lunes, julio 21, 2008

Metairrealidad, con dos pes



or un lado, ella está mirando por el ojo de la cerradura. No quiere mirar, pero sigue mirando. Está agachada y fíjate, que hasta en esta, a priori, indigna postura, parece intachable.

Aunque es él el que duerme, ella es la que construye, consciente, una vida soñada, porque su imaginación, a falta de una realidad mejor, le brinda un respiro a su existencia tan de verdad, sí, pero tan poco satisfactoria.

Y fue que mirando, mirando, y deseando ser de aire, el dios de las cosas dulces le concede su deseo, y así es que ella, mirando, mirando por el minúsculo orificio, se hace de aire y entra, deslizándose y atravesando la puerta que les separaba, que separa la consciencia de los sueños, y trata de acomodarse a su nueva realidad. Mirando estaba deseando ser aire, y ahora que flota, que es parte lo que rodea a su amado durmiente, no es capaz de ser justo el aire que le toca, el que guarda los sueños. Está acostumbrada a ser masa, a tener peso, a moverse a fuerza de músculo, desplazando el aire que ahora es, para ocupar ella ese espacio, pero ahora, desolada, se da cuenta de que ella misma es espacio.

No sabe cómo gobernar su situación, pero sabe que le gustaría ser el aire que rodea a su amante silente e ignorante, y se pregunta si habrá alguna forma de ponerse en contacto con el aire que ahora toca a su hombre y negociar con ese aire un cambio de ubicación. Pero ahora que es aire, se da cuenta de que no tiene una garganta para emitir las ondas sonoras que el aire transporte hasta los oídos de nadie, y le empieza a parecer un mal negocio ser aire en lugar de persona.

Ella se imaginaba que podría moverse a voluntad, ser patrona de sus movimientos, y rodear los labios cálidos de su chico, y meterse por el cuello de la camisa y recorrer su pecho, su vientre un poco más abultado de lo necesario, colarse incluso en sus pantalones y jugar en su sitio favorito: la zona que hay entre las caderas y los genitales, porque sabe que él reirá y ella bebe sus risas de manera compulsiva.

Ella quería, incluso, meterse por su naricilla, recta, firme y casi aristocrática (si tan sólo fuera un poco más grande…) y pasar a sus pulmones y de ahí, a su flujo sanguíneo, y dar fuerza a sus músculos, y recorrerle por dentro y refrescarse y retomar fuerzas de nuevo en su corazón amante y dubitativo, y visitar en forma de molécula de oxígeno su cerebro, la fábrica verdadera de sus ideas y las frases que hacen que ella, sureña y mortal, le desee así.

Pero no sabe cómo hacerlo, porque por no saber, no sabe, ni siquiera, do empieza y a do termina, no sabe si viene o si va, y la única conciencia que tiene es la de que no es consciente de nada más.

Entonces, sin despertar, pero mirando inequívocamente hacia donde se encuentra la poca conciencia que allí hay, él dice: “Y es así que, siendo aire, estás condenada a quererme…”


or otro lado, él duerme ajeno a la inquisición nada inocente de la mujer que, sin ella saberlo, está protagonizando sus sueños. Se ha quedado dormido soñando que ella, golfilla, le miraba por el ojo de la cerradura. Sueña que se desnuda y, al fin hombre, que está magníficamente equipado y que ella mira admirativamente ese medio kilo de carne trémula que le vibra entre las piernas.

Sueña que se queda dormido desnudo y boca arriba y que, en el sueño de su sueño, ella no deja de mirar su enorme tranca, y el deseo se hace tan urgente en ella que se hace aire y traspasa la cerradura limpiamente.

En su ensoñación es todo más práctico que en la de ella. En este sueño masculino, ella es vaporosa, pero visible: tiene, más o menos, la masa de un visillo, y es tangible: fresca, como el agua; escurridiza, como la arena fina; suave, como la seda, pero tangible. Tiene los pechos más abultados que en la abundante realidad, y está vestida de forma decididamente sexual, o sea, prácticamente no está vestida.

No tiene los problemas de masa ni de conciencia que aparecían en el sueño de ella, es solo una especie de fantasma tetón y fornicable que ejecuta con golfa maestría una danza del vientre guarrilla e ingrávida y cuyo objetivo es ver crecer el enorme cipote del dormido soñador, objetivo que cumple, con creces, y en el sueño del sueño del soñador, este gran miembro de nuestra comunidad es, erecto, memorable.

No daré más detalles, pero sabed que sucede (ello sucede) y lo sorprendente es que, en lugar de lo que todos esperamos (él se da la vuelta y empieza a roncar), en el sueño del sueño del durmiente, él se despierta como consecuencia de la polución, se sienta en la cama y mirando a la pared en la que ella le espera, le dice: “Y es así que, siendo aire, estás condenada a quererme… No sé si yo podré quererte igual, porque no puedo verte ya: no soy consciente, yo tampoco de ti, salvo en mi memoria, y allí sí te amo. No sé si algún día, esto te servirá de consuelo, creo que no, pero sabe, mi hermosa dama sureña, que sigo pensando en vos como en la mujer que merece todas mis canciones, todos mis párrafos, todos mis besos y todas mis fantasías. Eres la mujer de mi vida”