martes, febrero 10, 2009

La (poca) importancia de llamarse Wolffo

El lunes pasado, pillo el coche y me voy a una reunión de trabajo en una agencia que se dedica, esencialmente, al llamado marketing de proximidad, uno de esas nuevos credos de este mundo de la comunicación comercial. La cosa está que arde. Me reciben en una oficina bastante apañada, con un montón de gente con aspecto de tener muchísima prisa (desde que soy un alegre y despreocupado serrano, me llama la atención ese falso stress del "tengo mucho lío, son muchos temas..."). No tengo ni idea de cómo han dado conmigo ni de lo que pretenden de mí, ni, lo que es peor, de qué coño me están hablando. Eso del marketing de proximidad me suena a chino básico, así que todo mi esfuerzo está centrado en dos aspectos: disimular mi total ignorancia de lo que me están hablando y no bostezarle en la cara al joven entusiasta que, con pomposos audiovisuales que dispara desde su portátil, trata de ganarme para su causa con farragosas e inanes explicaciones de mundos para mí desconocidos. Me muevo nervioso en mi silla y ese lado de mi cerebro que siempre se mantiene despierto por si aparece una mujer de pechos generosos a la que le apetezca un bailecito, cree discernir, de entre cientos de palabras imposibles, la frase "... en tu móvil". Tate. Eso de proximidad se refiere a algo del teléfono móvil. Mi yo responsable despierta y, haciendo un titánico esfuerzo, consigo enterarme, haciendo las preguntas adecuadas, de què es eso del marketing de proximidad, de cómo han dado conmigo, de qué pretenden que yo haga y todo eso. Consigo que el Ejecutivo Fascinante tome nota de las cosas que necesito que me haga llegar para que yo, valore el trabajo y le entregue un plan de acción y un presupuesto. Es muy fácil, son todo cosas que tiene en su reluciente ordenador y que puede, sencillamente, mandarme por email en ese momento. Me dice que no, que tiene que pensarlo bien, para mandarme el material preciso, pero que esa misma tarde lo tengo en mi email. Perfecto, zas, silla p'atrás, que me pongo el abrigo, que bromas sobre la nieve, que si yo tengo una tía que, fíjate tú, también vive en Valdemorillo, y yo que tengo un perro que cree que el marketing de proximidad es olerte el culo, jaja, qué gracioso, el creativo, quedamos así, entonces, estamos en contacto, saluda a Pepito, nos hablamos, etc.
Todo corría mucha prisa, no sé si sabes a qué me refiero, ¿para cuándo? para ayer, jaja, eso también es gracioso. E inédito. Bien, tardaron una semana, cinco días en mandarme lo mismo que habíamos visto esa mañana en su portátil con dos párrafos añadidos. El viernes, a las dos menos cuarto (lunes, a todos los efectos) me llega un email urgiéndome a que les mande una valoración rápida del trabajo. Hace tres años, hubiera tardado veinte minutos en contestar. Hoy, que soy un poco más huevón, he tardado 4 días. No te jode...

*·*·*
Ella me dice: en San Valentín, claro, ¿cuándo va a ser? La idea no es un concierto, sino que la gente está cenando en plan romántico y tú, ahí con tu guitarra, cantando canciones bonitas, así, bajito y eso. Eso sí, haz el favor de confirmarme cuanto antes que puedes hacerlo para que yo haga mis carteles.
Yo lo confirmo en el acto, porque me apetece el plan. Más de una vez le había yo propuesto ir a su local a tocar en plan tranqui, por la tarde, acompañando los cafés y los tés, así que me parece de perlas y le digo que cuente conmigo.
Esa conversación tuvo lugar el viernes 30 de enero. Me pasé la semana pasada ensayando, seleccionalndo canciones, y es una tarea un poco más ingrata y menos vivaracha de lo que parece a primera vista. Sobre todo, cuando, como me sucede a mí, tengo algo raro en las manos que me provoca constantes heridas. El pasado sábado, con seis dedos, seis, envueltos en esparadrapo por las putas heridas de ensayar, le pregunto por las cosas que preguntamos los que nos dedicamos a esto. Bueno, ¿y cómo lo quieres hacer, por fin? ¿A qué hora quieres que vaya? ¿Cuándo voy a montar y a probar?
Oh... me dice ella, el caso es que... en fin, que no sé seguro si vas a tocar. ¿Y eso? le digo yo, yo no tengo problema. Es que el otro día, me explica ella, el sommelier de Makro (!!) me ofreció el venir a organizar una especie de cata de vinos y no sé seguro el espacio que necesita... pero vamos, que el martes o el miércoles te lo confirmo.
Note that, como dicen esos, daos cuenta, como decimos nosotros, de que yo tengo que confirmar con una semana de antelación, pero después soy sustituido sin miramientos por un sommelier de Makro (no del Ritz, ni del Bulli, de Makro, colega, ¿hay algo más... basto?) sin previo aviso y asumiendo que en dos días monto yo un repertorio y un concierto. El sábado no toco, claro.
*·*·*
Estoy en el metro. Estoy apoyado en el cristal de la puerta que no se abre, viéndome poner caras bobas en el cristal de la puerta de enfrente, la que se abre cuando llegamos a cada estación, pero que mientras circulamos por el túnel, es un espejo cojonudo. En Cuatro Caminos se sube un montón de gente y el vagón, que iba vacío, se medio llena, con lo que se acaba el mirar al tipo del cristal de enfrente con caras raras. Ella es una mujer un poco pasada de peso, como a mi me gustan, con aspecto inteligente, como a mí me gustan, y algo en su porte te dice que es una mujer educada, como a mí me gustan. Viste con discreción y esa cosa que algunos llaman elegancia, pero que básicamente, es ropa cara de toda la vida. De la que a mí me gustaría llevar. Saca del bolso una novela "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina" (yo también la he leído y, como parece que le ocurre a ella, me enganchó) y me hace gracia que use, como yo, un palillo de dientes romo como marcapáginas. Empieza a leer con avidez y no sé cómo explicarlo, pero me parece que no debería estar tan cerca de mí. En un momento dado, está tan pegada a mí que noto, perfectamente, sus pechos contra mi brazo, y, más aún, su rodilla contra la mía. Estamos tan pegados que parece como si fuera mi novia y me estuviese enseñando un párrafo de su novela que le ha gustado especialmente. Por vez primera, reparo en que lo que está viendo no es el texto, sino unas fotos de escenas sexuales explícitas que, lamento reconocerlo, me excitan de inmediato. Está de frente a mi costado izquierdo, pegado su pecho a mi brazo, su mano derecha sujeta el libro con las fotos excitantes a una altura estudiada para que yo las vea y su mano izquierda fuera de mi campo de visión... pero no de mi campo corporal. Porque pronto empieza a pasearla por mis nalgas, como si estuviera calibrando su tamaño. Vaya.
De pronto, la calibración se convierte en magreo en toda regla. El libro desaparece y ella se frota conmigo de una manera, no sé... algo me dice que se está aprovechando de mí. No quiero, pero ella se las arregla para llevarme consigo y me mete en un taxi, donde, a pesar de mi resistencia, y de que pongo cara, clarísimamente, de que no me gusta que se propase conmigo, me toquetea todo lo que quiere.
Me sube a su apartamento y no atiende a razones, es un animal peligroso que sólo busca saciar su apetito sexual y yo tengo que transigir, aunque no quiera, por la sencilla razón de que soy Wolffo y nadie me tiene en cuenta. En contra de mis principios y de mi voluntad, me desnuda y me folla repetidas veces, obligándome además a practicar artes amatorias que me son desconocidas, raptando en su boca jugosa y sensual, por ejemplo, mi espada carnosa y ardiente y sometiéndola a un vaivén y un chupeteo indescriptibles y obligándome a penetrarla por oscuros sitios sin que yo pueda hacer nada para evitarlo más que decir, no, por favor, no hagas que eyacule otra vez, ¡qué desperdicio de espermatozoides! Toda la noche gozando en contra de mi voluntad, ¿hay derecho a esto? ¿Es esto una democracia?
*·*·*
Estas tres historias, verídicas las tres, demuestran lo poco que vale tener un nombre, aunque sea uno tan fantástico como el mío. Sí, de acuerdo, el mundo me respeta, los hombres quieren hacerse fotos conmigo y las mujeres me desean, pero... no soy feliz.

Yo solo quiero que me hagas caso, Lorna. Que me hagas caso (pero caso de verdad) de una vez.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo si tuviera un nombre tan bueno como el tuyo les daría la proximidad adecuada al somelier y a una botella a medio romper y si me apuras hasta a la desconocida del metro, por tocar sin permiso.

La felicidad es un pescado viscoso.

Abrazos.

Fray dijo...

UNO, Genial que esperen, tu tiempo vale tanto como el suyo y encima sabes disfrutarlo.

DOS, Si prefiere una cata de Don Simon de tetrabrik a tu actuación es que no te merece.

TRES, en estas situaciones Relajate y Disfruta.

Lorna Hazle Caso.

Un abrazo hermano lobo

Wolffo dijo...

Yes, lin, darles proximidad es una buena idea. Y la del metro, no veas qué mujer más... insistente. La historia es completamente verosímil, verdad? Nos ocurre a todos dos o tres veces al día. Estas mujeres... ¡qué viciosas que son! Me gusta la frase del pez. Abrazos a ti, compañero.

Hermano mío, gracias por tu concisión expositiva y por tu incondicional apoyo, te aseguro que lo valoro. A ver si Lorna se muestra tan entusiasta como yo de tus palabras y te hace caso, coño. Y un abrazo a ti, querido Fray.

Anónimo dijo...

¿Crees de veras que a alguien le importa alguien? (Qué buena frase, por favor, del calibre de aquella del "hombre es un lobo para el hombre", ¿verdad?).

Te pongo un ejemplo. Proyecto de integración internacional que empieza casi en octubre y tiene que estar en real el 1 de enero. Presión por doquier, unas 15 personas trabajando a todo trapo, fines de semana, noches, ... y el 17 de diciembre acabado.
Pues bien, aún no ha empezado a funcionar porque al otro lado de Europa llevan "otro tiempo".

En tu caso, me temo que hay mucho gil en el mundo del marketing. Y eso está bien, lo digo de corazón, ya que debería ser obligatorio tener un imbécil en cada sector. Otra cosa es que tú te creas lo que te cuentan, you know what I mean...

Lo del metro no me extraña. De hecho yo no lo utilizo por ese motivo. La verdad es que está bien saberse animal sexual y disfrutas con ello pero no de contínuo.

Y si prefieren una cata (que siempre me ha parecido de tarados hacer ese tipo de ceremonias con las copas de vino, especialmente porque a mi lo que me gusta es la cerveza) a tu siempre bien elegida selección musical, pues que les den.

Digo.

Y abrazos dejo.

SAL dijo...

Me encanta Wolffo, me gusta mucho cómo eres capaz de aunar tres historias de manera resumida, dando una cantidad de datos en tan poco tiempo abrumadores...
Decirle a The Foss, que en todos los sectores hay gilis, y en algunos gilipollas. No hay nada más terrible que una reunión de jovenes "ejecutivos" con traje azul marino y agenda, bueno ahora llevan PDA, te puedes echar a temblar oyendo las tonterías que son capaces de decir por minuto...
Como dicen en mi tierra: "si quieres saber cómo es Paquillo, dale un carguillo".
Lo del somellier del Makro... es muy fino, y comparable a una degustación de canapés de escombros... pa matarlos!!.
Y para rematar... lo de la señora del metro... debes saber mi querido wolffo, que yo también soy de esas, y de vez en cuando me ocurre que se me va la olla, no me puedo resistir y antes de darme cuenta me sorprendo a mí misma metiendo mano en el metro a desconocidos... es excitante.
Un besazo oso.
Sal

Anónimo dijo...

SAL

¿Qué línea tomas, a qué hora, todos los días?

Dime, por favor, que estoy pensando en dejar el coche en casa.....

Wolffo dijo...

A mí me importa muchísimo, por ejemplo, Mª Teresa Fernández de la Vega, creo que es una mujer (es mujer, ¿verdad?) que trabaja de firme por la industria de la alta costura, sosteniendo ella sola a los diseñadores de medio mundo. También me importa mucho cómo le va a Fernando Torres en el liverpool y el cambio climático, claro.
¿Verdad que lo del metro es incómodo? Es que no pueden acosar a otros, siempre a los mismos... caramba, qué duro es de llevar. Eso sí, vale la pena si alguna vez, la que se te arrima es Sal: por eso yo sí que lo cojo. Abrazo a ti, amigo.

Sal, guapa, deberías estar escribiendo y hablando continuamente, para hacerme sonreír. Esto, lo sé, es un imperdonable rasgo de egoísmo pero qué le voy a hacer, nena, me gusta que me hagas sonreír. Y por eso viajo en metro, a ver si te encuentro... Eso sí, me pasa como a Foss, en el metro hay pocas Sales y muchas mujeres como las del relato: solo me quieren por mi cuerpo, no como tú, que me quieres por mi cuerpo y por mi dinero y mis tierras, y eso es distinto. Aprecias lo verdaderamente bueno de mí, y eso me gusta.
Besazos a ti, mi querida Sal.

Anónimo dijo...

Muy entretenida esta trilogía, de la que no obstante, solo es verosímil la tercera historia. LAs otras dos me parecen divertidos productos de tu febril invención. Marketing de proximidad ja,ja, los tienes cuadraos, macho. Y lo de sumiller del Makro...¿Qué nos queda por ver? Estaría cojonudo...¿Te imaginas?
Ahora lo del metro lo conozco bien, se trata de una forma de relación que se da en el subterráneo de Madrid, conocida en los foros bajo la denominación de "Follar con una que conoces en el metro, que está bastante caliente".

Una vez abierto el debate te digo que seguiré por aquí, a ver que clase de opiniones hay y todo eso.

Anónimo dijo...

He entrado con la intención de dejar un mensaje en el post anterior,que me gustó mucho, y me encuentro con otro que me gusta casi más, si cabe (que supongo que sí, que cabe).
Es de los que se leen de un tirón, sin exigir ni medio esfuerzo. Siempre me ha hecho gracia tu incomprensión ante los que tienen tanta prisa, siempre me ha cabreado que te comprometas con gente que no sabe lo que eso significa y siempre he intuído que te metían mano en el metro.
Conclusión: siempre seré fan de Wolffo.

Wolffo dijo...

Siempre, Buch, haces una cosa que me gusta mucho. Cuando he cometido un error, o una cursilería, como es el caso, me lo dices de una manera elegante que agradezco, sin señalar, sin meter el dedo en el ojo, y yo valoro eso. Gracias, amigo. Ahora, también es verdad que siempre metes la gamba a continuación: yo no miento, a menos que me apetezca mentir y anoche no me apetecía. Y si eso, pues aventura tú una opinión, macho, que siempre vas a la contra... da la cara, desgraciao! jjajajajajaaa, qué feo es reírse de las gracias propias, por dios!

Mahomal, me gusta esa cosa tuya de decir las cosas más halagadoras sin que provoquen sonrojo, es una habilidad, una de tantas, que tienes. Y claro, tu intuición sabedora de lo que me pasaba en el metro, es por eso, no? Porque siempre te entraba la quemazón, no?
Ay, qué gilipollas que estoy esta noche!
Un beso y gracias, Mal, sabes que te quiero un huevo.

Anónimo dijo...

Lo peor son los mariachis. Tú estás cenando tranquilamente y entonces aparecen esos tipos con sus disfraces de Pancho Villa de todo a cien y sus guitarrones, y rodean tu mesa amenazadoramente mientras te atronan con canciones folclóricas de Jalisco. No puedes seguir con la conversación que tenías (que seguro que era interesantísima o estabas tratando de ligarte a la chica o lo que fuera) porque no te oyes, y tampoco puedes seguir cenando, porque te da como corte ponerte a comer sin hacerles caso mientras ellos están allí desgañitándose y sudando bajo el sombrero y tras los bigotones. Y conste que me gusta Méjico (lo poco que conozco) y me encanta la comida mejicana, pero los mariachis...

Y lo que digo de los mariachis también lo puedes aplicar a los que te asaltan en verano cuando estás cenando en una terraza. Y entiendo que se están buscando la vida y tal, y de hecho me gusta que haya músicos en la calle o en el metro... Pero mientras ceno que no me agobien.

Te digo todo esto, evidentemente, para asegurarte que lo mejor que te ha podido pasar es que no te haya salido lo de la cena esa de enamorados. Porque o estarías tocando mientras nadie te hace ni puñetero caso (acaso mientras tocan también), o bien las parejas que se quedaran embobadas mirándote no estarían a lo que se supone que deberían estar. Nada. Un sí es no es. No te lo mereces.

En cuanto a lo del metro, esas conductas procaces que describes son las que han llevado al gobierno chino a poner en el metro un vagón sólo para mujeres al final del convoy. Al parecer las chinas —las muy ladinas— acosaban sin descanso a los chinos y aquello estaba llevando al país a la perdición. Los hombres llegaban tarde a trabajar (o no llegaban), exhaustos tras las violaciones múltiples a las que eran sometidos. Algunos perecían allí mismo, en el suelo del vagón, y otros —los más viciosos— se reenganchaban una y otra vez, viajando sin cesar en la línea circular que recorre Sanghai o Hong Kong. Al final el gobierno ha intervenido (al gobierno chino le encanta intervenir) y ahora tienen vagones sólo para mujeres. Claro que, ya se empieza a hablar de interminables orgías lésbicas en el vagón de cola...

Por último, lo de las prisas y los estreses en los trabajos, me temo que es un mal endémico, especialmente en las agencias de publicidad. A mí con las traducciones también me pasa. Y con los pacientes... ¡esos sí que querrían estar todos curados ayer! Por cierto, respecto a eso que cuentas del móvil, te cuento que mi hermano pequeño (que hizo Publicidad) trabaja en una agencia que se dedican a cosas de esas de politonos y publicidad en los teléfonos y qué se yo.

Bueno, te dejo, que hoy tengo un día bastante completo y aún me queda el concierto de Oasis por la noche. Y al hilo (musical), ¿sabes que al final se me apareció Angus Young? Bueno, algo así, pero el caso es que un amigo me llamó ayer para decirme que habían puesto a la venta nuevas entradas para AC/DC en plan estrangis en internet (carísimas, por cierto, ya les vale a los australianos) y he conseguido comprarlas. Esta vez se viene el Bona. Ya te contaremos.

Anónimo dijo...

Qué cosas te pasan, amigo Wolffo!!!

La última, mira... todo esto que has llevado, no? ;)

Te voy leyendo... pero estoy muy poco bloguera ultimamente.

Un beso enorme

B.

Anónimo dijo...

Peor que los mariachis, los tunos. Esos seres estudiantes de derecho de 55 años, con esos pantaloncitos tan ridículos y esas canciones de borrachos. Y coincido plenamente con Phantom en lo de ese concierto malogrado aunque yo hubiese asistido, enamorado de mí mismo, y de tí incluso, si la noche no se torcía mucho.

Ese asalto femenino me resulta tremendamente familiar salvo que a mí me sucede en los aviones, es lo que tiene ser de la jet.

Un abrazo

Wolffo dijo...

En general, es bastante incordio que no te dejen en paz mientras comes. Recuerdo que hace un millón de años abrieron un chino fantástico en la calle Fermín Caballero, que estaba muy bien puesto, la comida era excelente, el precio bueno... pero tenían pelmazo sirvevinos y sirveaguas y recogemiguitas y yo trataba de explicarle al chino que gracias, pero que nos dejara cenar tranquilos, pero él, erre quq erre con su servilletita y su agua y su vino y si pala de recoger mierda... conseguía amargarte la cena. Aunque lo de los mariachis... eso es bárbaro, insoportable, sí, estoy contigo.
Es verdad lo que cuentas de los chinos y el metro: algunos chinos son verdaderamente putos y zorrones y les encanta que les hagan cosas las mujeres libidinosas. Luego se quejarán de que les violan...
Bueno, disfruta el concierto de los acédecé como yo disfruté el de anoche de Oasis (y espero que tú también, aunque no sé porqué, me pega que no fue tu concierto del año) abrazos, tío.

Bepunto, qué sorpresa!
Tenemos que echarnos una charleta un día de estos, a ver si me calmo un poco y te doy un toque y te cuento cosas, nada extraordinario, pero como hace tiempo que no hablamos... Venga, guapa, muchos besos.

Mich, tienes razón. Los tunos es la peste. ¿Y esa alegria alérgica? Nunca comprenderé qué empuja a un hombre cabal a hacerse de eso, te lo juro.
En cuanto a lo e la noche de los lovers, jajajajajajaaaa, m'as daon to'lmedio la patata, txabalotte.
Sigue, sigue... sigue contando cosas de esas interesantes que pasan en vuelo, que tengo un amigo que me ha hecho una propuesta de viaje de negocios y tengo que saber qué se cuece en los vuelos chulos... Más abrazos y gracias, coleguita.

Anónimo dijo...

Esas cosas urgentísimas de trabajo nos han caído a todos alguna vez y siempre, como cuenta Foss, una vez que entregas la resma de folios convenientemente encuadernada y todo, va a perderse en el limbo del cajón de la persona que te urgía constantemente.

Por eso yo, cansada, también me he vuelto de las que entregan las cosas tres o cuatro días después del plazo, y al final es lo mismo.

En cuanto a tu última frase, Lorna, como le hagas caso voy a perder la paciencia de una vez y te voy a ajustar las cuentas, que ya estoy convenientemente celosa como para que me importe un pito hacer una barbaridad. No, no sería, me temo, una lucha en el barro de esas que le gustarían tanto a Buch, a Mich y a esos depravados que andan por este blog. Sería algo mucho más siniestro y menos espectacular, como mandarle un par de sicarios que le rajen la cara, por ejemplo. Así que Lorna, si sabes lo que te conviene, no le hagas caso, excepto cuando te pida que desaparezcas para siempre.

Wolffo dijo...

Lo sé, Kotts, lo sé, pero aun así, da por culo, ¿no? O sea, se podían meter la prisa ellos mismos por donde amargan los pepinos y dejarnos a los demás tranquilos con ritmos razonables de vivir.
Y ¡chsss....! no le digas a Lorna esas cosas, que te oye, y luego es peor. Lorna me hace caso, en este caso soy yo el que da por culo exigiendo dedicación exclusiva y sólo cuando a mí me apetezca, claro... no debes creer todo lo que lees, y esto va por ti, Lorna, y por ti, KOtts. Y -es un consejo sincero- podías pensarte un par de veces, despacio, lo de la pelea en el barro, no sea que dejes una experiencia que quizá podía ser enriquecedora para el mundo y, por qué no, para ti también.
Beso va.