lunes, diciembre 28, 2009

blues de cuando se cierra el telón


Sin que nadie lo supiera, tal vez ni siquiera los mismos Ciclones, la historia de este grupo ha estado a punto de terminarse con este año. Hemos pasado algunas dificultades, de relaciones personales sobre todo, aunque también de carácter artístico, que han estado a punto de hacerme abandonar el grupo. A punto, de verdad. Lo cierto es que al final, he puesto en los platos de la balanza los pros y contras y he resuelto continuar con esta banda aunque, de verdad, el grupo sale tocado de esta vorágine que ha vivido. Es así como suceden las cosas y así hemos de aprender a sobrellevarlas, pero no dejan de ser dolorosas las decepciones. Al final, el poder de la música se ha impuesto al ámbito personal, porque haciendo música es como, de verdad, salgo adelante. Es cierto que la banda no es lo que yo pensé que era, y el nivel de implicación personal, y el artístico no está donde yo creía que estaba, pero es igual de cierto que el proyecto que, más o menos, tenemos en mente los cinco es lo suficientemente atractivo como para no tirar dos años de mucho, muchísimo trabajo (colectivo y personal) por la borda.
Dejando de lado las consideraciones personales que a casi ninguno os interesan, seguro, el año terminó, para los Ciclones, con un concierto en el Teatro Prosperidad que, si bien no estuvo demasiado concurrido (fueron 4 gatos), es cierto que los pocos que fueron, nos lo hicieron pasar en grande. Y eso que yo iba con muchísimas reservas porque tenía un enfriamiento de garganta terrorífico, que me impedía cantar, respirar y casi tenerme en pie, pero la verdad es que en una banda de rock, la teoría de las sinergias funciona de forma clarísima: es mucho más lo que ofrece el conjunto que la suma de los talentos individuales y así, lo que yo puedo ofrecer, individualmente, se diluye en el empuje del talento colectivo de la banda y, gracias a su arrope, pude resistir el concierto entero.
Traigo dos muestras. En esta primera, hacemos el blues del desamor por el blues y por el amor. No te quiero blues es un tema que, además del juego de palabras del título, es un juego de lo que nos gusta y lo que no nos gusta. La canción nos queda de fábula y aunque el sonido en estos videos es imperfecto (es el recogido por el micro de las cámaras), el tema funciona. Vaya que si funciona.



El segundo tema es otro de los grandes momentos de los conciertos de los Ciclones. Cuando Jose, nuestro inestimable bajista Mississippi Joe, se cuelga la guitarra acústica, me da a mí el bajo y se cuelga, también, la personalidad entera del gran Johnny Cash para cantar un temazo inmortal: Folsom Prison Blues. Es asombroso cuando Joe se pone en este registro, porque canta tan sobrao que parece que su caja torácica se duplica y el chorro de voz es el doble que cando canta otras cosas. Un figura, Joe. Miradle:



Bueno. Dos temas que llevan el blues en el título y en la historia que los empuja. Y un año, que finalmente termina sin terminar con nosotros. Eso es el blues. Dolor, sentimiento y seguir adelante. Que no pare la música. Que no pare jamás.

¡¡Feliz 2010 a todo el mundo!!




¡Hops!

jueves, diciembre 24, 2009

te diré porqué no te miro a los ojos

mirar
traigo otra vez este tema aquí porque me gusta mucho, porque quiero, porque quiero que Lorna lo mire y lo escuche de nuevo, y porque le va pintiparado al post de hoy. Además me costó mucho grabarlo como para no ponerlo unas cuantas veces más.



Y entonces, vas y me preguntas que porqué no te miro a los ojos cuando te cuento las cosas. Y quieres saberlo, y no te explicas porqué hablo sin mirarte cuando nadie más nos escucha y sólo me dirijo a ti y sólo te miro de reojo fugazmente para asegurarme de que no te has ido. Quieres saberlo. Te lo voy a contar.
A veces, mi querida Lorna, estás tan arrebatadoramente guapa que, literalmente, no soporto el sólo mirarte. Porque mis dedos irían derechos a tus sienes y recorrerían tu rostro de arriba abajo, colocando tu pelo tras las orejas, como dejando libre el camino a mis labios para atrapar los tuyos y contarte, en tan sólo un beso profundo y casi violento, de qué están hechos mis sentimientos hacia ti.
Si te miro a los ojos-pradera que luces esta noche, si dejo que su luz de mermelada me atrape en su dulce hechizo, puedes estar seguro de que esta noche no podría decirte una sola palabra. Si dejo que la promesa que encierran tus ojos me coma la oreja, si me dejo convencer por todo lo que sugieren a mi imaginación alada, tardarás poco en abandonar el plano vertical y te encontrarás tumbada con una tormenta de deseo desatada entre tus pies y tu barbilla; abandonarás el mundo de lo fenoménico y te abandonarás en el mundo de lo sublime.
Si te miro a los ojos y no media entre nosotros un mar violento y traicionero o mil guerreros sedientos de sangre, mis brazos te estrecharán tan fuerte que, antes de que te des cuenta, seré parte de ti y recibirás de mi el regalo de un amor entregado e irresponsable, que no se ocupa ni se preocupa de lo que vine detrás, y sólo está pendiente de lo mucho que te quiere dar ahora, hoy, en este preciso instante.
Si te hablo y no te miro a los ojos, Lorna, es porque no podría hacer las dos cosas al mismo tiempo. Porque estás tan guapa esta noche que balbucearía y mi habla sería torpe y atropellada y te daría una impresión peor aún de la que te estoy dando. En vez de verme tímido, me verías estúpido, mi amor, y no quiero parecer necio a tus ojos.
Y sobre todo, amor mío, si esta noche no te miro a los ojos, es porque no puedo apartar mis ojos de la forma en que la camiseta que me traes esta noche realza el espléndido, redondo, libidinoso y carnal contorno de tus tetas.


¿Es tan difícil de entender?

martes, diciembre 22, 2009

el buen decir, lo vulgar, el mal decir y los monólogos

… y digo, por terminar el año con una sana discusión, que no soy partidario del hablar por hablar y de los tacos mal dichos. Nada.
En el post anterior, en los comentarios, concretamente, se establecía entre Guiss, Buch y menda, una leve discusión acerca de la palabra “follar”. Yo admito que es la menos mala para nombrar el supremo ayuntamiento, pero eso no quiere decir que me guste.
Pongamos otro ejemplo: cagar. No nos tiremos de los pelos: hacer caca, hacer de vientre o de cuerpo, plantar un pino, deponer, defecar… o la misma mierda: caca, trullo, zurullo, deposición, hez/heces… El que cagar sea la menos mala no la convierte en buena. Suena ordinaria. Como follar.
En general, no me gusta el uso de los tacos, las palabrotas, o las ordinarieces en el habla de las personas (de la mayoría de las personas), porque en un noventa y cinco por ciento de los casos, obedece no a una elección por la palabra más expresiva, circunstancia común a muchos tacos –su enorme expresividad-, sino a que no conocen otro modo de expresar lo que quieren decir.
Fui educado en los años 60 y en esos años era de mal tono que los menores y las mujeres dijeran tacos. Los tacos eran una licencia reservada a los adultos, pero estoy seguro que entonces, como ahora, no sonaba igual la palabra polla en labios de Camilo José Cela que en labios de un hombre cualquiera en la barra de un bar. No es lo mismo oír decir a un hombre, con tono sarcástico “por los lomos de mi polla cabalgan ratas de a kilo” que escuchar “¡y una polla!” dicho cien veces en la misma media hora por la misma vulgar boca.
En este contexto, hay algunas cosas que no soporto, literalmente.
No soporto a la gente que dice demasiados tacos. No me gustan las personas a las que no se les cae la ¡hostia! de la boca, para las que todas las cosas son el puto algo o el puto lo otro, o dem los cojones o cojonudo o todo el mundo que hace algo mal es un hijoputa. No me importa que sean hombres o mujeres, pero la pobreza expresiva que denotan suele indicar pobreza argumental (cerebro poco estimulado y estimulante) y personalidad poco interesante.
Tampoco puedo soportar, me hace daño oírlo, a los niños que dicen tacos. Puede sonar un poco extremo, pero pienso que un niño diciendo ¡coño! o ¡cabrón! es un niño condenado a ser un zoquete. Me duele real y literalmente ver a algunos hijos de amigos o familiares (sí, amigos y familiares) expresarse así. Me da mucha pena que piensen que así parecen mayores y lamento profundamente ver a sus padres, como auténticos idiotas, riéndoles la gracia, condenándoles a una edad adulta sin el tesoro que es conocer bien y amar el idioma. Porque el lenguaje es, más aún que las matemáticas, una herramienta de pensamiento de la que nadie puede prescindir. Alguien que no sabe cómo llamar a las cosas, difícilmente podrá pensar en ellas de forma abstracta, ni preguntarse por su porqué. Padres que hablan a sus hijos sin cuidado de lo que dicen, sin darse cuenta de que lo que les dicen, y el modo en que se lo dicen se queda grabado en sus cerebros esponja que, caray, siempre asimila mucho mejor la vulgaridad que lo sublime.
Tampoco soporto los tacos como gracia, y es quizá por eso por lo que hay un género humorístico que me produce arcadas: el monólogo. Cada vez que tropiezo (en la tele, en un bar, en la radio, donde sea…) con un monólogo, me dan escalofríos. Su estructura cerrada, el tonillo de colegueo, la expresión corporal, la pobreza del lenguaje, el poco ingenio de la gracieta costumbrista, la vulgaridad del 99% de los monologuistas (¿se pasan unos a otros los chistes de moda? ¿hay un banco de chistes en Internet donde se nutren todos ellos?) me deprime. Y lo que más me deprime, de largo, es ver a la gente reír ovina, lanarmente, sin ningún sentido crítico. Para mí que el proceso mental general es una especie de aletargamiento inducido: hemos venido a reír, así que, vamos a reír, independientemente de lo que diga el pollo. O la polla.
En los programas de televisión “de autor”, por uebos se ha impuesto el que el presentador empiece el programa con una intervención a calzón quitado, un pequeño monólogo que suele ser penoso. Yo, por ejemplo, no soy un admirador, precisamente, de Pablo Motos, pero admito su capacidad de hacer un programa que, aunque a mí me estomague, reconozco que tiene gracia y (tuvo) originalidad. Ahora bien, si escuchas con un poco de cerebro su intervención al principio del programa, te darán ganas de disparar repetidamente contra el televisor.
El cien por cien de los monólogos aporta tacos dichos en crudo. Y la gente se ríe más si un tío dice, dejando silencio antes y detrás, para que el taco suene como una detonación: ¡por los cojones! Por lo visto, eso es gracioso.
El colmo de la vulgaridad fue una especie de reality que ponía la Sexta, creo, en la que se enseñaba a gente sin gracia, por gente que tenía menos gracia aún (¿o es que el tal Flo es maestro de algo?) a hacer un monólogo gracioso. No vi nada de ese programa, pero para no meter demasiado la pata, acabo de ver un monólogo de Darek (sólo he aguantado la primera parte) de ese programa. Miradlo. La gente se ríe. Aunque a lo que mueve es a la pena, a una profunda pena por este país tan netamente idiota en el que vivimos. Bueno, no es este país, sino casi todo el planeta, seguramente, pero eso no consuela nada, sino todo lo contrario.
Vale lo mismo para esto: una experiencia lamentable. Enseñarle a hacer un monólogo a Paquirrín, aleccionado por dos maestros (¿?) como Ángel Martín y Dani Mateo (¿Mateo, Mateos…?). El resultado es desolador. He tenido que tragarme media hora de presentación que es de traca. Bueno, si alguien tiene estómago, que se salte lastres primeras partes de “Desmontando a Paquirrín” y vaya directamente a esto. No tiene ni puta gracia, pero es revelador.
-.-
Se me ha ido la fresa. Iba sobre el lenguaje, y he acabado con los monólogos. Pero es que resulta chocante que en un género en el que la herramienta principal es la palabra, resulte que sus maestros cultivadores sean semejante panda.
En fin, que termino el año quejándome, que es mi estado natural, y deseando (también es mi estado natural, el deseo) que el año que viene os vaya genial y (deseo egoísta) sigáis por aquí.

Venga.

martes, diciembre 15, 2009

¡Ríndete!

Soldier of love

Conocí este temazo de Arthur Alexander por los Beatles; de hecho esta es una versión de su versión. También han versioneado este tema los fabulosos Pearl Jam. Alexander escribía canciones demoledoras y muy melódicas. Además de esta, los Beatles grabaron otra maravilla suya Anna (Go to him) y los Stones hicieron otra pieza maestra, You better move on en su primer o segundo disco. Me encanta el dueto de guitarra y bajo en la intro de la canción y el juego de voces constante en la canción. La melodía es irresistible y la letra... fantástica. Hay una canción de los pedorros Olé-Olé que se llama igual que esta, pero es una mierda pinchada en un palo en la que Marta Sánchez gemía antes de que aprendiera a cantar (tampoco es que haya aprendido mucho, pero ahora, por lo menos, no ofende su forma de cantar). Bueno, lo gracioso de esta versión mía es que la he grabado con dos pistas de Grettel, pero ninguna de ellas enchufada al ampli. En la guitarra rítmica he tocado la guitarra al aire, recogiendo el sonido con un micro y en la pista de guitarra solista, la he echufado directamente, sin pedales, sin ampli, al ordenador y tiene un sonido absolutamente maravilloso. Adoro mi guitarra nueva. Bueno, a ver si os gusta.

Te miro y no me decido.
El camino está libre, el campo abierto no parece tener trampas y todo me dice: ve a por ella, pero… No sé qué ocultas, pero sé que no es tan fácil conquistarte como quieres hacerme ver. Me sonríes, queda, sexual, curvilínea, desnuda y me haces gestos casi obscenos. Pero es difícil tirarle los tejos a tu profesora de Historia, tirarle los trastos a la Peral. Se llama Nieves y no es, ni mucho menos, tan guapa como Lorna, pero con eso de ser mayor y ser profe, nos tiene a todos locos. Tiene unas piernas muy bonitas y tendrías que vernos a todos lo torpes que nos volvemos en sus clases, sobre todo cuando viene con falda, que no hacen más que caerse los bolis y lo poco que tardamos en agacharnos a recogerlos y lo mucho que nos cuesta levantarnos, como si tuviésemos todos reúma, como dice el abuelo de Buch. Y todo, fíjate tú qué tontería, por ver si le vemos las bragas. Bueno, pues me ha sacado a la pizarra la Peral y me ha puesto nerviosísimo. No es que no me supiera lo que me preguntaba, que no me lo sabía, como es normal, sino que me pone muy nervioso la forma que tiene de jugar con nosotros. A ver si me explico. Yo soy de esos zotes que no se callan ni debajo del agua. Bueno, sí, me callo delante de Lorna, pero nada más. Cuando me sacan a la pizarra, da igual de lo que me pregunten, si he estudiado o no, o si tengo algo interesante que decir acerca del tema: yo hablo. Exactamente igual que si no tengo nada que decir acerca del tema. Hablo. A veces da resultado y acierto con lo que hay que decir. Generalmente, no, esa es la verdad. Bueno, pues la Peral me ha preguntado sobre Al-Andalus. No es un tema que me apasione, precisamente, si me hubiese preguntado sobre algo que salga en las películas, bueno, tendría de qué hablar. La segunda guerra mundial, por ejemplo. Te puedo hablar horas. Pero el tema era Al-Andalus. Pocos temas hay tan desdichados como ese, estarás de acuerdo conmigo. El caso es que yo he empezado con mis cosas.
- Sí, Al-Andalus… esto… sí, es lo de los árabes, sí, espere, que lo tengo en la punta de la lengua… Bueno, todos sabemos que los árabes hacían unos jardines preciosos, ¿no?, porque, en fin, es muy árabe lo de la naturaleza y todo eso…, no como los romanos, que eran más tipo militar, o los griegos, todo el rato filosofando, o los japonesess, con sus ordenadores en miniatura… ya se sabe, los árabes, más en plan naturaleza y que el agua corra por todas partes y haga ruido… esto…
Imagínatelo. Yo soltando mi rollo patatero y la Peral mirándome con esos ojos grandes, como de vaca tristona, con cara de que le parecía interesantísimo todo lo que yo decía. Pero lo peor, fue que se puso así, sentadita, mirándome fijamente, como muy interesada y ¡zas!, cruza las piernas y empieza a tocarse el escote, jugueteando con el botón crítico, el tercero de la camisa, el botón fatal, el botón misterioso, el botón-botón. Qué mala persona, la Peral, qué nervioso me estaba poniendo. Ella abrochando y desabrochando el botón y yo en plan, pero bueno, no es que los árabes se dedicaran solo a hacer jardines y canalillos,
- ¿Canalillos, Wolffo…?
- Sí, canalillos de agua, claro… - y yo me imaginaba su canalillo con un chorrito de agua y me volvía loco.
- ¿Algo más, Wolffo?
- Sí bueno, eran unos guerreros muy temidos y también hacían mezquitas, que es como las iglesias, pero que tienen una zona para limpiarse los pies, qué curioso, ¿verdad?, limpiarse los pies, estos tíos… pero, ejem, bueno, en fin… creo que eran más importantes sus espadas que eran así, como en curva y que tienen un nombre que no me acuerdo, y lo que son los trapos esos de la cabeza, turbantes, creo, que podían ser blancos o de algún color…
- Todo eso suena muy interesante, Wolffo, de verdad, pero ¿tienes algo que decirnos sobre la organización de las ciudades en Al-Andalus…? – se estaba riendo de mí, la hijaputa, pero yo me sentía raro, muy raro
- Pues, el caso es que me estoy encontrando fatal, señorita Nieves, si no le importa… - dije yo señalando a la zona de pupitres- casi me voy a sentar, estoy como un poco mareado
Pocas veces he pasado más vergüenza, de verdad. Me senté abochornado mientras la Peral pedía a June, que es listísima y siempre se lo sabe todo, que saliera ella y que nos hablara de Al-Andalus, y añadió, entre risas exageradas de toda la clase, que omitiera las referencias a los jardines y los turbantes, que eso ya lo había explicado yo muy bien.
Ja, ja, ja, maldita Peral, tienes la gracia en el culo, perdona que te diga y todos los que os reís, apestosos cobardes, os veréis las caras conmigo en EL Gran Combate Final, donde os estaré esperando con mi espada en curva y mi turbante anudado al antebrazo, orgulloso y bello, con el mentón alto y mis músculos brillantes por el sudor, porque es verano y hace mogollón de calor, y no os perdonaré a ninguno, excepto a Buch y a Lorna, que son aparte, y tú, Peral de las narices, sin botoncitos con los que ponerme nervioso, porque serás vieja y arrugada y tus tetas serán como dos trapos, me implorarás, me suplicarás clemencia y yo, que en fondo soy un buen tipo, te perdonaré pero seguro que se me ocurre algo gracioso (eso espero, joé) que decir con mi voz atronadora que haga que todo el mundo se ría de ti como hoy se han reído de mí, que ninguna falta hacía que se rieran así, porque lo que has dicho no eran tan gracioso, listilla de las narices.
Y fue así que en el Gran Combate Final viniste a mí, Peral, con los brazos en guardia y los senos erguidos, y como no se me ocurría nada gracioso que decir, de un certero pollazo, te bajé los humos, te hice desistir.
Querrá usted decir de un pullazo. Refiriéndose a un golpe verbal, en el clímax de la elocuencia, ¿no?
No, señora, me refería a un golpe de verga, a mi célebre mi pollazo liftado.
No lo sabía, disculpe usted. Continúe, continúe…
Bajaste los brazos, decía, y te hice el amor sin nada de cariño, así que tal vez no debería decir “hacer el amor” sino lo otro, con efe, eso que suena más basto.
¿Follar?
No, mujer…
¿Fornicar?
No hija…
¿…?
Facer el amor.
Vaya.

Aun así, sin nada que decir, todo te lo digo. Añoro de ti tu piel y tu risa; el modo en que te enfadas y tu forma de correrte; tus besos y tus silencios, tus pasos y tu miel. No estoy seguro de que, en realidad, te hayas rendido, aunque te muestras a mí desnuda y sonriente con los brazos bajos. Ámame pacíficamente. Usa tus brazos para amarme, es así como tiene que ser. No hay razón alguna para que le declares la Guerra al que más te desea. Olvida a los demás, mi amor es real, sal del campo de batalla. Baja los brazos y ámame pacífica y tiernamente. Usa tus brazos para estrecharme y olvida las armas con las que me hieres tanto porque, nena, no lucharé ya más.

Y... si no te rindes, ya lo sabes: me rindo yo.

viernes, diciembre 11, 2009

Se abre el telón...

El caso es que, al fin, vamos a tocar en un teatro y espero que todo salga genial. Yo era partidario de no hacer este concierto, pero Los Ciclones somos 5 y el equilibrio de fuerzas estaba 3 a 2, de modo que tocamos. Y una vez tomada la decisión, no hay medias tintas: los cinco vamos a muerte.
Por primera vez, eso, tocamos en un teatro, como cartel único de la tarde y además, hay que pagar, nada menos que 10 pavos para vernos. Me da nosequé pedir al personal que vaya a verme y que se gaste la pasta, así que no lo haré, pero eso sí, os aviso y que molaría veros por allí.
Para quien nos haya visto este verano, el repertorio es básicamente ( y sin básicamente) el mismo, así que no hay novedades salvo, a quien le gusten estas cosas, ver y escuchar a la nueva componente de los Ciclones: mi dulce Grettel en acción.
También es posible, aunque no confirmado que una preciosa cantante que tuvo su momento de relumbrón y que sigue esperando su momento de golpear de verdad las listas, se suba al escenario con nosotros y se marque una pieza a pachas. Uno de los clásicos que abordamos.


En fin los datos son:
Sábado, 19 de diciembre de 2009
a las 21:00h. en el
Teatro Prosperidad
c/ Mantuano, 29
Metro Concha Espina y Cruz del Rayo (línea 9) y Prosperidad (línea 4)
Bus: 1, 9, 29, 52, 73


¡NOS VEMOS EN LA PROSPE!

lunes, noviembre 30, 2009

En ocasiones, maldito Buch, tienes buenas ocurrencias, vive Dios


Llegué a la Abadía Das d’Esperhaus, en la falda sur de la montaña, poco después de nona, pero no tan tarde como para perturbar el normal funcionamiento de la abadía. Para completas ya estaba perfectamente instalado y no necesitaba nada, absolutamente nada. Entonces, decidme, ¿qué hacía el hermano Buch Anclosiano, el ecónomo, susurrando oraciones intempestivas en el pasillo de las celdas de los huéspedes?
Esperé en silencio paciente, sin siquiera deshacer mi equipaje, pues suponía que el hermano Buch habría de acudir al oficio de Maitines Laudes, el de media noche, que oficia los jueves con socarrona piedad y buen tino Fray Bhar Riggha, el hermano cocinero, siempre con un lamparón de grasa en su desgastado hábito. Es sabido que aunque es un oficio voluntario, asistir en esta abadía tiene un carácter veladamente obligatorio, y el uso en Das d’Esperhaus es asistir, o prepararse para un incómodo interrogatorio a la mañana siguiente, Dios mediante. También es sabido que, aunque no está así escrito, al hermano cocinero le gusta un acompañamiento somero al órgano para su especial oficio, y elige normalmente para esa misión al ecónomo, pues dicen, yo no me atrevo a juzgar a mi prójimo, por ignorante, en el divino arte musical, que fray Buch es un buen organista. Me cuesta creerlo mas, bien sabido es, es nuestro trabajo creer en cosas que son difíciles de demostrar de forma experimental.
Salí, pues, de mi celda, cuando calculé que se habría ido el odioso (Dios me perdone) Buch con el objeto de acercarme a la desprotegida cocina. No se oía el demoníaco gorgojeo que emite fray Buch cuando reza, y el pasillo estaba expedito. El aroma de viandas recias y sensuales era tan intenso que, si no hubiera conocido de sobras el camino, el olor a panceta, nabo y garbanzos hubiera bastado para dirigirme a la cocina. Hoy los monjes, malditos cabrones en Cristo, se han puesto las putas botas al comer. Dios mío, cómo huelen los manjares que voy a robar…
Entro en la cocina, grande, cálida, llena de vida, vacía de personas, y me estremezco al pensar en el festín con el que voy a empujar a mis atascadas arterias a un síncope por exceso de grasas y sal, pero prefiero un día de dolor a ciento de malsanas privaciones. Pan blanco y de semillas, panceta, chorizo, nabos y grelos; patatas y aceite frito, caldo de gallina y garbanzos gloriosos; carne hilada de ternero macho y fuentes de verduras cocidas; cabeza de jabalí y polla de toro al aroma de eneldo y salsa Perrin’s. Todo me lo voy a comer y nada quedará a estos monjes lujuriosamente obesos.
Estoy frotándome las manos y aspirando el pecaminoso aroma, a modo de aperitivo, cuando oigo unos pasos inesperados que perturban mis planes pantagruélicos.
Me escondo en la despensa, tras los sacos de harina, un lugar desafortunado, advierto cuando es demasiado tarde, pues está plagado de ratas de blancos bigotes.
Es el maldito hermano Buch, que lleva de la oreja al desdichado hermano Plúmbeo Ibam, el joven y despreocupado (hasta hoy) ayudante de cocina de Fray Bahr al que, tiene toda la pinta, va a someter a una humillante reprimenda.
El joven Plúmbeo apenas levanta cinco pies del suelo y fray Buch le lleva de puntillas, cogido por el lóbulo de la oreja y recitándole salmos apócrifos en latín clásico y burlón. Entran en la cocina y el hermano Buch, sumamente cabreado, le hace abrir el cubo de los desperdicios y meter la mano.
- Vamos, ingrato, ¡saca una maldita monda de patata al azar!
El pobre Plúmbeo, que no se atreve a rechistar al ecónomo, saca una monda de patata y la enseña al súbitamente feliz hermano Buch.
- ¡Qué hermosa, verdad? – dice dulcemente, confundiendo al desgraciado monje capullín-. Casi dan ganas de comerla, ¿no te parece hermano? ¿No es hermoso que Dios, en su infinita bondad, haga que nos parezca hermosa esta monda de patata?
- Ciertamente, hermano, lo es… - dice fray Plúmbeo, animado por la inesperada suavidad que parece tomar la conversación – es una monda rabiosamente bella y hermosa –dice, ya francamente animado-, tanto que…¡no sé que hace en la basura, ja ja ja…! –ríe confiado e infeliz, hasta que el alarido del hermano Buch hace temblar los cimientos de la abadía.
- Entonces, pequeño hijo de la gran puta de Jerusalén, ¿quieres explicarme por qué cojones has tirado la puta monda a la basura? ¿Quién eres tú, pedazo de la peor mierda de la peor vaca, para decidir qué es lo que se tira y qué es lo que se come? ¿Acaso, maldito gilipollas tragalefas, pagas tú las patatas, chupando pollas a los mercaderes, o cediendo tu ano rojo y desdichado para que te lo rompan con sus pichas infectadas? ¿en virtud de qué jodido mandamiento, chapero indigno, aliento de glande, te ves con derecho a tirar esas gloriosas mondas a la basura en lugar de cortarte los huevos de cerdo moribundo que te cuelgan entre las piernas y dejárselos a los cuervos?
Podría contarlo de muchas maneras, pero resumamos: Fray Plúmbeo se echó a llorar. Lloró desconsoladamente por espacio de diez minutos y luego hizo amago de arrodillarse para besar los pies del hermano ecónomo, pero éste le despreció con una bonita patada con efecto que hizo saltar una muela al joven freire.
- Cocinarás para mí y aprenderás algo importante esta noche.
No asintió. No contestó. Pero ni siquiera las ratas más descreídas que vivían detrás de los sacos de harina dudaron un segundo de que el hermano Plúmbeo obedecería a fray Buch sin atreverse, si quiera, a rechistar. Tal era la majestad de Fray Buch.
- Seguro que ibas a tirar los restos del cocido, ¿verdad? ¿Cómo puedes ser tan necio? Los que sabemos destos menesteres, hacemos cocidos sobrados para deleitarnos en las recocinas de este plato maravilloso y divino. Es conocida la Ropa Vieja; menos conocida, pero no menos celebrada por quienes tienen la fortuna de haber leído “Tiembla, cariño, hoy cocino yo” de Wolffo, es la feliz receta “Ropa Hueva: lo que va de un cocido sobrao a uno huevón”. Pero tú, despojo humano, estás aquí hoy. Aunque creas que es una desdicha el estar aquí y ahora, te equivocas, meaesquinas: te voy a instruir en el arte de la cocina aprovechaticia y creativa: sin nitrógeno, sin espumas ni reconstrucciones, pero con talento por arrobas y con un par de pescozones que, reconócelo, gañán, te has ganado.
“coge de la despensa una cebolla de tamaño medio (diez veces tus ridículos cojones) y del corral trae seis huevos;
“pela la cebolla, córtala a la mitad y apoyando el lado liso en la tabla, corta en finas tiras semicirculares; llora como corresponde a un mequetrefe pichafloja como tú. Enciende una sartén y échale un chorrito de aceite y pocha esa cebolla con paciencia y un poquito de sal. Tapa y espera:
“mientras se pocha la cebolla, casca y bate esos seis huevos en un bol grande y reserva; coge los restos de carne del cocido (morcillo, gallina, chorizo, morcilla, panceta, tocino…) y la cortas en trocitos pequeños y reservas; cuando esté la cebolla, la añades al bol;
“en la misma sartén, echa otro chorrito de aceite, aborto de fraile, y demuestra que tienes la cabeza para algo más que te la follen obispos agarrándote por las orejas, echando en el aceite caliente los garbanzos, patatas y la carne y lo fríes todo junto a fuego vivo hasta que salga costrilla;
Añádelo todo al huevo con cebolla y revuelve y machaca durante un rato. Corrige de sal y procede a hacer la tortilla como la hacía tu madre… no, desgraciado, tu madre no hacía tortillas, era tortillera y puta, ahora que me acuerdo. Bueno, pues procede, gilipollas: haz la tortilla, monje estúpido y horadado por mil curas salidos, como la hiciera el revientaculos abrazalmohadas que vivía con tu padre. O como si fuera una tortilla de patatas.
Llamo a esto la Tortilla del Obispo, porque es esto, y no otra cosa, lo que hago yo para congraciarme con los obispos. Tú les sirves de letrina, yo, les hago felices guardando mi honra.


Entonces, drogado por el olor de la tortilla del obispo, salí de mi escondite, para felicidad de las ratas de blancos bigotes.
- ¡Hermano Buch!
- ¡Hermano Wolffo, hermanito…! – me miró como se mira a un hermano pequeño- ¿Qué haces aquí de nuevo?
- Se trata de él. De papá.
- ¿Por fin ha muerto? –preguntó esperanzado
- Ojalá –deseé-. Se ha vuelto a curar.
- Mierda.
- Sí, mierda… - señalé la tortilla- ¿puedo…?


(y comimos como dos putos obispos)

viernes, noviembre 20, 2009

Grettel, mi nuevo y tortuoso amor.

A New England - Wolffo y Grettel (A New Gretsch)


Adoro esta canción de Billy Bragg. Desde la primera vez que la escuché, me pareció grandiosa; fue en un programa de Radio 3, en el año 84, dedicado a versiones, pusieron la entonces pujante y exitosa de Kristy MacColl, que me gustó, y a continuación, la original: más cruda (sólo guitarra eléctrica y voz), más potente y claramente superior. La canción toma los dos primeros versos (tenía 21 años cuando escribí esta canción, ahora tengo 22 pero eso no durará mucho) de la preciosa canción de Simon & Garfunkel "The leaves that are green", lo cual es ya una referencia de gusto del tomador. Me mola, también,, la letra del estribillo: "No pretendo cambiar el mundo, no intento descubrir la nueva Inglaterra, sólo estoy buscando otra chica"Así que he elegido este tema para inaugurar esta maravillosa guitarra que se estrenará oficialmente en Rascafría, en un concierto con los Ciclones el próximo 28 de noviembre. A ver si os gusta este tema. En mi canal de YouTube se puede ver en HD, y mola más.


Te puede pasar a ti (historia de una chica fácil)
El sábado, Wilco, el batería de los Ciclones, se llevó mi vieja Epiphone a arreglar, puesto que (una vez más y van... estoy sin coche); durante el ensayo, de manera inoportuna, me había estado fallando el conector de entrada, interrumpiendo la señal de manera irritante. Me llamó Wilco el mismo lunes desde el taller que hay junto a su casa, diciéndome que el tipo le estaba diciendo que había que cambiarle todo lo cambiable y que la factura podía superar los 300€. Así que le dije que ni se le ocurriera dejársela, que iba a recogerla al día siguiente y que la llevaría a AGL, la tienda donde compro siempre las guitarras (la Epi entre otras) para que me la miraran allí.
Efectivamente, el tío (Alberto, el dueño) la miró, remiró, cambió un par de tornilluelos, apretó otros dos, le echó nosequé liquidillo al conector, limpió un poco alquí y acullá y la dejó lista; le dije que cuánto le debía y me dijo que nada, pero, antes de que me marchara me dijo:
- ¿Tú no estabas ahorrando para comprarte una Gretsch?
- Sí, una White Falcon - le dije.
- Espera, no te vayas que te voy a enseñar una cosa - me dice el tío.
Y aparece con una preciosa Gretsch G3150 Streamliner Roja, de las Historic Series, marcada en 1.600 pavos. Un guitarrón (en tamaño y calidad) de verdad.
- Mira, Carlos Goñi (el de Revólver) se llevó la otra que tenía ayer.
La miro y, efectivamente, una pasada de guitarra, roja, gordita, grandullona y con otra etiqueta en la que pone: "Fuera de Stock - 1.600€ (tachado) - Oferta 500€"
- ¿Eso es verdad? - le digo - ¿está rebajada de 1.600 a 500 euros?
Y me cuenta la historia: Tenían dos guitarras como esta, hace años (el modelo está descatalogado desde hace 4 o 5 años) que dieron por perdidas o robadas y que el sábado pasado, haciendo limpieza del almacén por la tarde, encontraron en sendas cajas de guitarra acústica marca Stagg (una marca europea de guitarras económicas: Bluessy, mi vieja guitarra azul es una Stagg); así que llevaban allí ocultas desde hace años. Las revisaron, comprobaron que todo estaba bien y el lunes las pusieron en exhibición. El mismo lunes, al parecer el Goñi se pasó y se la llevó puesta. Quedaba esa. Un guitarrón de 1.600 pavos a 500.
- ¿Puedo probarla? - le digo
- Claro - me dice, y me la enchufa en un ampli (un Fender corriente de transistores, Fen de Mier, como los llama eMail) y me pongo a meter ruido en la tienda. Me acuerdo de lo que me contó Guiss: en una tienda de Valladolid de guitarras hay un cartelito que pone "prohibido probar las guitarras con Smoke on the water". Así que no toco Smoke, claro. Toco cosas más acordes al espíritu de la guitarra: rock and roll, Beatles... y mis porpios temas, por si se da la casualidad de que entra un superejecuta de una disquera. Pero ná. El sonido limpio de la guitarra es increíble. Redondo en la pastilla del mástil y afilado y cortante, pero contundente, en la del puente. Ambos, llenos de color y plenos de energía. UN sonido profundo y amplio a la vez, a guitarra pura, una pasada. Se toca con mucha facilidad y me explica Alberto algo acerca de los imanes de las pastillas (nosequé de que no suben y bajan como las humbucker de las Gibson, sino que siempre están nosecómo...) de lo que no entiendo una puta palabra, pero que debe ser genial. Que son pastillas de las guays, que ni siquiera las Gretsch actuales llevan ya esas pastillas, porque son mucho más caras (y robustas) que las que montan ahora.
Total que le digo:
- Alberto, no llevo la pasta encima, pero te dejo una señal y vengo mañana a por ella.
Y fui. Anteayer por la tarde, a última hora, salía de AGL Musical, la mejor tienda de guitarras del mundo, con mi flamante, preciosa e imponente Gretsch G3150 Streamliner. Y ayer por la mañana, entre guión y guión, enchufé la guitarra y el micro y me coloqué entre la cámara de video y la de fotos y grabé de una toma (toqué el tema dos veces seguidas, esta es la segunda toma, combinando al 50% las dos pastillas) este tema. Bueno, ahí tenéis, sin trampa ni cartón, el sonido, en crudo, de esta maravillosa guitarra. Bueno, el sonido que recogen las cámaras que es un poco más crudo, menos brillante que el real, pero se aproxima. Si te gusta el sonido de la guitarra eléctrica, y no el que consiguen los procesadores de efectos, apreciarás este sonido limpio y pujante. Un sonido al alcance de pocas guitarras, pero que esta complaciente y gordita piel roja americana, que se deja hacer de todo, consigue emitiendo sonidos celestiales. Como todas mis guitarras, ya tiene nombre: es Grettel, mi nueva y sinuosa amante. Con permiso, faltaría más, de Lorna Cor a quien, debo decirlo, le encanta esta guitarra.


¿No es una pasada?

miércoles, noviembre 18, 2009

Un amigo inesperado

Salgo, de noche y sin más equipo que unos ropajes decididamente inadecuados y mi teléfono móvil para escuchar la radio a caminar. Es un peligroso periplo y me encuentro cada dos por tres con indeseables elementos de la banda nocturna de aquí, Los Amos de la Noche, que, de momento, me dejan en santa paz. Pero al cruzar nuestros caminos nos desafiamos con la mirada y no parece impresionarles en absoluto mi tamaño; piensan que, aun siendo ellos netamente menos robustos, me superan en agilidad, velocidad, juventud, malas artes y flexibilidad y, sobre todo, en eso que tienen los malos y que no tenemos las buenas personas: ellos no tienen nada que perder y sienten un total desapego por la vida y, cuando pelean, lo hacen a muerte, sin pararse en barras, sin miedo a hacerse daño, y eso les distingue de nosotros. También les distingue de mí que pesan 10 veces menos y que son gatos.
Camino a un ritmo endemoniado (un poco más fuerte cada día) y tomo una cadencia que me obliga a regular la respiración, sobre todo cuando, como sucede a menudo, el camino se empina y la subida te frena el ímpetu, como si fuera un bofetón de realidad. Estos últimos días, a ratos sueltos, abandono el enérgico caminar para someter mi obesa anatomía al leve castigo de algo que, si bien sería exagerado llamar carrera, podríamos denominar trotecillo cochinero, pues es a un puerco trotón a lo debe asemejarse mi oronda figura cuando levanto los pies del suelo y dejo que mis kilos se balanceen de diestra a siniestra con plúmbeo gracejo hasta que noto que empiezo a cansarme y me dejo llevar, levanto el pie del acelerador y abandono el trotecillo para volver al andar enérgico.
Al pasar por las zonas no urbanizadas se ve el suelo tierno completamente hozado por los jabalíes en busca de trufas y raíces y eso, de noche y a pie, me da más respeto que gustito. Se ve (y se oye) a los búhos o lechuzas, no sé qué es lo que hay por aquí y sé de las miles de ardillas que pululan por aquí: cada noche, al menos, veo un par de ellas aplastadas por los coches. Porque. de vez en cuando, un coche, un humano despistado que conduce por estos lares, pasa trepidante junto a mí y las más de las veces me ignoran, pero también se da el caso de los que me pasan rozando más por dar por culo que por necesidad, porque la avenida es grande y no hay, nunca, más de un coche cada cuarto de hora.
Bien, eso es solo para contaros lo que me pasó con él.
Yo vivo casi en lo más bajo del cerro que da nombre a mi urbanización, muy cerca el embalse; salgo y voy avanzando por las calles describiendo grandes ochos hasta que llego a la parte alta del cerro; recorro ésta de sur a norte y desando mi camino. El total es unos 100 minutos de ándale, ándale.
Ayer, cuando hacía la parte alta del cerro, pegado a la izquierda de la calzada, noto una presencia silenciosa. Miro de reojo, pues no quiero parecer nervioso, y la presencia se hace sombra en movimiento. Avanza paralela a mí, a unos 5 metros y a la misma velocidad que yo, más o menos.
Es demasiado grande para ser un gato. Pero su andar es gatuno. Demasiado ligero para ser un perro y demasiado silencioso, elegante y no sé, demasiado… ¿salvaje? Es de color pardo, pero ya se sabe, de noche… solo que éste no es un gato. Me detengo.
Él se detiene también. Es un precioso zorro. Me acerco a él para intentar fotografiarlo con el teléfono. Él parece esperar, pero baja la cabeza sin dejar de retarme con la mirada. Me acerco a unos dos metros, dos y medio, tal vez. No más.

Después de un rato, parece perder el interés y se da la vuelta, deja la calzada y empieza a adentrarse en el campo. Entonces le llamo.
- ¡Eh…!
Y él, asómbrate, se detiene. Está un rato parado, como ignorándome, parece decirme con su lomo que no me teme, pero que no le resulto estimulante. Está a unos 15 metros de mí y apenas le veo. Pero vuelvo a llamarle.
- ¡Mira…!
Y el tipo, se vuelve displicente para ser retratado por segunda vez, pero esta vez, apenas se le distingue.
Después de tirar la foto, le digo, puesto que parece escucharme:
- Mañana nos vemos, ¿eh?
Pero él, sin contestar, simplemente se da la vuelta y, en silencio, se va.

(me gusta vivir en el campo)

miércoles, noviembre 11, 2009

Y entonces, llegaste tú.

Till there was you (canción para Mahomal)

Yo tenía una amiga que tenía un novio que tocaba en un conjunto de Rythm&Blues. A mí me daba mucha pena no poder tocar en un conjunto así y empecé a montar un grupo con la idea de hacer versiones de los Beatles. Esa amiga amiga me dijo un día, "mi preferida de los Beatles es..." y no se acordaba del título. Pero me la tarareó y yo me dije, "cielos, he de aprendérmela". Y me la aprendí. Eso debió ser hace unos 18 años. Desde entonces, cada vez que toco este tema, me acuerdo de ella, mi amiga Mal, conocida por estos lares como Mahomal. Y tengo ganas de que un día, esté ella delante cuando la toque. Hasta entonces, la he grabado, deprisa y corriendo, a ver si le gusta así. Es una vieja canción del musical The Music Man que los Beatles interpretaron con especial gracia y que yo me encargo de jorobar con mi gracejo, también. Para bajarla, como siempre, en el título.


Me parecía bien, ya sabes, no hacer caso a nadie, y pasar las clases dormitando, dejando que el sol invernal de medio día, filtrado a través de la ventana, me calentara el cogote, y las palabras monótonas del profesor me sirvieran de nana. Me parecía bien que nos dejáramos en paz mutuamente: yo no les molestaba y ellos se limitaban a catearme y a ignorarme y todo iba bien.
Me parecía bien que el mundo fuera como era, despreocupado, lento y tranquilo y que las cosas como jugar al baloncesto, tirar petardos, pelearnos con los del barrio del otro lado de la avenida y fastidiar a las niñas pijas fueran sólo importantes cuando estaban sucediendo, sin hacernos perder el tiempo pensando en ello mientras hacíamos otras cosas. Mientras vivíamos.
Estaba de acuerdo en eso de que vayas tirando mientras no te pillen, y apechugaba de buen grado si el Judío me pillaba robándole pipas, o el Porky me pillaba copiando en sus aburridísimos exámenes, o cuando el padre Manolo me daba un pescozón porque me pillaba mirando embobado a la mujer que le limpiaba, mientras tendía sus sacramentales ropajes. Aceptaba, incluso, sin protestar demasiado las protopalizas de mi padre cuando volvía achispado a casa y yo no sabía callarme y presumía de ingenio y él se cabreaba y me daba y sólo me hacía daño de verdad cuando me hostiaba de revés con la derecha, y el sello ese que tenía en el meñique siempre me hacía sangre y me picaba mucho.
Si reponían una de los Beatles, Let it be debimos verla unas quinientas veces, en los Dúplex, o el programa doble Quadrophenia-The kids are alright, o Tommy, o cualquiera de esas pelis musicales que nos gustaba ver, simplemente, íbamos y sabíamos que en el cine seríamos 20 o 30 a lo sumo, y cantábamos en voz alta y nos creíamos de puta madre porque a las chicas y a los bobos a los que no les gustaba la música se aburrían. Y luego volvíamos en el metro cantando en voz alta las canciones y éramos los dueños del mundo.
El mundo era sencillo. Vivir era fácil. A veces era divertido, a veces dolía, a veces nos aburríamos, otras veces los días pasaban sin más historias, pero no era difícil vivir.
Hasta ese día, ese maldito día; el día en que llegaste tú.
Estábamos, como siempre, sentados en los bancos enfrentados (el dúbel) metiéndonos con Pinto o con Luis y su perro Ringo, que no sabía hacer ni una puta gracia: ni sit, ni dame la patita, ni corre a por ese palito, ni nada. Era un chucho infecto y todo su repertorio de cosas graciosas se limitaba a lo que cáusticamente, llamábamos el Ringazo: te miraba con cara de bobo, ladeaba la cabeza, arqueaba el lomo, levantaba el rabo y tiraba unos pedos asquerosos mientras emitía un extraño y nada tranquilizador aullido. Luego se perseguía el rabo, dando vueltas en círculo, hasta que se cansaba (afortunadamente pronto, era un perro estúpido, pero vago) y se tendía, exhausto, a nuestros pies.
Estábamos en una de esas, dando por culo a Luis con lo estúpido que era su perro, porque era divertido ver lo mucho que se mosqueaba con esas cosas. Llevaba todo el día un camión de mudanza llenando un piso de mi portal con cantidad de muebles y cajas y cosas como lámparas y eso y de repente, un 1430 color café con leche, el de los faros dobles, preparao a tope, con llantas y faros auxiliares Hellas, que sonaba como una bestia encerrada, se sube en la acera y de allí baja tu padre, que no parecía un padre ni nada, porque era como una especie de amigo mayor peligroso, y bajaste tú con la camiseta más ajustada que habíamos visto en esta ciudad en toda nuestra vida.
Y todos nosotros nos quedamos embobados, hasta Ringo, el perro necio, se quedó quieto mirándote las tetas.
- ¡Qué… chavales! – dijo tu padre - ¿no váis a ayudar a una chica así de guapa?
Y todos fuimos corriendo al maletero de tu coche para ayudar a la chica de las tetas hipnotizadoras y allí había maletas, bolsas y cajas para todos. Así que te ayudamos a llevar las cosas al montacargas y sé que alguien te preguntó que si veníais a vivir ya y otras cosas, pero yo me enteré de nada, sólo podía mirarte las preciosas peras que ajustaban tu camiseta.
- Dile lo que pone, que está sufriendo – dijo tu padre y yo no sabía de qué coño hablaba.
- ¿Cómo dice…? – le digo yo
- ¿Qué dices, papá? – dices tú
- Que le digas lo que pone en el logotipo de la camiseta – aclaró tu padre, con un aire tan inocente que dudé de si se había dado cuenta del pastel-, que lleva mirando e intentando leerlo desde que te bajaste del coche, me da pena, dile lo que pone, mujer…
- “Almost Heaven, West Virginia” (Casi el cielo, Virginia Occidental) –dijiste tú señalando tus tetas con el dedo y levantando el pecho, como si hiciera falta, para que pudiese leer ese logotipo que cubría tus gloriosos melones.
Y la vergüenza, la inmensa vergüenza de que tu padre, tan graciosillo, me hubiera pillado mirándote obsesivamente las tetas, fue lo que impidió que tuviera una polución diurna espontánea. En mi vida había visto nada más bonito que tú.
Xano, mi gran amigo, te preguntó, no sé si con coña, yo estaba demasiado aturdido para pillar esos matices, que si te llamabas Virginia y que si venías para mucho tiempo y entonces tú dijiste las ocho palabras que me han torturado desde hace casi 40 años:
- Me llamo Lorna Cor y vengo para quedarme.
-.-
Y ya nunca fue nada igual.
En clase ya no dormitaba, sino que escribía tu nombre con complicadísimos caracteres mil y una veces y ensayaba cosas interesantes que decirte; no jugaba al fútbol igual y ya no tiraba petardos y secretamente, escribía poesías repulsivamente cursis en las que eludía hablar de tus pechos de forma explícita, pero no conseguía soslayarlos del todo y las figuras representativas (montañas suaves y redondeadas, cántaros de miel, etc) aludían evidentemente a ti. A esa enorme y preciosa parte de ti.
No iba a ver pelis musicales, sino que intentaba ver engendros como La fuerza del cariño o Grease, que no sé porqué te gustaban esas atrocidades.
Dejé de vestirme con la primera camiseta que pillara y los vaqueros y las zapas y empecé a ponerme camisas y zapatos y jerséis de pico.
Ya no vivía despreocupadamente. Ahora pensaba en ti todo el rato.
Me imaginaba que me veías todo el tiempo. Como si en algún lado hubiera una cámara de video y te retransmitiera en tiempo real mi vida, mis cosas. Cualquier cosa que hacía o decía, la hacía o decía de un modo en que –a mí me parecía- te gustaría a ti. Pero trataba de ser natural, para que tú no te dieras cuenta de que yo sabía que me mirabas. Lo que se dice una obsesión.
Y lo peor fue cuando te hiciste mi amiga. E intimamos. Y esa noche en la que, al fin, me invitaste a dormir a tu casa, cuando tu padre se fue de viaje.
Vimos Yo Claudio en la tele y yo creí enloquecer cuando te quedaste dormida en pijama y pude mirarte a mis anchas durante casi media hora. Te di un beso en la punta del piececito, sin despertarte, y te desperté tocando tu hombro para que nos fuéramos a acostar. Íbamos a dormir en la cama de tu padre, que era enorme.
Nunca se me olvidará lo que me dijiste cuando me acerqué a ti por tu espalda y cogiéndote el pecho con firmeza y cariño, empecé a lamerte detrás de la oreja. Te diste la vuelta rápidamente, casi con violencia, te deshiciste de mi abrazo y, echando fuego, me dijiste:
- ¿Eres gilipollas, o qué…!
- ¿Qué pasa… no te gusto?
- Pues no…
- Perdona, creí que… en fin, que me habías invitado para esto… ¿por qué no te gusto?
- Porque no me gustan las tías. Y menos las marimachos, como tú.

Desde entonces, os lo juro, soy mucho más femenina.

lunes, noviembre 02, 2009

un billón de revoluciones, ya

Revolution 45 (Beatles cover)

Esta canción, esta explosión de ya está bien, podríamos decir, además de encantarme, resume especialmente bien el momento en que me encuentro: pleno de energía, escéptico, guerrero y con ganas de dejar claros un par de asuntos. Una canción inusualmente sincera en el mundo pretencioso del rock, que la gente suele tomar, sorprendentemente, en el sentido contrario que evidentemente, tiene, que es una bofetada en mitad de la cara a todos los idiotas que se abrazan a una corriente de pensamiento, y se dejan llevar, necios y gritones, sustituyendo el pensamiento por las causas, la fuerza de la pasión por la de la corriente, y las ideas por la ideología. Contrariamente a lo que se piensa, no todo el mundo tiene opinión, ni mucho menos: sólo unos pocos son capaces de tejer una opinión y luego, miles, millones, las abrazan. Tela. El ritmo acelerado y p'alante de este tema, me deja nuevo, ahora, después de haber cumplido 45 años a los que se llega protagonizando 45 revoluciones por minuto, 60 veces a la hora, 24 veces al día, 365 días al año y 45 años seguidos. Va por ustedes, príncipes privados que protagonizan, cada día, la pequeña y definitiva revolución de seguir adelante sin publicarlo en ningún lado, y de ser fieles a vuestra propia manera de pensar.


Desde que el DJ que todo lo pincha -y todo lo jode- pinchó el sencillo de escaso éxito La vida de Wolffo, éste, el single, de los de vinilo de toda la vida, los de 45 r.p.m., ha dado más de un billón de vueltas. No es un gran mérito, claro, eso nos ha pasado a todos... al menos a todos los que somos singles (y no hablo de esa forma hortera de llamar a los solteros). Es el suficiente número de vueltas como para haberme acostumbrado al ritmillo y para no marearme al levantarme cada mañana. Eso sí, si un día me levanto y el mundo se ha detenido, entonces, me pegaré el coscorrón del siglo.
Si echo la vista atrás, al billón de vueltas dado, a las revoluciones emprendidas, las ganadas y las perdidas, y las revoluciones que traté, infructuosamente, de detener, me da bastante vértigo porque, poniéndome en cualquiera de las orillas desde las que puedes observar el río fluyente de la vida, veo, a la vez, lo importante y lo prescindible que soy, lo pequeñajo y lo grande que soy, al mismo tiempo, y lo mucho y lo poco que significo.
De las personas con las que me he cruzado sé apenas nada y no soy un hombre especialmente empático (es una forma elegante de decir lo egocéntrico que soy) ni preocupado de las cuitas de los demás. A alguien le parece horrible esto, el no pensar en los demás, y a otro le parecerá admirable que no me meta en la vida de nadie. Depende, otra vez, de la orilla, ¿verdad?
Revolución. Un concepto atractivo, de indudable sex appeal, que ha sucumbido a su propio encanto. La imagen de la revolución de hoy en día es Obama en la Casa Blanca, los negocios dinerarios de la China comunista o los Sex Pistols en las listas de éxitos. Una corriente imparable, que todo lo devora y todo lo asimila, le pone un envase centelleante y se coloca en los lineales en oferta de lleve tres y pague dos, y muchas veces, porque echamos las cosas en el carrito sin mirar, sin leer la letra pequeña, lo que pasa es que pagas tres y te llevas dos. O sea.
No sé si uno puede salirse de esa corriente, de esa voraz mainstream, de esa idea universal de lo bueno y de lo malo. Tampoco me preocupa demasiado, pero lo que sí pido a los que amo y me rodean es que nunca dejen de tenerlo en cuenta. Que lo sepan. Que sean conscientes y que aprovechen la fuerza del torrente en lo que puedan, lo que les convenga y, en la medida de lo posible, que sepan salirse y descansar en la ribera cuando la presión resulte demasiado agobiante. Que sepan mirar el fluir de las cosas y que, en la misma proporción en que ellos aprevechan y dejan correr, sean comprensivos con los demás y con las necesidades de cada cual. A mí me gustaría (y a quién no...) poder salir del río y desde lo alto de la montaña, con una buena perspectiva del cauce y su curso, trazar un arroyo discreto, personal y tranquilo, porque el que transcurrir yo y los míos, pero no sé si eso es posible. Creo que no. Y mientras, no pienso en volar el cauce, sino en hacer su transcurrir lo más agradable posible.
Lorna Cor, el amor de mi vida, está junto a mí en esto. La siento. Ella sabe hablarle a las piedras, a los ríos y a las nubes y yo sé traducir su canto al idioma de los mortales. Sé que el tiempo no es en vano, que se agota y nunca vuelve, y sé que mi huella será breve en este valle de lágrimas. Lorna cree en la trascendencia del alma. Yo no. No creo en el alma, así que...
No sé las revoluciones que me quedan. Ni las que protagonizaré ni las que, simplemente, seguiré. Ojalá me queden tantas como las que he dado ya y ojalá que, al menos una de ellas las pueda bailar con cada uno de los que, amabilísimamente, siguen, después de 4 años, leyendo mis variaditas peroratas.
Gracias, de corazón y permanezcan, por favor, atentos a sus pantallas.
Aquí seguimos, dándole vueltas al molino...

martes, octubre 27, 2009

la fuerza de los sueños (una historia con moralejilla)

Half the world away (Oasis cover)

Ya sabéis que me encantan Oasis. Y hoy traigo una de esas canciones de Noel Gallagher que a mí me dejan tirao. Canciones sencillas con una melodía directa a mis tripas y una forma de cantarlas (por el propio Noel, esta es una de esas que canta él) que a mí me conmueve de verdad. En fin, la letra de este tema le va muy bien al post de hoy: "me gustaría dejar esta ciudad, este viejo pueblo no huele demasiado bien..."


Habíamos salido de Jarruchillos de la Vega de madrugada, esperando poner tierra de por medio durante la noche, aprovechando el fresco de la madrugá, que luego de día no hay quien ande por estos caminos. Yo y mi amigo Ylliba Cor, hermano de Lorna, que me han dicho que la basca de aquí controla a Lorna. Yo creo que la basca flipa, porque a Lorna no la controla ni la misma Lorna, pero bué…
Parecemos de ciudá, porque a estas alturas del año no hay fresca de madrugá, sino un frío de cojones y una humedá que se te mete en los huesos y te deja hecho cisco.
Nos íbamos del pueblo que nos vio nacer, apresuradamente. Llevábamos meses, años, soñando con irnos de ir a Madrí, de dejar atrás a toda esta panda de garrulos, pero al final, nunca nos íbamos y nuestros sueños no eran más que humo: nunca se concretaban en nada y siempre que hablábamos del asunto, acabábamos borrachos como cubas y yendo a la casa de la Amparo, que si la pillas de buenas se deja hacer de todo menos meter, y si la pillas de mejores (o sea, pedo) te hace ella de todo, pero claro, siempre que vamos a su casa es ya tarde, y despertamos al borrico de su padre, Andrés el Gordo, que es temible si te pilla en su radio de acción, pero siempre anuncia sus movimientos con tanta antelación y es tan lento al ejecutarlos que hay que ser gilipollas, o estar dormido, para que el Andrés te pille en una hostia. Así que vamos a casa de la Amparo a ver si mojamos, y siempre despertamos a su padre, que sale con su camiseta de tirantes blanca, llena de lamparones que se resisten a la lavadora (la Amparo no parece muy buena en eso de limpiar), y vale, no está mal:
- ¿Qué queréis a esta hora, desgraciaos…? – nos pregunta Andrés el Gordo con un cabreo de cojones
- Follarnos a tu hija – digo yo
- O al menos, que nos la chupe - dice Ylliba
Entonces vemos como el enorme cuello y la grasienta papada del Andrés se pone colorado y mueve un poco los brazos, como aleteando, como si fuera un fuelle, para darle fuerza al cuerpo antes de lanzar su fofo brazo hacia delante para ver si nos caza en un puñetazo. Pero es un movimiento tan lento y previsible que, a los efectos es como si dijera: atención, cabrones, os voy a dar una hostia, pero no os mováis, que si no, fallo. Y para cuando lanza su puño regordete y rosado, pero de blancos nudillos, nosotros hemos dado un par de pasos atrás
- ¡Uy… casi! Sólo has fallao por un cuarto d’hora, Andrés – le digo yo
- ¡Cabrones…! – dice el Andrés resoplando
Y la Amparo arriba en la ventana de su cuarto, de codos, mirando p’abajo con las tetas en los brazos
- ¡Baja Amparo…! – le dice Ylliba, ignorando al padre- que estamos cariñosos…
Y la Amparo ni caso
- ¡Pos enséñanos las tetas, pa que podamos menearla…!
Y por raro que parezca, si no está en el campo de visión de su padre, que no suele estar, porque éste anda fatigao de haber intentao darnos una hostia, la Amparo se abre la blusa y menea esas domingas grandes y colgonas y mi amigo y yo soñamos con tener la cara ahí en medio y la Amparo se mete en casa.
Y el Ylliba (se pronuncia Yliba, como si sólo tuviese una ele) y yo nos damos el dos y vamos a dormirla a cualquier sitio. Menos aquel día.
Hace frío y aún faltan un par de horas pa que el sol raye sobre las montañas y empiece a calentar un poco. Ylliba todavía está manchado de sangre, pero dice que cuando lleguemos a la Poza del Río Grande, que se lava allí, que ahora no podemos perder tiempo, no sea que nos coja el chérif. El chérif… tié cojones, el Ylliba.
Porque aquel día… mierda, cómo la cagamos.
Aquel día dejamos al Andrés más humillao que de costumbre, llorando, y nos dio un mal rollo de la hostia. Así que nos metimos en su cochiquera, cabreaos, y al entrar, le di una patá en tos los morros a una cerda y la tía salió berreando y nos empezamos a reír. El Ylliba cogió un tablón y me dijo:
- ¿Cuál se te parece más al Andrés?
Yo estaba pedo, así que no señalé ninguno, pero dije:
- Ese
Y al primer cerdo que se le acercó le descargó el Ylliba un tablonazo de mierda, porque estaba pedo y no lo controlaba bien, pero le rompió una pata y allí se quedó chillando. ¡Qué cabrón, el cochino… qué ruido metía!
- Haz que se calle, jodó…
Y el Ylliba empezó a darle con el tablón unas hostias medianas y salpicaba sangre como un cabrón, y el hijoputa no se calló hasta que palmó. Pero necesitó, al menos, 30 tablazos, ¡qué pesao! El Ylliba estaba mamao, claro. Pero entonces, los otros guarros que se habían amontonao en un rincón, acojonaos, empezaron a chillar también y se montó una mediana. Así que le dije al Ylliba que se apartara, vacié lo que me quedaba de whisky en la petaca encima de uno de los maderos que había allí y le metí fuego, pa ver si azuzándoles con un poco de fuego se callaban los cabrones. Pero, claro, estaba pedo y se prendió algo más que el madero, que además, pesaba un huevo, y pronto todo aquello amenazaba con arder. El fuego hace un ruido genial, pero aún así, oímos la voz de Andrés el rápido elevándose a los cielos
- ¿Quién anda ahí…?
Y salimos por patas.
Vale. La situación era la siguiente. Que supiéramos, habíamos matao un guarro y habíamos prendido fuego a la cochiquera del Andrés, con lo que, además, casi seguro, habíamos hecho una barbacoa de primera, con 12 guarros, uno de ellos con, al menos, una pata rota. Lo de los cerdos, se puede arreglar con dinero, pero eso de prender fuego a un edificio, aunque sea sólo para cerdos no es una cosa que le haga gracia en general a las personas, y a la policía y toda esa gente, tipo jueces y tal, tampoco.
Así que, al fin, estábamos fuera del pueblo. Parecía que, al fin, nuestro sueño se podía hacer realidad. Al menos lo estábamos persiguiendo. Joder. ¡Qué flipe…! Vida peligrosa, al margen, como auténticos bandidos, como maquis… todo un sueño.
Cuando aún faltaba una hora para amanecer, se nos cayó el día encima. Estábamos cansadísimos, así que cuando el sol empezó a salir, nos paramos junto a unos arbolitos, y nos sentamos apoyando las espaldas de cara al sol naciente. Vaya papelón.
Soñábamos tanto con salir, que acabamos dormidos. Como troncos.
-.-
Nos cogieron, claro.
Llevamos 3 años en Madrid. En Soto del Real, una cárcel de puta madre. Conocemos a la gente más enrollada del mundo. Mola.
Nos fuimos del pueblo persiguiendo un sueño y todo lo que conseguimos fue quedarnos dormidos. Y el sueño nos atropeyó.
- Se dice atropelló, zoquete - me dice Tinusoo, un recluso bien encarado que parece estar mosca conmigo y que tiene la costumbre -bendita costumbre- de leer por encima de mi hombro mientras escribo....
- Vale, vale, atropelló...
Así que, tíos, cuidado con lo que soñáis.
Y si bebéis, no soñéis, porque puede que, de una extraña manera, los sueños terminen haciéndose realidad.
Y a veces, eso jode.


(gracias Kotts, el link, en el título de la canción)

jueves, octubre 22, 2009

de lujo

El pasado fin de semana estuve en Puente Viesgo, en la provincia de Santander, o Cantabria, como se llama ahora. Estuve alojado (no puedo evitar que esta frase me suene hortera: “estuve alojado…”) en un sitio que se llama, asaz poco imaginativamente, Gran Hotel Balneario Puente Viesgo cinco palabras y cinco verdades: es un hotel, es grande, es un balneario y está en Puente Viesgo, así que por ahí, nada que objetar.
El hotel es chulo y todo eso, y respira lujo y teníamos reservado uncircuito pomposamente llamado Tratamiento Romano, que consistía en un baño de Algas, una sauna de eucalipto natural, un baño de barros y un masaje. Suena genial, ¿verdad? Pues la verdad es que es un timo: el balneario es muy demodé, con azulejos blancos y tal, muy principio de siglo XX, Doctor Kellogs y todo eso, como de alta sociedad norteña y tal, pero ahí termina el encanto. El baño de algas es un jacuzzi vulgar al que le echan una cosa color verde-marrón que traen en una jarra (sin mucha prosopopeya, tampoco, no creas) que te dicen que son algas y tú, que estás dispuesto a que eso sea una experiencia genial, lo crees a pies juntillas: vale, algas en jarra, no pasa nada, será genial, olerá raro y será una pasada. Pero no huele raro (no huele) ni es genial. El jacuzzi, en un sitio tan así, te apetece más calentito, molaría no tener que tomarlo solo, que pusieran algo de música y que no oliera todo a vestuario de piscina. Cuando llevas un rato, te entra cierta inquietud: ¿seré yo, o esto es un coñazo? Esperas que venga pronto la alegre chica que te ha dicho, en tono confidencial, antes de dejarte solo en esa fría celdilla alicatada, “puede tomar el baño desnudo” para que se acabe esto del baño de algas porque, vamos, no parece una cosa demasiado divertida. Además, el vaso de la bañera donde tomas el baño no es cómodo, a pesar de que te dan una especie de flotador de cuello-cabeza de sospechosa profilaxis. En fin, llega la alegre chica y la amas, porque empezabas a aburrirte mortalmente entre tanta burbuja y las reverberaciones de voces lejanas y húmedas.
El siguiente paso es la sauna. La puta sauna, podríamos decir. Te dicen que te va a abrir y limpiar las vías respiratorias, puesto que es de eucalipto natural. Hemos llegado allí ambos con un resfriado mediano, de esos que cursan con gran aparato tusivo y mucoso, así que, en principio, mola. Abren la puerta y efectivamente, huele a eucalipto. No hay nadie más en la sauna, que es grande (para que la tomen juntos 6 o 7 adultos) y entro feliz de no tener que enseñarle mi barriga a nadie. Vaya, sí que huele a eucalipto, pero lo de natural… vamos a dejarlo. Como con las algas: la alegre muchacha, que seguro que no toma café, sino infusiones varias, tiene una jarra en la mano medio llena con un líquido transparente que vacía en una especie de pared pretendidamente natural, de piedra, a donde se dirigen unos chorros de agua provenientes de unas alcachofas de ducha que salen del techo. Tampoco te creas que el vapor es intenso o el calor es enorme: qué va, está apenas caldeado el ambiente y eso sí, huele a caramelo de menta que tira p’atrás. Intento hablar, pero hay que levantar la voz y reverbera muchísimo, por lo que una conversación interesante, de las que suelo tener yo con la gente, vamos, no alivia el rollazo de estar sentado oliendo a eucalipto. A los cinco minutos entra un tipo en cuyo semblante se adivina la esperanza. A los quince minutos, las tres personas que estamos ahí dentro nos miramos incómodas, intentando disimular que eso es un maldito aburrimiento y que el olor empieza a ser enfermizo. Personalmente, me siento como si estuviera dentro de un enorme saci, dentro de la boca de un gigante, que chupa y chupa el caramelo, llevándose todo el aire y dejándome al borde de la muerte por asfixia eucalíptica. Quiero que me saquen de aquí de una vez. A estas alturas, empiezo a arrepentirme de lo del fin de semana en el balneario. Mejor fin de semana a secas.
Media hora (¡media hora, colegas…!) después, nos rescatan de la puta sauna y nos llevan al final apoteósico: baño de barros y masaje.
El baño de barros… ¿cómo decirlo? Hay que ser muy optimista para considerar un baño eso que te hacen. Te llevan a una sala de masaje y en una especie de compresa alargada de papel ponen unos barros (yo lo llamaría pringue, porque son unos polvos a los que añaden agua del grifo, así que barro tiene poco, si quitamos la textura) y te tumbas encima, boca arriba, de modo que la compresa de barro te queda justo en la columna vertebral. Al poco rato, el barro empieza a calentarse en contacto contigo y a emitir una especie de burbujitas blop-blop-blop que no están mal. Te apetece que la cosa vaya a más: más temperatura y más pompitas, y… más placer. O sea, no está mal, pero es muy pequeña la sensación. No obstante estás ahí y quieres que sea genial, quieres contar a tus amigos “sí, joder, los barros esos que se calientan y te dan ellos solos un masaje… da un gustito…” pero no es así. Se calienta un poquito y suelta unas pompillas, pero nada más: ni siquiera lo disfrutas, tan leve es.
Luego viene el masaje. Eso está bien, pero, como le dije a la amable masajista, que me preguntó que qué tal había resultado el circuito: me ha sobrado todo menos el masaje.

El caso es que a mí no me suelen gustar las cosas que se entienden como lujosas. No me gustan los mármoles, ni el oro, ni la alta cocina, ni los camareros obsequiosos ni las sillas de patas finas, ni los encajes, ni las moquetas, ni la gente relamida, las corbatas o los zapatos de tacón. Soy más llano, pero, ojo, no soy campechano. Detesto la mala educación con toda mi alma. Si alguien cerca de mí sorbe la sopa, o no sabe manejar la pala de pescado, me fastidia la comida. No soporto que no se abra la puerta del coche a las personas mayores o a las mujeres, que no se ceda el paso o que no se den los buenos días, aun cuando llueve (eso de “buenos días, por decir algo…” me pone enfermo: cuando dices “buenos días” estás expresando un deseo hacia los demás, no una descripción del tiempo meteorológico, o del estado anímico de nadie). La gente zafia me revuelve el estómago y despierta mi instinto asesino, y la falta de educación y de discreción me ataca al hígado.


Para mí un lujo es poder trabajar en casa, aunque a veces me queje, como toda buena ama de casa. Que cuando me duela la espalda, mi amiga Alicia me alivie con sus manos-magia, es un lujo asiático. Que antes de llover salga a la puerta de casa y huela la lluvia en el campo. Que mis amigos puedan venir a mi casa a tocar rock and roll cada semana y que a menudo nos juntemos 40 personas en casa sin tropezar unas con otras, eso es un lujo. Que pueda perderme en el curso de un riachuelo sin ver ni siquiera postes de luz a tres minutos de casa, a pie, eso es un lujo. Que pueda grabar en un ratito la canción que ilustra este post para ponerla aquí porque, sencillamente, me apetece, eso es un lujo. Y ese, y no el otro, es el lujo que me gusta. También me gustaría, claro, poder darme el lujo de comprar mi guitarra soñada sencillamente así, zas, y la compro, y no tener que guardar pacientemente el dinero de dos años de conciertos para poder hacerlo… pero creo que puedo vivir sin ese tipo de lujos.

Y a vosotros, ¿os gusta el lujo?

(*) El tema, una maravilla de Camera Obscura, un grupo escocés, creo del que no sé nada más que hace algunas canciones cojonudas, he vuelto a subirlo con una mezcla creo que un poco más brillante que se oirá mejor ahora, creo. Además se me había olvidado el Fade out final.

martes, octubre 13, 2009

libertus, tonto la polla

Aunque el día despuntaba claro y despejado, a pesar de haberse levantado optimista y vital, unos esbeltos cúmulos congestus, blancos como coliflores cocidas, iban jalonando el cielo de dudas como las ovejas llenan la pradera con su lanuda y pastueña presencia. Su zozobra se ceñía a esto: ¿le quiere?
Alto, un momento: quizá deba presentarle.
Se trata de él, de Libertus, llamado el Pródigo, y no a humo de pajas; llamadle si necesitáis sostén anímico, ayuda física desinteresada, apoyo moral, una recomendación convincente para medrar en vuestros empleos o en la espuria escala social o una donación de semen de calidad extra, pues es su miembro -de generosas dimensiones, y perfilado con una curiosa curva que lo asemeja a una cornucopia de la fertilidad- el que le define: si vida es su verga, podríamos decir. Su sustento, millones de seres fabulosos revoloteando en su interior, esperando a ser disparados por la pistola del amor que es la espada que ahora descansa de su vibrante turgencia entre sus piernas.
Nadie sabe si es motivo de orgullo o vergüenza, mas su mayor mérito, el asunto por el que es recordado, requerido y aún interrogado con curiosidad mal disimulada ("¿es cierto, es cierto…?") es la abundante dádiva lechosa de ese momento mágico (mágico, al menos, para él) que es su corrida. Tal es su fama y así se credencia cuando es presentado a alguien:
- Encantado, soy Pepe Leches, astrólogo.
- El gusto es mío, Pepe, yo soy Libertus el Pródigo, donante de semen - aunque a veces, si no quiere dar demasiadas explicaciones se define como “lechero” y todo es más sencillo.
A esta sorprendente (para ellos) declaración suele seguir un silencio incómodo (para ellos también) y denso que rompe Libertus si hace falta y si no, sencillamente deja que esa posible amistad muera en ese momento.
Lorna Cor le fue presentada en la convención anual de LEA (Lechuguinos Españoles Auténticos) a la que ambos asistían en calidad de estrellas invitadas. Ella, catedrática de física cuántica, como los lectores de esta página recordarán, iba a dar unas conferencias de esas con mesa redonda no sé con qué objeto, porque los Lechuginos Españoles Auténticos son especialmente obtusos en estos asuntos, y carecen de la menor capacidad empática y de abstracción, y no iban a enterarse de nada. Lorna no se separaba de Wolffo, sí, vuestro amiguito, que también estaba contratado por la directiva lechuguina para dios sabe qué… para animar la cosa, decían, pero llamar a Wolffo para eso es tan extravagante y absurdo como celebrar tu cumpleaños haciendo limpieza general de la casa. De cualquier modo, lechuguinos al fin, contratado estaba, tanto como Lorna o Libertus. Él debía cantar y tocar la guitarra, Lorna, perorar sobre física cuántica y Libertus debía meneársela cada tres horas y repartir sus apreciados espermatozoides entre los y las lechuguinas. Hay quien da jamones, o reproductores multimedia a los conmilitones en los congresos; los lechuguinos regalaban semen calidad extra.
Aquella primera vez, cuando trató de regalarle a Lorna su celebrada esencia, pero en un vis a vis y sin asepsia de por medio, fue atajado sin ambages:
- Ni de coña - le dijo la catedrática, asaz poco académicamente. Y Libertus, que está bastante dotado para estas cosas, entendió aquello como una negativa neta.

-.-
La segunda vez que la vio fue por pura casualidad. Tuvo lugar el encuentro a la salida del servicio de la facultad. Ella salía del baño y él se disponía a entrar. Se disponía a entrar, claro, porque llevaba todo el día espiándola. Fue a la facultad donde sabía que ella sentaba cátedra y la vigiló durante todo el día, y no pudo charlar con ella a solas hasta que fue al baño.
- Hola, Lorna, ¡qué sorpresa!
- Vaya…
- Qué alegría verte… ¿qué haces?
- ¿No te haces una idea…? –dice ella señalando la puerta del baño
- Oh… - Libertus no es muy bueno cuando le dan un corte, así que calló, pero tampoco iba a desaprovechar esa oportunidad, de modo que hizo el ademán de ir a darle los dos besitos de rigor, pero le añadió un quiebro en el último momento y la besó en sus dulces labios. Fue un beso lento, no sé si sabéis de lo que hablo. Y mutuo. O sea, no robado, sino el tipo de beso cálido que se dan dos que saben que un día, sin saber si será pronto o tarde, vendrán más besos, más caricias, más amor.
Luego ella se marchó sin decir adiós.
-.-
Sólo vio a Lorna una vez más. Y fue el día que empezaba a contar al principio de este relato, ese día, repito, que despuntaba claro y despejado, y en el que, a pesar de haberse levantado optimista y vital, unos esbeltos cúmulos congestus, blancos como coliflores cocidas, iban jalonando el cielo de dudas como las ovejas llenan la pradera con su lanuda y pastueña presencia.
Encontró a Lorna, otra vez por azar, a la puerta de su casa, donde llevaba todo el día esperándola, qué casualidad.
La expresión, entre sorprendida y contrariada de Lorna le dijo que no pensaba invitarle a subir a su casa, pero algo le hizo cambiar de idea. Tal vez fuera el puñetazo, rápido, seco, discreto y fuerte, que le dio en el costado. Su respiración se cortó, se mordió los labios de dolor y las lágrimas le nublaron la visión y le cerraron la garganta. La siguió al ascensor y se metió en él con ella. Su mano violenta y firme mano agarró su mentón de cristal y miró profundo en sus ojos-selva. Para reforzar su argumento, su revólver se encajó entre las costillas de Lorna.
Él sólo pensaba en hacerle el amor. Llamaba así a penetrarla.
Ella sólo pensaba, aterrorizada, que iba a violarla.
Entraron en la casa y la hizo desnudarse y se desnudó él mismo. Le gustaba el cuerpo de ella. Tenía pecas. No pensar. No dejar que piense. Pecas, pezones, piel suave. La chupó y ella empezó a llorar. Le molestaba, por el ruidito, que ella sollozara, así que le dio un guantazo con la mano que sujetaba la pistola. Mucho peor. Ahora ella tenía la cara llena de churretones de lágrimas, sangre y mocos. Mocos… Se le bajó. La polla que nunca fallaba, la que siempre disparaba, ahora estaba floja como un quinto afeminado en su primer día de mili.
- Querías humillarme, ¿verdad, puta? - la empuja y ella cae aparatosamente sobre un sofá. Se acerca a ella y pone su miembro incomprensiblemente fláccido a la altura de su cara - ¡Chúpala, bésala, haz que funcione…! – dice mientras la apunta con el arma, pero la cara de Lorna es un revoltijo de lágrimas, sangre y moco, sus ojos están hinchados, su pelo, despeinado y ya no es atractiva. No funciona.
Suelta el arma en la mesita de centro, se aleja del sofá y se acerca a la ventana. Mira el horizonte.
- No me mires, llama a la policía – dice él sin mirarla-, y deja de llorar de una puta vez.
- ¿Por qué quieres que llame a la policía? – dice Lorna mientras se hace con la pistola y le apunta
- Porque alguien va a morir
Lorna es de las que, como muchos, al escuchar los episodios de asesinatos de mujeres que van seguidos de un intento de suicidio del asesino dice: podía haber cambiado el orden. Y, sin embargo, sabe que si no actúa, va a morir a manos de un picha floja.
- Nadie va a morir – dice Lorna apuntándole – pero tú te vas ahora mismo.
Él la mira. Apuntándole, desnuda, con ese halo de poder que le da el arma y el saberse dueña de la situación, vuelve a encontrarla atractiva. Está manchada, pero le excita. Nota que empieza la actividad ahí debajo de nuevo. Cientos de miles de seres diminutos se están dando cita en la cornucopia de la fertilidad. Libertus vuelve a ser el que era. Potente. Lleno de vida. Empalmado como un maldito demonio. Mira hacia su verga e invita a Lorna a hacerlo a su vez.
- Mírala. Funciona.
Lorna mira aterrorizada esa picha enhiesta y asesina que la apunta enrojecida y vibrante.
- Te vas a enterar… - dice él avanzando resuelto hacia ella.
Lorna dispara justo a la cabeza: al capullo enrojecido que corona la polla -y que se acerca para meterse en ella- y ésta revienta como un tomate maduro, llenando de sangre la habitación. Cuando Libertus cae, con sus manos en la entrepierna tratando de tapar estúpida y púdicamente su otrora orgullo, Lorna dispara por segunda vez, esta vez a la cabeza que hay sobre los hombros.
Libertus, herido mortalmente, reúne fuerzas para volver los ojos hacia Lorna y decirle, como si hubiera ganado una partida de parchís:
-Te lo dije... alguien iba a morir.


martes, octubre 06, 2009

al fin, buch, al fin.

Después de mucho, mucho tiempo, compañero, lo hemos conseguido. Ya no nos limitamos a ensayar penosamente y soñando con lo que podría ocurrir. Ahora ya vamos por ahí y, con mayor o menor fortuna, pero con creciente aceptación, y podemos cantarle a quien tenga a bien acercarse nuestras propias canciones.
Esta canción es tuya, Buch, y desde el primer día que la oí la adopté como si fuera mía, porque me atrapó desde el primer acorde. Seguro que recuerdas la tarde fabulosa que pasamos grabando esta primera versión, la de aquel proyecto tuyo y mío que era Rock'n'Rulos, nuestro grupo.

Rock'n'Rulos - Lo que quieras buscar


Tiene mucho encanto, ¿verdad? Bueno, y algún que otro desafine...
Hace apenas tres meses presentabas este tema a Los Ciclones y a todo el mundo le entró como un balazo en mitad del corazón. Todo el mundo puso de su parte. MiJoe le dió un carácter distinto con esa línea de bajo tan John y Yoko; Wilco empeñándose en hacer el doble bombo a contratiempo, a pesar de lo que le cuesta, porque es un patrón nuevo para él; eMail haciendo esos licks, esos dibujos a dos cuerdas que tanto realzan el carácter de la canción... y, bueno, lo que más ilusión me hace a mí de este tema, fíjate, es que salgas de detrás del piano, te cuelgues la guitarra acústica y te vengas a mi micrófono y lo cantemos juntos, como si fuéramos Paul y George, dos amigos cantando juntos esta canción.
Por eso, voy a pedirte una cosa, cabroncete. Aunque suene la flauta y tengamos pelas para tener ocho mil micrófonos y sitio para ponerlos, te pido que siempre, en recuerdo de todos los días que hemos cantado juntos (desde Cachas 77, nuestro primer grupo hace 22 años), cuando toquemos este tema en directo (y si hay sitio, que tú yo sabemos cómo son algunos escenarios) lo cantemos compartiendo micro. Y si no, colega, mira la de veces te sonrío mientras cantamos, vamos que parezco tu madre (bendita sea tu memoria, Isabel), dejando por un momento el pincel que pinta hermosos caballos blancos, con mirada cansada, pero orgullosa de su hijo mayor, y sólo me falta plantarte un beso en la frente, darte el bocadillo y recordarte que a las diez vuelvas a casa.
Lo conseguimos, Buch.

Los Ciclones - Lo que quieras buscar (en vivo)