domingo, agosto 31, 2008

Insomnio, el rarito y 3 videoclips

No puedo decir que sufra de insomnio, porque sonaría demasiado dramático, pero sí que, con cierta frecuencia, más de la que me gustaría, paso noches casi en blanco. Esas noches las aprovecho de diferentes maneras y a veces, como anoche, el insomnio resulta productivo. En invierno, normalmente, leo, pues la luz nocturna no molesta a S y, salvo si me río en voz alta, leer es una actividad bastante silenciosa. En verano, solemos dormir con la ventana abierta y la persiana subida, para que el frescor nocturno del embalse llene nuestra habitación, así que leer en esas condiciones es invitar a un festín a los mosquitos que en casa, debido al calor y la humedad, son ciertamente un problema. Así que a veces, sencillamente imagino cosas, me recreo en mis problemas, sueño con ser la estrella de Lorna Cor y, a veces, si eso no funciona, me levanto y me bajo a escribir, a grabar algo, o me voy a a ver la tele. Anoche vi la tele.
Hay un programa en La Otra, que es el segundo canal de Telemadrid, dirigido y presentado por José Luis Casado, que se llama Central de Sonidos. Es un programa que descubrí junto con Leticia y que vemos juntos a menudo, porque a ambos nos atraen las mismas cosas del programa: la excelente selección musical, la personalidad de El rarito, que es como llamamos a JLC, sus comentarios mordaces y con criterio y el hecho de que haga programas temáticos (hoy, videoclips con enfermeras; o videos de europeos no ingleses, o americanos no estadounidenses; o videclips de canciones con solo de trompeta, lo que sea...) que resultan siempre interesantísimos.
Esta madrugada, pues, me he pegado una sesión de rarito que ha ido de las 4 a las 7, más o menos, y he visto y oído canciones tan buenas, que he buscado tres de ellas para ponéroslas aquí. No suelo poner otra música que la mía, aquí, pero como ya no está mi añorado Burdon (vale, colegas, acabo de cagarla netamente: sí está, lo que pasa es que llevo meses sin leerlo... el caso es que creo que se despidió, y ahora, resulta que no, que sigue escribiendo... bueno, colegas, si os gusta la música, no hagáis como yo, leed El jergón, que es un blog musical maravilloso, en serio), bueno, pues eso, como sí que está, pero yo no le leo, subo tres videos porque viendo uno de ellos, el del grupo brasileño Impar, me he acordado de él. No sé, pero me pareció que le gustarían a él también.
Salvo en un caso, el de Lapido,no son canciones recientes, pero todas me han encantado.
La primera es Tears for Affairs, del grupo escocés Camera Obscura, un grupo al que no conocía de nada, pero al oír esta canción me he quedado de piedra. Es una maravillosa balada y el videoclip es genial. Recrea, mediante un hábil tratamiento de imágenes y luces, los míticos programas musicales de los años 60. La canción, deliciosa de principio a fin, estaba incluida en el disco Let's get out of this country (2006), con el que conmemoraban su décimo aniversario.


El segundo tema, la verdad, ya no estoy seguro de haberlo visto en el rarito o si es que lo escuché en la radio antes de quedarme dormido, porque al ver el video no recordaba una sola toma. Es de un tipo que se llama Lapido al que no cocnozco de nada y del que, además, no me apetece demasiado buscar info, así que os dejo este enlace a su website, por si alguien quiere visirtarlo. La canción, Cuando el ángel decida volver, me parece inspiradísima, pero no estoy del todo seguro de que me convenza el excesivo amaneramiento vocal del tipo. La canción, repito, es una gozada. Ahí va:

Para acabar, el grupo brasileño Impar. Este video, en cuanto lo vi y escuché, es el que me recordó al gran Burdon. Gracias a Burdon conocí a Los Hermanos y los primeros videos que vi de ellos (Morena, Condicional) me vinieron a la cabeza inmediatamente al ver, al oír, esta pieza de pop poderoso de Impar llamada, A+B. Me encanta cuando cantan a voces y el que los guitarras no toquen Fender, guitarras a las que tengo una manía descriptible.

Bueno, y eso es todo, ojalá os gusten estas tres canciones.

Nos vemos.

miércoles, agosto 27, 2008

Te lo dije, Lorna

En fin, ha llegado la hora. Estoy frente al departamento de Física y Lorna Cor me espera para tratar de mi bajísimo rendimiento en sus clases, encantadoras, pero incomprensibles para mí, admitámoslo, de Física Cuántica.
Aquí, de pie, parado como un valiente idiota, me resisto a llamar a la puerta, por no saber muy bien qué medio usar para anunciarme: tiene una espantosa aldaba de cabeza de león, que no pega ni con cola con la ajada puerta de formica, está el interfono, que pega menos todavía, y están mis nudillos y mis pulmones, y esta presencia rotunda que me dios me ha dado que pega todo.
Reúno fuerzas para proceder a llamar con la aldaba (es una tentación demasiado grande), pero al coger el asa y retroceder para golpear la puerta, la aldaba, completa, se desprende de la puerta como alegrándose, y ahí me tienes a mí con ganas de que me trague la tierra, con la aldaba colgando de mi mano. El león tiene cara de no hacerle demasiada gracia estar mordiendo el asa-martillo, pero aunque lo intento, no consigo separar ambos elementos.
En fin, me guardo la aldaba en el bolsillo y llamo al interfono.
- ¿Sí…? - me pregunta una dulce voz desde dentro. Siempre me he preguntado porqué la gente pregunta eso al descolgar el teléfono, o el interfono. Pero este no es momento, una vez más en mi vida, para responderme. Así que respondo al interfono, sin saber muy bien si tengo que acercarme o no.
- Soy Wolffo… tenía una cita con…
Me interrumpe, con muy poca cortesía el estridente sonido del interfono que indica que se abre la puerta. Sólo ha sonado algo como ¡meeeec…!, pero en mi cabeza, a todos los efectos, lo que ha sonado es: sé quién eres y a qué has venido, deja de enrollarte y entra de una vez.
Hay una especie de antedespacho con dos alegres secretarias que dejan de estar y parecer alegres en cuanto me ven. A veces causo esa impresión en la gente, es como si fuese una especie de agujero negro del optimismo. En fin, pregunto cuál es el despacho de Lorna Cor y me indican, sin muchas ganas de hacerlo, que es el que está justo en frente de mí. Doy un paso al frente y luego otro, y un tercero, que me llevan hasta la puerta, que abro con decisión y entro. Lorna está tras su mesa de trabajo, hablando por teléfono y, por señas, me indica me que siente.
Me siento y, en seguida, me siento incomodísimo. Se me ha pillado un huevo en el pliegue de los pantalones. Más que un huevo es, en realidad, la pielecilla que los recubre (la palabra que da nombre a esa bolsita, escroto, es tan fea, que mejor os la ahorro). No es doloroso como si fuera un testículo, pero es enormemente incómodo. Todo se solucionaría si me pongo de pie otra vez, me meto la mano por la cinturilla, y me recoloco todo el asunto sin miramientos, pero no me atrevo a hacerlo con Lorna al teléfono, mirándome. Porque, más que hablar, escucha; debe estar al otro lado el clásico palizas que no para nunca de hablar. El típico al que le dices todo el rato “bueno…” “en fin…” o “ahá, muy bien…” y no se da por aludido y te tiene 15 minutos dándote la brasa con algún asunto que o bien te ha dejado claro en los dos primeros minutos, o bien no te interesa en absoluto. En un momento, Lorna hace acopio de la presencia de ánimo suficiente y consigue que el turno de palabra pase a ella y lo toma con verdadera convicción. Tanto que olvida que yo estoy allí y sube sus piececitos desnudos, delgados como los de una niña de 13 años, a la mesa. Eso causa en mí una inesperada erección, con lo que el panorama de mis pellejos se agrava, pasando de la incomodidad al dolor incipiente. De pronto, ella baja los pies de la mesa y, así que su discurso gana en vehemencia, hace girar su sillón y empieza a hablar de espaldas a mí con notable pasión a su interlocutor, que ahora debe estar arrepintiéndose de no haber cortado antes la conversación, mientras ella era un corderito escuchador y sumiso. Aprovecho el momento para ponerme en pie y meter la mano hasta más allá de la muñeca en la cintura de mi pantalón hasta alcanzar lo que en círculos académicos (estamos en la universidad española, no en vano) se denomina el paquetazo; recojo los componentes en mi mano experta y cuando estoy en esa posición crítica, Lorna se da la vuelta y exclama, no sé si a su interlocutor o a mí, o al dios de las pequeñas cosas:
- ¡… ahí te quería yo ver!
Yo me he quedado congelado. Estoy de pie, pero no del todo; las rodillas, abiertas, ligeramente flexionadas y la espalda medio contraída, con los hombros hacia delante y los brazos en plan gorililla perezoso (una mano en el mentón, otra en los cojones). La cabeza, como si fuera demasiado pesada para el cuello, se ha incrustado en mi tórax, entre mis hombros, y la medio sonrisa (o sonrisa de gilipollas, seamos claros) se me ha helado, dotando a mi rostro de una expresión francamente desafortunada. Como si se diera cuenta del trago que estoy pasando, Lorna se levanta y se da la vuelta y sigue con lo que ahora ya es francamente un chorreo, en realidad, al pobre infeliz que hay al otro lado de la línea
Me dejo caer en la silla totalmente abochornado y no me da tiempo de pensar en ello demasiado, porque Lorna vuelve a darse la vuelta, aún de pie, se inclina para quedarse de codos en la mesa y, ofreciéndome una panorámica vertiginosa de su escote, dice al teléfono, como colofón a la conversación:
- Que te den
Y cuelga. Se queda mirándome y me dice:
- ¡Eh…! Si miras 20 centímetros más arriba te darás cuenta de que estoy mirando y de que a las chicas nos gusta que nos miren a los ojos.
Corrijo mi visual, a mi pesar, porque Lorna tiene unos ojos bonitos, pero sus tetas son de fábula, y la miro. A los ojos. Ya estoy aquí, le digo, ya tienes aquí a tu peor alumno. Ella empieza a sonreír, como si empezara a olvidar que se había enfadado conmigo.
- ¿Sabes? – me dice- es mi cumpleaños y no me apetece nada pasarlo trabajando, ¿te vienes a una fiesta? Mis amigas me han preparado una fiesta sorpresa y no me apetece ir sola – a pesar de que no hay nada en el mundo que me apetezca más que ir con Lorna a una fiesta, debo haberme quedado con (más) cara de gilipuertas mirándola, porque se ve obligada a argumentar – Vamos, hombre, no le contaré a nadie que me miras las tetas y que cuando estoy de espaldas me haces gestos obscenos cogiéndote el paquete…
- Pero …- tengo un par de balbuceos intentando justificarme, pero su carcajada, cristalina, pura, divertida, me disuade de intentar explicar lo inexplicable.
Lorna tiene un Ford Taurus del año de la polka, que dice que perteneció a su padre (yo creo que debió ser su abuelo, más bien, o al inventor del motor de explosión) que conduce como el mismo culo. Lenta, peligrosa, erráticamente, me lleva hasta su casa.
- Pensaba dejarles colgados en casa, odio las fiestas sorpresa – me dice mientras ignora los gritos de un peatón al que casi atropella mientras paseaba confiado por la acera -, pero el que vengas conmigo me ha animado a venir. Se supone que no sé nada de la fiesta, así que hay que hacer aspavientos de sorpresa al llegar. Por cierto, ¿traes mi regalo?
Lo ha preguntado para volver a dejarme cortado, pero el verla conducir tan calamitosamente, la ha bajado de su pedestal y yo me siento fuerte otra vez. Se me ocurre un chiste graciosísimo mientras me palpo el pantalón, pero me abstengo de contarlo, porque mientras buscaba mi paquete, me he encontrado con algo mucho mejor. Se lo doy.
- ¿La aldaba de la puerta del departamento? ¿Me regalas algo viejo y robado…? ¿Sabes? - parece que va a mandarme a la mierda, pero al final me sorprende diciendo: -Es el mejor regalo que me han hecho nunca.


A la mañana siguiente, al abrir el ojillo, veo una ventana abierta con una vista que no me es familiar. Voy a volverme y me doy cuenta de que mi brazo está atrapado bajo la mujer a cuya espalda estoy pegado. Segunda sorpresa. Duerme, aunque no profundamente, porque mi leve movimiento al despertar, la despierta a ella, también.
- Felicidades… - me dice Lorna apenas en un susurro.
- La que cumple años eres tú, ¿no?
- Eso fue ayer. Y hoy eres tú a quien hay que felicitar. Ya me lo dijiste… - me dice, picaronzuela.
- ¿Ah, sí… te lo dije? – pregunto con neutralidad, porque no sé qué estamos hablando y no recuerdo nada de la tarde noche anterior.
- No te acuerdas de nada ¿verdad?

Caray... ¿se lo dije?

A Kotts. Felicidades. A ti, felicidades a ti.

viernes, agosto 22, 2008

Lorna se me escapa (maqueta de una historia de amor)

Y puedo hacer poco, créeme. A veces (el otro día, por ejemplo), está cerca de mí, tan cerca que resulta difícil creer que no seamos la misma persona, y un par de días después está lejos. Lejos otra vez.
Vamos a ver. En mi historia con Lorna me quedé en cuando iba a ir a verla, a su despacho, en respuesta al sms firmado por el departamento de física en el que me invitaban a una entrevista para, imagino, intentar enderezar mi calamitosa trayectoria en Física Cuántica (*).
A mí no me importa demasiado la física cuántica, ya sabes, solo quiero estar ahí y que Lorna se fije en mí. Me gustaría que fuera por destacar en esta apasionante disciplina, pero como eso queda fuera de mi alcance, mi táctica, la de dejarme llevar por mi caudalosa ignorancia, está rindiendo de forma más que satisfactoria.
Ahora bien, no sé si a ti te pasa, pero yo, después de eso, del tema (después de correrme), me entra como frío, así que salgo de la ducha y empiezo a dudar sobre mi entrevista. No es muy aconsajable, no señor, machacársela antes de ir a ver a la chica de tus sueños, ya lo sé, pero es que soy un hombre débil. E idiota. Y por descontado, un salidete de la peor especie, y si la imagen de Lorna me asalta en pelotas y bajo el agua caliente, no sé, colega, es que es blanco y en botella, no puedo evitarlo.
Otra cosa que me pasa, a veces, es lo que me decía mi amigo Artie: "yo las quiero a todas, estoy enamorado de ellas, sincera y profundamente, hasta que me corro. Entonces empiezo a preguntarme: vale, ¿y qué hago yo aquí? y sobre todo ¿por qué no lo hemos hecho en su casa? Porque levantarme e irme es menos violento que levantarla y echarla a la calle". Con Lorna no era ese el caso, ya sabes, porque mi cosa no había sido en acto de servicio, como si dijéramos, sino en una especie de proyección fantasiosa y el efecto no era exactamente el de querer pirarme, sino el de ¿es realmente necesario que hablemos en ese contexto?
El contexto, no lo olvidemos, es que soy el peor estudiante de FC del planeta. Y con mis, llamémoslo así,pérdidas blancas, se fueron por el desagüe buena parte de las esperanzas que tenía de desnudar a Lorna y todo lo demás. A ver, seguía pensando que sería genial, pero ahora, no sé muy bien por qué, me parecía una posibilidad mucho más lejana.
Estamos lejos, Lorna, lejos de tener un asunto. Ese era mi estado de ánimo.
Estoy en la cafetería de la facultad. Me voy a tomar un algo para ver si se me pasan los nervios. Pido un descafeinado de máquina y un croissant; una vez delante de mí, me parece un pedido poco serio. Es más un postre que un me como esto para quitarme los nervios, y además el café está hirviendo y no quiero acartonarme la lengua si Lorna está cerca, así que, para amenizar la espera (a que se enfríe el café) y por dotar a mi comportamiento de una coherencia vital que hasta Buch podría entender, pido una caña y para empapar, ya sabes, un pincho de tortilla y un bocadillo de panceta con tomate y pimientos.
El bocadillo no está de campeonato, pero está lo suficientemente grasiento como para calmar mi ansiedad. El tercer bocado hace saltar un chorrito descontrolado de jugo de pimiento que va a caer justo en mi barriga. "Justo en mi barriga", qué desfortunada expresión. Da a entender que mi barriga es un lugar pequeño en el que es rarito que caiga un chorro de aceitoso jugo de pimientops del bocata. Lo cierto es que mi barriga es tan prominente que lo normal es que recoja los salpicones de toda la facultad de Físicas y circundantes.
Ahora mi barriga no sólo es una extensión que hay que salvar si quiero besar a Lorna. O sea, tengo que seguir salvándola, pero el problema no es ahora sólo de tamaño, sino de higiene. Mi barriga se interpone entre yo y mi amor. Por añadidura, empieza a repetirme el bocata y mi estado de ánimo es tan desastroso que me recuerda al del poeta:


"... tanto beicon se agrupa en mi costado
que por oler, me huele hasta el aliento
un bocata irresistible y homicida
un emparedado brutal me he empujado
y no hay extensión más grande que mi barriga..."


No es el estado de ánimo idóneo para enfrentarme a Lorna, pero... tengo que verme con Lorna Cor. Pero no sé si Lorna sabrá apreciar esto. Es como cuando les enseño a los del grupo una maqueta. ¿Es mejor enseñarlo cuando está todo hecho y pensado, o cuando está por hacer y se pueden aportar cosas? Si voy en este estado, Lorma me puede tomar por un desgraciado. Vale que lo soy, un poco al menos, pero no soy un desgraciado completo.
No sé si a Lorna Cor le gustan las maquetas. Pero a mí, a veces, me gusta mostrar las cosas desnudas, antes de que empiecen a andar.
¿Te gustan las maquetas Lorna?




Esta canción la escribí, en el verano de 2007, lejos de casa. Y esta grabación, luego un poco editada, está hecha con mi cámara de fotos, la que uso para grabar mis videos, pero en esta ocasión, hasta el audio es que capta la cámara. Hice esta grabación para no olvidar la canción que acababa de escribir. La cámara estaba sobre la mesita de noche del cuarto de invitados de la casa de P y E, y además de enchufarme a mí, sujetaba el manuscrito de la letra de este tema, que me encanta.
Luego grabé el tema se supone que bien, pero debería volver a hacerlo, porque me quedó fatal. Podéis comprobarlo (ya son ganas, ¿eh? os juro que quedó mal) pinchando aquí.
Alguien especial me dijo que le gustaba esta maqueta, por lo que tenía de espontáneo, y a ti está dedicada ahora que estás lejos.
Pero no te alejes demasiado, ¿eh?
Copio la letra, que me mola.


Lejos (Jorge Duret)

Lejos, de donde vengo,
Es lejos, de donde soy
De lejos es como te temgo
Y lejos es a donde voy.
Lejano y siempre atento,
pero alejándome de tu voz
Lejos, aunque estés en mi habitación
Lejos es como me siento
Y viejo es como estoy
Ante el espejo me miento
Y lo dejos todo por hoy
Manejo el viento y el tiempo
Y alejo de mí el temor
Lejos, aunque llenes mi corazón
Y a cien mil millas de aquí,
donde el sol no se atreve a llegar
hay un pedacito de mí que de ti no se quiere alejar
Búscalo, cógelo, guárdalo, métetelo en la piel
Agua de sándalo, escándalo, qué lejos estás mi bien
Lejos, muy lejos del centro,
Lejos, siempre alrededor
Lejos del árbol que intento
Plantar en tu corazón
Fruncido el entrecejo
Si estás lejos de mi opinión
Ni siquiera cuando te dejo
Te siento lejos de mi razón
Y a cien mil millas...
Lejos de la razón que me anuncia que vas a partir
Lejos de toda opción, dime nena cómo seguir
Lejos de tu rincón, de tu risa, no me quiero sentir
Lejos, muy lejos de ti y más lejos, más lejos de mí
Aun de lejos, me quejo, pues veo que vas a partir
Tus reflejos, de lejos, deslumbran, me hacen vivir

martes, agosto 19, 2008

Alone again, naturally (Solo otra vez, naturalmente)

Una cosa es una cosa, y otra cosa es un paraguas. Y otra, una canción. Estar con los Ciclones es una cosa: pero eso no quita que yo siga con mis musiquitas por mi cuenta. Los Ciclones es una banda de rock en la que, difícilmente, tendrían cabida temas como este que hoy os presento. Eso aparte de que no creo que les gustara este tipo de tema, si algo les conozco. No es un tema rock, claro, pero sí es puro rock and roll en su espíritu, no sé si me explico. Es algo así como hacer rock and roll sin hacerlo, hacernohaciendo, como si dijéramos.
Miradla y escuchadla, a ver qué os parece:
Wolffo - Como los demás

Como veréis, como escucharéis, la canción es una única frase musical recurrente, que va repitiéndose a lo largo de toda la canción, excepto en el solo de guitarra. Esa misma frase, tiene dos expresiones: apagada, en las estrofas, de fraseo complicado, casi recitado en ocasiones y festiva en el estribillo, que es el leit motiv de la canción.
He disfrutado como un verdadero poseso en todo el proceso; la composición (nacida de un loop de batería), la grabación del tema y la grabación y edición del video-clip. Espero que se note este disfrute y que sea tan agradable de ver como lo fue para mí elaborarlo.
Si queréis un consejillo, esto hay que escucharlo a toda tralla (auriculares) y verlo a toda pantalla. La visualización tocha del YouTube es bastante penosa, pero bueno, si tienes paciencia, puedes descargarte un archivo con algo más de calidad aquí en este enlace (hay que hacer click en Download original, luego en Skip Ad, arriba a la derecha, y luego, guardar donde queráis) y verlo bien en tu ordenador o grabarte un DVD y verlo en tu super plasma y adorarme desnuda o vestido, que yo soy adorable lleves la ropa que lleves.Si quieres sólo la música, pos aquí la tienes:
Wolffo - Como los demás

(Jorge Duret)
Y ahora escucha bien, porque esta es una de esas veces,
En que me he cambiado de camisa, y me he abonado al número trece
He olvidado mi sonrisa, mucho ruido y pocas nueces,
Y he tratado de ser digno mientras tú te vas y creces.
No consigo ser el héroe que hace años yo soñaba
No persigo ya mis sueños, ni consulto ya mi almohada
He fallado y he acertado con mi pluma y con mi espada
Y todo para descubrir que tú, de mí, no quieres nada

Miro solo la pared,
Me busco, ya sin mucha fe,
Y encuentro al bobo que ha disuelto su canción en el café
Sombras donde tú no estás
Blanco cuando tú te vas

Negro ausente de alegría, un día como los demás
Me conformo con tu hombro si tu alma ya está dada,
Y te ofrezco yo mis brazos, mi cabeza está alquilada,
Y el corazón de guindas que soñaste tú en mi cama
Es un músculo deshecho, es una válvula averiada
Ya mis pies no me sujetan si no es necesario
Y mis ojos ya no miran, son un simple dispensario
De miradas ya miradas, de avizores de otros años,
De futuros improbables, porvenires ahora extraños

Miro solo la pared,
Me busco, ya sin mucha fe,
Y encuentro al bobo que ha disuelto su canción en el café
Sombras donde tú no estás
Blanco cuando tú te vas
Negro ausente de alegría, un día como los demás

viernes, agosto 15, 2008

Coqueteando con el fracaso

Mucha gente dice que debe ser difícil llevar bien el éxito. Personalmente, no lo creo. A lo mejor es difícil la fama, la popularidad excesiva, pero el éxito, eso está chupao...
Vivir acertando continuamente no es nada malo. Si cada cosa que haces te sale bien, eso es lo que los filósofos y los bobos llamamos (¿qué soy yo, bobo o filósofo? la solución en el próxiomo video-post) un camino de rosas.
Cuando vives equivocándote continuamente, el fracaso se asimila con más facilidad aún que el éxito. Lo malo es la alternancia entre estos dos polos. O ni siquiera la alternancia sino haber tenido alguna vez éxito, al que uno se acostumbra con pasmosa facilidad, y pensar que las cosas van a ser igual en el futuro.
Entonces, cuando caminas relajado sonriendo a ambos lados del camino, saludando con una casi imperceptible superioridad las rostros de las buenas personas que están a ambos lados del camino para verte pasar, cuando miras sus ojos admirativos y descuidas el suelo, y no ves las piedras, o no te coscas de que un cabroncete ha tendido un hilo de nylon de un lado al otro del camino, es cuando tropiezas; y en el lapso de tiempo que hay entre el tropiezo y el morrón, tu ego está tan autosatisfecho y complacido que se te olvida quitar de tu jeta la sonrisa helada y sacar tus manos de los bolsillos, y entonces pruebas el amargo sabor de la sangre de tu sonrisa, que te ha llenado la boca al golpear contra el suelo.
Esta era la sensación que teníamos los cuatro Ciclones al acabar el concierto del pasado sábado en Los Hinojosos, Cuenca. Pensábamos que ése era nuestro primer gran fracaso.
Juzgad vosotros mismos:

Si tenéis dificultades en verlo aquí, pues eso, aquí se puede ver en grande
Luego, Wilco, que se quedó allí unos días, es su pueblo, me llamó y me dijo que no era para tanto. Que él había visto el video que M., su mujer, había grabado (por cierto, M., no te he dado las gracias y no solo por el video, sino por tu generosa hospitalidad y la amabilidad de tu familia: gracias, de corazón) y que la cosa no estaba tan mal. Y no solo eso, sino que la gente por la calle le felicitaba y le decían que la cosa estaba genial... hasta el punto que la misma alcaldesa, recogiendo la sensación y las peticiones del pueblo, nos invitaba a volver el año que viene, en fiestas, en condiciones mejores, porque este año, cuando se planteó la cosa, era un poco tarde, el cartel y las contrataciones de las fiestas estaba cerrado y se hizo un esfuerzo por parte de las peñas y de nosotros mismos, que renunciamos a nuestro caché, para que pudiéramos ir a tocar allí.
En fin, que no debió ser tan horrible la cosa como fue la sensación que sacamos de allí. En parte, y es algo que Wilco y su familia me asegura y yo no tengo porqué dudar, porque la reacción de la gente no fue demasiado entusiasta o calurosa: estaba lleno de gente, pero parecían estar esperando el bingo que se hizo antes de terminar el concierto y miraban el reloj con impaciencia en plan, ¿cuándo se callarán estos pesados? Pero me dicen que la cosa va así: que la gente hinojosa es muy fría en este tipo de situaciones y yo me lo creo. Pero, por si me lee algún hinojoso, le digo, lo mismo que se me puede oír diciendo en el video: un poco más de rollo, hinojosos, no vendría mal...
Por lo demás, ninguna queja: nos trataron a cuerpo de reyes y estamos deseando volver. UN buen sitio para pasar un fin de semana, en serio.
La canción que hemos puesto, todos la conocéis; es el célebre RnR en la plaza del pueblo, de los inolvidables Tequila, ajustada para la ocasión. Algún fallito hay, pero os juro que aun con el pobre sonido que recoje el micro de la cámara, se oye mil veces mejor de lo que oíamos nosotros en el escenario

martes, agosto 05, 2008

Lorna Cor me desmonta

Miss Cor quiere que hablemos. Tiene mi teléfono, así que me ha mandado un sms que decía: "Preocupada por el bajísimo nivel que demuestras. Si quieres, nos vemos en mi despacho el jueves a las 16:00. Confirma, por favor. Lorna Cor. Dpto de Física." Mi respuesta es de carácter más sucinto: "Iré".
Por la mañana, trato de averiguar de qué va todo esto. Estoy en casa, acabo de desayunar y miro en el espejo la imagen que éste me devuelve cuando me planto frente a él. Estoy gordo, sí, eso no lo niego, pero si no le doy demasiado espacio para mirar, si no me separo desnudo de ella, no apreciará de verdad lo enorme que estoy. El truco es no permitir que me contemple, que me eche un vistazo, sino estar tan cerca de ella que no tenga perspectiva para hacerse una idea.
Veamos, ¿qué posibilidades reales tengo? Tal vez un uno por ciento. No olvidemos que ella fue quien pidió mi teléfono, aunque es verdad que tenía la excusa del grupo. No olvidemos tampoco, que aunque ahora la universidad se comunica con los alumnos vía sms, la redacción del mensaje es inequívocamente personal ("... si quieres, nos vemos...") por mucho que haya intentado que pareciera oficial firmando como "Lorna Cor. Dpto de Física". Así que subamos hasta un 15% mis posibilidades.
Compré la semana pasada en el híper un pack de tres calzoncillos tipo bóxer, pero de los pegaos, por 5 pavos que son de lo más molón. Pero no sé cuál de ellos ponerme. Está el blanco, que estiliza cualquier paquete, incluso el mío, y que sería mi elección si no tuviese tan abultado el abdomen... creo que me decidiré por el azules, que es más discreto. Es bicolor o, más bien duotono, porque son dos azules de intensidades distintas. Uno tipo jeans en casi toda la superficie y el otro más oscuro en las costuras y la tirilla de la cintura. El negro, no, que es un poco deprimente.
¿Sucederá? Es decir, ¿llegará a verme los calzoncillos?
Me acerco a mirarme más de cerca. Bolsas, leves pero visibles, bajo los ojos. Aspecto cansado. Cara de gilipollas, admítelo de una vez. No tienes ninguna posibilidad. Si ella quiere darse una alegría y complicarse con un alumno, los tiene más brillantes y más buenorros y más jóvenes que yo por decenas, en clase. Pero, bueno, es a mí a quien ha enviado el sms...
En la ducha, trato de recordar la última vez que he visto a Lorna Cor fuera del aula, sin ese aura de sabia intocable que la reviste a mis ojos cada vez que la veo en clase. El agua caliente me adormece y la veo en la playa del Buzo, en el Puerto de Santa María, montada a pelo sobre un caballo de aspecto cimarrón. Creo que va desnuda, pero su pelo, más largo que el que en realidad tiene (gasta melena cortita) le tapa estratégicamente los pechos. Lástima. Yo estoy sentado frente al mar, en la arena, viendo romper las olas de la pleamar, apostando conmigo mismo acerca de cuánto tardará la primera ola en mojarme.
Al pasar por mi lado, Lorna se detiene y me pregunta, como si fuera lo más normal del mundo, que cómo se llega a La Felicidad. Yo me quedo mirándola y descubro que no sé hablar español. Lo entiendo, ¿vale? y pienso en español, pero no sé hablarlo. Y al abrir la boca me salen estas enigmáticas palabras:


"One day, you'll look to see I've gone; but tomorrow may rain, so I'll follow the sun" y hubiera seguido hablando en este raro idioma si no fuera porque a Lorna se le calló un zapatito, una especie de monísimos escarpines que llevaba, y yo me agaché, lo recogí y, sujetando firme, pero delicadamente, su pie por el tobillo, metí su lindo piececito en el zapato.
Por alguna razón, este acto nos hizo entrar en sintonía y, sin saber cómo, estaba montado en el mismo caballo que Lorna, abrazando a ésta por detrás, pegado a su espalda, con una sensación asombrosa de vértigo que no tenía que ver ni con la altura ni con la velocidad, sino con la espalda de Lorna.
Mis manos abarcaban su cintura breve y su cabello volvía a ser el suyo, es decir, una melena corta, pero no podía ver sus seguramente lindos pechos por que estaba detrás y no me atrevía a asomarme, puesto que no soy un jinete avezado. Haciendo un gran esfuerzo de concentración, empecé a maniobrar con mis manos para, al menos, tocar esos lindos pechos que no podía ver. Mi plan era cabalgar con Lorna, pegado a su espalda, agarrado a ella con una mano en cada pecho. Como plan no estaba mal: es sencillo, placentero y realizable, así que me puse a ello con empeño digno de mejor causa. Poco a poco, mis manos fueron tomando posición en su cintura, elevándose hacia el punto culminante, mientras ella, o el caballo, no tengo ni idea de quién manejaba el asunto, imprimía más velocidad y frenesí a la galopada.
Me queda nada, primo, y sus tetas estarán en mis manos, un último esfuerzo, calamidad. Entonces, cuando hago el movimiento necesario para sopesar sus cántaros divinos en las cuencas de mis manos hambrientas, me doy cuenta de que, en realidad, no cabalgo con Lorna, sino que voy montado, solo, sin compañía, en una gran serpiente vibrante que no admite más pasajero que yo... Es una lástima no estar con Lorna, que es lo que yo quería, pero en algún momento me ha desmontado y ahora monto una serpiente gigante, yo solo, por la orilla del mar. Y también me gusta esta sensación de disfrutar a solas. De la velocidad individual. Del placer para uno mismo. Veo al fondo una gran ola a punto de romper y con mis manos y mis caderas, hago que la serpiente blanca y vibrante se dirija hacia ella, de frente, a tumba abierta. cuando la cresta de la ola revela las primeras espumas blancas, todo estalla a mi alrededor y embisto con la serpiente la ola espumosa y juguetona, que me lleva a la orilla en un frenesí de alivio placentero que no puedo dejar de disfrutar. Cuando la ola se retira... me doy cuenta de dos cosas.
La primera es que esa es la ola que me habría mojado si hubiera permanecido en la orilla.
La segunda es que la serpiente que me llevaba, antes dura, vibrante y firme, ahora es solo un animalillo húmedo y blandito y se escurre entre mis piernas y se va con la ola mientras despierto, un poco más cansado, un poco menos nervioso, bajo el agua caliente de la ducha de casa.
Tengo que ir a ver a Lorna.

lunes, agosto 04, 2008

Locura cuántica (¿quieres que te cuente un cuanto?)

Te quiero comer (maqueta)


Esto es un aperitivo. Hace mucho que no subo canciones aquí, pero es que Los Ciclones me tienen comido casi todo el tiempo que dedico a la música. No obstante, no soy capaz de dejar de escribir canciones, y las hago a mayor velocidad de lo que los Ciclones (un grupo, sobre todo, de versiones) puede absorber, pero es que además, hay ocasiones, como esta, en las que la canción no convence a todos los miembros del grupo, así que nada, esta no será una canción ciclona, pero sí muy wolffa.
Me gusta este pop-rock caníbal. Y soy caníbal, por la misma razón que Jeannete era rebelde: porque el mundo me ha hecho así. Mi drama es que me gusta morder, lamer y besar a las mujeres en todas partes, pero a las mujeres no parece apetecerles que yo las bese, las lama y las muerda, así que nada, hago canciones que son mi forma de soñar. A lo mejor, no digo yo que no, a alguna mujer le gusta tanto esta canción que le apetece replantearse todo el asunto y entonces, allí estaré yo, con la caña preparada y todo mi sistema digestivo segregando jugos gástricos y sexuales.
Te quiero comer, ¿es que no lo ves?

Musicalmente, es una canción muy ochentera, pop-rock marchoso, de mucha guitarra y con la batería reverberada al máximo, con voces y un interludio musical que es una variación, una progresión, un juego, si quieres, alrededor de la formación del acorde de Re mayor (aunque con la guitarra afinada dos semitonos más alta, con lo que se juega alrededor de Mi mayor, en realidad) que me encanta. A ver si te mola a ti también.


Miss Lorna Cor es profesora de física cuántica en la facultad de Los Ángeles de San Rafael. Yo me he apuntado en sus clases, oficialmente, porque necesito unos créditos extra para mi titulación, y aunque no sé una palabra de física, ni de matemáticas ni de nada que se le parezca, me pirro por los huesos de Miss Cor.
Su aspecto es definitivo: es una mujer de verdad, con curvas, con clase, con cierto aire de elegante hastío en el porte y con trazas de ser una amante excepcional. Bueno, el que estuviera buena, ayuda, pero yo no me apunté a sus clases por eso. Estuve en una fiesta de Físicas, y allí pude conocerla, se me acercó pasadas las dos de la mañana, casi sobria, y comenzamos a hablar… Y eso es lo que me mata de una mujer: que sea más lista que yo. No puedo resistirme a eso, en serio: conozco a una mujer más lista que yo y, en el momento, tengo ganas de soltarle el sujetador y pedirle que analice mi reacción al ver sus pezones liberados y bailongos ante mi nariz.
Dirás, y con toda la razón: ¿y de qué, una mujer superior a ti en todos los aspectos, se acerca a ti pasadas las dos de la mañana, y sobria, además? Y también dirás: ¿y qué hace un tipo como tú en una fiesta de estudiantes –de Física, nada menos- a tus años…? Y puede que digas, ¿y qué hacía ella?
Bien, ella es la clase de profesora a la que adoran sus alumnos y que va estas fiestas… algún defecto tenía que tener. En esta ocasión fue con su pareja y con un grupo de amigos, algunos de ellos muy interesantes. Y además he dicho que estaba casi sobria. El adverbio es primordial, aquí.
¿Y yo? Pues eso, fui con mi grupo, Los Ciclones, a tocar un poquito rocanrol a esa fiesta. Nos contrataron por medio de una amiga de mi hija y allí nos presentamos para hacer bailar a una centena de estudiantes borrachines y una docena de profes condescendientes.
Llegamos a media tarde, después de superar ciertas dificultades (un bedel celoso de su curro y tonto de manera desprendida, generosa) al aula donde iba a celebrarse la fiesta: un sitio amplio, oscuro y cutre, con cierto olorcillo a meados y ese encanto inexplicable que, de jóvenes, encontramos a las cosas más deprimentes. Nos esperaba el pringao al que habían encomendado tan apasionante misión. Su misión consistía, sobre todo, en soportar con ademán impasible todo el arsenal de quejas, pegas, impedimentos e inconvenientes que Los Ciclones, y cualquier grupo aficionado, si vamos a eso, es capaz de desplegar mientras monta el equipo con el que va a tocar. Todo está mal, sucio, es inadecuado, pequeño o insuficiente. Todo está pensado con el culo, parece mentira que quien ideó este edificio de la facultad, no tuviera previsto que una vez un grupo de rockerillos barrigudos iba a tocar en una fiesta. Todo es feo, todo está mal pensado y diseñado. La instalación eléctrica es de risa, la acústica es una mierda, las ventanas están sucias, el suelo es asqueroso… y el cielo se abre ante nosotros, y la primavera llega a nuestros corazones y el aula es preciosa cuando Miss Lorna Cor entra con una especie de camisola, que es como medio vestido, transparentísimo, y unos pantaloncitos de esos que ahora llaman leggins pegándose a sus muslos-helado de chocolate.
El concierto es divertido. Los estudiantes siempre se lo pasan bien. Y el hecho de que Lorna se acercase a mí al final del concierto para pedirme el teléfono y sondear la posibilidad de que tocáramos en la boda de un amigo suyo, o algo así. Llevaba unas copillas de más, lo que la hacía vulnerable a ciertos acercamientos que mis manos, ávidas de ella, intentaban a la menor ocasión.
La conversación derivó a lo de siempre, en estos casos. Yo le estaba diciendo que, en realidad, nosotros cobramos no por tocar, que es divertido, sino por el coñazo de montar y desmontar el equipo, que es super deprimente, más después de una fiesta, cuando todo el mundo se relaja… a ti te toca recoger los cables pisados, pringosos de copas y cosas peores, a veces… en fin, una mierda.
Estando en esas, yo sin saber que Lorna era un cerebrito, pero sospechándolo, porque su locuacidad etílica era adorablemente coherente, ella me explica no sé qué historias de la física cuántica. No soy capaz de decir exactamente cómo fue, pero el caso es que debí preguntarle que a qué se dedicaba y al decirme ella que era catedrático de física cuántica, y poner yo el careto de paleto que suele suceder a este tipo de declaraciones que me impresinan, ella se lanzó a una defensa racional de su disciplina, en la versión del nivel “hablándole a un cenutrio”. Es por eso que me cautivaron sus palabras y su pasión al defender esos conceptos decididamente más filosóficos que matemáticos, acerca de la realidad y la percepción de la realidad; acerca de qué es lo que es porque lo es y qué es lo que es simplemente porque nosotros lo percibimos así…
Soy de mente limitada, pero un discurso lo suficientemente enigmático, y más si éste lo profiere una mujer de ideas seductoras y pechos redondos y plenos, me cautiva como pocas cosas. Así que, aprovechando que mi interés por una titulación universitaria tardía, y que algunos de los créditos que necesitaba eran de libre elección, me matriculé en las clases de Física Cuántica de miss Cor y dejé de ser feliz.
Ahora voy a clase junto a un grupo de estudiantes aventajados, que parecen más aventajados aún al ser medidos junto a este estudiante avejentado que parece no saber hacer la o con un canuto y al que yo conozco como yo, que es un completo inútil en las clases. A los cinco minutos de mi primer día de clase, la adorable miss Cor, que llevaba un pantalón beige que le hacía un culo precioso, respingón y mordisqueable, escribió, en medio de una largüísima fórmula una “A” al revés, o sea como patas arriba, y una “E” también al revés, pero en vez de lo de abajo arriba, lo de atrás, p’adelante, como si dijéramos. Ver que Lorna dejaba su encantador discurso etílico-filosófico a un lado y empezaba a escribir, de forma muy seria, fórmulas en la pizarra, y sentirme un ser sumamente desdichado fue todo uno.
Ahora no la deseo a mi lado. No deseo pasear con ella junto al mar y discutir sobre las causas de la melancolía de los humanos ante ése espectáculo del fracaso diario del sol que es el ocaso.
Ya no quiero oírla disertar acerca de los pájaros y las abejas, ni acerca de lo que pudo haber sido, o acerca de la cerca que cerca mi cercana juventud ida, y lo que alrededor de ella sucedería si yo fuese un poco más loquesea.
Ya no me hace gracia lo lista que seas, porque eres demasiado lista para mí. No quiero oírte hablar. Ya no. Ahora, con gusto, te taparía la boca con cinta americana y ya está.
Porque ahora, nena, solo te quiero comer.

A Caquis, con cariño.