jueves, julio 24, 2008

La mujer de mis sueños

(He recibido una carta esta mañana. Estaba en un sobre en blanco, sin dirigirse a nadie, y sin cerrar. Entonces he pensado que cabían dos posibilidades: que no fuera para mí y que el emisor se hubiera equivocado de buzón, o que fuera para mi mujer. Al leerla más detenidamente, he pensado que cabría la posibilidad de que alguien que crea conocerme, pero que anda francamente despistado con respecto a mí, me estuviera regalando esta carta para que, yo, por mi parte, me ahorrara el trabajo de escribirla y se la remitiera a alguien, a una eventual amante. También podría ser una broma, sencillamente. Finalmente, la transcribo y, como no sé otra manera de decirte estas cosas que no sea a través de Las Peroratas, eso es lo que hago. Aquí queda y, estoy seguro de que a alguien le servirá para algo:)

Mi amor,
No me importa que por el día no tengas tiempo para mí, no creas, que sé que por la noche, cuando los demás no miran, tú eres mía. Solo mía.

No tengo nada en contra de que tengas que madrugar para trabajar, aunque me gustaría que lo pasaras mejor con tu trabajo, y no me enfado en absoluto cuando, a veces, tu trabajo, te impide dedicarme el tiempo que yo necesito para estar satisfecho, porque sé que a la noche, no te costará trabajo alguno satisfacer mi cuerpo y mente como ninguna otra mujer lo ha hecho.

Me encanta cuando estás de buen humor y sonríes, especialmente si me sonríes a mí, en privado, pero si el día está siendo especialmente duro, o atareado, o lo que sea, y por esa circunstancia no estás para sonreírme cuando yo te requiero, no haré apunte alguno en el debe de tu balance de afectos conmigo, sino que me limitaré a esperar a que por la noche, te dejes caer entre mis brazos, y dejes que llene hasta rebosar la columna del haber de los besos recibidos.

Sé que tus hijos y tu hogar absorben casi todo tu tiempo y tu dedicación, pero sabiendo que de noche no tienes que jugar con ellos y jugarás conmigo – a los médicos, a los prisioneros de las mazmorras, atada a los barrotes de tu cama, con una fórmula única de que te calles- sin descanso y con amor, me aparto y te dejo trajinar, y marchar de aquí para allá y me conformo con mirarte y me gusta que seas dulce mamá, porque al ser de noche una nena picante me haces sentir especial.

A veces, de día, me dices cosas que no soportaría en ninguna otra persona, nena, puedes incluso llegar a caerme mal… te veo cansada y malhumorada, y pagas conmigo, si se me ocurre asomar la cabeza, tus frustraciones y me llamas cosas que yo jamás te llamaría… quizá porque no nos queremos igual. Me da igual, nena, porque de noche, antes de que se te quite el mal humor, estarán tus pies en mi regazo, y como aquel día, te estremecerás cuando mis manos empiecen a acariciar tus tobillos y tus deditos, tan chiquititos, y sé que no tardarán el mal humor y el cansancio en abandonar tu cuerpo cansado.

Y ya no estás cansada. Ya estás conmigo.

Ya me he dado la vuelta y los ojos se me han cerrado y, como cada noche, June, has vuelto a visitarme. Eres la mujer que reina en mi vida, pero sólo apareces, real, en mis sueños. Y ya no sé si pedirte que salgas de ellos.

Te quiero, y quiero seguir soñándote porque así no te haré más daño. Así no me harás daño. A veces pienso que eso me basta y que, en realidad, es así como te quiero. Real en mis noches. E inmune a ti, sigo adelante, soñándote y soñando con que nunca se realicen mi sueños.

Porque ahora, nena, pienso que quizá, en mis noches, he conseguido, al fin, el amor de la mujer perfecta. La mujer de mis sueños.