jueves, abril 19, 2007

Acordándome de Montse: la ira y la miel.

Yo he conocido la ira.
Sé lo que es, porque la he visto y la he sufrido en su esencia nuclear. Por eso, si para apartarme de ti, afilas tu lengua y tu talento apuntando a mi corazón, me das, sí, pero no me tumbas. Es un gracioso florilegio, un maldito juego de espejos que no ves, porque si lo vieras verías que es un empuje inane, un ejercicio de autoafirmación tan primario que, pasado el primer impacto, ya ni siquiera duele. Porque yo sé lo que duele la ira. La ira desatada es una explosión del otro en tu cara. La ira contenida, una implosión desde tu pecho hacia dentro, que destroza todo lo que un cuerpo cualquiera es capaz de contener. Yo he conocido la ira.

Yo he saboreado la miel.
Supe de la dulzura y su cuerpo, de lo versátil y suave que puede ser, de lo atrayente de su aroma y la redondez de su regusto. La miel de abeja, espesa y verdadera, sucia y esencial, es un sentimiento puro, sin conservantes, pero eterno; sin colorantes, de acuerdo, pero brillante y dorada como un atardecer de otoño. Ese atardecer que te pilla conduciendo a casa, pensando en tu jefe, en un cliente o en cualquier otra bagatela y que, si te atrevieras, te haría dejar el coche en la cuneta y bajarte para cantarle al cielo un par de canciones adecuadas. Sé el sabor que tiene la miel y ese, lo reconozco, por más que te empeñes en no volver a mostrármelo, tú lo tienes también. Yo he saboreado la miel.

Y Montse, mi hermana Montse, mi moreneta particular, tenía los ojos almendrados del color de la miel. Cuando nació, el 10 de mayo de 1960, su piel chocolateada les dijo a mis padres que deberían llamarla así. Y su nombre, Montserrat, parecía avisarnos a todos de que ella sería así: un gráfico de sierra, con etapas álgidas de miel y risas y abismos profundísimos de ira y dolor.

La cabeza de Montse no funcionaba como la tuya o la mía. La partitura de su vida era desconocida para los médicos. Entonces nadie había inventado a House, así que ningún médico, borde o simpático, supo diagnosticar qué pasaba en la cabeza de mi hermana. En esa partitura extrema, llena de allegros y de oscuras canciones, había determinadas teclas que nadie conocía, que cuando eran pulsadas, desataban la pesadilla.

Montse avanzaba a una velocidad distinta al resto de los humanos. Era cuatro años y medio mayor que yo, pero, probablemente, mentalmente, a los cinco años yo era ya mucho mayor que ella. Pero avanzaba, o eso me parecía a mí. Porque el verdadero drama de mi preciosa hermana-miel era que ella, en el fondo, sabía que era diferente. Pero no acertaba a explicarse porqué. Y cuando esa disonancia, ese arpegio fallido, se desencadenaba en su mente enferma, se desataba la tormenta.

Era la ira. Y entonces era como si el mundo subiera a lomos de una manada de caballos salvajes desbocados y ya sabes: si quieres seguir en pie después, quítate de su camino. Y la miel de sus ojos brillaba entonces, no obstante, como nunca, y acompañaba esas galopadas de frustración y de rabia con incontenibles lágrimas. Y si te golpeaba, mientras sus uñas se clavaban, sin piedad, en la piel de tus antebrazos, sus ojos te estaban pidiendo perdón. Mientras su garganta profería alaridos más propios de un animal enloquecido, sus ojos te pedían ayuda. Mientras su cuerpo, fuerte y extraño, te atacaba, sus ojos de miel cuidaban de ti.

Mi hermana Montse era un verso suelto. Había sólo una persona capaz de calmarla cuando la ira se desataba en su interior. Era la madre de Mich, a quien los más viejos en esta bitácora habrán visto comentar de vez en cuando, cuando me entran estos ataques de nostalgia. Cuando Montse se subía a lomos de la ira, ella, MamaMich, era como la mujer que susurra a los caballos. Se acercaba a ella con un amor difícil de encontrar en el mundo, y aplacaba la tormenta con caricias y susurros desconocidos para los demás.

Tengo dos recuerdos muy vívidos de mi hermana Montse. O sea, tengo mil, pero dos por encima de todos. El primero es del día de mi confirmación. Yo tenía 13 años y me ponía, por primera vez, un traje de mayor. A los 13 años prometía, podeís creerme. Montse vio cómo mi madre, orgullosa como sólo las madres son capaces de estar, -se fotografía conmigo, vestido como una persona mayor, con corbata y todo, feliz de que pudiera pasarle el brazo por los hombros, porque ya la superaba largamente en altura (mi madre era grande, sí, pero por dentro, por fuera era una preciosidad bajita). Montse vio la escena y algo le debió parecer bonito en todo eso, y dijo:

- Ahora yo como mamá.

Y se puso a mi lado y me hizo que la abrazara exactamente igual que había hecho con mi madre.

El segundo recuerdo de ella que tengo es del penúltimo día. Yo tenía 18 años y ese era mi primer verano con una novia seria. Era, de hecho, mi primera novia. Le hablé de mi hermana y ella estuvo de acuerdo, o más bien me instó, a que saliéramos con ella a tomar un helado el día antes de marcharnos de vacaciones.

Fuimos a buscarla a casa y ella parecía extrañamente feliz y orgullosa. Entendedlo: su hermano pequeño tenía novia. Era como si ella tuviera que darnos la bendición, o algo así. Caminamos por la Plaza de Castilla, rodeándo el depósito del Canal de Isabel II, tomamos la Castellana y, enseguida estábamos en Oliveri, creo que se llamaba así, una heladería fantástica, para aquella época, pero ya languideciente, que si no me equivoco, ese verano (el del 83) debía ser uno de los últimos que permanecía abierta. Montse caminaba entre mi novia y yo, los tres cogidos de la mano y no decía una palabra. No dijo esta boca es mía en todo el trayecto.

Luego, porque entre las poquísimas nociones matemáticas que tenía, estaba la de distinguir qué números eran más altos que otros, poidió el helado más barato de la carta y no dejó de sonreir en toda la tarde. Paseamos, hablamos y, en fin, pasamos la tarde juntos.

A eso de las nueve de la ncohe, la dejamos en casa. Cuando se despedía de mí, con un beso lleno de amor y saliba, que así eran sus besos, me dijo:

- Me gusta

Y esas dos son las últimas palabras que recuerdo de Montse.

A la mañana siguiente, partíamos hacia Cádiz, a pasar el mes de Agosto. Yo iría por la noche en tren. En el coche iban mi padre, conduciendo, mi madre, donde se sientan las madres, y detrás mis hermanos Paloma, Mariano y Montse. A la altura de Villa del Río, provincia de Córdoba, con casi 40 grados, mi padre sufre un desmayo y el coche, ignorando la curva de la carretera, sigue su marcha a 110 km/h por un aparcamiento y va a estrellarse con el remolque de un camión de transporte de coches.

Montse se quedó allí. Con mi madre. En Villa del Río, descansando su ira para siempre. Privándonos a todos de la miel de sus ojos. De su dulzura cuando, emocionada, aprendió a tocar, en la flauta, Campanita del lugar. Dios, ¡qué mal tocaba la flauta, y cuánto la añoro! Ahora, mientras escribo este aborto, lloro como un imbécil recordándola y echando de menos todo de ella. Su miel, claro, pero, también, aunque no lo creas, su ira.

Mi hermana Montse, ya sabes, la ira y la miel.

30 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabía qué comentar.

No tengo palabras, nada salvo un nudo en la garganta.

Solo puedo darte un abrazo.

Anónimo dijo...

Grande, socio. Si la memoria nos hace eternos, la tuya nos hace haber estado allí desde siempre; contigo me sumo a este homenaje.

Anónimo dijo...

Me has dejado las lágrimas y me has quitado las palabras.

Solo puedo darte un beso, grandote grandote y salado.

Fugaz dijo...

Hoy tus palabras me dejan a mi sin ellas.

Abrazos

S

Anónimo dijo...

No recuerdo quién, pero alguien a quien le confesé lo apurado que me sentía en ciertas ocasiones en las que no sabía que decir, me dió la solución: "Tu te sientes mal cuando no sabes que decir, porque le das más importancia a tu confusión que a lo que está pasando allí, si en vez de pensar en ti, pensaras en esa persona que lo está pasando tan mal, te daría igual no saber qué decir".

Si hay tres o cuatro verdades, esta es una.

Lo único que sé decir ahora es que nunca he oido ni he visto ni he leído explicar algo de una manera tan dulce, y tan cálida, y tan bonita, y tan conmovedora.

Siempre son los detalles los que nos marcan para siempre. Yo no sé por qué es eso, porque a lo mejor debería quedársenos una visión global de una persona. Pero ¿Cómo no quedarse marcado por un momento tan intenso? A fin de cuentas debe de ser el hecho de que sepas de alguien que realmente te quiere, a través de una cosa así, lo que te permite, por despistado que seas, que guardes un registro que es imposible de borrar, que ya es parte de uno.
Y a uno le gusta.

el_Vania dijo...

Amigo mío... no diré nada. Sólo que sepas que estuve aquí, que comprendo y comparto todas y cada una de las palabras escritas... y que eres un fuera de serie. Me has dejado helado, pero con el acogedor calor del tremendo espíritu humano que hay detrás de tus letras.
Salud/OS

Wolffo dijo...

UnFos
Gracias, amigo. Otro a ti. Muchas, muchas gracias, de verdad.

Qamaris
Gracias. La memoria tiene eso, sí. Aúna y separa. Y nunca olvida, claro.

Wen
Gracias, maia, de verdad. Un beso grande a ti, Wen querida.

Fuggie
Besos, gracias. Tú ya sabes.

Buch
Ostiá, macho, eso es muy verdad. Nos sentimos apurados por nosotros, or cómo nos afecta a nosotros lo que le está pasando a otro. Nunca se me había ocurrido pensarlo, pero es una gran verdad.
Tú conocías a Montse, lo que se dejaba conocer, vamos. Pero la conocías más que casi todo el mundo, porque pasabas muchísimo tiempo en mi casa. A mis amigos, por alguna razón, les tenía mucho afecto. A las amigas de mis hermanas, por ejemplo, les tenía algo de manía, porque mis hermanas eran como sus competidoras. Bueno, txaball, te estoy esperando mañana con la guitarra y un par de cerves y un abrazo que te has ganado, hombre.

Vanitas
Gracias, amigo. Muchas gracias y un abrazo muy fuerte, en serio.

Anónimo dijo...

Un abrazo muy grande, Wolffo, tierno, adorable. Montse está orgullosísima de vos, lo se, porque está en ti y tu eres asín de dulce.

Wolffo dijo...

Malana,
tú sí que eres asín. Gracias, niña mala, que ya no lo es tanto.
Un beso terrible.

Anónimo dijo...

Ay, Wolffo...
qué lindo es verte desnudar el alma en lo que escribís. Hasta la tristeza huele a flores frescas en este escrito. Qué bonito haber sentido lo que sentiste por Montse. Qué bonito que sigas sintiendo. Qué bella la mostrás, así de bella es. Sí que te ve, sí que está orgullosa de vos.

Gracias, Wolffo.
Besos

Wolffo dijo...

MariRayas,
todo el mundo dice que gano muchísimo desnudo, eso es una verdad universal...
Gracias a ti, mi preciosa Rayitas. Un beso muy gordo.

Anónimo dijo...

Vaya...Me has con una lágrima y una sonrisa.Cuánta ternura en tus palabras!

Un abrazo

Anónimo dijo...

Uysh!,Me has dejado, quería decir...

Anónimo dijo...

Muchos besos amigo, y ya verás como algún día todo encajará, algún día todo se pondrá en su sitio y tendrá sentido. O al menos eso espero.
Un beso de mis niñas muy gordo (tanto como estoy yo).

Mons

Anónimo dijo...

Te leí anoche antes de irme a dormir, Wolffo, y no veas lo bien que me sentó el sueño, a pesar del nudo en la garganta.
Porque pensaba en lo afortunado de conocer a alguien como tú, que es capaz de contar cosas de su familia, con ese derroche de cariño y ternura.
Un abrazo de los que cortan la respiración.

Wolffo dijo...

Sandra
Otro abrazo a ti, y muchas gracias.

Monstruosita mía...
¡cuánto tiempo! ¿sabes? la primera vez que vi tu nombre, tu nick, vaya, pensé que era apócope de Montse, fíjate que curioso. Tu gordura es de las que dan gloria, porque se debe a un regalo del cielo. Por cierto, ¿cuándo te quitas ese peso de encima, para pasarlo a tus brazos?
Un beso a todas.

Crispu
bueno, tú y yo nos conocemos desde pequeñitos, así que... va siendo hora de que nos veamos ahora, un poco mayorzotes, ya, no?
Venga ese abrazo, nena

pero si tú

Anónimo dijo...

Es la primera vez que lloro leyendo un post.
Espero que en el cielo tengan PC.
Te mando un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

Pues si todo va bien, tendré a mi niñá en brazos a principios de agosto. Espero poder presentártelas algún día amigo.
Muas

Mons

Wolffo dijo...

Juan Pablo
Gracias, amigo, muchas gracias. Imagino que sí, que tendrán algo de eso, ¿no? Un abrazo para ti, compañero.

Mons
Sé que me has invitado a una paella el día que caiga por esas tierras. No creas que lo he olvidado. Y si es la mitad de preciosa que tu otra preciosa niña, será espectacular. Un beso, Mons.

Anónimo dijo...

Leí el post ayer, y decidí dejar el comentario para hoy, para tratar de decir algo que valiera la pena escuchar. Pero sigo igual. Sólo decirte que me ha gustado mucho.

Wolffo dijo...

Koti,
voces como la tuya siempre son agradables de escuchar. Y,or supuesto, vale la pena. Gracias, en serio y un besote.

pijomad dijo...

Siempre SOMOs egoistas..queremOS lo que ya no estÁ Connosotros...

Anónimo dijo...

Joer Wolfo, siempre me sacas una sonrisa o me dejas con un nudo en la garganta o las dos cosas a la vez.
Es precioso, no sé qué decir más.
Un abrazo

Wolffo dijo...

pijomad
puede que sea egoísmo, no digo que no, pero es normal, ¿no crees? Extrañas lo que no tienes. Oye, una cosa: esas mayúsculas que pones por ahí, he visto que las pones con cierta frecuencia y, sin duda, tienen algún sentido, pero se me escapa. Explícamelo, por favor. Soy muy cortito para estas cosas. Un abrazo, amigo, y gracias.

Ararat
Compañero, muchas, muchísimas gracias. Un fortísimo abrazo, tío.

Anónimo dijo...

Wolffo: soy de las que te leen y te escuchan (en silencio) desde hace mucho, mucho, mucho... Y has conseguido que hoy hable para decirte que no tengo palabras: gracias por presentarme a Montse y dejarme quererla. Eres un lujazo. Un beso enorme

linmer dijo...

Normalmente no me atrevo con posts tan íntimos, pero supongo que si abres el corazón es porque no te parece fuera de lugar que escuchen sus latidos...

Esa añoranza y esas lágrimas son la firma de todo ese amor que siempre te acompañará.

Un abrazo, de los fuertes.

Wolffo dijo...

mahoma
Sonando: I call your name - Beatles
Gracias, gracias, gracias y mil gracias por sacar la cabecita y darte a conocer, mahoma, de verdad, mil gracias. Lo que es un lujo, de verdad, sin peloteos, es tener lectores como tú que, de repente, un día, me dan la alegría del día diciéndome: ¡eh, que estoy aquí! Me encantaría poder saludarte más veces. Un beso para ti y mil gracias, de verdad.

linmer
Sonando: El viaje - Wolffo
Atrévete, hombre que, como bien dices, si está aquí colgado es para compartir lo que sea: risas, lágrimas, recuerdos... lo que sea. Muchas gracias por tus palabras, amigo, me gustan mucho estos comentarios tan desnudos. Ese abrazo...

LuNegra dijo...

Aunque tarde ... pero quiero decirte que lo siento mucho y que por ser como eres, por hacerme sentir como lo haces creo que cada día te quiero un poco más.

Un besote que como acabo de decir por aquí se te quiere un montón.

Muaks.

Wolffo dijo...

LuNegra
Sonando: Morena - Los Hermanos
Nunca, nunca es tarde para estas cosas, así que olvida eso de "aunque tarde". Y gracias por el cariño, Lunilla, gracias de verdad. Un besote.

Wolffo dijo...

Venga... y con este, 30