viernes, julio 25, 2008

Tener un grupo



Hay pocas cosas tan satisfactorias, tan grandes, tan vivificantes como formar parte de una banda de rock. Cuando amas la música y tienes un grupo, tienes una segunda vida. Mucha gente piensa que eso son cosas de chicos, o que es un desesperado intento por agarrarse a una juventud que hace milenios que se escapó... bueno, puede ser verdad, pero no hay nada como tocar en una banda.
Conocí a eMail y a Wilco a través de Arturo, uno de mis maestros (profesionales y de vida), que me llamó un día del verano pasado, finales de junio, juraría, diciendo que si me interesaba entrar con él a formar un grupo nuevo, con un guitarrista a quien él conocía, pero nunca había oído tocar, y a un batería a quien no conocía. Le dije que sí, claro; quien haya oído tocar a Arturo la guitarra, el dobro, la Slide o el bajo, quiere tocar con él. Bien, ese día fui a tocar con ellos a un asfixiante local de la zona de La Vaguada y no vi gran entusiasmo por parte de nadie, ni siquiera por mi parte.

Have you ever seen the rain

Los Ciclones en el Plaza Mayor, el 27 de junio de 2008.

Me fui de vacaciones la primera quincena de julio ya con ese tema olvidado (otro de los muchos frustrados intentos por formar parte de una banda de rock que cada componente de un grupo ha tenido en su vida) y seguí con mis cancioncitas, solo en mi zulo-estudio, aunque con la episódica compañía de Buch, que a veces se compadecía de mí y venía a tocar conmigo.
En el mes de agosto, en una escapada a la playa que hice por el puente, me llama Arturo y me dice que le ha llamado eMail para decirle que qué pasaba, que si nos animábamos o no. Arturo me dice que pasa, que ya tiene bastante curro con su Banda, Johnny y los Bigudíes, y con sus aventuras de blue-grass, que si quiero seguir yo que llame a eMail y nos arreglemos por nuestra cuenta.
Entonces llamo a eMail. Estas cosas tenéis que imaginároslas. No nos conocemos apenas de nada y estamos negociando si a los dos nos conviene empezar a tocar con el tío ese rarísimo que está al otro lado del teléfono. En fin, no sé cómo, pero quedamos en que a mi vuelta a casa, les llamo y voy a ensayar un par de veces con ellos a ver qué pasa.
Cuando llego allí, pasa que el grupo se llama Boomerang y está formado por eMail a la guitarra y Wilco a la batería, a quienes conozco del caluroso ensayo de junio, Bárbara, la cantante, una niña muy mona con un poco de complejo de OT y Max, un bajista argentino demasiado pagado de sí mismo, que parece estar haciéndonos a todos un favor yendo a tocar con nosotros, ojo, sin poner su parte para el alquiler del local (ensayábamos en Ritmo y Compás, junto a la M-40).
En fin, cuando empiezo a sentirme cómodo y me preguntan que qué me parece el asunto, soy cruel: me parece que sobra la cantante. Que no sabe de qué va esto de la música, que tendría que probar suerte en otro ámbito (OT, factor X o cualquier mierda de esas), y que sería mejor que se quedara para hacer coros o que se largara.
En estas, nos llega la cosa de que hay no sé qué líos con el administrador del local y que tenemos que dejarlo por el momento. Entonces ofrezco yo mi casa para ensayar. Bueno, está lejos, es verdad, pero a cambio, no hay que pagar 200 pavos al mes, hay una charca para el verano, hay espacio, no hay problemas de ruido y no tenemos el horario limitado. A todo el mundo parece agradarle la historia y quedamos así.
A mi casa no llegan a venir a ensayar nunca ni Bárbara, que no quiere asumir el papel de chica que hace coros, ella quiere, legítima, pero equivocadamente, ser solista, ni Max, que nos dice que vayamos ensayando y que cuando vayamos a tocar en algún sitio, le avisemos la semana anterior y él ensaya un poquito con nosotros y nos hace el favor de venir a tocar a nuestro lado. A tomar por culo Max.
Wilco pone un anuncio para buscar bajista y encuentra, casi milagrosamente, en seguida, al gran Mississippi Joe, MiJoe para los amigos, un tío sorprendentemente genial para nosotros. A pesar de ser más joven, más alto y más guapo que nosotros tres juntos, se las ingenia para caernos bien y conquistarnos al primer ensayo. Sabe cantar, toca el bajo y la guitarra de vicio, tiene una cultura musical amplísima y un gusto innato para el tipo de música que hacemos.

Empezamos a ensayar y, poco a poco, vemos que la cosa encaja. Sólo falta una cosa: a mí me rechina mogollón el nombre, eso de Boomerang me suena a Orquesta de fiestas de pueblo y todos proponemos nombres para ver qué tal: The Perros, The Qué, Memory... son nombres rechazados. A eMail le hace gracia mi nombre artístico, lo de Wolffo, el ciclón de Valdemorillo, que tiene algo de taurino, y muy español, por lo tanto, y en plural, tiene resonancias de grupo de rock and roll de los 50 (¿os suenan Johnny and the Hurricanes?): Los Ciclones. Yo quiero ponerle un apellido Los ciclones Espantosos, Eléctricos, Fantásticos, lo que sea, pero me convencen de que es mejor así: Los Ciclones. Y con ese nombre nos quedamos.
Hoy, los Ciclones, como tales y en su formación actual, no llevamos ni un año juntos. Pero ya somos grandes amigos. Todos distintos, pero todos iguales, cada uno con sus movidas y sus problemas pero, el ratito que estamos juntos, todos los domingos, a todos nos une la misma pasión: hacer música y hacerla juntos. Ser colegas de esto. De esta hermandad secreta en la que nadie tiene derecho a entrar, ni nuestras parejas ni nadie. Somos cuatro jinetes nada apocalípticos que cabalgamos apoyándonos en el otro con inusitada naturalidad. Me siento cómodo ante los golpes rítmicos de Wilco y su compromiso al cien por cien con el grupo. Me encanta tocar y cantar junto a MiJoe, siempre sonriendo, nunca quieto, disfrutando de la música como solo los grandes saben hacerlo. Y cuando eMail hace sonar si Strato azul y hace que sonemos como una banda de verdad con su inmenso talento para tocar, siento que he encontrado el verdadero amor de mi vida: la música en compañía.

Nos vemos en Madrid, en Septiembre. Aviso.