domingo, enero 11, 2009

Las aventuras de Lorna Cor y Wolffo en California

El día que mi padre, militar, nos dijo que le destinaban a Plano, California, no pensé, ni de lejos, que veníamos a un sitio tan, literalmente, dejado de la mano de Dios. En serio.
Yo imaginaba alegres viernes saliendo del instituto y largas y lánguidas tardes en la piscina, con chicas en bikini, amigos borrachines, sol y guitarras, atardeceres en la playa y fiestas nocturnas en los barcos de mis amigos más pudientes. Imaginaba sanos desplazamientos en monopatín a todos sitios y usuales coincidencias con Silvester Stallone en la cola de la pescadería, o asistiendo al campus de baloncesto de Kareem Abdoul Jahbar, quien, negro pero afable, me ayudaría a perfeccionar la técnica del bloqueo y continuación y me enseñaría su mítico sky hook. Imaginaba a las rubias peleándose por venir conmigo al drive-in para no hacer caso a las pelis. Imaginaba a mi madre en compañía de otras madres, todas super buenísimas, preparando pasteles de manzana con jengibre y manteca de cacahuete, jamones asados con salsa de arándanos y jarras de té helado y de zarzaparrilla; o a mi padre con otros padres, atléticos todos, amantes del béisbol, blancos y protestantes, bebiendo buds en la lata y preparando hamburguesas en la barbacoa del jardín, y tratando de arreglar el mundo. Imaginaba mi torso dorado por el sol, sazonado ligeramente de arena y sal playeras, acariciado por la mano de una chica facilota de largos cabellos, trasero blanco nuclear, tal vez hija de un músico famoso. Imaginaba tantas cosas…
Seguro que el asunto, lo he pensado a menudo, era desterrar el horror. Como hijo de militar errante, era un pobre descastado y sin raíces, condenado al destierro sistemático, a la vida en urbanizaciones para militares, que no paramilitares, aunque, en la práctica, reservas. Con cada nuevo destino, así que la carrera militar de mi padre se fortalecía con un paso hacia el éxito final, mi desubicación afectiva se afianzaba como rasgo dominante de mi carácter quebradizo. No tenía amigos de toda la vida. No tenía amigos, en realidad. Solo compañeros ocasionales de juegos.
Leí en un maravilloso libro que Plano era una ciudad (si puede llamarse así) tan falta de historia y tradiciones que era considerado un monumento todo edifico anterior a 1960. Era un sarcasmo, pero no sabéis lo cerca que está de la verdad. En Plano, el punto neurálgico de la vidilla es la gasolinera. Mi madre se pasa las tardes planchando y viendo a Oprah. Mi padre siempre tiene algo mejor que hacer fuera de casa. A mi hermana pequeña, sin solución, no se despega Disney Channel, y canta las canciones de High School Musical y Camp Rock como si fueran karmas. En cuanto a mí…
Mi instituto es… peor.
Peor que cualquier cosa, en cualquier terreno. Soy de los más listos, así que te puedes hacer una idea. Siempre fui de los del pelotón de cola en estudios, en deporte, en actividades artísticas… y aquí soy un reyezuelo, no creas, pero mi reino es casposo. Pequeño, estrecho, sin miras, absurdo. Sólo una cosa me consuela en este valle de lágrimas: mi profesora de física, Lorna Cor. Miss Cor es lo único bueno que tiene Plano, California.
Lorna Cor, aunque es profesora de física, sabe de muchas más cosas. Es la que organiza un poco la escasa y poco dotada de medios vida cultural del instituto. Nos está ayudando a organizar un viaje a España de fin de curso, porque dice que una persona no es del todo persona si no ha visto, como es debido, La Alhambra y el Museo del Prado. Yo, la verdad, es que de España tengo más ganas de conocer el Santiago Bernabéu y de ir a la playa, donde dicen que las chicas toman el sol desnudas en la playa; también dicen que en las playas hay grifos de sangría, en lugar de agua, que escasea, y la sangría es gratis y allí se emborracha todo el mundo, hasta los niños pequeños y la gente tiene honor y muchísimos apellidos y algunas personas, tienen hasta escudos de armas. Bueno, será genial, además de comprobar todo eso, lo del museo y la Alhambra. Porque con Miss Cor, todo es… mejor.
La semana pasada fuimos de excursión a Los Angeles. Una actividad cultural típica de Plano: no tenemos historia, pero tenemos McDonald’s, así que ponme una con queso. Puede que lo veas o puede que no, pero si Lorna Cor camina sola por la calle y yo puedo acompañarla, no me voy a estar quieto.
Amo a Lorna, vaya eso por delante. Y Lorna me dice que debo quererme más. Que, todos tenemos nuestros sueños y que, al menos cuando no hablo con nadie, debo permitirme el placer de dejarme llevar por ellos a algún sitio agradable.
Si tomas, por ejemplo, el mundo del cine -me dice- formas parte de él. No sólo porque puedes imaginar que tú eres el protagonista y que esas aventuras te ocurren a ti. El cine es un universo imposible sin ti, sin el espectador y sólo cobra sentido cuando la película despliega toda su magia ante tus ojos ávidos de historias nuevas.
Me dice todo esto mientras caminamos, codo con codo, por Hollywood Boulevard y, al ver las huellas y el nombre de la diosa nórdica, se me ocurre una idea.
De acuerdo – contesto- pero también tiene un lado oscuro. Ahí tienes a Greta Garbo, la mujer más hermosa de la historia, deseando morir porque, queriendo ser sólo una mujer, nada menos que una mujer, todos la tomaron por reina y la hicieron reinar.
Bueno, eso tendríamos que discutirlo más despacio, me dice Lorna, porque nadie obliga a nadie a ser un mito. Mira a Valentino. Por dios, se le va a desenroscar la cabeza…
Sí, le miro. Cuando pasamos junto a la baldosa de Rodolfo Valentino, me divierte ver que sigue siendo el mismo sátiro libertino. Lorna va con falda, y camina indolente al sentirse mirada, y Valentino, desde su privilegiada posición a ras de suelo, levanta la mirada, pícaro, a ver lo que se cuece por ahí.
¡Cuidado! Le digo a Lorna
¿Qué pasa?
Bela Lugosi, mantén las distancias o te tira un bocao…
Me detengo aquí, me dice Lorna, y ante mi mirada inquisitiva, me explica: es Bette Davis, un verdadero corazón solitario, pero no por elección propia. Una mujer que buscaba amor y que fue infeliz. ¿Ves? Simpatizo más con ella que con la Garbo. Lorna está guapísima cuando dice esto y además, tiene razón. Siendo como son las cosas, y estas son innegables, me atrae más Davis que Garbo. Mejor Bette que Greta. Tal vez influye el hecho de que no hay un grupo malísimo que se llame Bette y las Davis, pero las cosas son como son. En fin.
Mira, le digo a Lorna, cuando avanzamos unos cuantos metros. La baldosa de George Sanders tiene lo que parecen ser los restos de un helado de sabor incierto y una diarrea perruna. Aun así, le digo a Lorna, ¿no te parece el colmo de la elegancia, George Sanders? Sí, claro que sí.
Seguimos andando y ambos, sin decirnos nada, nos acercamos, instintivamente, a las huellas y la firma de Mickey Rooney, buscando una sonrisa que llevarnos al bolsillo y, no nos damos cuenta, pero muy cerca de él está la archiadorada Marilyn, explosiva baldosa: no quiero reconocerlo, pero sólo su nombre hace que me ponga burrito.
¿Te gusta Marilyn?
Claro, Lorna, es como el chocolate, hay que ser raro para que no te guste.
Entonces, Lorna pronuncia la frase que hace que empiece a desear desnudarla y tomar, con mis labios, instantáneas de cada centímetro de su piel: ¿sabes? Deberían haberla hecho de acero inoxidable, para que durara hermosa toda su vida y todos la pudiéseis disfrutar, claro, pero la pobre sólo era una chica de carne y hueso (ahí es nada). No me extraña que se quitara de en medio. Debe ser pesadísima la losa del deseo universal.
Tal vez, Wolffo, desearas que tu vida fuera una interminable sesión continua de Hollywood, un mundo de fantasía de héroes y villanos de celuloide.
¿Y porque iba yo a desear una cosa así, Miss Cor?
Porque los héores de celuloide no sufren daño alguno y, sobre todo, porque los héroes de celuloide nunca mueren realmente.
Celluloid heroes
- Versión griposa, pero muy sentida, de esta pieza inmortal de los Kinks-


Esto es lo que me pasa cuando la gripe me aleja del mundanal ruido: llega un momento en que estoy tan hasta los huevos de no hacer nada más que toser, sonarme los mocos, abrigarme y quejarme de lo que me duele todo el cuerpo que bajo a mi zulo y me grabo un temazo como este. Sí, la voz la tengo totalmente tomada, y los ojos hinchados y la cara con el aspecto que debe tener un moco si se hace persona enferma de la gripe, aparte de lo habitual. Esta maravillosa canción de los Kinks es, en mi nada humilde opinión, el mejor homenaje que nadie ha escrito jamás al mundo del cine y la música y la letra alcanzan momentos de tanta belleza que casi me da vértigo hacer una versión, pero... voilá!
Esta vez las guitarras cuentan poco, el piano y el órgano, lo mismo, y crece el bajo por encima de todo lo demás. Los coros resfriados no han quedado mal y... he cometido un par de errores al cantar, pero no me voy a flagelar por eso. A ver si os gusta, a pesar de la evidente gripe.

120.500,
pero no todo es voluntad: también cuenta la colitis

14 comentarios:

Guiss dijo...

Yo creo que soy de las pocas personas que no sienten la fascinación del cine. Quiero decir, algunas películas me gustan mucho, otras nada, pero no me fascina el cine, ni los actores.
Pero me gusta mucho tu versión de los kings y te favorece mucho el plano que has elegido para ti, aún con gripe.
Y tienen mucho mérito, viendo la frase final. Yo en esas circunstancias no puedo ni pestañear, ni te cuento cantar. Bueno, que cantar ya hemos quedado en que no puedo en ninguna circunstancia si hay público.
Besos, y que te mejores.

Wolffo dijo...

¡Ay Guiss...! Yo sí siento fascinación por el cine, vammos, n por el cine, sino por las películas, por algunas historias. Por la forma de rodarlas y por el trabajo de algunos intérpretes algunas veces. Ya voy mejorando, aunque ayer, harto de la "vida sana", hice oposiciones a joderme una semana entera saliendo a la calle, yendo a cenar a un restaurante sin calefacción donde (a pesar del chuletón que me metí) el frío se me metió hasta los huesos. Luego estuvimos de francachela hasta las 4 en un sitio donde no cabía más humo, ni más ruido, ni más gente y donde, por arte de magia, en lugar de fallecer, o empeorar, al menos, parece que empecé a dejar atrás la dichosa gripe que me acompaña desde Nochebuena.
Weno, guapa. besos y gracias.

Anónimo dijo...

Yo soy un enamorado de California.

¿Por las playas de La Jolla y sus chicas? Sin duda, pero mucho más por San Francisco, Monterrey, San Luis Obispo, las 17 millas, ...

Ahora, ¿manteca de cacahuete?. No he probado nada más asqueroso en mi vida. Bueno, tal vez la cherry coke.

Pero, desde luego, si alguien me pidiera opinión sobre un lugar para no visitar ese sería Hollywood Boulevard. Me parece deprimente, esas estrellas en el suelo, la gente hortera (de cualquier país) sacando fotos, las tiendas de cosas horteras alrededor del mundo del cine, ...

Otra cosa sería si me preguntaran por Santa Barbara (sin acento) y sus playas, sus fiestas, barbacoas, ... Ahí sí.

No, definitivamente el cine es otra cosa.

El cine es estar en una sala oscura con Lorna Cor viendo por cuarta o quinta vez Blade Runner mientras recitas en su oído eso de "he visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión." mientras ella se estremece de placer con el juego de caricias que haces en su nuca.

Veo/leo en tu respuesta a Lady Guiss que vas ganando a la gripe. Me congratula pues.

Luego vuelvo a por la canción que ahora no hay manera. Abrazos.

Wolffo dijo...

Venga, Foss, ni de coña; se nota que, al contrario que yo, jamás has estado, de verdad, en California, donde yo pasé mi adolescencia. Lo que dices es lo que dicen los turistas enteraíllos, los que no se dejan llamar turistas y se llaman viajeros. Bien, te lo perdono, porque te aprecio, pero que conste que a mí no me parece deprimente algo porque los turistas se hagan fotos y se vendan souvenirs casposos alrededor. ¿Es deprimente el Museo del Prado o la Alhambra? ¿Y Londres, París, Berlín o Toledo? ¿Ayers rock, Iguazú, el Gran Cañón? Además, yo creo que en español hay que ponerle el acento a Santa Bárbara y a Los Ángeles, entre otras cosas, porque son nombres españoles. Que ellos no le pongan acento, es otro asunto, pero en español, levan acento.
Por último, mi querido amigo, yo no pretendo, ni digo, ni lo decía el gran Ray Davies, por supuesto, que el cine sea eso. Pero ese paseo, esa maravillosa extravagancia en sí misma, es una excusa perfecta para reflexionar sobre el valor verdadero de la fama, el esfuerzo y la recompensa en una industria tan particular como lo es la industria de los sueños. Ir al cine es eso que tú dices, de acuerdo, pero ir al cine es sólo una parte del cine. En fin, my friend, la gripe se ha hecho fuerte en algún lado dentro de mi pecho y no acaba de retirarse, pero pienso mandarla al guano. Me drogo con persistencia germana y me cuido como lo haría una abuela castellana, así que no puedo fallar.
LA canción, aunque no exprese lo que tú piensas del cine y tal, ¿no te parece maravillosa? No digo mi versión, que es griposa, sino la original.
Venga, abrazo.

Anónimo dijo...

Coño. ¡Qué canción más bonita!

No la conocía así que no puedo comparar la versión "gripe 2009" con la original del viejo Ray, pero la tuya me ha gustado y mucho. (Y el vídeo)
Así que, ahora que ya vuelvo a poder bajar cosas de youtube al pc... pasará a mi colección particular.

Hollywood Boulevard. He estado varias veces en California pero no me he atrevido a repetir lo de ese paseo. No sé, lo mismo fue mala suerte pero me pareció el museo de los horrores.
Recuerdo que comenté a alguien que buscara por allí a Popocho y al resto de la Mondragón porque aquello no podía ser serio.
Hombre, el museo del Prado no es deprimente pero pegaría fuego a los chiringuitos esos de los carteles taurinos con tu nombre... (Manías mías, ya ves).

Viendo las escenas del vídeo hay una diferencia (tal vez romántica) entre lo que tuvo que ser en su momento y lo que yo me encontré. Aunque también hay una diferencia tremenda entre la fama (y cómo llegaron a ella) de los personajes de tu vídeo y la realidad actual (Las Hilton, Gran Hermano, Belén Esteban, ...)

Los acentos y "ellos". Estoy de acuerdo contigo en que las cosas en español se acentúan y que cada uno en su país haga lo que le quiera. Pero un día recibí una colleja de mi jefe poco antes de irme a currar una temporada a México porque se me ocurrió poner Méjico (a modo de coña en un correo). Y su mujer es de allí... Así que en ese momento decidí empezar a escribir las cosas tal como aparecen en los mapas o en las señales de tráfico.

Ya me contarás si tomar las drogas correspondientes funciona porque soy un desastre. Las cajas de frenadol y asociados aparecen por mi casa, el trabajo, alguna chaqueta siempre a medias.

A cuidarse majete.

Wolffo dijo...

Joder... peaso comentario que había hecho, y va y se pierde. En fin, trataré de repetirlo.
Te decía que tienes razón en casi todo pero que, por tocar un poco las bowlings, te diré que no es lo mismo lo de los acentos y México.
En primer lugar, los mexicanos y bnosotros compartimos el mismo idioma, y el nombre de ese país es español, porque no hace mucho, en según qué casos, la equis se pronunciaba como jota. LA cosa continúa ahora, sobre todo, en algunos nombres propios, como el españolísimo Quixote o la americanísima Texas, que nadie escribe con jota y que sólo los horteras pronuncian como taxi, con equis y no con jota. Otra confusión graciosa con los nombres españoles es Miami. En español se pronuncia así, porque es el nombre que pusieron a esa tierra los españoles (a instancias, seguramente, de los nativos americanos). Por lo tanto lo hortera es pronunciar Maiami, en lugar del más sencillo Miami. Pero es que los españoles somos horteras de corazón y de alma. Porque, hablando en español, nos empeñamos en decir A Coruña, Ourense, Lleida, Llirona y cunsellé y todo eso. En fin.
En cuanto a lo de las drogas, hay que intentarlo, pero si me oyeras toser...
Abrazo, my friend.

Anónimo dijo...

Estoy con Foss (como casi siempre) en lo deprimente que resulta Hollywood Boulevard. Mi recuerdo es de una calle larga y desangelada (triste paradoja para todo Los Ángeles), medio desierta y sólo con algunos turistas en la zona cercana al Teatro Chino. Más acertado sería que los nombres de las estrellas en las baldosas de las aceras fueran los de los miles que soñaron con ser actores sin llegar a conseguirlo, y que tuvieron que conformarse con ser camareros, hacer la calle, o ir trapicheando aquí y allá. Algunos volverse a su pueblo, y muchos otros quedarse enganchados en la mugre de la ciudad que no existe.

Con todo, hay cosas de Los Ángeles que sí me gustan. Una de ellas, quizá, su propio anti glamour en el centro del glamour. No sé si me explico. Y Venice, no ya la playa, sino las casitas y sus canales. Sunset Boulevard y el Whisky a Go Go. The House of Blues. Las pirilargas palmeras. Frederic’s (una tienda de lencería). Y de todo, con lo que me quedo sin duda, es con la vista de la ciudad al caer la noche desde el observatorio Griffith (donde se rodaron las escenas del planetario en «Rebelde sin causa»). El observatorio está dentro de un parque (por llamarlo de alguna manera, ya que más bien parece estar en mitad del monte) y queda en alto respecto a la ciudad. Estando allí se me hizo de noche y al encenderse las luces de Los Ángeles el espectáculo me resultó fascinante: luces y luces y luces hasta el horizonte por donde quiera que uno mirase, daban la impresión de una ciudad infinita. A mí me encantan las ciudades, y nunca olvidaré ese espectáculo urbano.

También hay en LA bastantes edificios interesantes si te gusta la arquitectura (a mí sí). El Ayuntamiento de Beverly Hills, el propio Observatorio Griffith, cosas exóticas como un edificio con forma de prismáticos... Lo que pasa es que quizá aquí asociamos enseguida con Hollywood, fiestas y glamour, y luego no es para tanto. Tampoco es lo mismo la entrada a un estreno en un cine de la Gran Vía —con focos, cámaras y Elsa Pataky—, que ir al día siguiente a darse una vuelta por la calle de la Ballesta.

Las letras de Hollywood, sin ir más lejos (que inicialmente fueron para promocionar una urbanización —Hollywoodland— que no se llegó a construir, y luego quitaron el “land”), parece que van a ser el no-va-más y al final te las encuentras al mirar al fondo de una calle (bueno, se ven desde bastantes más sitios). Lanzándose al vacío desde las letras (desde la “H”), se suicidó una aspirante a actriz que no logró su sueño allá por los años treinta. Eso sí que es una buena historia de Hollywood.

O el mural ese que es el interior de un cine donde todo el patio de butacas son actores conocidos (está visto desde la pantalla). ¿Sabes a cuál me refiero? Bueno, pues uno se lo espera como en mitad de una plaza importante o en algún sitio destacado, y al final lo ves casi de casualidad en una callecita perpendicular al H. Boulevard. Y no hay nadie mirándolo, ni lo anuncian ni nada.

Yo lo que recuerdo con cariño es una pizzería bastante cutre en la que cené una vez, donde pedías la comida dentro y luego tú mismo te la llevabas a un patio exterior. Y, no sé, todo tenía un saborcillo muy especial (no me refiero a la comida), y yo me había dado un baño en el Pacífico aquella tarde, y llevaba puesto una especie de chaquetón mejicano que me había comprado, y ella estaba tan guapa. Y..., bueno, esas cosas.

De tu post/canción, decirte que me ha gustado tu versión de los Kinks, tanto la narrada como la cantada. Y hay que ver lo bien que evoca ese brillo del Hollywood —y del cine— de antaño. Enlazando con lo que en la canción se dice, contarte que de todas las estrellas que pavimentan Hollywood Boulevard, la única que yo fotografié fue la de Bela Lugosi. Exponente de gloria y decadencia, dejó escrito en su testamento que le incinerasen vestido con su disfraz de vampiro. Genio y figura.

Anónimo dijo...

Bueno, yo sólo conozco de Estados Unidos el aeropuerto de Miami, donde tuve que hacer una escala camino de Guatemala.

No tengo mucha curiosidad, la verdad. EEUU está bastante abajo en mi lista de viajes pendientes. De todas fomas, cuando vaya, creo que me va a gustar más el este y el norte, aunque horteradas hay en todas partes, incluso en nuestra tierra.

Sin embargo, si organizáis algo me apuntaría, incluso a California, porque lo que hace un viaje inolvidable o un desastre es, en gran parte, la compañía.

¿Nos hacemos una escapada a Nueva York?

La canción, muy bien, a pesar de los virus. Y si estás deseando librarte de ellos, mándame alguno suavecito, que me apetece una semanita de vacaciones bajo el edredón, y hace 24 años que no estoy con fiebre en la cama.

Besos a montones, a ver si me pegas algo.

Anónimo dijo...

Al hilo de lo que dice Fant me vienen a la cabeza algunos recuerdos de LA.

El hotel Westin Bonaventure con sus ascensores externos donde rodaron Mentiras Arriesgadas (la escena en la que se supone que Arnold sube en el ascensor montado en un caballo) y su restaurante del lobby que nunca cierra. Mi mal dormir sumado al puñetero jetlag y al cambio de horas entre la Costa Este y la Oeste, me hicieron despertar a las 5 de la mañana, ducharme y bajar a desayunar sin mirar el reloj de la habitación.
Únicamente me di cuenta de la cagada cuando estaba esperando a alguien con quién había quedado sobre las 9 y eran las 6. Lo más curioso es que había algún grupo de turistas que empezaban a bajar para una excursión y que había tipos desayunando con el portátil encendido...

Recuerdo también otra cagada que pudo complicarme la vida. Debía devolver un coche en AVIS frente al LAX y no se nos ocurrió más que alojarnos en un Travelodge de esa zona, devolver el coche y volver andando al hotel puesto que tenían un servicio de shuttle que te llevaba al aeropuerto cada media hora y no nos apetecía andar con líos de coche por la mañana con maletas y todo eso. La zona de parking de las empresas de alquiler de coches es como ir andando de Colón a Alonso Martínez cada una de ellas, calló la luz del día y empezamos a cruzarnos con tipos de mala pinta (de esos que ahora llaman por aquí "bandas latinas") que nos hablaban en español como amenazando, pero sin el como. Creo que eso fue lo que nos salvó... que nuestra denominación de origen era España cañí y no gringos (a pesar del aspecto poco latino que debía ser una referencia para ellos)
Pero el acojone duró unos días.

Sin encambio me gustó mucho una zona (se me ha olvidado el nombre, lo juro) mexicana del centro de LA, cerca del teatro Kodak.

He vuelto a escuchar la canción y me sigue gustando. Procedo a buscar el original.

Abrazos en gran cantidad.

Wolffo dijo...

Creo que voy a proceder a no nombrar ciudades en mis posts para no encontrarme con esto de nuevo: yo no he viajado y me dáis mucha envidia y no puedo contestaros, además. Así que Fants, amigo mío, no sé qué decir más que gracias por este derroche que agradezco de veras y que me sirve para replantearme el viaje de Patagonia a Alaska que tengo pendiente en moto y que un año de estos, haré. Te avisaré por si estás libre. Abrazo.

Kotts, es tentadora la oferta, claro, pero tengo tanto pendiente... Sí que tengo curiosidad por los EEUU, pero he de viajar (o me gustaría hacerlo) muy a mi aire, en moto, o coche, sin plan de viaje y sin prisas. Cuando lo vaya a hacer, te digo lo que a Fants: te aviso por si estás available.

Foss, ya no sé cómo decir la envidia que me dáis los viajeros... eso, muchísima. Busca la canción, sí, que es soberbia.

Abrazos a mogollón.

Anónimo dijo...

Joder, no se me actualiza nada, ¡¡menudo retraso que llevo!!

Wolffo dijo...

Tú verás...

Anónimo dijo...

La nota cuantitativa del post anterior no la he entendido hasta ver las notas al pie de este. Enhorabuena, a pesar de la colitis.

La canción es magnífica, a pesar de la voz griposa, además será que el inglés es un idioma para tener algo en la garganta, pero está más logrado el acento.

No te doy un abrazo por si se pega, otro día, eso sí, mis mejores deseos de que te recuperes pronto.

Wolffo dijo...

La cuantitativa... es verdad, se me ha olvidado ponerla en el siguiente, y eso he de remediarlo as soon as possible.
La canción es maravillosa y creo que lo que ocurre es que esta es de esas canciones que más que cantarse, se interpreta, y el resultado es, así, mucho mejor.
En cuanto a la gripe, caray, sigo con el moco colgando, con perdón por la grosería, así que sigo siendo no apto para abrazos.
Pero bueno, el sentimiento llega, te lo juro, lin.