miércoles, junio 27, 2007

Las ballenas también bailan (una canción del verano políticamente correcta)

Seamos francos. Pertenezco a una minoría étnica: soy blanco, heterosexual, ateo, liberal, español, madurito, no me trago lo del cambio climático y semiobeso. Artísticamente, estoy anclado en hace 30 años y prefiero la comida de puchero a las aberraciones químicas de la nueva cocina. Soy casi todo lo malo que puede ser una persona hoy día, por lo que exijo mi derecho a ser escuchado por el pueblo soverano (sí, es a posta, la uve) y respetado por la intelectualidad.
Pero vamos al busilis del asunto: las ballenas también bailan. Puede ser una aseveración peligrosa, lo sé, pero bailamos, y si no, mirad esta canción que hoy propongo para que sea canción del verano.

Wolffo - A veces



¿Por qué debe ser esta canción la canción del verano? Trataré de contestar sin ambages, sin rodeos y sin franqueza absoluta, para no abrumar demasiado al personal.
1. Porque tiene algunas frases idiotas y un taco al final.
En cuanto veáis el video, lo descubriréis. Algunos de los versos no tienen ni pies ni cabeza, y como los monologuistas, esa plaga nefasta del siglo XXI en España, cuando quieren hacer reír dicen jodido, hijoputa o gilipollas, en plan yo es que soy muy libre y muy espontáneo.
2. Porque sale un tío haciendo el ridi y está en YouTube.
El frikismo, lo queramos o no, nos invade. Hoy lo que se lleva, lo que a la gente le gusta es que un imbécil olvide el sentido del ridículo y cuelgue su video en internet para que la gente pueda pasarlo y mandarlo en esos odiosos correos, junto con una presentación lamentable y cursi en ese programa que es la encarnación de todos los males de la sociedad moderna: el power point.
3. Porque levanta la moral de la población.
Puede que pienses que eres feo o desgarbado. Quizá tu novio no se atreve a ponerse esa camiseta ajustada que le has regalado, porque se evidencia que tiene más pecho que tú. Sea cual sea el complejo físico que tengas tú o tu pareja, al ver a esta alegre ballena bailando despreocupadamente, haciendo rebotar sus tetas bajo la camiseta, sonriendo con mellada sonrisa, dirás: si a él no le da le vergüenza...
4. Porque me vendría bastante bien la pasta.
Efectivamente, aunque no te lo expliques, un hombre de mi talento, con mi gracejo, con mi sex-appeal, con esta voz varonil que te acaricia la entrepierna, con este paquetazo español, con mi rotunda presencia... con todo esto, no soy un hombre rico, y en agosto van a revisarme la hipoteca otra vez, por lo que un éxito moderado (tampoco quiero desbancar a Leonardo Dantés) me vendría medianamente bien.
5. Porque la canción es buena.
Ya, ya... qué voy a decir. Pero si agunatas hasta el final, verás que no es tan boba como te pareció en sus primeros acordes. Es sencilla, pero tiene de todo...
¡Mierda! me estoy dando cuenta de que este último punto explica, en realidad, porqué esta canción no va a ser la canción del verano. Porque si es buena, no puede serlo.

Aquí, en WolffoMusic, podéis leer algo sobre cómo la compuse y bajaros el mp3; y aquí, en YouTube, podéis verla a toda pantalla y votarla y darle cinco estrellas, que me hace muchísima ilusión.

En fin, amiguetes, con este post músico-festivo me despido por unos días, porque tengo mucho curro y el sábado me piro de vacas, un par de semanas en el paraíso, me voy a tirar.

Sed buenos hasta que empecéis a aburriros, luego podéis empezar a ser malos y luego podéis confesaros con el cura de mi pueblo, que está sordo y no le huele el aliento.

Hala, hala... a disfrutarlo.

ACTUALIZACIÓN CRÍTICA
(DONDE SE REFLEJAN LAS CRÍTICAS MÁS SEVERAS RECIBIDAS POR EL VIDEO)

  • La colcha vieja del fondo, calificada de "paño de cocina estirao", y "trapaja"
  • La camisola verde de cuello chino y faldones del bajista, intolerable, a decir de una espectadora, que me ha conminado a quemarla en fogata ritual.
  • Los barrilitos que flanquean la puerta, que según otra querida amiga, parecen el avituallamiento de un San Bernardo y que hacen que tire por la borda años de estilismo respetuoso con la sensibilidad.
  • Ha sido fuertemente criticada mi poca gracia para el baile, aunque yo me veo muy suelto y mis carnes rebotan con naturalidad tras la ropa.

martes, junio 19, 2007

Ilusiones

Desordenada habitación



Ser canción es complicado. Pongamos por ejemplo, esta delicia que el genial Antonio Vega (el más grande, el sí) escribió para el último LP de estudio de Nacha Pop, El momento. Pongamos, pues, que Antonio Vega te compone y que eres Desordenada Habitación. La gente te escucha y te dice lo bonita que eres, lo inspirada que eres; lo mucho que sienten cuando te escuchan... y todo eso está bien. Pero luego, eres un disparo al aire que nadie sabe dónde vas a caer. Puedes ser cantada por algún desgraciado que busca el factor X o el triunfo, o siemplemente, puede llegar un lila como yo y hacer esta versión. No es fácil, nada fácil ser canción. Y menos ser canción buena.
Nacha Pop fue el mejor grupo de los 80, en mi opinión. Ahora parece que éramos muchos, pero sus discos los comprábamos 4 gatos y era un grupo casi de culto. Se prodigaban poquísimo en vivo y Ya entonces se veía que la genialidad de Antonio Vega corría pareja con su fragilidad personal.
Me da mucho palo hacer una versión de una canción tan preciosa, por eso es tan distinta de la original. Porque no me atrevía a imitarla. Hay, en esta versión mía, una guitarra rítmica doblada, otra acústica que responde con fraseos a la voz, y un bajo. Y nada de percusión. Y debo decir que me gusta el carácter que adquiere la canción con este arreglo. A ver si te gusta a ti.
(Si la quieres, píllala de aquí)

Ilusiones, sí.

Y siendo así que nunca me miras cuando me cantas – piensa ella-, mírame, al menos cuando te lo hago. No cierres los ojos, tonto, que me gusta cuando los abro yo, perderme en el verde marino de tus profundidades, y no en el rompeolas pálido de tus párpados. Te quiero mucho, pero no tienes bonitos los párpados, qué quieres que te diga, tampoco vamos a decir lo que no es.

Es verdad lo que dices de los párpados (¡no lo he dicho, que sólo lo he pensado!) pero ¿quién los tiene? ¿Quién a este lado del Atlántico tiene bonitos los párpados? Otra cosa son los de ambas laderas de los Andes y ambas orillas del Amazonas, cuyos párpados son célebres por su belleza y suavidad, aunque no tanto como la negritud de sus ingles, de las te he hablado ya en una ocasión o dos... joder, ¿qué hago pensando en eso mientras ella tiene eso en la boca? Sólo quiero que esto dure, pero no sé muy bien para qué quiero que dure. Es cierto que tu boca atrapándome es el paraíso en la tierra, pero si no me concentro en lo que ella hace, y me pongo a pensar en las ingles de los andinos o las amazonas, ya no disfruto tanto, así que dura más, sí, pero ¿qué es lo que dura?

¡Oh, no, de nuevo pensamientos escapistas...! A mí no me importa hacértelo, de verdad, pero no pienses en tonterías, porque no te voy a querer más porque tardes quince minutos, tontorrón. A mí no me impresiona lo que duras, lerdito mío, sino lo que disfrutas. Además, yo adoro verte perder el sentido de placer, y no el sabor de esto, la verdad, así que olvida a los nativos americanos y disfruta de esto, idiota, que ya sabes que como se cuele un capilar inoportuno...

¿De verdad le gusta? El otro día intenté probarlo yo... pero claro, no llegaba, no soy tan flexible... ni la tengo tan... desproporcionada, porque de tamaño... es bonita, coño, perdona, que la saco un momento para mirarla... y cuando está así toda brillante... seguro que le gusta, mira cómo se pone de nerviosa cuando no la tiene en esos labios tan preciosos, esos morros... ¡eh, tranqui! Párpados, ingles americanas, telediarios, clavos, muerte, Ana Obregón.... bueno, eso tampoco, que se me baja...

¿Porqué ese empeño en sacarla y mirársela? Anda que no la tendrá vista... pero le da gustito, eso es indudable, porque lo hace siempre; eso y agarrarme el pelo y empujarme suavemente, aunque a él le gustaría no hacerlo tan suavemente... pero eso ya se lo tengo dicho: eso no, porque siempre acaba perdiendo el control y acaba dándome unos porrazos.... porque son porrazos no lo otro, lo que cambia las erres de porrazos por eles, porque me da con la cadera, no con su cosita...

¡Mírame, cariño! Me gusta cuando lo tienes ahí dentro y me miras; y tus ojos, elevándose al cielo pero deteniéndose en mis ojos, son preciosos y parecen implorar... no, parecen dar las gracias, sí, agradecer el tener semejante trozo de hombre, vibrante, ancho y caliente entre sus labios morrocotudos... tengo el poder, parece decir... si cierro la boca te dejo hecho cisco...¡ay, no...! la saco...

¡Otra vez la saca...! Cielos, ahora seguro que empieza con el numerito del Rey Arturo... Y querrá ordenarme caballera, con suaves y glandiosos golpecitos alrededor de mi boca, como hacía Arturo con la espada en los hombros de los caballeros... ¿porqué pensará que es tan gracioso y porqué no le digo yo que es un númerito que hace años que perdió toda su gracia...?

Yo, el rey Harturo con hache, porque me harto de follar, jajajajaja, qué gracioso soy, te ordeno, mi hermosa y ansiosa dama, Feladora Mayor del Reino, y lo hago por el poder que me da mi espada mágica y vengadora... Excalibrum, la espada humana de mayor calibre... y mejor rendimiento... pero se me está enfriando...

¡Ya está bien! Esto empieza a alargarse demasiado, vamos a poner fin a esta tortura con la clásica y eficaz técnica de la milenaria fellatio: ritmo, presión, succión y decisión: ya ha hecho todas sus gracias, ahora se dejará ir, de una vez...

Ay, cielo, que me pierdes, ay cielo que me pierdes, ay nena, qué bueno, ay, nena qué bueno, ay nena, qué bueno, ay, nena qué bueno, ay nena, qué bueno, ay, nena qué bueno, ay nena, qué bueno, ay, nena qué bueno...

Estás en mis manos... en mi boca, más bien; pero no porque te muerda, pequeño saltamontes, sino porque sé apretar el gatillo que disipa tu voluntad. Porque atrapo entre mis labios tu pequeña (sí, pequeña) pero adorable cosita y te veo desaparecer de este mundo. Tengo el poder absoluto para verte abandonar tu existencia fenoménica y dejarte entrar en la ilusión de lo sublime. Y disparas sobre mí tu placer y me dejas llena de blanca y densa alegría.

Y soy yo la que lo ha conseguido.

Mírate. Enorme hombre encogido en los labios de la mujer que amas. Te amo. Pero me haces tanta gracia...

Mírate. Enorme hombre en brazos de sus ilusiones.

miércoles, junio 13, 2007

Una chica de buenas costumbres.

Ain't she sweet


Ain’t she sweet es una canción compuesta en 1927 por el mítico dúo Milton Ager, música, y Jack Yellen, letra, pollos ambos de los que no sé nada más que lo mucho y bueno que de ellos dice Wikipedia. Pero me da pereza hacer un panegírico. Yo conocí la canción en la versión que a los Beatles permitieron grabar en su primer álbum, cuando ni siquiera se llamaban The Beatles, sino The Beat Brothers, y actuaban como grupo de acompañamiento del emergente rocker Tony Sheridan, del que nunca más se supo, pero ha vivido más o menos bien de la leyenda de ser una especie de mentor de los Beatles y de sus recuerdos. El caso es que cuando a los Beatles les propusieron grabar con Tony Sheridan, les permitieron colocar dos canciones: esta versión, que ya era un clásico en 1960, y una deliciosa rareza llamada Cry for a Shadow, única composición del dúo John Lennon-George Harrison. Luego he oído la canción en multitud de películas, en dibujos animados, anuncios... en multitud de versiones pero, creo, faltaba el unplugged, y aquí estoy yo para subsanar esa penosa carencia. Lo del unplugged es un rollo. Se supone que quiere decir “desenchufado”, sin cables y eso, todo acústico y al aire, pero al final es mentira. Todo está enchufado y todo está súper tratado. La mejor definición de unplugged que oí jamás me la dio mi excompañero, pero eterno amigo Sergio: “Jordi –me dijo con su acento medio sevillano-, un anplág es como un concierto normal, pero con guitarra acústica y sentaos”. Bueno, en mi caso, esta versión es desenchufada total. Tanto que ni he programado batería. Pandereta y golpes en lo que pille es toda la percusión. Guitarra acústica, armónica y voz. Y arreando. a ver qué os parece. Os suena, fijo.


Savile es rubia y es guapa. Y lista. Pero no entiende qué es lo que hace esa preciosa y enorme perra pastor que todas las mañanas la sigue, a unos cinco metros. En realidad, no sabe si es perro o perra, pero Savile está bastante segura de que es una perra. Parece demasiado lista para ser perro.

No se lo ha dicho a nadie porque nadie la creería. Pensarían que estaba ya con sus paranoias. Como aquella vez que un tipo la seguía y nadie, especialmente sus compañeras, quiso creerla y le decían si es que no sabía otra manera de llamar la atención de los hombres que inventando a un acosador.

Esta vez, la acusarían de querer llamar la atención del mundo animal, inventando a una perra pastor acosadora.

Pero ella lo había comprobado. Era una perra preciosa de verdad: grande, fuerte y noble y no parecía una perra callejera. La esperaba en el kiosko de prensa, a unos cinco metros de la boca del metro y siempre guardaba esta distancia. Empezaba a caminar cuando ella caminaba y, si se detenía, la perra se detenía también. Al principio sintió miedo. La perra era preciosa, sí, pero enorme y, si le daba truculenta, podría comérsela de dos bocados y un cuarto.

Pero pronto descubrió que no había peligro: incluso si Savile avanzaba hacia la perra, esta retrocedía guardando siempre esa distancia de unos cinco metros. Y la miraba como con cariño. ¿O era pena? Era un sentimiento dulce, pensaba Savile, si es que los perro tienen sentimientos, claro, asunto este, el de los sentimientos de los animales, en el que Savile no estaba muy versada.

Empezó a llevarle cosas a la perra. Como nunca había tenido perro ni nada parecido (los peluches no cuentan), le llevaba cosas pintorescas. Una ramita de perejil le llevó un día. Otro día, una tostada que no se había comido la noche anterior. Otro día, una zanahoria. Otro día, un pepino, eso sí, pelado. En realidad, cualquiera que no sea Savile reconocerá que le llevaba cosas nada apetecibles, pero Savile veía que cualquier cosa que le dejaba en el suelo, la perra la recogía.

Luego mientras ella se encendía un pitillo esperando al autobús, a veces hablando con algún compañero, pero generalmente sola, la perra se sentaba a su distancia y se quedaba mirándola con una expresión melancólica en el hocico. Si es que los perros eran capaces de sentir melancolía, claro. Desde luego, eran muy capaces de transmitirla, eso lo comprobaba Savile cada mañana.

Pero lo que Savile no sabía es lo que sucedía después; porque cuando ella subía al autobús de la empresa que la llevaba a la oficina de las afueras, y se alejaba dejando a la perra sentada mirando el autobús, ésta se levantaba, dejaba en el suelo lo que había traído Savile y desaparecía hasta el día siguiente, a las ocho menos diez, hora en la que, sentada también, esperaba a que Savile saliera de la boca del metro.

-.-

Pímlico, con acento en la primera “i”, es reportero. Su sueño es trabajar en Mi cámara y yo, pero mientras tanto, recorre la ciudad con su cámara digital por si ve algo interesante. Compra el periódico todos los días en el mismo kiosko. Sí, el mismo en el que la perra pastor espera a Savile. Desde luego, como es un reportero de raza, se ha fijado en la perra, que también es de raza, aunque no sabría decir qué raza exactamente (echémosle una mano: pastor belga), y un día le pregunta al kioskero, más que nada por ser amable:

- Precioso perro, ¿cómo se llama?

- Pregúnteselo a él, yo solo vendo periódicos...

- ¡Ah... perdone! ¿No es suyo?

- No, ¿y suyo?

Magnífico gremio, el de los kioskeros, pero no exento de gilipollas, como acaba de apreciar Pímlico. Entonces se queda mirando a la preciosa perra, que él cree perro, porque, aunque no es tan listo como Savile, se ha dado cuenta de que es de raza. Se pone a cierta distancia y le saca unos planos. Se aleja más, pero pone en marcha el zoom a lo burro, porque quiere pillarla con piernas desenfocadas de gente de por medio. De pronto, unas piernas bastante principales, que surgen de una falda granate y se esconden en unas botas negras de piel, llaman la atención del reportero, que se olvida del artístico plano de la perra, de la evocación de la soledad urbana que estaba filmando y persigue, por unos metros, esas piernas. Está decidiendo si le gustaría más que esas piernas fueran su cinturón o su bufanda cuando aparece, inopinadamente, en cuadro, la perra que Pímlico cree perro.

- ¡Mierda...! – sigue grabando, porque el plano le está quedando de primera – A ese perro le gusta chupar plano... – y llega un momento en que se alejan tanto que ya no los ve. Pímlico sale corriendo y busca una ubicación para seguir observando. Y grabando.

Durante una semana, graba todo lo que puede y cada día se sorprende más.

Un día, al fin, reúne fuerzas y se atreve a abordar a la chica.

- Perdona – le dice a Savile- ¿es tuyo ese perro?

Savile se asusta, pero contesta que no.

Pímlico le cuenta entonces que lleva una semana observándola, que se ha dado cuenta de que el perro la sigue y que tiene pruebas. Le va a enseñar las imágenes grabadas Y Savile, que teme más a los humanos que a los perros, quizá porque sabe más de humanos que de perros, sale corriendo, pensando que Pímlico está loco.

Y un poco loco sí que parece, con esos pelos.

-.-

El viernes, Savile está viendo Telemadrid y se sorprende al ver el kiosko donde la espera la perra.

“Ahora una historia emocionante – anuncia la locutora – Esta preciosa perra, de la raza pastor belga...

- ¡Caray, es mi perra!

“... sigue, desde hace días, a una joven belleza madrileña...

- Joven, belleza y madrileña, tres mentiras... ¡pero no está mal.! – dice Savile, satisfecha.

“... que ha preferido guardar el anonimato; la perraespera todos los días a la misteriosa rubia y la sigue hasta la parada del autobús que toma a diario la enigmática mujer.

El reportaje, la verdad, no contaba gran cosa. Aparecía un sorprendentemente simpático kioskero (hay que ver lo que una cámara es capaz de cambiar a algunas personas) y algunos vecinos que mentían descaradamente, pero que salían para que el reportaje tuviera un poco de sabor local. Savile aparecía irreconocible, toda pixelada y enigmática y eso le gustó.

Ahora Savile sabía que no era una paranioca. La perra, efectivamente, la seguía a ella. Y verlo desde esa otra perspectiva, le había gustado muchísimo.

Pero seguía sin entender nada.

-.-

Seis meses atrás, sucedía algo relacionado con todo esto.

Soho, un escritorzuelo sin suerte, pasea con su perra. En este momento, está en realidad parado, no paseando, con su perra junto al kiosko de prensa en el que jamás comprará nada porque el kioskero es un borde de mierda que un día no le quiso dar cambio. Soho suele hablar con su perra, quien, la verdad, no le hace demasiado caso.

- Mírala. ¿No es una monada? Mirala caminando calle abajo... dímelo, Öptima, entre tú y yo, confidencialmente, que no se lo voy a decir a nadie ¿no es adorable?

Y baja la calle esa rubia que es guapa y es lista, bajo la atenta mirada de Soho y Öptima, su perra. La rubia lista y guapa camina del todo ajena al efecto que causa en Soho, que es discreto, e igualmente ignorante de que Öptima, la perra, la ignora. O eso parece.

Como todos los días, ella camina calle abajo a primera hora y él la sigue unos metros detrás, con despreocupada e indisimulada discreción, pero sin atreverse a abordarla. O a saludarla. O lo que sea.

Es lunes. Y los lunes son los mejores días, porque Soho lleva dos días sin verla y cuando ella surge de la escalera del metro y camina dos manzanas hasta el punto donde el autobús de la empresa que recoge a los trabajadores somnolientos, Soho se pone realmente contento de ver a la chica a la que no conoce, pero ama ya con locura. Porque Soho lleva siguiendo a esa chica cerca de un año. Y ha decidido que esa semana tiene que decírselo.

Soho mira a la chica rubia y lista, con Öptima sentada a sus pies, mientras se fuma un cigarrillo, casi siempre sola, pero a veces acompañada. Pero Soho sabe que ella prefiere fumar sola.

Ese lunes, precisamente, cuando el autobús se va, y él se queda mirándolo al borde de la calzada, a Soho le suena el móvil y, al ir a contestar, se le cae en la carretera. Se agacha a recogerlo justo en el momento en el que un hombre que también iba hablando por teléfono, pero al volante de un Cherokee, pasaba por ese mismo sitio.

A Soho no le da tiempo ni de sentir daño. El hombre del Cherokee, que es médico, lo sube, como un inerte bulto a su coche y lo lleva a su hospital, donde ingresa cadáver.

De quien nadie se acordó es de Öptima, la preciosa perra pastor belga.

Una perra de costumbres, sin duda.

miércoles, junio 06, 2007

Tirar (de) la manta

Te llamo y tú no me escuchas. No me haces caso. No vienes a mí. Es como si no estuvieses aquí.

(si alguien quiere info o rollo sobre este tema, puede pinchar aquí)

Tú lo sabías. Yo también lo sabía. Había que hacerlo, no había más remedio. Pero eso, el que ambos lo supiéramos, el que fuese inevitable tomar aquella decisión, no la hacía más agradable. Ni más llevadera. Ni mejor.
Era una espantosa decisión.
Ahora, el aire que antes se filtraba por entre la maraña de marrones de varios tonos, circulaba libre y libertino y, más que refrescar, helaba. Pero, reconoce, mi dulce Sah, que eso no es malo en estos días.
Y ahora ya no quieres que te toque.
Antes mis manos eran para ti un poderoso imán y te rozabas, descarada, contra mí con tal de que mis brazos te abarcaran; buscabas mi contacto de manera casi enfermiza y adorabas que mis manos se perdieran entre tus cabellos largos de color canela; me ponías franco tu pecho para que lo acariciara, te quedabas en éxtasis cuando mis manos recorrían, a veces, violentamente, tu columna, tus muslos y tu nuca.
Me recuerdo sentado y tú eras capaz de subirte encima de mí, sin mediar palabra, sólo para que estuviéramos en contacto. A veces, te hacías la sumisa, y sabiéndome un poco libertino, me lamías los tobillos, me mordisqueabas los pies, con tal de que te prestase atención.
No he conocido a nadie a quien le guste más que la soben, dulce y perversa Sah.
Y, sin embargo ya no me quieres igual.
Con lo guapa y fresquita que te has quedado:
El invierno y el esplendoroso campo salvaje valdemorillense hicieron que la manta de pelo de esta perrita preciosa se trufara de espiguitas que fueron enquistándose en su pellejo. Mis cuidados con el champú y el cepillo han resultado ineficaces e insuficientes y, esta mañana, he tenido que dejarla en la peluquería del veterinario; y casi me muero del susto cuando he ido a buscarla.
Y, como le han quitado su manta de pelo, la ecuación es bien sencilla:

(Samantha) - (manta) = Sah

Así pues, Samantha pasa a ser, por mor de un rapado inmisericorde, por un esquile cabrón pero inevitable, Sah, lo que os hago saber para lo que proceda de ahora en adelante. La verdad es que, además de la manta, parece que le han quitado el colchón, la almohada, el somier y la funda nórdica, dejando la estructura pelada. Miradla, si no:

Y, si se ha visto en la pelu, en un espejo (no sería extraño, recuerdo que en los tiempos en que yo iba a la pelu, me pasaba todo el rato ante y tras un espejo), por muy fresquita que esté, no me extraña que me odie.
No me odies, Sah.