viernes, febrero 26, 2010

Wolffo en la Onda (un pequeño egotrip)

(Actualización:
he cambiado el audio. Este es igual de malo de calidad (los podcast tienen eso) pero al menos está entero, no como el anterior que tenía un corte en el momento álgido en el que la chica dice: "con esto encandila a las chicas". Es un dato im portante, vamos creo yo... Además, este no pesa ná y te lo descargas en medio minuto, si es que quisieras hacer semejante tontería)

Soy un fósforo o, dicho en lenguaje no de la secta, oyente de Carlos Herrera. Del programa de Carlos Herrera en Onda Cero, Herrera en la Onda. Desde hace unos meses, este programa tiene una pequeña sección los viernes titulada "Escuche a sus vecinos" que lleva Juan Valderrama, cantante y compositor, hijo del mítico Juanito Valderrama. Esta sección, por lo que yo oía, empezó siendo una sección medio humorística en la que la gente hacía gorgoritos y trinos por teléfono, normalmente copleros. Pero hete aquí que un día escucho que empiezan a enviar maquetas músicos caseros y todo eso. Maquetas buenas, y todo. Salvando que te gusten esos tipos de música o no, eran grabaciones caseras pero muy dignas. Total, que el pasado 22 de enero, me animé. Mandé una maqueta de un tema que me encanta, El momento después, y esperé un par de semanas a ver si lo programaban. Al no oírlo, perdí la esperanza y olvidé el asunto.
Hoy me ha llamado mi amiga Columbus, Paloma, de Segovia, un encanto de la cabeza a los pies, diciéndome que me ha escuchado por la radio. Me ha dado un subidón tremendo. He buscado en la web de onda cero el programa de Herera de hoy (26 de feb 2010), he localizado el momento de la sección y lo he grabado. Así ha sonado (ha sonado mejor, pero yo lo he grabado así) El momento Después en su primera emisión a nivel nacional:

Wolffo en la Onda - El momento después


Muchas gracias a Valde, a Herrera y a Onda Cero. La verdad es que estas cosas me hacen mucha ilusión. Todo sigue igual, pero yo estoy feliz. En fin, si quieres escuchar de nuevo la canción, que yo creo que sí quieres escucharla, te vendría bien, vamos, vuelve al post en el que se estrenó, titulado piel, (la fiesta estaba en su) y allí podrás escucharla, bajártela y leer la letra, tres cosas muy recomendables.

Eso es to... eso es to... eso es todo amigos.

lunes, febrero 22, 2010

polvo de estrellas

Ashes to ashes



Debo decir que la personalidad de Bowie me seduce absolutamente. Su personalidad artística y personal. Me parece un hombre completa e irremediablemente atractivo, con un talento natural para la expresión artística. Y debo decir que algunas de sus expresiones artísticas me dejan asombrado una y otra vez. Cada vez que oigo, por ejemplo, esta obra de arte que hoy oso versionear, suspiro pensando en lo que ocurriría si yo tuviese una centésima del talento artístico que David Bowie posee. La canción es grandiosa, prodigiosa, hipermoderna y un clásico desde el día en que se publicó. Recuerdo ver el videoclip de esta obra maestra absoluta en Aplauso, era lo que había, y quedarme de piedra ante su grandeza. Claro, hacer una versión de esto y que no suene a broma pesada es imposible, así que he tratado de reducir la canción a la mínima expresión (batería, bajo, guitarra acústica) y hacer algo no demasiado sonrojante. A ver si lo he conseguido, Tú dirás. Mira que mi mamá lo decía: si quieres hacer las cosas bien, no te enredes con el Mayor Tom. Y no le hice caso.


Cojo mi guitarra, el pie de micro, el ampli y la bolsa donde llevo el micro y los cables y las letras y las armónicas y todo lo demás y salgo a la calle. Lo subo todo al viejo utilitario Toyota que es digno en Valdemorillo, pero que parece ser la hez de la automoción en Los Angeles. Tardo mucho en llegar allí, pero al final, cada día, a eso de las once de la mañana, estoy allí, en pleno Hollywood Boulevard, en uno de los mejores sitios, a la altura del número 7050, muy cerca, niña, muy cerca de ti.
La calle se llena de turistas a mediodía, de imitadores chalados, de tontainas repeinados y yo cantando a todos esos raros caminantes que, en lugar de mirar los edificios, o el paisaje, como en cualquier otro lugar del mundo, miran al suelo y leen los nombres de las estrellas. Son curiosos estos grupos de gente tan mal vestida (¿hay alguna ley que diga que cuando estás de visita en un país extraño has de vestir como un idiota, con chanclas, pantalones cortos y ridícula gorrita de béisbol?) que van en tímidas manadas de shoegazers, ignorando la luz del cielo. Y claro, al llegar a donde estoy yo, todo el que tiene un poco de decencia, se detiene, porque a mis pies te encuentras tú, mi amor, a mis pies, con todo tu esplendor, tu brillo y tu leyenda, estás tú, Sophia Loren.
No es extraño ver que un grupo se detiene en tu baldosa y se hacen fotos y dicen chistes estúpidos y yo entonces canto más fuerte, y mejor, y con más intención, para ver si alguien, alguna vez, se da cuenta de que hay una persona haciendo música, que no es un disco lo que están ignorando, sino a mí.
Un día sucedió. Vino un grupo de italianos, ruidosos, chocantes, por bien vestidos, alegres y pendencieros. Ellas estaban calladas por lo que no estoy seguro de que fueran italianas. Ellos sí. Cuando empezaron con las fotos estaba terminando Moon River y empecé a tocar Quando dico che ti amo y la cosa se puso seria. De repente se materializaron allí un montón de italianos, y todos cantando Non dar retta alla gente credi a me, Quando dico che ti amo, quando diiiico che ti amo è la pura sacrosanta verità.. se montó un buen pollo, en definitiva.
Al día siguiente, no eran los mismos, pero vino otro montón de italianos y me decían que cantara algo en italiano, así que repetí, porque la otra que me sabía era la de C’era un ragazzo che come me amava i Beatles e i Rolling Stones y al intentarla me di cuenta que no tenía ni la mitad de gracia así que otra vez hice el quando dico.
La cosa empezó a hacerse grande y cada vez iban más italianos, a la una de la tarde a cantar a voz en cuello Quando dico che ti amo. Vino un tipo de unos 40 años muy bien vestido, que resultó ser un productor de televisión. Se llamava Wilfred nosequé, y llevaba un montón de pelotas alrededor. Todos guapísimos, todos como de plástico. Los chicos se hacían los polladura y los graciosos y las chicas le tocaban el brazo y se reían exageradamente de sus gracias que, dicho sea de paso, no eran ni medio graciosas. Me dijo que si querría salir en las noticias del día siguiente, que llevarían a Sofía Loren, harían una conexión en directo mientras tocaba y que luego se organizaba una fiesta a la que estaba invitado, por supuesto. A la fiesta irían Sofía Loren, algunas personalidades importantes de la colonia italiana en Los Angeles y, según sus palabras, todos los cazatalentos de la industria del espectáculo. Cuando le pregunté que si me pagarían algo me dijo:
- ¿Pero no has oído lo que te he dicho de la fiesta…? – Wilfred miraba incrédulo a su cohorte de pelotaris, encogiéndose de hombros y con las palmas de las manos hacia arriba y éstos, con las cejas levantadas y las bocas semiabiertas, y con una profunda expresión de neta estupidez en el rostro, asentían con una especie de rebote servil de sus bien peinadas testas.
Debía darme por pagado con esa expectativa.
Me fui a casa y cogí el poco dinero que había conseguido ahorrar para comprarme una guitarra buena (click si quieres hacer una buena obra) y me compré un traje negro medio decente, uno sin brillos, quiero decir y me dolieron cada uno de los 300 dólares que pagué por él. Compré una camisa azul gastado (40 pavos), bajé a la peluquería (50 pavos) y para quitarme los nervios, en vez de a cenar, fui al barrio chino a ver Marilynda (60 pavos por adelantado, un completo). Un desastre: como estaba tan nervioso, no se me levantaba, y Marilynda se deprimió porque decía que era porque había perdido su atractivo. Soy amigo de algunas prostis, y Marilynda no es una excepción, así que no le dije, porque soy buena persona, que no se puede perder lo que no se tiene, pero me costó invitarla a cenar y a unas cuantas copas (120 pavos) el convencerla de que no era por ella (aunque si su habitación no oliera tanto a arenques en mal estado, eso ayudaría) el que no se me levantara.
Era por Sofía Loren.

Iba a conocer a Sofía Loren. ¿Cómo sería echarle un polvo? La había visto en la entrega de los Oscar… y seguía apeteciéndome darle un meneíto. Pero me lo imaginaba más desastroso aún que con Marilynda. En mis sueños, cuando empezaba a follármela, se le dislocaba la cadera, ella empezaba a gritar como una italiana y empezaban a entrar más italianos gritones y yo me iba bajando la cabeza, intentando pasar inadvertido, como los buenos árbitros, como si la cosa no tuviera mucho que ver conmigo. Joder… ¡iba a conocer a Sofía Loren! A lo mejor tenía suerte y no le rompía la cadera con mis viriles envites. Lo mejor sería dejar lo de follármela para otra ocasión, como para dejarla con las ganas. Seguro que se pirraba por irse a la cama con la estrella emergente de Hollywood. Pero, eso sí, le dejaría bien claro que accedería a acostarme con ella en otra ocasión. Porque, caray, además de conocer a SL, tenía que prestar atención a todos los ejecutivos del show-bizz que estarían tratando de ganar la subasta que era conseguir que yo firmara el contrato. Cuando me fui a la cama esa perspectiva, la de la gente como Wilfred a guantazos para conseguirme un contrato, se me puso como un palo del 18 (ni idea de cómo son, pero quiero decir dura) y cuando fui a prestarme atención, mierda, me quedé frito.
Aquel día fueron un huevo. Hablo del día en que iba a conocer a Sofía. Hablo de italianos. Un huevo de italianos. Pon que dos millones. O así. Y a cual más tonto y gritón. Allí estaba Wilfred y su gente, y unos tipos con pinta de pordioseros que resultaron ser los técnicos. De sonido, de luz, el cámara… gente poco recomendable. Allí estaba un montón de gente y yo, con mi guitarrita, esperando a Sofía y con la sensación de que alguien debería hacerme un poco de caso. La maquilladora, por ejemplo, una punky con un culo perfecto y unos labios enloquecedores. Podría venir y hacerme un apañito, para quitarme los nervios. De repente, se organizó un follón tremendo. Venía Sofía Loren y a mí ni dios me hacía caso. Ni siquiera me miraban. Todo el mundo con Sofía y conmigo se quedó un tipo llamado Carl, que era un técnico de sonido, impidiéndome ir hacia mi diosa.
- Canta – me dice Carl -. Tienes que empezar a cantar ahora.
Entonces yo pillo la guitarra y empiezo a darle. Po, po, poooo, po, po, po, pooooo, po… Entonces, por un momento, la gente empieza a cantar conmigo. La verdad es que es emocionante, tantos miles de millones de personas cantando como una sola voz, un solo corazón, siguiendo al líder que, flipa, soy yo. Pero de Sofía Loren, ni rastro. Ni de Wilfred. Ni de las cámaras. Sólo está conmigo Carl y su puto micrófono.
Cuando acabo la canción, todo el mundo se va. Veo a Wilfred y sus satélites, que se van pegados a Sofía y Carl me da una tarjeta del Veranda Hotel y me dice: la fiesta es aquí. Y se pira.
Recojo mis bártulos como puedo y corro hacia mi Toyota y cuando llego… se lo está llevando la grúa. Corro, grito y pataleo, doy golpes en la camión grúa, pero es igual. Me han dejado tirado. Pillaré un taxi y ya resuelvo lo del coche mañana, cuando sea una puta estrella de Hollywood.
Vale. He recogido tan deprisa, que me he dejado la boina con la recaudación del día y mis aventuras de ayer con Marilyn me han dejado sin efectivo, así que tendría que coger un autobús… dios, allí está el autobús. Llevo la guitarra en plan mochila, una bolsa –llena de cables y cosas- y el pie de micro en una mano, y el ampli, un Behringer de 18 kg., en la otra mano, así que mi carrera no es muy garbosa. Además, mierda, en el coche se han llevado el puto traje y la camisa que compré ayer. Pero aun así, alcanzo el autobús cuando va a salir. Al intentar subir me dice el conductor, un pakistaní especialmente antipático, que con esos bártulos no puede llevarme.
- Y… ¿¡qué mas le da – digo harto- si sólo son tres paradas…!?
- Usted lo ha dicho: son tres paradas, vaya andando.
Y se va. Hijo de puta. Ya voy andando, sí. Llego al Veranda bañado en sudor y con la sensación de que mi gran día está siendo una gran mierda.
- ¿A dónde va? – me dice un tipo de esos ridículamente vestido
- A la fiesta de Sofía Loren
- Oh… - me dice, incrédulo – no me diga… ¿Quiere que le aparque el coche?
Un puto graciosillo, como ves. Dejo el ampli en el suelo y tomo aire.
- Mira listillo – le digo mientras saco la tarjeta y se la pongo en las narices-, déjame pasar ahora y no le diré a nadie que te has portado como un gilipollas.
- Oh, vaya… disculpe… - me dice, pero en su porte, en su cara nada indica que lo sienta. Luego parece recomponer el gesto y sigue - ¿Qué cree que es eso, un salvoconducto firmado por el rey? Es una tarjeta de este hotel, ¿y qué? Mire váyase y no me dé más el coñazo, que tengo mucho trabajo…
La vida, a veces es una mierda, en serio. Pero a veces, te reconforta con un fogonazo de esperanza. Sale Wilfred hablando por el móvil. Me acerco a él y me mira con evidente disgusto, mientras sigue hablando con un tal Phill.
- Mira Phill, lo siento, ¿sabes? Tu momento ya pasó… ahora no puedes pretender que la gente te respete…
- Oye, Wilfred –consigo sonreír condescendientemente mientras hablo-, el gilipollas del portero no me quiere dejar… - pero con un gesto me da a entender que lo que yo tengo que decir no le importa una mierda.
Entonces lo entiendo todo.
En todo este numerito, lo único que no importaba, era yo. Tenían que conseguir que tocara la canción, como todos los días mientras ellos entrevistaban a Sofía Loren, para que hubiese un contexto coherente, un fondo pintoresco, u poco de color local, en el reportaje.
Entonces me acuerdo de mi coche. De mi traje. De mi polvo no consumado. De la recaudación del día. Entonces me acuerdo del pakistaní del autobús. Entonces me acuerdo del portero sarcástico. Entonces quiero matar a Wilfred.
Quiero empalarle con el mástil de la guitarra y romperle el pie de micro en la cabeza. Quiero… Voy hacia él pero el muy capullo es más rápido que yo, me esquiva y doy un traspiés que me lleva al centro de la calzada, donde un taxi que hacía una maniobra marcha atrás, tiene la amabilidad de atropellarme. Poco. Pero lo suficiente como para romperme las dos piernas y dislocarme la cadera. Como si me hubiera follado el taxi, como yo a la Loren en mi sueño de anoche.
Soy un extraño, en la blanca quietud del hospital, a años luz de todo el mundo. A años luz de mí mismo. Me sacudo el polvo de estrellas que me pesa como si en vez de motas estuviera compuesto por losas y evoco la imagen sexual de Sofía, una más entre las mujeres que amo y me ignoran. Al día siguiente, en mi habitación, escayolado, descreído, me veo en las noticias… soy alguien que está como al fondo, tocando la guitarra pero rápidamente desaparezco. No soy yo lo que importa en la noticia. Es una de las paradas que ha hecho Sofía Loren el día de su cumpleaños. Eso es lo que importa.
- ¿Sabe? - le digo a la enfermera- Ese, el que toca la guitarra y canta soy yo, felicíteme….
Ella me mira sonriente, pero cansada, porque oye a muchos chiflados al cabo del día.
- Felicíteme usted a mí… al fin y al cabo, era mi cumpleaños.

miércoles, febrero 17, 2010

humo de pajas


Someday never comes (Creedence cover)


Otro de mis temas fetiche. La primera vez que oí la voz un poco muy reverberada de John Fogerty en el primer verso de este temazo, me enamoré de la canción para los restos. Es un tema redondo, emocionante, muy personal y a mí me convence de que John Fogerty no es el paleto que aparenta, sino un tipo muy a tener en cuenta. La mensaje de esta canción "para todo hijo de vecino" es claro: desengáñate, aunque te digan "algún día lo comprenderás", ese día nunca llegará. Un día conseguiré tocar este tema en directo y como lo llevo tan dentro, lo he cantado tantísimas veces sobre un escenario en mi cabeza, ese día, te lo juro: mojo. Una curiosidad: en este tema también me invento una palabra, en el segundo verso la letra, al parecer, dice: "Time and tears went by, and I collected dust", o sea, pasaron el tiempo y las lágrimas y yo coleccioné polvo, o algo así. Yo cuando no había leído la letra, oía algo mucho más bonito, y eso es lo que cambio; en vez de "dust", polvo, yo oía "ghosts", fantasmas y me parece más bonito, coleccionar fantasmas que polvo ¿no?. A ver si te gusta a ti, caramba.


A las 13:52 suena el teléfono y él, en la oficina, lo levanta sin mirar en el identificador de llamadas, arrepintiéndose casi al instante.
- ¡Sí…! – desde hace años, contesta al teléfono sin interrogaciones y casi en un grito
- Hola, tonto
- Hola – dice él sin identificar la extraña voz, acompañada de un intenso ruido de fondo
- ¿Es que no sabes quién soy…? – dice ella, extrañada del despiste del hombre que, desde hace unas semanas, ocupa su corazón en vías de curación.
- Ahora sí… - dice al fin él, identificando la voz de Lily, y el ruido de fondo, una crepitante sartén que fríe patatas o pescado (esto último es una conjetura) – perdona, es que había de fondo un ruido rarísimo y no te oía bien.
- Estoy friendo boquerones, espera que apago el fuego y me alejo de la sartén…
- Hmm… - dice él olvidando su expresión profesional y relajando al fin los músculos de la cara - tu voz y tus boquerones… ¿a qué debo el honor?
No es habitual que hablen a esa hora, porque a esa hora suelen estar sus hijos ya en casa y a ambos les gusta deslizar obscenidades inocentes en la conversación. No es habitual que ella le llame a la oficina. No es habitual que Dan se muestre cariñoso, o vulnerable, o tierno. Nada de lo que ocurre es habitual en sus vidas y, sin embargo, todo lo que está sucediendo tiene el aroma de la normalidad, de lo cotidiano y lo extraño, lo increíble de todo esto, es que Dan está descubriendo lo intensas y lo agradables que son las cosas normales, las cosas que les pasan a las personas normales todos los días. De repente. Una llamada inesperada, un sonido hogareño y un tono de voz cálido y amante… todo eso le descubre un mundo que ni siquiera se había permitido imaginar hasta ese momento. La vida de la gente de verdad.
- Sólo quería oír tu voz – dice ella, y en esas cinco sencillas palabras, resume con exactitud la felicidad en la mente de Dan. Y sin ella saberlo, está abriendo una puerta, reabriéndola, en realidad, una puerta que nunca debió cerrar. La puerta que cerró cuando Lorenzo, el Loren, su ex marido, ahora, desde hace 5 meses, alejado de ella por una orden judicial (a veces la justicia funciona, Dan), empezó a maltratarla. La puerta que, el día que vio cómo la policía se llevaba a aquél animal, prometió no volver a abrir. Pero con Dan era todo tan distinto… Era un tipo duro, sí, un hombre al que era difícil ver sonreír, ver relajado, incluso, pero descubrió que ella tenía el poder de calmarle, de convertir sus enervadas maneras en relajadas sonrisas y eso, el saberse así de poderosa, le hizo replantearse todo eso de abrir y cerrar puertas. Quizá no fueran todos lo hombres iguales, al fin y al cabo.
- ¿De verdad…? – se sorprendió Dan - ¿me llamas para eso sólo…?
- ¿Qué pasa… es que no me crees…? – pero Lily sabía muy bien que sí la creía, porque nada hay tan dispuesto a creerse una mentira como un hombre halagado. Le gustaba, disfrutaba con ese juego.
- Te creo, cielo – dijo Dan, derretido y entregado al juego él también – a pesar de que me parece increíble – y eso era verdad, no se creía merecedor de tanta suerte. Tal vez no lo fuera. A las 13:59, en el monitor de Dan, apareció una alarma de su agenda que decía “Negro: comprueba posición” y Dan se cambió el teléfono de oreja y sacó el móvil
- ¿Qué es lo que te parece increíble? – dijo Lily tornando su voz ronca y cálida en decididamente tórrida - ¿Que una mujer como yo, tan sexy, inteligente, y dispuesta a toda clase de perversiones por ti, te llame vestida sólo con una bata que se abre y unas braguitas casi invisibles? ¿Eso es lo que te parece increíble…?
- ¡Lily…! ¿estás así, de verdad? – dice Dan sintiendo, instantánea, una erección que le pilla con los pliegues del pantalón en mala postura. Mira alrededor, suelta el móvil sobre la mesa y, con lo que él estima discreción, se mete la mano por la cinturilla del pantalón y se coloca el paquete – Mujer… me has puesto a mil – dice bajando la voz para no ser oído y poniendo, sin quererlo, ese tono de voz de macho tranquilo que excita a Lily - ¿qué pasa, no están los niños…? – al sacar la mano de ahí debajo le llega, como una bofetada, el olor del sexo, pero se repone y vuelve a coger el móvil
- No están, Dan, hoy tenían una excursión con el colegio… -dice ella, pasando al ataque- y se me están ocurriendo un sitio al que podrías ir a comer… y bueno, es un sitio que te ofrece un postre realmente sucio…
- Vaya… - dice mientras abre la aplicación para escribir mensajes en el móvil – Cuando dices eso, ¿te refieres a que está sin recoger…?
- Me refiero a algo realmente sucio y húmedo Dan… ¿es que no se te ocurre nada mejor? – se nota una cierta decepción en su voz por la broma inoportuna de Dan.
- Cielo, los niños no están, pero sí mis compañeros de trabajo… - en su móvil, escribe, a su pesar, porque a él le gusta escribir con sus acentos, sus mayúsculas y todo eso, “dnd stas, ngro?” – no puedo decir según qué cosas…
- Bueno, no importa – rectifica Lily, comprendiendo la situación-, porque sí puedes oír, ¿verdad…?
- Claro… - dice Dan mientras mira impaciente la pantalla de su móvil.
- ¿Vienes a comer?
- Me gustaría… pero tengo trabajo – el puto Negro no contesta
- Te prometo que no te arrepentirás… necesito que lo hagamos, Dan, te deseo muchísimo ahora – Dan suelta el móvil y se lleva la mano instintivamente a la entrepierna y deja escapar un suspiro que no pasa desapercibido a Lily- necesito tu pecho, montarte… no te imaginas cómo estoy…
- A lo mejor me convences, cariño – dice Dan levantándose y llevándose el móvil consigo al cuarto de baño - dime, ¿Cómo estás exactamente? –dice mientras entra en el w.c. y, con sorprendente rapidez y eficacia, sujeta el teléfono por el que habla entre la oreja y el hombro, y con la mano con la que no sujeta el móvil, se suelta el botón de los pantalones y deja que éstos caigan al suelo. Lleva unos amplísimos boxer blancos sin botón, por lo que su polla tiesa aparece casi automáticamente pidiendo que le presten atención
- Estoy en el sofá… con la bata abierta y mi mano jugueteando con mis braguitas… - en el móvil de Dan, entra un sms y éste lo lee mientras empieza a masturbarse – están justo como a ti te gustan, Dan, calentitas y la humedad empieza a traspasarlas… - Dan lee el sms: “n la puta klle, dnd kedams” – a ti te gusta pasar por ahí la nariz, lo sé… y a mí cuando haces eso, me pones muy, muy caliente, Dan, tendrías que venir…
- Estoy… considerando – Dan empieza a responder al sms pero la voz ronca y las palabras provocadoras de Lily hacen efecto y aumenta la cadencia de su masturbación- la posibilidad de ir… allí contigo, hm…- a duras penas consigue hablar – dime qué es lo que vas a hacerme.
- Voy a acabar contigo, Dan – y Dan escribe, sin dejar de meneársela, en su móvil: “todo listo, perfcto, ya” y le da a la tecla de enviar – Voy a metérmela en la boca, porque me gusta ver tu cara de vicioso cuando te la chupo, me gusta ver cómo se te ponen los ojos en blanco cuando vas a correrte… espera, he oído algo, me parece que hay alguien ahí fuera, espera que voy a ver… - Dan empieza ahora a masturbarse con más fuerza aún mientras oye a su chica - ¿quién es usted…? – Dan oye al Negro decir “hola, puta” y tres ruidos secos que son una especie de chasquido agudo y que interpreta, correctamente, como tres disparos. Entre el segundo y el tercero, alcanza el clímax y se corre mientras imagina a Lily morir desangrada.
Son las 14:15 y Dan recibe en su móvil un mensaje multimedia. En él ve a Lily con su bata y sus braguitas, grotescamente caída en el suelo, bañada en sangre.


Le da la tecla de últimas llamadas y baja un par de nombres y aprieta “llamar”. Espera un par de tonos y le contestan al otro lado.
- Sí
- ¿Loren?
- Sí
Dan se limpia con un trozo de papel higiénico, lo tira al wáter y dice:
- Considérate divorciado - y cuelga.
Son las 14:22, cuando Dan tira de la cadena y se va.
Puede que algún día lo entiendas.

jueves, febrero 11, 2010

pura alegría

Eight days a week


John Lennon escribió unas cuantas canciones que son pura alegría. Para mí, las dos más decididamente alegres son esta y I should have kown better, a pesar de la melancolía de la letra. En esta, además del sonido, del buen rollo que transmite la melodía, las palmas, la letra es sencillamente adorable: te amo ocho días a la semana, y ni siquiera eso es suficiente para expresarlo. He grabado esta sin artificio, con guitarras acústicas, bajo y palmas, nada más, pero añadiendo alguna vocecilla extra, que para algo soy yo el que canta. Por cierto, tiene gracia que los versos acaban en "babe", o "girl" y me equivoco muchísimo. Bueno, no tiene demasiada gracia, pero lo dejo dicho de todos modos. En fin, a ver si te gusta y te transmite tan buen rollo como a mí.


¿Y qué si solo verte, si solo oír tu voz, sentir tu aliento, olerte, es pura alegría? Si sólo con saber que existes me basta para sonreír, porque, tal vez, quizá, nos encontremos en la calle un día y te fijes en mí.
Febrero me gusta porque me recuerda a ti. Al mismo invierno le gusta y trata, en vano, aunque a veces con fiereza, de hacerse más que presente, porque sabe que empieza a oírse en la selva los primeros ecos de la canción de la primavera. Porque los brotes tiernos de los frutales asoman la cabeza, como cuando tú asomas el dedo gordo de tu piececito fuera del edredón para calibrar si levantarse es buena idea…
Hace muchos años, me gustaba la brisa fresca que me refrescaba la cara cuando abría sus puertas el autobús. Iba con mi abrigo, mi bufanda, tal vez, y mi carpeta, con la calefacción del 49 o el 27 a todo meter y de pronto, al llegar a la parada, se abrían las puertas del bus y la brisa, el viento, entraba a empujones y nos recordaba el frescor de la vida.
Febrero me recuerda que el año comienza de verdad, porque enero parece una especie de telemaratón de buenos propósitos y cambios absurdos y en febrero es cuando le coges el pulso al año. Un café humeante a tu lado, tus ojos centelleando frente a mí y mis manos perdidas en el calor de entre tus muslos, las piedras que te hablan y el cielo, que vuelve a ser de un azul peligrosamente intenso, asomando entre millones de nubes, dibujando pensamientos caprichosos.
En febrero amanece en technicolor, salen rojos y morados ardientes a primera hora, fundidos con las nubes que parecían negras diez minutos antes, anunciando el sol que ha de venir y que, tal vez hoy, tengas un ratito para mí.
Los días empiezan a alargarse y cada día de febrero me deja un poquito más de luz, un poco más de tiempo de verdad, tal vez un día me líe la manta a la cabeza y empiece a aprovecharlo. Pero entonces, si hago cosas provechosas, a lo mejor febrero ya no es tan febrero y se convierte en un mes como los demás. Creo que, en honor a febrero, a su luz creciente y a sus ventosas iras, a sus brotes tiernos y descarados, en honor a los almendros y al anuncio de la primavera radiante… este mes de febrero seguiré perdiendo el tiempo, haciendo nada y buscándote en cada risa que a este mes se le escape. Siendo pura nada. Pura alegría.

lunes, febrero 01, 2010

eran fiestas

Sunny afternoon

No tiene nada que ver esta canción con la entrada, pero acabo de grabar la canción y escribir la entrada, así que van juntas. Una tarde soleada. Supongo que si eres inglés, si vives allí, esto debe parecerte la bomba, una tarde de sol, nada menos. A mí me encanta el sol de febrero. Los días empiezan a alargarse y mi espíritu se regenera. Este tema habla del invierno anímico: todo puede ir mal, pero uno lo aguanta si puede pasarse una tarde holgazaneando al sol, ya sabéis, Lazing on a sunny afternoon. Y si se lo oyes a Ray Davies, en lugar de a mí, te mueres. Irresistibles Kinks.


Jonás, de frente a su ordenador, a cuyo insípido aspecto sus rasgos empiezan a asemejarse, se afana en ardua tarea, concentrado y mosca, cuando oye que le llama, con su voz cansada, pero potente, el Isaías
- ¡Joputaaaaa…!
Está tratando de terminar su resumen anual de IVA, pero asoma la cabeza por la ventana, para ver qué se le ofrece al Isaías.
- ¡Qué dices…?
- S’fiestanelpueblo… ¿t’viés?
- Estoy con los impuestos, macho, ahora no puedo…-dice Jonás, pero está hasta el gorro de la luz mortecina del pc- pero, qué cojones, vamos, que le den al IVA
El Isaías propone que vayan por la finca’l Manso, que pa’irande la feria, se va más derecho por hay
- Se dice por ahí, ceporro – apunta quisquilloso Jonás
- Sí, lo que tú digas, señorito, pero vamos porondel Manso.
A pesar de que a Jonás le parece, objetivamente, que el camino de la finca del Manso es un engorro, porque está lleno de cagarrutas y de cosas, y además, es más largo, dice, “vale, espera”, cierra la ventana y se mete en casa cambiarse. Se quita la sudadera color vino desteñida y se pone una azul un poco menos desteñida y sale.
- Isidorian, colega, he pensado que es mejor si vamos por la estación, que se camina mejor, y puedo huir con más facilidad si empiezas a ponerte tierno
- No me llames eso, tío… y yo no me pongo tierno, si fuá maricón te la metería. Per’amos porondel Manso, qué sabrás tú…
A Jonás le fastidian estas cosas de la gente del pueblo. Por ser de Madrid eres, automáticamente, idiota, te pueden vender las cosas un cincuenta por ciento más caras y además no sabes el nombre de los árboles, los pájaros, calcular distancias, comer bien, aguantar la bebida ni nada de eso.
- Ni hablar, asamantecas: vamos por la estación, que es más corto y más cómodo.
Isaías mira a Jonás cambiándose de lado el palillo de dientes y después de un largo silencio, le dice:
- ¿Qué…?
- Venga, vamos por la estación y te invito a un vino en la cantina
A Isaías le fastidian estas cosas de los pijos. Se supone que, como eres de pueblo, puede venir el señorito de la ciudá y cambiar las cosas, decidir por dónde se va mejor a los sitios porque lo han visto en un GPS, o porque son ingenieros, y callarte la boca pagándote unos vinos.
- Vas a’nvitar tu puta madre
- ¿Cómo…?
El primer puñetazo le da a Jonás en su nariz afilada y de buena familia, y antes de que sepa qué es lo que le está ocurriendo, un segundo golpe de Isaías, en la boca del estómago, le corta la respiración y le hace caer de rodillas a la puerta de su casa. Isaías absorbe ruidosamente desde la nariz y le escupe el pollo obtenido demostrando una habilidad enorme, pues no suelta el palillo al escupir y le acierta en la oreja a Jonás, que sigue derrotado en el suelo, buscando aire para recuperar el resuello y preguntándose qué coño es lo que ha pasado.
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El rostro de Jonás, cuando pasea por la Calle Real, por entre los chiringuitos del supuesto mercadillo medieval, tiene un aspecto extraño. Su nariz, otrora aristocrática, es ahora como un vulgar pimiento morrón, de roja e hinchada que está. Además, el hematoma resultante se extiende a las bolsas bajo los ojos, por lo que parece llevar un antifaz. Pasea solo, confundido en el río de gente y ruido. Odia los mercadillos medievales, aunque le gusta el puesto de tartas… bueno, y el de velas aromáticas… y el de jabones naturales; el de cosas de cuero no está mal, hombre, y se compra una pulsera supermacarra y un guante de cetrería. Hay un puesto de alfarería que llama su atención y otro de artesanía que también le mola. O sea, que le mola lo que hay en el mercadillo, pero no soporta el concepto de mercadillo medieval, ni a los jipis que llevan los puestos, ni que esté ligado a las fiestas del pueblo a las que, eso es impepinable, detesta con todo el ímpetu de su ser. Detesta a la gente borracha y a la que se divierte con fecha fija. Detesta los encierros y la burricie de los pueblos. Detesta las fiestas. Pero está paseando su cara maltrecha por la feria porque busca algo.
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Isaías se ha tomado ya unos cuantos cacharros cuando se detiene ante el puesto que ofrece asados y potajes medievales. Se agacha para oler la enorme marmita del caldo gallego, que levanta metro y medio del suelo; mientras deja que el aroma intenso del potaje le llene los pulmones nota, de repente, que algo muy fuerte le empuja por la nuca y le mete la cabeza en el hirviente caldo. Desde fuera se le ve aletear impotente mientras Jonás, guante de cetrero en mano, le sujeta la cabeza dentro de la olla asesina. Del forcejeo resulta, después de unos diez segundos que se hacen eternos, que la olla se vuelca sobre el pobre Isaías que decide dejar de sufrir perdiendo el sentido con quemaduras de diversa consideración en el cuerpo.
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El médico responsable de la planta de quemados, el doctor Paraíso, se toma un café con el cirujano jefe, Reginaldo Jaus, y discuten sobre un caso concreto.
- No podemos amputarle las piernas a la altura de las rodillas, Paradís, las quemaduras en esa parte de su cuerpo no son relevantes…
- Lo sé, Jaus, pero si tuvieras que visitar su habitación cada mañana…
- Comprendo, Paradís, comprendo que el espectáculo del dolor es, a veces, demasiado duro, incluso para nosotros…
- No es eso, Jaus, tío, es que al tío le huelen muchísimo los pies: como a queso rancio, pasado de fecha, pero mezclado con una especie de olor a pelo quemado. Nunca me he topado con un caso así… ¡Qué manera de cantarle!
- En ese caso…
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Rosie, la que no vuelve a casa, la enfermera, trata de zafarse de las manos de Isaías, mientras le cambia el vendaje de la cara, que está hecha unos zorros. Alguien da unos golpes en la puerta abierta y pregunta desde allí
- ¿Es esta la habitación de Isaías…?
- Estése quieto, Isaías, que alguien pregunta por usted…
- Oh, dios mío, qué preguntas tengo… claro que es su habitación, nadie apesta tanto… - dice Jonás entrando en la habitación- te huelo en plena forma, asamantecas – y luego, a la enfermera-; ¿Cómo puede trabajar cerca de eso sin mascarilla?
- La verdad es que no me lo explico yo tampoco –dice ella, pillando al vuelo el tono- vive, pero por el olor parece que ha muerto hace dos semanas…
- Le aseguro que no, señorita. El día que este marrano la espiche, esta región conocerá el pánico. Tendría que olerle cuando se le olvida ducharse y vuelve del bancal. Hoy huele a buena salud…
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- ¿Qué tal las fiestas? – pregunta Isaías
- Bah… aburridillas. No te pierdes nada. Lo mismo de siempre, ya no hay cosas buenas, no hay sorpresas… Tío, la verdad es que hueles peor que el pis de tu padre, eres asqueroso…
- Pues tendrías que oler mi pus
- Prefiero no hacerlo, gracias, majo. ¿Sabes que eres repulsivo?
- Deja eso, boolo… ¿qué pasa en las fiestas, no han matao’naide?
- No es eso… si ayer hubo dos apuñalaos, y al Dimas le pegaron un tiro a quemarropa, pero no le quemaron la ropa, sino el entrecejo…
- Anda…
- … y le vaciaron el cráneo, de paso; un agujero de puta madre en la nuca, le quedó…
Pero no es eso, es que la gente ya no sabe divertirse… ¿te puedes creer que me quisieron cobrar el potaje que te quemó la cara?
- La gente sólo piensa en el dinero
- Eso es lo que yo digo, en lugar de divertirse, hala, el dinero…
- Oye, Jonás, una cosa
- Dime Isaías
- Cuando estaba allí, con la cabeza en ese puto potaje, me dio por pensar… ¿yo te caigo mal?
- Pero… ¿cómo se te ocurre semejante barbaridad, hombre de dios?
- Porq’as’stao a esto de matarme, Joputa
- No hombre, no, es que eran fiestas…
- Es verdá, coño, eran fiestas.



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