miércoles, marzo 31, 2010

Échanos una mano para llegar a Rock in Rio





Es triste pidil... pero es mejor pidil que robal.
Esa es la filosofía que alienta esta entrada, y el mail que vais a recibir muchos de vosotros. Cuando me pongo pesado, soy imbatible.

Nos hemos apuntado a un engañabobos de esos e bandas que se llama lgtelleva y se supone que a donde nos lleva (porque es a los Ciclones a quien llevaría, no a vosotros, que tendríais que ir por vuestra cuenta y riesgo) es nada menos que al escenario (al festival, vamos) de Rock in Río en Madrid este veranito. La competencia es feroz : solo en Madrid hay inscritas más de 300 bandas, algunas casi tan buenas como nosotros, por eso vamos a necesitar ayuda.
Para participar tienes que acreditar que puedes hacer un concierto a base de temas originales (no versiones) y en esta primera fase, tienes que participar con un video o mp3 de un tema original tuyo. Nosotros hemos elegido el "No te quiero blues" que hicimos el pasado diciembre en el Teatro Prosperidad de Madrid, un video que habéis visto aquí los más fieles y que se puede ver siguiendo este link.
En este momento (mientras escribo esta entrada, porque sigue creciendo) hay 725 bandas inscritas de las cuales, solo en Madrid, como decía antes hay más de 300. El concurso se divide en cinco circunscripciones (La Coruña, Barcelona, Valencia, Sevilla y Madrid), cada una de las cuales elegirá a cinco de sus bandas (dos por votación popular, tres elegidas por un jurado) para la final. Un sistema claramente injusto. Es mucho más fácil ser elegido en La Coruña, donde hay 70 bandas, que en Madrid, donde somos más de 300. Pero en fin, En la final, que será un concierto en cada una de las ciudades, se elegirá a una banda para tocar en el Rock in Rio.
Los Ciclones necesitan de tus votos, claro.
Para votar, escribe http://www.lgtelleva.com/concurso/ y se te abrirá esta peich:


Haz clic en "VOTA tu banda favorita". Se abrirá otra peich la mar de bonita, también, donde habrás de elegir la capital del imperio:



Al hacer clic en Madrid, se te abrirá una tercera pantalla, con todos los grupos inscritos. Esta:


Como nos acabamos de inscribir, mientras siga habiendo 700 y pocos estaremos más o menos al principio, pero si no, habrá que darle a la flechita p'abajo (a la derecha de los grupos) y buscar este fotograma de nuestro celebérrimo Blues. Al hacer clic se abre una cuarta pantalla, que no voy a reproducir, porque ya está bien, en la que puedes ver el video, si te mola, pero si ya lo has visto mucho, o si estás en el curro y no puedes, o estás hasta las napias del blues, simplemente haces clic en "Doy mi voto a esta banda" y listos.

Se puede votar solamente una vez cada 24 h, y desde ya, hasta el 18 de abril. Si votáis una vez, muchas gracias. Si votáis una vez al día... más gracias todavía. Y si convencéis a amiguitos y familiares de que lo hagan, miel sobre hojuelas. No se trata de ganar limpiamente: se trata de tener la oportunidad de tocar en un escenario inmenso con un equipo de flipar y con miles de personas diciendo ¿por qué no se van estos y sale ya Shakira?

En fin, hagas lo que hagas, gracias por llegar hasta aquí, en nombre de los Ciclones.


(actualización)

¡¡De nuevo en la Onda!!
Antes de volar hasta Rio, nos quieren hacer fijos en Onda Cero, y nos ponen de nuevo, con un pequeño cacao, disculpable absolutamente, llamándonos Los Ciclones de Valdemorillo. Cómo mola mi pistola...



¿No es genial?

jueves, marzo 25, 2010

ella, el alma abierta y su rostro de mandarina

Come together



Hasta Michael Jackson ha hecho una versión de este impresionante slow rock, irresistible si tocas la guitarra, el bajo, la batería o si cantas. Tres acordes, profundos, persistentes y esclarecedores, te dejan abierta la puerta y tú, claro, haces caso y vas. Vas porque no puedes dejar de asistir a esta fiesta. Aunque, si conocéis uno o dos de los versos de esta canción, que seguro que sí, veréis que mis preferencias personales (y ya aireadas más de una vez aquí) me han inclinado a cambiar un par de palabras, refrescantes y burbujeantes, por otras con las mismas características, guardando todo el sabor, el máximo sabor, pero sin azúcar. ¡Qué menos! Perrito piloto para el que lo descubra. Le he añadido un ritmo de batería distinto y, sobre todo, una guitarra acústica (mi vieja y querida Epi) planeando a lo largo de toda la canción, a demás de unas vocecitas: nada, a ver si os gusta

los años, que pasan, con caudales ingentes de experiencias, conocimientos y profundidades, no me separan de la primera impresión que se grabó en mi cabeza la primera vez que compartí con ella unos minutos: ¡menuda mujer es esta mujer menuda!

Ella estaba en el departamento de proyectos especiales de RCC, una empresa farmacéutica de enormes dimensiones, y el proyecto que llevaba a cabo en el momento en el que nos conocimos era ciertamente especial: sintetizar en un medicamento comercial las propiedades curativas del Agua (Bendita del Manantial de la Gruta Sagrada del Santuario de Nuestra Señora) de Lourdes.

Entré en contacto con ella porque en RCCDirect, la división de marketing directo y venta a distancia de la compañía, donde yo me ganaba las habichuelas, había empezado a vender por catálogo Lourdes Cross, unos crucifijos horrendos que llevaban una especie de burbujilla en la que, supuestamente, se guardaban unas gotas del agua milagrosa (¡rechace imitaciones, Lourdes Cross viene con certificado de autenticidad!). Bien, pues, esa perita en dulce, como siempre que había un producto asqueroso y que podía hacer tambalearse la ética personal de una persona medio decente, me tocó en suerte a mí. Como aquella vez que había que convencer, mediante una campaña de marketing directo, a unos trabajadores de una firma francesa, de la suerte que tenían de que les echaran a la calle porque dispondrían de dinero y de tiempo libre. Bueno, como yo era el bobo que hacía esos trabajos, aprovecharse de las creencias, la desesperación y de la buena voluntad de la gente me iba, por decirlo con palabras llanas, como picha al culo, por lo que investigué a fondo el asunto y logré uno de los éxitos más sonados de mi carrera… y de la compañía. Lourdes Cross se vendía que daba gusto y por eso, por mis conocimientos del santuario y de las debilidades humanas, fui asignado, como asesor, al grupo de trabajo que trataría de convertir el milagro en ciencia.

Esta designación, a pesar de que llevaba asociada una jugosa cantidad de dinero en dietas mientras durara el proyecto (y podía alargarse años), me fastidiaba, porque en realidad, yo sí tenía escrúpulos.

Pero éstos desaparecieron el día que conocí a Ybannah Al-Clemsie. Es la clase de persona capaz de desnudar tu cerebro en dos minutos, sin que por ello te sientas agraviado ni nada de eso. Sabe escucharte y sientes cuando la hablas que está en sintonía contigo. Te hace sentir bien. Intenté ligarme a Ybannah desde el minuto cero, como hago con todas las mujeres que se cruzan en mi camino, pero el asedio a su femenina fortaleza duró muy poco, porque… le dio un ataque de risa. Al parecer, le hizo mucha gracia mi burdo acercamiento y, ante mi asombro, mi acoso le hizo reír. Soy contumaz en mis empeños, capaz de una cabezonería prodigiosa porque, todos lo sabéis, muchas veces, las fortalezas más inexpugnables han caído no merced a la fuerza del ataque sorpresa, sino por el prolongado asedio: lo que los historiólogos (los verdaderos expertos en historia, como yo) llamamos la rendición por aburrimiento. Bien, pues aun sabiendo esto, la risa de Ybannah fue tan clara, cristalina y reveladora que supe que debía desistir en ese mismo minuto. Y perdí la oportunidad de tener un lío con una mujer memorable pero, a cambio, gané la mejor amiga que un hombre puede soñar.

Habéis de saber que si bien Ybannah se mostraba inmune a mis encantos masculinos era, sin embargo, extremadamente vulnerable a todo lo que sonara a esotérico, espiritual, del otro lado o, simplemente, raro y viajar a Lourdes fue una experiencia, en muchos sentidos, insuperable para ella.

Ybanna era una química más que solvente en sus conocimientos teóricos, valiente a la hora de especular, tenía una intuición asombrosa en la toma de decisiones de riesgo y era una investigadora muy imaginativa. Todo eso le había valido un puesto más que asegurado en la farmacéutica, donde era muy bien considerada y desde muy temprana edad, se había instalado sólidamente en lo que parecía un brillante futuro profesional. Y todo lo que vio en Lourdes, de algún modo, removió hasta sus cimientos sus postulados vitales y puso del revés su escala de valores, prioridades y preferencias. Ybannah abandonó RCC y montó su nueva y pequeña vida, alrededor del consuelo de los desconsolados.

Por si no lo sabéis en torno a Lourdes hay montado un gran negocio, y no me refiero al Santuario ni al manantial. Ni siquiera a la Iglesia. Me refiero al Gran Negocio de la Desesperación. Aunque se insista en que hay documentadas miles de curaciones milagrosas, el porcentaje con respecto a los millones de personas que han acudido a este lugar en busca de un milagro es ridículo. Si, siendo generosos, una de cada cien personas encuentra remedio, ¿qué hay de las otras 99? Muchas, en realidad, no necesitan nada, pero hay mucha gente desesperada que no encuentra remedio ni consuelo en Lourdes. Y como el hombre es así, hay una especie de ruta oculta, semiclandestina, que trabaja con los descreídos. Un informe ejército de falsos curanderos, medicastros, adivinadores, terapeutas de los posos del café, psicoanalistas de pacotilla y, sobre todo, de bienintencionados infelices que se creían con poderes o dones que les hacían especiales se escondían en negocios invisibles desde la calle, pero fácilmente encontrables si te lo proponías. El número de farsantes, aprovechados y bienintencionados se mantenía más o menos estable y eso, la estabilidad, era lo que permitía distinguir a los estafadores de los infelices. Los infelices que tenían buena intención permanecían años allí instalados y los estafadores cambiaban cada año. Ybannah, podéis imaginarlo, era de las fuerzas estables. Porque, creas o no en esas cosas, es cierto que tenía el don de escucharte, que tenía facilidad para la empatía y que te sentías muy bien a su lado.

Yo estaba a otro rollo: volví a Madrid en cuanto vi de qué iba la cosa, dejé RCC Direct y encontré trabajo de cocinero en una tasca de la sierra de Madrid. Pero todos los años hacía uno o dos viajes a Lourdes e iba a ver a Ybannah, a intentar convencerla de que volviera y, de paso, a ver si podía tirármela, pero a la risa que le producía se sumó otro inesperado factor: decía que olía a sofrito (el clásico, de cebolla, pimiento y tomate), que era un olor leve pero profundo, que me acompañaba de forma latente y que le bajaba la líbido al subsuelo.

Durante años fue así la cosa, yo viajaba a Lourdes para intentar tirarme a Ybannah y ella me daba calabazas. Es curioso cómo uno no se da cuenta de las cosas cuando tiene ideas preconcebidas. Y un día, caí. Ybannah nunca iba a volver porque en Lourdes tenía todo lo que necesitaba y le iba cada vez mejor. En mi último viaje, un día me convenció para cocinar unas lentejas para los peregrinos. Preparé una olla que parecía la marmita de poción mágica del irreductible pueblo galo de Astérix.

Desde entonces, tres años ya, sigo aquí, en el Lourdes de los Desconsolados, y he montado un negocio que ha vuelto a hacer trizas mis escrúpulos, ahora ya de por vida. Cocino Lentejas Reparadoras, Habas Curativas con Almejas, Cocido Milagroso, Filetes Esperanzados, Sopa de Santos (¡hecha con auténtica Agua del Manantial!). O sea que vivo, finalmente, de la desesperanza de los desahuciados. Y, dejando a un lado mi conciencia, vivo muy bien.

Y no sólo eso. Aprovechándome de los factores “que son dos días” y "total, si la vas a diñar", me tiro a todas las peregrinas que puedo porque, aunque Ybannah sigue siendo una gran amiga, la muy hija de puta sigue riéndose en mi cara cuando me pongo tierno.


Quizá, si le rezo a la virgen de Lourdes...

lunes, marzo 22, 2010

¡¡LA HORA DE LOS CICLONES!!







Los Ciclones en la Onda:
Te quiero comer

Bueno, como sabéis, tuve la enorme suerte de que pusieran un par de veces un tema mío (El momento después) en el programa "Herrera en la Onda".
Como la cosa funcionó tan bien, además de mandarle otro tema mío, le mandé este de los Ciclones y el viernes pasado nos pusieron.
Estoy loco de contento. Y sobra decir que cualquier ayuda (como peticiones de que nos pongan de nuevo -puede hacerse desde aquí- y cosas así), las agradeceremos muchísimo. Como os podéis imaginar, a un grupo como el nuestro de cuarentones -aunque nuestro bajista sea un joven adonis- que encima tiene a un cantante gordo y desdentado, le es muy difícil abrirse camino y cuando alguien nos toma en serio por lo único que importa de todo esto -nuestra música-, es para nosotros un paso importantísimo.
Si alguno sabe como viralizar en las redes sociales y nos echa una mano, fabuloso.

Mientras tanto, que sepáis que estamos preparando un super concierto para el mes de junio, el día 19 casi con seguridad, aunque a falta de confirmar, en Madrid, en el Teatro Prosperidad con una particularidad: tocaremos solo, por petición de la gerencia del Teatro, temas nuestros originales.
Y ahí os quiero ver a todos...

Aquí os dejo el tema entero, tal y como lo oyeron en la radio cuando decidieron ponerlo:
Los Ciclones - Te quiero comer


¡VEN A VER A LOS CICLONES!

domingo, marzo 21, 2010

Literal videos: el gesto transcrito.

(te llevará más de media hora ver este post completo, pero vale la pena)

Ayer, mientras le ponía los acentos y las comas a un guión, entró mi hija en mi despacho y me dijo:
- Tienes que ver esto
Y me enseñó unos cuantos "literal videos". Algo de lo que yo no había oído hablar hasta ayer, y que me pareció una idea absolutamente genial.
Se trata de una forma de reinterpretar los videoclips musicales de lo más ingeniosa. El autor del literal video toma el videoclip original, su música y le cambia la letra, pero respetando la melodía, transcribiendo, literalmente, en la medida de lo posible, los gestos y sucesos que se ven en cuadro en ese momento. Hay cosas absolutamente geniales.

Siempre he pensado, como muchos de vosotros, seguro, que no es muy inteligente dejarse llevar demasiado por las modas. Porque al pasar los años, lo que resultaba cool en su momento, resulta ridículo en una revisión objetiva. En muchos de estos videos aprovechan la oportunidad de que las modas, cuando se siguen muy fielmente, convierten lo que hoy es tendencia en bizarría; cuando esos colores, esas ropas, esos peinados y esa forma de ver las cosas han pasado a mejor vida. Quizá por ello, los clips de los 80 se prestan con especial idoneidad a este cruel juego. Y veréis ahora unos cuantos ejemplos.

Al parecer, el inventor de este asunto es Dustin McLean, cuyo primer literal video, Take on me, de A-ha! fue el precursor de todo esto. No está nada mal su versión literal de este videoclip, muy característico, también, pero prefiero no insertarlo aquí, porque me han gustado más los que pongo a continuación. No obstante, como creador del concepto, dejo el link a su web y dos de sus videos: Take on me, como el primero, y Head over Heals, de Tears for Fears, que está bastante divertido.

Lamento que estén todos en inglés, porque si no sabes un poquito (basta un poquito, en serio, hasta yo con mi inglés de instituto los disfruto) te vas a perder algo divertidísimo.

Mirad este primero, basado en el Daydreamer, de los Monkees. Seguro que en su momento parecía lo más in, pero mirad lo que pasa cuando se vuelve a ver con un poco de ingenio.



Los Beatles tampoco se libraron. Esta peliculita promocional de su inmortal Penny Lane es también carnaza para los literalistas, y consiguen una pieza memorable.



Ahora uno más actual: el soldadito que se hizo cantante y que tanto gustaba a las chicas de corazón tierno. Su estúpido videclip You're beautiful parece aún más estúpido gracias a esta genial versión literal.



Este, Hooked on a feeling, se comenta solo. Ya el video, y su prota, David Hasselhoff, es tan freaky, que no le hacía falta versión literal para desternillarse mirándolo. Pero el verbalizar algunas de las muchas majaderías que contiene lo hace aún más risible. No os perdáis detalle.



Por último, el que más me ha hecho reír a mí: esta versión literal merece un premio, aparte del de las más de seis millones de visitas que ya ha tenido. Se trata de una dramática e ingeniosa reinterpretación del Total eclipse of the heart, de Bonnie Tyler. Un clip que, podéis jurarlo, era lo más en videoarte en los 80 (dañina década...) y que recibe su merecido en esta literal video version, indescriptiblemente buena.




El rollo sería que buscáseis vosotros, si tenéis tiempo o ganas, otras literal video versions y a ver si vemos más cosas geniales. Hala, a divertirse.

miércoles, marzo 17, 2010

al revés

Inside Out

Los Traveling Wilburys son mi supergrupo favorito. Lo formaron George Harrison, Bob Dylan, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lyne (Electric Light Orchestra), a instancias del primero y el último, y sólo la lectura de los nombres de sus componentes impone respeto, ¿verdad?. El origen del nombre del grupo tiene gracia. Cuando George Harrison y Jeff Lyne (como productor) estaban grabando el disco Cloud Nine, de George, acuñaron el término
Wilbury (we'll bury), que hacía referencia a los trozos de las canciones grabadas que tendrían que ser eliminados durante la mezcla de sonido (en inglés, “We’ll bury’ them in the mix”, que puede traducirse como "los enterraremos en la mezcla"). No es que te partas, pero tiene gracia. Aparte de eso, grabaron dos discazos tremebundos (Traveling Wilburys, Vol. 1 y Traveling Wilburys, Vol. 3), aunque la aportación de la asombrosa voz de Roy Orbison, debido a su muerte, sólo puedo escucharse en el primero. Hay unas cuantas canciones inolvidables en los dos discos, y hoy hago este Inside out que, si he de ser sincero, me pasó inadvertido (como los buenos árbitros y los malos discos) hasta que Buch, que a veces tiene estas cosas, me lo mandó en un correo en plan : seguro que te gusta esta. Hacemos eso él y yo. Cuando encontramos un buen tema, nos lo mandamos, pero sin presumir en plan "mira qué cosas más guays conozco", sino que es un asunto como de decir, este tema le va a gustar a este mariconazo. Posiblemente Buch no me perdone este sacrilegio de versionear yo solo este monumento de canción, pero mira, que le den, que está muy subidito a la parra lately. Este tema, muy mejorado, se lo podréis oír este verano a ese otro supergrupo (comparable a los TW) que son Los Ciclones. A ver si os mola. No entra a la primera, pero una vez dentro, de verdad, da mucho gustito.



El hombre que respira despacio, el que llama por teléfono cuando yo no estoy, el que susurra a Lorna mientras ella trata de seguir viviendo, ya ni siquiera se conoce. Tiene un completísimo almanaque guardado en su casa de maderas improbables, que estudia metódicamente cada noche, y piensa que si un día logra asimilar toda la sabiduría que almacena y es capaz de hacerla circular por sus neuronas de una forma relajada y dúctil, Lorna caerá a sus pies.
Me pregunta, el muy idiota, que si creo que lo está haciendo bien, e insiste, bobo galáctico, en que si veo fallos, siquiera fisuras o eslabones ligeramente más débiles que el resto, le avise y le dé consejo y guía para mejorar el asedios al corazón de mi amada. ¿Cabe mayor estupidez?
Se dice rápido, efectivo y eficaz en las labores propias del amo de casa (yo no termino de creerle), y me llama cada mañana a eso de las once con sus quehaceres terminados y me proporciona un detallado informe de lo hecho y los porhaceres y yo, que soy un santo varón, aguanto con apenas un gruñido apremiante, las ganas que tengo de que me deje en paz de una maldita vez.
(es que hoy mi amigo se ha enfadado conmigo o, mejor, creo haberle decepcionado y se muestra triste y extrañamente circunspecto. De algún modo inconcreto, el regalo de sus canciones me alegra el día, así que resuelvo dar por terminado el conflicto, pero mis resoluciones espirituales no vuelan y él no sabe que ya se me ha pasado el rebote, pero soy incapaz, creo, de verbalizarlo)
¿Cómo voy a ayudarle a ganar el corazón de Lorna? ¿Es que existe un solo humano, perro incluso, sobre la faz de la tierra que no sepa que amo desesperadamente a Lorna? Lorna… el otro día la ofendí otra vez, mierda, es que se me da fatal lo de “captar señales”, en serio.
Ella me sonríe, pongamos por ejemplo, y en su sonrisa brilla más de medio mundo, brilla la esperanza y brilla el sol eterno, porque me sonríe con los labios, y los ojos, y el pelo y los hombros, y su sonrisa se merece toda la felicidad de la historia, pero yo no sé nada de eso, y la asombrosa idea que tengo es... arrimarle la polla. Es todo lo que se me ocurre, en serio, estoy para encerrarme.
Y el hombre que nunca tiene prisa, el que saca de quicio hasta a los caracoles, venga a llamarme por teléfono, a mandarme por email sus invectivas amorosas a Lorna para que se las corrija, como cuando éramos pequeños y le decíamos a otro que fuera a declararse a Juanita en nuestro nombre. El resultado es el mismo, claro: le devuelvo las cartas llenas de faltas de ortografía y de renuncios del alma, de penosas intenciones, de torpes palabras y de mala hostia. Y él, tonto al cubo, todo se lo traga, y asimila y repite los datos de su almanaque como mantras y no se da cuenta de que todo cuanto yo quiero es respirar el aire cálido que debe brotar de entre los pechos de mi amada Lorna.
Libraré la batalla de la espera para no comprometer más mi esquivo entendimiento, amada Lorna, y prestaré atención al cielo mortecino del invierno -herido ya de muerte-, para ver si entre las nubes hay algún mensajero del que mi corazón pueda fiarse; si así fuera, le entregaría, en sobre lacrado, para que llegara presto hasta ti, y a portes pagados, todo cuanto sea capaz de imaginar mientras evoco tu piel pecosa y blanca, su tacto sorprendido y su sabor a mujer ansiosa de amor. Y tal vez al recibir este regalo insospechado, decidieras tú llamarme, tenerme en cuenta y, desnuda, anhelante, ardiente y deseosa de mí, de mis besos y de mis envites, tu cuerpo esperando al mío, segregando ya los jugos que preceden a la fiesta del amor, me brindaras, al fin, la oportunidad de decirte: lo siento, cielo, pero hoy no estoy pa'ná.

Hm...

jueves, marzo 11, 2010

el italiano job

Come prima


Fantástica esta canción que Tony Dallara lanzó (y a quien lanzó) en los últimos 50, siendo un precedente de un tipo de música para mí irresistible: el ye-yé italiano. Esta canción, que no es un ruego a la hija de tu tía para que se termine la sopa, para mí es una especie de bucle melancólico irresoluble. Me recuerda exactamente su título, a la primera vez que la escuché, siendo muy pequeño y pensando que significaba eso... "que comas, prima". A mi mad
re le gustaba y recuerdo ver por casa el disco, pero en la versión de los 5 Latinos, que cantaban "Como antes", aunque la llamaban con su nombre original en italiano. Golpes Bajos la recuperó en los 80 con una versión que hubiera sido buena si hubieran tenido un cantante de verdad, no a ese bobalicón de Germán Coppini, uno de los peores cantantes de la historia, con un estilo de plañidera griposa de cementerio insoportable... un tipo cuyo éxito no me explico, lo digo en serio. En fin, de la versión de Golpes Bajos he tomado algunos arreglos de guitarra y me ha quedado esta pieza que Mississippi Joe, bajista de los Ciclones, y guitarrista de los Tikinautas, calificó de bizarra sin miramientos, hiriendo mi sensato corazoncito. A ver si no os espanta...


Job Fiorentinno, el Italiano, el mejor extremo izquierda que los Dominicos tuvimos nunca, aguantaba casi de todo. Los defensas a los que se enfrentaba y desbordaba casi sin despeinarse no toleraban su escurridiza habilidad para el regate, su velocidad, su verticalidad, su apostura en el campo, su deportividad ni lo endemoniadamente guapo que era. Porque además de ser un tipo leal y de actitud honesta, un imán para las chicas (nunca fueron tantas chicas a ver nuestros partidos como en la época de Job) y extranjero, nadie discutía que El Fioren era un extraordinario futbolista. Bien, pues decía antes, que me enrollo y se me olvida, que los defensas toleraban su genialidad hasta que, por decir una cifra, les había dejado en evidencia cinco veces. A la sexta, hachazo.
Yo era su escudero. Mi constitución, grandullona y pesada, no me permitía la coordinación necesaria para las sutilezas. Era el centrocampista peleón y un poco torperas que recupera muchos balones, que reparte leña de forma sorda, pero constante, entre los rivales, el que va minando su moral (y sus espinillas), el que protestaba todas las decisiones del árbitro, el que, aunque fuera evidente que yo mismo la había echado fuera, corría a por el balón para sacar yo de banda y, ante la negativa del árbitro, protestaba y volvía a echar el balón fuera, con malos modos, perdiendo tiempo y cagándome en todo lo cagable. Yo era el clásico que, ante un golpe franco del equipo rival, mientras el árbitro medía la distancia a la que debía situarse la barrera, me acercaba a la pelota, y le daba una patadita disimulada, alejándola, para gritarle al árbitro, cuando intentaban volver a ponerla en su sitio, que estaban moviendo el balón. O me acercaba al que iba a tirar un penalty contra nosotros y le decía de todo al oído: amenazas, insultos, mentiras sobre su hermana o su madre…
Mi labor en el campo era deslucida y aunque nadie lo decía explícitamente, debía vengar las tarascadas sobre Job. Se esperaba de mí que en un córner, por ejemplo, me acercara al marcador del italiano y le amenazase, pero si éste ya se había hartado de que Job le rompiera la cintura y le dejara sentado de culo sobre la tierra, impotente, y había empezado a zurrarle, debía propinarle un disimulado (o no) rodillazo en los huevos. En la mentalidad de nuestro equipo no era relevante que me expulsaran, yo era prescindible, pero era importante que acojonara al defensa rival para que se le quitase de la cabeza la idea de que podía frenar al italiano a hostias.
Job a mí no me hacía ni caso. En el campo, nada, y fuera del campo… o sea, yo no era bueno, no era un tío simpático, no era ni guapo… ni molaba por otras cosas como tener un grupo de música, ser extrainteligente, tener pasta, pintar bien, hablar idiomas… yo sólo jugaba al fútbol, sólo me gustaba el fútbol, pero aquel era un tiempo de sutiles, no de esforzados soldados aun cuando todos reconocían, en su fuero interno, que yo era más importante para el equipo, para cualquier equipo, que Job o cualquiera de su clase. Bueno, tenía una cosa que yo sé que había gente a la que importaba, pero siempre lo oculté: la tenía bastante grande. Más grande que todos los del resto del equipo, lo había notado en las duchas. No más larga, sino más grande: más gruesa y más larga también. Lo curioso es que, visto en perspectiva, mirando atrás, eso era una cosa que me acomplejaba, me daba mucho corte, era como tener la nariz o los pies excesivamente grandes. No estaba contento con eso.
A pesar de lo que amaba jugar al fútbol, casi nunca metía goles, siempre estaba a otras labores y entendía tan bien el juego que dejaba esa faceta para otros mejor dotados (para el remate) que yo.
Un día, en un partido agónico con los Jesuitas en su campo, en Chamartín, sucedió algo curioso. Quedaban 10 minutos y perdíamos 3-2. Les teníamos encerrados en su área, presionando y empujando sin tregua. Ellos se limitaban a despejar balones al patadón, a alejar en lo posible el balón de su portería.
Un balón quedó suelto en la media luna, como muerto, a un metro u medio de mí. Yo a esas alturas del partido estaba reventado, pero saqué fuerzas de donde no las había, me perfilé para el disparo y conecté un punterazo estilísticamente discutible, pero letal. Entró como un obús y me planté allí de pie, inmóvil, con los puños en alto y las lágrimas que casi se me saltaban. Sentí a mis compañeros abrazarse a mí y me decían cosas bonitas, del tipo “hijoputa, hijoputa, hijoputa…”, o “cabronazo” y alguien se me abrazaba con especial intensidad y, protegido por el barullo, se me frotaba contra el paquete sin ambages. Era Job.
Normalmente yo no le abrazaba cuando marcaba goles (él sí era un goleador habitual), porque me daba vergüenza, no era su amigo, así que solía esperar a que la piña se deshiciese y le daba una viril palmada en el hombro mientras corríamos en paralelo hacia nuestro campo. Pero caray, cómo se me abrazó… ¡y cómo se frotó contra mí!. Yo estaba confundido porque claro, era Job, el Italiano, el tío más guay, el mejor, el tío del que todos queríamos atención, aunque no específicamente esa clase de atención.
El partido se reaunudó y siguió con la misma tónica: nosotros presionábamos y los de los Jesuitas encerrados atrás. Para ellos, un empate con nosotros, aun en casa, era un buen resultado. En una jugada confusa dentro del área, de esas de docenas de patadas, chutes mal realizados y rechaces imposibles, el balón cayó en los pies de Job, quien, como el mejor Butragueño, bajó las manos como un director de orquesta demasiado expresivo y provocó el silencio absoluto y la sensación (verdadera, no poética) de que el tiempo se detenía para ver qué hacía. Todo se detuvo, menos él, que con un movimiento de un fulgor trepidante avanzó entre dos defensas y disparó de forma inapelable. El ruido del balón en la red hizo despertar a todos y Job salió corriendo, como era su costumbre para celebrar el gol junto al córner. Pero esta vez varió su trayectoria y vino directo hacia mí, y como supe lo que quería, clavé las botas en la tierra húmeda, abierto de piernas y de brazos esperándolo. Llegó y se encaramó a mí y segundos después llegó el resto del equipo y la piña cayó al suelo, pero Job no se separaba de mí para nada y su estrechamiento contra mi vientre era claramente sexual, lo cual volvió a sumirme en una catastrófica confusión. Yo notaba su erección y él se apretaba contra mí y la sensación era muy rara. Llevaba dos años jugando con él y deseando que se fijara en mí, pero no estaba pensando en eso, precisamente. Además, entonces las cosas eran bien distintas.
Al acabar el partido, yo siempre esperaba y me duchaba el último, en parte porque me daba un poco de corte que me la vieran, en parte porque no me gusta la sensación de hacer las cosas rápido porque otro espera. Y tampoco me era grato ver que a los otros venían a buscarles hermanos mayores, o padres con cohes guays y yo me volvía a casa andando más solo que la una. Bien, ese día, a nadie le sorprenderá, Job se quedó hasta el final, pero yo no me enteré. Pensaba que ya no quedaba nadie y me estaba duchando tan tranquilo, cuando Job asomó delante de la ducha, que no tenían cortinas ni nada, desnudo, como yo. Se quedó mirándome embobado y completamente empalmado.
- No me había fijado en lo grande que es… - me dijo mientras empezaba a acariciarse. Hizo un ademán como de entrar, como si quisiera agarrarse a mi polla - ¿puedo…?
- No, claro que no… - le dije con mi peor tono. Luego, arrepentido, porque no quería herirle – Lo siento, pero no me va ese rollo…
Su cara despertó. Como si se hubiera percatado de lo que acababa de hacer. Se dio la vuelta, como de repente, y le cambió el tono
- ¿Qué rollo…? – dijo adquiriendo el tono chuleta habitual, el acento madrileño que tan fácilmente adoptó- ¿no habrás pensado…? Mira, tío, como le cuentes esto a alguien, a una sola persona…
Y ahí quedó la cosa.
Job era hijo de un militar italiano que trabajaba de agregado en la embajada de Madrid. Ese verano se volvió a Palermo y nunca más le vi otra vez.
-.-
Hace unas semanas, la empresa para la que trabajo, una multi de electrónica coreana, organizaba un viernes por la noche una especie de acto de presentación de un mitin de Artes Marciales al que iban a asistir los mejores de cada especialidad. Me pidieron que buscara algún famosillo de medio pelo que tuviese que ver algo con oriente, o con corea o con lo que fuera, que no cobrara demasiado que nos hiciera de maestro de ceremonias y de gancho para la prensa. No soy bueno en eso de pensar, así que sólo se me ocurrió en Orfeona Biscúter, una chica guapilla, pensaba, deportista y con solturilla. Orfeona había representado, a pesar de su origen italiano, a España en varios Juegos Olímpicos sin demasiada suerte en Kárate. Ahora iba a programas de la tele y hacía publicidad.
La presentación fue de fábula, la verdad. Orfeona (llámame Orfi) lo hizo genial y luego estuvo simpatiquísima. Nada diva ni nada, super natural, como si la conociera de toda la vida. Super natural. Muy cercana. Tanto, tanto… que acabamos en su casa y pasamos una noche de esas memorables. A la mañana siguiente me despertó de la manera en que a muchos hombres les gusta ser despertados; ella estaba bajo las sábanas bastante concentrada, pero, por alguna razón que no ubicaba, en los –llamémoslos así- jugueteos contornales (lo que no es estrictamente el suck-suck…) tenía una sensación extraña, como de papel de lija y cuando Orfi, con la satisfacción (mía) del trabajo bien realizado (por ella) pintada en la cara, emergió de bajo las sábanas, algo nuevo había en su cara, además de eso de la satisfacción: había pelos.
- ¡Mierda! – dije - ¿qué coño es eso?
- ¿Qué es qué? – me dijo la mujer barbuda
- Eso que… - parecía que yo trataba de atravesar la pared que había tras el cabecero de la cama- tienes en la cara…
- ¿Barba…? –dijo ella con toda naturalidad
- ¿¡Baarbaa….!? –grité yo sin un ápice de esa naturalidad.
- ¿Es que no me has reconocido? – me dijo ella, ello… lo que fuera. - ¿no sabes quién soy…? Una vez, cuando quise acostarme contigo me dijiste “no me va ese rollo”. Fíjate si te ha ido… cinco veces te ha ido, ¿eh, cielo? ¿Sabes? Mis padres acertaron al ponerme el nombre: mi paciencia es bíblica… 25 años, nada menos, pero al final, hago muy bien mi trabajo, mi job, ¿verdad?. Eso sí, Cuando la he vuelto a ver ha sido, exactamente, come prima, bello, come prima…

lunes, marzo 08, 2010

El hombre que cantaba p'adentro

Wolffo en la Onda Reloaded 2.0


El viernes, Susana me llama a gritos: ¡Jorge, pon la radio! y más o menos escucho algo, pero poco, por los nervios, porque he llegado tarde y le digo a Susana que me diga lo que han dicho mientras intentamos oír lo que están diciendo y porque soy bastante malo escuchando. Luego, a eso de las 12, recibo un mensaje de Yambra en cuyo asunto dice: "¿Cantas p'adentro?". Así es como me entero de esto. "Esto" es que, por segunda vez, van y me sacan en "Escuche a sus vecinos" porque, al parecer, hubo quien se quedó con ganas de más. Esta vez fueron más amables, si cabe, con mi musiquilla y pusieron dos estrofas casi completas y un estribillo... y el Gran Jefe Herrera dejo que le gustaba...
Lo mejor, es alguien diciendo: "canta p'adentro".
Bueno, no, aún hay algo mejor. Dentro de poco todo esto parece ser que va a convertirse en algo más grande y más serio. Por favor, permaneced atentos, que esto puede ser genial. Para mí y para los que me apreciáis, claro. Y sabed que a todos los que alguna vez me han escuchado, animado o criticado, os estaré agradecidos, suceda algo o no. Ya os contaré...


Y lo que yo digo es... ¿de verdad canto p'adentro?

lunes, marzo 01, 2010

no todo es fachada (se llega, también, por la puerta de atrás)


al principio.

Vale, puedes decir lo que quieras de ella, pero estoy seguro de que la cámara ama a Lorna Cor. Sólo que, por lo visto, las cámaras que hay en las televisiones que conocemos no son de la marca adecuada. Por otro lado, yo sé, y Lorna lo sabe también, que yo conozco a Lorna Cor. Yo sé de lo que está hecha. Está hecha de sueños y sentimientos, y sus pies, sus lindos pies, la mantienen por encima del suelo, elevada sobre el resto de nosotros, volando, flotando sobre las cosas terrenales. Es un espíritu libre y rebelde que no deja nunca de buscar, que nunca se conforma y nunca termina de sentirse satisfecha... porque buscas, porque quieres, porque necesita más. Siempre en tránsito, siempre buscando un refugio para su corazón hambriento, su espíritu inconformista e inconformado, su mente soñadora y el cuerpo en el que todo ello se aloja. Por si alguien no se ha dado cuenta, me gustaría tirarme a Lorna Cor.
Lorna se presenta cada mañana, de lunes a jueves, en la tele donde ambos trabajamos, TeleVisón, un canal temático con ínfulas “de lujo”, o sea, que busca desesperadamente anunciantes y audiencia con pasta. Desesperadamente, porque no lo consigue, claro, y René (Renato en el carné), el dueño, empieza a perder la paciencia. Lorna llega y se reúne conmigo para discutir los pormenores del programa de por la tarde. Es un programa en directo, se llama SaluDalia (en TeleVisón todo tiene mayúsculas intermedias) y es, probablemente, el programa más aburrido desde que dejó de emitirse “Encuentros en libertad”. SaluDalia, ideado, escrito, dirigido y producido por mí, y presentado por Lorna Cor, es un programa, se supone, de salud desde el punto de vista de los estilos de vida y las tendencias, pero en realidad, es un programa de teletienda (TeleTienda) camuflado, en el que las diferentes secciones las marca el patrocinador de turno: CuidArte, lo patrocina una crema anticelulítica a base de mocos de gacela de Grant; TransFormate es un espacio de psicología barata en el que un gabinete de farsantes convence al personal de que son todos gays en potencia y que vayan a su gaybinete para aprender a vivir con su homosexualidad latente y a dejarse una fortuna en terapias; y así se suceden las secciones, entrevistando a un pretendido experto (comerciales con morro que hacen de falsos científicos) y dando un teléfono de información, donde te informan de lo que te van a cobrar. En SaluDalia hay dos cosas inamovibles: Lorna Cor y una especie de consejero, de asesor multidisciplinar que acota, improvisa, mete morcillas y habla, aunque no tenga nada que decir, para dar tiempo, por ejemplo, a que se levante de la mesa el falso médico y se siente el falso psicólogo. Ese comodín parlante, obvio es decirlo, soy yo.
Cuando Lorna y yo nos reunimos me enternece el interés que ella pone en hacer bien las cosas: discute conmigo cada frase del guión (que yo he aporreado 10 minutos antes) y se toma su trabajo muy en serio. Yo también, pero desde otra óptica. Yo estoy convencido de que da igual de lo que hablemos, que el contenido no le importa a nadie, y que lo importante sería que Lorna enseñara al mundo esas gloriosas tetas que posee. No le digo que se desnude, no, sino que se vista con cosas ceñidas, que el mundo sepa que es bellísima en esa parte. Que deje ver canalillo y todo eso, pero ella se centra en el contenido. Es muy profesional. Lorna lleva dos años conmigo, haciendo los programas de mierda que hago yo. Para mí es un chollo, porque jamás había soñado con una presentadora semejante: inteligente, sexy, cultivada, preparada, guapa, trabajadora… Pero si no se va, si no busca otros derroteros profesionales, acabará pagándolo. Y sigue conmigo por una mal entendida lealtad: yo le di su primer trabajo y quiere que triunfemos juntos. Pero yo hago TeleMierda y nuca triunfaré. Ella es una diosa y debería marcharse.

un día, de repente.
Suena el teléfono.
- ¿Sí…?
- ¿Estás ahí? – dice la voz que suena al otro lado, y sin esperar mi obvia contestación, sigue – customización del aire, emisión pluricultural, gente con pasta, concursos segmentados, recursos targetizados. Interactividad, TeleÁgil. ¿Qué sabes de la comunidad sueca en Madrid?
Es el estilo inconfundible e insoportable de René.
- ¿Hay una comunidad sueca?
- Cóltivi. Veo a tu Laura.- Veo tetas.
- Se llama Lorna
- Lo que sea. Veo pasta. Reorientación. Última frontera. Posicionamiento. Estrategia. ConTexto: sexo. PreTexto: dinero. PosTexto: más dinero.
No soporto esa forma de hablar. Se supone que habla así porque es un tiburón tan ocupado, tan liado y tan hambriento y ambicioso que no tiene tiempo ni para preposiciones. Lo curioso es que tarda una hora y media de parloteo enloquecido en explicarme que anoche estuvo reunido con un alto representante de la comunidad sueca de Madrid (cenó con un sueco con pasta) y que después de muchas horas de reunión y reflexiones (o sea, ya de copas hasta las trancas) llegaron a la conclusión de que el camino de la televisión era otro. Al sueco, por lo visto, le gustaba ver los Call TV, esos programas de “Llama y gana” mientras se la meneaba y de esta experiencia obtuvo René, ese genio, la certeza de que tenía que hacer programas de esos dirigidos a las distintas comunidades de extranjeros ricos en Madrid.
Así es como me vi montando un programa de esos de Llama Y Sé Estafado en sueco (y Lorna habla sueco, es que es un tesoro) y devanándome los sesos sobre la forma en que le diría a Lorna que SaluDalia se terminaba y que tendría que presentar este nuevo programa hablando en esa lengua tan rara y enseñando un poquito de carne.
Lorna es licenciada, es lista, trabajadora y muy capaz, no merece esto. Pero como esto es lo que yo puedo ofrecerle, Lorna lo prepara con la misma profesionalidad con la que preparaba la anterior bazofia. El día del estreno, una Lorna nerviosísima, no pudo evitar que pasara esto:



El video, podéis imaginarlo, se esparció por el mundo como la pólvora. TuTubo y los programas de zapping de todo el mundo repitieron la proeza de Lorna. Y eso fue el fin de Lorna (y el mío) en TeleVisón, la tele de lujo.

la puerta trasera
Un ejecutivo de la CNN vio, por casualidad, ese video. Le gustaron las tetas de Lorna, como a todo el mundo, pero le gustó más la capacidad de Lorna para continuar, como si no hubiera pasado nada.
Localizó a Lorna y se vino a Madrid. Le pagó un arreglito aquí y otro allá y la convenció para que cambiara su nombre, que se buscara un nombre menos comprometido; cuando se interesó por ella, puso su nombre en Google y por lo visto un descerebrado que escribía un blog menesteroso no hacía más que inventar embustes de Lorna Cor. A Lorna le gustaban esas cosas y le propuso al ejecuta llamarse Robin Medea. Era una cosa a medias entre el compañero de Batman y la bruja que decía que era. Al tipo le gustó la idea, pero contraatacó y le propuso cambiar las letras de sitio, para que no pareciese clásica, sino moderna y americana y así, Lorna Cor se convirtió en Robin Meade, la más sexy presentadora de noticias de la tele americana.

Lookin' out my back door (Creedence cover)



¿No te parece curioso?

Apunte, probablemente, innecesario. Escribí esta historia la semana pasada y anda perdida en algún recoveco de mi ordenador. Ayer, después de una paliza de trabajo traté de recuperarla y esto es lo que salió. La original era un pelín más larga y, tengo la sensación, un pelín mejor.