domingo, febrero 10, 2008

june: el principio

Lo que quieras oír


Los Pistones fue el gran grupo de pop de los primeros 80. Con más pegada que los Secretos, más inspiración y, claro, con más fragilidad, aún más, en su líder, el gran Richi, Ricardo Chirinos. No tuvieron una gran suerte comercial, pero dejaron un montón de canciones inolvidables, paradójicamente, olvidadas en un rincón y oscurecidas bajo la luz cegadora de su peor canción, El pistolero, que fue la que les dio un poco de dinerillo. Esta canción es, en mi opinión, su cénit creativo, y está inspirada en una obra de nosequién (es la típica cosa que el fantasma podría investigar) o en una actriz borracha o algo por el estilo. Me da igual, es una canción descomunal, enorme, una obra de arte del principio al fin. Estaba incluida en el magnífico LP Persecución, un álbum maravilloso que todo amante del buen pop-rock debería tener entre sus discos. Creo que en este disco es cuando empezó a participar el gran Ariel Rot, ex Tequila, en labores de producción y tocando guitarras. En esta canción, de hecho, hay un soberbio y precioso solo final de guitarra española, que me he ahorrado el bochorno de intentar reproducir, que juraría que lo toca Ariel, pero esas cosas, ya sabéis, preguntádselas al fantasma. Yo no sé buscar ese tipo de información y hablo de recuerdos, solo. En fin, el riff de guitarra, la frase musical que abre la canción es una maravilla, la melodía es preciosa, el ritmo, la inspiradísima letra... Para mí es de esas canciones que, por sí solas, se elevan a lo más alto y allí permanecen para siempre, por mucho que los destrozatemas habituales intentemos cargárnosla. Sobrevive a mi versión, claro, pero es que yo creo que sobreviviría a una versión de Enrique Iglesias o hasta de Loquillo. A ver si te gusta. Y, en caso afirmativo, puedes bajártela aquí:

Podéis creerme o no hacerlo, pero el día que conocí a June, el mundo pareció empezar a a arreglarse. Fue una impresión, como sabéis, porque el mundo sigue igual que entonces, solo que con algunos de sus mayores mendrugos aún más sueltecitos. Bueno, nos conocimos en una clínica privada, una de esas muy coqueta, dedicada a la maternidad, cerca de Marsella, y nada hacía presagiar lo que se nos venía encima.

El cómo llegamos allí el mismo día y en el mismo momento es fruto solo de la casualidad: las parejas de ambos eran amigos de Lady Sosa, la mujer de Douglas, el escultor, que acababa de dar a luz al primer (y único) hijo de la pareja.

Yo tenía mis reservas: Douglas podía ser un gran escultor, pero era un tío bastante pelma, dicho sea entre nosotros, y su mujer, Sosita, no sólo hacía honor a su nombre, sino que además era igual o más pesada que Doug. Pero Prístina, mi mujer en aquellos días, se veía obligada, en cierto modo, porque fueron amigas de adolescentes, del instituto, y tenían un pacto de esos que te crees que sólo suceden en las pelis, por el cual ambas serían las madrinas del primer hijo de la otra.

Así que hicimos las maletas para pasar un fin de semana largo (desde el miércoles, que yo esas cosas las estiro al máximo) en Marsella, en casa de mi amiga Mal Clementine, que tenía allí una escuela de Feng Shui, Tai Chi, Chop Suey, Yin Yang e interpretación de anagramas, enigmas, jeroglíficos y proverbios chinos. Y lo del masaje ese de la presión con los deditos. Eso también y, además, se le daba de fábula.

Mal nos recibió como ella lo hace siempre, con la sonrisa más luminosa que quepa en cara alguna. Imaginaos una mujer guapa, guapa con aspecto inteligente, digo, dadle unos brochazos de astucia, un velo apenas perceptible de tristeza y rematadlo todo con una mirada directa, limpia y sincera. Además de eso, claro, ojos, labios, pómulos, nariz, barbilla y mofletillos y tendréis la cara de Mal sonriendo y dándonos la bienvenida. Además, como tiene una ThermoMix, nos preparó una deliciosa crema de calabaza y una salsa de queso (siempre olvida que yo lo detesto) realmente apestosa, con un regusto a vestuario de marinería inaceptable. A Prístina, no obstante, le gustó y me dijeron lo que me dice todo el mundo: que si no sabes lo que te pierdes, que hay mil quesos distintos, que si no lo pruebas, no puedes decir que no te gusta... Y yo respondí lo de siempre: nunca me ha apetecido lo más mínimo comer mierda. Me basta su olor repulsivo y su aspecto pegajoso para saber que no me gustará no sólo masticarla, sino siquiera acercarla a mi cara. Y, por lo que a mí respecta, el queso es una diarrea especiada de leche mal digerida. No es más repugnante una deposición de, pongamos por caso, un Mitterand colítico, que un queso de Cabrales. Y es todo cuanto tengo que decir sobre este enojoso asunto.

Bueno, aunque intenté zafarme hasta el último momento de la visita social (mis relaciones con Prístina ya habían empezado a deteriorarse y una velada con una amiga suya del instituto recién parida no era mi ideal de plan apasionante), al final, transigí y acompañé a mi mujer a ver a la recién estrenada mamá. No me apetecía, entre otras cosas porque la verdad es que Douglas, además de ser pesado, que lo era, y a modo, me acobardaba un poco. Yo, en mis primeros pasos en el mundo del arte, me sentía acomplejado por su mundanismo y su grandeza. Es cierto que nunca he soportado a las personas que ahuecan la voz para oírse hablar y que se dan demasiada importancia a sí mismas, pero también lo es que yo reconozco a un artista en cuanto le veo. Y en Douglas había un artista de primera clase.

En fin, llegamos allí y junto a la parturienta, feliz con su pequeñajo dormido sobre su pecho, estaba Douglas, con aspecto aburrido y la pareja más inverosímil que he visto jamás. Él tenía pinta de idiota saludable: metro ochenta, atlético, piel bronceada, con gafitas enrolladas de cristales gruesos, pelo corto, pantalón pirata y zapatillas galácticas; ella, encantadora, claro, si era June... Mi June.

Me la presentaron y mi mundo se completó en ese momento. Nos dimos dos besos, pero no los dos besos de rigor, sus labios me besaron (no se limitó a poner la cara) cerca de la comisura de los míos, y sentí su aliento cálido mientras, levísimamente, su pecho rozaba el mío y su pelo me hacía cosquillas en la cara.

El idiota saludable me saludó con jovialidad de machito memo, apretándome la mano con su manaza y dándome una hostia en el hombro un poco más confiazuda de lo necesario. Al parecer, había sido amigo inseparable de Sosita en los días posteriores al instituto. Cuando mi mujer dejó el instituto y la ciudad para ir a estudiar Madrid, el idiota, que se llamaba Livingstone Soup’Ongo (como sopa de hongo, pero medio en inglés y hongo sin hache), ocupó el lugar de Prístina como mejor amiga de Sosita.

Saludamos a la madre, derrengada (Sosita quiso un parto natural, sin anestesias, ni epidural, ni nada), y ésta, orgullosa, nos mostró a la criatura. Sí, criatura es exactamente la palabra que quiero usar, porque decir bebé tendría cierto aire entrañable que quiero evitar, pues lo que nos mostraba Sosita, creedme, no era un bebé: era una criatura endemoniadamente fea.

Era alargado, como una salchicha fresca, con la piel de los miembros arrugados, como de reptil viejo; en la cabeza tenía una cresta genuina, que hacía recordar a un gallo enfermo; quiero decir que no era que tuviese en la parte superior unos pelitos, es que su cráneo hacía en esa zona unas protuberancias nada tranquilizadoras acerca de con la ayuda de quién había sido concebida la criatura. En cuanto al rostro, de color aceitunado, cetrino, era inenarrablemente desafortunado. Tenía todos los rasgos agrupados en el centro de la cara, dejando una gran superficie despejada alrededor. Los ojillos, permanecían obstinadamente cerrados, la nariz eran dos orificios supurantes practicados en mitad de la cara y la boca, de pitiminí, era entre repipi y remilgada. Además, para rematar la impresión, tenía el maxilar retraído y de un tamaño desproporcionadamente pequeño. El resultado era, en resumen, sumamente desdichado, recordaba vagamente a un galápago malencarado y todo el conjunto hacía caer a las personas sensibles (como June, como yo) en un estado de melancolía entre severo e irreversible.

Balbuceé un torpísimo qué gracioso y me excusé a los diez segundos. En esa época aún fumaba, Lucky Strike, por cierto, y salí al exterior a echarme un piti y a calmar mi acelerado e impresionado corazón. Al rato, mientras la nicotina hacía su trabajo y los aros de humo blanco azulado estallaban contra el cristal merced al impulso de mi boca de pez, apareció June.

- Hola, hombre del saco

- ¡Eh... vamos...! A ti te ha parecido tan feo como a mí, reconócelo

Se estableció una corriente de simpatía casi desde el primer minuto, pero con eso de venir a bromear acerca de mi reacción al ver al bebé, estaba seguro de que June no era como las demás mujeres que había conocido.

- He dejado a los tres viejos amigos contando batallitas...-hizo el gesto de meterse los dedos en la boca, como para vomitar- he tenido que huir.

- Sé a lo que te refieres... ¿un golpe de suerte? – le dije ofreciéndole un pitillo. No sé si pilláis el asunto en toda su grandeza.

- No, gracias, no fumo

- Yo sí... pero es por eso que dijo Mae West, creo: “hombre que no fuma, sabe a bebé”

- Ya... yo prefiero la otra frase, que no sé quién la dijo: “besar a un fumador es como chupar un cenicero usado”

- Tu marido fuma, le he visto el paquete de More.

- ¿Y quién te ha dicho que le beso?

- Nadie, solo lo he dado por sentado.

- Mal hecho, amigo, ¿por qué supones esas cosas?

- Porque no creo que haya nacido el hombre que, al lado de una mujer tan hermosa, no haga lo imposible por besarla todo el rato.

Hizo efecto, no creáis. Cambió no muy airosamente de tema, atropellándose, encantadoramente, ruborizando ligeramente su piel blanca. Me fijé en su ropa, tan sencilla. Llevaba unos vaqueros ajustados, unas deportivas blancas de velcro y una sudadera azul de la universidad de Los Angeles. Las letras UCLA estaban justo donde a mí me hubiera gustado estar, no sé si sabéis lo que quiero decir. El pelo lo llevaba recogido en una cola de caballo no demasiado severa, porque en las sienes, a ambos lados, tenía unos mechoncitos sueltos la mar de graciosos. La miré largo rato y contestaba tonterías, imagino, a las cosas que ella me decía. No recuerdo de qué hablábamos, pero en mi cabeza se fijó un punto de referencia, una idea recurrente: esa mujer tenía que ser mía.

Volvimos a la habitación y yo he de decir que, justo al dejarle franco el paso de la puerta para que entrara ella en primer lugar, reparé en el trasero de June por vez primera: para morirse. He visto, tocado, mordido y probado toda clase de culos y hacedme caso si os digo que era un gran ejemplar de culo. Amplio, firme, con su poquito de repisa, su forma de pera de Lérida bien cincelada y con esa tersura que uno piensa que si da una toba la carne temblará como un flan durante un minuto entero. Iba tan atontado mirándola, que no me di cuenta de que ella se detenía y choqué con ella y fue el choque más dulce que podáis imaginar.

De vuelta en la habitación me tocó hablar con Douglas y me sucedió una cosa curiosa. Él estaba contándome su rutina de trabajo, un tema que puede estar, perfectamente, entre los diez más aburridos del mundo, podéis apostar lo que queráis, que si se levantaba y se tomaba unos cereales con fibra, que si no se quitaba el pijama si no tenía que salir... y en estas, veo que, desde detrás. June empieza a hacerme gestos, como si se quitara el sombrero y empieza a vocalizar algo. Imaginaos la escena, un tío pesadísimo contando cosas sin ningún interés, pero al que debes hacer caso por cortesía y, detrás, arrebatadoramente guapa, una mujer diciéndote cosas que, seguro, son mucho más interesantes que la vida entera del puto escultor. Yo asentía a Doug, pero no podía dejar a mirar a June que, evidentemente, trataba de contarme algo de lo que no quería que Douglas se enterase. Una especie de secreto, Nuestro primer secreto, entendedme.

- ¿Sabes? Creo que el clima de Marsella es perfecto para esculpir... tiene una cualidad especial y el barro seca de una manera diferente... A mí me gusta, no obstante, antes de plantearme qué voya hacer, a dónde quiero llegar, ¿entiendes? No se trata de qué, sino de por qué...

Habla y habla sin parar y June empieza a alternar el gesto de ponerse y quitarse el sombrero con el de señalar a Douglas y tirarse del pelo y entonces, un poquito más tarde de lo que me hubiera gustado, lo entiendo: me está diciendo que Douglas lleva bisoñé. A mí me parecía que tenía un peinado raro, como antiguo, y cuando, gracias a la observadora June descubro que no es que sea raro, sino que es un peluquín espantoso, muy pedestre, de un negro intenso y antinatural. Entonces ya sí que no me entero de lo que cuenta. Mi cerebro sólo interpreta las señales que mis ojos le mandan y se fijan con atención en ese nacimiento brusco, opaco y pasa como en las pelis antiguas cuando salía un espiral, esa es la sensación que tengo yo: delante de mí está Douglas, el artista pelmazo, y me habla de sus rutinas, pero en mi cabeza sólo está el peluquín, desprovisto ya de su dueño, incluso, flotando en una nada absoluta y adquiriendo vida propia; una vida depredadora que amenaza con devorarme, cuando alguien me saca de mi ensoñación tirándome del brazo y haciéndome una desconcertante pregunta:

- ¿Qué te parece? ¿Lo hacemos?

Quien así me habla es Prístina, mi mujer, que espera una respuesta. Paseo la cabeza por la estancia del hospital y todos parecen pendientes de lo que yo tengo que decir. Sonrío bobaliconamente, porque no sé de qué va todo esto, pero acabo diciendo lo de siempre:

- Vale, por mí, de acuerdo.

Al final, no era tan grave. Resulta que estábamos quedando en vernos por la noche en L’hummanité, un bar de la playa, regido por un español amigo mío, que se llama Fosfous, en el que toco la guitarra un par de veces al año. El plan es, al parecer, que vaya a hablar con Fosfous y que le diga que me deje tocar unos temitas y que nos reserve una buena mesa, para cenar después.

Lo hago y Fosfous, como siempre, se muestra encantador: nos prepara una mesa genial y una cena para decir dos rosarios completos seguidos. Podéis imaginaros lo que pasó: le dediqué el miniconcierto entero a June, sin palabras innecesarias, sin tonterías: solo mirándola y sintiéndome mirado por ella. Sabiendo que antes de saberlo, la amaba ya. Sabiéndome querido y deseado por ella. Y no era la erótica del artista, aunque no niego que eso sucede, hasta a artistas tan mediocres como yo, era una corriente subterránea sólo perceptible por nosotros dos, pero tan clarividente que no había lugar a interpretaciones: nos hicimos el amor sin que nadie, al principio, ni siquiera nosotros, se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

Después, en la cena hablamos y reímos mucho. Livingstone y Prístina, menos, porque los chistes sobre poetas no les hacían gracia, las anécdotas sobre poetas no les resultaban interesantes y les aburría la poesía de repente, arte en el que June era maestra y yo me defendía. Improvisamos, en apenas un minuto, unos alejandrinos divertidísimos sobre las manchas en las camisas de los camareros que ni Prístina ni Livingstone parecieron apreciar.

Intercambiamos las direcciones de nuestros blogs y correo electrónico y nos fuimos cada uno al sitio donde dormíamos. Ellos a su hotel, y nosotros a casa de Mal. Prístina se fue a la cama temprano y me quedé parloteando con Mal hasta tarde. Le conté lo que había pasado esa noche y, llegado un cierto momento, me dijo que se me notaba que no me apetecía nada hablar con ella y que estaba deseando que me dejase solo para ver si ella se conectaba al mesenger.

- ¿De verdad se me nota?

- Muchísimo. Ten cuidado.

Me dio un beso, me deseó suerte, buenas noches y conecté mi portátil, ávido de noticias, a ver si encontraba a June, o un mensaje de June, o lo que fuera. Nada. Terrible desilusión... pero me rehíce; al fin y al cabo, no habíamos dicho que haríamos nada esa noche. Sólo que yo estaba tan ansioso por enganchar con June, que imaginaba que a ella debía pasarle lo mismo.

Agregué a June (luna_junera@hotmail.com) a mis contactos y empecé a escribirle una carta. Digo bien: empecé. Porque la empecé y la borré mil veces. No encontraba el tono. Estaba ya desesperado, iba a cerrar la sesión, cuando me llega la confirmación de aceptación de June. Se me abre la ventanita:

June dice:
hola, Wolffo golfo, ¿qué haces levantado a estas horas? Algo malo, seguro...

Wolffo dice:
hola, guapa...

Wolffo dice:
qué va... estaba aullando a la luna, a ver si alguna dama venía a consolarme...

June dice:
consolarte? y por qué habría de hacerlo? es que has caído en desdicha, caballero golfo?

Wolffo dice:
ya lo creo... esta noche he conocido a una mujer increíble...

June dice:
Hmmm, parece interesante...

Wolffo dice:
Y tanto... es la mujer más guapa que he conocido en mi vida

June dice:
no exageráis, caballero?

Y así estuvimos hasta las 6 de la mañana. No sé si os pasado a vosotros. Encontrar a alguien con quien se podría estar chateando toda la vida. Riéndote, llorando, discutiendo, abriendo tu corazón, cerrando tus ojos... Esa fue una de esas noches.

Los dos brillantes, seductores, olvidando el mundo y tratando de hechizar al otro. A ratos serios, a ratos payasos; sublimes minutos seguidos de charla intrascendente y vital; éramos recatados y osados, picantes y dulces, sensibles y desalmadamente sexuales. Una noche que atravesó los estados de ánimo para instalarse para siempre en mi recuerdo como la noche en que me enamoré de la mujer de mi vida.

Esa noche empezó todo.

Este post no tiene final, ni bueno ni malo, porque es sólo el principio. El caso es que llevo mucho tiempo hablándoos de June y quería que supiérais cómo nos conocimos, en qué circunstancias y bajo qué cielo. Disculpadme si ha salido demasiado largo, pero algunas cosas son así. Uno no puede contarlas más cortitas. Uno no puede estar pendiente, todo el rato, de lo que los demás quieran oír.

Ni siquiera, June, de lo que tú, amor mío, quieras oír.



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Listening to: Kinks - Money & Corruption - I am Your Man
via FoxyTunes

30 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que cómo es esto del chat para ligar. Yo no sé lo que hacía la gente antes, de verdad. Con esas cartas que entre ida y vuelta tardaban días y días. Y además todo el mundo se enteraba de que un muchacho te estaba escribiendo, desde tu madre hasta el cartero cotilla.

El chat encima tiene la ventaja de que puedes estar hecha un desastre, que no se nota. No es el caso de June, por supuesto, que siempre está monísima, pero a las demás mortales nos viene muy bien.

Lo que hubieran cambiado tantas historias de amor si Guttemberg hubiera inventado el Messenger en lugar de la imprenta. Cirano de Bergerac, por ejemplo, con su pico de oro, hubiera tenido los ligues por docenas.

Además, lo que cambia la cosa de estar toda la noche, cómodamente, calentita, a pelar la pava en la reja, con el relente.

Definitivamente, ¡qué gran invento!

(Mañana vuelvo y escucho la canción, que ahora no puedo porque ya me iba a la cama y estaba a punto de cerrar. Me caigo de sueño)

Besos.

Guiss dijo...

Pues al contrario que Kotinussa, yo me reservo el relato para mañana, porque no es que me vaya a la cama, y al contrario de lo que hago siempre hoy empiezo por la música, porque no puedes ni imaginarte la ilusión que me ha hecho la canción que has elegido, la de veces que la he cantado, lo bien que recuerdo la letra para mi sorpresa, porque hace mucho que no la escucho (siglos hará que no pongo un disco de vinilo), y sobre todo, lo muchísimo que me gusta tu versión, me encantan las voces.
Bueno, estoy tan contenta casi como cuando escuché la de con dos guisantes.
¿He dicho que me encanta? Qué puede quedar, sólo existo yo... No me acordaba de lo mucho que me gustaba.
Besos eufóricos

Wolffo dijo...

Kotts
es maravilloso, eso es cierto. Y tanto mejor cuanto más osado seas con el lenguaje. A mí, desde luego, lejos de parecerme "este medio tan frío" (melonada clásica que se dice del chat en particulñar y de internet en general) me parece un medio genial para enseñar tus mejores armas.
Pues nada, a ver si escuchas la canción y te gusta, porque es preciosa, en serio, y no ha quedado del todo mal.
De todas formas, Kotts, como dicen los cursis, esperaba más items por tu parte. El texto es muy largo, es verdad, pero he dejado varios cebos preparados y me da rabia que sólo hayas cogido el último. Quizá los cebos no eran tan buenos como yo creía... Bueno, Kotts, un beso y a ver si te gusta la canción.

Guiss
pues te diré una cosa: es muy largo (normalmente son 2/3 páginas y el de hoy son 5, times cuerpo 12 un espacio de interlínea) y pensé en publicarlo en dos entregas, pero luego pensé que al no ser un relato con final, sino sólo el relato de un principio, no valía la pena dejar a nadie con la intriga de nada. Arriesgándome innecesariamente, te diré que me ha salido un buen texto, con sus cosillas y eso, pero estoy contento del resultado, muy contento. En fin,. a ver si te gusta.
La canción... creo que tú y yo tenemos algún enganche común. Y las canciones tristalegres (tristes de fondo, alegres de música) de los Pistones es uno de ellos. Te confieso que si escucho esta canción, si escucho la letra, si me dejo empapar por la música, me emociona realmente y me emociona pensar que a ti te ha hecho tanta ilusión. La grabé entre el sábado y el domingo y me encanta cantarla y tocarla. Ahora solo me queda, de mis canciones fetiche de los Pistones, Metadona, que me parece otro monumento. En fin, Guiss, gracias y a ver si te gusta el texto tanto como la canción.
Un beso.

Anónimo dijo...

Wolffo, cariño, es que ya dejé escrito que me cogió con el cerebro medio dormido ya. En realidad escribí ese poquito simplemente por dejar constancia de que estoy TAN PENDIENTE de tu blog que a los pocos minutos de que pongas algo, ya estoy enterada.

Además, es más divertido ir comentando poco a poco ¿verdad?

A ver si luego que tengo una hora de guardia puedo entrar otra vez y picar en uno de tus cebos.

Besos.

Wolffo dijo...

Kotts
soy realmente pesado, ¿verdad? Pero sí, vuelve y pica, anda, que me hace ilusión. Pero asegúrate de que tienes tiempo, que es muy largo este.
Besos y gracias por tu paciencia.

Guiss dijo...

Yo tuve que ser una niña bastante asocial, porque nunca hice pactos de esos de seremos amigas hasta que nos muramos, ni era dada a los gritos y saltitos, es más, creo que entonces nadie daba gritos y saltos y que eso, como los partidos de beisbol, es una nefasta, por no decir diabólica, influencia de las películas americanas. Caracoles.
Lo del fin de semana desde el miércoles supongo que viene a ser «un fin de semana largo», y ya en cuanto pasa de eso alcanza el grado de «semanita de vacaciones». Que está estupendo lo de pasarlo entre saberes orientales legendarios, levantar la patita a cámara lenta en un parque y todo eso, pero yo veo un fallo: la thermomix. En mi experiencia de casi ama de casa, tengo que decir que lo de la thermomix me parece una secta, y si no llego a calificarla de destructiva es porque sus miembros se alimentan. Pero pocas cosas hay que me pongan tan nerviosa como alguien con la thermomix recién comprada empeñado en explicarte lo fácil que se hace un puré con ella... hombre, ¡si hasta yo que no sé cocinar sé hacer un puré rapidito, y sin nada más que una batidora corriente! De hecho, creo que cuando llega una thermomix a una casa se produce el mismo efecto que cuando nace un niño: todo gira alrededor de ella, todas las visitas tienen que dedicarse a contemplarla, y te tienen todo el rato escuchando las últimas «gracias» que ha hecho. Y al final, te sirven un puré con currusquitos al que llaman crema para sofisticarlo.
Ahora que lo pienso, tú tuviste que alabar a la thermomix y a la criatura recién nacida, así que hiciste el completo. Menos mal que hasta los peores días tienen arreglo y conociste a June. Claro que lo de la thermomix y la criatura te hubiera resultado más llevadero de haber sabido de antemano que ese día ibas a conocer a la mujer de tu vida, acompañada por un señor que iba enseñando los pelos de las piernas, que me parece bastante impropio. Una cosa es estar en Marsella y otra no poder vestir decentemente para ir a un hospital. Y por decentemente entiendo un pantalón largo y unos zapatos, aunque sean cómodos. Claro que el golpear a quien se acaba de conocer yo no se lo aguantaría ni a Lord Brummel, o sea que el tipo no tiene salvación y ya no es que no me importe lo que le ocurra, es que me alegraré de que sufra en la historia.
Quiero decirte una cosa: a mí los niños hasta ahora me parecían manzanas arrugadas o viejecitos en miniatura, pero no podré dejar de ver una salchicha de Zaratán en ellos desde que te he leído. De las coloraditas.
June... vale, June es estupenda, June es sexi, June es maravillosa, June es todo, pero es una topiquera con lo de la frase del cenicero, que es una frase que aborrezco por dos cosas: porque yo fumo, y porque la primera vez que la escuché se la oí decir a la «auténtica» Cristina del Valle a propósito de besar a Alberto Comesaña, al cual por entonces yo hubiera besado con gusto porque nada hacía prever que su evolución física posterior iba a ser como la de su música: de canalla atractivo a blandito repelentoso.
Ejem, hasta a mí me está alarmando la longitud de este comentario, voy a hacer como que me interesa mi trabajo un poco y luego seguiré con el resto.
Besos de intermedio.

Anónimo dijo...

L’hummanité, una corriente de recuerdos remueve mi espíritu al oír ese nombre.

La verdad es que iba bien, francamente bien, el bar. Recuerdo esa terraza de madera mirando a la playa de la punta roja (plage de la Pointe Rouge como dicen los lugareños), las cenas a la luz de las velas y esa luna y cómo se llenaba el local cuando actuaba el Ciclón de Valdemorillo (le Cyclone de Valdemorille).

Tu ex, Prístina, frecuentaba a menudo el bar en aquella época, incluso un poco antes de tu encuentro con June. Acudió un día “a tomar algo” con esos amigos suyos tan snobs después de una exposición de pintura (algo sobre un tipo que pintaba cuadros con la minga, un tal Pricasso) y entabló amistad con mi ex , Yelizaveta.

Empezó yendo por allí un par de días por semana y al final creo que pasaba más tiempo en mi casa (recordarás que estaba en la planta superior del bar) que en la vuestra.
Lo que nunca llegó a cuadrarme era que siempre estuvieran tumbadas en la cama desnudas. Según ella (tu ex porque a la mía nunca llegué a entenderla con ese acento ruso tan cerrado que tenía) era normal.
“¿Porqué esa manía de estar en pelotas y tocándoos?” Preguntaba yo.
“Son cosas de chicas que vosotros, Wolffo y tú, cabezas huecas nunca entenderéis. Es cosa de la amistad.” Respondía ella.
“Ya, pero yo no ando en pelotas con mis amigos y mucho menos nos untamos mutuamente nuestras partes con aceites olorosos”. Argumentaba de nuevo yo.
“Si es que sois unos antiguos. Si escucharais más chill-out y menos rollo de ese de los Pistones, lo entenderíais. Aburridos, eso es lo que sois”. Y con eso me callaba, claro. Que Prístina, otra cosa no sé, pero era convincente la tía.

Al final decidí acostumbrarme a esa situación. “Tal vez tengan razón y sea cosa de la amistad” Pensaba yo.

Volviendo a la historia, que me estoy enrollando con demasiados recuerdos, es cierto que esa fue la noche que empezó tu historia con June.
Y yo, que estaba en mi mesa de la esquina controlando como siempre el negocio, vi cómo se emocionaba Recuerdo que pensé “aquí va a pasar algo entre estos dos...”. Y el resto ya lo has contado tú.

***********

Me has alegrado el día. Con la magnífica versión de uno de mis grupos de cabecera y con la aparición en el post.

Un fuerte abrazo amigo.

Anónimo dijo...

Me lo tengo merecido. Aquí no puedes perder el tiempo, porque en seguida llega la Princesa y comenta todo lo comentable de una manera inmejorable. Comer, dormir, trabajar, todo hay que dejarlo para otro momento. Haz el comentario o calla para siempre.

Menos mal que ella también ha pensado en hacerlo por etapas, y así que me ha quedado la oportunidad de meter algo de baza.

Quisiera decir alguna palabrita en favor del bebé galápago, y es que la criatura no escogió la fealdad a posta. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del tipo del bisoñé, porque eso salió de sus mismos adentros sin que nadie le obligara a ponerse un gato muerto encima de la cabeza. Por lo tanto, encuentro un poco injusto que se dedique más o menos el mismo espacio a describir la fealdad del neófito que el atentado estético del pelón.

Pasando a otra cuestión, voy a hablar de June. Y sé perfectamente que no estarás de acuerdo con lo que te diga pero, qué quieres, no sé fingir. Los vaqueros, bien, pero esa sudadera de UCLA es para matarla. Porque del fulano que comenta la Princesa qué vamos a decir, pero de ella, "la perfecta", podíamos esperar otra cosa. Que no es lo mismo el "sport chic" que el ir como una gitana de mercadillo.

Y luego, el diálogo por chat, más cursi que las señoritas de Sicur, que ya es decir. La parte de ella, me refiero. Se ve que en esos días tenías un nivel de exigencia muy bajito. Francamente, esperaba otra cosa.

Y ahora me voy a dormir la siesta, que aunque ayer me fui pronto a la cama, la verdad es que no dormí apenas. Y ahora sé la razón. El desasosiego que tenía se debía al terrible desengaño que me he llevado con June, porque si esos eran sus buenos tiempos...

Volveré más tarde a comentar más, si es que la Princesa me deja algo.

Muchos besos.

Guiss dijo...

Emprendámosla ahora con Douglas: a mí la gente que reconoce que se atiborra a fibra me cae mal, es un dato que no necesito y que me hace imaginar al sujeto replegado sobre sí mismo, con las venas de la frente y el cuello hinchadas y los ojos a punto de salirse de las órbitas. Bien, existen los estreñidos, pero si Dios no ha dispuesto que llevemos una marca exterior señalando como es nuestro tránsito (la expresión la he aprendido en los anuncios de yogures sofisticados), no veo la razón de andar dando explicaciones. Lo de que por casa vaya en pijama me da igual, total, no voy a acostarme con él ni con su pijama que olerá a tabaco, fritos, y a los resultados de su ingesta masiva de cereales; los pegotes que lleve entenderé que se deben a que es escultor y no un vicioso de la fibra. Claro que tampoco vamos a pasarnos con él, aunque hubiera sido Sherezade no le hubieses hecho caso, y eso no es demérito de él, sino mérito de June. O eso quiero creer, que bastante tiene el pobre con el peluquín. Y gracias a Kotinussa ya nunca podré ver a un señor con postizos en la cabeza sin pensar en un gato muerto, me lo van a notar en la cara. Claro que por aquí lo del bisoñé y los peluquines no se lleva mucho, y hace bastante que o los implantes de pelo han mejorado o ya no se los hace nadie, porque no veo señores con cabeza de Nancy y hubo una temporada en la que abundaron. Lo que hay es una impudicia total con el tinte, cada vez hay más añosos rubios, con un tono terrible que degenera en cobrizo.
Pasando al bar, yo hubiera tenido un poco de prevención con lo de L'humanité, con ese nombre se aparece ante mí un paraíso de señores muy mayores, medio colocados (anímicamente, lo que es laboralmente seguramente muy bien colocados, o al menos de forma muy rentable), y tal vez el paso fugaz de Dani el rojo por allí. Al menos la música que se me representa es Brassens y no Paco Ibáñez. Es un pequeño alivio a la visión apocalíptica.
Pero como ya he visto que la música la pusiste tú, y que el dueño era Fosfous, me resulta un sitio más simpático.
Del diálogo con June no voy a decir nada, porque a fin de cuentas esas cosas se escriben sólo para un par de ojos, y se dicen sólo para un par de oídos, y ninguno más puede entender su encanto ni lo oportunas que son ni nada.
Y ya no abuso más. Por lo menos de momento, hasta que Kotinussa se despierte de la siesta ;)
Besos.

Wolffo dijo...

Guisantilla
tuviste que ser una buena pieza, eso seguro. ¿Caracoles? jajajajajajajajajaaaa, eres genial. Se te olvida algo nefasto de la influencia americana: ser "popular" y que los hombres de edad avanzada lleven gorras de béisbol.
Mal tiene ThermoMix, pero no es fundamentalista. La usa para lo que deben usarse estas cosas y yo le he pedido que me haga una demo un día de estos, quiero ver cómo funciona la cosa. Y a ti te caería bien Mal, ya verás que sí. Yo soy contrario a la Thermomix, pero porque me parece carísima. Estas cosas son útiles, ¿no? A mí me lo parecen. Y te juro que he ido unas cuantas veces a casa de Mal y solo una me enseñó la Thermomix, pero como yo que le enseñé mi sandwichera nueva y le obligué a comerse una sandwich de arroz frito, chistorra y pepinillos y ella se lo comió sin protestar ni nada.
De todas formas, aunque en este caso no se diera, es acertadísima tu comparación de la Thermomomix, el bebé y el efecto en las casas. Es tan aguda que te pondría un piso si tú lo necesitaras y yo tuviese las ganas de gastar el dinero en algo que tan poca ilusión te iba a hacer, que si no...
Livingstone iba fatal, es verdad, pero yo nunca llevo zapatos, ni siquiera cuando voy a un hospital. Como mucho, camperas. Ese día creo que llevaba mis botos, sí, pero es usual verme en zapas de carrefour caminando alegremente por la calle mayor de las ciudades entrañables de nuestra España querida y centenaria. En lo de golpear, estoy contigo, pero no le hice nada, porque me podía el tío. He escrito, te lo digo, por si lo has pasado por alto, que levantaba metro ochenta del suelo y que era "atlético"; no del atleti, sino de constitución.
¿Tengo que pasarme la vida defendiendo a June? ¿Es ese mi destino, vive dios? En realidad, el topiquero fui yo, que usé primero la frase del hombre que no fuma, Guiss, ella se limitó a ser amable conmigo y responderme, aun discrepando, en el mismo tono. Alberto Comesaña es otro cantar. A mí también me sorprende verle ahora, pero me caía como el culo desde el minuto uno y su partenaire, no digamos, que es más tonta y nace río. Luego sigo yo también.
Un beso y nunca, repito, nunca, tus comentarios son largos. Quiero más.

The Foss
Claro que iba bien... era el único sitio decente de toda la zona, en realidad, donde uno podía cenar decentemente, tomar copas y escuchar buena música, en directo o enlatada. Era un sitio genial, hombre.
NO sabía lo de Prístina, pero no le afeo el gusto: tu ex sí que estaba buena, colega. Y una pregunta idiota, ¿te dejaban participar? O, al menos, ¿te dejaban mirar? ¿Las miraste aunque ellas no te dejaran? Dios qué morbillo, Foss.
Por favor, Foss, aprovechando que eres testigo imparcial, haz abstracción de lo que fue luego tu historia con June y dile a Kotts que la sudadera de UCLA le quedaba de coña y que era preciosa. Que una cosa es una cosa y la otra, pues otra distinta.
La canción mola, ¿eh? Grandes, los Pistones. Tú los pinchabas mucho en L'humanité, lo recuerdo bien.

Un abrazo y gracias, amigo.

Kotts
A Guiss no le puedes dar un metro, colega, que te la lía, como Zidane. Pero hay sitio para el ingenio de todo el que quiera, en serio, me encanta ver cómo la gente se escora y dice lo que los demás no ven y destacan lo que ni siquiera yo he visto.-
Es verdad lo que comentas, en cuanto al espacio que dedico a uno y a otro, pero al bebé le menciono en ese momento y nada más. El pintor pelmazo está presente toda la narración. Y me pasa como a Guiss: no podré ver a un peluquinero sin pensar en minino fiambre... qué fatalidad.
Debo de nuevo sacar la cara por June, mi preciosa y maravillosa June, ya que ella no viene a leerme porque me detesta, y no puede defenderse de las infamias que le son dichas aquí.
La sudadera era preciosa, y de las caras. Y una mujer como June así vestida estaba sencillamente encantadora. En cuanto al diálogo, es la transcripción que hago yo desde mi mala memoria, pero puedo asegurar que June escribía, escribe, mejor que cualquiera de los que aquí y en blog alguno, nos citamos. Aparte de que fue solo el principio lo que he pseudotranscrito, el resto de la noche estuvo memorable, como no podía ser de otra manera. Ella es un ser memorable y sus palabras, sus hechos y sus escritos son memorables también. Ella es June, ¿entiendes? y en ella no hay buenos y malos tiempos. Ella es el tiempo, flota sobre él, gravitando sobre el paso y su insustancialidad y es la mujer que da sentido al tiempo. A mi tiempo, por ejemplo, que se divide en antes, durante y después de June. Yo nunca podré haceros entender lo abrumador que es el geniuo de June, porque necesitaría un talento parecido al suyo para hacerlo y sé que mis defensas apasionadas solo sirven para que os caiga peor cada vez que hablo sobre lo increíble que es... pero no puedo actuar de otra forma.
Duerme y vuelve y luego me dices qué te parece la canción, a no ser que no la hayas comentado aposta, porque te ha parecido horrible. En ese caso, créeme, es mejor no saber la verdad. Al menos para mí, claro.
Besos, Kotts, y espero tu afilada lengua de nuevo.

Guiss again
jajajajajajajaaaaa es cierto, ¿a quién le importa? ¿Es que acaso alguien ha dicho que le parece interesante que José Coronado cague bien? Tu proclama a favor de la discreción de los estreñidos es brillantísima, en serio.
Ostrás, lo de la cabeza de nancy sí que era terrible. En serio, menos mal que eso se abandonó, porque era horroroso. Lo del tiente, la verdad, no lo he advertido, pero en general no me gusta que la gente oculte sus cosas; su pelo blando, su falta de pelo, sus arrugas, su barriga, sus años... no sé, somos como somos, ¿no?
Gracias por la correcta ortografía del nombre del bar, Guiss, eres siempre muy delicada al corregirme y yo te adoro por ello, pero créeme, y cree a Foss, cuando te decimos que era un sitio realmente encantador. Te encantaba en cuanto ponías un pie dentro. Además de tocar yo, ponía a los Pistones y esas cosas y musiquilla americana chula... era un sitio la mar de agradable.
Gracias por tu comprensión acerca del diálogo, o mas bien de mi recuerdo, tú sabes a lo que me refiero, ¿no?
Más besos y a ver si alguien más tiene el valor de llegar hasta el final, que van nueve comentarios, pero solo sois tres.
Ahora bien, menudos tres...

Besos y abrazos y todo lo demás

Anónimo dijo...

Ya estoy aquí de nuevo. La canción, palabrita del Niño Jesús que no comentarla fue simplemente un olvido. No había oído una canción de los Pistones en la vida. Por eso, sin tener recuerdos asociados a ella o conocer otras versiones, te puedo comentar que es agradable, que le daría un 7 sobre 10 y que la cantas bastante bien. No te puedo decir nada más porque no es mi estilo favorito.

Me da igual lo que digas de June, y lo que diga Fosfous. Te lo voy a tener que decir clarito, que estás empanao: estoy celosa de todas las mujeres de las que escribes, de Moor Ris, de June, de todas. Así que cada vez que escribas sobre ella la pondré a caldo. Sólo quiero saber cómo acaba la historia del detective Wolffo, a ver si tengo suerte y la tía acaba de mala manera, en un callejón sucio, como dijo alguien.

Y lo de la "poesía de repente", ja, ja, otra pavada de las señoritas de Sicur. Eso es lo que han hecho aquí toda la vida esos belloteros de la España profunda, los troveros creo que los llaman. Pero claro, si lo hace June, se llama "poesía de repente". Lo que hay que oir.

¿Quieres que siga?

Anónimo dijo...

¿Participar? La verdad es que no, después de aquello de "Si es que sois unos antiguos" me echaban con cajas destempladas (por cierto, ¿habrá también cajas templadas?) de MI PROPIA HABITACIÓN.

Eso sí, alguna mirada furtiva logré pero siempre me preguntaba ... Si esto es cosa de la amistada ¿a qué se debe este calentón que me está entrando?. Y volvía a bajar al bar a cumplir con mi obligación, que todo estuviera perfecto para vosotros los clientes y que la Rickenbacker 360/12 que había comprado para tus actuaciones estuviera perfectamente afinada.

La verdad es que Yelizaveta estaba bien buena. Además, como no tenía ni idea de español (solo hablaba ruso), siempre ponía esa cara de "¿es que no me entiendes?" que la hacía más atractiva aún si cabe.

Y sí Guiss, la sudadera de UCLA le quedaba tal como dice Wolffo. Tal vez se queda corto en la descripción de su culo, digno de haber sido esculpido por la mano de Miguel Angel.
Pero ¿Brassens y señores mayores?. Te hubiera gustado de haberlo conocido.
Allí se escuchaba música de verdad, Wolffo, Glen Frey y Don Henley eran habituales en el escenario.

Y ahora os dejo que tengo el pisto en la cocina esperando.

Wolffo dijo...

Kotts
jajajajajajajaaaaa me hace muchísima gracia cómo hablas de la canción, Kotts, como si fuese una carretera, o una cañería o algo. Gracias, cariño, por ser tan cumplida y tan bien mandá.
La verdad es que la escena recuerda a la de los dentistas esos antiguos, sacando la muela a lo burro. A eso me ha recordado tu confesión de celos. Eres grandiosa, Kotts y me haces disfrutar con cada comentario: debes saberlo y debe saberlo el mundo en general y mis biógrafos en particular.
Y la poesía de repente no es nada que hayas visto nunca, Kotts, pero te puedo enseñar cómo se hace la próxima vez que nos veamos. No tiene nada que ver ni con los troveros ni con los mendrugos esos que riman a ritmo de rap. No se trata de hacer rimas, Kotts, sino poesía, algo bien distinto, como sabes. Pero sé que tú y yo podremos hacerlo sin demasiado esfuerzo, si te relajas. Tú confía en mí y ya verás.
En cuanto a June, no sé si contaré lo que pasó después de cruzarse con el detective y largarse con la Luger, pero a todos los efectos, me dio la patada y me dejó tirado cual colilla: eso es lo importante. Lo demás, niña, es accesorio.

Besos terribles.

Foss
cabronas, las tías, ¿eh...? Es que su amistad es rara, ¿verdad?. Esa Rickenbacker (o la 370) es la guitarra de mis otros sueños... una vez un tío me dejó tocarla un rato: alucinas, en serio: ¡qué sonido!
Solo un detalle, cocinero, cocinero: era a Kotts a quien había que aclararle que la UCLA le sentaba de vicio.
Muchas gracias, como siempre, amigo Foss: un placer eterno y enorme.

Hala, uno que se va.
Un pis y a la cama. Y a ver si mañana alguien más se ha atrevido con el post; que es largo sí, pero mola. O eso me parece a mí, vamos...

Anónimo dijo...

Cierto era para Kotts la aclaración, no para Guiss.

Tonto estoy...

Anónimo dijo...

Las compresas no son sórdidas. Y mucho menos los Tampax. En realidad, y por culpa de la publicidad —como tú bien debes saber— hace años que se han convertido en objetos estupendos que todo el mundo debería tener para ser feliz; sirven para montar a caballo, bajar por la barandilla y hacer esquí acuático, y casi nos da mucha envidia a los hombres no tener que utilizarlos.

No obstante, la historia de Edel no tiene exactamente que ver con tales avances del siglo XX, aunque reitero que no todo debe contarse, y además admito que tengo una cierta mala conciencia con ella porque me enrollé con otra irlandesa amiga suya, bueno no directamente suya sino de su compañera de piso. Pero es que tenía una voz que me recordaba a la de Lauren Bacall y otros encantos que no me recordaban a Lauren Bacall pero que ahora me hacen recordarla a ella misma, y la imagino aliviando a los pacientes de algún hospital de Dublín con su voz de terciopelo.

Capto la aclaración respecto a Victoria Abril, el Interviú y el 1, 2, 3. A mí, por cierto, el 1, 2, 3 que me gusta es la peli de Billy Wilder, y el Interviú me parece una revista penosa y que se basa en las 3 “eses” (sensacionalismo, sexo, sangre). Mi aparición estelar, y como no podía ser de otro modo dada mi condición de ultratumba y tal, estaba en relación con la sangre. Mucha sangre (pero no mía, que los fantasmas no sangramos).

Tu extrañeza con que ya tuviera la respuesta escrita es porque en realidad era para agradecer a Fosfous sus aclaraciones y luego la cosa aquella de las gayolas, que era más bien para Koti. Así que no es que fuera directamente para ti, pero me gusta que haya interacción entre los que comentamos en tu blog, y supongo que a ti te parece bien. Ameniza y hace que no sean conversaciones paralelas a las que los demás asistimos como meros espectadores (y es que leo comentarios muy ingeniosos en los que apetece intervenir; veo, además, que en este último post está pasando).

Y al grano: me encanta que hayas hecho una versión de los Pistones porque a mí también me parece un grupo que estaba muy bien. Veo, además, que coincidimos varios en tu blog, lo que me alegra doblemente. Espero que no sea como los documentales de la 2 que cuando hay encuestas parece que es lo que todo el mundo ve de la tele... Pero no, en realidad cabe esperar que los seguidores de Pistones, aunque no fuesen legión, se concentren en tu blog. Y es que no tuvieron mucho éxito, ¿verdad? A mí también me encanta «Metadona»: una melodía genial y una letra, que en un par de estrofas y sin mencionar la droga en ningún momento, transmite perfectamente la paranoia, la ansiedad y la angustia que las drogas pueden llegar a producir.

Tu versión no desmerece en nada a los originales y da gusto oírla, en serio. A propósito de tu introducción, yo también hablo de recuerdos, y no tengo ni idea de si esta canción se refiere a alguien en concreto. Por cierto, Ambite, el bajo, tocó con Siniestro Total en el concierto que hicieron el pasado año en El Sol a raíz de las celebraciones de «La Movida», y recordó al respetable su canción de Los Ramones (ya sabes, «sentado en El Sol...»), aunque no la incluyeron en el repertorio porque no hubiera pegado mucho, la verdad. Sí tocaron su estupenda versión de Lynard Skynard «Miña terra galega».

Del post me divierte el título. Eso de «June: el principio», me suena a «La matanza de Texas: el origen», o algo así. Y es que las andanzas de June llevan camino de convertirse en una saga clásica, y ella en una heroína a la altura de la teniente Ripley. Aún nos queda mucho camino por recorrer antes de que se aleje pistola en mano del tipo que se desangra atado a una silla. Y no insistas, por más que tú la conozcas y que todavía no se hayan desvelado los pormenores, sé que su apellido de soltera era Mansfield.

Guiss dijo...

No, Wolffo, no, en realidad ha sido error mío escribir «l'humanité» en lugar de «l'hummanité», lo que se dice un lapsus, porque bien sé que el nombre está puesto a propósito para que la gauche divine no pueda ni demandar por el uso ni cobrar un canon. Así que corrijo mi error y proclamo que el bar era «L'hummanité» y no otra cosa, que hay abogados que tienen muchísimo tiempo libre y sé de buena tinta que leen blogs. Y seguro que de haberlo conocido me hubiese encantado, pero yo era un bebé entonces, seguro (¿ves, Kotinussa? no sólo se puede exagerar o disfrazar la realidad en los chats ;) )
Veo que ya habéis reivindicado mi buen nombre y no voy a insistir mucho en ello. Además yo siempre estoy dispuesta a creer que hay mujeres guapas hasta vestidas con harapos, y culos de mujer dignos de Miguel Ángel. Incluso que hay tópicos que cuando los pronuncian los labios adecuados parecen pensamientos de Heidegger. Faltaría más.
Lo que no sé es cómo podía fosfous llevar la bandeja con un mínimo de pulso tras ver en su habitación, día tras día, realizarse la fantasía erótica más popular del mundo entre los hombres. Si yo hubiera sido hombre, nadie me hubiera despegado de la cerradura. O eso creo.

Anónimo dijo...

Grandísima corrección en los tiempo, en un género amigo mío, en el que no estás acostumbrado a bucear. Me refiero a la narración honesta por las buenas. Sin embargo no se nota ni un poquito la cosa tiene ritmo e interés a pesar de la continua irrupción de personajes cabrones con nombres para descojonarse, que quieren apartarnos de la verdadera historia. Me lo he leído con gusto y, bueno el no final, te voy a decir una cosa me lo olí, pero me ha gustado. También olía los filetes empanados en mi casa, y no por eso dejaban de gustarme. Ahora voy a leer los comentarios, mamoncete.

Anónimo dijo...

Guiss.

¿Pensabas que yo llevaba la bandeja?

No era así. Yo tenía un papel más en la línea de Rick Blaine en Casablanca.

La diferencia era que el Sam de turno no era un pianista negro sino un guitarrista de Valdemorillo. Ganamos en el cambio, seguro.

Wolffo dijo...

Fantie
Te advierto que las del BK a mí no me desagradaban del todo: un poco de celulosa bien condimentada con tintas industriales, quizá con demasiado sabor a mostaza, pero, por lo demás... Las otras, en fin, esos anuncios son como parte del paisaje, es como una especie de carta de ajuste: no creo que nadie les haga demasiado caso.
Eres muy libre de contarnos las interioridades de tu relación con Edelweiss, Fant, pero comprende que me pique la curiosidad cuando la mencionas. Y si sigues dando detallitos, soltando cebos, seguiré preguntando, claro. Y sobre la compañera de piso con voz calentorra también. "Hot line del hospital central de dublin, cariño, ¿en qué puedo ayudarle? ¿Desea cascársela, pilluelo?" Ay...
El un, dos, tres que mencionas mola más que el programa de Kiko, claro, y a mí tampoco me gusta Interviú, pero échale la culpa a Victoria Abril, que salió en esos sitios, no a mí, que me limitaba a desearla melancólicamente. En fin, ya contarás, cuando te apetezca, qu´çe es eso de la sangre y tú (Sangre, Interviú y tú, como en la canción de Dinarama).
Lo de los Pistones es verdad: pero pasa en general con la llamada movida. En realidad había muy poca gente, pero ahora resulta que estábamos todos. Bueno. En cuanto a lo que decía en el comentario de la canción, en varias ocasiones has dicho, algo del tipo "me interesó e investigué un poco..." así que he supuesto que a lo mejor te ibas a mirar a quién estaba dedicada (o en qué obra estaba basada) Lo que quieras oír. Ambite es de esos personajes como singulares, ¿no? siempre callados, con esa pinta de raro solitario (el típico despreciado en el cole, seguro) y ese aspecto aburridísimo, y no sabía que "los Ramones" fuera suya. La letra, reconócelo era penosa: "... bebiendo y fumando sin apenas entusiasmo;
llegaste tú y te sentaste a mi lado;
con una cerveza en la mano; y escuchando con gran interés;
a-quel I don't careeeee;
a-quel I don't caaaaaree...
Yo jamás te hubiera conocido,
si no llega a ser por los Ramones..."
Nunca entendí como se convirtió en semi himno esa canción tan mala, de verdad. Bueno sí, citaba a Los Ramones, EL Sol... no sé, nunca me gustó.
Bueno, si de las 2863 palabras que tiene el post te divierten las tres del título, me doy por satisfecho. Y no insisto, pero no le pienso decir a nadie qué fue, o quién fue June: queda para mí. Mío es, mío es, mío es y tuyo no.
Abrazos, Phant.

Guiss
vaya, así que... no entiendo lo que me dices acerca de las emes y la gauche divine, en serio, esta vez has superado mi neuroncita juguetona. En cuanto a los tópicos, no sé, cuando los digo yo nadie dice nada, sólo os fijáis en los de la linda June... El caso es que me siento sobreestimado por algunos de vosotros, Guiss, que sois listísimos y no creas que me desagrada: es genial ver que uno genera expectativas superiores a su capacidad, sobre todo en las mujeres bonitas. Con June coló: durante un tiempo fui su héroe y no veas lo bien que me hacía sentir eso. ¿Soy tu héroe, Guiss?
Bueno, Foss ya te contesta, en cuanto a lo suyo, y yo no me atrevería a mejorar su respuesta. Es demasiado buena, como tu pregunta, claro.
Mil besos y algunos abrazos irrespetuosos.

Buch
¿Un género amigo tuyo? háblame de ese género, anda, y de cómo llegásteis a ser amigos. Los filetes empanados, perdona, huelen de maravilla, pero hasta tú, asturianín noble, reconocerás que el cabrales apesta. No huele: hiede. Icluso hiere. ¿Tú qué piensas de los Pistones, por cierto?

Foss
Es genial esta respuesta, amigo mío, no tengo nada más que añadir, que no sean alabanzas y abrazos.
Wooop!

Anónimo dijo...

Volvía a casa por la M-30 después de haber estado tomando el aperitivo con unos amigos. Era domingo y la hora de comer, así que prácticamente no había tráfico. Entonces vi correr a unas personas con extintores y al mirar hacia donde se dirigían, vi que acababa de producirse un accidente en dirección sur (yo iba al norte). Dejé el coche a un lado y corrí yo también a ayudar. Habían llegado ya unas cuantas personas (no muchas) y me encontré con un coche espachurrado, la puerta del piloto abierta, y un tipo inconsciente atrapado al volante. El otro coche estaba más adelante, boca abajo y completamente aplastado, sin que se pudiera ver ni acceder al interior.

Volví al primer coche y vi que la gente estaba intentando sacarle tirando de los brazos hacia fuera, lo que era peligroso porque tenía las piernas atrapadas bajo el salpicadero. Les dije que lo mejor sería reclinar completamente su asiento para tratar de sacarle por detrás y lo más recto posible, y que a la vez era necesario levantar el salpicadero para liberar las piernas antes de seguir tirando. Me hicieron caso y funcionó, y tumbamos al tipo sobre el asfalto. Tenía sangre por todas partes y parecía estar más muerto que vivo.

Ante los gritos de la gente, ya no tuve más remedio que decir que yo era médico y que me dejaran examinar al herido. Estaba vivo, aunque inconsciente, y lo prioritario era averiguar el foco de sangrado (ya digo que había sangre por todas partes). Tenía dos: una fractura abierta en la pierna izquierda (es decir, una fractura de huesos que se ve exteriormente porque delante hay una herida grande en piel y planos musculares), y un scalp (esto es lo que los indios hacían a Errol Flyn y a los del 7º de Caballería cuando les cogían para arrancarles la cabellera), que consiste en un corte profundo en la parte superior de la frente de modo que puede separarse el colgajo con el cuero cabelludo y el pelo y ver debajo el cráneo. Sangra mucho.

Yo, agachado junto a aquél tipo, taponé las heridas como pude mientras el resto de la gente empezaba a opinar que había que meterlo en un coche y salir corriendo a un hospital. Al parecer ya se había avisado a una ambulancia. En contra de lo que todos decían, yo consideré que no se le debía levantar del suelo hasta que llegase la ambulancia y se le pudiera trasladar bien, ya que era posible que tuviese una lesión medular y podríamos agravarla.

En esto, dos policías se abrieron paso entre el grupo de curiosos que nos rodeaban al herido y a mí. Preguntaron quién era el médico y cuando les dije que yo, me saludaron militarmente y me dijeron que estaban a mis órdenes y que qué hacíamos (comencé a notar un sudor frío). Me ofrecieron el coche patrulla para trasladar al herido y me confirmaron que venía una ambulancia en camino. Yo dije que nos esperábamos ahí.

Olvidé contar el pequeño detalle de que yo no era médico. Bueno, no era médico todavía, porque me quedaban las tres famosas asignaturas que ya os comenté aquí que me fastidiaron el final de la carrera. La ambulancia empezó a tardar horrores y la gente a ponerse nerviosa, y los listillos de turno empezaron a opinar —a grito pelado— que aquel hombre se iba a morir, que había que llevárselo como fuera, que se estaba desangrando... y cosas así. Los polis mantenían el orden y decían que el doctor había dicho que no se le movía, y no se le iba a mover. Yo seguía agachado sobre el herido, con las heridas más o menos taponadas, y consciente de que el scalp, al producirse en una zona muy vascularizada hace que se sangre mucho aunque son vasos superficiales (pero claro, impresionaba verle toda la cara con sangre, etc.).

La gente gritaba, los polis les apartaban, el tipo seguía inconsciente, la ambulancia no llegaba, y yo pensaba que como se muriese allí mismo iba a ser por mi culpa. Aún así hice lo que creí que debía hacer y al fin llegó la ambulancia, que resultaron ser los bomberos.

Tenían una especie de mini ambulancia, que en la parte de atrás llevaba una pequeña caja cerrada con un bombero bajito formado en enfermería. El bombero me pidió que le acompañara para ayudarle y nos metimos los dos con el herido. Y aquí empezó el infierno. Tras decirle el estado de las heridas, sacamos material de cura y comenzamos con vendajes. Lo malo fue que el conductor iba como a 300 por hora y dando bandazos bruscos a un lado y a otro (además nosotros no podíamos ver nada porque no había ventanas ni comunicación con el conductor); por si fuera poco, el herido comenzó a despertarse, era un tipo joven y debía estar muy confuso por lo que empezó a repartir leches a derecha e izquierda. Podéis imaginaros la situación: tratando de contener las hemorragias mientras nos golpeábamos con paredes, techo y suelo de aquella pequeña caja metálica, el herido nos pegaba, la sangre saltaba por todos lados, y yo estaba convencido de que daba igual lo que hiciéramos porque íbamos a morir todos en un inminente accidente de tráfico. A gritos pedí al bombero bajito que me pasara un calmante para pinchárselo al tipo, pero no logré que me lo diera.

Milagrosamente llegamos al hospital, lo metimos en el quirófano, y tras contarle lo esencial al cirujano, me fui. Me quedé en la sala de espera para ver qué pasaba, pero aquello iba para largo. Además, noté que la gente me miraba raro y fui al baño. Mi aspecto era lamentable, porque tenía la ropa empapada de sangre, al igual que la cara y las manos. Me lavé un poco y llamé para que viniera alguien a buscarme (mi coche se había quedado en la M-30 y yo había perdido la cartera).

Cuando llegué a casa me enteré de que el otro conductor, el del coche aplastado, era Fernando Martín, el jugador de baloncesto del Madrid. Hicieron falta las máquinas y grúas de los bomberos para poder acceder a él. Había muerto en el acto.

También habían llamado a casa los bomberos, para decir que mi cartera había aparecido en su ambulancia y que si podía pasarme por el cuartelillo a recogerla, y para que me dieran las gracias en persona. Comí algo y fui con un amigo a recoger mi coche, que estaba entonces rodeado de policías que me echaron la gran bronca por haber dejado un coche abandonado allí, y casi me multan... Después fui al cuartel de bomberos, me felicitaron, me invitaron a unas cervezas, me devolvieron la cartera, y el bombero bajito se excusó por no haberme hecho caso con lo de haberle puesto un calmante inyectado.

Fui al hospital para interesarme por “mi herido”, y entonces ya había mucha prensa y curiosos y no dejaban pasar. Tan sólo te podías comunicar a través de un telefonillo. Me acerqué, expliqué quién era, y al poco salió un médico que me aclaró que el paciente estaba fuera de peligro aunque habría que operarle por la fractura abierta.

Al parecer un periodista estaba al loro, y cuando me iba me dijo que si no me importaba contestar a un par de preguntas. Le dije que bueno, fuimos a tomar algo y le conté la historia. Resulta que era de Interviú y cuando lo publicaron me citaron. Eso sí, esta vez me apresuré a aclarar que me quedaban tres asignaturas para acabar la carrera, no fuera a ser que lo leyeran mis catedráticos y me retrocedieran dos cursos por mentiroso.

Anónimo dijo...

Coño, que pedazo de aventura.Fant.

Anónimo dijo...

Jodo!!! Fant.

Cuando leí lo de interviu te hacía en un posado/robado junto a alguna famosa enseñando el culillo en la playa.

Nunca imaginé que fuera esto.

Me quito el sombrero.

Anónimo dijo...

Preciosa historia, de verdad. Tengo poco que decirte, la verdad.

Hay momentos en que me he sentido identificado pero, las mujeres de mi vida, de momento han acabado en que mi vida y yo mismo estamos en planos astrales distintos, por lo que ellas siguen allí, disfrutando la vida que yo compartiría gustoso con ellas, y yo aquí, solo. Pero esas cosas pasan, y hay que saber encajarlas.

A todo esto, que no tiene que ver contigo, ni conmigo, sino con el otro yo, no sé si tuyo o mío, la canción es para anuncio de coca-cola, ya sabes, por eso de la chispa de la vida, me encanta como rebosa vitalidad.

Un abrazo, amigo.

Wolffo dijo...

Fantous,
tremenda historia, amigo. Recuerdo ese día perfectamente, el día que murió Fernando Martín... te tocó vivirlo de cerca y pringarte, nunca mejor dicho. ¿Ves? esta es una cosa que mola. Tu narración es como "emergency" tiene nervio, altura y verdad, en lugar de ser Hospital Central, inverosímil, aburrrido y previsible. Pero pasa una cosa: después de leer esta narración, todos queremos conocer la historia de las compresas, Edel y su amiga, ¿nos darás esa alegría? Un abrazo, doc, (¿eres doc o med?)
Como dicen Buch y Fant, vaya historia.

linmerick
eso de estar en planos astrales distintos, incluso en planos terrenales distintos, no he dejado de sentirlo yo en toda mi vida, eso no es raro. Lo que es raro es que la mayoría de los hombres no se den cuenta, ¿ves? sabiendote distinto tienes mucho ganado, me parece a mí.
En cuanto a la canción para ser anuncio de coke, le falta optimismo a la letra, ¿no crees? Ese fatalismo le iría de culo al refresco por antonomasia.-

Un abrazo y gracias, as usual, my friend.

Wolffo dijo...

Como dicen Buch y Fant, no, coño, como dicen Buch y Foss.
Ea.

Anónimo dijo...

Tema Pistones: No me encandilaban, a pesar de algunas cancioncillas agradables de oir. Y era por dos razones, 1) Siempre tenían lso rostros tensos y dramáticos, como dándose importancia,y 2) El guitarra o el bajo , o uno de los adláteres era excesivamente alto o flaco o larguirucho. Y el cantante era más retaco, y, en fin eso queda fatal.

linmer dijo...

¿Letra triste? ¿Qué letra triste? Te prometo que la escuché cinco veces seguidas, pero con ese sonido viagra (revive a un muerto) es imposible creer que la letra diga lo que está diciendo.

Lo siento por el letrista, pero esta canción te juro que me da muy buen rollo.

Wolffo dijo...

Buch,
no te imaginas lo que detesto esa forma de hablar "Tema lo que sea", colega, es la típica cosa que lo contamina todo. Con lo bien dispuesto que estaba hacia ti, después de lo de la joyita, vas y me haces este comentario de mierda... ¿por qué, tío, por qué?
El bajo, Ambite, era alturrón; y el cantante no era especialmente bajito, pero su rasgo más destacado era, en mi opinión unos mofletes rellenos y nada rockeros. El guapo del grupo era el teclas, cuyo nombre ahora se me escapa. pero vamos, ¿a quién le importa todo esto? "Tema Pistones...", colega, ¿cómo has escrito eso?

linmer
es verdad que si lo miras de cierta manera, la melodía y la letra sí que están en planos astrales distintos, tienes razón. Pero siempre me pareció tan inspirada la letra (¿Qué puede quedar, sólo existo yo...?) que nunca me fijé en eso.

¡Abrazos, compañero!

Anónimo dijo...

Es verdad. Pues no lo sé, me salió de las entrañas. Que encantadora irregularidad la mía, Yo, Guti, MOzart...

Wolffo dijo...

Buch, te voy a decir algo: eres grande. Esa forma de encajar y de devolver el golpe, como diciendo, mira por dónde me meto tu opinión, es brillamte. Eres grande, amigo.
Mucho más que Guti, pero no tanto como Mozart.

Mozart y yo jugamos otra liga, colega.