viernes, marzo 30, 2007

¡Eh...!

(la balada del hombre desesperado)

Esperando un Milagro


Cuando escuché por primera vez "Sé dónde estás", de Los Ronaldos, pensé: caray, un grupo de rock and roll. Luego, su primer y segundo discos, me dejaron totalmente tocado: eran los discos que debía haber grabado yo. Salvo por la voz personalísima de Coque Malla, era todo tal y como yo lo había planeado. El resto de los discos de Ronaldos me gustan menos, pero como sucede con los grandes grupos de rock, siempre guardan dos o tres temazos. De los que quedaron después de esos dos primeros discos, me encantan "Así no se vive bien" y "Contágiame otra vez". Este tema que subo hoy es una maravilla de tema clásico de rock que sólo Ronaldos o M-Clan podían escribir, o así lo veo yo. En esta grabación me he animado con un riff de bajo clavadito y tres guitarras dándole al compás, y un poquito de teclas, haciendo de cama. sigo sin dominar el tema de la batería pero, a cambio, soy un tío super sexy. Eso que ganáis. Hala, a mover el culete o, al menos a marcar el ritmillo con los pies.

Bájatela aquí, si quieres.

¡Eh, mírame!

Mírame saltar, bailar, ejecutar estas piruetas redondas y ágiles para ti. Mírame actuar como si nada hubiera ocurrido, escúchame cantar como si sólo existieras tú en el mundo.

¿Qué te parece? ¿A que no soy tan listo como creíste un día? Pero tampoco tan imbécil como te parezco hoy, ¿a que no?

Me muevo por el mundo con el triángulo que contiene tu ojo vigilándome, suspendido en el cielo, disfrazado de nube, o de luna, de estrella o de gran pájaro discriminador. O, a veces, eres todo el cielo, toda la bóveda celeste y me siento confortado cuando te difrazas de hemisferio celeste, porque mire a donde mire, te estoy viendo.

Cojo la guitarra y trato de cantarte, pero no puedo, porque nada suena. Ni mis dedos aciertan a tañer las cuerdas, ni las cuerdas de mi garganta aciertan a vibrar para que mis trinos lleguen a ti, bicho, y todo, todo es mentira.

Es una burda mentira y yo no sé convertirla, no sé cómo hacer para que no sea mentira y que su verdad te llegue y te contagie, mi querida fantasía.

¡Eh, mírame!

Mira cómo mis ojos, al pensar en ti y en nuestros días, parecen desbordarse húmedos y brillantes. Mírame corretear como un infeliz, haciendo reír a los niños, dando cuerda a las habladurías, avergonzando a los de buena familia.

Ríete si quieres. Pero mírame.

¡Eh, mírame...!

Acabo de escucharte diciéndome tonterías, como te quiero, y cosas así. Y cosas mejores, mucho mejores, en realidad.

Y mira cómo reacciono a tu voz.

Mira en lo que me estoy convirtiendo. Sólo espero ya un milagro.

Mírame, porque me estoy apagando. Mírame porque siento que algo se escapa de mí. A lo mejor eres tú, pero podría ser que fuera yo mismo, huyendo de mí.

Tal vez en eso consiste hacerse un hombre. En mirar, impotente, como mi yo más alegre, el más feliz de todos mis yoes, sale huyendo de mí, porque no puedo soportar que no me mires.

¡Eh...!

¿Es que no hay nadie mirando?

jueves, marzo 29, 2007

Olga, persiguiendo el sol

Olga siempre sonríe. Siempre, de verdad. Su mirada, incisiva y desordenada, desborda todas las previsiones y siempre tiene una salida asombrosa para cualquiera que se pare a charlar con ella un rato. Es una niña, así que eso de pararse a charlar con ella un rato, no depende de ti, sino enteramente de ella. Pero no es difícil, como con la mayoría de los niños, si algo capta su atención. Es una conversadora divertidísima, porque es muy, muy lista, y tiene, desde muy pequeñita, un agudísimo y muy desarrollado sentido del humor.

Olga es, a sus siete años, que ya es una edad, reconozcámoslo, una mujer independiente. He escrito bien: una mujer, no una niña, independiente. En momentos de discusión con sus padres (porque a ella no se le regaña, qué va... ella discute de igual a igual contigo) ha amenazado con emanciparse a los 13 años, pero creo que es por no dar un disgusto demasiado gordo a sus familiares. Si por ella fuera, si no tuviera en cuenta sus sentimientos, ni los de los demás Olga estaría haciendo las maletas. No me interpretéis mal: hay pocas niñas más felices que Olga, pero para ella cualquier mundo es pequeño. Ahora es pequeña su gran casa; pronto lo será su pueblo y después, su país. Europa será pequeña para Olga en pocos años y en la madurez necesitará una nave espacial supersónica que la mueva por todo el universo para no sentirse atrapada en la pequeñez del mundo.

Y es que mi sobrina Olga tiene el sol metido en la cabeza. Olga es poesía en crecimiento y en sus preguntas sagaces, en sus comentarios mordaces, late irresistible la semilla de la inteligencia inconformista. Porque Olga, qué os habías creido... ella no se conforma nunca.

Olga juega al fútbol con bastante habilidad, por lo que la temen por igual niños y niñas, ya que es capaz de competir con todos en cualquier campo. En el colegio, me cuenta su madre (mi adorada MariPili’s) que, desde muy pequeña, es una especie de extensión de la profesora y que la ayuda a contener la avalancha de desgracias en potencia que es una clase infantil.

Tanto su madre, MariPili’s, como yo, sentimos debilidad por la música de los Beatles. Esta canción, no sé muy bien porqué, me recuerda a Olga, y creo que mi querida cuñada la encontrará adecuada. Creo, ahora que lo pienso un poco, que es por su lógica poética: “Puede que mañana llueva, así que seguiré al sol” No hay imagen más hermosa, ni más aplastantemente lógica. Si no quieres que la lluvia te moje, sigue al sol. Si no te gusta la oscuridad, el frío, sigue eternamente al sol y siempre estarás iluminado y calentito.
I'll follow the sun
Un día levantarás la vista para ver que me he ido,
Pero puede que mañana llueva, así que seguiré al sol.
Algún día te darás cuenta de que yo era el único,
Pero puede que mañana llueva, así que seguiré al sol
Ha llegado el momento, así que, amor mío, debo partir;
Y, aunque pierda una amiga, al final, lo entenderás.
Y un día te encontrarás con que yo ya no estoy.
Pero puede que mañana llueva, así que seguiré al sol.

Salvando los amoríos, que ya llegarán, yo veo así a Olga. Es capaz de eso, de perseguir al sol y obligarle a lucir todos los días. Pero en realidad, si lo piensas, ya lo ha logrado. Y lo podemos comprobar todos los que la rodeamos. ¿Sabes ese calorcito que sentimos, no sabemos muy bien porqué, de repente? Ese que te hace sentirte bien, que hace que eches atrás la espalda y que dejes que el mundo siga su curso, que tú no se lo vas a impedir. Cuando te pase, mira alrededor porque, casi con toda seguridad, verás pululando por ahí a Olga que, por un momento, ha dejado de perseguir al sol.

Olga, allí, persiguiendo el sol. Y yo aquí, pequeño amorcito, cantándote esta bonita canción. ¿Bailamos?

miércoles, marzo 28, 2007

Palabras, palabras, palabras...

More than words


Existe el tópico de que los grupos heavies escriben las mejores baladas. Suelen ser canciones barrocas, recargadísimas, con delirios vocales y guitarreros, con demasiada virguería para parecer natural: no me gustan, vaya. Con esta canción de Extreme ocurre algo distinto. Resulta que tiene una guitarra acústica y dos voces. Punto. Máxima sencillez, absoluta belleza. Me atrevo con ella porque la canción me flipa, pero soy consciente de que la jodo en colorines. Anyway, está hecha en dos tomas. En la primera, la guitarra y la voz principal. En la segunda, la armonía vocal y golpecitos en la guitarra, porque no supe estarme quieto. Si no conoces esta canción, una de dos: o no vives en este planeta, o nunca te ha pillado la variadísima selección musical de M80 o KissFM. Si cualquiera de estos es tu caso, busca la original y píllala, verás qué temazo.

"Soy el que ya no te busca, el que ya no te llama, o eso es lo que tú crees. En realidad, soy el que te llama todo el rato, pero tú ya no oyes mi voz. O eso creo yo, porque a lo mejor sí que me oyes, pero no quieres que sepa que me estás oyendo y así, cansado de llamarte y no encontarte, retire mi insistente y enervante acoso a tu castillo.

Te acoso porque te necesito, porque vibro entre tus piernas, y tú crees que quiero desahogarme, que quiero calmar mi deseo, y eso es todo; pero no, que va, eso no es todo, cielo, correrme no es nada, correrme es vaciarme y lo que yo quiero es llenarme y sé que cuando entro en ti, el que se llena soy yo.

Es mi amor un florilegio absurdo que no te sirve ni para presumir, pues no puedes mostrarlo sin parecer rara; es mi deseo un inconveniente para que seamos sencillamente amigos, porque, lo sabes tú y lo sé yo, jamás podré abrazarte como amigo y siempre buscaré volver a oírte suspirar.

Por mucho que me esfuerce, por grande que sea el empeño que pongas, no te acordarás del héroe divino que te hizo llorar de placer, sino del que lloraba patético y desnortado suplicándote un poco de atención, un poco de roce. El héroe lo fue por más tiempo, pero el imbécil fue el último y en él me he convertido a tus ojos. Tus ojos bellos y ciegos, mi amor, tus ojos bellos y ciegos."

Ignatius escribió estos párrafos en su carta de despedida a Sureña Sincetas, el gran amor de su vida, y el efecto de esta carta sobre su amada fue nulo: aquél día, Carmen Sajero, cartera eventual, pintora intentándolo y preciosa, tenía la cartera de la Vespa irregularmente llena con el pollo que había comprado en horas de trabajo, aprovechando que su ruta pasaba por Manolo’s, el pollero guapo que le miraba el culo y bromeaba con ella siempre que iba a comprar. Bueno, el caso es que metió el pollo en su cartera y la carta de Ignatius quedó atrapada y no sólo atrapada: el pollo, que era bastante fresco (Manolo es un pollero honrado), dejó escapar restos líquidos sanguinolientos que traspasaron el papel que lo envolvía e impregnaron la carta dirigida a Sureña Sincetas que, oh, providencia, se quedó adosada al pollo y el destino del amor de Ignatius quedó ligado al de un pollo preparado para asar de Manolo’s.

Durante varios días esperó Ignatius respuesta a su carta. Sólo he reproducido aquí unos párrafos, porque el resto eran de índole personal e íntima en exceso, pero os puedo asegurar que, en términos literarios, amatorios e incluso jurídicos, era una carta que te cagas, o sea. El hecho de que Sureña no le contestara sumió a Ignatius en un desánimo que podíamos calificar de bastante desanimado, tirando a desanimado que te pedes, pero limitándose a sumirle en el desánimo, sin que el desánimo le cubriera del todo; le llegaba el desánimo hasta el cuello, pongamos, así que respiraba bastante animado, pero su corazón, sin embargo latía desanimado. Anímicamente, podíamos decir, no estaba del todo hundido, por lo tanto.

La carta no llegó, claro, porque cuando Carmen terminó su ronda no advirtió que la carta estaba pegada a su pollo. Llegó a casa y congeló el pollo, con la carta pegada, claro.

Una semana después, Carmen se prepara para preparar la cena. Esa noche va a tener invitados y, no me digáis porqué, pero el pollo asado de Carmen era famoso en su ciudad sureña. En realidad, todos sus asados tenían cierta fama, y ella misma era considerada la reina local del asado. Al parecer, uno de los trucos de Carmen era cortar un tomate en cuatro gajos y ponerlo encima de la carne que fuera (pollo, cordero, la que fuera) y dejar que soltara su juguillo sobre la carne. Luego lo tiraba, pero el tomate había dejado allí su saborcillo. Podéis probarlo, es un truco genial.

Bueno, Carmen saca el pollo ya descongelado del papel y es entonces cuando se da cuenta de que hay una carta ahí pegada. Lo que le llama la atención de la carta es que es una carta de las de antes: caligrafiada y personal. Una rareza en estos días. Y una putada. Resulta que es una carta que merecía ser entregada, mucho más que las demás, pero no la puede entregar, porque está hecha una birria, toda empapada de sangre de pollo y tal... Y necesita su trabajo y no puede permitir que una queja la deje sin curro. El caso es que la caligrafía le llama la atención. Es inusualmente cuidada. Mira el remite y no le dice nada. Sólo pone: “Soy yo, claro”. Bueno, como tiene prisa, porque sus amigos van a llegar, aparta la carta y la lleva a su dormitorio, donde espera poder leerla cuando se seque.

A Ignatius no le apetece demasiado salir esa noche, pero sus amigos, Listillo y Pizpireta, insisten en que les acompañe, que van a casa de una amiga que es artista y simpatiquísima. Odia que le intenten emparejar, porque, en su experiencia, las mujeres que los demás juzgan adecuadas para él suelen ser horriblemente inadecuadas.

Cuando Ignatius, Listillo y Pizpireta llegan a casa de Carmen comentan, en seguida, lo maravillosamente que huele ese asado

- Ese asado huele maravillosamente – dice Ignatius

- Oh, sí, maravillosamente – confirma Listillo

- Sí, desde luego, maraviyosamente – dice Pizpireta

Y todos la miran lamentando la pésima instrucción ortográfica que ha recibido Pizpi, pero nadie le dice nada, porque es muy violento decirle a una imbécil que pronuncia con faltas de ortografía.

La cena se desarrolla divinamente para todos excepto para Pizpi, para quien se ha desarroyado dibinamente. Ignatius reconoce que se había equivocado y que Carmen sería una mujer adecuadísima si no fuera porque está enamorado hasta los huevos, perdón, huesos, de Sureña Sincetas. Pero Carmen le cae de lujo, se ríen un montón.

Listillo propone un juego, bastante idiota, de esos pseudopsicológicos, en los que tienes que escribir palabras y se supone que cuando se piensa en una herramienta y un color todos escriben martillo rojo y cosas así. Pizpireta se sorprende de lo aburrido que es el juego. Ignatius, que está de acuerdo por primera vez en la noche con Pizpi, se sorprende de lo simpática y guapa que es Carmen y de lo poco que le apetece acostarse con ella, porque al lado de su Sureña, todo languidece. Listillo se sorprende de que Pizpi no cometa faltas al escribir y es verdad: escribe cojonudamente, pero pronuncia con mogoyón de faltas. Y a Carmen lo que le sorprende es lo muchísimo que se parece la letra de Ignatius a la de la carta que tiene en su mesita de noche, manchada de sangre de pollo.

Carmen se disculpa y dice que va al baño, pero antes pasa por su mesita de noche y se lleva la carta, para leerla a escondidas. A ella le ha caído genial también Ignatius y quiere saber qué cosas escribe este señor tan simpático por carta.

Mientras, en la mesa, la juerga se apaga. Pizpi quería que iciesen halgo distinto y Listillo empezó a bostezar y a rascarse el paquete.

- No me reféria a heso

- Oh...

- Ah...

(silencio bastante incómodo)

Vuelve Carmen con el rostro encendido. La carta en la que Ignatius se lamenta ante su ex-amada del final de su relación la ha enamorado por completo. Alguien capaz de escribir así, piensa, tiene que follar genial (ya se sabe que los artistas son un poco bastos). De modo que se las ingenia para echar con cajas destempladas a Listillo y Pizpireta y se queda a solas con Ignatius.

Hablan durante una hora y la cosa está que arde. Conectan de manera maravillosa. Todo parece muy fácil entre ellos. Se hablan con una intimidad desconocida para ambos y se ríen muchísimo.

Carmen lo ve claro: lo natural es que tengan sexo. Buen sexo.

Ignatius ni se lo plantea.

Carmen ataca, pero pilla tan de sorpresa a Ignatius, que aprovecha su boca abierta por la estupefacción para meterle la lengua hasta la campanilla.

- No, no, no... no puedo, lo siento, no pensaba que querías eso... lo siento, estoy enamorado de otra persona

- Lo sé...

- ¿...?

Y Carmen le enseña la carta.

- ¿Qué... qué hace esa carta aquí...?

Carmen se lo cuenta. Ignatius escucha entre dolorido y atontado la absurda peripecia de su misiva y se levanta para marcharse.

- No te vayas. Quiero poseer, quiero que me posea el hombre que escribe estas palabras.

Ignatius la mira extrañado, escandalizado, desubicado.

- No... No, mujer. Eso que has leído, son palabras, nada más que palabras... - se da la vuelta, abre la puerta, sale y antes de cerrar, asoma un poco la cabeza para insistir- ese no soy yo, son sólo mis palabras, nada más que palabras.

Cierra la puerta y, atrapado en un un terremoto de lágrimas que no quiere que nadie vea, se va.

Y Carmen supo, desde el principio, que aquello no era verdad.

Aquello sí que era auténtico. Era algo más.

Más que palabras. Mucho más.

domingo, marzo 25, 2007

Un regalo que te mueres

Ernesto

¿Te acuerdas de Ernesto? Fue el primer gran tema de Los Nikis, Los Ramones de Algete, como llegaron a llamarlos. Realmente, los Nikis eran únicos. Ya el nombre te hacía sonreír, porque antes de que se llamaran "polos" los anhelados Lacoste, y las imitaciones de Galeprix, se llamaba así a esa prenda: niki. Ernesto (pinchando ahí te la puedes descargar, si es que estás tan loco como para quererlo) fue la canción que me enamoró de los Nikis. Si no recuerdo mal, yo conocía, antes de su primer disco, una maqueta que ponía una y otra vez Jesús Ordovás en "Esto no es Hawaii" que era fantástica y que se llamaba "Mi chica se ha ido a katmandú" que sonaba muy punk americano. Luego vino su primer y celebrado EP, La Amenaza Amarilla, que traía la canción que daba título al disco, Ernesto, Negocios Sucios y Medicina Nuclear, 4 temas fabulosos. Luego siguieron un montón de temas alucinantes, de los que yo me quedo con "Venganza" y "Pasión por los decibelios", que son, a mi parecer, junto con este chute de punk-pop que es Ernesto, sus tres grandes temas. En mi versión, le he bajado un poco la velocidad, para darle un poco más de fuerza y le he añadido voces para darle un aire un poco más surf. Esta versión mía del tema, empieza a complicarse definirlo, sería pues, punk-pop-surf. Toda una gilipollez. Pero bueno, a ver qué te parece el asunto, porque a mí me divierte muchísimo.

La primera vez que Ernesto López Toalla se travistió, fue el primer día de su viaje de novios. Se puso, con gran esfuerzo y entusiasmo, y sorpresa por la elasticidad de la prenda, el bañador de su recién estrenada esposa, Remedios Soidemer. A ella no le hizo demasiada gracia, pero la convenció de que le disparara esta foto terrible.

A Reme, esta cosa de Ernesto de vestirse de ella, no le hacía demasiada gracia, pero él le decía que a todos los tíos, lo que más les ponía era imaginar tórridas escenas sáficas en las que lesbianas descaradas nos animaban a participar y rellenar con nuestra virilidad imponente el hueco que su amor no podía llenar.

- ¿Y eso qué tiene que ver con que tengas que vestirte de mujer cada vez que vamos a hacerlo?

Ella era así de simple: los chicos con las chicas, ying y el yang, Juanito y Santillana, las parejas eran como eran, y no experimentes, no juegues y todo eso. Ernesto, sin embargo, libre como un pájaro (un buitre, pongamos), era de otra manera. Le gustaba experimentar, probar cosas nuevas, el morbo...

- Claro que tiene que ver, cariño, si me pongo tus braguitas de encaje y tú me metes mano, es como una escena de lesbianas, que ya sabes lo que nos gusta a los tíos. Entonces, cuando me quitas la ropa interior, y sale mi miembro como una espada de fuego, es como si entrara yo, el macho, a liberarte de todo ese rollo, porque lo que te pasa a ti, como a todas las lesbianas, es que crees que te gustan las mujeres, pero en realidad es que nunca te han follado bien, ¿entiendes?

- Pero si yo no soy lesbiana, ni creo que me gustan las mujeres, ni nada...

- A ti te gustan las mujeres, Remedios, no me jodas con tonterías...

A Remedios esto no le parecía bien. Pero si para tener un poquito de sexo con su marido tenía que aguantar la comedia, la aguantaba. Porque Ernesto, entre otras cosas, era un amante atento, delicado y, porqué no decirlo, estaba muy bien dotado.

Vivían en un ático en El Canelo, el barrio más in de la ciudad. El barrio, por lo tanto, en el que florecían, al caer la noche, como los donpedros, los travestidos profesionales de la ciudad. Cuando Ernesto volvía tarde de la oficina, siempre se le acercaba alguna a proponerle un poco de diversión; la reacción de Ernesto era, invariablemente, hacerse el indignado e intentar convencer con argumentos idiotas (“este es un barrio decente”), pero pelmazos, porque se tiraba diez minutos recriminando al prostituto su perversión. La razón de las peroratas era, en realidad, fijarse en las prendas, en la forma de maquillarse, de arreglarse, para reproducirlo él mismo después. Esos días llegaba excitadísimo a casa y Reme tenía su ración de sexo raro.

Para cuando cumplieron su primer aniversario, Ernesto tenía ya un fondo de armario respetable y como regalo de aniversario le compró a su mujer un bigote postizo y un cinturón con un gran pene de látex que, gracias a un ingenioso mecanismo, tenía erecciones y la posibilidad de adosarle un pequeño depósito microondas para conseguir unas “eyaculaciones abundantes y de agradable temperatura”, según decía el manual de uso. Había que cargarlo antes, eso sí, con el líquido que uno quería que el látex eyaculara luego.

- ¿Te gusta, cariño? Di, ¿te gusta...?

Ese fue el último día que Ernesto vio a Remedios.

Meses después, un día que Ernesto volvía tarde de la ofi, vio a una tranny nueva, una a la que no conocía. Era pequeñita y parecía bastante indefensa. Al acercarse para recriminarla, la vio tan poca cosa, tan poquita cosa, que cambió de táctica y se puso en plan salvador del opus.

- Niña... te estás perdiendo. Anda, ven conmigo a casa y déjame darte un bocadillo y enseñarte el buen camino...

Ernesto le enseñó, claro, el mejor camino para llegar a su dormitorio y, una vez que Ernesto se hubo cambiado, pasaron un rato bastante memorable, las dos mujeres juntos. Supo que se llamaba Lucyla, era ecuatoriano y muy cariñosa. Tenía, además de un buen aparato, un don natural, unos enormes y bien torneados pechos, una cintura breve, unas nalgas operadas por el mismo cirujano que le esculpió los senos y un cuerpo liviano y absolutamente depilado. Su ajuste sexual resultó ser perfecto y la invitó tantas veces que pronto Lucyla empezó a hacerle un precio especial por sus servicios.

Ernesto estaba bastante loco por Lucyla y decidió comprarle un regalo. Esta vez, se dijo, había aprendido de la experiencia, y no le haría a su amada un regalo soez, como aquel cinturón con polla eyaculadora que supuso el fin de su matrimonio. El regalo para Lucyla representaría la vida que quería que llevaran juntos. Sería un regalo que durase mucho tiempo, que crecería en significado con el tiempo y que siempre les acompañaría. Esta vez, el regalo sería hermoso y lleno de vida.

Aquella tarde, Ernesto, al salir del despacho, pasó por el vivero que había dos calles antes de llegar a casa y le preguntó al encargado:

- Quiero un regalo que le guste a la gente como tú

- ¿A la gente como yo?

- A los maricas, a los sensibles... si prefieres. Eh... que soy muy liberado, no me importa lo que hagas con tu culo...

Bueno, la conversación no fue muy didáctica, como podéis imaginar por este preámbulo, pero Ernesto salió del vivero con una lección aprendida (no hacerse el graciosillo con gays que frecuenten el gimnasio y la biblioteca) y con un enorme tiesto con un precioso mandarino lleno de flores y de frutos incipientes. Era su regalo para Lucyla. Alucinaría cuando llegara a casa esa noche.

Lucyla, en efecto, alucinó. Ernesto le propuso que se retirara. Él ganaba un buen sueldo y podía manenerla sin problemas. Sería una vida bonita: Por las mañanas, Lucyla podía descansar o limpiar la casa, si quería, cocinar y esas cosas que les gusta hacer a las mujeres, y por las noches, en vez de trabajar en la calle, follarían como locos y con amor. Parecía un buen arreglo, muy Pretty Woman y tal, pero las cosas no son siempre así de sencillas.

En primer lugar, a Lucyla no le gustaba ni un pelo Ernesto, le parecía un reprimido y un tipo francamente aburrido, feo y de aliento bastante hediondo. Además estaba el asunto de las pelas. El dinero que ganaba en la calle Lucyla le servía para vivir él aquí y para mantener a su familia entera en Ecuador. En tercer lugar, Lucyla ya tenía un amante español. Un cocinero vasco que no hacía preguntas y que tenía, en el terreno sexual, todas las respuestas. Le dijo todo esto y Ernesto, claro, alucinó también cuando lucyla cogió la puerta y se fue (esto tan bonito de coger la puerta, ¿de dónde habrá salido?).

Ernesto se quedó reconcomiéndose. Le habían dado con la puerta en las narices y la vida, en general, se empeñaba en cerrarle las puertas de la felicidad. ¿Porqué era tan desgraciado en cuestión de amores? Dice un refrán, ya puestos a dar imágenes de puertas y todo eso, que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre, así que salió a la enorme terraza de su ático. Desde allí se veía el despliegue de esos putos malditos que ensuciaban su calle.

Y allí estaba ella, la más puta de todas. Lucyla, con su acento sudamericano. Con sus tetitas y su culito perfectos. Con su mierda de novio vasco. Era una cretina, ni siquiera le había dado oportunidad de darle su regalo. Allí estaba, también, su regalo: ese mandarino que ahora tan estúpido parecía. Con lo que le había costado traerlo. Primero, que un mariquita más fuerte y más listo que él le humillara en la tienda. A pesar de que estaba marcado en 100€, el tío aquél le hizo pagar 500 y no le dio ni una bolsita ni nada para llevarlo.

Miró hacia abajo y Lucyla se acercaba a la ventanilla de un coche y seguramente le estaría diciendo al conductor lo mismo que le dijo a él el primer día:

- ¿Te apetese que nos divirtamos, corassón?

Pero a aquél conductor no le apetecía y se fue y Lucyla le enseñó el dedo corazón. Ernesto de sobresaltó: no conocía esa faceta ordinaria de su ex-novia. Luego, Lucyla miró hacia arriba y, al verle asomado, abrió las manos en un gesto retador y le dedicó el segundo levantamiento de dedo corazón, recreándose en la suerte, además.

La muy puta... se había puesto justo debajo de su terraza, para que la viera irse con otros. Eso después de rechazarle... Bueno, por lo menos, no se comportaría como ella esperaba. Sería civilizado. Él era un caballero, no una puta, como ella, así que le daría el regalo que no pudo darle antes y se olvidaría de ella para siempre.

-.-

Lucyla pensaba en otros regalos. Ahora lo que quería era que pasase un tío asqueroso por ahí, con un coche de mierda, cuanto más miserable, mejor, y largarse con él para que el triste de Ernesto la viera puteando y se le pasase la manía esa de retirarla de la calle. Era buen chico, pero como cliente, no como marido... no me caerá esa desgracia, no... me duele la cabeza

Eso fue lo último que pensó Lucyla. Pensó que le dolía la cabeza durante un milisegundo que fue lo que tardó en morir cuando el tiesto, de 15 kilos de peso, que contenía el mandarino, le cayó justo en su cabeza con la inercia acumulada de 15 pisos y sus rizos negros no sirvieron para amortiguar nada. Murió pensando que le dolía la cabeza. ¡Qué razón tenía!

Servando sale del portal y separa a los policías, a los médicos y a los curiosos, para decirle al cadáver ensangrentado y maltrecho:

- Se me olvidó darte tu regalo, mala puta. Y a ver si lo cuidas, guapa.

viernes, marzo 23, 2007

Hermoso chico (Borja a los 15)

Felicidades, Borja, a ver si te gusta este tema:
Beautiful boy

Esta hermosísima canción de John Lennon siempre me ha conmovido profundamente. Es un testimonio de amor de un padre por su pequeño e indefenso hijo que, paradójicamente, demostró, pocos meses después de su publicación, que el verdaderamente indefenso era el padre: diez tiros en la puerta de casa y a otra cosa. Como en algunas canciones hago, me invento algunos pasajes de la letra. Por ejemplo, en la primera estrofa, John Lennon escribió
"... the monster's gone,
he's on the run,
and your daddy's here"
que es algo así como "el monstruo se ha ido por piernas, y tu papá está aquí". Yo cuando escuché la canción por primera vez, se me metió en el cerebelo la frase
"... the monster's gone,
he's on your own,
and your daddy's here",
algo así como el monstruo se ha ido, sólo estaba en tu imaginación, y tu papi está aquí. Luego en el puente, donde la letra original dice "I can't hardly wait, to see you come of age" (creo que quiere decir algo como "me resulta muy difícil esperar -en el sentido de estar ansioso- a verte crecer) yo canto, en mi inglés macarrónico de instituto "I can't hardly wait, to see you coming late" que para mí tenía un sentido un poco confuso pero evidente: "lo paso mal esperándote en casa cuando vienes tarde". En el original no tendría sentido, pues Sean, el hijo de John, tenía cuando se publicó la canción, 5 años, y no creo que saliera de noche; pero el que tenía 16 años y, a veces, llegaba tarde por la noche era yo, cuando escuché la canción y ese funesto verso se fijó en mi mente de manera irremediable. Hoy es mi hijo borja el que tiene 15 años, así que... En fin, la canción es maravillosa y por mucho que lo intente, no consigo estropearla del todo. Esta va con 5 guitarras, pues no toco ni el piano ni las campanuelas que aparecen en el original, y es una canción de esas que hacen época. A ver si te gusta, tío.


Hoy, 23 de marzo, este menda que véis aquí, cumple 15 añazos. No quiero ponerme demasiado sentimental, porque me conozco, así que me limitaré a decir que, ya sabéis, esa cosa que tenemos los padres con cómo queremos que sean nuestros hijos. Pues bien, con mi hijo Borja, no he cumplido ningún sueño, porque el tío no es exactamente como yo quería que fuera mi hijo a los 15 años: es muchísimo mejor. Es más inteligente, mejor persona, más buen tipo, y más simpático de lo que yo nunca fui. No se parece en nada a mí, y eso que sale ganando, aunque me reconozco muchas veces en sus dudas y sus miedos, pero él es mejor.
Borja, macho, no podías ser mejor persona de lo que eres y el año que viene, te juro que me saldrán mejor los brownies del desayuno. ¡Felicidades, colega! Felices 15 años, tío, no sabes lo que te espera.
Ahora, tío, es ahora cuando empieza lo bueno.

miércoles, marzo 21, 2007

El vagabundo y la luna (historia de un amor difícil)

I'll be back



Un maravilloso tema Lennon/McCartney, de esos que sólo ellos eran capaces de escribir. Esta canción forma parte de ese grupo de 6 canciones asombrosas que los Beatles compusieron y grabaron en una semana para que la banda sonora de A hard day's night tuviera lo que entonces era la "cara B" de un LP. Esta es una de esas canciones que cualquiera al que le guste cantar a dúo, o a voces, en general, disfruta interpretando, pues las notas se suceden con absoluta naturalidad, la melodía se desencadena sola y la canción te atrapa en la interpretación. He hecho una versión completamente desenchufada, grabando con dos guitarras acústicas y una española; para la percusión, he utilizado la propia caja de la guitarra y una vieja pandereta y las voces... Los puristas me perdonarán, pero en la tercera estrofa he añadido una tercera voz que no existe en el original y en la cuarta y última, he incluido una cuarta voz. La canción es maravillosa y espero que disfrutéis escuchándola, al menos, la mitad de lo que he disfrutado yo grabándola. Y eso: volveré.

Era la luna apenas una delgada línea curva sugerida en el cielo el día que Wolffog, el perro vagabundo, creyó que se enamoró de ella.

Te lo cuento; había estado vagando de aquí para allá, hociqueando, ladrando a las chicas de la calle y a los chulos de los coches, enseñándole los dientes a otros perros y cagando bolitas en la calle de los chalets elegantes, una actividad que, por cierto, no le resultó tan gratificante como esperaba.

Y es que no es tan divertido.

Wolffog, sin embargo, se animaba asustando a los macarrillas por la calle. Si no lo sabéis, os diré que Wolffog es hijo de pastor belga y de loba, y lleva el orgullo lobato impreso en su cerebro limitado pero eficaz.

No sé si conocéis Nueva York, pero es bastante parecido a Valdemorillo, solo que sin ovejas. Wolffog paseaba por las calles de Valdemorillo pensando en sus cosas, moviendo alegre y despreocupadamente el rabo, y con un trotecillo simpático y casual. Porque cuando nadie le veía, Wolffog no tenía que hacerse el duro, ni el gracioso, ni el sensible ni nada, y era un perrillo amigable, dulce y con dos pelotas como melocotones: grandes, jugosas y con pelitos.

Imaginaos a tan bien dotado can, medio can, medio lobo, en realidad, tururú, turú por la calle de Sesmo de Casarrubios, que es como la Sexta Avenida, pero mucho más cosmopolita, y justo cuando deja la calle para coger, a mano derecha, por la Avenida de la Paz (sí, también en Valdemorillo) y levantar la vista para ver las trillizas (también ganábamos en esto a Nueva York, ellos sólo tenían gemelas, pero ahora es de mal tono recordárselo, así que no se lo recordaremos) recortándose contra el cielo, descubrió, junto a esa característica construcción triple y –reconozcámoslo- un poco rechocha, la silueta hermosa y casi divina de la luna.

Mirad al perro lobo parado en medio de la calle, levantando su mirada limpia y sorprendida ante el espectáculo.

Ladró Wolffog a la luna, para llamar su atención y a una pandilla de valdemorillenses truculentos (que son como los neoyorkinos, pero con boina) que iban todos pedo de tinto y montó su numerito de perro machote e invencible para impresionar a la luna. Un par de ladridos por aquí, un par de amagos de mordisco por allá, un chasquear de dientes delante de las narices de un aldeano... en fin, lo típico que hacen los perros-lobo cuando quieren impresionar a la luna.

La luna, que es rubia, mira divertida el espectáculo.

(sabes, luna, tú sí que sabes mirarme. Sabes lo que hay de bueno y de malo, y distingues la vida de los teatrillos, y sabes que no es verdad todo, ni es mentira todo, y sabes qué hay de auténtico y qué hay de comedia en todo este asunto)

Y Wolffog, al fin, hombre, el perro policía, aprovecha algunos de los lances de la pelea, y hace los escorzos necesarios para que la luna vea sus bien plantados huevos, dulces y peludos, y la luna ríe, porque también a ella le gusta esta parte de la comedia de la vida.

Cuando, ya de madrugada, la luna se queda a solas con Wolffog, hablan ambos largo y tendido (en el caso del perro, que se tiende sobre la fresca hierba del Parque de la Nava) y alto y suspendido (en el caso de la luna, que allá arriba no se puede ni alargar ni tender).

A partir de esa noche, Wolffog se exhibe todas las noches con espectaculares correrías nocturnas, presumiendo intolerablemente, sólo porque sabe que luego, la luna, le acompañará a algún paraje discreto, lejos de todo y de todos, y así, solos en mitad de la noche, pero con una sensación de comunión única, se amarán de lejos e intensamente.

A la luna le fascina la chulería madrileña y socarrona del perro; su viveza mental y su indisimulada inteligencia. El perro es un poco exhibicionista y farda todo el rato ante los hermosos ojos de la luna. Encuentra sexy el astro nocturno que un perrillo tan mono se bata el cobre y se convierta en un feroz azote de los borrachos nocturnos. Es como un bálsamo para sus ojos cansados. Alguien que, con su sonrisa, limpia sus noches.

Al perro le gusta todo de la luna. El día que cayó en la cuenta de que existía era apenas una delgada curva de luz. Pero conforme fueron pasando los días y la luna se mostró plena, Wolffog enloqueció de amor por la luna.

Entonces, llegó la luna nueva.

Wolffog salió a la calle, como todos los días, al caer el sol y no vio a la luna. Como un perro bobo, recorrió todas las calles y los campos de alrededor de Valdemorillo, que es como tal y cual, pero un poco más pequeño, eso hay que reconocerlo; recordó que, a veces, veía a la luna flotando sobre el embalse y se fue allí a buscarla, pero nada.

Entonces, pensó que ya a luna no le gustaba verle presumir y dejó de salir por las noches. Habló de ello con la luna unas noches después y ella le dijo que se equivocaba, que a ella le gustaba el perrillo defensor del orden. Pero Wolffog ya había dimitido y ahora se limitaba a aullar a la luna en parajes solitarios, donde nadie más podía verles.

La luna, claro, tenía más cielos que visitar que el de Valdemorillo; el de Nueva York, sin ir más lejos y además le aburría que Wolffog sólo la persiguiera a ella. Así que cuando llegó la siguiente luna nueva, Wolffog lo supo.

Supo que la luna no sería ya suya. Que otros la necesitaban más que él. Y que ella misma no le necesitaba a miles de kilómetros aullándola a escondidas del mundo, sino a su lado, tangible y a la vista de todos. Y poder decirle al mundo: este es mi perrito.

Wolffog sabía que la luna tenía razón, así que una noche de luna llena, antes de ponerse otra vez el disfraz de salvador de Valdemorillo, que es como decir salvador de Nueva York, pero cambiando el glamour del super héroe por cierto olor a cebollinos, fue a la Roca del Consejo, aquella que Akela y los otros lobos de la manada usaban para sus arengas a sus semejantes, y levantó su garganta profunda y sincera y le cantó a la luna:



Sabes que si me rompes el corazón me iré, pero volveré.
Por que ya me despedí una vez, y regresé

Te quiero tanto, luna...
Soy el que te quiere; si, soy yo el que te quiere.

Y tú podrías hacer algo mejor que romperme el corazón
Y yo podría dejar de disimular

Creí que si huía de ti, te darías cuenta de que me querías,
pero me he llevado un chasco.

Sabes que si me rompes el corazón me iré.
... pero volveré.


(la traducción al español desde el idioma perruno hace perder la métrica y el ritmo a la poesía, pero es preciosa; tanto que John Lennon la usó para la canción que el mendrugo de Wolffo, al que no debemos confundir con Wolffog, el noble can, versionea en la canción que encabeza este relato)

Y la luna, queriéndole, y con la sonrisa más hermosa que jamás ser vivo haya exhibido, se marchó. Y el perro, entendiendo que así debería ser, salió esa noche, de nuevo a hacerse el gamba, a presumir, a patrullar las calles de Valdemorillo, que son como las de Nueva York, solo que en Nueva York no vivo yo.

Hasta siempre, luna.

lunes, marzo 19, 2007

Ha nacido un mito. Miteémos.

I saw her standing there


¿Dónde estabas el día que mataron a Kennedy? ¿Y cuando el hombre pisó la luna? ¿Dónde viste el capítulo en el que disparaban a J.R.? ¿Y el de cuando Marco encontró a su madre? ¿Qué hacías cuando se derrumbaron las gemelas? ¿Dónde estabas cuando Sergio y Jorge, el Travelin’Duet, se reencontraron en el escenario del Plaza?

El día que mataron a Kennedy yo estaba en el limbo.

Cuando el hombre pisó la luna yo estaba en la calle, comiéndome un bocadillo de pan con chocolate elgorriaga, porque no soportaba ni la jeta, ni el flequillo ni el amaneramiento de Jesús Hermida.

El día que dispararon a J.R. yo estana en Cádiz (era agosto) y paseaba por la calle con unos colegas; al pasar por delante de un bar, se oyó un estallido gigantesco, como si el Cádiz le hubierse metido un gol al Sevilla, o algo así; entramos a ver qué pasaba y la gente brindaba por todo lo alto, porque acababan de darle un tiro al cabrón de J.R.

El día que Marco encontró a su madre y estaba viéndolo, claro: era sábado después de comer y Marco precedía a Sesión de Tarde, en el único canal que podía verse a esa hora.

El día de las gemelas, yo había ido a comer a casa, pues aún vivía en Madrid. Estaba a punto de marcharme a la ofi otra vez, cuando Matías Prats junior daba la noticia de que “una avioneta” se había estrellado contra una de las torres gemelas y que “el accidente” había provocado un “pequeño incendio”. Conectó el pelma de Matías con el corresponsal en Nueva York y mientras éste emitía su crónica, ¡zas! El segundo avión se estrellaba contra la torre.

Y el jueves pasado, a las 23:30 de la noche, el día en que Travelin’Duet reaparecía, yo estaba justo allí, reapareciendo, así que desde mi punto de vista, poco es lo que puedo contar.

¿Y tú, dónde estabas tú?

Subí allí, nervioso como un calamar (es célebre lo nerviosos que se ponen los calamares) y, con la ayuda de unos vodkas, empecé a tocar. Después de 140 minutos de concierto ininterrumpido y mojadito en destornilladores, bajé con la garganta hecha un brazo de mar y los ojillos como se muestran en la foto. No sé si salió bien o mal (*), pero todos parecían haberse divertido muchísimo y todo el mundo parecía empeñado en invitarme a una copa.

Este rasgo es característico: como saben que al músico no le cobran las copas, es una forma de quedar bien sin gastar un céntimo. Se acercan a la barra y le dicen a la sorprendida camarera:

- Ponle al músico lo que quiera y no se lo cobres, que es cosa mía...

Y en ese plan.

Sea como fuere, pague quien pague, el resultado es un hombretón como yo, con estos ojillos de pez mareado:

Queridos todos, soy incapaz de hacer una crónica medianamente justa del concierto, ni creo que nadie pueda hacerla, pues de los que aparecen por aquí, solo Borja y Aroza (benditos seáis, pero os fuisteis sin que pudiera invitaros a nada) se presentaron, y ambos son dos amigos lectores, me consta, pero no comentaristas.

Así que habrá que conformarse con las fotos, la música y lo poco que os he contado. Avisaré para el próximo concierto, pero a ver si venís alguno, que os váis a divertir.

(*) Miento como un bellaco, creo que salió maravillosamente bien, pero soy absoluta y totalmente subjetivo. O sobrejetivo, incluso.

miércoles, marzo 07, 2007

¡OTRA VEZ NO, POR FAVOR! (Travelin'Duet: on the road again)

ACTUALIZACIÓN
Este es el chapuposter oficial

¡¡hoy a las 23:30!!
BAR PLAZA MAYOR
c/Cristo, 30; Villanueva de la Cañada. Madrid
.



A pesar de los pesares, y de las pesadas, va aser que sí. Me llama Carmen Calvo, la ministra del ramo, y me dice:

- De ninguna manera, Wolffo. No sois nada modernos. Me han dicho que tocáis temas de Rolling Stones, de Creedence, de los 80... ¡si me han dicho que hacéis temas hasta de los Beatles!

- Bueno, bueno, ministra, somos bastante andergraun...

- ¿Seguro...? ¡Pero si no hacéis ni hip-hop, ni rimas de esas de tres dedos, ni os cagáis en nada! No sois gays alternativos, ni okupas culturales, ni jipis antiglobalización, ¿no podíais hacer algo más in? Cantar una de Serrat, por lo menos... nada, nada, no hay subvención que valga. Si fuérais un poco más radicales...

Si fuéramos un poco más radicales, te vomitaríamos ese vestido de payasa, payasa, a ver si te enteras.

La que se encarga de la cosa de lo social y eso en el Ayuntamiento de Madrid, es Ana Botella quien asiste, monísima, a nuestro local de ensayo a darnos la mala nueva. Mientras ella pone cara de interés al leer nuestro dossier de prensa (aunque me temo que no entiende una letra) nosotros le damos un poquito al rocanrol.

- ¿Os importa bajar un poco el volumen?- pregunta con una sonrisa idiota en el rostro- es que no puedo concentrarme...

¿Y quién quiere que se concentre? Lo único que queremos es pasta, una subvención. ¿Para qué? Para cerveza y berberechos. Y punto. Vuelve a tomar la palabra.

- Podíais ser un poco más democristianos... ¿qué tal si tocáis algo de María Ostiz, o Juan Pardo? O, ya en plan un poco más rockero, Las Monjitas del Jeep. O algo en plan más Perales... ¿qué me decís?

No hay tu tía, claro, no podemos tocar esas cosas. No sabemos tocarlas.
- Pues entonces, no hay subvención. Lo siento, si fuérais un poco más sensatos...
Si fuéramos un poco más sensatos, hace tiempo que habríamos vendido nuestras guitarritas, pero es más divertido seguir tocando insensatamente, sin preocuparnos de si somos sensatos o radicales.

De modo que así están las cosas: el día 15 de marzo, a eso de las 23:30 de la noche, Travelin'Duet, o sea, Sergio (una mezcla de Garfunkel y Bob Dylan) y yo, Wolffis Presley, el mismísimo Ciclón de Valdemorillo, salen de nuevo a la carretera a llenar de buena música todo aquel local que tenga a bien contratarnos.
Tocamos clásicos de los 60, 70, 80 y 90 incluso, pero vamos, más bien música vieja y un poquito rocanrol y, si hay suerte, Sergio se arranca y cuenta algún que otro chiste.
De todas formas, nuestra presencia rotunda y sexual sobre el escenario es suficiente argumento apara que niños y grandes, hombres y mujeres, no se pierdan esta reaparición.
Será el día 15 de Marzo, en el bar Plaza Mayor de Villanueva de la Cañada (c/Cristo, 30), donde, antes de del rocanrol, podéis cenar unas raciones, o unos bocatas originalísimos y espléndidos, a un precio de lo más rockero.
Sonamos así:



(hay que tener en cuenta que es sólo un ensayo, en vivo, con el público rugiendo, suena mucho más)
Como a mí me tenéis muy escuchao, subo un tema en el que Sergio se olvida de sus orígenes sevillanos para trasponerse en un macarrilla de Orcasitas y cantar este tema de Burning con la chulería debida y soplar la armónica, mientras yo hago coros y le doy a la guitarra solista gozando como un enano.
Hace 5 años, éramos así:

(Os esperamos el jueves 15, a las 11:30- 12 de la noche. Va a ser muy divertido.

PROMOCIÓN ESPECIAL:
A todo aquel que se presente ante mí ese jueves y me diga la contraseña (*) le invito a la segunda copa.
(*) Contraseña para chicos
: ¡Suena de vicio, tío, menudo marchote!
(*) Contraseña para chicas:
¡Suena de vicio, tío, me encantaría tener sexo contigo!