martes, julio 28, 2009

la noche me confunde

Las letras de la luna

Subo otra vez este tema, pero ahora con el sonido un poco mejorado. La vez anterior, la canción tenía demasiada reverberación y se perdían las cosas importantes. De todas formas, necesito aprender a mezclar porque sé que si mezclara bien este tema, sería un tiro. Aun así, me gusta muchísimo. A ver si os gusta a vosotros también.
Y si fuera la Luna la que no me deja dormir,
y si sus destellos dejaran su sello aquí;
y si sobre mi cuello cayeran tus cabellos al fin...
Y si fuera la Luna la que no me deja dormir,

Noche adelante, miedo constante
no poder amarte, y tampoco extrañarte
la Luna, si viene, no me deja dormir

Y si fuera tu risa la que no me deja reír,
y si fueran los sueños los que se han hecho dueños de mí
y si me empeño en amarte y desdeño lo bueno de ti
y si fuera tu risa la que no me deja reír

Los ojos abiertos, mi mundo, despierto,
a los magos, alerto; y requiero a los muertos
la Luna, no puede, ya sabes, dejarme dormir

Luna lunera, tu luz vagabunda
se extiende, profunda, por mi alma entera
la Luna, ya sabes, me ha vuelto loco por ti

Y si fueran tus letras las que no pudiera leer
y si al irse tus rimas mi estima se diluyera en el té
si me faltan tus cuentos, no encuentro el momento de ser
el hombre que bebe tus letras, ¿Y si no las puedo beber…?

Ya noto tu aliento, porque es mi alimento,
tu brisa es mi viento, me muero tan lento
Si no puedo leerte, no sé qué más puedo hacer


Subo, acompañado de Luis Mariñas, con quien formo, en la BBC el equipo de noticias más celebrado de la década, los dos pisos necesarios para acceder al célebre 4M, el Museo de las Mariposas Muertas de Marrakech, un museo que, por lo que a mí respecta, en cuanto a prestigio científico mundial, está a la altura del Smithsonian (¿y qué tendrá que ver…?), el museo en el que, por dar un dato, Clarice Starling confió para que le revelaran qué tipo de insecto era el que había encontrado en el velo del paladar de la primera víctima que ella conoció, en carne mortal (y nunca mejor dicho), del asesino en serie conocido como Buffalo Bill. Resultó ser la ninfa de una mariposa (no recuerdo qué mariposa), por cierto (eso es lo que tenía que ver).
Luis y yo hemos llegado juntos al museo, y estoy convencido de que trabajamos juntos, pero yo, antes de llegar al segundo piso, ya estoy harto de él, de su verbo lento y pringoso y de su manera de ladear la cabeza para que su mirada resulte interesante. Antes de entrar en el 4M, he tomado la decisión de que lo dejemos, que cada uno siga su camino profesional independientemente del otro. Cuando estoy admirando la luz de un Eustaquio Segrelles, un mediocre imitador de Sorolla, me doy cuenta de que Mariñas ya ha tomado la decisión de dar el salto a la tele privada y acompañar a las mamachicho en sus programas culturales, dejándome a mí en la estacada con mi programa amarillo y sensacionalista de noticias falsas y malintencionadas. Por lo visto, para él no tienen valor los 6 años de trabajo, codo con codo, en los que hemos hundido a personas perfectamente respetables, inventando y difundiendo basura informativa sobre ellas, destrozado carreras profesionales y familias con nuestros infundios. Para él eso no importa. Él sólo piensa en su prestigio. Muy bien, que le den por culo. Lo dejo, me voy.
Mientras bajo las escaleras del edificio, al caer la tarde y asomar una noche preciosa en el horizonte, me doy cuenta de que en mis manos llevo dos camisas de manga corta, de cuadritos, que acabo de comprar en Decathlon, , con sus respectivas perchas, una azul marino y la otra de colores tierra, muy majas, oye, ambas, y una chaqueta –americana- de lana, de mezclilla, color marrón, preciosa, pero pasadísima de moda, porque la compré en Cortefiel cuando necesitaba ir a trabajar con corbata (hace 20 años). No sé porqué llevo esas prendas en mi mano mientras bajo las escaleras de un inexistente museo de Marrakech. Por cierto, para los que viajáis mucho, apuntad este dato: Marrakech es igual que mi barrio (Plaza de Castilla, tirando hacia la estación de Chamartín) cuando era pequeño, es decir, sin Torres KIO, sin intercambiador de autobuses, con descampados y donde el edificio más alto es el viejo depósito del Canal de Isabel II. Voy con prisa, porque voy a perder el tren. No sé qué tren, porque la estación no es la de Chamartín (claro, hombre, estamos en Marrakech), sino algo parecido al apeadero de Pitis antes de que las Cercanías fueran una alternativa seria de transporte.
Al llegar al apeadero, con nervios porque no puedo preguntar a nadie (unos moros rarísimos, por cierto, altos y rubios) por causa del idioma, busco mi cartera, que estaba en el bolsillo interior de la chaqueta de Cortefiel y me doy cuenta de que, mierda, he perdido la chaqueta. En algún momento del azaroso viaje, se ha debido escurrir de entre mis manos y la he perdido.
No tengo un centavo, o sea ni una centésima parte de la moneda que utilicen en Marrakech (¿dólares, dínares, francos, pesetas…?) así que mi única alternativa es volver sobre mis pasos hasta el 4M, a ver si, por casualidad, puedo recuperar mi chaqueta pasada de moda, con sus hombreras excesivas y todo. Por alguna razón que no acierto a reconstruir, me importa una mierda todo (dinero, tarjetas, carnet, pasaporte, etc) salvo mi elegante chaqueta de mezclilla marrón: quiero volver a sentir su cálido peso sobre mis hombros: me da seguridad, me transmite confianza en que algunas cosas (el depósito de Isabel II, el río Duero, la nariz de Portugal, la pesadez de los entendidos en vino, la inmutable calidad de la ropa de Cortefiel) no cambian nunca porque no pueden cambiar: sencillamente han sido así desde el principio de los tiempos.
Ahora, sin que hayan pasado más de 30 minutos desde que eran las nueve y pico de la noche, es mediodía. Me encuentro con mi cuñada Sonia y me alegra ver que, aunque permanece el sencillo vestido azul de 10 euros –lo dijo ella, no es una crítica- sobre su esqueleto, se ha quitado la flor de papel que adornaba su testa la noche anterior, en la fiesta de Celia. No sé qué hace Sonia en Marrakech, pero la visión de una cara amiga, me tranquiliza.
- ¿Qué te pasa? – me pregunta porque mi cara de preocupación es un poema.
- Nada… - digo apesadumbrado - he perdido mi chaqueta, con mi cartera…
- Oh…
- Ah… bueno, podemos buscarla, ¿no?
- Sí, espera, que organizo una partida de caza con los sobrinos
Sonia, que trabaja en una guardería, organiza a los sobrinos mayores -Alex y Guille, de 23 años, Sabina, de 26, y mis hijos, Leticia (19) y Borja (17) - pero como si fueran niños de 5 años, convenciéndoles de que buscar mi chaqueta es el juego más divertido al que pueden entregar sus infantiles afanes en esa mañana. Tiene bastante maña para ello, pero miro a mis sobrinos e hijos, todos con pelos en los huevos, por decir las cosas de una forma sencilla y llana, y no entiendo porqué les entusiasma tanto. Bueno, lo importante es que busquen, aunque según avanza la mañana voy perdiendo la esperanza de recuperar algo.


Ahora rastreamos una zona de Marrakech que es clavadita, oye, al Redondel, que era como llamábamos al aparcamiento de superficie de las casas donde vivíamos que era, además, nuestro campo de fútbol, hasta que la junta de vecinos nos dio permiso para jugar en otro lado, hartos de que destrozáramos las tulipas de los coches. La planta del redondel es una especie de chupachups de palo gordo, o de bola pequeña, depende de si te gusta ver la botella medio llena o medio vacía. Leticia encuentra una chaqueta de mezclilla, pero es gris, aunque, curiosamente, tiene los mismos elementos que la mía: cartera, llaves, pasaporte, gafas. Aunque no es la mía, la agarro fuerte (ahora, no sé porqué ya no tengo las camisas) y avanzo firme hacia la bola por el palo. Entonces, sentados en el poyete, hay un grupito como de jubilados de vacaciones. Son españoles. Uno de ellos, tiene en sus manos mis gafas de sol y las llaves del coche de Susana y una bandeja de hamburguesas de Mercadona.
- ¡Eh…! – le apremio - ¡Eso es mío! – y ante la mirada torva y de duda del grupo de vejetes, añado – me llamo Wolffo Elgrande… puede comprobarlo
Entonces, para comprobar mi nombre, pasa una cosa rarísima, pero que entonces no me lo parece: le dan la vuelta al paquete de hamburguesas buscando la etiqueta y no encuentran ahí mi nombre.
- Se debe haber caído – dice una viejecita bondadosa
Y a continuación me dan la cartera, las llaves y las gafas (pero no la chaqueta que ahora, curiosamente, no echo de menos), yo le entrego al vejete su chaqueta (porque era suya) y al darme la vuelta la cuñada que está ahí no es Sonia, sino Ángel, con sus gafas de sol clásicas (que a mí me gustaría que cambiara, porque esas no le favorecen del todo, y le estropean un poco su preciosa carita), al volante de un viejísimo 4x4 descapotable.
Lo más chocante de todo es el final de la historia.
Me subo al 4x4 y hago un gesto de victoria al cielo (como si hubiera marcado un gol en un partido decisivo, o algo así) y Ángel, mis hijos y los vejetes cantan al unísono:
- Andalucíaaaaaaaaaaaaaaa…. Descubre el lado bueno de la vidaaaaaaa
Lo cantan genial, todos al tiempo y en el mismo tono, y es como si fuese el final de un anuncio, de lo bien hecho que está todo. Lo que no sé es a qué venía lo de Andalucía, porque la historia se desarrollaba en Marrakech y los escenarios eran los de mi niñez.
Pues eso es lo que he soñado esta noche.

jueves, julio 23, 2009

meet joe clemens: cualquier día es un buen día

En 1988, recién terminados mis estudios de publicidad, y después de una sudorosa entrevista en inglés (mi entrevistador estaba apurado de lo mucho que me hicieron sudar sus preguntas), obtuve mi primer trabajo “serio” (ejecutivo de cuentas) en Media Planning, una central de compra de medios o, como a ellos les gustaba llamarse, una agencia de medios.
Era un trabajo de corbata y todo era bastante cómico y todo el mundo se tomaba a sí mismo muy en serio y yo no entendía nada. Casi en seguida conocía a una damisela encantadora, de mi edad, que parecía en ese mundo tan raro de reuniones y “mucho lío” y “muchos temas”, casi tan perdida como yo. Esa chica era una lectora habitual de estas peroratas, la conocéis como mahomal (hace 21 años que somos amigos, ya, mahomalilla, ¿no te da miedo?). Y era un gustito hablar con ella.
Entre las cosas peculiares de mahomal estaba la forma en que hablaba de su familia y de las cosas que pasaban en su casa. Cuando contaba cosas de su familia, te imaginabas una película de esas “de clima” en la que cualquier cosa que se cuenta es agradable, no porque sea especialmente graciosa, o entrañable, o emocionante, sino porque pasa en esa peli, no sé si me explico bien. Me hice amigo de mahomalilla porque es algo inevitable: es dulce, guapísima (aunque ella no lo sepa) y su cara es de esas cosas que no te cansas de mirar, porque te transmite tranquilidad, confianza y esas cosas. Además es una persona buena y muy, muy divertida. Y lista como un rayo, y lo pilla todo un minuto antes de que lo digas, y es un placer hablar, largo y tendido, de cualquier cosa con ella.
No estoy seguro de que las cosas, cronológicamente, sucedieran así, pero así es como las recuerdo. Pasaron los años, no sé cuántos, y yo seguía siendo amigo de Mal, y me contaba cosas de su familia y un día me habló del programa de televisión que hacía su hermano en una tele local (puede que fuese Tele Sierra, o algo así, no lo recuerdo bien). Se llamaba Tómbola y me instó a que lo viera. Lo vi.
Era un programa de esos que destilaba inteligencia y sentido del humor por todas partes; un programa hecho con –literalmente- dos duros, en el que su hermano, Joe Clemens y otro partenaire daban rienda suelta a su imaginación y el resultado era desternillante. Lástima que en aquella época YouTube fuese menos que un sueño, porque seguro que hubiera estado inundado de sketches de Tómbola. Por cierto, el programa tenía como sintonía la canción de Marisol y tanto el título como usar la sintonía, se lo copiaron a ellos los del programa de “debáter” del corazón. En mi casa se veía ese canal palculo, así que apenas vislumbraba los programas y a Joe luciéndose, pero aún así, creo que era los sábados a la tarde, lo veía siempre que me pillaba en casa.
Llegado un momento, pasadas sólo unas semanas, no sé si porque la tele cerró, o yo dejé de verlo por que orientaron la antena comunitaria de otra manera, dejé de ver Tómbola. Un tiempo, no demasiado, después, me surgió la oportunidad de participar en el nacimiento de una revista de humor gráfico. La revista se llamaba Q+K (no me preguntéis porqué, porque ni idea) y necesitaba colaboradores.
Yo participé con cinco artículos (un relato, un par de tiras cómicas, y dos secciones de paridas al por mayor) y con cuatro seudónimos, además de mi nombre, claro, pero aún así hacía falta más material. Creo que la cosa fue así; llamé a Alicia y le pregunté por su hermano, quien me había impresionado muchísimo con el programa de TV, por si le interesaría colaborar. Le interesó, claro, y envió una colaboración desternillante con una especie de relato, creo, acerca de un cura, o de misa, o algo así; han pasado muchos años y no recuerdo muy bien. Lo que sí que recuerdo es que era, de largo, el mejor artículo, la mejor sección, de la revista número 1. Salió esa y el número 2 y la revista cerró apenas antes de haber abierto.
Pero mientras preparábamos el número 3, los editores (unos personajes) nos llamaron, creo, a Joe y a mí para hacer una especie de revista/cómic de humor gráfico, también, pero cuya temática giraba en torno al fútbol. Su idea era ahorrar como cabrones. Entre Joe y yo teníamos que escribir la revista entera, y contrataron a ilustradores estudiantes de bellas artes, a quienes pagaban una miseria por página ilustrada. Ahí sí que tuve la ocasión de conocer a Joe y trabajar con él casi codo con codo. Nos hicimos la revista entera, esquivando las disparatadas ocurrencias de los editores sin poner mala cara y participamos en unas cuantas reuniones previas bastante psicodélicas para dar forma a la revista; cada vez que terminaba una de esas reuniones, Joe y yo nos tomábamos una caña en un bar cercano y tratábamos de procesar la experiencia de la reunión: ¿es posible que haya sucedido lo que acabábamos de vivir? Porque las sugerencias de los editores eran absolutamente descabelladas e idiotas a más no poder. Algunas con temática “de actualidad”:
- Una sección se tiene que llamar Champiñons Gil (por Jesús Gil, ese hombre, cuyo equipo, el Atleti, ese año iba a jugar la copa de Europa). Champiñons Gil, ¿lo pilláis? Es super gracioso… - claro que lo entendíamos pero, coño, que alguien me diga, ¿dónde estaba la gracia?
Otras veces, sus sugerencias tenían un tinte más comprometido, demostrando su inquietud social
- En Brasil, en las favelas, con el hambre y lo delincuencia y todo eso, es donde salen los mejores futbolistas. Hacen una cosa así a la gente (el tío se levantaba de la mesa y lo representaba, tirándose al suelo, y daba una especie de patada al aire con su pie paralelo al suelo) y eso es lo que hace que sean grandes futbolistas… podíamos escribir sobre eso
Era difícil hacerle entender varias cosas:
a) que eso que acababa de decir no tenía ni pies ni cabeza
b) que no tenía gracia
c) que no tenía interés
d) que además se lo acababa de inventar y que, por lo tanto,
e) era mentira y no lo íbamos a contar.
pero conseguimos que lo entendiera. En esos días me di cuenta de que Joe Clemens era un genio absoluto. Escribíamos de fútbol, desde otro punto de vista, claro, y sus textos eran brillantes, inteligentes, hilarantes y además el tío era de lo más normal. Disfruté muchísimo escribiendo esa revista que no llegó a salir (casi mejor, porque se iba a llamar SÓLO FURBO con el subtítulo pa reí) y nunca llegamos a cobrar. Fue una experiencia cojonuda, de todos modos, os lo juro.

Desde entonces, me alejé de Joe, del que Mal me daba noticias, y a quien vi un día, aisladamente, en un concierto en el Aperitoche, en Las Rozas. Le recuerdo en una esquina con sus amigos, gritando a voz en cuello "All right now". Pero perdí el contacto con él totalmente.
El año pasado, me llamó para proponerme una entrevista (en calidad de creativo publicitario) en su programa de C+, CinExpres, se llama, creo, y cuando vinieron a casa, la verdad es que pasé un rato genial. En un momento dado, me acordé de un anuncio espantoso de Pascual y nos reímos un rato.



En fin, verlo de nuevo después de tanto tiempo estuvo bien y por Mal supe, un poco más tarde que abría un blog de cine y TV. Es un blog fantástico, que se llama Elegí un mal día para dejar de fumar, un homenaje al personaje que trata de tomar, desde tierra, el control del avión en la disparatada Aterriza como puedas. En él, además de reírte a mandíbula batiente con su humor inteligente, te enteras de cosas curiosas del mundo del cine y la TV y, si le da nostálgica, recuerdas algunas cosas fantásticas. Pero Elegí un mal día es un sitio fabuloso para leer porque Joe Clemens, creedme, escribe maravillosamente. Y creo que cualquier día que elijáis será un buen día para conocer a Joe Clemens.

Ea.


p.d.: Y de refilón, otra hermana de Mahomal, y por lo tanto hermana de Joe Clemens también, de nombre Beatriz, a quien no tengo el gusto de conocer, publica un fabuloso e interesantísimo (pero interesante que te cagas, lo digo en serio) blog sobre cine clásico, llamado La Gran Pantalla . De hecho, el título de este post me lo inspiró una peli clásica de esas en b/n, de Kapra, creo, aunque no lo juraría, que siempre me recuerda a la gente que ama el cine, como se nota que le pasa a Beatriz. La Gran Pantalla, otro blog Clementiniano que todo el mundo debe conocer.

lunes, julio 20, 2009

piel (la fiesta estaba en su)

La fiesta estaba resultando extraordinariamente animada. Todo el mundo estaba a gusto y los músicos tocaban a un volumen más que asumible, de modo que no era necesario gritar para hablar, aunque a mí me guste acercarme a tu oreja para hablar, porque adoro tu olor. Si miras hacia allá, junto a la piscina, y te fijas en ese cantante ligeramente obeso que con pantalones negros de cintura alta y ceñida y amplia y vaporosa camisa con chorreras, menea las maracas al ritmo de la música, me estarás viendo a mí. El poder que emano, desengáñate, me lo otorga el micrófono, claro, la gente mira al tío que tiene el micro por la sencilla razón de que habla más alto. Pero si me sirve para que dejes de lado al pelmazo ese y bailes con alguien más decente, bueno daré mi esfuerzo por bien empleado.


Después de un repaso por lo peor del panorama musical que ha dado en llamarse “latino”, presento una canción hablando a los asistentes en general, pero espero que entiendas que es para ti, sólo para ti.
- Y ahora, permítanme dirigirme a las damas y caballeros presentes, y –haciendo un ademán que abarca a todos- a ustedes también (risas aprobadoras) para interpretar un cha-cha-chá de mi cosecha que se titula “El momento después”. Esta canción nació cuando investigaba unos acordes de Jazz. Sonaban muy bien, así que un día, vino Buch a mi casa, y le toqué la progresión de acordes en mi guitarra acústica. “Suena a Bossa”, me dijo. Me quedé un poco de piedra, porque era verdad. Eran los mismos acordes que, un par de horas antes, tocados con la pastilla grave de una guitarra eléctrica de caja sonaban a jazz clásico, del Cotton Club, os lo juro. Así que, a pesar de que detesto todo a lo que, aunque sea de refilón, pueda ponérsele la etiqueta de “latino”, me dispuse a escribir una canción de ese mundo, en lugar del jazz, que me es completamente ajeno. Cuando a los acordes les añadí la progresión del estribillo, empezó a sonar a cha-cha-chá y asumí que esta no sería una nueva canción para los Ciclones y que sería una de mi repertorio en solitario. Me encanta el crescendo de la canción hasta el final, la línea de bajo, los juegos de la guitarra eléctrica y el festival de voces del final (9 voces a la vez en el momento álgido). Y el solo de guitarra, tan corto, tan vital, suena tan bien… Es una canción dedicada a las chicas que se enredan las piernas al sentarse, a las que se dejan juguetear debajo de la mesa, a las que te piden que les des crema en la espalda y a las que cruzan su mirada contigo sonriendo cuando se dan cuenta de que las estás mirando en mitad de todo lo demás. A las mujeres que gustan de hablar y reírse en el momento después del amor y que saben que lo mejor del sexo empieza justo en ese momento en el que para casi todo el mundo, todo ha terminado. Porque es ahí donde empieza todo…
Entonces, me di cuenta de que, como presentación estaba resultando un poco larga y me puse a cantar.

El momento después


Has de saber que no soporto verte
Sentada enredadera, tomando café
Mis ojos locos lamiendo tus pies
Mis manos ajenas a todo el pastel
De pronto te ríes y no sé qué hacer
Me monto una historia, me entrego al placer
de imaginarte a solas, en el momento después

Has de saber que cuando empiece a llover
Todos se habrán ido y yo... pues no sé,
Aunque supongo que a tu lado estaré
Pidiéndote a gritos que me des cuartel
Y tú, cuando lloras, es que no me ves
Y yo, que te miro y me siento crecer
Hablándote al oído, en el momento después

Y te acaricio avaricioso la piel
Como si fuera la última vez
Si fueras reino, sería tu rey
Maldita sea la ley
Dame un momento y despega otra vez
Todos nos miran, nadie nos ve
Ahora no hables, déjame hacer
Hablemos un momento después

Y has de saber que el frío ya no vive aquí
Que el hielo derretido no te puede herir
Que hoy llueve y descuida, que no voy a huir
Que soy el héroe del final infeliz
Cierra los ojos, déjate ir
Mientras me alojo, te lleno de mí,
Y nos reímos juntos, en el momento después


Espero que os guste, porque para mí, es una pequeña joya.

domingo, julio 12, 2009

ya vuelvo

Una semanita y vuelvo.
Podéis dejar mensajes de apoyo, transferencias bancarias y comprar el libro cuyo balance de inversiones/ventas, por cierto, ya arroja un saldo positivo de 6,12€.
Pero no está de más que para este veranito, para la playa, los que no hayáis hecho acto de compra aún, lo hagáis por el bien de vuestras almas y cuerpos.
Me voy a las cuevas, lejos de la playa, pero ya vuelvo con aventuras trogloditas.

Felicidad.

jueves, julio 02, 2009

lo que tú no ves


Hola. Soy lo que tú no ves, lo que viene después. Soy lo que no esperas, lo que te aterra y lo que te mantiene en pie. Yo soy lo que no has hecho jamás, y lo que viene detrás de eso… ya sabes, soy el duende, y el monstruo que te ha de llevar.
Soy lo que tú no crees, niña, soy mentira, soy al revés. Vale, soy un cabezota, un pobre idiota… pero soy el dueño de la pelota. Así que soy yo el que no te deja jugar y el que tantas veces te ha hecho llorar. Sí, soy el que sueñas y al que no puedes mirar.

Búscame, cuando quieras encontrar eso que sólo te atreves a decir en voz en baja, cuando estás sola. Y encuéntrame, si lo que quieres es buscar eso mismo. Si has perdido la cabeza de tanto pensar en ello y si te gustan las sorpresas de verdad.
¿Y qué si todo lo que te digo no es verdad? ¡Larga vida a las mentiras, joder! En este juego, todo vale, si la rueda gira. Es así de simple: me pasé de vueltas y ya mi alma no se estira, y con cada día de caza por el barrio, se rompe, borracha de ira, y se queja. Ya lo ves, ahora, esta vieja malnacida, dice que hoy está aburrida. Voy a dejarlo, ¿sabes? Porque, aunque te parezca que la batalla está reñida, esta guerra… está perdida
Soy lo que te faltó por hacer. Y también, claro, lo que a otros les sobró. Soy el que vuela, el que te entierra, el que te acorraló. Soy el que te hizo despertar, el otro, el que hace dudar, soy ese amigo del que no, de ninguna manera, te puedes fiar
Búscame, ya sabes, si estás perdida… y me encontrarás.




Lo que tú no ves, la canción.
Esta canción tiene... unos cuantos meses ya. Es de diciembre de 2008 y la compuse como una canción para los Ciclones, aunque aún no hemos empezado a ensayarla (ya os vale, cabrones). Hay una cosa un poco infantil en esto de tener un grupo que me recuerda mucho a las pandillas juveniles, y ese es el espíritu que quería reflejar en la canción. Es una canción esencial, cruda y muy pop. Sólo tiene dos guitarras, bajo y batería y voces, claro. De hecho, las voces son muy importantes.
Empieza a capella, con tres voces crudas que dicen el texto sin adornos, limitándose a él. Entra el bajo y los platillos de la batería y, gradualmente, las dos guitarras.
Me encanta el sonido de la canción, lo crudas (y bonitas) que suenan las guitarras y la melodía, un poco alambicada, pero que se desencadena como debiera hacerlo el elixir de la eterna juventud: fresca y naturalmente. Espero que te guste, porque a mí este tema me flipa.

Lo que tú no ves, el videoclip.
Hace mucho tiempo que tenía en la cabeza la idea de grabar un videoclip que diera vueltas al bucle argumental "niños haciendo de mayores en un juego de niños". Era una idea anterior a la canción y el día que terminé la canción, no quise colgarla aquí, como suelo hacer, porque supe que era la canción del "clip de los niños" y quise hacer el tema con un pequeño audiovisual.
Le comenté la idea a los papás y mamás y la familia, a ver si estaban dispuestos a dejar salir a sus nenes en un clip casero y a ayudar en la realización, porque para hacerlo íbamos a tener que dedicar un día entero de no poco esfuerzo y paciencia. Mi temor principal era que los niños se cansaran y no quisieran grabar.
Escribí un pequeño guión de rodaje, con una descripción de las tomas que debían grabarse y ese guión, junto con la canción, fue distribuido a la familia con el objeto de que los niños fuesen oyendo la canción y se familiarizaran con ella. Esto era delicado, ya que no era (no es) una canción atractiva para los niños, y como era delicado, este punto fue ignorado, seguramente porque tampoco debía ser una canción demasiado atractiva para los padres.
El día de la madre, 3 de mayo, fue el día elegido para grabar. Íbamos a reunirnos todos en casa de Pilarilla y allí había sitio y ambientillo para hacerlo. MariClelia's, su hija Sabina y MariPili's (madre de Diego, Olga, Jaime y Daniel), se encargaban de la dirección artística y producción: vestuario, ambientación, maquillaje, asistencia a los actores, catering y todo eso. Quique (padre de Celia y Sergio) y Richard (padre de Óscar y Raúl), ayudados por Susana y Juan (patriarca) harían (hicieron) de operadores y yo me limité a dar la brasa al personal y a torturar al mundo con mi pesadez.
No pudimos grabar todo lo que queríamos, pero con lo que grabamos obtuve material para hacer esto que podéis ver hoy aquí. Es un clip adorable para nosotros, que vemos a nuestros hijos y sobrinos actuando, y no sé cómo resultará para vosotros, pero a mí me parece que es muy simpático el resultado. Y la canción, insisto, es la caña.
En fin, ustedes lo disfruten.
Y gracias, de nuevo, a Diego, Sergio, Olga, Celia, Jaime, Daniel y Óscar, las auténticas estrellas de este clip, sin los cuales...