un escudero y los dos golazos del partido que creo que me he aficionado al fútbol y esta noche voy a ver el partido, juegue quien juegue (anda que no soy xagerá..)
Y me ha sorprendido el final, claro está, pero sobre todo la situación que has creado para que vuelvan a reencontrarse estos dos, el acto ese de artes marciales.. ¿De ande sacas esas cosas?
Besos a las Montañas

Wolffo dijo...

Fray Hermano, qué alegría me da verte comentar, hombre. Y si es en esos términos... imagínate. ¿Sabes una cosa? Ayer, cuando vi tu comentario bajaba de la cocina de cocinar y, sí, el plato de ayer llevaba (como muchas de las cosas de las que yo hago, como la comida de hoy, que a estas horas está haciendo ya pot-pot en la cazuela) cebolla picada. Así que estuve durante horas buscando la cámara oculta que tienes en mi casa, pero fue inútil; así que dime, hermano: ¿dónde está?
Un gran abrazo, fray.

Eso de que te fijes en los coros, amigo Foss, me mola, porque son inventados por mí, y son puro duduá, algo que me hace flipar. En cuanto a la historia... gracias, tío, no estaba yo muy seguro y pensaba que estaba deslabazada, porque la he escrito a impulsos, a ratos muertos, durante una semana... pero si el resultado es este, será que debo escribir así. Un abrazo y gracias, tío.

Thanks, Fants, amigo, ¿verdad que sí...? me refiero a lo de los músculos y los gimnasios y todo eso... tienes razón, hay un rollito gay evidente que, eso también es evidente, no tiene nada de malo... ni de bueno, per se. Germán Coppini es insufrible, estamos de acuerdo, y yo también le recuerdo en Rock Ola, yo desde detrás, a salvo de los lapos, y el tío cantando con la toalla y miles de lapos a contraluz... una imagen que quiero borrar de mi mente.
Las duchas de los Jesuitas me llamaban la atención; el el CHA tampoco tenían cortinas, pero estaban como más a cubierto. A mí no me da vergüenza (no mucha) mi desnudez, pero odio cuando alguien me habla de algo a medio metro de ti, de frente (como hacía nuestro común amigo Javier A.) mientras se seca con fruición los huevos. No sé, hombre, un poco de intimidad, por favor. Que conste que yo tampoco presencié ni sufrí escenas como la que cuento.
Robin Meade no es Lorna Cor, claro, y menos mal que tú denuncias ese fraudulento desenmascaramiento, que algu8en intentó colarme de matute. Habrá un desmentido, no sé en qué modo, pero lo habrá. Y si no se me ocurre, que este comentario valga como desmentido. Y es todo cuanto tengo que decir sobre este enojoso asunto.
abrazos, Fants, y gracias.

Beatriz, guapa, la verdad es que ambas pelis me gustaron mucho, lo que pasa es que yo soy un admirador de los Minis de antes, los que de verdad eran minis, los de ahora no son pequeños, aunque son bien bonitos, también. La versión de Golpes Bajos no era mala, en serio, muy bien tocada, pero es que ese nefasto cantante... en fin, me alegra que la mía no te espante, B. Un beso muy fuerte.

Mal, jajajajajajaaaaa, era como la corbata para los papis: el día de la madre, durante años se les regalaba Come Prima, de Los Cinco Latinos. Sólo así se explica la difusión desusada de ese single. EP, en puridad. Gracias, Mal, por lo que dices de la historia: vente un día, mujer, al campo y tráete una pelota, y nos jugamos un gol regateao y luego un gol centrao, que es lo que se hace entre amigos. También podríamos tener una sesión de fútbol fuerza, pero ahí te veo en desventaja... Buch te puede explicar, cuando aparezca, si es que aparece que son estos tres conceptos imprescindibles: gol regateao, gol centrao y fútbol fuerza.
en cuanto a los actos de artes marciales... son una cosa habitualísima, de verdad, yo estoy todo el día asistiendo a unas y desechando otras, por imposibilidad de asistir a todas. A la próxima te vienes del bracete conmigo, ¿hace?

Besos como montañas.

fantasma paraíso dijo...

Breve nota del traductor: A mí el título del post «el italiano job», también me trajo a la memoria la peli (las dos) del italian job, claro. Pero además, y sobre todo a la luz de los acontecimientos que en la historia se suceden, en lo que sin duda me hace pensar es en otra cosa bien distinta. A saber: la expresión «blow job».

«Blow job», por si alguien no lo supiese, significa «mamada» en inglés, así que me parece un juego de palabras de lo más acertado para el título. Yo creo que lo has puesto con esa intención, aunque a lo mejor resulta que no, y que no es más que fruto de mi calenturienta mente y de que muchas veces no puedo evitar hacerme juegos de palabras o combinar dos idiomas.

Así, y para la posteridad, podría quedar que un «italiano job» sería cuando te hace una mamada un travestí o un transexual o lo que quiera que fuese el futbolista. A fin de cuentas, si ya tenemos «el francés», ahora podríamos tener «el italiano» para diferenciar y dar riqueza al lenguaje, ¿no?

Wolffo dijo...

Pues Fants, debo decir que has descubierto todas mis cartas: esa era exactamente mi intención: un juego de palabras, usar la polisemia de job (paciencia, trabajito) y de hecho, el mismo Job, convertido ya en trasunto de Coral Bistuer, lo deja caer en el párrafo final... todo es un juego de palabras, y lo digo aunque odie explicar mis chistes, incluido el mismo título de la canción "come prima" , ¿que no...?

Pos eso...

(y digo esto mientras espero a ver si suena la flauta por tercera semana consecutiva...)

Mal dijo...

Hace, no va a hacer...

(Qué fino hilas, criatura, qué prodigio)

Suerte y que esa flauta se haga oir

Y ya.

Wolffo dijo...

No sonó, Mal... me quedé con cara de bobo, porque uno se acostumbra pronto a lo bueno, eh?

Por cierto, en el contexto este del blow job y todo eso, tu comentario es también un juego de palabras sumamente procaz...

Besos, por lo tanto.

Guiss dijo...

yo creo que a Germán Coppini le dedicó siniestro una canción y desde entonces no he podido tenerle simpatía, ni verle sin cantar "sabíasque-abryanfe-rrilehuelel-aliento"
Tu versión es extraña, yo a esta música siempre le asocio voces más blanda, pero seguramente porque siempre las he escuchado en versiones españolas de grupos prefabricados.

El relato parece escrito por un italiano, yo creo que esa es la imagen de sí mismos que tenían todos los italianos que he conocido.
Hubiera pensado que tenerla grande no acomplejaba a nadie y que las comparaciones empezaban desde una edad mucho más temprana que la de los protagonistas del relato, por eso me sorprende que en el vestuario no lo hubiesen notado todos, unos con envidia y otros con avaricia.

Y en cuanto a Orfeona... yo creo que el protagonista del relato no tiene ningún motivo de queja: le han despertado como le gusta, y encima por el mismo precio le han hecho una exfoliación de bajos. Bien, no era quién pensaba, pero en el amor y en la guerra ya se sabe, todo es trinchera :P

Wolffo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Wolffo dijo...

Personas de mi mayor afecto, Guiss, viven acomplejadas por tener las tetas grandes, conozco muchos... bueno, algunos casos. Yo les digo, no hay problema, en serio, para mí son geniales, si quieres les dedico un rato cada día... pero no hay manera. Se visten con ropas que disimulen este regalo del cielo... A algo así me refería, a ese tipo de pudor. Las comparaciones... bueno, yo nunca he hecho nada parecido. Una vez jugué a ver quién meaba más alto, pero en mi afán por dejar la huella más alta en la pared que hacía de juez, me meé la barbilla, y nunca más reté a nadie a ese pringoso juego; pero jamás me la he medido con un amigo ni nada de eso. Y siempre he sido ligeramente (para no llamar la atención) pudoroso con ese asunto. Al revés de lo que pueda parecer, si te escondías y se notaba, te llamaban mariquita y si, como un amigo, J. Arias, te secabas la polla a menos de medio metro del tío con el que hablabas, recreándote en la suerte y luego hacías balancear los huevos como para que el aire los terminase de secar, eso era un comportamiento más machote... que a mí me revolvía el estómago. En ese sentido yo tiraba más a mariquita, no me gustaba exponerme así, impúdicamente, siempre he tenido bastante pudor para el desnudo entre hombres, el propio y el ajeno.
No sé a qué te refieres con la imagen que tienen de sí mismos los italianos, acláramelo, por favor.
Orfeona es fiel a sí misma... y eso, para el gusto del prota de la historia, es lo malo. Pero vamos, que básicamente, estoy contigo. Aunque yo no estoy seguro de cómo reaccionaría.
Un beso, Guiss.

Anónimo dijo...

Coincidiendo una vez más con Woffus, a mi lo de las duchas del gimnasio con un tipo secándose las pelotas mientras habla contigo es algo que no me atrae.
¿Es por eso por lo que no hago deporte? Pues no, no hago deporte porque no me gusta, pero si lo hiciera me ducharía en casa.

Ahora, alguna vez me han hablado de los vestuarios femeninos y eso si podría tener cierto interés. Me han contando varias veces (distintas mujeres y distintos vestuarios) que se da bastante el tipo "me paseo en pelotas durante un buen rato mientras charlo, me peino y todo eso para que veáis lo buena que estoy".

Y yo, ¿qué queréis que os diga?. Si hace falta que Wolffo y yo hagamos un trabajo de campo (no penséis mal, absolutamente científico) no tenéis más que decirlo.

Seguro que en aras de la ciencia podemos buscar un hueco en nuestras apretadas agendas y revisar todos los vestuarios femeninos que haga falta.

Wolffo dijo...

Puede que no hagas deporte por eso, Foss, y te digo una cosa: es mejor razón que las que usan los que hacen deporte. A partir de los 15 años, el deporte es sumamente perjudicial para la salud.
Yo estoy muy interesado en un estudio del tipo que sugiere Foss. A mí me han contado que, por ejemplo, cuando una mujer tiene un desengaño amoroso y se siente vulnerable y está en un vestuario, sus mejores amigas pueden lamerle los pechos sin que esto se considere lesbianismo. En fin, a mí no me importaría estudiar casos como este, o como el clásico que se cuenta de cuando una mujer le cuenta a sus amigas que su marido es un buen amante y para celebrarlo, si están en un vestuario, todas se desnudan y se dan jabón y gimen y dicen "oh, sí..." todo el rato.
Foss y yo podríamos arreglar la cosa para estudiar estos casos e incluso, si fuera necesario, participar en los casos extremos.
Creo que sería interesante.

Guiss dijo...

Ejem, Wolffo, es que yo había escuchado (jamás visto, qué horror) competiciones de a ver quién mea más lejos, pero lo de más alto... ¿no hay un refrán sobre quien escupe al cielo?
Como jamás he comprendido el amor al deporte, el único que he hecho ha sido en el colegio (porque era obligatorio), donde la falda de tablas servía de parapeto para los cambios, así que nunca he vivido esas escenas que tú y The Foss tan bien conocéis. He perdido la ocasión de cultivar mi cuerpo y tal vez de hacer carrera en el porno, por lo visto :P

Te aclaro: los italianos que yo he conocido se veían a sí mismos guapos, altos, elocuentes, extrovertidos, graciosos, excelentes deportistas, irresistibles, en suma. Sólo mi desabrido carácter explica que me fastidiasen con sus partiditos de fútbol en la arena, no admirase sus cuerpos bronceados por el mediterráneo, me cargase el parloteo lleno de amore y me diese igual cuánto aguantaban bebiendo, porque ese tipo de competición lleva invariablemente a un resultado: pulpo patoso.

Wolffo dijo...

Es frecuente, Guiss, que haya una pared donde se mea. Entonces se trata de dejar la huella más alta. En cuanto a lo que em ocurrió... en fin, lo consideré una traición de mis bajos y por eso hoy puedo presumir de no pensar con la polla.
Aparte de esto, ¿nuca has jugado a las agachaditas sin bragas? Tenía entendido que en los colegios femeninos era un juego que estaba a la orden del día...
Ah, y ya, ya veo a lo que te referías... pero en este caso, lo malo era que esa era la imagen que todos tenían de un italiano en concreto. Es decir: le envidiaban amargamente.
Mi opinión sobre Italia es que podría ser el lugar idóneo para experimentar una variante discriminadora por razón de sexo, de la bomba de neutrones, de modo que extinguiese a los hombres y respetara a las mujeres de más de 50kg. ligerillas de cascos; ya puestos, podría extinguior también el queso, que no sé qué falta hace sobre la faz de la tierra; yo, es que prescindiría de los italianos, en general, y dejaría un país adorable lleno de italianas mollares, comida rica (y sin queso), ruinas artísticas y música estimulante.
Me gusta tu opinión sobre los italianos, pero me hubiera gustado más si de jovenzuelos, hubiéramos pertenecido a la misma pandi. ¿Por qué a las tías les gustan los italianos? Si son grimosos...

Anónimo dijo...

Wolffus. Tus palabras son poesía, pura poesía.

Eso es lo que tiene un buen publicista, recoge una idea y hace algo grande con ella.

Que empiece pues la revisión de los vestuarios femeninos. En la zona en que trabajo, en los más pijos donde las jóvenes ejecutivas cultivan sus cuerpos a la hora de comer, dice la leyenda que es de obligado cumplimiento para ellas entrar de tres en tres en las cabinas de ducha dejando la puerta abierta mientras se enjabonan mutuamente. Y como bien dices, no es por lesbianismo sino por tradición.

fantasma paraíso dijo...

Wolffo, Foss... ¡mis caros amici! Os veo lanzados a la investigación científica de campo, lo cual me llena de satisfacción. Sin embargo, para dotar a vuestros estudios y posteriores conclusiones de un cierto rigor, creo que es fundamental que añadáis a un nuevo miembro al equipo: un médico. Los médicos, ya se sabe, estamos acostumbrados a estudiar el comportamiento humano, las conductas sexuales y otras zarandajas de la especie humana. También sabemos movernos entre mujeres desnudas sin perder la compostura, y si me apuras, aplicar análisis estadístico para verificar que los resultados del estudio sean significativos (p<0,001). Vamos, que me apunto.

Yo tampoco es que sea especialmente deportista, la verdad, aunque en los últimos años me he aficionado a nadar y suelo ir a una piscina municipal que tengo cerca del trabajo («la de Jumbo, de toda la vida»). Está bastante bien, la piscina es olímpica (de 50 m), y procuro ir un par de días entre semana a la hora de comer, y hacerme unos largos (40 en concreto; un par de kilómetros). Bueno, toda esta introducción, en realidad, es para confesar la inconfesable fantasía de qué pasaría si un día en lugar de ir por el pasillo de la derecha, al vestuario de los tíos, me “confundiera” y fuera por el de la izquierda, al de las tías.

A decir verdad, sí sé lo que pasaría: me echarían con cajas destempladas al grito de ¡cerdo, ¿qué haces tú aquí?! Sin embargo, mientras me desnudo y me pongo el bañador en la triste monotonía del vestuario masculino, con todos esos tipos secándose el trasero o peinándose en pelotas frente a los espejos. Con todos esos tipos ofreciendo un espectáculo —al menos para mí— tan estéril y falto de sentido. En esos momentos, digo, no puedo dejar de pensar lo distintas que serían las cosas si estuviera en el vestuario femenino. Lo malo es que entonces igual no iba a nadar, y me pasaba la hora entera poniéndome y quitándome el bañador y dándome duchas entre medias.

¡Misterioso mundo (para los hombres) el de los vestuarios femeninos! ¿No podría alguna de nuestras contertulias contarnos algún detalle esclarecedor? (aunque sea falso, no importa, de hecho seguro que lo agradeceremos). En cualquier caso, en beneficio de la igualdad y aprovechando que total ahora tenemos un ministerio para eso y todo: ¿para cuándo los vestuarios mixtos, señora ministra? Eso sí que sería un paso de gigante para la igualdad de sexos (la de géneros, aunque lo ignoren, ya la tienen resuelta en las bibliotecas, donde coexisten sin pudor palabras femeninas y masculinas apretadas entre sí).

En cuanto a la polémica con los italianos, aunque no puedo sino suscribir lo grimoso del prototipo comentado, tampoco puedo dejarlo pasar sin romper alguna lanza a su favor, porque tengo familia allí, e incluso la de aquí (mi madre incluida) estudió en el Liceo Italiano. No sería justo describir a los ingleses basándonos en el turismo que nos viene a Benidorm, por poner un ejemplo, ni a los mismos españoles si nos fijásemos en... (y aquí que cada un ponga el prototipo que quiera, que así evito herir susceptibilidades). Así que aparte de a tíos, primos, sobrinos e incluso cuñada, defiendo a ese gran país que nos ha dado la pasta, la pizza, a Sofía Loren, a Julio César, a Vito Corleone, a Leonardo da Vinci, a Cicciolina, a Emilio Salgari, a Verdi, a Vivaldi, a Claudia Cardinale, y que ha construido la Catedral de Florencia y el Duomo de Milán (cuya reproducción ha servido para lanzársela a la cara a Silvio Berlusconi).

Anónimo dijo...

Amigo Wolffo.

Permíteme que abusando de tu hospitalidad acepte a Doc como miembro del equipo de investigación. Sin duda, sus aportaciones como experto en el cuerpo humano nos ayudarán a entender muchas cosas inexplicables a simple vista (o tacto).

Respecto a lo que dices, Fant, de las aportaciones italianas debo añadir una: el queso parmesano (perdón otra vez Wolff).

Asín es.

Buch dijo...

Me ha gustado mucho el post. Los italianos en general, no, pero sobre todo por cómo nos sacan de las grandes competiciones, sin merecerlo.
Del yé-yé italiano solo puedo decir que no sé nada, pero si que puedo acusar a Javirrubio de estar de fan de un tal Adriano Pappalardo y de otro, que no sé si era el mismo que cantaba "Yo te sembraré tu germinarás" o acaso esto era de Pappalardo y al que me refería antes era a Ángelo Brandoardi. Ni puta idea.
Si que simpatizo con Guido y maurizio DÁngelis o De Ángelis. Y me pareció un fraude siempre aquel delantero: Schillaci.
Besos para Guiss, en todo momento.

Guiss dijo...

Sin terciar en la polémica, porque no llevo las gafas puestas para encontrarla, sólo aclarar que no conozco Benidorm ni tampoco, en persona, a Loren y Cardinale (fuera del tópico comentado, les falta lo esencial), Julio César, Salgari, Verdi (que cuando nació no era italiano sino francés, creo recordar, aunque su nombre sirviese de grito revolucionario, él se sintiese italiano y todo eso de los coros de Nabucco; lo siento, me encantan las notas de trivial :P), Vivaldi o Berlusconi, que además de servir de blanco para el tiro también es italiano. Por eso he puesto el par de veces que he escrito "los que yo conozco", para no quitar méritos al resto ni incluirlos en la descripción y que se achacase en exclusiva a mi falta de mundo, porque en realidad es mucho mayor el número de personas (humanas en general, no solo italianas) que no conozco que el número de las que sí, pero sé (demasiado tarde, snif) que me faltaba la negrita. Mea (aunque no hacia arriba) culpa.

Oye, pero me voy con los besos de Buch, mira que viaje tan bien aprovechado...

fantasma paraíso dijo...

Foss: gracias por admitirme en el grupo investigador. Y por cierto, corrijo una pequeña errata para que no peligre mi puesto: estadísticamente significativo es con p<0,005 (no hace falta p<0,001)

Guiss: en ningún momento malinterpreté tus palabras, y te tengo por persona juiciosa y que no vas por ahí a golpe de tópico, ¡faltaría más! Y a mí me pasa como a ti, hay más gente que no conozco que gente que conozco. Parece increíble, pero esto, que le pasa a todo el mundo, hay quien no lo sabe. Yo también te mando besos. Baci, incluso, que son esos bombones que vienen de Peruggia y que dentro llevan un papelito con una frase generalmente de tipo amoroso. Cuando era pequeño me los traían a casa desde Italia y parecían el no va más, aunque ahora me temo que la globalización y todo eso hará que estén en Carrefour y ya no tengan maldita la gracia. Al menos no son de los que no pueden faltar en las fiestas de Isabel Preysler.

Tienes también razón en que Verdi nació francés. Pero es que nació antes de la unificación de Italia, y entonces Parma (y aquí entroncamos con Foss y me uno a celebrar con él el queso parmesano para desesperación de nuestro anfitrión, Wolffo) pertenecía a Francia. De hecho, y ya que estamos en la independencia italiana, Garibaldi, que fue contemporáneo de Verdi, aunque nació italiano lo hizo en Niza, que entonces pertenecía a Italia y no a Francia... ¡Vaya lío! Pero en fin, que Garibaldi echó a los franceses hasta de Roma, unificó Italia, y es verdad que el coro de Nabucco a los italianos les pone muy patrióticos.

Oye, Guiss, ¿y de vestuarios?, ¿no nos cuentas nada? Lo digo con fines científicos, ¿eh?

Wolffo dijo...

Nada he de añadir sobre Italia y los italianos que no haya sido dicho. Sí me gusta, por dar por culo, decir que los estereotipos son graciosos, sobre todo cuando todo el mundo está en contra y que es un placer pensar que los italianos son cobardes en el combate, los franceses, medio mariquitas, los ingleses sucios y depravados, los alemanes cuadriculados y los españoles, nobles, zoquetes, envidiosos, y pertinaces en no admirarme. Odioso pueblo el nuestro...
A Javi decirle que Adriano Papalardo era el de recomencemos, que iba con camisetas de rugby y acariciaba a las asustadas viejecitas. El otro, el de "Yo te sembraré tu germinarás" era Umberto Tozzi, creo que se escribía así y juraría que la canción se llamaba Yo caminaré.
A Guiss, que no me gustaría verla mear hacia arriba porque a pesar de que promete ser un espectáculo no es de los que me gustan. Me gustaría verla mirar hacia arriba, desde arriba, ya te imaginarás, y creo que sabes a lo que me refiero. Dios mío, ¿cómo puedo ser tan soez...?

Y los italianos, esos cabrones, han diluido lo que nos interesaba de verdad: los vestuarios femeninos y sus ritos sociales.

¡Ay...!

Fray dijo...

No querido hermano lobo, no tengo cámaras secretas en tu cocina, si tuviera un 'parato' de
esos no lo usaria en dicho lugar sino en un Vestuario femenino para poder aportar evidencias
científicas a vuestra investigación, que debo decir me interesa mucho. Mi única experiencia
en ese campo pertenece a los tiempos en que entrenaba un equipo de Baloncesto femenino junior
(17-18 años) y se nos permitía entrar a los entrenadores en los momentos en que estaban las
jugadoras debidamente vestidas. Puedo deciros que el desorden era similar a los masculinos,
toallas por el suelo, calcetines por todos lados, bolsas volcadas, etc.... y que las esperas
hasta que terminasen de acicalarse las mozas eran interminables.

Espero con impaciencia los resultados de vuestro trabajo y animo a las lectoras de estas
peroratas a que os ayuden con sus testimonios personales.

Mal dijo...

Como lectora de estas peroratas siento muchísimo no poder aportar ninguna experiencia real que ilustre el caso que a vustra investigación ocupa (ni soy capaz de inventarla, lo siento de nuevo).

Pero sí que me vais a permitir utilizar como anécdota de lo que el hombre es y será el proceso de creación de esta unidad de investigación sin ánimo de lucro (ni real-real interés público) y la buena disposición, entrega y entusiasmo de sus miembros. Os deseo mucho éxito y que logréis publicar vuestras conclusiones en alguna prestigiosa revista de vestuario.
Es un simple comentario, espero no ofender: ¿estáis tan francamente fatal o sólo me lo parece a mí?

Besos italianinis

Guiss dijo...

Fantasma Paraíso, me encantan los bombones, los baci, los leonidas que me traía mi abuela y casi todos. Pero fíjate lo que es ser de provincias, que de pequeña lo que me hacía ilusión era la cajita de violetas que me traía mi abuela cuando volvía de Madrid de ver los estrenos teatrales en otoño. Bueno, y los abisinios que me compraba mi madre cuando yo me ponía en plan perro perdiguero a olfatear confiterías.

No puedo contar nada de vestuarios, mi relación con el deporte se terminó en el colegio (había vestuarios en el gimnasio, pero teníamos que cambiarnos en clase), donde éramos increiblemente púdicas, hasta extremos cómicos. Y mira que me haría ilusión contribuir en algo a la ciencia...

Wolffo, el no ser muy alta hace que casi siempre mire hacia arriba, salvo que tenga enfrente a torrebruno :P
Y, Dios Santo, hasta que no he visto escrita tu respuesta no he caído en lo horrible que es la letra esa, yo te sembraré, tú germinarás... es que a mí esas metáforas de labor agraria no me ponen nada jaranera.

Wolffo dijo...

hermano Fray, tus grabaciones serán bienvenidas en cualquier momento, por supuesto, pero creo que, como los mentecatos del panel del cambio climático y toda esa gentuza, debes ocultar esos datos de que no pasa nada en los vestuarios qque tú has visto... Quizá eso desanimara a los posibles patrocinadores, capisci?
Un abrazo.

Ay, Mal... de acuerdo si no quieres contar con tu nombre las cosas... pero puedes entrar como Anónimo y dar detalles de vuestros traviesos juegos. En cuanto al comentario... ¿quién te ha parecido que estaba mal? Sómos jóvenes en plena subida de la savia, eso es todo. Se acerca la primavera. Venga, un beso gordo.

Por mucho que lo intentes, nunca pensaré que no eres la más lista, Guiss, lo sepas, y tomaré tu esquivo proceder como un regate pícaro. Pero, has de saber que la imagen de la germinación a mí también me parece sumamente desafortunada. Y nada, pero nada sensual.

Buch dijo...

Ah, pues la cosa sigue con un "Y al final, decansaré, cuando tengamos un hijo tuyo y nuestro"

Wolffo dijo...

No me digas esas cosas Buch, que me pones colorao.

Bribón.

linmer dijo...

Esto es un descuido imperdonable. ¿Alguien que se hace la cirugía genital y no se depila con láser la cara? Jajajaja

Nada, que estaba toca-narices, nada más. Una historia muy fresca y original, por no entrar en descripciones freudianas.

La canción, la original digo, no porque sea tu versión, es de esas con un ritmo pegadizo pero que da para poco más de un jingle, ¿no? O eso me ha parecido a mi siempre, alargarla hasta el single me parece excesivo. Pero vamos a decir algo agradable también: en esta no cantas pa'dentro (juro que lo digo con cariño y buena intención) y te dejas llevar más por la canción, quedando un resultado más lucido, más gorrión.

Un abrazo

Wolffo dijo...

Bueno, si no se dejan detalles como este, Lin, ¿no rresultaría insoportable mi superioridad?
En la canción, en realidad, si desvinculas el italiano, tiene unas progresiones pop que ya le gustaría a cualquier compositor actual (incluyéndome a mí mismo) abordar. Lo que me mola irremediablemente es eso de "más gorrión". Cosas tienes... Un abrazo, amigo.