viernes, septiembre 18, 2009

guarriquicos modenados: el sabor del fracaso

Siendo yo quien soy, huyendo como del diablo del pasillo de quesos del súper, me encuentro de cara, sin anestesia, con lo más irresistible que existe para mí en el mundo si dejamos aparte los senos generosos y los muslitos de una mujer que haya dejado atrás la cuarentena: una oferta en la sección de carnicería.
En serio, nada capta más poderosamente mi atención, nada excita más mi imaginación calenturienta, que el rótulo cuidadosa y primorosamente manuscrito (el mercado tradicional, y el del supermercado, ha surtido de grandes rotulistas al mundo del cine, por ejemplo) de una buena oferta en carne. Tranquilidad: llevo más de 30 años haciendo la compra y no se me engaña fácilmente. Yo sé lo que cuestan las cosas (la cebolla, los pimientos, el chorizo cular, el azúcar, los yogures, el papel higiénico, la cerveza, las alitas de pollo -¡ay, si yo os contara de las alitas de pollo…!- los bolis bic, una mamada, el paquete de lucky, medio gramo –de azafrán, cuidado- el café, las púas o un asesinato sin testigos) y no se me engaña con hábiles promociones publicitarias. Sé cuándo estoy pagando un céntimo de más y cuándo me estoy ahorrando ciento, y cuanto más llamativa es una oferta, tanto más vigilante está mi alma cofrade del puño y podéis creerme: haciendo la compra, no es fácil llevarme al huerto. Muchas compras he hecho de carritos llenos a 3.000 pelas (18€, para los jovenzuelos), porque no me podía permitir más, como para que me la peguen con un antes tanto y ahora cuanto.
De modo que ahí me tenéis, andando de forma tranquila, pero decidida, empujando mi carrito con la determinación de los héroes anónimos y las piernas arqueadas, como el mismísimo John Wayne hiciera junto a Río Bravo, pero yo entre los lineales de aceite/vinagre y el de cerveza, hacia el mostrador de carnicería con una sonrisa de suficiencia en la boca y esperando que Germán, el carnicero, no note la excitación que me ha producido ya la jugosa oferta. Pero si yo soy perro viejo comprando, Germán me supera con creces desde el otro lado del mostrador, y es un demonio infalible calificando psicológicamente al incauto comprador.
- Ya tardas… - me dice seguro de sí mismo
- ¿Por…? – trato, en vano, de disimular, de mostrar una serenidad que disto mucho de tener- ¿es que hay algo nuevo…?
- Caretas fuera, Wolffo, que ya peinamos canas en esto… - y sin esperar a que lo confirme, toma el pedazo de carne que yo iba a pedir y me dice: - Kilo y medio en un trozo y un kilo en librillos, ¿no?
Porque, hora es ya decirlo, hombre, la oferta era la cinta de lomo fresca a 4,49€ y, en efecto, yo quería un kilo medio en un trozo, para asar y un kilo en librillos para hacer alguna delicatessen, pero como me joden los listillos (por eso yo me jodo tanto a veces), le digo:
- No, Herman (pronunciado con hache aspirada, y cambiando el acento de sílaba), no quiero librillos… - y entonces, en uno de esos momentos gloriosos en los que sientes que tienes la sartén por el mango, mientras saboreo su desconcierto, improviso una salida – Esta vez me vas a poner ocho filetes, solo ocho, pero gorditos, de unos dos dedos de grosor…
Porque en la décima de segundo que transcurrió entre las decisiones de darle un corte al fraile que había sido previamente cocinero y encargado de letrinas y ladronzuelo y listillo en general, y verbalizarlo, se hizo la luz en mi fértil imaginación de cocinero porquenomequedaotra.
Lo sabía: sabía cómo sería el plato en mi cabeza y sólo hacía falta comprar un par de cosas para llevarlo a cabo. Compré un pimiento rojo, que era lo único que no tenía en casa para cocinar el plato que ya bullía en mi cabeza y pasé como una exhalación por la caja porque en mi cabeza, tan fértil como mal peinada, ya sólo existían los Guarriquicos Modenados, y con esa idea fija, con ese objetivo gastronómico marcado a fuego en mi terco espíritu, aliñando mi alma cocinera, me dirigí a casa como poseído por el demonio de los fogones.
Salieron mis hijos al paso, a preguntarme una de las dos preguntas que siempre te hacen los hijos de uno: ¿qué hay para comer? (si es en coche, ¿cuánto falta?, es la otra). Y yo contesté lo que nos contestaba a nosotros mi madre, cuando, de pequeños, la acribillábamos los siete hermanos con la preguntita: Caca de cadete. Mi madre tenía otro latiguillo inexplicable, de carácter castrense también, para cuando alguien tenía una ocurrencia de esas idiotas, lo que luego vi que todo el mundo llamaba “ideas de bombero”, para ella eran ideas “de cabo interino”. Fin de la disgresión.
Salieron mis hijos de la cocina pensando que soy gilipollas y sabiendo que, en este estado, es mejor dejarme solo, y yo, con una mirada posesiva sobre mis dominios (la cocina) me senti cono el señor feudal que dispone a su antojo de cuanto hay en sus tierras.
Pundonoroso, creativo y tenaz, me puse manos a la obra.
El recién comprado pimiento rojo, fue salado y envuelto en papel de aluminio y entrado con la violencia justa en el mini-horno de encimera que me regaló MariCleria’s para que fuese asándose mientras preparaba el resto del plato y hacía otras cosas interesantes, como ir al baño y sentarse en el trono con el catálogo de MusicStore en las piernas, y soñar con guitarras, bajos, amplis, sistemas inalámbricos, fundas de cuero para las guitarras, etc. Este trámite me lleva entre 20 y 30 minutos y no daré más detalles al respecto.
Al salir, me siento más ligero (¿física, fisiología o psicología?) y decido que una bandeja de horno de base perfectamente circular sería el continente perfecto de los Guarriquicos.
Enciendo el horno (el de verdad, el grande) para que se vaya calentando.
Caliento un chorrito de aceite en una sartén, para que sea más manejable, y cubro el suelo de la bandeja con este aceite.
Cojo una cebolla de tamaño mediano/pequeño, le quito el culo, la pelo y uso el cortafiambres para cortar rodajas semitransparentes de cebolla que me servirán de suelo para los guarriquicos.
Tomo la botella del vinagre de módena (del que no soy fan, precisamente, pero lo compré y hay que usarlo) y salpico un poco la cebolla; añado, además, medio vaso (de los de vino) de agua y espolvoreo la cebolla con un poco de orégano.
Es el momento de los filetes gruesos de lomo.
En la misma sartén que he usado para calentar el aceite, pongo un poco más de aceite y espero a que esté muy caliente (humeante) para poner, ya salados, los filetes de lomo. El objetivo es que se tuesten rápidamente, pero sin llegar a hacerse del todo, así que vuelta y vuelta y a la bandeja de horno, sobre la cebolla; cuando están los filetes, se añade, por encima, el aceite en el que se han frito.
Saco del hornito el pimiento, ya asado y lo dejo enfriar, para después, proceder a pelarlo y a cortarlo en tiras. Ahora reservamos mientras se enfría.
Mientras tanto, cojo una bolsa de quicos y la vacío en la picadora (el accesorio picador de la túrmix, en realidad) y lo machaco hasta que se hace una arenilla gruesa, sin dejar que llegue a ser polvo de quicos. Cojo una cucharadita generosa, colmada (de las de café), y coloco amorosamente una montañita de quicos encima de cada filete. Sobre esto, pongo un par de tiras de pimiento asado cruzadas sobre cada filete, también, espolvoreo con perejil, sin cortarme, como si fuera gratis, tapo todo con papel de aluminio y lo meto en el horno a fuego vivo. Quince minutos bastarán.
A la hora de comer, mis hijos esperan con el cuchillo y el tenedor en la mano, apuntando hacia arriba en actitud de “¡date prisa, maldita cantinera!” y los Guarriquicos Modenados son recibidos con alborozo en la mesa.
Tienen un aspecto delicioso y el olor es pornográfico. La salsilla, con la cebolla desleída, el vinagre, el caldo soltado por la carne… está de muerte, pero al hincar el diente a la carne…
Sólo sabe a quicos.

Pero sin la gracia de los quicos, puesto que no es una textura crujiente. Sólo un grueso y jugoso filete de lomo de cerdo con sabor a quicos. La salsa, que no ha sido contaminada por los quicos, está de puta madre, pero los lomitos de guarro no hay quien se los coma. O sea, sí, se pueden comer, si te gusta comer algo que parece un bocadillo de quicos.
Una mierda, vamos.
Mis hijos me lanzan miradas furibundas, pero se abstienen de hablar, sabiendo lo sensible que soy en estos temas pero observo que, sin alzar la voz, separan la cobertura de quicos y pimiento y se comen con gusto la carne. Pruebo yo y la carne está riquísima y no sabe a quicos. Los quicos lo contaminan todo si entran en el bocado, pero no dejan su sabor al resto de los ingredientes. No demasiado.
Imagino que con almendras, cacahuetes, avellanas, anacardos, estará riquísimo, pero con quicos, creedme, un fracaso de lo más sabroso. En fin…

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Recordad: el sábado, 26, Buch y yo, y el resto de los Ciclones, claro, en directo en el Auditorio del Parque de Berlín dando la nota y, lo juramos, dejando buen sabor de boca.
Os dejo otro rocanrolillo cantado furiosamente por Buch como aperitivo.

(Kotts, en este se ve bien a Buchito)




11 comentarios:

Kotinussa dijo...

No es por ahondar en la herida, pero alguna de esas ideas de poner ingredientes extraños e inesperados en un plato te tenía que salir mal. Pero perdiendo se aprende, y los grandes cocineros lo saben mejor que nadie. Antes de que mis bizcochos salieran gloriosos, perpetré algunos con un punto crudillo por dentro, hasta que le cogí el truco al horno que tenía entonces (de gas butano).

Buch, para que veas qué injusto eres cuando llamas a Wolffo tortillera guarra y esas cosas: ha puesto un vídeo específico para que te luzcas bien y darme ese caprichito que tenía.

Ahora bien, ¿será porque es un bendito o porque está tan seguro de que para mí será siempre el nº 1 en el ranking de mi adoración? Cambiaría mucho la cosa según fuera por un motivo o por otro. ¿Buenazo o sobrado?

Besos a ambos.

Anónimo dijo...

Yorch¡¡, tú y tus guarrerías en la cocina!!, me encanta los nombres con los que bautizas a tus recetas, y cómo las cuentas, pero algunas de ellas, tengo mis serias dudas de que sean una exquisitez de gourmet.
Sin embargo, y volviendo al tema de antes, si pruebas los kikos recién machacaditos sobre una ensalada de lechugas variadas y rúcula, añades unas lasquitas de parmesano curado, y chorro generoso de mayonesa de bote... te saldrá una riquísima ensalada, copia total de una que ponen en gino´s.
Un besazo y buen fin de semana.
Sal

Buch dijo...

NO, no, le llamé "Tortillera, degenerá, y gorfa", al estilo del maestro Ostos, cuando habla de Karmele Marchante. Pero el hecho es que después de ver el vídeo, coño, pues me arrepiento, tanto curro dedicado a que yo aparezca cantando un temita, me llega a las entrañas. ¡Y que guapo soy, leñe!

Con respecto a la receta, ¡Qué pena! Parecía una gran idea. Los kikos son bastante desagradecidos y decepcionantes, como yo, por poner un ejemplo. Malditos degeneraos...

Y me despido por ahora diciendo dos cosas.
1) EL sábado 26, si no tenéis nada mejor que hacer, venid a ver los ciclones.
2) El día 26 no hay nada mejor que hacer que venir a ver a los ciclones en el auditorio del parque de berlín a las 23h, más o menos.

Besos.

Wolffo dijo...

La duda ofende, Kotts: sobrao, sin duda. En cuanto al plato, nadie podía prever tan desastroso desenlace, Kotts, yo mismo he hecho todo tipo de probaturas, pero esto... esto es la encarnación culinaria del tiro por la culata. Me cago en los quicos. Y no tengo nada más que añadir.

Si siguiera o siguiese tus consejos, Sal, sería porque me esperara el suicidio a la vuelta de la esquina. ¿Rúcula, parmesano, Gino's...? ¿Tú quieres que me mate o que quite la vida a alguien, a algún inocente? Si no fuera porque soy un gran tipo, te lo juro, no sería tan buen tipo. De todas formas, se adivinan buenas intenciones detrás de tus palabras crudas y crueles, por lo que seguiré queriéndote a pesar de tó.
Buen finde pa ti, bella dama.


JO, ¿porqué mencionas a tanta gente admirable en el mismo párrafo? Algo falla en todo esto. ¿Será que ayer me acosté tardísimo, hoy me he levantado a las seis menos cuarto y después de una siesta malvada las cosas se ven mal? ¿Será eso?

Dios, ¡qué mal me encuentro...!

SAL dijo...

Dsagradecío!!. Pues después de esto, que sepas que no pienso advertirte con lo que pasa cuando pones queso de cabra a una crema caliente de espinacas.
No, si va a llevar razón Buchito.... guarra, tortillera, degenerá!!.
Ala, no hay besos.

Lunegra dijo...

Jos, no me digas que el final no es el de una gran receta? Bueno pues ya saves modifícala hasta que te guste, pues tu intentona de unir elementos que a priori son "inenunibles" han dado unos resultados gratamente sorprendentes. ;-) Ah, por cierto a mi seguro que me engañarían con lo de la oferta, pues aunque lo intento lo mío no son las buenas compras.

Un besazo enormeeeeeeeeeeee!

Wolffo dijo...

(El fin de semana es un tiempo poco propicio para mí y el blog, disculpad la tardanza en cotestar)

De hecho, Sal, como le decía a Kottsd, algo me ha hecho estar un poco sobraíllo en esta entrada y, por supuesto, que n quería molestarte, pero, ¿es que no sabes de mi legendaria aversión por el queso? Debes saber que, además, cuando más adecuado, sabroso, o bueno es el queso propuesto, tanto mayores son las arcadas que me produce... Mira, la mención del queso de cabra (dios mío, ¿es que las cabras no pueden conformarse con estar en las montañas y subir pareddes y eso, es que tienen que dedicarse a hacer queso?) y las espinacas (tampoco soy fan) me ha estropeado el estómago para toda la semana, lo que, no creas, es bueno: a ver si así el sábado puedo ponerme los pantalkones que había pensado ponerme, para lo que, odio decirlo, he de desinflarme un par de kilangas. En lo que te doy la razón es en eso: soy guarra, tortillera y degenerá. Y yo sí, yo sí que te dejo besos, porque habría que estar loco para no besar a una nena como tú si se pone a tiro. Ea... ¡muacks!, nena, besos formidables.

¡Lunillablack, qué alegría!
Pues no, el final es como dice el principio (el título): un fracaso mayor. Pero hacen falta unos cuantos fracasos para llegar a cimas culinarias como las alcanzadas en otras ocasiones. No cejaré en mi empeño de elevar el nivel de la cocina de este país. Seré contumaz en mis embestidas y alegre y despreocupado en mis combinaciones y hallaré la forma de mejorar este despropósito. Mientras tanto, nena, gracias por regresar y enseñar la patita, se agradecen las caras que uno pensaba que se habían ido para siempre. Besos descomunales.

mahomal dijo...

Vaya por Dios, a mí también me parecía que iba a estar buenísimo.
Y hay que ver lo listo que eres hasta para las ofertas: nunca dejarás de sorprenderme.
Ya sé que no puedo ir a veros el sábado, así que hacerme el favor de arrasar con Madrid (y con San Miguel si se deja) y de que os graben videos de estos tan chulos.
Muy guapo, Buch,impresionantemente guapo.
Besos

Wolffo dijo...

jajajajajajaja, Mal, así que no dejaré de sorprenderte, ¿eh? Te imagino leyendo y preguntándote, angustiada, ¿cómo puede ser tan bobo...?
Estaban malísimos, ens erio, los quicos me han decepcionado con su poca flexibilidad saporífera.
De verdad que lamento que no puedas venir, Mal, y sé que el resto de los Ciclones también, porque les causaste una fantástica impresión, es una kk que no estés, porque a mí me encanta verte y porque, lo sé, este concierto va a ser brutal.
En cuanto a Buch... tampoco es para tanto, Mal, tampoco es para tanto.
Besos gigantescos, guapa.

linmer dijo...

Lo siento pero algún día tenía que llegar. La verdad es que a mi lo de los quicos me sonó a fracaso desde el primer momento. Quizá sea porque no me gustan demasiado, pero es que tienen un olor tan fuerte que no podían maridar con la sutileza del cerdo (nótese la fina ironía).

Al menos la canción es un exitazo marca ciclones. ;)

Un abrazo

Wolffo dijo...

Pues a mí, los quicos grandes me encantan, pero ya nunca será igual. Cada vez que me meta una pidrecita crujiente en la boca pensaré "sí, muy rico, pero combinas de puta pena".
En fin, aprendamos de nuestros errores. Ya sé que a ti no debo invitarte a quicos, porque eres tan sutil como... jajajaja, ¿a que no te esperabas esa puñalada trapera? Es broma, hombre, yo te aprecio, casi tanto, como al cerdo.

Ahora en serio: gracias, como siempre y un abrazo en mi mayor.