Half the world away (Oasis cover)
Ya sabéis que me encantan Oasis. Y hoy traigo una de esas canciones de Noel Gallagher que a mí me dejan tirao. Canciones sencillas con una melodía directa a mis tripas y una forma de cantarlas (por el propio Noel, esta es una de esas que canta él) que a mí me conmueve de verdad. En fin, la letra de este tema le va muy bien al post de hoy: "me gustaría dejar esta ciudad, este viejo pueblo no huele demasiado bien..."
Habíamos salido de Jarruchillos de la Vega de madrugada, esperando poner tierra de por medio durante la noche, aprovechando el fresco de la madrugá, que luego de día no hay quien ande por estos caminos. Yo y mi amigo Ylliba Cor, hermano de Lorna, que me han dicho que la basca de aquí controla a Lorna. Yo creo que la basca flipa, porque a Lorna no la controla ni la misma Lorna, pero bué…
Parecemos de ciudá, porque a estas alturas del año no hay fresca de madrugá, sino un frío de cojones y una humedá que se te mete en los huesos y te deja hecho cisco.
Nos íbamos del pueblo que nos vio nacer, apresuradamente. Llevábamos meses, años, soñando con irnos de ir a Madrí, de dejar atrás a toda esta panda de garrulos, pero al final, nunca nos íbamos y nuestros sueños no eran más que humo: nunca se concretaban en nada y siempre que hablábamos del asunto, acabábamos borrachos como cubas y yendo a la casa de la Amparo, que si la pillas de buenas se deja hacer de todo menos meter, y si la pillas de mejores (o sea, pedo) te hace ella de todo, pero claro, siempre que vamos a su casa es ya tarde, y despertamos al borrico de su padre, Andrés el Gordo, que es temible si te pilla en su radio de acción, pero siempre anuncia sus movimientos con tanta antelación y es tan lento al ejecutarlos que hay que ser gilipollas, o estar dormido, para que el Andrés te pille en una hostia. Así que vamos a casa de la Amparo a ver si mojamos, y siempre despertamos a su padre, que sale con su camiseta de tirantes blanca, llena de lamparones que se resisten a la lavadora (la Amparo no parece muy buena en eso de limpiar), y vale, no está mal:
- ¿Qué queréis a esta hora, desgraciaos…? – nos pregunta Andrés el Gordo con un cabreo de cojones
- Follarnos a tu hija – digo yo
- O al menos, que nos la chupe - dice Ylliba
Entonces vemos como el enorme cuello y la grasienta papada del Andrés se pone colorado y mueve un poco los brazos, como aleteando, como si fuera un fuelle, para darle fuerza al cuerpo antes de lanzar su fofo brazo hacia delante para ver si nos caza en un puñetazo. Pero es un movimiento tan lento y previsible que, a los efectos es como si dijera: atención, cabrones, os voy a dar una hostia, pero no os mováis, que si no, fallo. Y para cuando lanza su puño regordete y rosado, pero de blancos nudillos, nosotros hemos dado un par de pasos atrás
- ¡Uy… casi! Sólo has fallao por un cuarto d’hora, Andrés – le digo yo
- ¡Cabrones…! – dice el Andrés resoplando
Y la Amparo arriba en la ventana de su cuarto, de codos, mirando p’abajo con las tetas en los brazos
- ¡Baja Amparo…! – le dice Ylliba, ignorando al padre- que estamos cariñosos…
Y la Amparo ni caso
- ¡Pos enséñanos las tetas, pa que podamos menearla…!
Y por raro que parezca, si no está en el campo de visión de su padre, que no suele estar, porque éste anda fatigao de haber intentao darnos una hostia, la Amparo se abre la blusa y menea esas domingas grandes y colgonas y mi amigo y yo soñamos con tener la cara ahí en medio y la Amparo se mete en casa.
Y el Ylliba (se pronuncia Yliba, como si sólo tuviese una ele) y yo nos damos el dos y vamos a dormirla a cualquier sitio. Menos aquel día.
Hace frío y aún faltan un par de horas pa que el sol raye sobre las montañas y empiece a calentar un poco. Ylliba todavía está manchado de sangre, pero dice que cuando lleguemos a la Poza del Río Grande, que se lava allí, que ahora no podemos perder tiempo, no sea que nos coja el chérif. El chérif… tié cojones, el Ylliba.
Porque aquel día… mierda, cómo la cagamos.
Aquel día dejamos al Andrés más humillao que de costumbre, llorando, y nos dio un mal rollo de la hostia. Así que nos metimos en su cochiquera, cabreaos, y al entrar, le di una patá en tos los morros a una cerda y la tía salió berreando y nos empezamos a reír. El Ylliba cogió un tablón y me dijo:
- ¿Cuál se te parece más al Andrés?
Yo estaba pedo, así que no señalé ninguno, pero dije:
- Ese
Y al primer cerdo que se le acercó le descargó el Ylliba un tablonazo de mierda, porque estaba pedo y no lo controlaba bien, pero le rompió una pata y allí se quedó chillando. ¡Qué cabrón, el cochino… qué ruido metía!
- Haz que se calle, jodó…
Y el Ylliba empezó a darle con el tablón unas hostias medianas y salpicaba sangre como un cabrón, y el hijoputa no se calló hasta que palmó. Pero necesitó, al menos, 30 tablazos, ¡qué pesao! El Ylliba estaba mamao, claro. Pero entonces, los otros guarros que se habían amontonao en un rincón, acojonaos, empezaron a chillar también y se montó una mediana. Así que le dije al Ylliba que se apartara, vacié lo que me quedaba de whisky en la petaca encima de uno de los maderos que había allí y le metí fuego, pa ver si azuzándoles con un poco de fuego se callaban los cabrones. Pero, claro, estaba pedo y se prendió algo más que el madero, que además, pesaba un huevo, y pronto todo aquello amenazaba con arder. El fuego hace un ruido genial, pero aún así, oímos la voz de Andrés el rápido elevándose a los cielos
- ¿Quién anda ahí…?
Y salimos por patas.
Vale. La situación era la siguiente. Que supiéramos, habíamos matao un guarro y habíamos prendido fuego a la cochiquera del Andrés, con lo que, además, casi seguro, habíamos hecho una barbacoa de primera, con 12 guarros, uno de ellos con, al menos, una pata rota. Lo de los cerdos, se puede arreglar con dinero, pero eso de prender fuego a un edificio, aunque sea sólo para cerdos no es una cosa que le haga gracia en general a las personas, y a la policía y toda esa gente, tipo jueces y tal, tampoco.
Así que, al fin, estábamos fuera del pueblo. Parecía que, al fin, nuestro sueño se podía hacer realidad. Al menos lo estábamos persiguiendo. Joder. ¡Qué flipe…! Vida peligrosa, al margen, como auténticos bandidos, como maquis… todo un sueño.
Cuando aún faltaba una hora para amanecer, se nos cayó el día encima. Estábamos cansadísimos, así que cuando el sol empezó a salir, nos paramos junto a unos arbolitos, y nos sentamos apoyando las espaldas de cara al sol naciente. Vaya papelón.
Soñábamos tanto con salir, que acabamos dormidos. Como troncos.
-.-
Nos cogieron, claro.
Llevamos 3 años en Madrid. En Soto del Real, una cárcel de puta madre. Conocemos a la gente más enrollada del mundo. Mola.
Nos fuimos del pueblo persiguiendo un sueño y todo lo que conseguimos fue quedarnos dormidos. Y el sueño nos atropeyó.
- Se dice atropelló, zoquete - me dice Tinusoo, un recluso bien encarado que parece estar mosca conmigo y que tiene la costumbre -bendita costumbre- de leer por encima de mi hombro mientras escribo....
- Vale, vale, atropelló...
Así que, tíos, cuidado con lo que soñáis.
Y si bebéis, no soñéis, porque puede que, de una extraña manera, los sueños terminen haciéndose realidad.
Y a veces, eso jode.
(gracias Kotts, el link, en el título de la canción)